Capitulo 8- La sombra que acecha (Parte 1)
25 de Julio de 2663. Sistema Solar. Marte. 15:30.
- ¡Ouch!- dijo con molestia Kyle Sandler mientras le curaban la herida de la cara.
La chica, al ver como él se quejaba se apartó y le miró asustada.
- Lo siento- dijo con voz arrepentida-. ¿Te he hecho daño?
Catherine Burrows, más conocida como Katie por el resto de reclutas, se encontraba en la enfermería curando las heridas que Zeke y Kyle tenían de la paliza que le habían dado Walter Reinholm y sus compinches.
- No, no te preocupes. No ha sido nada- comentó Sandler despreocupado-. Además, me gusta que tus suaves manos me toquen. Me dejan relajado.
La chica de pelo corto rubio se ruborizó al instante y le sonrió. Ezekiel, testigo directo de la escena, deseaba que lo tirasen de cabeza a un profundo pozo de la vergüenza que le estaba dando su amigo.
- Enseguida vuelvo con más apósitos para cubrir vuestras heridas- comentó mientras se dirigía a un pequeño armario metálico donde se encontraba lo que necesitaba.
Kyle la escaneó de arriba abajo. Zeke sabía de la portentosa vista de su amigo para analizar el cuerpo de las mujeres. Su veredicto solía ser que estaban "muy buenas".
- Esta tremenda, ¿eh?- le señaló a su amigo Sandler mientras meneaba sus cejas hacia arriba, como queriendo destacar lo que decía.
- ¿Te acaban de meter una paliza de muerte y tú solo piensas más que en lo mismo?- le replicó con tono enojado Zeke.
- Tío, ya sabes, el sexo y la violencia son esenciales en el ser humano- habló resuelto Kyle-. Van unidas de la mano.
- ¿No estás diciéndolo en serio?- repuso Zeke.
- Sabes que sí.
La medico volvió con los apósitos y tras colocárselos, les echó un poco de aerosol curativo para que se fijaran bien. Luego, Kyle le dijo unos cuantos piropos que hicieron que se avergonzase un poco y se despidió de ambos chicos.
- Wow, menuda cosecha hay en esta compañía- exclamó el chico muy emocionado.
- Sí, no están mal las chicas- comentó Ezekiel.
Kyle miró su amigo perplejo.
- ¿No están mal?- preguntó incisivo- Venga ya, tío. Las hembras de esta unidad son espectaculares. Solo debemos de recordar a esa superguerrera latina que nos ha salvado de Reinholm y sus patéticos sicarios.
- Si bueno, no niego que esa chica es impresionante pero no debemos de valorar a las mujeres solo por su físico.
Sandler profirió una sonora carcajada.
- Hombre, no empieces con tus rollos feministas- le dijo a Zeke con su habitual cachondeo-. A ti esa tía te gusta, ¿verdad?
Al ori esto, Zeke se estremeció un poco. No podía negarlo, esa chica, Miranda, era preciosa. Y aguerrida, fuerte, valiente,...Al notar la cantidad de pensamientos que estaba encadenando, decidió dejar de pensar en ella.
- Da igual lo que piense sobre ella- le replico Ralston a su amigo-. Te recuerdo que casi nos masacra en esos baños.
Kyle cambio su expresión de buen humor al instante. Miró a Zeke por unos segundos y este pudo notar que su amigo se ponía más serio.
- Lo sé pero, no crees que es mejor olvidarlo- le dijo Sandler.
Ezekiel suspiró.
- Volverán a por nosotros. No dudarán en vengarse.
Sus palabras sonaban duras pero ciertas. Guardaron silencio, reflexionando sobre qué clase de ataque estarían preparando Reinholm y los suyos. Solo de pensarlo, sentían un enorme pánico agitándolos.
- Tú no te preocupes- le dijo Kyle en ese momento-. Nos cubriremos las espaldas. Pudieron con nosotros una vez pero ninguna más.
Miró sorprendido a su amigo. Pese a no creer en sus palabras, sabía que Kyle nunca desfallecería. Le sonrió, consciente de que solo así, saldrían adelante.
- Tienes razón, nos protegeremos el uno al otro- exclamó Zeke.
- Pues claro- aseguró Kyle y extendió su brazo con el puño cerrado.
Ralston lo chocó, sellando su particular pacto. Uno que al final, no pudieron cumplir.
26 de Mayo de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 10:25.
Zeke no podía creer lo que tenía ante sus ojos. Durante los cinco días en los que estuvo encerrado en las mazmorras de los Gélidos, sufrió la más indecible tortura que él jamás pudiera imaginar. No podía creer en lo que veía. Los límites entre realidad y fantasía parecían distorsionarse de un modo inimaginable, haciéndole ver cosas que no deberían estar ahí.
Pero estaba. Él estaba allí. Le observaba con el mismo entusiasmo y energía que tenía desde siempre. Esa mezcolanza entre espontanea hiperactividad y entusiasta energía que tanto le caracterizaban. Su afilada mirada de ojos marrones claros brillaba bajo la tenue luz que se filtraba por las rejillas de la prisión. Su figura alta, delgada y parecía una efímera voluta de polvo que se dispersaba bajo el fuerte viento. Pero seguía allí. Observándole con deleite y alegría, como si le divirtiera hacerlo.
Casi todo el tiempo solía permanecer en la misma esquina, apoyado contra la pared de lado y con los brazos cruzados sobre el pecho. Solía tener una expresión risueña en su rostro cada vez que lo miraba. No parecía disfrutar viéndolo sufrir pero tampoco le disgustaba. Simplemente, parecía estar relajado observando su encierro en aquel frio y oscuro lugar.
Respiraba con dificultad. Cada vez que aquellos resplandecientes ojos le miraban, todo su cuerpo temblaba. Dentro del traje, Zeke sentía una opresión mayor de lo que imaginaba. En realidad, todo aparentaba mantenerlo atrapado en una horrible cárcel de horror y miedo. Escuchaba voces lejanas que se ocultaban en lo más profundo del cosmos. Cuando abría sus ojos, veía instantáneos flashes de luz azul resplandeciendo a lo largo de las paredes de la estancia. Y él siempre estaba allí. Nunca se iría.
Portaba el mismo traje que llevó el día en que murió. El uniforme militar de Infantería Básica de color blanco con motas marrones con esas botas oscuras y ese abombado casco que todo soldado llevaba encima. Todo estaba allí, en perfectas condiciones y sin ni una mancha de suciedad o humedad. Y cada vez que sus ojos se dirigían a su cuello, largos escalofríos le recorrían como súbitos latigazos. Allí no había ninguna herida. Ni marcas ni cicatrices que indicasen que aquella cabeza había sido cortada. Era como si alguien hubiese conseguido lograr pegar su testa al cuello y habían hecho desaparecer cualquier rastro de decapitación. Pensándolo detalladamente, el que lo hubiera hecho, hizo una obra de arte. Kyle Sandler estaba perfecto, como si nunca hubiera muerto en Midgard.
Ezekiel dormía a destiempo. Muy de vez en cuando, cerraba los ojos pero cada vez que conciliaba el sueño, extrañas visiones le acompañaban. Todas ellas tenían que ver con el planeta helado de Midgard y con Estilvius, aquella Inteligencia Artificial que descubrieron dentro de aquel artefacto llamado el Conducto. Sabía que aquel ser ocultaba mucha información importante sobre la Primera Raza y la tecnología que estos dejaron pero no tuvieron tiempo de hablar demasiado con él. Ahora, su suave pero a la vez estremecedora voz le decía que tenían asuntos pendientes. Pero sonaba tan lejano y distante. No como Kyle.
Siempre estaba ahí. No se iba nunca. Y ahora, estaba observando a su amigo de nuevo. Permanecía en silencio, con sus ojos bien abiertos contemplándole. Ralston se giró para mirar al resto de sus compañeros. Se preguntaba si alguno de ellos vería también a Sandler. Pero lo más posible, es que no fuese así. Miranda se encontraba acostada de lado. Parecía estar dormida aunque lo más probable es que no lo estuviera. Al lado, en un rincón, se encontraba de pie el capitán Oliveira, en completo silencio. Tan solo su profunda respiración podía escucharse a través del insondable traje. Al lado del hombre, estaban Kingston y Burrows. Tanto uno como otro, estaban sentados. Katie tenía la cabeza inclinada hacia delante y aunque ya no lloraba, aun se notaba algo de su tristeza. Eph no estaba tan mal, de hecho, parecía tranquilo. Todos habían estado callados en todos los días pasados bajo esa prisión. Quitando pequeñas conversaciones entre la cabo Cruz y el capitán Oliveira, el resto prefirió el silencio.
Sus ojos se posaron de nuevo sobre Miranda. La chica estaba recostada mirando a la pared. Llevaba así desde hacía tres horas. Zeke quería hablarle, preguntarle qué tal estaba y si podía hacer algo por ella, pero nada le salía. Llevaba días en un insano estado de bloqueo mental causado por el shock de ver a su amigo muerto de nuevo a la vida. De hechos, apenas se había movido de su sitio. Siguió observando a Miranda cuando de repente, Kyle le habló.
- Esta buena, ¿eh amigo?- fue la pregunta que el difunto le hizo.
Zeke giró su cabeza alterado y vio que Kyle ya no estaba afuera, apoyado de lado contra la pared mientras le observaba. Miró a un lado y a otro, desesperado por verlo.
- Te dije que la quería para mí, pero ya veo que tu ha decidido aprovecharte.
Empezó a ponerse nervioso. Su respiración, hasta ahora profunda pero tranquila, comenzó a acompasarse. Zeke temblaba de miedo. Aquel ser no era su amigo. De eso estaba seguro.
- Os liasteis, ¿verdad?- dijo con insidiosa voz-. A mi espaldas. Y lo peor es que nunca me lo dijiste. Preferiste dejar que muriera como un miserable. Así ahora la tendrás toda para ti, ¿no es así?
Podía sentir como sudor frio recorría su piel. Empezaba cada vez a respirar con mayor dificultad mientras aquella sombra con la voz de su amigo se movía entre la impenetrable oscuridad. Vio como una lánguida figura fluía entre aquella negrura con gran agilidad. Zeke se incorporó al instante pero enseguida volvió a su sitio cuando Kyle se detuvo justo frente a él, desde el otro lado de la reja.
- Me dejaste morir- le dijo su amigo muerto. Porque así es como debía estar.
Sintió la pared detrás de él. Deseaba que esta no existiese para echar a correr, huir de aquella entidad penitente que le torturaba con mórbida pasión. Notó una siniestra sonrisa en el rostro de aquel espectro. Una sonrisa de satisfacción.
- Si, Zeke. Me dejaste morir- le dijo otra vez-. No hiciste nada por salvarme.
Apretaba los dientes con fuerza. Sus manos se aferraban a la pared como si quisiera aferrarse a ella. Miraba fijamente a esa sombra que se hacía llamar Kyle Sandler y sabía que aquello no podía estar pasando. Era lo que necesitaba creer.
Zeke miro a su amigo, quien parecía haberse quedado inmóvil, apoyándose contra las rejas de la celda. Era como si se hubiese convertido en un muñeco sin vida, algo inservible. Pero entonces, alzo su cabeza. Su pelo se erizó y en un segundo, tenía a Kyle cara a cara por escasos centímetros. La expresión de su rostro seguía siendo la misma y eso, le inquietó aún más. Sintió su espalda golpear contra la pared y comenzó a dejarse caer. El sombrío ente se fue acercando, colocando su rostro.
- Oh, Zeke- dijo con ese tono de voz tan alegre y característica de su amigo-. Dijimos que nos ayudaríamos el uno al otro, ¿no lo recuerdas?
Su voz parecía tornarse más angustiosa. Entonces, Ezekiel vio algo que le horrorizó. Como en su cuello iba abriéndose un gran corte del cual comenzó a manar sangre roja que cayó como una perpetua cascada sobre el suelo. Kyle le miraba con ojos ausentes de vida.
- ¡Me prometiste que me ayudarías!
Ya no pudo aguantar más. Había llegado al límite máximo de su cordura y entonces, el joven prorrumpió en gritos y aspavientos desesperados. Todos sus compañeros se volvieron petrificados al verlo.
- ¡Basta! ¡Déjame!- gritaba desesperado Ralston- ¡Tu estas muerto! ¡Estás muerto!
Miranda se acercó a él y le agarró con fuerza de los hombros.
- Zeke, ¿qué coño te pasa?- preguntó la chica desesperada- Zeke!
Estaba descontrolado. A través del visor horizontal de su casco, miraba el mundo desde un prisma reducido y desolador. Vio a Miranda pero también a su amigo detrás de ella.
- Cálmate, ¡por favor!- le pedía la chica asustada.
El capitán Oliveira se fue acercando mientras la cabo buscaba de algún modo contener al errático muchacho.
- ¡Lárgate de una maldita vez!- volvió a espetar Ralston con un desgarrador grito.
Katie se había pegado a Eph, quien la atrajo con un brazo. El hombre parecía querer proteger a la chica de lo que contemplaban con horror. Quería aparentar estar bien pero tenía tanto miedo como ella.
- Zeke, ¿de quién hablas?- preguntó Cruz desconcertada- ¡Aquí no hay nadie más aparte de nosotros!
- No Miranda- le aseguro atemorizado el muchacho-. Kyle está aquí.
El rostro de Miranda cambió de forma repentina a una expresión de inusitada sorpresa. No podía creer lo que su amigo decía. Le miraba con pena y miedo. Era incapaz de concebir algo así.
- ¿No lo ves?- preguntó desesperado Ezekiel-. Esta aquí, con nosotros.
La cabo no sabía qué hacer. Vio al capitán Oliveira a su lado.
- Déjame a mí- le dijo el hombre.
Este se puso frente a Zeke. El soldado lo miró con una mezcla de miedo y desesperación.
- Por favor, dígale que se vaya- pidió Ralston.
Temblaba. Se le notaba atrapado en una horrible pesadilla. Como si estuviera recluso en una cueva llena de arañas o en las entrañas de un gran monstruo. Oliveira sabía a lo que se enfrentaba. Él ya pasó por lo mismo.
- Escúchame- dijo con tono fuerte y claro-. Date la vuelta y cierra los ojos. Ignora todo a tu alrededor. Luz, sonidos. Todo.
Zeke se fue dando la vuelta tal como el capitán le indicaba. Cerró sus ojos y respiró hondo, buscando la calma que no parecía llegar.
- Ahora, quiero que cuentes hasta cien- le explicó claro-. Céntrate en ello y no hagas caso de lo que ocurre a tu alrededor, ¿entendido?
Nervioso, asintió.
- ¿Y si llego a cien?- preguntó angustiado.
- Vuelves a empezar.
Y empezó a contar.
1, 2, 3, 4, 5, 6. La risa de Kyle le distrajo un poco pero volvió a su recién encomendada tarea. 7, 8, 9, 10, 11. Kyle le llamó pero decidió ignorarlo. Él no estaba allí. Era un producto de su imaginación. 12, 13, 14, 15, 16, 17. Estaba muerto. Decapitado por Loki, vio cómo su cabeza rodó por el suelo....
Eso le distrajo.
- No escaparás de tu culpa- dijo un susurro en medio de la oscuridad.
Respiró hondo, tratando de retomar la cuenta. Pero antes de continuar, le habló directo a Kyle.
- No fui yo, fueron los Gélidos.
A unos metros de distancia de Zeke, Miranda y Abdoul Oliveira miraban al traumatizado joven.
- ¿Qué le ocurre?- preguntó la chica preocupada.
El capitán la miró. Pese a la máscara del traje que ocultaba su rostro, sabía que una expresión poco halagüeña estaba formada en él.
- Creo que es síndrome de estrés postraumático.
- ¿Cómo?- La cabo quedó confusa ante aquella revelación.
- ¿Ha pasado por algún evento muy duro?- fue lo único que le dijo el capitán.
Entonces Cruz ató cabos. Kyle. Su comportamiento errático. La muerte.
- Vio morir a su mejor amigo- confesó ella consternada.
El capitán murmuró algo. No supo que era pero sabía que no se trataba de algo positivo.
- ¿Cómo murió?
- Lo decapitaron delante de todos nosotros.- Le costaba decirlo sin acordarse de tan horroroso momento-. Kyle era su mejor amigo. Eso le debe de haber destrozado.
Oliveira suspiro.
- Comprendo- dijo el hombre-. Tu amigo ha pasado por un momento durísimo y el síndrome de estrés postraumático se caracteriza como una manifestación de su psique luchando contra tal hecho. Eso hace que tenga pesadillas y alucinaciones.
- ¿Cómo ver a Kyle vivo?- preguntó la cabo temerosa.
- Eso me temo.
Ella se volvió para mirar a Zeke. Estaba tranquilo. Sin alterar. Pero se preguntaba cuanto permanecería así. Para él, debía de estar siendo una pesadilla reencontrarse con su difunto amigo y rememorar tan horrible evento. Sentía mucha pena y lo único que deseaba era ayudarle.
- ¿Qué podemos hacer?
- De momento está tranquilo- habló el capitán con cierto optimismo-. Pero no creo que sea suficiente. Ahora lo que necesita es tranquilidad.
Y tranquilidad era lo que menos tenían.
La puerta de la prisión se abrió con un fuerte chirrido y varios pasos se empezaron a escuchar con sonoridad. Era como si quienes lo hiciesen quisieran denotar su poder y autoridad. Muy pronto, vieron de quienes se trataban.
Heimdall y cuatro Alfar se colocaron frente a la celda. El guardián de Asgard portaba una armadura color negro muy parecido al traje que portó el día que fue a recibirlos a su llegada al planeta. El pelo largo y blanco lo tenía recogido sobre el hombro en una coleta que parecía recogida de forma tosca. Los Alfar llevaban nos ropajes más ligeros. Portaban ropa de tela y su cuerpo aprecia recubierto con unas corazas de color marrón claro que recubrían sus torsos, brazos y piernas. Se parecían a la cota de malla que portaban los antiguos caballeros medievales. Todos iban armados con lanzas, excepto Heimdall. Él portaba su larga y afilada espadas, que llevaba sostenida en la cadera.
El Gélido avanzó hasta colocarse frente a las rejas. Miró a todos los humanos con una expresión de orgullo, como si fuera un cazador que contemplase sus presas encerradas como trofeos. Acto seguido, hizo una pregunta.
- ¿Quién es el líder de este grupo?
Todos se miraron sorprendidos ante aquella pregunta. Oliveira, al notar todos lo ojos posados sobre él, hizo una seña.
- Soy yo- dijo con firmeza.
Heimdall le miró con aprobación.
- Bien, acércate. Tenemos que hablar.
El capitán avanzó con paso reticente. El Gélido lo observaba con una tranquila sonrisa que no inspiraba confianza alguna. El resto miraba con nerviosismo al hombre y como se iba aproximando al que era su enemigo. Incluso Zeke, quien aún parecía catatónico, logró incorporarse para asistir a la escena. Finalmente, Oliveira quedo frente a Heimdall. Tan solo las rejas los separaban.
Empezaron a hablar. Al principio, nadie parecía entenderlos pero Oliveira no tardo en alzar la voz.
- Uno de nuestros soldados está mal- habló el hombre preocupado y señaló a Zeke-. ¿No podría quedarse?
Heimdall negó con la cabeza en señal de respuesta.
- Tienen que venir todos- dijo el alienígena con tono autoritario.
Se podía notar que Oliveira estaba muy tenso. Su cuerpo permanecía rígido y apretaba con fuerza los puños. Claras señales de la furia que recorrían su ser. Sin más que decir, se volteo fue hacia sus soldados.
Una vez con ellos, todos quedaron bajo un incómodo silencio. Zeke los miró preocupado, aunque lo que le preocupaba no era lo que querían los Gélidos, sino que Kyle volviese. Al final, fue Cruz quien preguntó.
- Señor, ¿qué quieren?
El hombre alzó la vista y miró a la cabo. Pese a no notarse, en sus ojos se reflejaba una tremenda preocupación.
- Quiere ir de caza- Fue su terrible respuesta.
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