Capitulo 5- En la corte del rey Odin (Parte 1)
25 de Julio de 2663. Sistema Solar. Marte. 15:06.
El frío era intenso. Podía notarlo como pequeñas agujas clavándose sobre su piel y penetrando hasta atravesar su carne, llegando hasta el duro hueso. Sus nervios se activaban. El contraste de temperatura con respecto al exterior era enorme y por ello, su cuerpo reacciono de forma violenta. Tembló bastante y se retorció como si quisiera escapar de ese lugar. Pero el problema no estaba en las bajas temperaturas, sino en el aire que ya empezaba a faltarle. Zeke sentía como el oxígeno parecía faltarle. Su cabeza se notaba apoderada por un incipiente dolor y el hecho de notar la falta del preciado gas, hacía que desde su garganta notase el inicio del sentimiento de asfixia que empezaba a irrumpir de forma abrupta. Ralston se revolvía, tratando de escapar de aquella horrenda prisión. Intento levantar su cabeza pero la mano presiono con mayor fuerza. Otras le apretaban las manos y sentía una rodilla clavada con fuerza en su espalda. No podía hacer nada, aunque enseguida, le sacaron de donde estaba atrapado.
El agua caía en finos hilos de su rostro. Su cabeza, desde su cara hasta el pelo, estaba completamente mojada. Zeke abrió la boca para respirar un poco de aire y abrió sus ojos para mirar el lugar donde había estado atrapado. Un váter. Ahí era donde el bueno de Walter Reinholm y sus amigos le estaban daño un particular baño. Todo por ir a defender a Kyle, con quien se habían encerrado en los servicios de hombres de la compañía para propinarle una buena paliza. Solo habían pasado tres días desde que se encararon con el niñato de ascendencia escandinava y desde ese entonces, se la tenían jurada a su amigo. Tardaron un poco más de lo esperado, pero tras continuas burlas y amenazas, el ataque se hizo realidad. Ezekiel trató de defender a su amigo pero su inexperiencia en combate y el superior número de contrincantes jugó en su contra.
Ralston giró la cabeza y vio a Sandler acurrucado en un rincón, rodeado por dos de los secuaces de Reinholm. Uno era bajo y delgado, con el pelo rojo. El otro, era más alto y corpulento, con el pelo negro y de apariencia asiática. Sus ojos fueron de ese par de desgraciados a Kyle. Tenía el rostro enjuto, con sangre fluyendo de su nariz y un moratón bajo el ojo derecho. De sus irises destellaban un fuerte fulgor de ira y rabia inconcebible. Sin embargo, poco podía hacer.
- Bien Ralston, veo que el baño te ha sentado muy bien- dijo sarcástico Walter Reinholm, quien miraba divertido al joven recluta con su cabeza húmeda-. Pareces, más despejado.
Sus ojos se encontraron. Zeke le odiaba con todas sus fuerzas. Aquel vanidoso chaval que era un año menor que él y Kyle parecía dispuesto a amárgales la vida. ¿Y todo por qué? Solo porque él se consideraba mejor que ellos. Ya había conocido a muchos como Reinholm y se preguntaba que sacarían de abusar de otras personas. Placer, satisfacción y dominancia eran las tres palabras que pululaban en su mente justo antes de que su cabeza acabase de nuevo dentro del inodoro.
Esta vez, tomó aire. No esperaba saber hasta qué punto lo iban a tener así pero más valía ser precavido. Aun así, el miedo le atenazaba por dentro. De no asfixiarlo, Zeke desconocía que harían Reinholm y sus amigos con ellos. Siguió con la cabeza metida pero de repente, notó como la presión en sus manos y espalda desaparecía. A tientas, logró sacar la cabeza del receptáculo y mientras escuchaba como le agua escurría hasta caer al suelo, pudo ver que Walter y su amigo se habían dado la vuelta. Lo mismo que los otros dos que retenían a Sandler. Todos miraron hacia la entrada. Zeke hizo lo mismo y se llevó una inesperada sorpresa.
La recluta Miranda Cruz contemplaba perpleja la dantesca escena que estaba teniendo lugar. Sus ojos verdes titilaban mostrando la rabia que se formaba en el interior de la chica.
- ¿Qué cojones pasa aquí?- preguntó tensa.
Nadie respondió. Solo miraban a la recluta, la cual, estaba completamente desubicada en ese escenario. Zeke la miró desesperado, esperando ver alguna reacción por parte de ella que pudiera ayudarle a él y a Kyle. Ella continuó observándoles sin decir nada pero no porque no comprendiera lo que sucediese. Era evidente que era lo que ocurría aquí pero estaba tomándose su tiempo para hacerse a la idea. La tormenta estaba a punto de desatarse.
- Reinholm, eres gilipollas- le espetó la chica sin dudarlo.
El aludido no dudó en adelantarse, extendiendo sus brazos con las palmas abierta en una clara señal de que allí no estaba pasando nada. Avanzó hasta quedar a menos de un metro y una expresión mordaz se dibujó en su cara.
- Oye, nada de esto se tiene porque saber- le dijo con una amplia sonrisa-. Pasabas por aquí y ni te has enterado, ¿vale?
Miranda le sonrió. Incluso se carcajeó un poco. Reinholm, viendo la reacción de la chica, también la imitó. Estuvieron así por un pequeño rato y el resto se miraron confusos. Aquello era muy raro. En verdad, lo era.
El puño de Cruz impacto contra el rostro de Reinholm a la velocidad de la luz. El chaval retrocedió un par de pasos y llevo su mano derecha a la dolorida nariz. Esta, se llenó de sangre. Horrorizado, miró a la chica latina, cuyo rostro se tornó fuerte y embravecido.
- ¿Qué coño haces estúpida?- dijo con tono miedoso.
No respondió. En cambio, le obsequió una buena patada en su barriga que hizo que quedase clavado de rodillas en el suelo ante el incipiente dolor. Luego, fue por el resto.
Los otros tres matones decidieron que no se iban a dejar intimidar por una chica. Sin dudarlo, los que retenían a Kyle fueron los primeros en ir por ella. Cruz esquivó un puñetazo del pelirrojo y esta le asestó una fuerte patada en la rodilla. Al grandullón, le golpeó en el pecho, haciéndole retroceder y luego, atacó su costado. El tercero, viendo que ni sus amigos podían con ella, se adelantó para atacar a Cruz por la espalda. Zeke, al ver esto, reaccionó con rapidez. Se levantó y pese a casi resbalar con el agua derramada, logró llegar hasta el tipo y empujarle con fuerza. Este, al darse la vuelta, respondió con un empujón más potente que lo estampó contra las paredes del servicio. Zeke notaba algo de dolor en su espalda pero este aumentó al sentir la dura bota en su cadera. El indeseable, la emprendió a patadas con Ralston. Justo en ese momento, Sandler se abalanzó sobre él.
- ¡¡Deja en paz a mi amigo, cabron!!- le gritó con fuerza mientras le agitaba con sus manos.
Mientras Sandler defendía a Zeke, este pudo ver como Miranda reducía a los otros dos matones. Quedó muy sorprendido al ver a esos dos idiotas con marcas de puñetazos y heridas en su rostro, mientras que la chica no tenía ni un solo rasguño. Era una gran luchadora y cada dia, demostraba que iba a ser la mejor soldado de toda la división de reclutas. Pero estaba teniendo algunos problemas. El grandullón asiático logro asestarle un fuerte puñetazo y le hizo desequilibrarse y el otro atacó su espalda. Algo dolorida, Cruz logró revolverse y asestar una patada en el hombro al pelirrojo y un puñetazo rápido en el asiático que hizo que casi se asfixiase. No contenta con dejarle así, le asestó a este un rodillazo justo en sus partes. El otro atacante, al ver a su amigo tan mal, retrocedió un poco. Miranda se giró y posó sus ojos sobre el chico. Su rostro embravecido indicaba que ella tenía ganas de más guerra.
Pero no habría más lucha. El sargento Gibson estaba en la puerta, siendo testigo invisible de toda la escena. Pero llegó la hora de intervenir. Descruzó los brazos y avanzó varios pasos hasta colocarse justo en el centro de la estancia. A esas alturas, todos los reclutas ya sabían que él estaba allí. Miró a cada uno de ellos. Se podía notar serenidad y paz en la mirada del sargento. Pero solo era un vano espejismo.
- No me puedo creer lo que veo- dijo este mientras continuaba observando a los jóvenes-. No os estoy entrenando para que os matéis entre vosotros. Si fuera tiempo atrás, incluso durante el Conflicto Colonial, lo entendería. Había que luchar contra otros humanos pero hoy en día....- Permaneció en silencio un leve instante- No os entreno para eso.
Todos se pusieron en pie y firmes. Zeke, pese a su dolor, se mantuvo bien estirado y quieto. El sargento siguió mirándolos pero no mostraba atisbo alguno de ira. Eso no lo hacía muy fiable. Reinholm, aun con su mano puesta en su dolorida nariz, se acercó a Gibson. Decidió hablarle con voz lastimosa.
- Sargento, Ralston, Sandler y Cruz nos encerraron a mí y mis compañeros....
- ¡Cierra el pico recluta!
El joven dio un salto para atrás ante la violenta reacción de su superior. El resto contempló muy tensos al hombre, sin saber que decir. Gibson les otorgo una severa mirada. Era evidente que el instructor militar estaba furioso.
- Seguís siendo una vergüenza. Es evidente que voy a tener que endureceros- decía con severidad-. ¡Sois futuros soldados de Infantería Básica! ¡Entrenados para luchar contra temibles enemigos que amenazan la supervivencia de nuestra especie! El dolor y la muerte son nuestro elixir. Nos alimentamos de ellos para seguir hacia delante- Guardó un poco de silencio, como si quisiera darle fuerza a sus palabras-. Veo que voy a tener que ser más duro con vosotros.
Kyle se adelantó un poco más que el resto y habló al sargento con algo de desesperación.
- Señor, sé que nos hemos comportado mal pero fueron Reinholm y los suyos quienes nos atacaron. Cruz nos vio y vino a defendernos.
El sargento miró a Kyle, luego a Zeke y al resto y después se volvió a Cruz. Se preguntaban en que andaría pensando el militar, cosa constante, pues siempre guardaba silencio ante situaciones tan tensas. Giró su cabeza de un lado a otro mientras continuaba callado. Los reclutas permanecían expectantes de lo que fuera a decir.
- Reinholm. Tú y los reclutas Yeun, Moura y Ederton vais a limpiar todas las letrinas de la compañía durante un mes. Además, durante el resto de vuestra instrucción os obligare a hacer un largo recorrido por las áridas llanuras marcianas.
Al oír esto, Reinholm y sus compañeros se mostraron muy atemorizados. Zeke y Kyle se divertían con aquello.
- Reclutas Ralston y Sandler- dijo en ese mismo instante el sargento-, vosotros también nos acompañareis.
El ambiente se enrareció. La respiración profunda de cada una de las personas de aquella habitación. Gibson, consciente de que aquello se volvía por momentos peor, decidió hablar.
- Podéis retiraros- dijo con calmada voz el hombre-. Id a la enfermería a que os curen y si preguntan, les decís que os he estado entrenando en combate cuerpo a cuerpo y se os ha dado de puta pena.
El instructor fue el primero en salir y el resto le siguió. Cada uno de ellos fue observado con severidad por Gibson, como si estuviese juzgándolos, tal vez, planeando un castigo mayor. Entonces, cuando vio pasar a Miranda, este la detuvo.
- Recluta Cruz, dado su papel en este enfrentamiento defendiendo a sus compañeros, he decidido ascenderla a cabo.- El rostro serio de Cruz se iluminó en ese momento ante la sorprendente- Pero no crea que eso significa que va a tener más privilegios. En realidad, ahora tiene más deberes si cabe. Se ocupará del turno de guardia de esta noche.
- Si señor- respondió rápida la chica-. Como ordene.
Pese a la seriedad en su cara, Miranda estaba muerta de alegría por dentro. Zeke vio como caminaba de forma más grácil y rápida. Notaba una gran euforia en la mujer. Una mujer que les había salvado la vida a él y a Kyle. Decidió acercarse para hablar con ella.
- Oye, gra...gracias por ayudarnos- dijo con un poco de dificultad.
Miranda se volvió a Zeke y este se estremeció un poco al notar como la chica lo miraba.
- Solo cumplía mi cometido. Ayudar a unos compañeros y patear los culos de unos imbéciles- le contestó ella con tono despreocupado-. Eso sí, no creáis que os voy a estar salvando todos los días.
Una sonrisa iluminó el rostro de Miranda al decir esto. Zeke también le sonrió.
- No te preocupes, yo también te sacaré de algún apuro de vez en cuando.
Sin decirse nada más, Ralston regresó junto a su amigo. Se fijó en que este tenía su vista posada en Miranda, quien caminaba en dirección hacia las habitaciones de los reclutas. Justo cuando Zeke se disponía a hablarle, Kyle le dijo.
- Tío, creo que acabo de enamorarme.
21 de Mayo de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 14:25.
Un largo y ancho pasillo les esperaba tras las puertas. Toda la estancia era de color negro, exceptuando el suelo, que era un cristalino color blanco que parecía reflejar a aquellos que pisaban. Empezaron a andar. Heimdall y los Alfar que los habían escoltado se encontraban detrás de ellos con sus armas en alto, obligándoles a caminar. En las siguientes puertas, se hallaban otros dos guardias vigilando, así que si quisieran huir, no tendrían a dónde.
Mientras caminaban, Zeke se fijó que a cada lado había una serie de estatuas de color gris claro. Todas parecían talladas en piedra y lo estaban en muy buen detalle. Contabilizó cinco a un lado y cuatro a otro. Todas ellas representaban a guerreros provistos de lustrosas armaduras y varios portaban armas muy reconocibles para un ser humano. Cinco tenían lanzas, dos blandían espadas y uno poseía una gran maza. Tan solo una de aquellas estatuas no llevaba encima ninguna clase de arma. Tenía las manos inclinadas hacia abajo, cruzadas por encima de las muñecas en un gesto que parecía conferirle solemnidad. Le pareció extraño. ¿A quien podría representar ese Gélido? También se dio cuenta que en el lado derecho, junto a las cuatro estatuas, había un pedestal vacío. No tuvo que razonar demasiado para saber quién era el afortunado monarca que muy pronto tendría su estatua allí expuesta.
Prosiguieron su avance y las petrificadas puertas también se abrieron. Ingresaron a una inmensa sala circular en cuyo centro había un elevado trono de color blanco. El suelo de color negro contrastaba con el ominoso asiento y también con los cilíndricos pilares que había al fondo de la estancia. El lugar estaba plagado de guardias. Casi todos eran Alfar pero también se podía ver algún Jotun. A los pies, dos guerreros provistos de imponentes armaduras color negras vigilaban que nadie se acercase al trono. Portaban hachas de gran tamaño. Debían de ser Huskarls como los que acompañaban a Loki.
Quedaron justo frente al trono de color tan blanco como el alabastro. Sentado sobre este, estaba el sumo monarca de los Gélidos. Aquel a quien su gente llamaba Ulthar, más conocido por los humanos como Odín. Y nada tenía que envidiar el Gélido al famoso dios nórdico. Este permanecía sentado, con una pierna cruzada sobre la otra, con una mano apoyada en uno de los apoyos del trono y la otra, mesándose la barbilla. Con sus amarillentos ojos evaluaba a Zeke y al resto de sus compañeros. Su rostro, envuelto por la blanca melena, apenas mostraba presencia de barba. Su brillante piel de color gris claro parecía darle mayor vida a su cara, pese a que ya se mostraban pequeños signos de vejez en ella. Eran pocos pero evidentes.
De repente, 3 Alfar se colocaron justo detrás de los humanos y les golpearon con sus lanzas.
- ¡Arrodillaos ante el sumo jerarca del Linaje Congelado!- gritó en ese instante Heimdall- Nuestro rey, Ulthar.
De forma instintiva, todos se inclinaron ante el Gélido. Pero más por miedo a que les matasen, que por respeto al ser. Si de Zeke fuera, los mataría a todos por igual, sin importarle su posición o identidad. Para él, todos los Gélidos no eran más que despreciables criaturas que merecían ser aniquiladas.
Su cabeza se movió hacia la derecha para fijarse en Miranda. No podía ver su rostro, oculto tras la máscara del traje pero sabía que la chica debía estar aterrorizada. Aun así, seguramente mantendría la compostura. Siempre lo hizo y nunca dejaría de hacerlo. Pero ahora, tanto ella como el resto, estaban en la peor posición. No hacía mucho le dijo que le ayudaría cuanto más necesitasen. Ahora parecía el momento más adecuado, pero no confiaba en que las cosas fueran a salir bien.
Odin observó a cada uno de los humanos. Fijando su atención en cada uno de ellos pese a que son el traje que incorporaban, el Gélido se veía incapaz de reconocer algo que hiciese distintivos a estas criaturas. Miró a Heimdall extrañado y luego, decidió hablarle.
- No veo que pueden tener de especial los humanos- exclamo el rey con cavernosa voz-. No tienen pinta ni de ser extraordinarios guerreros ni de bestias monstruosas. Son vulgares y extraños pero nada más.
El vástago y guardián de la fortaleza se volvió hacia su padre. En cierto modo, él también compartía aquel sentimiento. Sin embargo, los humanos eran más peligrosos de lo que aparentaban. Su perniciosa tenacidad para adaptarse en medios hostiles, unido a su inteligencia para crear tecnología avanzada los convertían en adversarios muy capaces de suponerles un obstáculo importante al Linaje Congelado.
El monarca se levantó y descendió la escalinata que conectaba el trono con el suelo. Se quedó frente a los humanos, quienes permanecían con la cabeza gacha.
Zeke respiraba intranquilo. No deseaba mirar a Odín pero sentía el irrefrenable deseo de hacerlo. Quería mirar a los ojos a ese líder, a ese rey del Linaje Congelado tan orgulloso y feliz de ver el caos y horror que sus ejércitos estaban haciendo en las distintas colonias de la Confederación. Y se acordó de Kyle. Se acordó de que fue el querido hijo menor de Ulthar quien mató a su amigo. Aquello fue suficiente. Sintiendo todos los músculos de su cuerpo tensarse, se levantó y quedó cara a cara con Odín. Pese a temblarle todo su cuerpo, se mostró desafiante. El Gelido no estaba muy sorprendido ante lo que el humano hacía. Se lo quedo mirando como si nada.
Entonces, Zeke se abalanzó sobre el gran rey.
- ¡Maldito bastardo!- gritó con furia Ralston- ¡Vosotros matasteis a mi amigo! ¡¡¡Lo matasteis!!!
No llegó a decir mucho más. Odín le asestó una fuerte patada en el estómago y lo lanzó hacia atrás, cayendo contra el suelo de espaldas. El golpe fue tan devastador que todo su cuerpo retumbaba dentro del traje y un intenso dolor inundó el cuerpo de Zeke. Pero no era más que el principio.
Los dos Huskarls se adelantaron para proteger a su señor mientras que un nutrido grupo de soldados Alfar se aglutinaba allí. Dos de ellos levantaron a Ezekiel pero enseguida lo devolvieron al suelo cuando empezaron a golpearle con más fuerza. A Ralston ni la paliza de Reinholm y sus colegas le parecía tan horrible como esto. Recibió un golpe en la nuca con la base de la lanza de uno de los Alfar que le hizo perder el conocimiento. Miranda y el resto miraron con horror la escena.
- ¡Ezekiel no!- gritó desesperada la soldado mientras se levantaba. Un Alfar la detuvo.
- ¡¡¡Basta ahora mismo!!!- gritó con fuerza Heimdall- ¡Apartaos y no permitáis que sus compañeros se levanten!
Todos se apartaron y dejaron paso al hijo de Odín. El rey también se encamino hacia el humano, el cual permanecía en el suelo, dolorido por los golpes que le habían dado. Se acercaron hasta quedar a la altura del muchacho, quien los miró desesperado.
- Incluso hechos prisioneros, siguen dando problemas- bramó Odín-. Maldito, no esperaba que fuese capaz de algo así.
Heimdall miró fijamente a Ralston con sus amarillentos ojos.
- Lo siento mucho padre- se disculpó-, este humano ya no ha dado bastantes problemas.
- Todavía sigo sin entender porque tu hermano Turak los ha traído.
- No lo sé ni me importa- expresó el guardián con indiferencia- pero lo que si se, es que a algunos debemos darles una buena lección.
Zeke se puso tenso cuando Heimdall dijo esa frase en su idioma.
De repente, el Gélido desenvainó su espada y la apuntó al cuello de Zeke. El chico se quedó en ese mismo instante sin respiración.
- Veo que en circunstancias así, en las que se toman actos de rebeldía, lo mejor es imponer duros castigos- dijo el Gélido con sombría voz.
Ralston abrió sus ojos de par en par cuando notó como la punta de la espada fue acercándose a su cuello. Pensó que aquello podía serel fin y por un instante, concluyó que era lo mejor.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro