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Capitulo 28- Dolor (Parte 1)

23 de Junio de 2665. Sistema Hercolubus. Planeta Alectus. 17: 32.

Estaba terminando de llenar el último cartucho de munición. Cada bala pasaba por su mano, deslizándose con suavidad hasta llegar al hueco que le tocaba llenar. Lo hacía con sumo cuidado, pues no quería perder ninguna. Observaba cada uno de esos proyectiles alargados y acabados en punta. Brillaban con un fuerte fulgor plateado que parecía cegarla. Un leve estremecimiento paralizó su cuerpo solo de penar en como estas capsulas de metal eran capaces de matar a alguien. Tan solo tenía que apretar el gatillo y salían eyectadas en dirección a su objetivo.

Un súbito traqueteo hizo que una de las balas cayera al suelo. Rodó hasta acabar frente a los pies de Román Estrada. El medico se fijó en donde había acabado y luego devolvió la mirada a la sargento mayor. Sonya Walker observaba a su allegado con cierta renuencia, como si no tuviera el valor para pedirle que se lo devolviera. Sin embargo, el hombre pareció darse cuenta, así que se inclinó y recogió entre sus dedos índice y pulgar el proyectil. Le tendió la mano para que lo cogiese.

—Gracias —se limitó a decir la sargento.

Metió la bala en el último hueco y así, completó el último cargador. Llevaba ya seis, los cuales había acoplado al cinturón de su torso. Le servirían para cuando se acabara la munición de su rifle de asalto Víbora. Tras terminar, miró hacia delante y emitió un pesado gemido. El malestar seguía estando presente en su ser y, por un momento, sintió un dolor profundo. No quería que volviera, a pesar de que insistía, acechando con ganas de volver a poseerla.

—¿Se encuentra bien? —preguntó de forma repentina Estrada.

Notó la preocupada mirada del medico sobre ella. Uno de sus ojos seguía siendo azul, pero el otro, era de color verde. Se trataba de la esfera artificial que le habían colocado para sustituir el glóbulo ocular dañado durante el enfrentamiento contra las Valquirias. Recordar aquel evento la puso muy tensa, no por lo que le ocurrió al hombre, sino por lo que le pasó a Tina.

—Si, no te preocupes —se limitó a responderle.

—¿Desea hablar sobre eso? —le dijo el medico.

En ese instante, sintió una súbita descarga en su cuerpo. Su mente se enturbió. No quería recordarlo, era lo último que deseaba, más cuando estaba a punto de iniciar la misión, pero los recuerdos afloraban como si el destino quisiera gastarle una broma pesada. Notó un pequeño conato de tristeza en su ser y se levantó de repente.

—No hace falta —dijo antes de que las lágrimas brotasen y se marchó de su lado.

Fue hasta la puerta de la cabina del piloto y, una vez allí, dejó escapar todo su dolor. Gimió un poco y notaba como las lágrimas rodaban por sus mejillas. No podía, por mas que tratara de contenerse era incapaz de desprenderse de toda la angustia que la devoraba. Aquello no tenía que haber pasado, no debió suceder.

—Sargento Walker, ¿se encuentra bien? —preguntó una voz femenina a su espalda.

Sintió como una mano se posaba en su hombro derecho. Al volverse, se encontró con una chica de piel oscura, ojos oscuros y pelo marrón claro enmarañado en una gruesa melena. Era Veronica Kingston, una recluta que no llevaba demasiado tiempo allí y que se había ofrecido para ir en la misión hacia la que iban ahora, el planeta Hercolubus. En total, treinta soldados que partían con la misión de llegar a la colonia que había ne ese mundo recuperar tanto un artefacto de la Primera Raza como a su descubridor, el profesor Ernest Schliemann.

—Tranquila, estoy perfectamente —respondió mientras se secaba los ojos con la manga de su uniforme.

—Pues no lo parece —comentó la chica.

Walker prefirió permanecer en silencio. Debía calmarse, sobre todo si es que quería que sus soldados no desconfiaran de ella. Ya sería malo ver a su líder derrumbarse como para ir al campo de batalla sabiendo que les podría dejar tirados o que no quisiera luchar. Era lo ultimo que deseaba, defraudarlos aunque lo recientes hechos mostraban que estaba lejos de mostrarse así.

Colocó su mano en el hombro de Kingston y le habló:

—Todo va bien —Su voz buscó sonar serena, aunque se notaba algo alterada—. Terminad de prepararlo todo. Enseguida seremos desplegados.

La chica asintió, entendiendo sus órdenes, aunque notaba cierta desconfianza marcándose en su cara.

Veronica se marchó de vuelta con el resto, quienes terminaban de preparar el resto de armas y munición. Se fijó en que allí estaba también Habib, ocupándose de revisar los trajes que llevarían para cuando saliesen fuera. Se alegró de que el sargento volviera a estar de vuelta con ella. Tras la herida sufrida, dudaba de si podría acompañarle e incluso, se planteó dejar que se retirase para estar con su familia, pero el hombre se mostró claro en sus convicciones. Iría con Sonya hasta donde fuera necesario. También vio que con él, estaba la soldado Wynona Carter. La chica le asistía en todo lo que necesitase. Se alegró un poco al verla allí. Pese a que al inicio, no era de su agrado, se dio cuenta de que era más atenta de lo que esperaba y, desde que partieron, estuvo muy pendiente de todo lo que le pedían. Se alegró de salvar su vida, aunque eso la desanimó un poco. Salvó la de esa chica, no así la de otros muchos.

Cabizbaja, fue hasta la cabina del piloto. Sentados en unas rígidas sillas de plástico, un hombre y una mujer se encargaban de dirigir la nave, un Buitre. Walker se colocó entre ambos, apoyando cada mano en el respaldo de los asientos y les preguntó que cuanto quedaba.

—Menos de dos kilómetros, sargento —respondió la mujer.

Sonya se sintió un poco nerviosa. Ya se aproximaban a la colonia, así que debía de decirles a los soldados que se empezaran a poner los trajes. No podía negar que el miedo la retenía un poco. La sargento mayor había sido informada de que los Gélidos ya habían atacado el lugar hacía tan solo tres horas, por lo que no tenía ni idea de en que condiciones estarían los civiles. No se había confirmado movimiento de naves, lo cual significaba que nadie se había retirado del sitio, algo bueno, aunque eso no significaba que las cosas no pudieran estar mal. Quizás los estuvieran ejecutando o torturando para obtener mayor información. Solo de pensar en eso, le entraban arcadas.

—Sargento Walker, ¿me recibe? —dijo una voz por el comunicador de la nave.

La mujer se acercó y contestó:

—Le recibo alto y claro, capitán Harkness.

El capitán Anthony Harkness y el resto de su unidad habían venido al final. Fue una petición expresa de la sargento, quien no se sentía muy segura de ir sola con sus soldados y creyó que el francotirador y su unidad serían un gran apoyo. Ahora, iban en dos naves, directos a cumplir el objetivo. Ella iría por el flanco del noroeste y el capitán por el sureste, tratando de emboscar al enemigo. Otra nave venía detrás con más apoyo. Una vez se despejase todo, procederían a evacuar a los supervivientes, si quedaban.

—¿A cuanta distancia estáis? —preguntó el capitán.

—Dos kilómetros —respondió Sonya.

—Mas vale que os preparéis —comentó el hombre—. Nosotros ya casi estamos listos.

—No te preocupes, estaremos listos —Se le notaba muy inerte a la sargento mientras hablaba.

—recordad que el ataque se iniciará desde mas lejos. No llamemos la atención y así, no lo verán venir.

—Me parece perfecto, capitán.

—Bien, entonces nos veremos allí dentro, sargento.

—Lo mismo para usted.

Le dijo a los pilotos que mantuvieran la velocidad y volvió a la parte de atrás. Allí, se encontró con el resto de la unidad, cuatro hombres y tres mujeres. Miró a cada uno y, por un momento, no pudo evitar evocar esa escena. Su cuerpo tembló entelerido ante ello. Cerró sus ojos tratando de buscar algo de serenidad, pero las imágenes regresaban a su mente. Habib y Estrada la miraron un poco asustados, temiendo que algo malo le pasara. Sonya veía cada imagen, pero trató de calmarse lo mejor que pudo. Tras eso, abrió sus ojos y se dirigió a sus soldados.

—Escuchad, estamos a punto de iniciar el ataque —Lo dijo lo mejor que podía, aunque se notaba que le costaba—. Es hora de que nos pongamos los trajes. En menos de diez minutos estaremos allí. —Tomó un poco de aire para continuar. Sentía que lo necesitaba—. Una vez allí, os quiero bien concentrados. Nada de errores. Recordad el objetivo: asegurar el artefacto y sacar de allí al personal seleccionado.

—¿Y el resto de civiles? —preguntó Habib.

Sonya asintió ante esa cuestión.

—Nos llevaremos al artefacto y al equipo de investigación hasta la fragata. Algunos de vosotros les acompañareis. Los demás nos quedaremos para acabar con los enemigos y evacuar al resto. Más naves vienen detrás de nosotros.

La explicación pareció conformar a todos, aunque notó como el sargento Habib la observaba. Sabía que el hombre estaba muy pendiente de ella desde que comenzó la misión. No era para menos, él sabía cual era su estado en verdad y, pese a intentar ocultárselo al resto, estaba claro que el hombre lo sabía muy bien.

Walker se dirigió hasta la zona donde se hallaban colgados los trajes, armaduras de color negras hechas de metal y un material plástico que la hacían más cómodas. Se hallaban muy cerca de la compuerta de salida. Ponérselos requería algo de tiempo, pues se los tendrían que poner pieza por pieza y necesitaría ayuda extra para poder ensamblar las piezas de atrás. Sentada en una banqueta que tenía al lado, comenzó primero por las extremidades. Tan solo tenía que colocar cada miembro sobre la pieza correspondiente y esta se cerraba accionando un botón que tenía en la superficie, quedando bien cerrada gracias a una unión magnética. Una vez terminó con las piernas, hizo lo mismo con los brazos. Ya nota la pesadez en su cuerpo, aunque cuando lo tuviera bien puesto, este se reacondicionaría para permitirle una mejor movilidad. La parte pélvica estaba dividida en dos partes. Colocó una sobre el asiento, luego se sentó encima de este y puso la otra por la zona de su entrepierna. Cuando vio que ya estaban unidas, activó los cierres. Ya solo quedaba el torso y el cuello, aunque para eso, requeriría ayuda.

—¿Necesita ayuda, sargento? —preguntó Habib.

Walker miró algo sorprendida al verlo venir. Él ya llevaba su traje puesto. Solo le faltaba el casco.

—No se precupe. Puedo yo misma —le dijo.

—No creo que la zona de la espalda pueda colocarla usted sola —repuso el hombre—. Pienso que no le vendría mal algo de ayuda.

—Como quiera, ayúdeme.

Se puso en pie y cogió la pieza delantera mientras que Habib se hacía de la trasera. Luego, se colocó detrás de ella y se la puso. Sonya colocó la suya donde correspondía. Una vez vieron que las dos estaban unidas, accionaron los dispositivos para dejarlas bien fijadas. Luego, la sargento pulsó un botón en su muñeca derecha que dejaba todo el traje bien ensamblado.

—¿Lo tiene bien ajustado? —preguntó Habib.

—Listo —respondió ella.

Sonya se giró y miró al árabe, quien le sonreía. Pese a su rostro ya surcado por algunas arrugas, muestra de cansancio y veteranía, todavía hallaba bastante energía en él. Habib era una persona fuerte y activa, que nunca perdía el optimismo pese a que la situación vaya mal. Hasta ahora, lo había demostrado y esperaba que así se mantuviera por bastante tiempo.

—Estrada me ha dicho que sigues igual, dándole vueltas al asunto. ¿Seguro que estás bien?

Oír eso la molestó un poco. Estaba harta de que todo el mundo se preocupara por ella.

—Si, no tenéis que seguir preguntando.

El hombre pareció notar lo molesta que estaba. Aún así, la siguió mirando, como si no quisiera estar en sus intenciones.

—¿Estarás capacitada para esto?

La pregunta le resultó fastidiosa, pero no dudó en responder.

—Claro que si, no hay ningún problema.

—¿Quieres hablar de ello?

Lo miró. Por un momento, pensó en decir que si, aunque se retractó. No era el momento indicado, no ahora que se disponían a entrar en combate. Prefirió negar con la cabeza. A continuación, se fijó en que al lado de ellos, la recluta Carter se intentaba poner el traje ella sola. Habib también se dio cuenta. No pareció sorprenderse de eso.

—Voy a ayudarla —se limitó a dcir la sargento.

—Claro —comentó el hombre.

Sonya se aproximó hasta la chica, colocándose detrás de ella. Carter trataba de ponerse bien la pieza delantera del torso, pero se le caía. Trataba de sostenerlo entre sus manos y, antes de que se le terminara volcando, Walker la agarró con fuerza, atrayéndola contra su cuerpo.

—Tranquila, ya te lo sostengo yo —le susurró.

La soldado pareció estremecerse y, más lo hizo cuando la sargento mayor se colocó delante y arregló un poco la pieza de armadura.

—Ponte la de atrás tú —le dijo—. Yo sostengo esta. Cuando estén unidas, pulsas el botón y quedarán acopladas.

Carter le hizo aso y, un poco temblorosa, se sostuvo la pieza al tiempo que Sonya le ponía la otra. Cuando quedaron unidas, la muchacha pulsó el botón y no se separaron. Luego, se dio la vuelta la miró. Notaba sus ojos brillantes y algo tímidos.

—Gra...gracias —habló de forma entrecortada.

Le recordaba tanto a ella. Si no fuera por la melena oscura y el tatuaje tribal negro que surcaba la parte derecha de su rostro, serían idénticas. Al menos, a ella se lo parecía.

—No hay de qué.

La dejó allí, no sin antes dejar de pensar en que le salvó la vida. Fue algo fortuito, durante el enfrentamiento contra las Valquirias. Se interpuso entre Sif y ella, rescatándola de una muerte segura. No podía entender que a una completa desconocida si lograra protegerla y a ella, en cambio, fuera incapaz. Una gran angustia amenazaba con asomar, así que tuvo que buscar fuerzas para no derrumbarse de nuevo.

—Nos estamos acercando —informó de forma repentina la voz del piloto hombre por los altavoces.

Los soldados cogieron sus armas y la equipación, preparándose para entrar en combate. Sonya los observó. Algunos parecían un poco nerviosos, otros mas serenos. Sin embargo, estaba claro que algo de tensión se respiraba. Lo inevitable antes de entrar a luchar.

Ella buscó su casco. Redondeado, se lo puso y lo acopló bien. Una vez hecho, ajustó el traje y una interfaz pareció en el cristal. Desde ahí, seleccionó la activación de las reservas de oxigeno, las cuales serían necesarias cuando estuvieran en el exterior del planeta, ya que este no estaba provisto del gas necesario para poder respirar. No les harían mucha falta cuando estuvieran en el interior de la colonia, pero aún así, no se fiaban. Mientras, el resto ya se lo había colocado todo y se posicionaron frente a la entrada de la nave. Walker los miró desde atrás. Todos perfectamente alineados y listos para la lucha. Agobiada, terminó de prepararse y acto seguido, se puso en pie para colocarse delante de sus soldados. Frente a ello, observó a cada uno, concentrado y preparado. Ella también intentaba estarlo, aunque le costaba. Pese a ello, buscó serenarse. Tenía que hacerlo.

—Muy bien, no pienso extenderme demasiado —comenzó a hablar—. Solo que tenemos una misión que cumplir y espero que podamos hacerlo lo mejor posible, ¿entendido?

—¡Si, señora! —gritaron todos a la vez.

Sin más que decir, Walker recogió su rifle de asalto y se volvió hacia la compuerta. De repente, la voz por el altavoz volvió a sonar.

—Nos acercamos al punto de desembarco.

Se notó como la nave comenzaba a descender. Ese inesperado movimiento hacia abajo hizo que por un momento, la sargento sintiera que estuviera adentrándose en un lugar oscuro y terrible, uno donde desagradables recuerdos aguardaban y, aunque lo intentaba, su mente parecía querer llevarla allí de nuevo. Ella no quería verlo otra vez, pero una fuerza desconocida la empujaba a revisitarlo de nuevo. Así, la acusada tenebrosidad la envolvió de nuevo y todo, volvió al agonizante momento que lo cambió todo...

Tina Hughes permanecía acostada en su cama, tan serena y tranquila. Iba a ser la última vez que la viera hasta que regresase de la misión, así que debía aprovechar. La tenía bien cogida de su mano, como si no quisiera dejarla escapar. Así era, en verdad.

Sus ojos permanecían cerrados. Mostraba una expresión pura y armoniosa, como si estuviera en paz con todo. Así deseaba que fuese. Lo último que quería era que ella continuara sufriendo, aunque en el fondo, sabía que estaba. En coma, no entendía porque no despertaba. Lo intentó todo, hablarle, tocarle, pellizcarle. Incluso, le dio un beso, como hacían en esos antiguos cuentos de hadas, donde un apuesto príncipe besaba a la dormida princesa, haciendo que ella despertase de su eterno letargo. Sonaba estúpido, pero ya cualquier cosa resultaba buena para Walker. Sin embargo, Tina nunca despertaba.

Pese a eso, no se separaba de ella, pues no quería perderla. Ya estuvo a punto durante el enfrentamiento contra las Valquirias en el campamento Infierno. Le enfurecía tanto no haber sido más rápida para protegerla. Fue una inútil y jamas se lo perdonaría. Continuó allí sentada, apretando su mano, esperando a que ella se lo devolviese, aunque sabía que era difícil que lo hiciera.

Permaneció en su sitio, inclinando al cabeza hacia atrás mientras respiraba inquieta. En menos de un cuarto de hora tendría que partir. Podría hablarle a Tina, pero prefería pasar ese rato en silencio, tan solo disfrutando de la soledad junto con la persona a la que tanto amaba.

"Mi pequeña", pensó para sus adentros mientras la miraba.

Fue entonces, cuando una sombra se colocó a su lado izquierdo. Sonya se inquietó un momento cuando de repente, vio a su lado a un enfermero. El hombre, con su azulado uniforme, se tensó un poco al notar la escrutadora mirada de la sargento mayor.

—¿Que quiere? —preguntó algo molesta.

—Usted es la... —dijo el hombre, aunque se quedó enseguida bloqueado.

—Soy su superior y también su pareja, vale —contestó de forma agresiva, especificando mas en la parte de pareja.

—Entonces, debería venir conmigo, tenemos que hablar.

Walker quedó extrañada. ¿Cómo que tenían que hablar? No entendía nada, así que se levantó y siguió al tipo, quien la llevó fuera de la zona de cuidados intensivos.

—¿Que ocurre? —preguntó nerviosa.

El enfermero quedó callado por un momento y so puso rabiosa a Sonya, pero aun así, no tardó en hablarle. Y lo que dijo, traería terribles consecuencias como nunca imaginó.

Las compuertas se abrieron y no tardaron en ver tierra firme. La nave bajó hasta quedar a un metro de altura del suelo.

—Ya podeis bajar —anunció el piloto desde el altavoz.

Sonya hizo un gesto a sus soldados y descendieron de la nave, pegando un pequeño salto para bajar. Cuando todos ya estaban abajo, la nave se retiró. La sargento se volvió a sus soldados. Los miró y, por un momento, un rayo de desesperanza cruzó su corazón. El dolor golpeaba con fuerza, pero aún así, se contuvo. Volvió la vista al frente y se encontró con la gran edificación grisácea que era la colonia, su objetivo. Estaba tan solo a unos cientos de metros. Tomando su respiración, buscó calmarse lo mejor que pudo. Debía hacerlo.

—Adelante —dijo con voz rota y todos se pusieron en marcha.

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Pues aquí tenéis el siguiente capi. Me ha llevado tiempo escribirlo y es que no es poco. Este va a ser un capitulo bastante movido. Habrá mucha acción y algunos momentos que definiría como desagradables. Y por cierto, quiero señalar que ya llevo escritas 506 paginas en el Word. No creía que esto se pudiera volver tan largo, madre mía. Y todavía quedan un par de capítulos. En fin, muy pronto la siguiente parte. Un saludo a todos!!!

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