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Capitulo 24- Un mensaje.

21 de Junio de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 12:05.


Sostenía su mano con fuerza, tratando de sentir que aún seguía allí. El tacto de su piel, el calor que emanaba de ella, todo le hacía ver que la joven cabo seguía allí, que no se había marchado. Sonya la necesitaba más que nunca, sobre todo tras todo lo sucedido tan hace unos días. Toda la batalla, el encuentro con esa misteriosa IA llamada Estilvius y el enfrentamiento con las malditas Valquirias. La tuvo justo delante. A la líder de todas ellas, a esa general que había actuado desde las sombras, pero que sin embargo, ahora estaba en poder del bando humano. Y que era responsable de lo que le ocurrió Tina. Si tuviera la oportunidad, iría hasta su maldita celda y le descerrajaría un tiro en su cabeza para terminar con todo, aunque no debía hacerlo.

Sonya siguió contemplando el cuerpo inconsciente de la cabo. Sintió una enorme angustia en su interior al verla en ese estado. Apretó su mano un poco contra la de ella y notó el dolor de la herida que Sif le causó. También tenía la de la pierna, aunque se recuperaba mejor. Esas eran las marcas que la guerra le estaba dejando, una muestra de en qué se había convertido su vida, al igual que también lo representaba Tina. Aquella joven se había convertido en el recordatorio para Walker de todas las personas que habían a su alrededor y perdía. Habían sido tantas. Tan solo deseaba que a la joven Hughes no le pasase lo mismo.

Llevaba allí desde que la curaron y pese a las advertencias de los médicos, pidiéndole que se mantuviera en reposo, no les hizo caso. Tan solo quería estar al lado de la persona que afirmaba amarla sin importar nada de lo demás. También seguía preocupada por el capitán Carville, quien había resultado herido de su cadera izquierda. Aunque se recuperaba, iba a necesitar algo más de tiempo para volver a correr como lo hacía antes. Eso no le gustaba demasiado al capitán, pero no había otra cosa que hacer. De momento, tenían el Conducto y a la líder de los Gélidos. Ya resultaba un gran avance.

Notaba sus parpados muy pesados. Pese a que intentaba mantenerse despierta, el cansancio podía con ella. Llevaba ya tres horas junto a Tina, después de haberse levantado esta mañana para su rehabilitación especial. Aparte, no había dormido demasiado, pues seguía algo inquieta tras todo lo ocurrido. Por tanto, esa fatiga, junto con el calmado ambiente que se respiraba en la sala, hizo que Walker se durmiese. Quiso resistirse un poco, pero sabía que lo necesitaba. Así, aferrando la mano de su amada cabo, la sargento mayor fue durmiéndose, dejando, por una vez, que toda su fortaleza la dejara relajarse por un tiempo. Aunque fuera limitado.

Al principio, sintió como si estuviera envuelta por alguna clase de neblina oscura. Aunque todo parecía apagado a su alrededor en tinieblas, podía notar como si todo se estuviera disipando, como si la bruma comenzase a desaparecer. Poco a poco, fue viendo como el lugar comenzaba a iluminarse con una blanquecina luz. Al principio, solo era de forma muy tenue, pero poco a poco, todo comenzó a brillar de forma más intensa. En nada, Sonya se hallaba en una gran estancia blanca. Ella era el único elemento discordante en aquel impoluto lugar. Mirase donde mirase, no hallaba nada más. Fue andando de forma lenta y prudencial. Vigilaba cada esquina, por si aquello pudiera ser alguna clase de trampa, aunque lo último que recordaba era que se estaba durmiendo junto a Tina. ¿Dónde demonios se encontraba? Su respuesta no tardaría ne responderse.

—Un placer volver a verla, sargento mayor —dijo una más que familiar voz a su espalda.

Cuando se volvió, Walker no podía creer ante quien se hallaba.

Sobek permanecía erecto e inmóvil, vistiendo su lustrosa túnica oscura, mirándola fijamente con sus amarillentos ojos. La mujer se inquietó un poco al encontrarse de nuevo con la Quimera. Su presencia resultaba perturbadora.

—No sé si decir lo mismo —afirmó un poco nerviosa.

El ser con cabeza de cocodrilo no cambió su expresión. Permanecía allí, observándola con detenimiento. Se notaba que las Quimeras eran poco emocionales y muy pragmáticas. No se explicaba cómo podían vivir expresándose de forma tan fría y metódica. Aparentaban ser maquinas más que entidades vivas.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó.

Caminó un poco, mirando la amplia habitación, por si se producía algún cambio, aunque de momento, todo permanecía en su mismo estado. Suponía que se estaban comunicando a través de su mente y que lo más seguro, era que ella debía hallarse en el hospital de Midgard, durmiendo.

—Le avisé de que muy pronto humanos y Quimeras íbamos a colaborar —le dijo Sobek—. Ambas partes tenían mucho que ofrecer y usted sería la intermediaria.

Recordó todo aquello. Fue él quien la ayudó a escapar de Karnak junto a su unidad y por ello, parecía que ahora estaba en deuda. Por lo que recordaba, al menos la facción e las Quimeras a las que representaba, quería intercambiar con ellos información sobre la Primera Raza y artefactos. Tanto el general Coriolis como el capitán Carville fueron claros en este asunto, debían de andarse con cuidado. Aun no sabía si estos seres resultaban de fiar. Mas ahora, que el Conducto estaba en sus manos.

—¿Cómo has logrado contactar conmigo? —decidió plantearle como siguiente cuestión. Si se estaba comunicando con ella, eso quería decir que no andaba demasiado lejos.

—Me temo que no tengo tiempo para responder a esa pregunta —contestó el ser de forma desafortunada para ella—. El tiempo apremia y el vínculo que nos une es débil.

Estaba claro que iba a ser una conversación más bien corta. Por ello, decidió ir al grano.

—¿Que tienes para mí?

La Quimera permaneció en silencio un momento, pero no tardó en hablar.

—Verá sargento, hemos detectado una potente señal desde uno de vuestros mundos y por lo que parece, ha llegado hasta el mundo en el que ahora te encuentras—explicaba con claridad Sobek—. El lugar de procedencia parece ser un antiguo santuario de los Anurak, donde ya hay miembros de tu especie ocupándolo.

Cuando Sonya escuchó esto, quedó muy desconcertada. ¿A qué lugar y señal se refería? ¿Cómo lo habrían conseguido? ¿Y qué pintaban personas allí? Claro que esas cuestiones no eran nada comparado con el hecho de si sería o no real todo lo que le decía.

—¿De qué lugar se trata? —volvió a preguntar con ganas de querer saber más.

—Te dejo las coordenadas —fue la respuesta de la Quimera—. El planeta se halla en el cuadrante 4X, sistema Hercolubus, planeta Alectus. Usadlas en vuestros mapas espaciales. Seguro que ya lo hallareis sin problema, dado que ya lo habéis ocupado.

Walker no sabía que decir a todo esto. Se encontraba muy confusa, incapaz de que hacer o cómo actuar. Que le estuviera dando toda esta información de golpe era algo que la desesperaba. Quería preguntarle al menos, que había allí que fuera importante y porque ya había humanos.

—Eso es todo, humana —concluyó la Quimera—. Necesito que vayas a ese mundo lo más rápido posible, pues los Gélidos ya están en camino.

—Pero, espera... —le dijo Sonya—. ¿Qué es exactamente lo que quieres que haga? ¿Cómo que los Gelidos se dirigen? ¿Es que se lo habéis dicho?

La Quimera la miró con sus brillantes ojos. Por un instante, se preguntó si no habría sido buena idea ir con esa cuestión.

—Tan solo puedo decirte que necesito que recuperes un artefacto muy necesario para nuestra misión.

Eso fue todo. De repente, la habitación comenzó a oscurecer y pese a querer hacerle más preguntas, no pudo. La figura del ser, tan recta y extraña a la vez, desapareció entre las ennegrecidas brumas que devoraron el blanco cuarto. Cuando quiso darse cuenta, las tinieblas volvían a gobernar todo. Envuelta bajo aquel apagado manto, Walker sintió de nuevo la tétrica soledad y por mucho que se moviese, parecía encontrarse atrapada en un vacío infinito.

Dio un pequeño sobresalto al despertar y por un momento, vio como el cuerpo inerte de Tina se movía. Creyó tener esperanzas de que reanimase, pero no era más que un vano espejismo. Sin embargo, no era momento de pensar en esas cosas. Tenía algo muy importante que hacer y no sabía por dónde comenzar. Por ello, pensó en ir a ver a las únicas personas capaces de ayudarla.

Jason Carville permanecía en su sitio mientras observaba el mapa espacial. El hombre mantenía sus ojos posados sobre el punto que señalaba la localización del planeta que la sargento Walker había recibido de Sobek. El capitán mantenía sus manos unidas en una pose reflexiva, sin llegar a enlazar sus dedos. Permanecía callado, como si estuviera evaluando todo lo que la mujer acababa de explicarle. Quienes habían a su alrededor no le decían nada. Tan solo esperaban a que comenzase a hablar. Después de todo, era su palabra la que tenía relevancia en todo este asunto.

—Joder, esta mierda no puede ser real —masculló algo cabreado.

Strickland, a su lado izquierdo y de pie, tan solo alcanzó a mirarlo con cierta comprensión. Él también se hallaba tan impactado con lo revelado como el capitán. Aun con todo, no dijo nada, a la espera de que su amigo comentase algo más relevante.

—Es el maldito planeta donde el profesor Schliemann y su gente se encuentran trabajando.

Las palabras del capitán resultaron esclarecedoras para Sonya, quien se encontraba justo frente al hombre, separados por la mesa desde la que se había desplegado el mapa espacial. Ahora entendía la presencia humana en ese santuario, aunque no podía creer que Jason lo supiera desde hacía tiempo. ¿Habría sido idea suya mandar a toda esa gente a ese mundo? Teniendo en cuenta al nivel al que trabajaba, no se extrañaba que así fuera.

—¿Qué fue lo que esa Quimera te dijo exactamente? —preguntó de forma repentina el hombre.

Walker quedó en silencio por un momento, recordando lo rápida que fue la conversación con Sobek y la escasa información que logró sonsacarle.

—Tan solo me dijo que querían un artefacto que allí se hallaba y que los Gélidos ya iban de camino.

Aquella explicación no pareció contentar demasiado a Carville. De su pose reflexiva, pasó a cruzarse de brazos, lo cual indicaba su inmensa preocupación y desconfianza hacia la información que la Quimera les había proporcionado.

—¿Y se sabe cuánto tiempo llevan esos cabrones en marcha?

Walker se encogió de hombros.

—No lo sé, señor. No tuve tiempo de sacarle ms información —le respondió la sargento.

En esos momentos, Sonya recordó como torturó a una Quimera no hacía demasiado tiempo. Fue capaz de sacarle mucha información. Si hubiese tenido la oportunidad con Sobek, seguro que le podría haber dicho más, aunque también debía tener en cuenta que se hallaban en su mente. De poco le habría servido la tortura.

—Al menos, no son los puñeteros Inmortales los que van para allá —dijo Strickland como consuelo.

Carville resopló un poco. Lo hacía por el dolor en su pierna izquierda más que por otra cosa, aunque no se podía negar que el asunto en el que andaban metidos se estaba complicando por momentos. El hombre miró a Sonya y luego a Harkness y a su sargento, los cuales también se encontraban allí para discutir el tema. De hecho, fue a ellos a quienes miró, esperando que diesen su opinión sobre este tema. El francotirador fantasma, tan tranquilo como altanero, no dudó en hablar.

—Creo que la situación es complicada, no se puede negar—Jason le respondió con una mirada que dejaba ver lo poco sorprendido que se hallaba ante tal información—. Sigo sin comprender que quieran ayudarnos. ¿No podría ser todo una trampa?

Walker se mostró algo disgustada con esa afirmación, aunque entendía el escepticismo de Harkness. Seguramente Carville también estaba igual. No podían saber si la palabra de Sobek era fiable. ¿Y si como indicaba el capitán, les estaban preparando una trampa? Ya no sabía que podían hacer.

—¿Qué hay en ese planeta que sea tan importante? —preguntó la argento, esperando alguna respuesta clara de una vez por todas.

Strickland la miró, aunque no con mucha sorpresa. Tampoco Jason ni el resto de los allí presentes. Entre ellos, se miraron y Carville asintió a su compañero, dándole autorización para que hablase.

—Se han hallado en el planeta Alectus ruinas que pertenecen a la Primera Raza —explicó el hombre con sencilla claridad—. Un equipo comandado por el profesor Ernest Schliemann fue enviado al lugar para investigarlo. Llevan allí desde hace tres semanas.

—¿Y que han descubierto?

Volvió a mirar al capitán. Dave parecía reticente a revelarle aquella información a la chica, pero Carville se limitó a asentirle de nuevo con total tranquilidad. Viendo que no tenía más remedio, tomó algo de aire y prosiguió.

—Un artefacto de forma romboidal que parece capaz de generar energía por sí mismo. El profesor aún no tiene ni idea de cómo la produce o de que fuente la está extrayendo. —El desconocimiento se reflejó en su rostro mientras lo decía—. Lo que sí sabemos es que hace tres días, un grupo de mineros, adoradores del Legado del Antiguo Culto, intentó extraer el objeto y por hacerlo, acabaron calcinados por una poderosa irradiación de energía procedente de este.

Cuando escuchó aquello, los pelos se le pusieron de punta.

—¿Y qué hay de la señal?

Al hacer esa pregunta, todos la miraron extrañada.

—¿De qué hablas? —cuestionó Harkness muy desconcertado.

Sonya tragó un poco de saliva. Notaba lasm iradas escrutadoras de todos aquellos hombres, lo cual parecía inquietante. Aun así, no se dejó intimidar por nada y les informó.

—La Quimera me dijo que habían descubierto este planeta gracias a una señal procedente de ese mundo y que venía al nuestro. A Midgard. —A medida que hablaba, las expresiones de extrañeza en los rostros de los presentes se acentuaban—. Creí que ya lo sabrían.

Jason se puso en pie y la chica notó algo de dolor en su cara al hacerlo. Strickland se aceró y le dijo algo al oído.

—¿Crees que puede estar relacionado con lo de Plutón?

—Es posible, quien sabe.

La chica quedó muy desconcertada. No entendía nada de lo que estaba pasando y odiaba que la estuviesen dejando al margen. Si ahora era parte del círculo privilegiado de Carville, merecía más respeto por ello. No esperaba un trato favorable, pero si al menos, que contasen más con ella. Se habían matado en dos ocasiones y había logrado capturar a la líder del ejército Gélido en Midgard. Creía que ya suponía suficiente. Miró a Harkness y a Gordon, quienes estaban callados. El capitán y el sargento, seguían discutiendo.

—Bien, debemos de avisar a Schliemann lo más rápido posible —habló Jason tras terminar de conversar con su compañero—. Evacuaremos la base y trasladaremos el artefacto a un lugar seguro.

—No cuentan con fuerzas militares para defenderse en caso de ataque —intervino Harkness en ese mismo instante—. Si son atacados, estarán indefensos.

—Cuentan con personal de seguridad —respondió Strickland—. Podrán defenderse y tiene naves para evacuar a todo el personal.

—Exacto, pero dudo mucho que los Gélidos vayan a enviar unos cuantos soldados —le replicó el francotirador—. Es evidente que mandarán tropas y sabemos que contra eso, unos pocos guardias armados con pistolas no serán suficientes.

—¡No vamos a movilizar tropas desde aquí para protegerlos! —Saltó el sargento—. Y desde luego, no vamos a informar al Mando de esto. Nadie más sabe de las actividades que hacemos y sería estúpido contarles algo de esto ahora. ¿Es que pretendes exponernos acaso?

Antes de que aquello acabara en una aireada discusión, el capitán Carville mandó callar a ambos. Todos quedaron un tanto sorprendidos de la forma en al que habló, fuerte pero sin llegar a descontrolarse. Se notaba porque era quien tenía toda la autoridad. El hombre observó a todos con firmeza acto seguido, habló.

—No vamos a enviar un gran número de tropas para evacuar a quienes hay en esa colonia minera. No estamos en situación, teniendo que lidiar con los remanentes de un ejército sin líder, que aun así, nos seguirán atacando —Quedó un instante en silencio para ver la reacción del resto de la sala. Viéndolos callados, decidió proseguir—. Por otra parte, no los vamos a dejar allí tirados. Enviaré un pequeño equipo para que asista en la defensa y evacuación, que además, se ocuparán de trasladar a Schliemann y a su equipo hasta aquí.

—¿Por qué? —preguntó Sonya, quien seguía desconcertada ante todo aquello.

—Fácil, hemos descubierto el Conducto y su ayuda nos vendrá de perlas —comentó Jason con total tranquilidad—. Y ve aprendiéndote su nombre, porque eres tu quien irá a buscarlo.

No solo la sargento quedó sin habla al escuchar esto. Literalmente, todos los allí presentes acabaron petrificados ante la decisión del capitán.

—¿Piensas enviarla a ella? —dijo Harkness muy impactado.

—Sí, esto debe quedar entre nosotros —le dejó bien claro el capitán—. Espero que lo aceptes. Tenemos mucho que hacer aquí.

El francotirador no se mostró disconforme. Tan solo se limitó a asentir, comprendiendo todo, y junto al sargento Gordon, se marchó de la sala. Sonya quedó entonces a solas con Carville y Strickland. El sargento se puso a revisar el mapa mientras que Jason se ponía en pie. Fue entonces, cuando ella decidió dirigirse hacia el hombre. Este la miró con total calma, mientras caminaba cojeando un poco.

—¿Sabía lo de este ataque? —le interrogó algo molesta.

El hombre no pareció muy impresionado ante tal cuestión.

—Sí, sabíamos que habían logrado captar la señal —explicó el capitán—. Pero no teníamos ni idea de donde procedía, pero por lo que tú nos acabas de decir, ahora todo encaja.

Pensó en decirle si acaso pretendía dejarlos abandonados, pero conocía desde hacía mucho a Carville y dudaba que fuera capaz de algo así.

—Tú y tu unidad debéis de prepararos —le dijo Jason de forma directa—. Quiero que marchéis ya a ese mundo y rescatéis al profesor y a su equipo.

Las órdenes eran claras, así que la sargento no dijo nada más. Se despidió de ambos hombres y se marchó de allí.

Mientras caminaba, no dejaba de pensar en las misiones en las que se estaba adentrando. Siempre ponía su vida en peligro, también las de otros y cada vez que lograba concluir una, se preguntaba si había merecido la pena. Quería creer que sí, pero cada vez le costaba más trabajo. Como fuere, decidió desterrar esos oscuros pensamientos. Ahora llegaba el momento de prepararse para una nueva misión. Los supervivientes de su anterior equipo ya estaban recuperados y listos para la acción. Se pondrían en marcha y cuando regresase, volvería al lado de su querida Tina, de la cual no se separaría nunca jamás.

22 de Junio de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 01:10.

Maddox seguía despierto. Andaba de un lado a otro de su despacho, bastante nervioso. Los acontecimientos estaban sucediendo más rápido de lo esperado. Carville ya se había hecho con el Conducto y para colmo, se decía que había logrado algo más, aunque de momento, no había logrado averiguar de qué se trataba. Como fuese, se hallaba en una posición complicada, sin saber qué ocurriría a continuación. Esperaba un mensaje muy pronto, lo necesitaba ya.

De repente, un fuerte pitido comenzó a sonar bajo su escritorio. Fue con rapidez hasta allí y extrajo una pequeña consola que colocó encima del mueble. Accionó un botón y la figura alta del edecán supremo Jonathan Bishop apareció frente al coronel. Este miró con mucha ansia al recién aparecido hombre, a la espera de lo que tuviera que decirle.

—Está listo —comentó el edecán—. Todo está preparado para deshacerse del capitán Carville.

Maddox se mostró muy satisfecho. La hora había llegado. Deshaciéndose del capitán, tendría vía libre para seguir adelante con su plan y dejar el ejército, tal como había planeado.

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Bueno, pues las piezas ya van poniéndose en el tablero. Como podeis ver, ya si, nos acercamos a la recta final de La Gélida Frontera y las cosas se van a poner muy movidas. Que creéis que ocurrirá a partir de aquí? Como siempre, tenéis los comentarios para responder a ello. Nos vemos la semana que viene!!!

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