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Capitulo 23- Decisiones (Parte 1)

10 de Noviembre de 2663. Sistema Solar. Marte. 19:37.


El vasto paisaje marciano se mostraba ante sus cansados ojos. Los tonos rojos y colorados bañaban las grandes llanuras y los escarpados montículos. Alguna que otra solitaria roca rompía el monótono paisaje como si deliberadamente quisiera hacerlo. Eso sí, ni rastro de vegetación o animales que indicasen que aquel planeta estaba vivo. Pese a que algunas áreas de Marte bullían con bosques, otros sitios habían mantenido su desértico ambiente, como la región de Arabia Terra, la cual se asemejaba a un mundo prehistórico. En cualquier momento, parecía que un dinosaurio u otra criatura arcaica fuera a asomar por aquel sitio. Al menos, eso imaginaba Zeke mientras lo observaba todo.

El joven recluta se hallaba sentado con la espalda apoyada en una de las paredes de la zona trasera de la base. Descansaba tras un duro día de entrenamiento. Por la mañana, tras la obligada salida a correr, tuvieron que realizar unas pruebas de salto, yendo de plataforma en plataforma móvil. Él cayó dos veces, cuando lo idóneo era que no lo hiciese ninguna, pero en esta ocasión, creía que estaba mejorando. Antes, solía caerse unas cuatro veces. Kyle sí que no se cayó ninguna. Una de las cosas que más envidiaba de su amigo era su agilidad y destreza para moverse. Desde luego, hasta el mismo instructor Gibson quedó muy impresionado con el recorrido que había realizado. Tras comer, estuvieron dando unas clases de estrategia militar y el instructor les contó como un pequeño destacamento de Infantería Básica logró resistir el ataque de una legión de humanos ciborgs pertenecientes a la peligrosa corporación Delta Incorporado durante el asedio a la colonia Tanincrar IV. Una vez concluida tan aburrida clase, fueron al campo de tiro para continuar con su entrenamiento con las armas de fuego. Zeke siguió usando su fusil de asalto Sable, mejorando su puntería. Lo cierto era que se iba poco a poco acomodando a este rifle y le gustaba. Ese pensamiento le resultaba perturbador, pues sentirse así al portar un elemento que mataba, parecía ser incorrecto. Desde luego, a su padre no le habría hecho ninguna gracia.

Siguió observando el inmenso campo marciano, fijándose en cómo cada vez se iba oscureciendo, pues la noche ya caía sobre el lugar. Los tonos rojizos que bañaban el lugar se volvían más intensos, al reflejarse los últimos rayos de Sol. Todo esto confería un aura hermosa y etérea que le parecía lo más bonito que había visto en mucho tiempo. Observó con calma, disfrutando de tan mágico momento, como cuando el telón caía al finalizar la función de la obra de teatro.

—Precioso, ¿verdad? —Preguntó alguien a su lado.

Al volverse a la izquierda, Zeke pudo ver de quien se trataba.

El sargento Jeremy Gibson se encontraba de pie, con sus brazos cruzados, mirando el espléndido paisaje como él hacía en ese instante. Siguió asi, hasta que decidió encenderse un cigarro. Mientras el joven veía como su superior se encendía el pitillo, decidió incorporarse para estar presentable ante este.

—Tranquilo recluta, no estás entrenando —le dijo divertido el hombre—. Puedes descansar.

—Si señor —respondió Zeke algo nervioso.

Pese a la posibilidad de volver a sentarse, el muchacho prefirió no hacerlo. En su lugar, decidió continuar de pie.

El chico continuó admirando el tranquilo atardecer, el cual iba poco a poco desvaneciéndose para dar paso a la noche, a medida que el Sol se iba posando por el oeste. El sargento, mientras, daba fuertes caladas a su cigarro, dejando escapar espeso humo de su boca. Los dos siguieron tranquilos admirando el plácido paisaje, hasta que aquella quietud fue interrumpida por Gibson.

—Bonito lugar, ¿eh? —preguntó el superior al joven recluta.

Zeke no supo que responderle, pues se sentía lago incómodo. Tan solo se limitó a asentir, señalando que estaba de acuerdo con él.

—Imagínate como debieron de entirse por primeros astronautas que pisaron tierra marciana —expresó con cierta emoción—. Debieron de sentirse cautivados con semejante visión.

—Sí, tuvo que ser algo impresionante para ellos —le respondió Ralston.

El sargento se volvió al escuchar sus palabras. Sus marrones ojos se dirigieron hacia Zeke, llenos de curiosidad porque hablase más.

—¡Ya lo creo! —Exclamó el hombre—. Era la primera vez que nuestra especie llegaba a un planeta. Pasaron muchos años desde que llegaron a la luna y ese momento, fue algo histórico. Para la especie entera fue un paso fundamental, pero para esos exploradores que acababan de llegar, fue una experiencia única— Volvió la vista hacia el amplio paisaje que oscurecía poco a poco—. Ahora, míranos. ¡Nosotros vagamos por aquí como si siempre lo hubiésemos hecho!

Esa última frase le hizo reír. Le sorprendía lo simpático y divertido que podía llegar a resultar el sargento Gibson tras esa figura de estricto instructor. Lo que frente al resto era un hombre duro y furioso, en la intimidad se transformaba en alguien encantador y bromista. Una enorme contradicción, aunque comprendía tal cambio. Estaba entrenándoles, no pretendía convertirse en su amigo. Estuvieron riendo por un corto periodo de tiempo hasta que el hombre recobró su expresión seria y calmada.

—Aquí estamos, en las rojas tierras de Marte entrenándonos para la guerra que se cierne sobre todos —dijo mientras daba otra calada a su cigarro. Un chorro de grisáceo humo salió de su boca al espirar—. Todo ello gracias a las decisiones de hombres y mujeres que tenían que sopesar cual era el destino que nos deparaba: Luchar o desaparecer.

Aquello sonaba tan críptico. Zeke no comprendía porque el hombre decía algo tan raro. Más aun, porque era el quien lo tenía que escuchar.

—Decisiones, recluta Ralston. Así es como se guía todo —le aseguró—. Todos estamos aquí por los designios de alguien superior. Yo os entreno porque alguien me lo ordenó. Vosotros os entrenáis porque alguien quiso reclutar a más jóvenes para luchar en esta maldita guerra. Creéis haber venido por voluntad propia, pero en realidad, todo es el resultado de alguien que tira de los hilos para guiaros hasta aquí. Y no ha hecho más que comenzar.

Cada palabra le sonaba más extraña que la anterior. Sabía claramente de que hablaba, pero le resultaba raro que fuera a él a quien se lo contase. Quizás, ¿no deseaba que sus superiores se enterasen de tan nefasta opinión? A lo mejor, tenía miedo de que se enterasen y decidieran castigarle por ello, aunque tampoco es que los líderes del ejército fueran tan autoritarios. Que supiera, claro.

—Decisiones, gracias a eso, estamos aquí hoy —prosiguió el sargento, aunque su voz sonaba más sombría—. Decisiones que también llevaron a la muertes a millones de personas tiempo atrás. Decisiones que no solo acabaron con la vida de valerosos soldaos defendiendo a su patria, sino de inocentes que nada tenían que ver con aquellos conflictos.

El muchacho se iba dando cuenta de que el semblante de Gibson se volvía más triste. Incluso, notaba sus ojos un poco vidriosos.

—Os iban a mandar a una puta misión fuera de nuestra galaxia conocida —confesó el hombre—. Y yo lo permitiría sin menor oposición porque eran órdenes superiores—Carcajeó un poco tras decir esto y se volvió a Zeke—. ¿Crees que hubiera sido capaz recluta? ¿Os hubiera enviado a un jodido suicidio sin plantearme lo terrible que resultaba para vosotros, unos pobres novatos que ni sabéis coger un fusil de asalto con vuestras propias manos? No, jamás, haría algo así.

Ahora entendía porque se lo estaba contando todo a él. Kyle y Zeke fueron quienes escucharon la aireada conversación que el sargento mantuvo con aquella oficial de Vanguardia llamada Alena Williams hacía ya varias semanas, No volvió a mencionar más el tema y ninguno de los dos lo recordó, más allá de que Sandler seguía empeñado en comentar lo buena que estaba la mujer. Y de repente, ahora Gibson hablaba con él de todo aquello. Pero más que un reproche, parecía un desahogo para el hombre. Se notaba que lo necesitaba.

—Así que tenlo presente, recluta —le dijo el sargento mientras lo miraba con fijeza a los ojos—. Las decisiones son lo que marcan el camino. Y no solo las de otros, sino también las tuyas. Así que fíjate bien en lo que decidas en tu vida. A veces, son las más importantes

Una vez dicho esto, el hombre tiró el cigarro al suelo, lo pisoteó con su bota para apagarlo y se marchó de allí. Zeke, se quedó pensando en lo que acababa de decirle y en las decisiones que había tomado a lo largo de su vida, sobre todo, en las que le habían llevado hasta este lugar en el que se hallaba ahora. En menos de un mes, le darían el permiso para volver a la Tierra y poder visitar a su familia. Tan solo cuatro semanas. Esperaba que el recibimiento fuera más cálido, siendo además Navidad. Por lo menos, eso esperaba de su padre, quien nunca le perdonó que se alistase. Pero fue su decisión y tenía que respetarla. Además, lo hacía por ellos. Era su decisión.

Fue eso en lo último que pensó mientras el Sol terminaba de ponerse y la oscuridad inundaba el territorio marciano.

20 de Junio de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 11:42.

Zeke tallaba con el filo de piedra aquel trozo de madera marrón oscuro. No sabía con exactitud lo que pretendía hacer. Tan solo cortaba la parte superior hasta crear un arco redondeado que se asemejaba a una cabeza. La observó por un instante y colocó la superficie del utensilio sobre esta. En un momento, presionó con intención de cortarla. Así, voces procedentes de la oscura parte de su mente le empezaron a susurrar. Comenzó a temblar, recordando aquella escena, cuando la espada bajó y la cabeza cayó. Estaba a punto de hacer lo mismo justo ahora cuando Freyja le llamó.

—Zeke, ¿te ocurre algo? —preguntó la Gélida.

Sus amarillentos ojos se posaron sobre el humano, haciéndolo estremecer con tan bella mirada. La notaba preocupada y no era para menos. Esos turbios pensamientos regresaban cada cierto tiempo a él, y por más que tratase de luchar por eludirlos, le costaba. En era el segundo dia que pasaba con ella y se había fijado en cómo se encontraba. Aunque deseaba hablar con él, Zeke siempre se la apañaba para evitar el tema. No deseaba confesarle todos sus miedos y dudas. Ya bastante tenía la princesa con su propio martirio para torturarla con su sufrimiento. Prefería lidiar con él en silencio.

—No, es solo que no entiendo que quieres que haga con esto —le dijo, señalando a lo que tenía entre sus manos.

Una dulce sonrisa se dibujó en el rostro de la Gélida. A Zeke le tembló el pulso al admirar tanta belleza. Para tratarse de una criatura de otro planeta, Freyja era muy hermosa.

—No te preocupes —Su voz sonaba aguda y agradable—, haz lo que te apetezca.

Volvió a mirar el trozo de madera y no le gusto en lo que estaba pensando. Decidió dejarlo sobre la alfombra en la que se hallaba entado junto a la princesa. Ella, al ver lo que hacía, no se sintió muy agradada. Lo miró de nuevo, haciendo notar al humano bastante incómodo.

—Pensé que esto te divertiría.

Zeke suspiró un poco

—No es culpa tuya, Freyja —Miró a un lado y a otro. En la puerta, Dronan, el Huskarl, lo observaba en silencio—. Es solo que no estoy muy cómodo aquí como para querer jugar contigo.

Sintió mucha pena por la princesa. De verdad, deseaba no estar de esa manera y poder psar un buen con ella. De hecho, su mayor sueño era verla sin un maldito traje y ahora que por fin la tenía delante, apenas le decía más que un puñado de palabras desanimadas. Pero no tenía otra manera de expresarse. Freyja no comprendía su situación, lejos de su hogar y tras ver morir a muchos de sus compañeros. Aunque ella también estaba en una situación parecida. La diferencia era que la Gélida se evadía de todo aquello con sus infantiles actividades, mientras que él no podía obviar todo lo ocurrido y no dejaba de pensar en Kvasir, ese misterioso personaje que parecía tener un oscuro plan puesto en marcha. Uno que le concernía le gustase o no y que además, resultaba masi importante que cualquier otra cosa en la que se hubiera involucrado antes. Se preguntaba cuando vendría a buscarlo para hablar de todo aquello. Eso lo ponía más nervioso de lo que pudiera imaginar.

—¿Quieres que te enseñe las que yo he hecho? —preguntó con completa inocencia Freyja mientras se le acercaba un poco.

No podía decirle que no.

La princesa se levantó con intención de coger algunas figuras de la estantería que tenía a sus espaldas cuando empezaron a escucharse fuertes gritos. Ambos se pusieron muy tensos cuando vieron correr por los pasillos a varios Alfar. Zeke no pudo entender lo que decían, pero por la mirada que percibía en su amiga, estaba claro que debía ser algo. Oyeron varias cosas siendo destrozadas y eso hizo que el humano se pusiera en pie. Al hacerlo, Dronan se adelantó un par de pasos, con intención de frenarlo en caso de que quisiera escaparse. Cuando vio las intenciones del Huskarl, retrocedió algo temeroso.

Mientras veía como su inquietante guardián volvía a su puesto, notó como le abrazaban desde atrás. Al volverse, se topó con una asustada Freyja que se abrazó a su pecho. Zeke quedó sin respiración ante esto. Pese a que el traje le impedía tocarla y poder sentir su cuerpo, tan solo tenerla de ese modo, le dejaba muy emocionado. La estrechó con fuerza, como si no deseara que se apartase de su lado y acarició con una de sus enguantadas manos su largo pelo blanco.

—Tranquila, no pasa nada —la calmó con suave voz.

Se quedaron así, mientras que el joven veía como la sombra de su amigo lo observaba tras la ventana, en el exterior, donde la nieve no dejaba de caer.

Todo lo que había en su habitación estaba tirado por el suelo. Jarrones, armas, figuras. Muchos de estos objetos se habían roto al impactar, disgregando sus partes por toda la habitación. Armado con el cañón energético Mjolnir, golpeó los últimos cuencos que habían en la estantería del lateral de su cuarto, emitiendo fuertes sonidos. Todo aquel ruido alertó a varios guardias, quienes irrumpieron en la estancia, muy nerviosos al creer que el príncipe Thor podría estar en peligro. Lo único que encontraron, fue al guerrero Gélido destrozándolo todo. Cuando miraron a sus ambarinos ojos repletos de ira, retrocedieron atemorizados. Los miró a todos de forma muy contenida, manteniendo el indolente silencio por un prolongado rato hasta que al final, estalló.

— ¡Largo de aquí! —farfulló Thor encolerizado, blandiendo su arma en dirección a los Alfar, que seguían retrocediendo ante el temor de que pudiera abrir fuego contra ellos—. ¡Dejadme solo! ¡No quiero a nadie cerca de mí!

Abandonaron los aposentos del joven príncipe y se ocultaron tras el pasillo mientras que este, aun respirando profundamente y muy enfadado, siguió golpeando los restos de los adornos que había esturreado por todas partes. Siguió y siguió sin parar, prácticamente hasta que los había reducido a meros guijarros. Para ese entonces, las lágrimas llenaban sus ojos y se derramaban por su rostro. Mirando el desastre que había ocasionado, Thor cayó de rodillas y dejó fluir todo su dolor y tristeza.

— ¿Por qué, por que ha tenido que pasar esto? —se preguntó a duras penas.

Su cuerpo temblaba y sentía un enorme malestar en su interior. Hacía tiempo que no se sentía así, por lo menos, desde que era un niño. Tan siquiera en el ataque a la fortaleza Frykart, cuando su padre, hermano y él mismo estuvieron a punto de morir a manos de los rebeldes Vanir, llegó a percibir este lacerante sentimiento. Sin embargo, tras la infortunada noticia que le acababan de dar, sentía esta dura emoción devorándolo por dentro. ¿Cómo era posible, que en un momento tan horrible como aquel asedio, no percibiera nada igual y ahora, tan solo con oír que los humanos habían atrapado a su hermana Sif, estaba repleto de ese malestar que lo torturaba tanto? Tal vez la respuesta era simple, el amor podía ser un terrible deleite.

Permaneció allí postrado, consumiéndose en su tormento, hasta que unos pasos le hicieron volverse. En la entrada, se hallaba Loki.

—Turak, ¿qué haces aquí? —preguntó sombrío a su hermano.

El tercer hijo del gran monarca Gélido estaba recto como una estatua, con su infame espada acomodada en su cadera y la capa negra ocultando su cuerpo. Portaba su peculiar casco de rectos cuernos que tanto le encantaba llevar, aunque a Thor no le gustaba nada. Le hacía ver ridículo. Siguió mirándolo a la espera de una respuesta que no parecía llegar, pues él también estaba observándolo como si no tuviera nada mejor que hacer.

—Padre me ha pedido que viniera a buscarte para hablar —dijo al fin—. Dice que es importante. Así que deja de comportarte como un niño pequeño y ponte en marcha.

Thor se levantó al instante y se colocó frente a su hermano. Loki era un poco más bajo que él y siempre se había sentido intimidado por ello. Thor parecía un gigante bastante amenazador, pese a que en el fondo se comportaba bien con él, pero el comportamiento errático de Loki hizo que la relación entre ambos siempre fuese complicada. Al menos, no se metía con él, como si hacía Heimdall. Ambos hermanos se quedaron mirando el uno al otro por un pequeño e incómodo momento que hizo que Loki llevara su mano a la espada que tenía enfundada en la cadera, presintiendo que algo malo podría pasar. Afortunadamente, nada de eso ocurrió.

—Muy bien, vamos para allá —le dijo Thor de forma inesperada.

Se hizo a un lado para dejarle pasar y este se dirigió al pasillo, en dirección hacia donde su padre les estaba esperando. Loki se volvió para ver el caos que había montado en la habitación. Apretó los dientes, mientras pensaba en lo fuerte que era su hermano y lo poco que aprovechaba ese potencial, tan solo pensando en su querida Sif y en no querer pelear. Si fuera como él. Como fuere, habían pasado varios días desde ese a escena en el banquete que se celebró y ya parecía que las cosas se habían calmado, a pesar del ataque de los rebeldes, así que Loki esperaba que esta fuera una oportunidad perfecta para recuperar la confianza de su padre, sobre todo ahora que Heimdall estaba gravemente herido y Sif había sido capturada por los humanos, perdiendo de Midgard. Estaban recibiendo terribles golpes por todas partes y era la situación perfecta para volver a posicionarse dentro de la familia. Así que decidió seguirle en dirección a donde tendría lugar la reunión.

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Pues aquí estoy de vuelta. Siento muchisimo tanta tardanza, pero estuve liado en otro proyecto. Un spin off de la saga Mundo Inmortal que decidí hacer en honor de mi buena amiga, la autora Made Aguirre. Os dejo el enlace por si queréis leerlo:

https://www.wattpad.com/story/109408803-la-bestia-mundo-inmortal-spin-off

Dadle una oportunidad, seguro que os gusta. Y a su historia también. Tiene aliens, guerra y muchas muertes que duelen en lo mas profundo del alma.

Os comento que de nuevo volveré a publicar de forma semanal la Gélida Frontera, así que el siguiente debería estar para la semana que viene. Debería, ya sabéis que la cosa se puede retrasar, pero procuraré que no sea así. También informaros que a la historia le queda poco para concluir. Siete capítulos, según mis estimaciones. Quiero que esto acabe para el verano. Luego, bueno, luego queda todavía lejos.

Un saludo a todos y de verdad, gracias por estar ahí.

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