Capitulo 22-El ojo de la tormenta (Parte 2)
19 de Junio de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 12:34.
Los cuerpos yacían enterrados bajo la nieve. Tras la caída constante, muchos estaban sepultados y lo poco que asomaba, apenas los hacían perceptibles. Tuvieron que excavar un poco hasta dar con ellos y cuando los encontraron, fue algo que no desearon hacer. La mayoría estaban ya descomponiéndose, aunque mantenían parte su piel y pelo. Las condiciones de baja temperatura y el hecho de que no hubiera carroñeros favorecieron que no se echasen tanto a perder. Eso les hacía perfectos para reconocerlos y así saber que todos eran los soldados caídos de la compañía Lobo, abandonados a su suerte tras morir a traición durante el intercambio de rehenes que orquestó Loki. Harkness los miraba con cierta lastima.
Para el capitán de Vanguardia no había mucho más que hacer por aquellas almas en pena. Paseó entre el cementerio de cadáveres congelaos, mirando la extrema rigidez que presentaban y las meucas de horror que mostraban sus rostros, seguramente producido ante el destino que tuvieron. Se detuvo al llegar ante el cuerpo inerte de un hombre de color que en otro tiempo fue el sargento, experto en demoliciones, Claude Otomo. Le faltaba un brazo y tenía cuatro profundas heridas en su torso que señalaban que le clavaron varias espadas en su interior, saliéndoles por la espalda. Todo esto, denotaba que padeció una muerte horrible y violenta. El hombre siguió inspeccionando el lugar hasta que escuchó unos pasos a su espalda.
—Está claro, son los soldados de la compañía Lobo —concluyó el sargento Stewart Gordon, su mano derecha—. Varios de ellos concuerdan con los desaparecidos y todos portan la insignia de la compañía Lobo.
Se volvió para mirarlo y le lanzó una mirada en la que dejaba bien claro que lo sabía perfectamente.
Continuaron avanzando, registrando cada palmo para encontrarse con otro cuerpo y ver la brutalidad del combate que tuvo lugar en este sitio. Harkness tenía que reconocer que los Gélidos eran más violentos e implacables de lo que imaginaba. Eso le hacía temer ante que podrían encontrarse cuando se adentraran por las cuevas en busca del Conducto.
— ¿Estas bien? —le preguntó de forma repentina Gordon.
El francotirador fantasma se volvió para mirarlo y pudo notar la preocupación de su amigo.
—Sí, tan solo miraba estos cuerpos y el terrible estado en el que han quedado —respondió algo consternado.
—Ya, debió ser un espectáculo dantesco —comentó con cierto desagrado mientras revisaba el pad de datos.
Prosiguieron el avance, guiándose por el reguero de cadáveres para saber hacia dónde ir. Había cuerpos tanto de humanos como de extraterrestre, lo cual era una buena muestra de la cruenta batalla que tuvo lugar. Pensaba en las terribles contiendas que ya había vivido y como el salvajismo exagerado del ser humano salía a relucir, pero era evidente que sus enemigos no se quedaban atrás. Mientras observaba los cuerpos, no pudo evitar pensar en sus hijos, Gabriel y Claire y en su pareja, Jasper, quien estaría con ellos en Tarseus II. Les echaba mucho de menos y esperaba volver a verlos pronto.
—Señor, las indicaciones del dron parecen confirmar un túnel no muy lejos de nuestra posición —informó Gordon en ese mismo instante.
El soldado de gruesas gafas negras tecleaba con celeridad sobre el pad de datos mientras seguía analizando todo. Al francotirador le fascinaba el gran gusto e hincapié que tenía por las tecnologías. Él nunca iba a entenderé con las pantallas táctiles o los drones. Prefería la mira de su rifle.
— ¿A cuánto estamos de ese túnel? —preguntó Harkness, ubicándose de nuevo en la misión que iban a llevar a cabo.
—Menos de un kilómetro—le contestó—. Este nos llevará hasta una amplia zona de bosque que conecta con la montaña bajo la que se halla el Conducto.
—Perfecto. Entonces, pongámonos en marcha.
Con la orden dada, los seis soldados iniciaron el camino hasta su objetivo. Habían recibido la misión de llegar hasta la entrada donde se suponía que se encontraba la sala en la que estaba oculto el artefacto de la Primera Raza. Era de ahí de donde procedían tanto el gran pico energético detectado como las imágenes recuperadas de aquella expedición enviada al inicio de la campaña por el coronel Maddox. Y ahora, el capitán Harkness y su equipo pretendían llegar hasta allí, para terminar de una vez por todas con esta lucha. Si se hacían con el Conducto, ganarían mucha ventaja.
Tras un cuarto de hora de largo camino, comenzaron a escuchar el sonido de hélices, turbinas y explosiones. En el horizonte norte, se veía la estela dejada por los rápidos Cernícalos y podían atisbar los primeros estragos ocasionados por los bombardeos. Ese era el anuncio de que las primeras maniobras de ataque acababan de iniciarse, así que más les valía darse prisa. No tardaron en llegar a un recodo de camino, un estrecho cañón que colindaba con la amplia llanura, la cual no era más que frágil hielo intransitable y que les impedía llegar a su objetivo real en el bosque. Por eso, debían encontrar el dichoso túnel.
—Capitán, ¡lo hemos encontrado! —anunció la cabo Crystal Makya, una chica de piel morena, provista de un extraño piercing circular en su nariz y el tatuaje de una serpiente verde en su mejilla derecha.
Harkness avanzó hasta la posición de la mujer y contempló la entrada. Luego, se volvió al resto, quienes lo observaban con interés de ver cuales iban a ser sus órdenes. Miró al sargento Gordon, quien había guardado su pad de datos, tan característico de verlo con él, y lo había sustituido por un fusil Sable II. Notándolos tan expectantes, decidió hablar.
—Muy bien, guardad vuestros rifles de francotirador. Aquí dentro no nos harán falta.
Todos así hicieron y sacaron unas escopetas de doble cañón llamados Atronadores. Tenían una gran potencia de fuego y la de Harkness contenía munición explosiva. Eran perfectas para los encuentros cortos que podían tener en el túnel. Cuando vio a todo el escuadrón bien armado con ellos, el capitán concluyó que ya estaban listos.
—En marcha —les dijo con cierta solemnidad.
Una vez dicho esto, se internaron en la oscuridad del túnel, preparados para lo que pudieran encontrarse.
19 de Junio de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 12:46.
Carville y el resto descendían por las escaleras en espiral con sumo cuidado. Todo estaba apagado, sin ninguna luz que les permitiese ver y de hecho, ay estaban preparando las linternas de sus armas para iluminar el sitio. Pero justo antes de encenderlas, una serie de barras que había colocadas en las paredes alumbraron el recinto. Estaban dispuestas en una fila que seguía el recorrido curvo de las escaleras y eran de color morado muy resplandeciente. Todos quedaron impresionado ante tan hermoso despliegue.
— ¿Crees que esto es tecnología del Linaje Congelado? —le preguntó Strickland a su amigo.
Él no sabía que responderle, pero parecía probable que no fuese así. Jason sospechaba que esto era una señal de que se encontraban ante un claro despliegue de los grandes avances de la Primera Raza. Y eso, significaba que estaban cerca del Conducto, por lo que deberían extremar las precauciones.
—Muy bien, continuemos, pero con cuidado —dijo el capitán a todo el pelotón—. Extremad el paso. Podríamos encontrarnos con cualquier cosa.
La sargento mayor Laura Connor y sus soldados, quienes habían recibido las ordenes de acompañarles, iban delante, muy atentos a todo lo que viesen. Detrás, iban Carville, Strickland y Walker. El hombre se volvió para mirar a la chica y ver si estaba bien. Al verla, notó que estaba en perfectas condiciones. No se podía decir lo mismo de él. Aun se sentía algo aturdido por la explosión del Albatros. La cabeza le dolía un poco y se notaba algo desorientado. Por un momento, se tambaleó y tuvo que apoyarse en la pared para no perder el equilibrio.
—Capitán, ¿se encuentra bien? —preguntó Sonya al verlo en ese estado.
Percibió los preocupados ojos marrones de la mujer sobre él y eso le hizo darse cuenta de su gran manía: preocuparse demasiado por sus soldados y menso en su persona. Con cierta lentitud, asintió y tomó algo de aire para despejarse. Tras esto, ordenó reanudar la marcha, pese a que el resto del pelotón también parecía preocupado. Aunque agradecía el enorme interés en su estado, Carville sabía que debían seguir.
El sonido de explosiones y naves volando hacía rato que había desaparecido, pero por el transmisor, Jason fue informado de como las cosas arriba parecían ir de momento bien. Se había destruido todo el armamento defensivo de los Gélidos y conquistados todos los puestos de avanzada. Las tropas de soldados de Infantería Básica que habían desembarcado más al este, para adentrarse por las entradas laterales, estaban haciendo frente a mucha resistencia, cosa que no esperaba. Ordenó a un par de escuadrones que fueran a esa zona para dar apoyo a sus compañeros. Les dijo que ellos no tardarían en llegar.
De quien si hacía rato que no tenía noticia era de Harkness y su pelotón de francotiradores. El capitán pretendía ir directo hacia el Conducto, basándose en la primera expedición que logró llegar allí y en las rutas que tomó la ya desaparecida compañía Lobo. Era algo muy arriesgado, pero sabía que si por algo destacaba ese hombre, era por su fama de temerario. Esperaba que tuviera suerte y no se topasen con demasiado peligro. Que para cuando llegaran al Conducto, él ya estuviera allí para invitarle a unas cervezas.
—Ya hemos tocado tierra firme —anuncio la sargento Connor.
Tras un largo rato de descenso, al fin habían llegado a una zona más plana. Se trataba de un largo pasillo de forma semi tubular, también iluminado con filas de tubos fosforescentes morados. Cautos, comenzaron a avanzar bien atentos. Se agruparon en dos pequeños grupos. La sargento y algunos de sus hombres delante. Jason y el resto, detrás. Para cuando llegaron al extremo de esta estancia, vieron que el camino se bifurcaba en tres partes. Dos, izquierda y centro, llevaban directamente a do habitaciones. La de la izquierda llevaba a un pasillo más pequeño. Sin saber muy bien que hacer, esperaron la orden del sargento.
—Muy bien, registremos primero las dos habitaciones y si no hallamos nada, pasamos al siguiente pasillo.
Todos asintieron, comprendiendo las palabras del hombre y actuaron según lo acordado. Connor y tres de sus hombres tomarían la estancia de la derecha. Carville, Strickland, Walker y otros dos soldados la del centro. Una vez posicionados, e dispusieron a entrar.
— ¡Adelante! —les dijo a todos el capitán.
Nadie había en aquellas habitaciones y tampoco es que hubiese algo interesante. La de la derecha contaba con un generador de hologramas, que analizarían una vez hubiese finalizado el ataque. Podría contener información valiosa en forma de transmisiones entre los Gélidos, aunque les costaría traducir lo que dijesen. La habitación de la izquierda contaba con unas extrañas urnas ovaladas que flotaban sobre el aire y que parecían preparadas para descansa en ellas. No estaban para echarse una cabezadita en esos momentos, así que decidieron continuar su camino.
Fueron por el pasillo con rapidez, pues sabían que el enemigo podría estar esperándoles en cualquier parte. Sonya, apuntando con su rifle a un lado y otro, esperaba cruzarse con alguno de los Gélidos. Lo deseaba con todas sus fuerzas, ya que las ansias de venganza la consumían. Y no tendría que esperar demasiado, pues uno de ellos no tardó en hacer acto de presencia.
En mitad de aquel pasillo iluminado por un resplandor purpureo, apareció de forma repentina una figura alta y esbelta. Todos los soldados, nada más verla, apuntaron sus armas hacia esta. Sus rostros quedaron impactados y llenos de preocupación al ver de qué se trataba. Era una Valquiria.
—¡Lo que nos faltaba! —murmuró frustrado Jason.
Todos se pusieron tensos al ver a la guerrera alada, quien portaba su característica armadura de color blanco con franjas doradas delimitando su silueta, junto con una lanza de plasma. Todos ellos siguieron apuntándola con sus armas, pero no tenían ni idea de que hacer.
—Capitán, ¿cuáles son sus órdenes? —preguntó nerviosa Connor.
Jason no sabía qué hacer. Que esa Valquiria apareciese allí, justo delante de ellos, no representaba algo bueno. Era evidente que se trataba de una trampa. Pretendía atraerlos para que cayesen en una emboscada o quizás, habrían colocado minas o cargas explosivas. Mejor no fiarse. Sin embargo, Sonya no compartía ese mismo razonamiento.
Impulsada por ese irredento odio que tanto la carcomía, la mujer fue directa hacia la Valquiria y abrió fuego. Esta, al verse atacada, desplegó su metálicas alas doradas y saltó hacia atrás, elevándose un par de metros. Walker siguió disparando, buscando acertar en su objetivo, pero lo único que pudo hacer, fue ver como su enemiga se internaba de vuelta a la oscuridad. Furiosa, corrió dispuesta a ir tras ella, pero Carville la agarró de uno de sus brazos.
— ¡Suficiente! —le dijo el capitán.
La sargento mayor forcejeó con agresividad como única respuesta y él la liberó. En us ojos, pudo notar toda la ira que supuraba de su interior. Estaba claro que la chica se sentía llena de rencor hacia los Gelidos, lo comprendía, pero estaba siendo demasiado impulsiva, y de no controlarse, podrían meterse en graves problemas.
—Con calma, ¿vale? —le dijo, buscando que se tranquilizase.
—No sé si podré —respondió ella con enormes dudas.
Todos buscaron tranquilizarse, pero el ambiente se volvía más tenso por momentos. Para colmos, un inquieto sonido hizo que Carville y Strickland se pusieran más en alerta.
—No puede ser —masculló horrorizado Dave.
Ese inaudible aullido resonó en todo el pasillo. Ambos hombres lo conocían de sobra y sabían que solo se trataba del horrible prólogo a lo que se aproximaba. En guardia, Carville habló a todos bien claro:
—Se acercan Fenrir —informó con poco entusiasmo—. Esas cosas nos jodieron bastante la noche del último ataque. Disparad cuando les veáis, apuntando a sus bocas. Es el único punto débil que tienen.
Walker no había visto a esas criaturas, pero por la cantidad de muertos y herido que quedaron tras ese ataque, debían ser realmente temibles. Todos se pusieron en posición. Connor y tres de sus soldados se pusieron con una rodilla doblada y la otra flexionada hacia delante mientras apuntaba con sus rifles hacia la agobiante oscuridad. El resto se colocaron detrás, también dirigiendo sus armas hacia el lugar desde el que venían sus enemigos. Alterados, esperaban a que apareciesen ya. No les decepcionaron.
Cuatro criaturas de pelaje blanco y extrañas mandíbulas corrieron directos a por los soldados.
— ¡Fuego! —gritó con fuerza Jason.
Las armas hicieron temblar aquel pasillo y el resplandor que se levantaba al abrir fuego, se reflejaba en las oscuras paredes. Sonya disparaba contra aquellos odiosos seres, una especie de mascotas para los Gélidos que parecían salidas del mismísimo Averno. Sin embargo, por más que les disparaban, no conseguían herirles. Algunos eran detenidas de forma momentánea, pero enseguida retomaban la carrera. Antes de que pudiesen darse cuenta, ya los tenían encima.
— ¡Cuidado! —exclamó con horror la sargento Connor.
Tres de los Fenrir se abalanzaron sobre la mujer y dos de sus soldados. El otro, saltó por encima de ellos y fue directo por Carville y los demás. El capitán vio venir de frente a tan temible fiera, pero esta vez estaba preparado. Sin dudarlo, se apartó, esquivando a su atacante por muy poco. La criatura gruño furiosa al ver que Jason la había evitado, pero entonces, justo cuando se disponía a contraatacar, Sonya Walker le asestó una fuerte patada. El rugido que emitió fue poderoso y llena de rabia y acto seguido, se lanzó contra la sargento. Esta vio como la criatura trataba de morder su pierna, pero Jason intervino rápido y con un fuerte golpe de su puño de metal, hizo retroceder a la bestia. Luego, ambos apuntaron sus armas contra el ser y abrieron fuego. Muchas balas impactaron en su boca, penetrando en el interior del cuerpo. Esto le produjo terribles heridas y aturdida, la criatura emitió varios rugidos mientras que de entre sus mandíbulas surgía un líquido negruzco. Era su sangre. Viendo que estaba débil, volvieron a disparar y esta vez, lograron acabar con el Fenrir más rápido de lo que esperaban. Sin embargo, había bastantes todavía.
Al volverse para continuar luchando, vieron que estos seres habían realizado una autentica carnicería. Uno de los soldados estaban destripado y otro tenía la cara destrozada. A Connor le habían arrancado su mano y Strickland luchaba por mantener a las furiosas alimañas alejadas. Ellos dos ya se disponían a ir a luchar junto a ellos cuando de repente, Jason vio algo que le hizo entrar en pánico. Se trataban de dos esferas de color gris claro que rodaron hasta caer justo a los pies de ellos. Horrorizado, el capitán no tardó en llamar la atención de esto a sus soldados.
— ¡Retiraos!
Logró coger a tiempo a Sonya y empujarla de allí. Strickland también estaba cerca de ellos, así que pudo alejarse, pero no se pudo decir lo mismo de Connor y sus soldados. Fueron atrapados por la luminosa explosión de ambas bombas, que irradiaron una gran cantidad de plasma azul claro que quemó a todos los que había cerca. Los Fenrir también cayeron ante el inesperado estallido. Parecían inmunes a las balas pero en cuanto al cálido plasma, era evidente que se trataba de su punto débil.
Carville quedó tumbado en el suelo tras la explosión y se levantó, aun notando el intenso calor que emitía la energía liberada de las bombas. Los cuerpos de los humanos y los Fenrir ardían entre llamas azuladas. Quedó paralizado ante semejante visión y fue incapaz de esquivarlas bolas de plasma ardiente que impactaron en su cuerpo. Una le dio en su brazo y otra en la parte izquierda de su cadera. Volvió a caer de nuevo, gritando muy fuerte.
— ¡Jason! —dijo con horror su amigo mientras se acercaba para socorrerle.
Sonya, que se incorporó con rapidez y vio como más disparos se efectuaban, abrió fuego sin cuartel contra el enemigo. Sabía que era esa maldita Valquiria quien les estaba atacando.
—Sácalo de aquí, ¡rápido! —le mandó con rapidez al sargento.
Dave le hizo caso y arrastró a Jason de vuelta a la entrada mientras que ella se preparaba para enfrentarse a la Valquiria. El capitán le gritó algo a la sargento, pero esta no llegó a escucharlo, pues ella estaba ya en el otro extremo del pasillo, lista para sorprender a su rival alada.
Colocada justo frente a la entrada, se cubrió tras una pared del costado, preparada para entrar y luchar contra la Valquiria. Cerró los ojos por un instante y se concentró, reuniendo fuerzas para lo que iba a hacer. Aun se acordaba de su enfrentamiento previo contra estas guerreras. Fue muy duro y casi perdió a todo su equipo. De hecho, el más fuerte de todos ellos murió en esa lucha. Ahora, estaba a punto de verse cara a cara contra una de ellas. Eso si al entrar, no le esperaban más. Sabía que era una temeridad, pero alguien tenía que interponerse para poner a Carville a salvo. Aspirando algo de aire, salió de la cobertura para acceder a la siguiente estancia.
Avanzó por un pequeño pasillo, con el arma siempre por delante, lista para disparar en caso de que se encontrase con su enemiga. Pero nada apareció. Caminaba tranquila, aun sabiendo el peligro que acechaba en aquel lugar, estaba en calma, como si nada le asustase. Eso le sorprendió bastante a la mujer. Jamás creyó verse así, aun cuando la vida de su amigo estaba en peligro, ella no perdía los nervios. Consideró que debía ser bueno, aun con todo, y tenía que aprovecharlo. Más serena, la dejaría alerta y preparada para afrontar el peligro. Continuó su camino, cruzando el pasillo con paso cauto hasta que entró en una gran sala que tenía delante. Al principio, todo estaba oscuro, pero muy pronto, una intensa luz lo iluminó todo.
La sala tenía forma circular y el techo estaba abovedado. Tanto el suelo como el techo estaban recubiertos de una superficie blanca y lisa con cierto toque elegante e impoluto. El suelo era de color negro y extraños objetos rectangulares bordeaban la parte externa. Eran de metal y seguramente de los Gélidos. Lo que no les pertenecía era el Conducto, que se hallaba en el centro de la estancia.
Con forma de sarcófago, el objeto era de un apagado color negro y estaba bordeado de arco que iban variando del azul claro al naranja incandescente. Todos estos, rodeaban la pequeña pirámide que coronaba el artefacto. La mujer quedó fascinada ante tan hermosa visión y no pudo evitar sentirse llena de emoción ante lo que contemplaba. Nerviosa, miró a un lado y a otro, por si la estaban observando, pero no avistó a nadie. Decidida, se fue acercando, aun con cierto miedo en su cuerpo.
Había venido en busca de venganza. Deseaba encontrar a la líder de esos gélidos y hacerle pagar por lo que le hizo a Tina. También quería acabar con la Valquiria que había herido a Carville no hacía ni un rato. De hecho, era esa la razón por la que estaba aquí ahora, pero el encuentro con el Conducto, había hecho que ese sentimiento se evaporase. Lo único que deseaba en ese momento, era descubrir lo que ocultaba aquel objeto, liberar todo el misterio que encerraba en su interior. Llegó hasta la reluciente superficie y la palpó con su mano, sintiendo la suavidad que poseía. Fue deslizando sus dedos y vio el reflejo de su rostro en esta. Un leve pinchazo de culpa y remordimiento la carcomió por dentro. Mientras deslizaba sus dedos, topó con algo. Se trataba de una oquedad y en ella, había metida un medallón de color azul claro. Trató de sacarlo, pero lo único que consiguió, fue activar el Conducto.
Los arcos variaron en todo un abanico de colores. De rojos intensos a resplandecientes azules, Walker contempló llena de miedo como se iba accionando el artefacto. La pirámide que lo coronaba se abrió en cuatro partes iguales y de dentro, surgió una esfera de blanca luz cegadora que parecía flotar con facilidad extrema en el aire. Sonya apenas podía pestañear mientras contemplaba tan hermoso como extraño espectáculo. Su cuerpo entero temblaba tanto de la emoción como del miedo ante lo que veía. No tenía ni idea de lo que acababa de provocar, pero esperaba que no fuese algo malo. La esfera empezó a elevarse al tiempo que los arcos, ahora del mismo color blanco que esta, se inclinaban hacia atrás. De repente, se dispararon de los mismos unas intensas luces que impactaron contra la esfera, causando un estallido de luz que obligó a la sargento a cubrir sus ojos para no quedar cegada. Cuando apartó el brazo, no pudo creer lo que veía.
Aquel ser debía medir unos 3 metros de altura y era de constitución robusta. Su aspecto era indiscernible, pues toda la superficie de su cuerpo estaba recubierta de un brillante resplandor blanco. Era una sombra de aspecto pálido, pero eso sí, muy siniestra. El recién aparecido no tardó en posar su mirada sobre Sonya, lo cual, hizo que se inquietase al ver ese rostro desprovisto de cualquier facción.
—Vaya, me alegro de veros de nuevo —comentó el ser con cierto interés.
Su voz sonaba distorsionada, algo que lo hacía aún más fantasmagórico si cabía. La sargento mayor tragó saliva, sin saber muy bien que contestarle. No tenía ni idea de que era esa entidad que acababa de activa o más bien, invocar. ¿Sería amigo o enemigo? Tan solo había una forma de averiguarlo.
— ¿Nos...nos conocemos? —preguntó con mucha dificultad.
Por un momento, el misterioso ser quedó callado, como si no supiera que responder. Sin embargo, no tardó en hablarle.
—No a ti exactamente, pero si a otros miembros de tu especie que estuvieron aquí.
Aquella revelación la dejó sorprendida. Por lo visto, antes que ellos, ya hubo soldados por aquí. Tal vez fueran los supervivientes de la compañía Lobo.
— ¿Sabes dónde están? —preguntó algo impaciente.
—Lo único que se es que la mayoría perecieron en un enfrentamiento que tuvo lugar en esta misma sala —le explicó la resplandeciente entidad—. Fue algo horrible. Jamás imaginé que ambas especies fueseis tan crueles y despiadadas. Tan solo unos de los pocos de los tuyos lograron sobrevivir y escapar. Ates de que lo preguntes, desconozco a donde fueron.
Esa respuesta le dejó bien claro que no parecía interesado en seguir hablando de los soldados. Tampoco es que fuera necesario. Había otras muchas cuestiones que resolver.
— ¿Cómo te llamas? —fue lo siguiente que decidió preguntarle.
Ante esto, el ser reaccionó de manera positiva.
—Mi nombre es Estilvius y fui creado por los Anurak, aquellos a los que conocéis como la Primera Raza —dijo con bastante tranquilidad—. Soy una Inteligencia Artificial y mi misión es ayudar en el protocolo de actuación contra el fenómeno de naturaleza intergaláctica conocido como el Gran Colapso.
El Gran Colapso. Había escuchado esas palabras antes de Sobek. Nunca mencionó ese nombre como tal, pero si le habló de un terrible cataclismo que se cernía sobre toda la galaxia y que era misión de las Quimeras evitarlo. De Carville, era evidente que sabía algo. Aunque no se lo contase, era evidente que sabía más de lo que aparentaba.
— ¿Y no sabrás por casualidad de que se trata ese Gran Colapso? —le preguntó con denotado interés.
Por supuesto, la I.A. no dudó en contestar, no de forma muy positiva.
—Me temo que esa información es clasificada. Solo uno de mis creadores podría desbloquearla con su autorización. —Su forma de hablar resultaba mecánica, pero su voz sonaba, aun así, suave y tranquila.
Sabía que no era buena idea indagar. No dejaba de ser un programa después de todo, con sus directrices y razonamientos mecánicos. Pero quería indagar más. Seguro que habría mucha información más que podía sonsacarle.
—Vale, ¿hay algo de información útil que me podrías proporcionar?
Estilvius se quedó en seco al escuchar esto. Parecía como si estuviera razonando lo que tenía que decirle, aunque por la manera en la que se había quedado, tan recto y estático, más bien parecía que estuviera congelado.
—Deberías ser más concreta —le dijo—. ¿Qué es lo que deseas saber con exactitud?
Sonya quedó pensativa ante que podía preguntarle, pero de repente, dejó todo esto al escuchar como alguien les interrumpía.
— ¡Ya basta de tanto hablar! —vociferó una furiosa vos de mujer a sus espaldas.
Al volverse, Sonya vio venir a dos Valquirias. Una se parecía a la que les había atacado en el pasillo. La otra, era idéntica, excepto por las bandas negras que recorrían su traje y el arma alargada acabada en dos cuchillas semicirculares que portaba en cada extremo. Enseguida, supo de quien era. Las dos caminaron hasta quedar a un par de metros de distancia de la sargento.
—Humana, has osado invadir nuestra base y has descubierto el secreto que ocultábamos. Te felicito por ello —le habló Sif con completa condescendencia—. Pero aquí es donde acaba todo. Igual que los que perecieron antes aquí, tú también lo harás.
Apretó los dientes con fuerza y su respiración se aceleró. La ira recorría todo su cuerpo, ansiosa de lanzarse contra ella y destrozarla por lo que le hizo a Tina. Pero debía calmarse. Eran dos y ella una. Estaba en clara desventaja, así que debía de pensar en un modo más práctico de luchar.
—Por favor, no empecemos otra lucha —se quejó Estilvius—. No podríais resolver esto sin el uso de la violencia.
— ¡Silencio! —le fulminó Sif. Se notaba que la Gélida estaba llena de ira también—. Desconéctate hasta que esta lucha haya acabado. Tú y yo todavía no hemos terminado.
Tal como le habían ordenado, la I.A. se desvaneció. Solas, las tres se miraron en silencio, preparándose para atacar.
Sonya preparó su arma para el enfrentamiento, pero en el último momento, se llevó una mano a la cadera y cogió una granada, al cual, conectó con el temporizador. Le iba a hacer falta.
— ¿Te acuerdas de mí? —la confrontó sin dudarlo—. Soy aquella que estuvo a punto de matarte aquel día, frente a los Lindworm. Esta vez, no pienso fallar.
—Ah, si —comentó con poca sorpresa Sif—. Ya veremos si eso se va a hacer realidad. Eres demasiado estúpida para pensar que vas a ganar hoy. Este es tu fin.
— ¡Lo dudo mucho! —gritó con todas sus fuerzas Sonya y arrojó la granada contra sus enemigas.
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Ya tenéis la segunda parte. En nada, al tercera. He tardado mas de lo habitual por culpa de varias cosillas. Otra historia que estoy preparando y un pequeño proyecto en el que he decidido embarcarme, todo ello, junto con el pequeño trabajo en el que ando metido y las clases de conducir. También que no he sabido como mostrar el enfrentamiento contra los Fenrir y el encuentro de Sonya con Sif y su secuaz. ¿Quien ganará? Podeis comentar sin miedo. Hagan sus apuestas!!!
Bueno, como ya he dicho, intentaré tener la siguiente parte lo mas pronto posible. Saludos!!!
Por cierto, hace no mucho comencé a publicar en mi perfil una historia de fantasía titulada El Gremio de la Moneda. No soy yo quien la escribe, sino un bue amigo llamado Ignacio Asensio Lavilla y os recomiendo que os deis una vuelta por ella para leerla. Merece mucho la pena. Iré subiendo cada ciertos días varios capítulos para que los leáis y me digáis que os parece. Aquí os dejo el enlace:
https://www.wattpad.com/story/103208645-el-gremio-de-la-moneda
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