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Capitulo 22- El ojo de la tormenta (Parte 1)


18 de Junio de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 12:32.

Las aspas del helicóptero sonaban estridentes mientras cortaban el frío aire. Era un repiqueteo continuo que martilleaba en los oídos de todos los ocupantes de la nave. Colocados sobre sus asientos, Jason Carville y Dave Strickland permanecían quietos mientras notaban el continuo traqueteo, meneándolos como si estuvieran en una atracción de feria descacharrada. Mirando a su lado izquierdo, el capitán pudo ver a Sonya Walker sentada al costado del aparato, sosteniendo en sus manos una masiva ametralladora Vulcan, colocada a cada lado, para abrir fuego nada más el enemigo se hiciera visible. El hombre sintió cierta preocupación al verla acompañándolos a tan temible batalla, pues aún estaba recuperándose de sus heridas, pero las ganas de la mujer por combatir hacían que resultase imposible frenarla. En cierto modo, no podía negar que le reconfortaba tenerla cerca, aunque la preocupación porque le sucediese algo también afloraba.

Todos ellos formaban parte de una formación de unos cinco helicópteros Albatros que había sido desplegada para escoltar a unas diez naves de transporte Buitre, en cuyo interior había soldados de Infantería Básica y algunos de Vanguardia. Los aparatos median unos 6 metros de longitud por unos tres y medio de envergadura y eran de un color negro muy apagado. Todo ellos habían sido solicitados por el capitán Carville para su uso en un ataque aéreo contra el principal bastión del Linaje Congelado, ese lugar donde estaba oculto el Conducto. Jason ya se había hartado de seguir haciendo las cosas de manera minuciosa. Era verdad que una estrategia bien organizada resultaba ser la mejor forma de llevar a cabo una batalla, pero a veces, un poco de fuera bruta tampoco resultaba mala. Sabía que los Gélidos estaban acorralados y pese a la decisión de ir capturando cada uno de sus puestos avanzados, sabía que no podían seguir e ese modo. Ya habían sido demasiadas vidas segadas y el coronel Maddox empezaba a resultar especialmente molesto al cuestionar su liderazgo en esta operación.

El potente sonido de los propulsores de los cazas de combate Cernícalo resonó en todas partes. Los ocupantes del Albatros vieron a ambas naves adelantando con velocidad impresionante al resto de la dotación voladora. Carville también había pedido el despliegue de cuatro de estas aeronaves para bombardear posiciones enemigas que pudieran contener armas o tropas que les pudieran poner las cosas difíciles. Esperaba que no derribasen alguno de estos aparatos. Eran muy caros y su perdida para el Mando Militar y la División Aeroespacial no era algo deseable.

Los helicópteros siguieron su avance mientras que todos esperaban llegar a su objetivo. Una vez allí, una gran tormenta se desataría. Una de devastación y locura.

— ¿Emocionado con lo que le has conseguido? —preguntó en ese mismo instante Strickland, haciendo que volviese la vista hacia él.

Su amigo se hallaba sentado en el asiento del lado derecho. Portaba un casco como él, pues al ir en helicóptero, era conveniente ir bien protegidos en caso de accidente. Sus azules ojos le brillaban con especial candor. Sin ninguna duda, parecía bastante animado con la contienda pero también notaba cierto recelo en su mirada. Estaba claro, tras la trágica noche que vivieron, le iba a resultar difícil recuperarse de todo lo vivido.

—Lo único que espero es que logremos llegar hasta ese maldito artefacto sin perder a nadie más —le dijo con apacible serenidad—. Ya estoy harto de ver morir gente, ¿no crees?

Ese comentario sonó bastante sombrío. Strickland se quedó callado sin saber que responderle en principio, pero comprendió a que se refería. Todo el tiempo que llevaban allí, habían visto caer a muchos soldados y sufrir a los que estaban heridos. Estaba resultando una campaña más dura de lo que esperaban y Jason estaba recibiendo una enorme presión por parte del Mando Militar para que diera resultados, de ahí que estuviera harto y decidiese desplegar toda esta formación de ataque. Iba a acabar con todo de una vez por todas.

—Sabes, eso va a ser complicado de lograr —le comentó sin más el hombre—. Pero no creas que no dudaré en ir a luchar como todos los demás.

Carville sonrió ante la frase que acababa de soltarle su amigo. Al menos, no podía negar que siempre le echaba voluntad, algo digno de admiración. Pero aun contando con naves de apoyo, estaba seguro de que sería una lucha dura y encarnizada. Los Gélidos encontraron el Conducto antes y no iban a dudar en defenderlo con todas sus fuerzas. Y un enemigo que lo da todo al borde de la derrota, era muy peligroso.

—Esta va a ser una batalla difícil, como todas —habló de forma repentina Sonya, quien seguía observando el nevado paisaje mientras sostenía los agarres de la ametralladora—. Pero eso no significa que debamos tener miedo. Los que deberían tenerlo son nuestros enemigos, porque vamos a descargar toda nuestra furia sobre esos bastardos.

Ambos hombres pudieron ver como la mujer los miraba de refilón y notaron la furia emanando de sus marrones ojos como las llamas de un fuego que cesase de arder. Carville sabía porque Walker había embarcado con ellos, que razón la había impulsado a querer participar en esta batalla. Ansiaba venganza contra los Gélidos por todo lo que le habían hecho. No solo por las marcas de las quemaduras que había en la parte derecha de su rostro esas heridas que tenía en la pierna, era por Tina. Esa joven chica era lo más importante para la sargento y perderla fue un golpe demasiado duro. El único modo de resarcir iba a ser cobrarse la vida de todos aquellos seres, pero en particular, a quien ella deseaba encontrar, era a Sif. Si la tuviera enfrente, el capitán no dudaba de que la chica acabaría con ella sin ninguna piedad ni vacilación.

—Pues espero que durante esta batalla nos cubras las cabezas —comentó jocoso Strickland—. Si tan dispuesta estás a luchar, más vale que así sea. No quiero volver a verme atrapado en más cagadas.

La chica le respondió con un mero asentimiento. Luego, volvió su vista hacia delante y permaneció de nuevo callada. Carville se la quedó mirando con cierta pena. Le angustiaba ver a Sonya de ese modo, tan triste y sombría. Había pasado por tantas cosas malas y aunque no era la única, el tenerla tan acerca, hacía que todo resultase más duro. Pese a esto, se dijo que no podía apiadarse de nadie. Ella iba a luchar y con eso, le bastaba. Su creciente ira la alimentaría en esta cruenta confrontación, eso era lo que debía tener claro.

Algo apenado, observó el helado paisaje de Midgard, con sus bosques recubiertos de blanca nieve sembrándolo todo. El aspecto inhóspito y misterioso que poseía este lugar le daba un cierto toque de enigma, de que entre esos árboles y rocas había ocultos increíbles secretos. De niño, leía historias de exploradores que recorrieron los lugares ms indómitos en la Tierra, mucho antes de que se idearan naves capaces de viajar a la velocidad a la luz o comunicaciones portátiles que permitían estar en contacto con los demás desde situaciones remotas. Personas como Marco Polo, quien fue desde Venecia hasta China por medio de la Ruta de la Seda, o Cristóbal Colon, cuyo ávido deseo de descubrir le llevó a topar con el continente americano, todo ello sin olvidarse de Lewis y Clark, los cuales recorrieron Estados Unidos entera para alcanzar el océano Pacifico. Pero de todos ellos, el que más le fascinaba era Ernest Shackleton, un hombre obsesionado con cruzar la Antártida antes que nadie. No llegó a conseguirlo, pues el explorador noruego Roal Amundsen se le adelantó, pero aun así el hombre no desistió y hasta el fin de su vida, persiguió el sueño de explorar aquel continente helado por completo. La historia de este hombre le acompañó por mucho tiempo y siempre se dijo, que seguiría su espíritu de aventura. Por eso, siendo apenas un hombre al llegar a los 18, se alistó en las fuerzas de Infantería Básica. Quería viajar y conocer mundos nuevos. Mundos como Midgard, en cuyos ojos se perdía el horizonte, aunque ahora tenía claro que esto que vivía no tenía nada que ver con lo que imagino de joven.

—Señor, nos acercamos a los objetivos marcados —le informó el piloto del Albatros, interrumpiendo la visión de aquel hermoso mundo que en nada se iba a resquebrajar.

—Recibido, proceda según lo acordado —respondió.

Strickland y él se miraron por un instante., adivinando en los ojos de cada uno lo que estaba por llegar. Sin dudarlo, Carville activó el intercomunicador y se dispuso a transmitir las órdenes a todos.

—Muy bien soldados, aquí el capitán Jason Carville, —Su voz sonaba directa y clara— nos disponemos a desembarcar para el asalto de la base enemiga, así que procedan según las ordenes.

Contuvo la respiración un pequeño momento, tomando fuerzas para dirigirse a los demás. Notaba los ojos marrones de Sonya sobre él, esperando a que dijese lo que tenía que decir, como el resto de la dotación. Dejando salir el aire por su boca, prosiguió con las órdenes.

—A los pilotos de los Albatros, diríjanse hasta las zonas designadas y despéjenlas de presencia enemiga con sus ametralladoras. Solo procedan al despliegue de tropas una vez todo esté libre. Tras esto, prosigan con el vuelo para cubrir a los soldados, ¿entendido?

Varias voces de hombres y mujeres le respondieron de forma ordenada, dejando claro que lo habían comprendido todo.

—A los Buitres, aterricen en las zonas designadas y regresen a base. En cuanto todo este terminado, les solicitaremos para la recogida.

De nuevo, por el intercomunicador, cada piloto le respondió de forma afirmativa.

—Por último, a los líderes de escuadrón, dirijan a sus soldados a los objetivos señalados y captúrenlos, eliminando cualquier presencia enemiga con la que topen —Carville se estaba poniendo un poco tenso al decir esto, pero su amigo Strickland le señaló que continuase. Tenía que hacerlo—. Si hallan túneles, bloquéenlos con explosivos y barricadas. Que esos bastaros no avancen ni un paso.

Ya una vez todo estaba preparado, el capitán hizo una seña l piloto del Albatros y este viró la nave hacia la derecha, desviándose del grupo con el que viajaba. La nave se ladeó un poco y los ocupantes notaron la suave inclinación. Sonya, apostada en el costado, notó su cuerpo contactando con el aire cercano y la fuerza gravitacional del suelo que deseaba atraerla, pero no cayó. La soldado tampoco llegó a inmutarse por ello. Estaba en trance, a la espera de que todo se iniciase.

Dentro, Jason se levantó un poco para observar el complejo de formaciones rocosas que allí había. Pequeños cañones y entradas a grutas subterráneas revelaban un terreno escarpado y a primera vista, difícil de acceder. El capitán esperaba que el desembarco y posterior ataque no se dificultase por la arquitectura geológica tan caprichosa del lugar. Desde luego, los Gélidos jugaban con ventaja para defender. Vigilando con la vista, topó con algo que lo puso en tensión. En un terreno elevado, había un pequeño bunker y lo que parecían dos cañones de iones de color azul oscuro.

—Cernícalos, a vuestras 3 al este, dos objetivos, cañones de iones —informó con rapidez a los cazas de combate.

—Recibido —contestó el líder de la escuadra—. Cernícalos 2 y 3 se ocuparán.

Dos cazas pasaron por el lado izquierdo del helicóptero emitiendo un ensordecedor rugido. Antes siquiera de que pudiera llegar a pestañear, interceptaron a sus objetivos y les lanzaron un misil que los hizo estallar en un gran explosión de color azul claro muy intensa. Su cuerpo, en guardia ante lo que pasase, se relajó un poco.

— ¡Ves, te dije que era una gran idea traer aviones!— exclamó entusiasmado Strickland.

Jason no pudo evitar reprimir una leve sonrisa. Por una vez, deseaba ser optimista y pensar que la victoria estaba de su lado esta vez, pero prefería ser cauto. Miró a Sonya, quien era testigo directo del momento. Permanecía inmutable, como si estuviera en pleno trance de meditación. Seguramente estaba concentrada, preparándose para lo que estaba por venir. Esto no era más que un mero preludio.

—Albatros 4 y 5, ocupaos de esa posición —ordenó Carville con presteza—. Los Cernícalos ya lo han despejado de armas antiaéreas.

—Recibido, capitán.

Vio como los dos helicópteros se dirigían a esa posición y al tiempo que ya llegaban, del interior del bunker salían un grupo de Gélidos, dispuestos a luchar.

— ¡Ahí los tenemos! —Gritó con ganas Walker—. ¿Abro fuego?

Observó el gesto contraído de la sargento mayor, en completa tensión mientras sostenía la ametralladora con ganas de abrir fuego. Sin ninguna duda, tenía ganas de matar.

—Espérate —le dijo Jason—. Déjaselo a los otros.

Pese a su deseo, la chica le hizo caso y se calmó, aunque sabía que esa quietud no duraría.

Mientras, los Albatros tomaban posiciones y se deshacían de los Alfar. Uno abría fuego desde la ametralladora que portaba bajo el morro y el otro disparaba con uno de los costados. Los Gélidos caían con velocidad frente al devastador ataque y los que quedaban con vida, buscaban cubrirse donde podían. En medio de ese caos, ambos helicópteros aterrizaron y de dentro, dos escuadrones de soldados descendieron, desplegándose sobre el terreno y preparándose para asaltar el bunker. El helicóptero donde viajaban pasó por encima y fue adentrándose en territorio enemigo.

Mientras Jason no dejaba de mirar de un lado a otro para comprobar la situación, su amigo Dave revisaba su fusil de asalto Víbora modelo 2, comprobando que el cartucho de munición encajase bien el hueco del cargador y que no se encasquillase, pues cualquier pequeño fallo era ms que suficiente para acabar a merced de los adversarios. El vehículo aéreo traqueteó de nuevo, haciendo que los ocupantes se revolviesen un poco. Todos estaban algo ansioso, pues no tardarían en entrar en combate. Carville confiaba en que esta vez, las cosas fuesen mejor. De repente, el piloto le llamó.

—Señor, ¡tenemos enemigos en el costado derecho! —avisó algo asustado.

El capitán se volvió hacia Sonya, quien tan solo se limitó a asentir, entendiendo lo que tenía que hacer. El helicóptero viró un poco a la izquierda y Walker avistó a tres Gélidos que salía a de una gruta, buscando cubrirse tras varias rocas. Iban armados con arcos de carga protónica, muy peligrosas armas para ellos, pues podían derribar el Albatros. Sin dudarlo aferró los agarres de la ametralladora Vulcan y apuntó hacia el trio extraterrestre, abriendo fuego contra ellos. El cañón rotatorio del arma giraba con velocidad mientras escupía decenas de balas. No dejaba de temblar y la propia Walker sentía la fuerte convulsión en su propio cuerpo. Antes siquiera de que pudiera mirar, la tormenta de proyectiles impactó en los cuerpos de los Gélidos. Dos recibieron la oleada de pequeño metal en sus torsos, piernas y cabezas. A uno, el cristal del casco se le hizo añicos, cayendo pequeños trozos del material transparente al suelo junto con rastros de sangre purpura. El tercero logró salvarse de milagro, cubriéndose tras una roca, pero acabó herido en uno de sus brazos. Al ver el desastre ocasionado, Sonya se sintió eufórica y satisfecha. Empuñando el cañón, no dudó en disparar contra el Gélido que se había puesto a cubierto, aunque el helicóptero no tardó en dejarlo atrás.

—Atentos, podría haber más enemigos— dijo Carville para que todos estuviesen alerta.

Sonya, todo Gélido que atisbase en su radio de visión, probaba el implacable fuego del a ametralladora que portaba. Nunca antes se había sentido así, disfrutando de dar muerte a otros enemigos. Hasta no hacía mucho, había mostrado piedad por ellos e incluso, sentía pena por lo que les estaba pasando. Sin embargo, el odio que encerraba contra ellos era tan enorme, que ya no le temblaba el pulso a la hora de matarlos. De hecho, esperaba acabar con todos ellos, tanto por lo que le habían hecho, como por lo que le pudiesen hacer.

Alrededor, la batalla se desarrollaba según lo previsto por el capitán. Los helicópteros diezmaban a los Gélidos que surgían de sus guaridas y aterrizaban para dejar a los soldados que transportaban. Estos se desplegaban e iniciaban los ataques contra los búnkeres allí presentes para eliminar cualquier molesta presencia. Mientras, los Cernícalos continuaban bombardeando toda la zona designada. Con sus misiles de largo alcance, destruían los cañones iónicos que eran versione reducidas de los Lindworms y con cargas explosivas, destruían cualquier puesto avanzado que topasen. Las potentes explosiones resultantes de color entre azul claro y morado resaltaban con fuerza en ese lugar.

—Parece que de momento, las cosas marchan bien —espetó con cierto optimismo Strickland.

Jason quería confiar en las ilusionadas palabras de su amigo, pero sabía que no debía fiarse. Todo podía irse al traste en menos de lo que pensaba y por eso, más le valía no bajar la guardia. Ya se confió una vez y eso, fue suficiente. Lo ocurrido aquella noche, no se iba a volver a repetir.

—Señor, aquí sargento mayor Bautista, —dijo la fuerte voz de una mujer por el intercomunicador del capitán— ya hemos desembarcado en la zona asignada. Nos disponemos a tomar las posiciones enemigas y entrar por los túneles tal como se nos ha ordenado.

—Recibido sargento, procedan con cuidado.

Recostado en su asiento, Jason no dejaba de penar en cómo estaba desarrollándose todo. Escuchaba el sonido de los disparos de la ametralladora Vulcan que Sonya accionaba para acabar con todo lo que veía. Aquel sonido, junto con los que generaban las otras naves y las explosiones, se estaba agolpando en su cabeza. Bajo otras circunstancias, no dudaría en querer poner fin a este molesto soliloquio, pero para él, se había convertido en su perfecta música de acompañamiento. Ya nada le perturbaba, incluso, le gustaba sentirlo.

—Señor, nos aproximamos a la zona de aterrizaje.

Al escuchar esto, Carville miró a su amigo y no dudó en prepararse para lo que acontecía.

—Pues descienda —ordenó.

La nave inició la maniobra, dando una pequeña vuelta para evitar fuego enemigo y fue bajando. Jason miraba a su izquierda, notando cada vez más cercano el suelo y viendo como los helicópteros y soldados mantenían a raya a los enemigos.

— ¿Listo, Dave? —preguntó a su amigo.

—Después de ti —le respondió sin dudas.

Los dos hombres empuñaron sus armas y Jason miró una última vez a Sonya. La sargento mayor se apeó de la ametralladora, agarró su fusil de combate y se disponía a ir con ellos.

—No Walker, tu quédate —le dijo de forma repentina. Aun estás herida y no quiero que te pase algo malo.

La mujer le miró contrariada y antes de que fuera a decirle algo, bajó la primera. Strickland se le quedó mirando impactado pero ninguno dijo nada.

Ya en tierra, comenzaron a correr con celeridad. Estaban en medio de una reinante confusión en la que no sabían como actuar en un principio. A su izquierda, Jason avistó a un grupo de Alfar acercándose hacia ellos. Justo antes de gritarle a Dave y Sonya que se pusieran a cubierto, el rápido fuego de la ametralladora frontal del Albatros que acaba de dejarlos masacró a estos. Aun con sus cuerpos revueltos, Carville y Strickland decidieron reagruparse con los soldados que encontrasen. Walker les siguió sin apenas inmutarse ante lo que contemplaba.

A gran velocidad, recorrieron el lugar, evitando fuegos cruzados y cualquier Gélido con el que topasen, y llegaron hasta una zona cubierta donde un médico atendía a algunos heridos. Jason se dirigió a este.

— ¿Dónde está vuestro líder?— preguntó alzando la voz, pues el sonidos de disparos y explosiones impedían escuchar bien.

—El sargento Karim Medina está un poco más adelante— le señaló el hombre.

Con esta información, Carville llamó a sus dos acompañantes y pusieron rumbo en busca del sargento.

En un pequeño parapeto improvisado entre unas rocas, encontraron a Karim Medina. Era joven, puede que de unos treinta años o menos, y su piel morena resaltaba entre tanto blanco. Sus ojos verdes claros mostraban la frustración que sentía al combatir. Delante, varios Alfar disparaban sin cesar sus lanzas de plasma, haciendo que asomar la cabeza por encima de la cobertura fuese un suicidio. Los dos hombres y la mujer llegaron justo al lado del sargento, quien no dejaba de gritar a sus hombres que tirasen un par de granadas para hacer retroceder a los Gélidos.

—Sargento Medina, ¡soy el capitán Jason Carville! —Le llamó con fuerte voz—. ¿Cómo está la situación?

— ¿Usted cómo la ve, capitán? —preguntó molesto el hombre—. ¡Estamos bien jodidos!

La respuesta del sargento no era lo que esperaba, aunque parecía más que obvio. Él lo que quería saber era sí podrían o no avanzar, pero viendo la situación, se revelaba como una empresa más complicada de lo que creía.

—Bien, arrojen unas granadas e intentaremos distraer el fuego mientras lo hacen....

El impacto de varias balas sobre el suelo hizo que trozos de roca y nieve saltasen sobre sus cabezas. A cubierto, Jason notó la vibración de los disparos en el suelo y en las paredes rocosas. La sombra de un Albatros cubrió sus cabezas por un instante antes de retirarse. Al levantarse, vieron a los Alfar tirados en el suelo. La mayoría estaban bien agujereados, dejando salir sangre purpura de sus heridas. Solo un par seguían con vida, arrastrándose de forma penosa. Medina y otro soldado avanzaron hasta estos rezagados y los ejecutaron sin miramientos.

—Parece que los planes han cambiado —exclamó con alegría el hombre.

Juntos, el equipo inició su avance hasta el lugar que deseaban alcanzar, la entrada que los llevaría por debajo de esta montaña hasta el lugar donde se suponía que estaba el Conducto. Durante esta acelerada carrera, el grupo era cubierto por el helicóptero Albatros que no hacía mucho les había lirado del primer grupo de enemigos. La notaba giraba con rapidez en el aire y sorprendía con la ametralladora que portaba bajo el morro a todo enemigo que se les pusiera al alcance. Un Jotun, armado con una descomunal hacha, surgió de dentro de una caverna y trató de atacarles. El grupo se retiró un poco y una de las ametralladoras Vulcan del costado del helicóptero lo fulminó a balazos. El gigante Gélido se tambaleaba, buscando resistir, pero no tardó en recibir varias granadas de parte de Carville y los otros, que al estallar, lo hicieron caer al suelo. El grupo aprovechó para seguir corriendo y no tardaron en llegar a la entrada que deseaban tomar.

Un buen número de enemigos les esperaba y no tardaron en ser recibidos por los disparos plasmáticos de estos. Se movieron desesperados, tratando de encontrar un sitio donde cubrirse, pero apenas hallaban. De repente, el Albatros que les estaba cubriendo, surgió del flanco derecho y abrió fuego contra todo enemigo que encontraba. Los Gélidos se movieron para evitar la devastadora ráfaga de balas, pero varios cayeron ante esta. Sus cuerpos eran despedazados por el inmisericorde chorro de proyectiles metálicos, llegando a seccionar manos y piernas de sus cuerpos. La sangre púrpura de estos manchaba el blanco suelo. Viendo la situación despejada, Jason ordenó a todos que se moviesen.

— ¡Vamos, vamos! —gritaba, tratando de que todos se moviesen con rapidez.

El helicóptero dio la vuelta para volver a cubrirles, pero al mirarlo, Jason se dio cuenta de que no era una buena idea. Una flecha provista de carga protónica se clavó en la cola de la nave y explotó. El Albatros comenzó a perder altura y en poco tiempo, chocó contra el suelo, patinando sobre la húmeda nieve y llevándose por delante a dos alfar que tuvieron la mala suerte de cruzarse en su camino.

— ¡Atrás todos! —exclamó muy atemorizado Strickland.

Eso hicieron, pero algo peor iba a pasar. Mientras el helicóptero seguía recorriendo la superficie helada, su ala derecha descendió, haciendo que sus aspas chocasen contra el suelo, rompiéndolas. Varios pedazos volaron por los aires. Jason, al ver esto, agarró a Sonya y juntos se agacharon.

— ¡Al suelo, rápido! —alertó al resto.

Los trozos de aspa volaron sobre sus cabezas y para su fortuna, no parecieron herir a nadie. La nave terminó su avance errático y se detuvo, volcada del costado derecho y con el ala izquierda en alto, mientras sus aspas no dejaban de moverse. Tras esto, se pusieron en pie.

— ¡Hacia el helicóptero! —Mandó Carville—. ¡Hay que sacar a los heridos antes de que estalle!

Se volvió un instante y vio tirado en el suelo al sargento Karim Medina. Sonya también se giró y quedó petrificada al ver al hombre. En su cuello, tenía clavado un trozo del aspa. Los dos avanzaron hasta él y vieron como la sangre le salía a borbotones. Walker se dispuso a sacársela pero Jason le agarró las manos para evitarlo.

—Si lo haces, morirá desangrado —le dijo muy serio mientras la miraba a los ojos—. Vamos a arrastrarlo hasta el helicóptero.

Juntos, cogieron el cuerpo agonizante del hombre y lo arrastraron hasta la nave caída. Al tiempo que hacían esto, Strickland y los otros soldados llegaron al Albatros derribado. Mientras que dos intentaban abrir la puerta de la cabina para sacar a los pilotos, el resto disparaba a los enemigos que se iban acercando. Carville y Walker mantenían sus cabezas gachas, notando el súbito silbido de las balas y las calientes bolas de plasma al pasar sobre ellos. Desesperados, lograron llegar hasta el lugar del siniestro y pusieron a Medina contra el aparato.

—Un médico, ¡por Dios! —Dijo desesperado—. ¡El sargento está perdiendo sangre!

El único sanitario presente se acercó a ellos y atendió al sargento herido, pero por la expresión de su cara, parecía evidente que no iba a poder salvarlo. Los otros dos soldados sacaron a los pilotos y los colocaban cerca para que fuesen atendidos. Jason y Sonya se adelantaron a donde estaba Strickland para ayudarle. Ambos disparaba a todo Gélido que veían, pero el enemigo estaba resultando más molesto de lo esperado. Y la posición en la que se hallaban era la peor, pues estaban completamente expuestos. Carville concluyó que lo mejor era avanzar hasta la entrada. Allí, estarían más cubiertos.

—Strickland, Walker, ¡vamos a mover a los heridos a la entrada!

Sus dos compañeros asintieron con claridad y avisaron al resto. Se adelantaron para eliminar a cuanto Alfar pudiesen y dos soldados movieron a uno de los pilotos hasta la entrada. Justo en ese mismo instante, otro segundo helicóptero apareció y atacó a los enemigos que tanto les hostigaban.

—Menos mal, ¡joder! —expresó aliviada Walker.

El albatros hizo un vuelo rasante y diezmó a todos los Allfar que se encontraban. Carville avistó a uno portando un arco de carga protónica y sin dudarlo, lo abatió para evitar que derribase el aparato. Los tres se cubrieron tras unas rocas y recargaron sus armas.

—Jason, ¡dile al resto que ya pueden moverse!

— ¡Deberían estar haciéndolo ya!

El hombre se volvió para señalarles a los soldados que ya podían moverse cuando el helicóptero derribado explotó. Jason fue lanzado hacia atrás por la potente onda expansiva y cayó de espaldas sobre el suelo, notando el intenso calor que emanaba del estallido. Confuso, sintió como le arrastraban y pudo ver el vehículo ardiendo. Junto a este también vio los cuerpos de Medina, el médico y el piloto herido. Todos quemándose de forma intensa, con llamas anaranjadas devorando sus cuerpos. Para cuando lo pusieron contra unas rocas, su mente comenzaba a despejarse.

— ¿Estas bien? —preguntó llena de preocupación Walker.

Poco a poco, recuperó algo de su maltrecha visión y pudo ver el moreno y afilado rostro de la sargento mayor. Posó su mano en el hombro de la mujer, aunque le costó un poco, y asintió con torpeza. Al notar que parecía bien, Sonya se mostró aliviada. Strickland, en cambio, estaba muy nervioso ante todo lo que ocurría. Un grupo de soldados apareció de forma repentina por el flanco derecho, lo cual, calmó los ánimos.

—Soy la sargento Connor —se presentó una mujer de porte recio y en los cuarenta años—. Venimos para cubrirles.

—Más bien deberían de acompañarnos —sugirió Strickland, quien miraba los restos del helicóptero estrellado—. Hemos perdido a unos cuantos por el camino.

Levantándose con cierto esfuerzo, Carville tomó el relevo de su amigo para hablar y comentó con la sargento Connor lo que iban a hacer a continuación. La mujer pareció comprender todo e informó a sus soldados.

—Muy bien, en marcha —dijo Carville a sus compañeros.

De este modo, el grupo retomó el paso y llegaron a la entrada. Una vez allí, Carville miró una última vez atrás, presenciando toda la destrucción ocasionada. Walker, a su lado, le dio un leve toque para ponerse en macha. El hombre se volvió ella y le asintió de nuevo. Juntos, se adentraron en la cueva, directos hacia el Conducto.

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