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Capitulo 21- Conspiraciones.

18 de Mayo de 2665. Sistema Berjan. Planeta Heliopolis. 13:45.

La ceremonia se había realizado en el Mausoleo Central, lugar en el cual eran enterrados todos los eruditos principales que conformaban cada una de las doctrinas. Era el único lugar donde los líderes de cada doctrina acababan reunidos sin entablar turbios debates ni provocar acaloradas discusiones. No, allí dentro lo único que predominaba era el silencio. Calmado y sereno, el ambiente resultaba idóneo para acompañar a los caídos en sus últimos momentos antes de dejarlos allí, para que se conservasen hasta el fin de los tiempos.

Ella permaneció callada durante todo el ritual de enterramiento. Vio como el cuerpo de Osiris recibía las bendiciones correspondientes por parte de los líderes de cada doctrina. Pese a que Amón y Ptat fueran rivales acérrimos de su hermano, le tenían un inmenso respeto y admiración. Así se lo hicieron saber mediante sus discursos, enumerando todas las hazañas y descubrimientos que la Quimera había realizado a lo largo de sus 18 vidas. Escuchar todo aquello, hizo que Isis se removiese por dentro, como si cada recuerdo fuera un duro golpe para ella. A pesar de esto, e mantuvo estoica. Lo último que podía era mostrar debilidad frente a sus congéneres. Pese a todo, cuando llegó su turno para presentar sus respetos hacia Osiris, se vio incapaz. Fue Neftis quien tuvo al final que hablar sobre su maestro y lo importante que había sido para la Estirpe Cambiante su liderazgo en el curso de estos eventos, desde el encuentro con sus maestros, hasta estos turbulentos días con el Gran Colapso aproximándose.

Tras esto, el siguiente paso de la ceremonia consistía en un gran homenaje realizado por unos jóvenes aprendices, los que Osiris había instruido personalmente, consistentes en un espectáculo de hologramas y luces que representaban la vida de la Quimera, incluyendo cada contribución y descubrimiento realizado. Fue un momento muy emotivo, algo que enterneció bastante a Isis, pues le hizo añorar a su hermano con gran fuerza. En medio de aquel evento, observó todo el amplio atril, prestando atención a las reacciones de sus congéneres. La mayoría permanecían calmados mientras presenciaban la emotiva obra y unos pocos sacaban a relucir sus emociones. Siguió registrando el lugar hasta que sus ojos se cruzaron con las azuladas esferas de su hermano Set. En ese mismo instante, apartó su mirada. De todo lo ocurrido, no era solo la muerte de Osiris lo que la había afectado.

Una vez el homenaje había concluido, un grupo de siervos, ayudados de una grúa robotizada, introdujeron la urna de cristal, donde se hallaba el cuerpo de Osiris, en su correspondiente hueco de la sección donde se encontraban el resto de cadáveres de la Quimera. El Mausoleo del Descanso Perpetuo estaba conformado en su interior por una serie de filas de columnas dispuestas en un complicado laberinto. Cada columna representaba a un Maestro o investigador de gran representación, que por su contribución al desarrollo de la Estirpe Cambiante, ya era merecedor de ser enterrado en ese lugar al morir. El sitio estaba conformado por un gran número de tumbas dedicadas a los miembros menores mientas que el centro lo ocupaban los más importantes, incluyendo líderes de cada doctrina.

Isis se acercó hasta el sarcófago transparente antes de que lo elevasen para colocarlo en el interior del hueco. Allí, podía ver a su hermano descansar plácidamente, vestido con una túnica de color blanco impoluto mientras que sus ojos permanecían cerrados, mostrando la paz en la que este se hallaba. Un fuerte contraste con la desesperada situación en la que se hallaban ellos. Posó su mano sobre el cristal y un dejo de dolor y añoranza se presentó en su mente. Neftis y Atum, muy próximos a ella, percibieron ese sentimiento y le aconsejaron que lo ocultase. La doctrina de Aton no estaba en condiciones de mostrar debilidad ante sus rivales. Serenándose lo mejor que podía y bloqueando sus pensamientos para que nadie los percibiese, Isis fue apartándose para dejar que se llevara a cabo el entierro de su querido hermano. Cuando vio como la urna era elevada por los mecanismos del brazo robótico, no pudo evitar pensar en lo difícil que iban a ser las cosas sin su hermano cerca. Una vez terminó, se alejó de allí. Lo último que deseaba era confrontarse con los otros líderes. Más, después de ser quienes lo habían apartado a su hermano de la posición del guía de la Estirpe Cambiante, condenando de ese modo a toda su especie. Para ella, todos no eran más que traidores.

Caminó con decisión hasta salir del Mausoleo. Unos guardias Snyzar le saludaron con educación y ella los dejó atrás. Iba en dirección al exo-transporte para viajar a su residencia cuando de forma repentina, una voz la hizo detenerse.

Hermana, tenemos que hablar.

Al volverse, pudo ver a Set parado allí mismo. El ser de orejas puntiagudas y rostro negro había aparecido con una ubicuidad perfecta, como si se hubiese teletransportado allí para alcanzarla en el momento oportuno. Se quedó esperando a la que Isis dijese algo. Pero lo único que la Quimera le entregó fue doloroso silencio.

Espera, ¡no puedes marcharte sin que antes discutamos algo! —gritó desesperado Set.

Ella se volvió para mirar con desdén a su hermano. Le odiaba por darles la espalda a todos en un momento tan comprometido como este y ahora que Osiris estaba muerto, parecía que quisiera volver a ayudar, como si su traición no hubiera significado nada. Pero no lo iba a permitir, de hecho, iba a apartarlo hasta finalmente expulsarlo del grupo. Si quería, podía irse junto a las otras doctrinas que había decidido apoyar.

Yo no tengo nada de qué hablar contigo —fue lo que le respondió.

Iba a entrar en el exo-transporte cuando notó a Set aproximándose a ella. Antes siquiera su hermano llegase a estar a solo un metro, Isis se volvió, haciendo a este retroceder. Sus ennegrecidos ojos mostraban una ira pocas veces vista en una Quimera. Notando las pocas ganas de su hermana de querer hablar con él, Set retrocedió intimidado y la dejó marcharse.

Ya dentro del vehículo, Isis no pudo dejar de pensar en lo terrible que iba a resultar todo. Ahora que la doctrina de Aton no estaba en el poder, no tardaría en ver como el apoyo de las Quimeras hacia la guerra contra los humanos se incrementaría. Ya no se perseguirían la búsqueda de artefactos de la Primera Raza, sino que se entregarían a la aniquilación total de una especie con la que en primer lugar, jamás debieron de enfrentarse. Todo ello, mientras la gran amenaza, conocida como el Gran Colapso, se aproximaba inexorable. Si tan solo supieran lo que era realmente, quizás no estarían tan divididos, aunque por otro lado, dudaba de si revelar toda aquella información era la mejor idea. Solo en pensar como Amon, ese ser de cuernos en espiral tan insolente, y Ptat, el altanero halcón, reaccionarían ante semejantes palabras, hacían que la pobre Quimera no pudiera sentirse más resignada. El vehículo traqueteó un poco mientras avanzaba por la amplia calzada de railes. A su alrededor, los edificios de tonos dorados y cúspides triangulares se mostraban en todo su esplendor. También se podían ver otros transportes desplazándose sobre las pistas y Quimeras y varios siervos por las sendas de paso yendo de un lado a otro. Heliopolis era un área bulliciosa, repleta siempre de continua actividad. Ahora más que nunca, debido a la abrupta muerte de su querido líder Osiris. Querido ahora, pero cuando las otras doctrinas decidieron que él y su grupo ya no podrían jamás tomar decisiones por el bien de su especie, ya no era tan amado. Entristecida por todo lo que estaba pasando y deseando con todas sus fuerzas que su preciado hermano estuviera aquí para ayudarla en tan terribles tiempos, Isis se limitó a ignorar todo lo que la rodeaba y acomodarse en su asiento mientras el exo-transporte la llevaba de vuelta a su residencia. De momento, lo único que deseaba era descansar, poder olvidar todos los problemas que se agolpaban e intentar sanar su herida alma ante la pérdida de alguien a quien jamás volvería a ver.

18 de Junio de 2665. Sistema Berjan. Planeta Heliopolis. 16:34.

Desde aquel entierro, Isis permaneció encerrada en su residencia. Tan solo asistió más que a un par de meras consultas sobre la administración de las colonias y poco más. Las otras dos doctrinas siguieron con sus propios asuntos, sobre todo Ra, la cual tenía que reparar los destrozos provocados por la incursión humana. Pocas reuniones hubo en ese tiempo y las que tuvieron lugar, fueron presididas por Atum y Neftis, pues ella aun no tenía animo alguno para reunirse con los otros. En cuanto a su hermano Set, dio la orden de que no se le informase de ningún asunto tratado tanto dentro como fuera del grupo y se le impidió asistir a los encuentros con las otras corrientes. Esto, por supuesto, le enfureció y amenazó con llevar este asunto a la próxima Asamblea pero Isis se mostró recta en su determinación y le dejó bien claro que jamás volvería a formar parte de la doctrina de Aton. Las consecuencias por esto, iban a ser devastadoras para todos ellos, le dejó bien claro su hermano ese día que fue a visitarla a su residencia.

Pese a que las cosas no fueran tan ajetreadas en el mundo de las Quimeras, fuera, las cosas iban a un ritmo vertiginoso. Por un lado, la campaña humana sobre Midgard estaba siendo cruenta. A pesar de resistir los continuos ataques del enemigo, los Gélidos mostraban cada vez mayor debilidad. Pese a que en otras circunstancias se negaría, Isis comprendió la necesidad de mandar refuerzos para apoyar a las fuerzas del Linaje Congelado, pues en poder de ellos estaba ese enigmático artefacto conocido como el Conducto. La información enviada les había revelado que en su interior se hallaba una inteligencia artificial que parecía capaz de interactuar con los allí presentes. Todas las Quimeras ansiaban dialogar con tan increíble entidad, esperando que les revelase mayor información sobre la Primera Raza y los objetos que fueron dejando a su paso. Pero con los humanos presionando, se hacía una empresa imposible de realizar. Para colmo, en el hogar natal del Linaje Congelado estaba a punto de estallar una guerra civil. Los Vanir, bando derrotado en la Pugna Tribal, habían tratado de asaltar una fortaleza en la que se hallaba el monarca de la especie, Odín. Este había quedado gravemente herido y la tensión ante un posible nuevo conflicto, hacía que la posibilidad de mandar ayuda a Midgard resultase complicada. A eso había que sumar que los Inmortales habían atacado una de las colonias establecidas en el Sistema Solar de la humanidad, sitio donde se hallaba el hogar natal de estos seres. Todos los acontecimientos se estaban precipitando de un modo que ni podía imaginar y sentía que era incapaz de controlarlo por más que lo intentase.

Acostada sobre una cómoda de superficie esponjosa negra enterrada dentro de un semiovalo de metal, Isis se encontraba recostada de lado. En su cabeza, no dejaba de pensar en por que Osiris había decidido no producir un nuevo clon de él mismo. Todas las Quimeras hacían esto en la medida de que era la única forma de seguir prolongando sus existencias, pues por más que lo habían intentado, sus cuerpos no aguantaban más de 300 años. Creaban un clon de ellos mismos, lo instruían de forma milimétrica para que se pareciesen lo máximo posible a ellos y esperaban de esa forma que prosiguiesen su trabajo. Ella ya poseía uno y estaba trabajando en uno de sus laboratorios en importantes investigaciones sobre enfermedades. Esperaba, que cuando llegase su hora, esa otra Isis continuara lo que ella no podría realizar. Pero su hermano no hizo eso. ¿A qué se debía semejante decisión? Sumía en sus pensamientos, la Quimera no se percató de que uno de sus siervos había entrado en sus aposentos.

¿Qué ocurre? —preguntó molesta a la criatura de aspecto idéntico al de un águila.

No le hizo falta respuesta alguna, pues al leer su mente, supo al momento de que se trataba. Sobek había venido a visitarla. Al enterarse de la presencia del partidario de Ra, se alteró bastante. No comprendía que hacía este ser con aspecto de cocodrilo allí. Él solo trató con su hermano Osiris, pues era el único con el que se entendía. Con ella, jamás tuvo trato y no le gustaba que viniera a verla. Tan solo podía significar que estaba allí en busca de retribución por haberse puesto en contacto con los humanos y llegar a un acuerdo con ellos, arriesgándose a que los de su corriente le descubriesen. Quizás venía en busca de una recompensa por ello.

Hazle pasar y llévalo a la sala de visitas —le ordenó al siervo, quien permanecía en la entrada inmóvil, a la espera de que le dijesen que hacer—. Dile que espere allí. Enseguida le atenderé.

Tras ver al siervo desaparecer por la puerta, Isis decidió vestirse, pues hasta ese momento, iba desnuda. Mientras se miraba frente a un espejo, mirando su delgado cuerpo recubierto de corto pelo blanco, no pudo evitar pensar en la cantidad de alteraciones que su especie llevó a cabo para poder congraciar a sus maestros, quienes los veían de esa forma. En verdad, las Quimeras eran de otra forma. Seres de piel pálida y de constitución delgada, su aspecto parecía indicar que no estaban preparados para sobrevivir en las áridas zonas desérticas de Heliopolis, pero todo resultaba engañoso. En realidad, eran criaturas fuertes y agiles, un pueblo de cazadores bien adaptados para prosperar en aquellos yermos lugares. Cuando los Anurak llegaron, todo cambió para ellos. Una vez se había puesto su túnica de color negra, Isis decidió ir al encuentro con Sobek.

Mientras descendía por una escalinata en dirección a la sala de invitados, no pudo evitar en pensar en el recién llegado. Su miedo no estaba tan solo en que este viniera pidiendo rendir cuentas por ella tras todo lo realizado, sino en que los miembros de otras doctrinas se enterasen, sobre todos los de Ra. Si Amón se enteraba de este encuentro, no quería imaginarse la clase de reacción que tendría. Era un ser de temperamento muy volátil aunque aparentase estar siempre calmado. También resultaba muy metódico y sabía en qué momento atacar. Temía que de descubrirse sus reuniones con Sobek, profundizaran más en esto y descubrieran el trato que tenían con los humanos. Siguió caminando hasta descender a la estancia. Allí, le esperaba el recién llegado. Vestido con una túnica roja y observándola con sus brillantes ojos amarillos, Sobek resultaba tan interesante como desconocido para ella.

Isis, me alegro mucho de que me hayas recibido —comentó la Quimera mientras se levantaba para saludarla con una corte reverencia.

Ella se limitó a asentir y le hizo sentar en una de los cómodos asientos de esponjosa superficie que había allí. Tras esto, giró la cabeza a una repisa de forma cubica y color blanco que tenían a su izquierda. En parte superior, tenía un cuadrado de color negro del cual emanaban una serie de luce de distintos colores, conformando finas hebras que se unían para dar apariencia a diferentes imágenes geométricas, todas ellas de aspecto abstracto. Isis estuvo observando el espectáculo lumínico por un momento hasta que Sobek la llamó.

Hermosa obra —dijo señalando a la creación lumínica—. ¿Quién te la regaló?

Isis quedó sorprenda ante la inesperada pregunta. Se volvió para notar como Sobek la miraba de forma un tanto tenebrosa. Verlo de ese modo, la inquietó un poco.

Fue un obsequio de mi maestra. Ella lo tenía desde hacía tiempo, pues era herencia de su predecesor y lo recibió una vez esta había muerto —explicó la Quimera con solemne voz—. Desde entonces, aquí la tengo. No es que me guste el arte, como si le encantaba a la Isis original, pero observarla de vez en cuando, me tranquiliza.

Y ahora, ¿estás nerviosa? —preguntó de manera inesperada su interlocutor.

Se sentía algo atrapada con él. No es que lo viera como una amenaza, no mucho menos. Era que los asuntos a tratar, que llevaba, resultaban muy comprometidos. Asuntos que su hermano Osiris sabía cómo atajar. Ella, en cambio, no tenía ni idea y el problema era que ahora iba a tener que ser la responsable de estos.

¿A qué has venido, Sobek? —habló con claridad Isis.

El reptil se quedó sorprendido ante la inmediatez de la nueva responsable de la doctrina Aton. Se revolvió en su asiento y aunque ella pudo pensar que tal vez estaba algo impaciente, solo lo hacía para ponerse cómodo. En su mente, aquella Quimera estaba más segura de lo que podría imaginar.

Sabes perfectamente porque —respondió diligente—. Tu hermano y yo teníamos muchos asuntos entre manos y por su bien, debo de continuarlos. Con quién sea y como se deba proceder.

No había que ser muy inteligente con ello. La cuestión, sin embargo, no era si debían proseguir o no, el tema estaba en si ella sería capaz. Eso era lo que más temor le daba.

Piensas que no estás capacitada para seguir con lo que Osiris inició —expresó con bastante acierto.

Al escuchar esto, Isis se asustó. Sobek no tenía el nivel suficiente de capacidad mental como para poder penetrar en la mente de uno de los Maestros principales. Que hubiera sido capaz, demostraba que quizás ella se estaba volviendo más débil de lo que pensaba. Su conversador se dio cuenta de ello y percibió una pequeña carcajada. No le pareció molesta, pero tampoco le agradaba demasiado.

No temas, no te he leído la mente —respondió tranquilo—. Aún estoy lejos de poder llegar al nivel de los lideres, pero a pesar de habernos comunicado por medio de nuestras capacidades psíquicas por muchos años, aún no hemos podido eliminar el uso de nuestro lenguaje corporal. Y en eso, soy muy buen observador.

El uso de señales visuales seguía siendo algo esencial para la Estirpe Cambiante. A fin de cuentas, lo veían todo a través de sus ojos, pero en cuanto a fijarse en las reacciones y expresiones de individuos de la misma especie, se había tendido a ignorar. De hecho, todos ellos ya actuaban de forma indiferente, sin variar los gestos y signos en sus caras y cuerpos. No había necesidad, pues todo se decía por su mente. Pero, de vez en cuando, alguna manifestación se producía en ellos de forma involuntaria. Con eso, había que tener cuidado y por ello, las Quimeras eran duramente entrenadas, para así controlar esos signos qu a veces s producían. Si no, por mucho que aprendiesen a bloquear sus pensamientos, cualquiera podría adivinar sus intenciones con facilidad extrema.

Debo de tener mayor cuidado, entonces —comentó un poco culpable Isis al haber cometido tan grave error—. Últimamente, estoy muy estresada por todo lo ocurrido. La muerte de Osiris y nuestra eliminación de la Asamblea han sido dos duros golpes para doctrina de Aton. N ose como nos vamos a recuperar. Lo único que sé es que debemos de hacerlo rápido o estaremos acabados.

Sobek, quien estaba bien reclinado sobre el espaldar del asiento, se inclinó hacia delante, como si con esa postura pretendiese mostrar mayor cercanía.

Pues debéis de hacerlo, porque las cosas se van a poner peor de lo que ya están —afirmó con entereza—, y vamos a necesitar a alguien que nos guie en momentos difíciles.

¿Y cómo pretendes que lo hagamos? —cuestionó muy desconfiada Isis.

Continuando lo que tu hermano inició.

Sabía que si Osiris había decidido trabajar con Sobek, no era solo por su infalibilidad y discreción, sino también porque estaba dispuesto a comprometerse con todo este asunto. Mientras que las otras doctrinas creían que el Gran Colapso no era más que una mera fantasía promulgada por uno de sus locos Maestros Supremos, él sí que había visto la evidencia y creía en ella.

¿Quieres que sigamos colaborando con los humanos? —Se notaba que Isis no estaba muy convencida.

Es nuestra única alternativa —explicó el ser reptiliano—. Las fuerzas humanas están a punto de recuperar el Conducto. Es solo cuestión de tiempo, los Gélidos no podrán resistir mucho más. Si queremos comprender nuestra misión y las herramientas que los Anurak nos dejaron, necesitamos este artefacto.

¿Y cómo pretendes llegar hasta ellos sin que nos descubran?

Sobek quedó callado ante semejante pregunta. Isis creyó por un instante que no iba a responderle pero al tener sus mentes conectadas, podía percibir las ganas de su compañero de querer contarle, así que no mostró ninguna oposición en ello.

La joven chica, Sonya Walker, es nuestra mejor opción.

Quedó sorprendida ante tan insospechada replica. Parecía que Sobek ya tenía seleccionado al humano para seguir contactando.

¿Que tiene esa humana que nos pueda ayudar? —preguntó, no pudiendo negar el deseo de querer saber más.

Es más receptiva que los otros humanos a escuchar —dijo el seguidor de Ra—. Tras escanear su mente, percibí un gran odio hacia nuestra asociación de tres especies, pero también un grado de comprensión hacia todo lo que sucede es mayor que en otro de su misma especie. Cuando, le expliqué un poco por encima en qué consistía el Gran Colapso y la amenaza que representaba, se mostró muy receptiva. Creo que es idónea para nuestra causa.

Ya, ¿y cómo pretendes ponerte en contacto de nuevo con ella?

La Quimera con cabeza de cocodrilo se quedó pensativa. Agachó un poco su cabeza y luego, volvió a alzarla, mirando con sus amarillentos ojos a Isis. Parecía haber dado con la respuesta idónea.

Hay una forma —expresó con intriga.

Dímela —le demandó Isis.

Cuando un humano sentía alegría o euforia, solían sonreír. En su especie, no tenían una expresión parecida para expresar tan intenso sentimiento. Y si lo tuvieron, se perdió con el paso del tiempo, al suprimir toda emoción molesta que les impidiese concentrarse en sus nuevos cometidos. Pero eso, percibió en Sobek, como sonreía. ¿Estaba contagiándose la Quimera con las mentes humanas de sus costumbres y comportamientos?

Verá, hace poco he sido informado de que los Inmortales han captado una señal procedente de un lugar que lo más probable es que reconozca —dijo sin mucha ceremonia—. Garnaj, el hijo de Xorgorath, lo captó a través de una colonia humana que había recogido este misterioso mensaje. Tras arrasar la colonia y lograr la localización exacta, nos la ha pasado y yo he logrado hacerme con ella.

Sacó de su túnica un disco de color plateado y lo colocó sobre el suelo, entre ambas Quimeras. A continuación, una imagen holográfica azulada representando la Vía Láctea se desplegó ante sus ojos.

La localización del lugar está en estas coordenadas —señaló hacia un punto indeterminado y este se desplegó. Isis abrió bien sus ojos para contemplar lo que su compañero le mostraba—. ¿No te suena?

¿Es uno de los santuarios? —exclamó impactada.

Así es —contestó con claridad Sobek—. Nuestras sondas ya estaban rastreando la zona y ahora, sabemos que los humanos han instalado un centro de excavación. Algo han descubierto allí, muy interesante y que llama bastante la atención.

¿Garnaj y sus fuerzas van para allá? —La Quimera se preocupó ante esto.

Lo dudo —La voz de su compañero se percibía decidida—. Los Inmortales tienen en nada su periodo de apareamiento. Recuerda que solo lo realizan una vez al año. Es una cita ineludible y más en el primogénito de Xorgorath. Le encanta yacer con su querida madre.

Esto último lo percibió como si Sobek pretendiera burlarse del miembro de la Casta Eterna, pero prefirió ignorarlo.

¿Y a quien vamos a mandar entonces?

La mirada de su compañero se posó en Isis. Notando sus ojos, supo que ahí estaba la clave de su plan.

¿Pretendes enviársela a los humanos? —Quedó estupefacta tras decir esto. No podía creer que fuera en serio—. Pero si nos descubren, nos acusarán de traidores. Es muy arriesgado.

¿Acaso no son los miembros de las otras doctrinas traidores? —Dijo lleno de mucha indignación Sobek—. No nos queda otra alternativa. Amon y Ptat pedirán a los Gélidos que vayan allí. ¡Tenemos que darnos prisa!

Estaba claro que lo que el cocodriliano ser le decía era cierto. O actuaban rápido o perderían su oportunidad. En manos de las otras doctrinas, no podrían acceder a la tecnología de la Primera Raza. De hecho, ya habían empezado a demandarles el que compartiesen todo lo que los seguidores de Aton tuvieran en sus manos. Era evidente que no les quedaba otra alternativa que confiar en los humanos.

¿Cómo pretendes contactar con la humana? —preguntó llena de dudas a Sobek.

De nuevo, su compañero guardó silencio como si estuviese sopesando su respuesta, pero no tardó en dársela.

No puedo contactar con ella a través de su mente, pues está muy lejos —comentó algo frustrado—. Pero el tiempo que estuve poseyendo a su soldado, el cabo Gómez, logré establecer un pequeño vínculo. Ya sabes, el rumor.

El rumor, así era como llamaban a la inesperada conexión que se establecía con una forma de vida inferior de forma leve. Si una Quimera penetraba con la mente de un ser de limitada capacidad psíquica, este podía sentir las emociones y pensamientos del otro e incluso después de haberse salido, la criatura aun podía escuchar y percibir todo lo que el ser de la Estirpe Cambiante tenía, sin poder influirle, por supuesto. Pero si era de forma superficial, la sensación resultaba menor aunque a pesar de ello, un sentimiento de cercanía se establecía entre ambos, hasta el punto de que ciertos pensamientos todavía se podían transmitir. Eso era en lo que Sobek parecía confiar, pese a que a Isis no le convencía del todo.

¿Estás seguro de que podrás contactar con ella? —preguntó muy escéptica.

Podré. Ella sabrá que soy yo —Parecía muy claro en lo que decía—. En cuanto lo capte, actuará sin dudarlo.

Tomó algo de aire. Estaba claro que no podía confiar en nadie más, así que concluyó que tomaría la palabra de la reptilica criatura. Esta, no tuvo que leer su mente para percatarse, pues la pose serena de Isis se lo dijo todo.

Espero que sepas lo que haces —le dijo ella con claridad—. Esto se pone difícil. No podemos permitir que nos descubran.

Descuida, todo estará bajo control —le aseguró Sobek—. Por cierto, deberíamos de hablar de lo otro.

Cuando escuchó aquello, Isis abrió sus ojos muy rápido. No esperaba que se refiere a eso en concreto.

Horus —puntualizó el ser, como si no supiera a quien hacía referencia.

Isis no pudo evitar sentirse molesta ante esto y la Quimera reptiliana se percató de ello.

No pienso hablar de esto contigo —le respondió con hostilidad Isis—. Sean cuales sean tus planes, llévalos a cabo, pero en esto no te puedes involucrar.

Sobek no supo que decir. De nuevo, quedó bloqueado y a diferencia de las otras veces, ella supo que esta vez sí que no tenía ni idea de que contestarle. Siguió callado por un pequeño rato hasta decidió hablar.

Entiendo tu rechazo ante la posibilidad de que participe. Sé que aún no te fías de mí. —La Quimera se explicaba con precisión— Sin embargo, la muerte de tu hermano os ha dejado gravemente debilitados y necesitáis apoyo urgente. Yo puedo ayudaros, pero necesito ser parte de todo esto.

Todavía seguía sin confiar en él. Tan solo Osiris, Atum y ella sabían dónde se encontraba Horus y que papel iba a jugar en todo esto. Sin su hermano, las cosas se iban a poner difíciles. Sobek tenía total razón. Él era la mejor ayuda que tenían. Inteligente, estratégico y organizado, el seguidor de Ra era perfecto para ayudarles en todo este asunto, pero aún le costaba tener en cuenta su palabra.

Horus no está en estos momentos preparado. Necesitamos todas las piezas del Arma Final. Solo cuando las reunamos, el podrá ser despertado para que nos ayude —le dejó bien claro—. De momento, se mantiene oculto en un lugar seguro.

¿Y no sería mejor liberarlo? —Preguntó Sobek—. Él podría solucionar todo este caos organizado, poner en orden a nuestra especie y guiarnos en nuestra lucha contra el Gran Colapso.

Estaba claro que aún no podía confiar en la Quimera reptiliana, pero estaba claro su deseo por participar en todo esto. Pero su exacerbado interés en Horus, hacía que fuera complicado tomarle la palabra.

¿Tienes cómo reaccionarían de enterarse que les hemos estado ocultando a Horus por mucho tiempo? —Sentenció juiciosa Isis—. Sabes que fue por él y por Henroes que se produjo la división dentro de nuestra especie. También que si Amón y Ptat lo descubren, no dudarán en ejecutarlo por la muerte de su maestro. —Se detuvo para tomar un poco de aire. Aunque lo dijese a través de su mente, empezaba a sentir fatiga de discutir todo aquello—. Si mi hermano decidió ocultarlo, fue porque era nuestra única esperanza. Despertarlo ahora, sería lo peor que podríamos hacer.

Ambos quedaron en silencio tras todo l oque ella acababa de decir. Ninguno sabía que contestarle al otro. Sobek lo único que hizo fue recoger el pequeño disco plateado que había dejado antes en el suelo, haciendo desaparecer el holograma que había sido desplegado para mostrar la localización de ese lugar que tanto interés les había generado. Acto seguido, se puso en pie.

Es curioso como nunca le pusisteis un sobrenombre a Henroes —comentó de forma desinteresada—. Era evidente que nunca le tuvisteis ningún aprecio. Por eso, le envenenasteis.

Estas inesperadas palabras hicieron reaccionar a Isis. Un sentimiento de malestar que jamás padeció se apoderó de ella. Vio como Sobek comenzaba a alejarse y antes de que pudiera perderlo de visto, le llamó.

¿Harás esto? —preguntó, en referencia a contactar con los humanos.

El ser reptilico se volvió para mirarla de refilón. Luego, volvió su cabeza al frente y antes de seguir su marcha, dijo:

Descuida, lo haré —Su voz sonaba decidida—. Así te demostraré que soy alguien digno de confianza.

Iba a marcharse, pero se detuvo de nuevo. Sin siquiera mirarla, volvió a hablarle.

Vigila a tus más cercanos congéneres —le avisó la Quimera—. Alguien asesinó a tu hermano y no dudarán en repetirlo si hace falta.

Con esta siniestra advertencia, Sobek abandonó la estancia y la residencia. Isis permaneció allí sentada, pensando en todo. Las cosas estaban complicándose más de lo esperado. Pero lo que le preocupaba de verdad, era el miedo de no saber cómo acometer todo esto. Con Osiris de su lado, siempre sabía qué hacer. Había una profunda conexión entre los dos, una muy profunda que hacía que siempre estuvieran unidos. Se decía que antiguos sentimientos podían definir el comportamiento de los seres y en el caso de la extraña afinidad de Isis y su hermano, se debía a que mucho tiempo atrás, los originales mantenían una relación sentimental. No es que ella siguiese enamorada, pero esa fuerte emoción aún seguía latente entre ambos. Y lo cierto, era que en esos momentos, la cosa cobraba fuerza. Seguía sin entender porque su hermano no quiso crear un clon nuevo de sí mismo. No tanto por proseguir su legado, sino porque al no hacerlo, la había dejado sola, a merced del turbulento desastre que se avecinaba. Solo podía confiar en que su nuevo aliado valiera tanto como afirmaba ser.

Sentada allí, Isis pensó en lo que el futuro les deparaba. No era algo bueno. Y recordó las palabras de Sobek. Alguien mató a Osiris. Decidieron no revelar ese detalle y apuntar que fue una causa natural. Lo último que deseaba era plantar semillas de una conspiración desarrollándose a espaldas de todas las Quimeras. No era lo más adecuado en estos momentos. Aun con todo, tenía razón el ser con aspecto cocodriliano. Alguien decidió acabar con Osiris. Y sospechaba quien podría estar detrás. De momento, lo mejor era mantenerse en silencio y vigilar. Cuando llegara el instante preciso, podría atrapar al culpable. Mientras, habría que seguir conspirando. Era lo único que podían hacer.

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Siento el retraso amigos, pero he tenido unas semanas un pelin ajetreadas y no he tenido demasiado tiempo para ponerme a escribir. Espero que podáis disculpar la tardanza. Aquí tenéis este capitulo donde las Quimeras han sido las protagonistas. Como vemos, hay una enorme división, tanto entre las diferentes doctrinas como dentro de la doctrina de Aton, con Set como el principal problema de este asunto. Ademas, parece que el pasado de estos seres oculta muchos misterios. ¿Que opináis? ¿Creéis que conseguirán Isis y Sobek convencer a los suyo de enfrentarse al Gran Colapso? Muy pronto veremos que pasa.

Esta semana se avecina nueva batalla de nuevo con Carville y Walker como protagonistas. Va a ser muy emocionante y repelta de acción. Seguro que os encantará. Saludos!!!

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