Capitulo 19- Juegos de niños (Parte 1)
13 de Octubre de 2663. Sistema Solar. Marte. 14:02.
La comida estaba terminando de ser servida. Esa semana le había tocado a Zeke, Kyle y Silverman ser quienes se ocupasen de echar en las bandejas la comida a sus compañeros. Solía haber un robot auxiliar quien se ocupaba de esto pero misteriosamente, se había estropeado hacía ya dos meses y ningún técnico parecía tener intención de repararlo. Por ello, cada semana, un trio de reclutas se ocupaba de servir la comida, bebida y cubiertos a sus compañeros. Esta semana, les había tocado a Ralston y a Sandler. Ellos comerían después de terminar de servir y eso, no significaba que hubiesen acabado, pues iban a tener que ocuparse de recoger todo y lavarlo. Los lavavajillas automáticos se habían estropeado también "misteriosamente".
Cada recluta pasaba con una bandeja en sus manos para que les sirviesen la comida. Zeke, vestido con un mono blanco, guantes y un ridículo gorro de forma ovalada para no contaminar, iba sirviendo la comida con un cucharon de aluminio brillante. Hoy comerían puré de patatas con varias verduras hervidas. Kyle les estaba echando un filete de ternera hecho entero aunque casi parecía quemado. También había salchichas de cerdo que parecían más apetecibles. Pese al aspecto tan delicioso de la comida, ninguna de esta había salido de una granja o huerta. Todas procedían de los laboratorios del cuartel, donde se habían replicado a partir de células que recreaban el alimento en cuestión. Este método de creación de comida procedía del siglo XXIII, ideado por expertos chinos, quienes encontraron así un modo de paliar el creciente estado de hambruna en el que en esos momentos se hallaba la población. Cuando el ser humano se empezó a extender por el espacio exterior, este tipo de producción alimenticia se exportó, siendo un gran éxito para alimentar a las recién establecidas colonias en otros mundos.
Ya media compañía de reclutas había sido servida y Zeke estaba empezando a hartarse. El trabajo era repetitivo y monótono, lo cual, estaba impacientando al joven. Este notaba su vientre revolverse, deseoso de que le proporcionasen alimento. Miraba el puré y las verduras que estaba sirviendo, unos alimentos que no le causaban demasiada emoción, como algo que ahora desease como nunca. De vez en cuando, se volvía para mirar a Kyle, quien seguía en lo suyo sin perder la sonrisa de su boca. Por lo visto, al muchacho le estaba encantando la actividad que realizaba. Se decía que si nunca hubiesen sido soldados, lo más probable es que hubiese terminado trabajando en un bar o restaurante, no porque le gustase cocinar sino simplemente, porque parecía disfrutar sirviendo a la gente. Zeke siempre se dijo que Kyle tenía un buen don con las personas y para interactuar con ellas, era mejor que él. Al menos, si esa persona no era Walter Reinholm.
El archienemigo de los dos jóvenes no tardó en hacer acto de presencia con una bandeja en sus manos. Miró a Zeke con sus azules ojos, tornando su rostro en un claro gesto de insidia que no le gustó ni un pelo al muchacho. Le sirvió un cucharón de puré que emitió un sordo quejido al caer sobre el metal de la bandeja. Luego, le puso las verduras y tras esto, el orgulloso bastardo se retiró de su vista. Pero lo peor estaba por llegar, pues al siguiente a quien fue era a Kyle.
A Zeke estaba a punto de darle algo. Miraba de vez en cuando, pues tenía que seguir sirviendo al resto pero cada vez que observaba a su lado, se daba cuenta de la gran tensión que se percibía ahí. Kyle y Reinholm se miraban el uno al otro con un resabiado odio que parecía ir en aumento a cada segundo que pasaba. En cualquier momento, parecía que fuesen a estallar y liarse a palos allí mismo. Sin embargo, nada de eso pasó. Sandler se limitó a servirle a su enemigo la comida sin apenas inmutarse. Tan solo le miraba con frialdad y rabia contenida. La respiración atenuaba aquel tenso ambiente, alterando aún más a todos los presentes.
— Gracias por la comida, rata asquerosa— le espetó Reinholm.
— De nada, sucio bastardo— respondió con saña Kyle.
El chico rubio dejó la fila y se dirigió a la mesa. Sandler seguía en su sitio, sin apenas inmutarse tras lo que había pasado. Zeke lo observaba detenidamente. Tratando de averiguar si su amigo estaría dolido o no por lo que acababa de pasar.
— Oye, ¿¡vas a servirme o que!?— le dijo alguien de forma brusca.
El muchacho se revolvió algo asustado y al mirar al frente, se encontró con los escrutadores ojos verdes de Miranda, quien lo estaba viendo con una gran expresión de incredulidad dibujada en su rostro.
— ¿Vas a echarme de comer o tendré que hacerlo yo misma?— volvió preguntar, mostrando su clara molestia.
Zeke, que parecía en otro mundo en esos instantes, tuvo que volver en si para atener a su compañera, a la que poco le faltaba para perder los estribos. Por fortuna, el joven recluta fue rápido sirviéndole toda la comida y así permitió a la chica pasar para que la atendiese Kyle. Este la recibió con una de sus bobaliconas sonrisas que exasperó a la cabo pero que a Zeke le divirtió bastante. Así era Sandler, un mujeriego empedernido.
Cuando terminaron de servir a sus compañeros, los tres muchachos se pusieron a comer en la cocina las soras de lo que hubiera quedado. Lamentablemente, mientas que la carne ya se había acabado, pero las verduras destacaban por su abundancia. Kyle no era precisamente un buen vegetariano y detestaba los vegetales con toda su alma. Sin embargo, sus tripas le rugían como un Gavernus de Etresia IV, así que no le quedó más remedio que comérselas, aunque eso sí, con una evidente cara de asco bien remarcada.
Una vez terminaron de comer, empezaron a limpiar todo. Las bandejas y los cubiertos estaban colocados en los carritos, bien compartimentados en sus respectivas rendijas. Zeke se ocupaba de limpiarlas, Kyle de secarlas y Silverman las colocaba dentro del armario correspondiente que había en la cocina. El trabajo era rutinario pero sencillo. El único problema eran el gran número de bandejas pero solo era cuestión de tiempo, nada más. Cuando por fin concluyeron, fueron a avisar al encargado de la cocina y se quitaron el aparatoso uniforme para trabajar allí en las taquillas. Tras esto, pusieron rumbo a los barracones para reunirse con sus compañeros. Desconocían que les iba a esperar después. Quizás Gibson les pusiera a dar clases de estrategia militar o tal vez una de esas películas para ayudarles a "levantar la moral". Clásicos como Independence Day o Starship Troopers, en los cuales los humanos luchaban contra malvados extraterrestres a los que vencían de forma milagrosa al final, ya fuera por algún acertado plan o por el valeroso sacrificio de unos pocos héroes. A Zeke le divertían estas películas pero pensaba que no eran justa con la auténtica realidad. Ni los héroes salían indemnes de la batalla o al menos, con vida, ni los extraterrestres tenían que ser tan malvados. Eso era al menos lo que él pensaba pero quías las cosas fuesen bien distintas. Las noticias de colonias arrasadas por fuerzas de la Xeno-Alianza y las confrontaciones de estas por tropas de la Confederación no eran muy halagüeñas. Esto era más peligroso de lo que creían y eso le daba miedo. Pero tenían que ser fuertes. La humanidad dependía de ellos, o al menos, eso les decían.
— Ey Zeke, ¿estás bien?— le preguntó de forma repentina Kyle.
El chico se agitó un poco al oír la llamada de su amigo y se volvió para mirarlo.
— Si, tranquilo. ¡Estoy perfectamente!
— Ah, pues te notaba un poco raro.
Le gustaba que Kyle se preocupase por él. Era lo que más valoraba. Puede que fuera un pesado y un mal bromista pero en el fondo, tenía buen corazón y siempre estaba pendiente de él, de que no le ocurriese nada malo. Y Zeke hacía lo mismo por su amigo. En estos momentos, tan solo se tenían el uno al otro para cuidarse.
— ¿Y tú?— preguntó Zeke—. Me he asustado un poco al ver que te tocaba atender a Reinholm?
— Ese capullo, ¡no te preocupes!— dijo Kyle tranquilo—. No me molesta nada en absoluto. Si tiene algún problema, que me lo diga a la cara. Y si no, ¡que se vaya a la mierda!
— ¿Y no te preocupa que pueda intentar atacarte de nuevo?— Se notaba que en Zeke la inquietud aun no le había abandonado.
— No creo que lo vuelva a hacer— respondió tajante su colega—. La humillación que sufrió ante Miranda con la paliza que les metió y las amenazas del instructor, creo que le han dejado bien claro que más le vale alejarse de nosotros. En el fondo, ¡hemos ganado!
Aquello último lo dijo henchido de tanto orgullo que llegaba a resultar absurdo. Zeke no pudo evitar reír un poco pero al final se contuvo. Sin embargo, Kyle se dio cuenta.
— ¿¡A qué viene esa risa?!
— Nosotros no hemos ganado nada— contestó Ralston con cierta sorna—. Lo único que ha pasado es que otras personas nos han salvado el pellejo, ya está. Pero tú y yo no hemos triunfado en nada. ¡Seguimos siendo los mismos cobardes de siempre!
— ¡Como quieras!— dijo ya desganado Kyle—. Pero eso sí, creo que a Cruz le molo. Hoy no me ha mirado de mala manera.
Al escuchar esto, Zeke ya no pudo contenerse ms y se echó a reír. Kyle, por supuesto, se quedó impactado.
— ¿Qué te hace tanta gracia?
Tuvo que respirar hondo para calmarse e incluso apoyarse contra una de las paredes para no perder el equilibrio. Sandler no dejaba de observarlo, claramente molesto por su inesperada reacción.
— Tío, ¡esa chica lo que quiere es matarte!— exclamó el joven aun tratando de contener su risa—. Si te ha echado una mirada asesina enorme.
— Pues la misma que a ti— repuso Kyle.
— Bueno, en mi caso fue porque no la estaba atendiendo, no porque la mirase como un pervertido. — Pretendía sonar claramente convincente en su afirmación pero con Kyle eso costaba, pues no se creía nada de lo que dijese.
— Lo que tú digas— expresó este con guasa—, pero se te nota de aquí a Plutón que lo que quieres es tirártela.
— ¡No digas gilipolleces hombre!
Siguieron con sus discusiones hasta llegar cerca de la entrada al barracón. Cerca de allí estaba la oficina del instructor Gibson y de ese lugar, venían unas voces.
— ¡Ni hablar! ¡No pienso hacer algo así!
Zeke y Kyle se volvieron justo antes de entrar, curiosos al escuchar los fuertes gritos. Dedujeron que debían pertenecer al sargento Gibson. Aunque en un principio no debían espiar a un oficial de mayor rango que ellos, pues eso les podía acarrear fuertes castigos, la curiosidad pudo más que la precaución y no tardaron en dirigirse hasta la oficina para ver que sucedía.
Caminaron hasta quedar cerca de la puerta. Esta se encontraba entornada, así que podían escuchar perfectamente de lo que se hablaba allí dentro.
— Sargento Gibson, entiendo perfectamente sus reticencias a querer desplegar a esos reclutas, pero la operación Centinela Sigiloso es de vital importancia para la Confederación. Llevamos mucho tiempo planificándolo y es necesario contar con un buen grupo armado para ello.
— ¡Me da igual cuanta gente necesiten!— exclamó con brutalidad Gibson—. No pienso poner en riesgo ninguno de estos jóvenes. Aún no están preparados para el combate.
— Serán liderados por una de nuestras mejores oficiales de Vanguardia— le explicó la mujer—. Se llama Sonya Walker y tiene mucha experiencia en el campo de batalla.
— Eso me da igual — dejó bien claro el sargento—. Esos jóvenes no saldrán de aquí hasta que estén listos. Búsquese otros.
Su negativa parecía más que evidente. Zeke y Kyle se miraron el uno al otro y pensaron por un momento en asomarse para ver quién era la misteriosa mujer con la que hablaba el instructor de los reclutas. Lo que se intuía es que parecía empeñada en querer usarlos a ellos (era evidente que no podía tratarse de otra compañía si acudían a Gibson) para una peligrosa misión. El caso es que, Sandler ya se disponía a asomarse cuando escucharon un fuerte paso procedente de la habitación que los hizo retroceder.
— ¡Esto al capitán Carville no le va a gustar nada!— dijo la mujer muy cabreada.
— Dígale al capitán lo que desee pero mi respuesta es clara, no se llevaran a ninguno de mis chicos.
La determinación del sargento era cuanto menos, admirable. Pese a su recta actitud hacia ellos durante el intenso entrenamiento, estaba dispuesto a defenderles de quien fuese de un modo casi beligerante.
— Bien, sargento Gibson, entonces no tengo nada más que decirle— respondió consternada la mujer—. Pero usted sabrá lo que hace. La mayoría de esos jóvenes morirán de forma inservible defendiendo alguna colonia o intentando recuperar un puesto avanzado.
— Al menos, morirán luchando de forma honorable— espetó de forma instantánea el sargento, con cierto toque de desdén—, no siendo manipulados por la maldita Vanguardia.
La mujer no dijo nada y cuando Zeke y Kyle escucharon los pasos de ella acercándose a la puerta, se alejaron lo más que pudieron. Se colocaron detrás de una de las maquinas expendedoras que había en el pasillo y desde ahí la pudieron ver salir.
Ella era alta, con la piel clara, los ojos verdes, el pelo rojo cortado en una corta melena y aunque se la notaba delgada, tenía un porte atlético que la mostraba como alguien fuerte y activa. Llevaba la usual indumentaria de la Vanguardia, ropajes color gris claro con la distintiva insignia dorada del cuerpo. Vieron cómo se iba alejando a paso ligero. Parecía enfadada aunque por la relajada expresión de su rostro, no denotase nada.
— Hasta pronto, sargento Alena Williams— se despidió con cierto humor el sargento Gibson—. Mándele aludos de mi arte al capitán Carville. Y dígale que su antiguo líder de escuadrón le echa mucho de menos.
Williams se volvió por un instante. Zeke creyó ver en sus verdosos ojos una clara muestra de la ira que manaba de ella, muy parecido al o que a veces se le podía apreciar Cruz. Sin embargo, la sargento de Vanguardia dejo salir una natural sonrisa y le dijo:
— ¡No se preocupe! Se lo haré llegar.
Tras decir esto, se marchó y todo volvió a quedar en silencio. Zeke y Kyle se preparaban para marcharse y miraron de vez en cuando al sargento, quien se fue de su despacho en dirección a otro sitio. Ellos aprovecharon para escabullirse. Ya estaban dirigiéndose hacia el barracón de su compañía cuando una voz a sus espaldas, les puso en alerta.
— ¡Reclutas Ralston y Sandler!— La voz era distintiva y fuerte.
Los dos se dieron temblorosos la vuelta y toparon con los escrutadores ojos de Gibson. Pese a lo sigilosos que habían sido, su instructor les había pillado. Ambos miraron al hombre con miedo y este les devolvió la mirada con calma. Pero sabían que tras aquella calma se estaba desatando una peligrosa tormenta, una de la que no deseaban formar parte. Lamentablemente, ya estaban metidos en ella.
— Espero no volver a verles espiando a un superior en un futuro lejano— les dijo con clara intención de regañarles—. Pasaré por alto esta ocasión pero a la próxima, me aseguraré de que sus culos sean los primeros en probar el disparo orbital, ¿entendido?
Imaginándose en uno de eso viajes de inserción planetaria tan agitados y peligrosos, ambos jóvenes asintieron con firmeza y respondieron con claridad al militar. Este, dándose por satisfecho, se alejó con paso llano y tranquilo de allí. Aun respirando algo nerviosos, se miraron con aire renovado.
— Por los pelos— dijo contento Kyle.
— Sí, pero más vale no volver hacerlo— le dejó bien claro Zeke.
Sandler asintió comprendiendo y tras este pequeño momento de eufórica relajación, se dirigieron e una vez por todas al barracón. Lo único que deseaban era descansar por un rato tras semejante día de trabajo. O al menos, lo intentarían, pues de seguro que Gibson les tendría al final algo preparado.
— ¿Oye Zeke?— preguntó Kyle a su amigo mientras caminaban.
Ralston se volvió para ver que quería.
— ¿Si?
— ¿A ti que te parece esa sargento Williams?— Sandler parecía más que claro en sus intenciones—. Está bien buena, ¿eh?
No pudo evitar reírse ante la ocurrencia de su amigo, pero es que era inevitable en él. Así era Kyle Sandler, un mujeriego empedernido.
— Sí que lo está tío. Sí que lo está— le contestó mientras el mismo rememoraba a la oficial de Vanguardia.
Juntos, siguieron su camino entre risas y complicidad
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Lo prometido es deuda y aquí lo tenéis. Siento que solo sea la primera pero he estado liado estos días con los preparativos de Noche buena y apenas he tenido tiempo. La semana que viene tendréis la segunda parte. Y nada mas, tan solo desearos Felices Fiestas a todos y Prospero Año Nuevo. Es un placer volver a escribir tras tanto tiempo y espero que le siguiente os encante. En el, tendremos el reencuentro entre Zeke y Freyja que tanto deseáis. ¿Que creéis que se dirán?
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