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Capitulo 15- Bastión (Parte 2)


Los humanos quedaron extrañados ante lo que el vástago mayor de Odín acababa de decirles. ¿Les iban a mostrar una fortaleza? No podían ir en serio. Para Zeke, algo más se ocultaba en todo aquello. Alguna sorpresa desagradable les iba a esperar haya donde fuesen, una terrible tortura o macabro juego en el que los Gélidos deseaban que ellos participasen. No tenía ni idea de que podría tratarse pero estaba claro que tras lo de Loki, no podría ser peor. Ya habían pasado por toda clase de horrores y no esperaba que sus congéneres fuesen tan retorcidos aunque no debía fiarse. Estaban en su mundo y eso, ya suponía un gran peligro.

Odín y el resto comenzaron a moverse y los Huskarls que había junto a los humanos, les obligaron a seguirles. A Zeke, como era habitual, le dieron un fuerte empujón para que andasen, lo cual no le agradaba nada al joven. Sin pensárselo, siguieron al grupo hasta el exterior.


Las blancas e inmensas llanuras de Asgard se mostraban en todo su esplendor aquella radiante mañana. La inmensa pálida estrella, a la cual giraba alrededor el gran planeta del que el hogar de los Gélidos era su luna, iluminaba con sus poderosos rayos aquel impecable paisaje, resaltando el color claro que lo recubría. Era una imagen impoluta y hermosa y en cierto modo, inspiraba calma y armonía. Así se lo hacía parecer a Zeke pero el joven era muy consciente de que no era así. Par él, todo aquello no era más que un mero espejismo. Un falso reflejo que ocultaba la calamitosa realidad en la que se hallaban.

El grupo descendió de Valaskjalf y cruzó la ciudad para acabar en esas amplias llanuras donde las manadas de Butragus iban de un lado a otro, alimentándose de las deliciosas rocas que hallaban y proporcionándoles la dieta necesaria en minerales para que su carne tuviera un delicioso sabor. Para que así, con esa dulce sensación, encandilasen a los comensales Gélidos que luego la devorarían. Como la familia real del Linaje Congelado.

El grupo caminó hasta cruzarse con una manada de estas grandes criaturas, lideradas por el pastor con el que Zeke y los suyos se cruzaron al llegar aquí. Vantrios.

Mi señor, ¡que inesperada sorpresa verlo por aquí!— dijo impactado el Gélido, inclinándose frente a su gran rey y el resto.

Levántate querido amigo— exclamó Odín sonriente—, en todo caso, quien debería reverenciarte soy yo, ¡por la fantástica carne que nos traes siempre!

El contraste entre pastor y monarca era evidente. Mientras que Vantrios vestía unos raídos pantalones marrón oscuro, una larga camisola marrón clara que llegaba hasta sus piernas y un raro gorro circula en su cabeza, Odín portaba su deslumbrante armadura de azul cobalto, envuelta bajo una capa de color verde claro, resaltando la enorme diferencia clase social que existía entre ambos individuos. Uno era el todopoderoso líder del Linaje Congelado. El otro, se dedicaba a cuidar rebaños de los animales de los que se alimentaba toda su especie. Ambos se hallaban en dos posiciones dispares dentro de su sociedad, uno en la parte alta y otro, en la más baja. Pero allí estaban, cara a cara, saludándose y tratándose como si se conocieran desde siempre.

Detrás de ellos, permanecían Heimdall y Thor, además de Njoror, quien observaba en silencio como Odín y Vantrios conversaban de forma animada, como si fueran dos amigos que se conocieran desde hacía mucho. Realmente, así era. Mientras Odín entrenaba para ser un guerrero y líder, Vantrios aprendía como debía cuidar el ganado. Eran dos oficios tan opuestos y dos destinos tan dispares que nadie creería que ambos Gélidos ahora pudieran estar delante conversando tan tranquilos.

Vantrios, deja que te introduzca a un buen amigo, quizás ya le conozcas pero no en persona.

A quien llamó Odín fue a Njoror. El Vanir quedó sorprendido ante la inesperada llamada pero acudió a ella sin pensarlo. No quería enojar al gran monarca. Thor y Heimdall se miraron un poco extrañados, sin poder explicarse la actitud a veces tan cómoda y distendida de su padre. No es que les disgustase pero debía ser consciente de que no podía bajar la guardia. En cualquier momento, un gran peligro se podía presentar había que estar por ello bien preparado.

Te presento a Barden— dijo el Aesir para introducir a Njoror—. Ha venido por unos días a visitarnos y dijo que le encantó la carne de Butragus. Me comentó que quería conocer a la persona que se ocupaba de cuidarlos y agradecerle por tan deliciosa carne.

Zeke y el resto seguían allí, sin saber qué hacer, tan solo observaban como los alienígenas se entretenían entre ellos conversando mientras que ellos tenían que permanecer allí callados. Si se movieran o se mirasen entre ellos, si hicieran tan solo eso, los Huskarls les atacarían sin piedad, llegando incluso a matarlos. Eso los tenía realmente tensos. Ralston se preguntaba qué demonios hacían allí. Iba a ver tan solo el ganado y ya está, eso era todo lo que tenían pensado hacer en todo el día. Sin embargo, su respuesta no tardó en llegar.

Emitiendo un fuerte ruido al que emitirían las turbinas de unos aviones de combate, dos Drakkars aparecieron ante los allí presente. Grandes, alargados, con el morro en punta y de un intenso color negro, estos vehículos de transporte se detuvieron justo frente al grupo.

Bueno Vantrios, parece que nos vamos a marchar— dijo con tono desafortunado Odín—. Que te vaya hoy muy bien.

Lo mismo a usted, gran monarca— le despidió el pastor.

Todos se dirigieron a los vehículos y una vez allí, se separó al grupo. Los humanos fueron al segundo Drakkar mientras que los Gélidos se fueron metiendo en el primero. Justo ante de entrar, Thor fue detenido por su padre.

Hijo, métete en el segundo con los humanos— le ordenó mientras sus ambarinos ojos resplandecían reflejando la poca confianza en esas criaturas—. No me fío de lo que sean capaces.

Thor se limitó tan solo a asentir y puso rumbo al otro vehículo bajo la atenta mirada de su padre, quien lo veía alejarse mientras no dejaba de pensar en lo orgulloso que estaba de él.

Al mismo tiempo, los humanos se preparaban para subir en el Drakkar. Zeke observó con detenimiento el vehículo y no pudo evitar evocar en su memoria los recuerdos de la batalla de los Cuatro Cañones. Aún tenía grabado en su mente la aparición de aquellos transportes descargando tropas de Alfar mientras él y otros soldados defendían aquel destartalado puesto médico. Incluso, se acordó del par de Jotuns que surgieron del techo del vehículo. Debía existir un compartimento expresamente para ellos. El joven siguió rememorando el duro enfrentamiento cuando de repente, sintió como alguien el cogía con mucha fuerza. Notaba una muy fuerte presión por ambos lados y acto seguido, lo lanzaron contra el vehículo. El chico se volvió confuso para ver a un Huskarl observándole con superioridad.

— Sube— le espetó de forma tosca.

El chico se lo quedó mirando por un instante. Una ira intensa recorría su cuerpo y el deseo de atacarle era inmenso. Lo miró furioso, recordando que ellos fueron junto con Loki los responsables de la muerte de su mejor amigo. Apretó con fuerza los dientes y resopló de manera profunda. Estaba listo para golpearle, para luchar. Sabía que no era lo mejor pero estaba ya muy harto de aquellos malditos extraterrestres. Caminó un par de pasos y gruño un poco mientras se ponía más tenso.

¿Qué ocurre aquí?— preguntó Thor, quien acababa de llegar a ellos.

El Gélido se mostraba imponente tanto ante el humano como ante su congénere. La armadura azul cobalto le daba un porte poderoso y la presencia de su cañón de energía Mjorlnir adherido a su brazo derecho conseguía intimidar incluso hasta al más aguerrido. Sus ambarinos ojos brillaban con un intenso fulgor amarillento, casi anaranjado, al mirar a ambos con cierto escrutinio. Esperaba una respuesta.

Solo le he dicho que se subiera en el vehículo— respondió el guardia.

Thor no dijo nada ante esta contestación. Lo que hizo fue avanzar un par de pasos hasta ponerse justo frente al Huskarl. Ambos se miraban, aunque el hijo de Odín era un poco más alto. Pese a esto, podían mirarse a los ojos con total tranquilidad pero lo que se transmitía en esos instantes no era calma precisamente. Zeke notó una evidente tensión entre ambos, una que parecía a punto de estallar. ¿Sería capaz ese Huskarl de atacar al mismísimo hijo del líder al que juró servir y proteger? Dudaba de que el Gélido fuese tan estúpido pero notando esas miradas llenas de tensión, cualquiera sabía.

¿Te gustaría que te empujasen o lanzasen con violencia para obligarte a subir a una nave?

La pregunta sonaba contundente. El Huskarl permaneció en silencio, como si pretendiera mostrar fortaleza frente a Thor pero enseguida, bajó la mirada y se retiró a un lado. Parecía humillado pero quizás simplemente, se retiraba porque el guerrero era su superior, después de todo. Tras esta incomoda escena, Thor se colocó cerca de los humanos y les habló.

— Muy bien humanos, escuchadme— dijo de forma clara y concisa—. Ahora mismo estáis a punto de viajar con nosotros y me gustaría advertiros de algo. No cometáis ninguna estupidez. — La advertencia sonó hasta cierto punto amenazadora, como si un castigo terrible fuera a caerles de desobedecer a los Gélidos— Cualquier intento de huida o amenaza a mi padre o a cualquiera de nosotros será suficiente para que os matemos. Creedme, no vale la pena. Ya no estáis en casa y más vale que colaboréis si es que deseáis seguir vivo.

Aquello último parecía decirlo con cierta renuencia, como si tratase de hacérselo comprender a los humanos para intentar ayudarles. Zeke no dudaba en pensar que eso era lo que pretendía Thor en el fondo. Pese a solo conocerlo de una única conversación, ya había demostrado tener más valía que otros miembros de su especie. Y agradecía el gesto pero no lo compartía. Estaban lejos de su hogar, atrapados en el mundo natal de su enemigo. Desearía estar muerto.

— Bastante hemos tenido ya con lo que le pasó a vuestro amigo en el banquete— se lamentó el Gélido—. No quiero que eso vuelva a pasar. Ahora subid.

Simplemente asintieron ante su orden. Tras esto, abordaron el vehículo y se colocaron sobre los asientos de goma, cuyo respaldo era completamente recto. Al sentarse, Zeke vio como dos barras arqueadas de hierro envolvían su torso. El chico se estremeció un poco, asustado ante la repentina aparición de estas barras pero no percibió que le apretasen demasiado. Debían de servir como sujeción para que no se movieran demasiado cuando el Drakkar estuviera en marcha. Tras esto, las puertas se cerraron, quedando todos sumidos en la oscuridad.

El Drakkar se puso en marcha, elevándose gracias a sus propulsores, que también lo empezaron a mover para iniciar su desplazamiento. Dentro, unas potentes luces estroboscópica azules se encendieron, iluminando tenuemente el interior. Cada asiento estaba colocado uno detrás del otro. Eran seis en total, hallados en el lateral del vehículo. Otra fila había en el otro flanco. Los humanos se sentían raros dentro de estos transportes. Los habían visto en el campo de batalla, sintiéndolos como algo ajeno y malo y ahora, estaban en su interior, viajando hacia un destino incierto del cual desconocían si volverían con vida. Zeke no podía ver a ninguno de sus compañeros. Ni a Oliveira y Miranda ni a Thor o los Huskarls. Se sentía allí solo, como si nada más existiera, tan solo él y un asiento transportados por un vehículo hacia un lugar desconocido. Escuchó una risa, casi una carcajada que parecía burlarse del chico. ¿Era Kyle? Ni idea, en aquellos momentos su mente se hallaba perdida en un manto de negrura que parecía envolverlo con sus largos tentáculos.


El viaje duró unos 30 minutos, dejando atrás las inmensas llanuras para adentrarse en una zona más angosta, cerca de la gran montaña que Zeke y sus compañeros contemplaron el primer día que llegaron. A ese lugar lo conocían como la montaña del Anciano Errante, de la cual, se contaban todo tipo de oscuras leyendas. Zeke conocía algunas que le había contado Freyja, como que en esta había atrapada una horrible criatura llamada Ymir que el Primer Guerrero venció, dejándola aprisionada dentro de la gran montaña, pudiendo escucharse sus grandes rugidos aun. Otra decía que allí vivía una persona mayor, posiblemente la más antigua de toda Asgard pero de la que nadie sabía nada. Tan solo, que poseía grandes poderes y un aspecto extraño. Rondaba por aquel lugar y por miedo a encontrárselo, nadie subía allí. De ahí, es de donde venía su nombre.

El rio que separaba la gran montaña de Valajskalf y que alimentaba el pequeño mar que la bordeaba hasta unirse con el lago que había al otro lado de la gran montaña para desembocar en el hogar de los Vanir a kilómetros de distancia, fue cruzado gracias a unas inmensas columnas de color blanco que ya Zeke y los suyos también avistaron el primer día que llegaron. Estas columnas eran pilares energéticos que generaban una gran cantidad de energía para crear en la base de cada una, una superficie hermética capaz de soportar el peso de cualquier cosa que pasase por encima de ella. Unos conectores imantados de metal negro mantenían y expandían esta superficie para permitir crear un camino o senda por la que pasar. De este modo, el hasta ahora infranqueable rio, ahora se podía cruzar.

Una vez dejado el rio atrás, siguieron hacia el este, casi hasta llegar con la frontera que dividía territorio Vanir con Aesir. Más allá de donde se encontraban, se hallaba Noatun, la principal ciudad de esta estirpe dirigida por Njoror.

Una vez llegaron a su destino, todos bajaron. Cuando salieron al exterior, los humanos quedaron impactados ante lo que vieron. Se trataba de una fortaleza, una gran edificación conformada para guarecer tropas y defender el territorio del asalto enemigo. A primera vista, lo más impactante eran las murallas, las cuales estaban hechas de reluciente metal macizo de un oscuro color negro. Estas se hallaban divididas por una doble capa de placas metálicas de gran grosor. El material con el que se había conformado era muy duro y capaz de repeler balas como disparos energéticos. Era impenetrable, un perfecto muro para impedir los ataques enemigos y retenerlos para que no avanzasen. Las murallas medían unos 15 metros de altura y estaban conformadas en forma rectangular hasta la mitad más o menos, cuando luego se disponían de forma semihexagonal, estando esta parte bordeada por un precipicio. De este modo, impedían que el enemigo pudiera asediar mejor la fortaleza, obligándolos a concentrarse en la entrada y entorpeciendo su ataque. Aunque Zeke se preguntó de que podría servirles esto si los humanos contaban con naves que desde el cielo podrían atacar con suma facilidad. Una decisión extraña.

El grupo fue guiado por Thor hasta que estos se reunieron con su padre y el resto. Hablaban entre ellos de forma animosa y no parecía percibirse tensión entre Odín y Njoror. Algo extraño.

Ah, ya estáis aquí— exclamó el gran monarca.

Así es padre— le aseguró con presteza Thor—. Hemos tenido un viaje un poco movidito pero logramos llegar todos. Los humanos no causaron ningún problema.

Odín les dirigió una mirada que no denotaba expresamente confianza hacia ellos. Zeke se mostró receloso de cómo les estaba observando el Gélido, con ese desdén de desprecio y superioridad, como si ellos solo fueran meros insectos y los alienígenas grandiosos titanes. Y la cosa, no iba a quedar ahí.

El monarca se acercó a paso lento pero decidido. El trio de humanos se miró entre ellos con temor, sin saber que era lo que el Gélido estaba tramando. Odín quedó a tan solo un par de metros de distancia y tras observarlos por un mero instante, señaló a la gran construcción que tenían ante ellos.

— Contemplad esta gran maravilla de la ingeniería la construcción— dijo con tono orgulloso—. Esta es la fortaleza Fyrkat, una de las primeras que estamos estableciendo a lo largo del planeta con intención de usarlas como defensa cuando vuestra raza ose invadirnos.

La presentación sonaba ominosa y grandilocuente, con el Gélido pretendiendo mostrarse superior a los humanos, tratando de impresionarlos con sus palabras y la gran visión de esa fortaleza que tenían delante. Pero ni Zeke, Miranda y Oliveira se mostraban intimidados por este discurso. De hecho, el capitán avanzó varios pasos y se colocó justo delante de Odín, quien lo contempló con cierto desprecio.

— ¿Qué opinas, humano?— le preguntó con ansiosa curiosidad—. ¿Te sientes opacado por nuestra majestuosa obra? ¿Le tenéis miedo?

Oliveira tan solo se limitó a guardar silencio, como si de repente hubiera perdido la capacidad del habla. Odín se mostró en cierto modo divertido con la situación, pues creía haber atemorizado al humano pero no veía ninguna clase de reacción en él. Tan solo permanecía allí, quieto, como si fuera una mera escultura recién expuesta al público. Zeke y Miranda permanecieron algo tensos. El no poder verle el rostro al capitán los desesperaba, pues al menos, así sabrían cuál era su estado. O quizás no. Oliveira destacaba por ser un hombre muy paciente y cauto.

— ¿No tienes nada que decir?— volvió a preguntar Odín muy ansioso—. Vamos, habla sin miedo. Nadie va a lastimarte.

El humano giró su cabeza al Gélido. Ambos se miraron y a continuación, Oliveira habló.

— Es una fortaleza increíble. — Odín asintió como si quisiera reforzar con ello aquella afirmación—. Es muy bonita y desde luego, posee buenas defensas, pero si de verdad cree que nos ha intimidado con ella, se equivoca por completo.

Cuando el moraca escuchó esto, una expresión de incredulidad se dibujó en su rostro. Sus hijos, Njoror y el resto de Gélidos también estaban pendientes de la escena y al escuchar lo que el humano acababa de decir, se quedaron perplejos. Al menos, Heimdall y Thor, pues eran los únicos que podían entender a Oliveira pero el resto también se percataron de la delicada situación a través de las expresiones de su líder. Este seguía mirando al humano con cierto desagrado, casi, de forma amenazadora.

— Dime, ¿por qué consideras mi fortaleza poco amenazadora?

La pregunta sorprendió al capitán pero este, lejos de sentirse intimidado, no dudó en responder con sinceridad, aun sabiendo que su vida y la de sus soldados podían correr peligro.

— No pretendo ofenderle pero, cuando estuvimos de campaña en Midgard, nuestros hombres capturaron una fortaleza parecida y fue muy fácil. — El rostro de Odín se contrajo un poco pero permaneció calmado mientras seguía escuchando—. Tenemos vehículos voladores que nos permitirían asaltar esta fortaleza con mucha facilidad ya que no veo presencia de ninguna clase de armamento antiaéreo. Además, contamos con vehículos acorazados de gran potencia de fuego que podrían causar gran daño disparando por encima de las murallas. En conclusión, veo esta construcción como un elemento obsoleto. Una reliquia de otra época sin sentido para la guerra en la que estamos involucrados.

Todos quedaron en silencio tras el discurso del capitán. Odín lo miraba con sus amarillentos ojos, observándolo de forma detenida. Zeke volvió su vita a Miranda, quien también lo veía a él. Sabía que debía estar muy preocupada. Ambos eran conscientes de que el capitán había ofendido al gran monarca Gélido y este podría enfurecerse, trayendo como consecuencia la ejecución inmediata de los tres allí mismo. El resto de Gélidos seguían contemplando la escena sin hacer o decir nada. Todo se ponía cada vez más tenso y eso, no le gustaba a nadie.

Entonces, uno de los Huskarls se colocó detrás de Oliveira. Ralston se puso muy nervioso al ver a ese Gélido tan letal tras el capitán y avisó a Miranda. Cuando ella lo vio también, se asustó mucho. El Huskarl sacó una de sus espadas y se disponía para atacar. Oliveira seguía allí, sin saber nada o si lo sabía, era consciente de que si intentaba defenderse, solo complicaría las cosas. El Huskarl avanzó lento pero seguro hacia el humano, empuñando su espada con ambas manos y disponiéndose a clavársela por la espalda. Y justo cuando iba a hacerlo, se detuvo. Odín alzó su mano para que se parara y le hizo una señal para que se retirase. Todos lo vieron y aun parecían no salir de su horror. Pero el guardián Gélido se alejó y eso, calmó un poco a los humanos.

El monarca Gélido continuó mirando a Oliveira, quien permanecía frente a él tranquilo y sereno. Entonces, este le señalo con su mano derecha.

— Eres bueno, muy bueno— exclamó con vehemencia mientras agitaba su mano—. Me gusta tu planteamiento. Has sabido sacar las debilidades de mi fortaleza pero sabes, ya estamos trabajando en todas esas flaquezas que has señalado. Y os las voy a mostrar.

Zeke quedó un poco sorprendido por la actitud de Odín. No parecía furioso con Oliveira pero si, ofendido. Se le notaba herido en su orgullo por el capitán. Por lo visto, él esperaba impresionarlos con su flamante fortaleza y sin embargo, era evidente que no lo había logrado. Pese a esto, no aparentaba darse por vencido y por su forma de hablar, estaba claro que iba a hacerlo. Al menos, eso esperaba. De no conseguirlo, no descartaba que el monarca decidiese matarlos en represalia, cosa que no descartaba para nada. Por ello, deseaba equivocarse.

Las puertas se abrieron de forma repentina y del interior de la fortaleza surgió un pequeño grupo de soldados Alfar rodeando a un Gélido al que parecían proteger. Este, iba ataviado con una armadura parecida al de la unidad básica del ejército del Linaje Congelado, purpura, aunque tenía unas rayas doradas recorriendo la parte ventral. Esta, se hallaba recubierta por una capa de color marrón oscuro. En su cabeza, un casco de color plateado recubría media cabeza, con placas metálicas solapadas contra sus mejillas. Sus refulgentes ojos amarillos brillaban con fuerza, mostrando toda la bravura y fuerza que ocultaba. Eran como dos intensos soles en gloriosa expansión. Todo ello, le confería una poderosa y extraordinaria apariencia que opacaría al resto. Sin embargo, lo que ese gran guerrero y en apariencia líder del lugar hizo, fue agacharse ante Odín, mostrando su sumisión y admiración. Pues a fin de cuentas, él era su monarca.

General Riorkan— expresó con calmada voz el rey de los Gélidos.

Sumo jerarca Ulthar— se pronunció con admirable voz el general.

Tras esto, Riorkan se levantó y saludó al resto de los presentes, inclinándose para mostrar su cortesía. Menos a los humanos. A ellos, les recibió con una mirada llena de arrogancia y odio. Ninguno de los tres estaba especialmente contento con el recibimiento, aunque tampoco se extrañaban.

Es un placer darles la bienvenida a todos a la fortaleza Fyrkat a todos— dijo muy contento el general—. Sobre todo a usted, sumo jerarca. Siempre es un honor contar con su presencia.

Todos los demás Gélidos que había se inclinaron para saludar a su gran líder. Puede que Zeke no entendiera lo que Riorkan decía pero estaba claro que se hallaba haciéndole la pelota a su líder, algo típico cuando se quiere ascender dentro de un escalafón, adular siempre a tu jefe.

Gracias pero esto no es solo honroso con mi presencia, hoy tenemos un invitado. — Odín se volvió a Njoror, quien quedó sorprendido al ver como se dirigía a él—. Barden ha venido con nosotros para contemplar tan gran edificación.

Al notarse bajo la vista de todos los demás, el Vanir habló.

Sí, es una fortaleza espectacular— expresó con mucho asombro—. ¿Esto lo habéis construido con tecnología de la Estirpe Cambiante?

Así es— afirmó con vehemencia el general—. Ellos nos han prestado los materiales y herramientas necesarias para construir nuestro bastión. Así es como he deseado llamarlo, si no le importa, gran monarca. — Odín mostró un gesto de aprobación, convencido de esa denominación—. Bien, síganme y se los mostraré por dentro.

El grupo empezó a internarse dentro de la fortaleza. Zeke observó a un lado y a otro y vio mucha actividad. Muchos Gelidos iban de un lado a otro, transportando toda clase de materiales. Solo unos pocos portaban sus armas, lanzas y vio un arco fotovoltaico. Parecían más centrados en la construcción que en otra cosa. También vio varios Jotuns, provistos de sus armaduras de color azul oscuro, tan duras como intimidantes. Un escalofrío recorrió su cuerpo mientras recordaba el par al que se enfrentó. Estos no portaban hachas o martillos, sino que llevaban cargados en sus brazos tubos y chapas de metal. Pero aun así, resultaban amenazadores. Seguía enfrascado en sus divagaciones cuando vio como los Huskarls volvieron a rodearlos tanto a él como a sus compañeros.

— Vigiladlos— les dijo Heimdall con su habitual voz de autoridad—. Que no intenten nada raro.

Junto a la incómoda escolta, entraron dentro de la fortaleza. Una vez allí, vieron como esta se ampliaba por varias decenas de metros hacia delante, dejando un gran espacio. Este, estaba ocupado por seis grandes almacenes de forma rectangular, tres a cada lado. Eran de color negro y sus puertas estaban bien abiertas. Mas al fondo, había otros dos edificios, más altos y anchos y ya al final, uno más grande que el resto, conectado directamente con la muralla por la parte trasera.

Las murallas antaño eran de piedra— comenzó a explicar Riorkan, como improvisado guía en el que se había convertido—. Traíamos rocas de la gran montaña del Anciano Errante, aunque era algo peligroso y las usábamos para construir los muros. Pero contra los humanos, no servirán de nada. Estas chapas de un metal desconocido pero impenetrable, son mucho mejores.

Zek se fijó en como algunos Gélidos se descolgaban con ayuda de gruesos cables de color negro desde el borde de la muralla y bajaban hasta una parte donde aún la chapa de metal no se había unido. Con unas extrañas pistolas de color azul oscuro, comenzaban a soldar esta pieza. Soltaban muchas chispas y eso al chico le traía recuerdos de los soldadores que se usaban para reparar vehículos. Aun había muchas partes de la muralla sin ensamblar pero en líneas generales, la parte principal ya estaba lista.

Por el rabillo del ojo, el chico pudo ver a Heimdall acercándoseles. No sabía que querría ahora el Gélido, si es que acaso venía para ver si aún no habían hecho ya algo malo pero por lo que denotaba su mirada fría pese a que sus ojos amarillos debieran transmitir más bien calidez. Se colocó justo al lado del capitán Oliveira y le agarró del hombro.

El hombre se puso algo tenso y miró con cierto temor al Gélido. Este, tenía enmarcada una rara sonrisa que Zeke no supo cómo interpretar. Parecía sonreír con malicia pero también notaba cierto interés por estar con ellos. Como si quisiera mostrarles algo. De hecho, hizo dar la vuelta a Oliveira y señaló hacia arriba. Todos miraron hacia donde les indicaba Heimdall y quedaron algo sorprendidos.

Justo en la zona donde hacía esquina la muralla, se había colocado un puesto de vigía. Era una estructura pentagonal provista de grandes ventanales que daban tanto a la estancia interior como al exterior.

— Eso es una torre de vigía— les explicó el Gélido—. Mi padre pretende poner ahí unos cañones de energía protónica con los cuales pretende evitar que vuestras naves logren invadir nuestra fortaleza. Las destruiremos todas.

Zeke lo miró con cierta contrariedad y no dudó en hablarle.

— Si pero, ¿y qué pasa si enviamos naves que bombardeen vuestras posiciones?

Lo dijo tan de repente y con tanta seguridad que hasta él mismo llegó a sorprenderse. Heimdall lo miró con poca paciencia y creyó que iba a desenvainar su espada para clavársela. Pero en vez de eso, simplemente se limitó a hablarle.

— Puedes creer lo que quieras pero tenemos muchas sorpresas guardadas. Ya veréis.

Tras esto, el Gélido avanzó para reunirse con el otro grupo y cuando los humanos vieron que los Huskarls parecían listos para empujarles, decidieron seguirle.

En nada, volvieron a ponerse al paso de los otros, quienes seguían al general Riorkan, quien continuaba en su rol de guía por la fortaleza.

Ahí tenemos los almacenes— indicó refiriéndose al trio de edificio altos y alargados—. Dentro guardamos munición, armas, armaduras y en un futuro no muy lejano, vehículos.

Ninguno de los humanos podía entenderlo pero más o menos, parecían identificar cada edificio. No hacía faltar tener demasiada intuición sherlockhoniana para darse cuenta de que esos eran los almacenes. Veían Gélidos metiendo dentro cajas con cargas de plasma y armas como lanzas y arcos fotovoltaicos.

Estos edificios de aquí tan altos son los cuarteles donde descansan nuestros soldados— dijo señalando a par de edificios más altos que los almacenes.

¿Creí que en este lugar eran donde dormían?— preguntó algo dudoso Thor mientras contemplaba el inmenso muro del edificio elevado frente a él.

Las barracas aun están en construcción pero se está planeando convertir esto también en zonas de esparcimiento— se explicó Riorkan.

¿Y por qué no lo han hecho desde un principio?

El general miró contrariado al hijo de Odín. Aquella última frase no le había sentado nada bien pero prefería no discutir. Atreverse a hacerlo con el mismísimo rey o uno de sus hijos, significaba colocar tu cabeza sobre un bloque de piedra y que una larga y afilada espada te la separase del cuerpo. No era ni el primero ni último general que había acabado así. De hecho, quien le precedió, murió de ese modo tras acabar la Pugna Tribal. Asi que lo único que hizo fue guardar silencio y continuar con su peculiar tour guiado.

Este edificio de gran tamaño es el cuartel general— comentó señalando a la última edificación que les quedaba por ver de la fortaleza. O bastión, como el general prefería llamarlo.

Todos, incluidos los humanos, alzaron sus vistas al cuartel, el cual se veían imponente y poderoso. Se veía en la parte alta un balcón desde el cual se podía contemplar todo el campamento.

— Bien, vamos dentro y muéstrenoslo todo, general— decidió de forma calmada Odín.

— Por supuesto, gran jerarca— asintió Riorkan sin dudarlo.

El grupo ingresó al edificio. Lo primero que hallaron nada más entrar era una gran sala circular en cuyo centro había una pantalla también en forma de círculo que desplegaba imágenes holográficas. Ahora, había una imagen tridimensional de un planeta en rayas verdes. Alrededor, varios Gélidos iban de un lugar para otro. Todos tenían armaduras de color blanco y sus rostros se hallaban ocultos tras cascos. Una pantalla de cristal azul era lo que les permitía ver el exterior. Algunos trabajaban frente a monitores que había pegados en paredes. Otros, iban provistos de unos extraños artilugios de forma cuadrada que desplegaban hologramas y con los cuales, parecían comunicarse. Al menos, eso era lo que Zeke parecía atisbar.

Estos son Traeznan— les explicó Riorkan—. Son congéneres de nuestra especie que fueron enviados junto a la Estirpe Cambiante para que aprendiesen como usar esta nueva tecnología.

Parecen bien entrenados- apuntó Njoror, hablando por primera vez desde que entrasen.

¿Estas impresionado?— le preguntó Odin.

Algo así— fue lo que le respondió el Vanir.

El monarca Gélido se echó a reír ante semejante contestación. Njoror prefirió permanecer en silencio.

Subamos— estimó Riorkan como opción.

Había dos escaleras en los laterales de la sala que llevaban al piso superior. Este era otra gran habitación circular. En el fondo, había una mesa curvada con un sillón de madera como asiento. También había otra pantalla circular para desplegar hologramas. Aparte de eso, la habitación estaba decorada de forma peculiar. En las paredes, había colgadas armas de apariencia muy antigua, cascos de armaduras con formas pintorescas y cabezas de criaturas extrañas.

Este es mi pequeño santuario— dijo Riorkan con cierto orgullo—. Desde aquí, dirijo todas las actividades de la fortaleza. Es también mi pequeño lugar para relajarme de estos días tan impetuosos.

Todos los allí presentes empezaron a dispersarse por la estancia, analizando cada cosa con la que topaban. Los únicos que no se movían de su sitio eran los humanos. De esto, se dio cuenta Odín y sin pensárselo mucho, se acercó a ellos.

Podéis acercaros e inspeccionar la habitación a vuestro gusto— dijo con tono amigable, aunque a los humanos les pareció poco creíble—. Si tenéis alguna duda, podéis preguntármela a mi o a mis hijos.

Zeke, Miranda y Oliveira se miraron entre ellos incrédulos ante lo que el monarca acababa de decirles. Era una evidente invitación a acompañarles pero les resultaba extraña y dudosa. Odín los observaba con calma aunque para Ralston, estaba claro que algo de impaciencia se le adivinaba.

Creedme, no vamos a haceros nada— exclamó el Gélido tratando de sonar con la mayor credibilidad posible. Una sonrisa se dibujó en su rostro pero desapareció al instante—. A no ser, claro, que deis lugar a ello.

Reticentes, decidieron hacerle caso. Se internaron en la habitación, siendo observados por los otros Gélidos, quienes no dudaron en mostrar su desaprobación hacia el hecho de tener que estar al lado de tan odiadas criaturas como eran los humanos. Ni siquiera Njoror pudo evitar ocultar su asco al ver como Oliveira se colocaba a su lado, apartándose de él para casi, asomarse por el balcón. Los Huskarls seguían atentos a ellos pero notando que no parecían hacer nada, se empezaron a relajar.

El único que no curioseaba nada era Zeke. Para él, todo aquello no era más que una completa pérdida de tiempo, una manera de tenerlos entretenidos controlados, además de ser la mejor forma que tenía Odín de mostrar su superioridad sobre su especie. Le hacía sentir humillado y patético. Por eso, no quería estar ahí, como Oliveira y Miranda habían hecho. En cierto modo, se percató de que ni siquiera los guardias estaban muy atentos a ellos, así que esto lo vio como una oportunidad. No para escapar pero si al menos, para estar lejos. Miró a un lado y a otro, por si aparecía algún otro Gélido y cuando se cercioró de que nadie le pillaría, Ralston se alejó de allí, yendo por el pasillo que había detrás. Pero si le habían visto.

Heimdall llevaba rato mirando al joven que se mantenía al margen de todo, como si le diese miedo aunque él percibía más bien indiferencia. Su hermano Thor observó hacia donde miraba y le preguntó.

¿Qué ocurre Xiler?

Uno de los humanos ha escapado por uno de los pasillos— respondió con serenidad—. Llevaba rato vigilándolo.

Al escuchar esto, Thor se mostró nervioso.

Maldición, padre se va a enfurecer cuando se entere.

No, no lo hará— dijo en ese instante Heimdall—. Voy a buscarlo. Si pregunta, le dices que le he acompañado para que viera el paisaje.

Su hermano se limitó a asentir como respuesta. Tras esto, dejó la habitación atrás y se adentró por uno de los pasillos. El Gélido pensaba para sus adentros, esperando que el humano no hubiera decidido escapar. No solo le iba a ser imposible, de seguro, los centinelas que por allí pululaban no dudarían en matarlo.


Salió al exterior, donde el frio viento soplaba con fuerza. La zona era un pasillo de metal a cuyo lado estaba una barricada, colocada para proteger a los soldados que allí se cubrieran. Se extendía por toda la muralla y contaba con una serie de huecos, algunos grandes para colocar grandes cañones de plasma o energía protónica y otras más pequeñas, para que los soldados disparasen con armas de menor tamaño. Heimdall caminó por esa zona y no tardó en dar con Zeke, quien se había adentrado por la zona derecha. El chico estaba asomado por uno de los huecos, mirando el amplio paisaje que tenía delante. El Gélido se sorprendió de verlo allí y caminó hasta su lado.

Cuando Zeke vio a Heimdall acercándose, se puso muy nervioso. Creía que venía por él y eso le puso en guardia. De hecho, cuando ya estaba muy cerca, se disponía a salir corriendo.

— Yo que tu no correría por aquí— le advirtió—. Esta es una zona inestable. No han acoplado aun la parte de la muralla y se puede caer si nos movemos demasiado.

Se colocó justo al lado del humano y contempló el paisaje como este hacía. Todo era blanco, monótono pero placido. A lo lejos, parecían atisbarse grandes promontorios que debían ser montañas, de evidentes colores oscuros pero al estar tan lejos, no se podía deducir muy bien. Lo que si se notaba eran las grandes llanuras de color blanco extendidas por todo alrededor. No había nada más, tan solo nieve. Ni rocas, vegetación. Ni siquiera ciudades.

— ¿Qué has venido a hacer aquí?— preguntó en ese mismo instante Heimdall con mucho interés—. ¿Tan solo a admirar el bello paisaje de este mundo?

Observó con detenimiento al humano. Pese a llevar encima un traje que impedía verle su rostro, el Gélido consideraba que Zeke debía estar ahora presa de un gran miedo. No era para menos, la misión del guardián de Asgard era vigilarlos y evitar que provocaran cualquier problema. De causarlo, tendría que matarlos. Por eso, Ralston se mantenía en su sitio, sin moverse o contestar, aunque quizás, debería de hacer eso último.

— Así que tú eres quien se encaró con mi padre en la sala del trono— rememoró en ese instante Heimdall. Zeke siguió allí callado pero no pudo evitar recordarlo también—. Si, recuerdo que te amenacé con mi espada y todo, je.

Todavía tenía en su mente grabada la imagen del Gélido apuntando esa larga espada contra él, tirado sobre el suelo mientras lo miraba con aquellos ojos inyectados en rabioso ámbar. A Ralston le resultaba una presencia amenazadora y temible.

— Y ahora, aquí estamos, contemplando el hermoso ambiente que nos rodea en aparente paz y armonía— dijo con cierto toque irónico—. Es una imagen cuanto menos extraña, ¿no crees?

Siguió callado. No quería hablarle. Tenía miedo, de absolutamente todo. Ya no era Kyle, no era solo Loki, era todo lo que había alrededor de él. Estaba lejos de su hogar, de su familia. Se preguntaba como estarían sus padres, si le darían por muerto. Se acordaba de su hermana, una adolescente en esos momentos, a la que le tenía mucho cariño y aprecio. Se alejó de ellos para poder ayudarles y por esto, ha acabado en el peor lugar imaginado, el hogar de sus enemigos. Dos lágrimas se derramaron de sus ojos. Quería llorar pero delante de ese ser no lo deseaba. Se contuvo, pese a que su aquejada respiración delataba su estado.

— En realidad, no era a tu padre a quien quería atacar. — Le costó decirlo pero al hacerlo, llamó la atención del Gelido—. Era a tu hermano.

— Ya, Turak— mencionó algo decepcionado Heimdall—. Quien no querría verlo muerto.

Quedó sorprendido ante la reacción del alienígena. Pensó que no era buena idea indagar pero le apetecía saber qué opinión tendría sobre este.

— ¿Dónde está ahora?— preguntó con gran interés, como si quisiera saberlo para luego buscarlo y acabar con él.

Heimdall lo miró por un momento pero no tardó demasiado en responderle.

— Encerrado en sus aposentos, seguramente lloriqueando por la escena que montó durante el banquete— Se notaba un cierto deje de desánimo en su voz—. Debe de llevar ahí por días enteros. Siempre hace igual cuando padre se enfurece con él.

La idea de ver a Loki llorando encima de su cama, humillado por la bofetada de su padre que él mismo contempló le pareció en cierta manera reconfortante. Aunque le prefería muerto, verlo así le encantaba.

— No parece que estéis muy contentos con él.

La inesperada frase de Zeke perturbó un poco a Heimdall. Este lo miró con algo de agobio pero no tardó en desviar sus ojos hacia el paisaje. Permaneció callado por un poco, limitándose a mirar lo que tenía delante, como si quisiera ignorar las palabras del muchacho pero no tardó en hablarle.

— Es complicado— acabó diciendo—. A diferencia de Galvar o de mí, e incluso de Esura, Turak se comporta de forma infantil e inmadura. No es propio de un hijo del gran Ulthar ser así pero él es de ese modo y no parece que piense cambiar.

— ¿Le odias?

La pregunta de Zeke volvió a pillarle desprevenido. El chico parecía seguro en sus intenciones.

— Es mi hermano. Pese a las atrocidades que pueda cometer o a la forma en que se comporte, debo de quererlo. Es lo que siempre padre nos inculcó. La familia es lo más importante.

— ¿Pese a que él sea un maldito psicópata asesino?

El Gélido se giró de forma brusca y le agarró con fuerza del cuello. Zeke se asustó y sintió un súbito temblor recorriendo toda su piel. Pudo sentir en sus ojos un odio irredento creciendo. Heimdall apretó su cuello con más fuerza, aunque el traje impedía que pudiera asfixiarse. El humano miró hacia la muralla y se preguntó si Heimdall sería capaz de arrojarlo desde allí. Notando como estaba, pensó que no dudaría en hacerlo. Pero no fue así.

Le soltó y volvió la vista hacia el horizonte. El viento soplaba con menos fuerza, tan solo una leve brisa seguía levantada. Observó al Gélido, quien aparentaba perfecta calma, pese a que en su rostro se notaba la inmensa frustración carcomiéndole. Sabía que Loki no era más que una fuente de problemas para esa familia y se preguntaba cómo es que Heimdall no le había empalado con su espada tiempo atrás.

— Turak no es un gran guerrero o una persona respetable. Ni siquiera es alguien de quien uno pueda sentirse orgulloso— comenzó a enumerar, notándose el dolor emanando de las palabras—. Pero es hijo de mi padre y como tal, le querré, sin importar lo más mínimo que haga. ¿Ha quedado claro?

Le miró al hacerle esa pregunta y eso, hizo que Zeke volviera a tensarse.

De repente, un gran estruendo hizo temblar todo. La parte en la que se hallaban se movía, tambaleándose hacia delante y atrás. Heimdall y Zeke se miraron extrañados.

— ¿Que ha sido eso?— preguntó el Gélido.

Se empezaron a escuchar gritos, como si gente embravecida estuvieran profiriendo canticos. Venían de las puertas de la fortaleza. No tenían ni idea de que podía estar pasando pero estaba claro que debían averiguarlo.

Comenzaron a correr en dirección hacia las puertas, notando cada vez más cercanos los gritos. Habían dejado atrás la zona hexagonal de la fortaleza y ya iban adentrándose por la rectangular. Zeke miró abajo, done los Gélidos corrían de un lado a otro muy alborotados. Algo terrible estaba pasando. Iban ya por la mitad del camino cuando justo frente a sus ojos, una gran explosión azulada tuvo lugar frente a ellos. Esto, le hizo recordar las explosiones que lo arrojaban por los aires en Midgard.

— ¡Cuidado!— le gritó con fuerza Heimdall mientras lo tiraba al suelo.

Ambos cayeron, mientras la onda expansiva los arrastraba contra la barricada, aunque no se hicieron demasiado daño. Toda la muralla se movía, mostrando lo inestable que resultaba. Zeke y Heimdall se incorporaron a duras penas tan solo para escuchar un fuerte chirrido metálico, como si algo se estuviera soltando. Ralston giró su vista hacia la barricada y vio varias partes rompiéndose y separándose de la muralla. Volvió sus ojos hacia delante y allí mismo, se topó con Kyle, con sus brazos cruzados y una sonrisa repleta de satisfacción en su cara.

— Ya sabes Zeke, todo lo que sube, ha de bajar.

No pudo contemplar u oír su espantosa carcajada, pues en ese mismo instante, la sección de la muralla donde estaba se desplomó y él, junto con Heimdall, cayó al vacío.

El sonido de la explosión fue escuchado por todos dentro del cuartel general. Al instante, Odín ya estaba dando órdenes a todos.

Dronan, Vintras, quedaos con los humanos y con Barden— le ordenó al par de Huskarls—. Galvar, Riorkan, vamos a la entrada. El sonido viene de allí.

Los tres salieron por el pasillo trasero izquierdo en dirección hacia dónde venían aquellas explosiones. Mientras, Miranda no dejaba de buscar a Zeke pero al no encontrarlo por ningún lado, se empezó a preocupar. Miró a Oliveira y sin necesidad de ver su cara, sabía que algo terrible estaba sucediendo y que Ralston se hallaba en peligro.

Odin, Thor y Riorkan corrían lo más rápido que sus piernas podían.

¿Dónde está Xiler?— preguntó el monarca a su hijo.

Salió a acompañar a uno de los humanos afuera.

Debería de estar aquí, con nosotros.

Thor giró su vista a la derecha y vio una parte de la muralla desplomada. Su doble corazón latió con un vasto eco. La barricada había caído entera y las grades chapas de metal estaban algo dañados pero no caerían. Pero no era eso lo que le preocupaba. Tenía un presentimiento, uno terrible, de que algo malo había pasado allí. Pero no era momento de elucubraciones. Cosas peores sucedían más adelante.

Llegaron a la entrada y subieron por unos peldaños hasta la torre de vigía. Desde allí, pudieron contemplar el inseguro panorama.

Una bomba de plasma había explotado justo ante las puertas. No las había derribado pero estaban rotas y con una segunda, se podría terminar de tirar abajo. Además, la otra torre de vigía ardía con fuerza y algunos cuerpos de Alfar se veían allí tirados.

Maldita sea, ¿¡que está ocurriendo?!— bramó furioso el general.

No hizo falta responder a la pregunta. Delante de ellos, un gran número de Gélidos se había agolpado. Todos portaban ropajes verdes y casco negros e iban recubierto con armaduras de piel de Butragus. Gritaban con fuerza, ondeando sus lanzas, todas ellas tradicionales. Era una masa enardecida y furiosa, llena de gana por matar.

¡Muerte a los traidores! ¡Muerte a los Aesir!— decían en sus proclamaciones con gran entusiasmo.

A Odín estaba a punto de darle algo. No podía ser, aquello no podía ser cierto. Otra revuelta, otra rebelión, otra revolución. Eso estaba siendo aquello.

¡Que el gran líder y traidor haga acto de presencia aquí!— reclamó una voz perdida entre aquella muchedumbre— ¿O es tan cobarde que debe ocultarse tras estas paupérrimas murallas para no hacer frente a nuestras proclamas?

Lleno de una gran ira, fue a adelantarse pero Thor le frenó.

Padre, es una trampa— le espetó su hijo mientras trataba de retenerlo—. Le matarán sin dudarlo si se asoma.

Se zafó de él y le dio un fuerte empujón. Ante los ojos de un asustado general Riorkan y ante la mirada incrédula de su hijo, Odín se asomó para contemplar a ese ejército de rebeldes Vanir que tanto le reclamaba. Fijó sus ojos ante uno que destacaba por encima del resto, pues llevaba una armadura de color verde oscura y una máscara reluciente y plateada, como si quisiera evocar la figura del gran líder de aquel bando al que tuvo que enfrentar en la Pugna Tribal. Como si de ese modo, le estuviera recordando todos los pecados que cometió en el pasado.

¡Aquí estoy malditos imbéciles!— gritó a todos como si quisiera mostrar su grandeza a todos y eclipsarlos con ella—. ¿Qué queréis de mí? ¿qué ansiáis de quien os ha salvado del desastre que ahora amenazáis con volver a hacer estallar?

El tipo de la máscara avanzó entre sus hombres para que Odín lo viese mejor. El monarca clavó sus rabiosos ojos sobre él.

Cobarde, traidor. Concubina de esas bestias malnacidas— iba soltando con insultante actitud—. Mataste a Rokar, nuestro gran rey, nos entregaste a unos completos desconocido y ahora, te regodeas construyendo este insulto, no solo para tu pueblo, ¡sino para el Gran Dios! ¡Eres una vergüenza y una deshonra para todos los pueblos del Gran Hielo! ¡No mereces ser nuestro rey!

Todos gritaron ante el colérico canto de su líder. Odín se enfadó como nunca antes había hecho en mucho tiempo y cargó contra el enmascarado.

Si no hubiera sido por mí, ¡hace mucho que nuestra gente habría desparecido de este mundo!— profirió—. Xorgorath, el líder de la Casta Eterna, ¡nos quería muertos! De no ser por mí, ninguno de vosotros estaríais aquí ahora.

Un súbito silencio inundó el lugar. Thor miró nervioso y fue acercándose para retirar a su padre. Odín, mientras, posaba sus ojos sobre el caballero enmascarado que lideraba a ese grupo de infames rebeldes. Esperaba que volviera a abrir su boca. En verdad, deseaba que lo hiciese. Así, le haría callar de nuevo, haciendo que perdiera toda su credibilidad y de ese modo, tras la llegada de los refuerzos, lo ejecutaría frente a sus hombres, para que aprendiese a no rebelarse contra su líder. Pero, la única respuesta que recibió, fue una lanza arrojada que se clavó en su hombro.

¡Padre!— gritó con desgarrada voz Thor.

Una segunda lanza rozó su cara mientras Odín caía. Esta desgarró su ojo derecho. Al mismo tiempo, los Vanir rebeldes comenzaron a gritar con mayor fuerza que antes.

¡Muerte a los traidores!— proferían envueltos en su enardecido mantra—. ¡Muerte a todos los Aesir!

Tras esto, el ejército cargó contra las murallas, dispuestos a matar a todos los que se ocultaban tras ellas.

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Pues nada, hasta aquí hemos llegado. Que os ha parecido a todos este inesperado giro? Pensabais que algo así iba a suceder? Me gustaría saber que opináis respecto a este momento y quien creéis que saldrá de aquí con vida o no.

Y ya que he captado vuestra atención, he pensado en proponeros a todos, un pequeño concurso en el que quiero que participéis. De que se trata? Bueno, simple, quiero que os inventéis un personaje para mi historia. Si, deseo que pongáis en marcha vuestra imaginación para que así poder incluir a uno de estos personajes en mi trama. El concurso se pone en marcha desde hoy 7 de Agosto y concluirá el 7 de Octubre, dando tiempo para que podáis pensar bien a vuestros personajes. Contactadme por mensaje privado por mensaje en Facebook, pero nada de soltar vuestros personajes por aquí, entendido. Requisitos del personaje, sera Gélido o humano. Lo siento pero Inmortales y Quimeras no vienen incluidos en el lote. Tampoco del a Primera Raza, pues llevan mucho tiempo desaparecidos y nada de inventaros vuestros propios aliens. Ninguno de estos, serán aceptados. Necesitaré una descripción de su físico y personalidad, así como un poco de su historia pasada y que ocupación tienen (Sugerencia: mi gusto va por lo militar). Ojo, no pueden ser familiares de los personajes de la historia, asi que no pongáis que es primo de Zeke o cuñada de Freyja. No me escribáis que queréis que hagan en mi historia, eso lo haré yo. De todos los personajes propuestos, solo elegiré a tres. Respecto al premio, no habrá dinero ni nada material, tan solo el privilegio de ver a vuestro personaje en mi novela y dedicaré el capitulo donde este aparezca por primera vez a su creador. Ahora, comentaré la presencia del personaje dependiendo del puesto en que quede:

1º. Tendrá una presencia regular en la trama de la segunda o tercera novela, pudiendo codearse con algunos de los personajes principales y llegando incluso a tener cierta importancia.

2º. Protagonizará el prologo o epilogo de la segunda o tercera novela.

3º Tendrá una pequeña aparición en el capitulo.

Eso si, todos tendrán el privilegio de morir de la forma mas violenta y horrenda posible, como todo buen personaje de esta saga. 

Y eso es todo, ahora, poneos manos a la obra!!! Esperaré con ansias vuestro trabajo. Recordad que tenéis tiempo hasta el 7 de Octubre, así que no os desesperéis y pensad bien como van a ser para sea el mejor. Un saludo y gracias por estar ahí siempre!!!

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