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Capitulo 15- Bastión (Parte 1)

24 de Septiembre de 2663. Sistema Solar. Marte. 07: 56.

— Muy bien chapuceros, ¡hoy toca aprender la lección más importante que todo soldado debe saber!— exclamó con tono fuerte el sargento Gibson—. ¡Cómo se debe usar un arma!

Ezekiel y el resto de sus compañeros portaban en sus manos los nuevos fusiles con los cuales iban a luchar en el campo de batalla en un futuro no muy lejano. Era los fusiles de asalto Sable Modelo II, el arma reglamentaria utilizada por la mayor parte de las tropas de Infantería Básica. Los soldados observaban su nuevo armamento con cierta duda mientras sopesaban su solidez y dureza.

— Estos no son como vuestros rifles de pulsos eléctricos. Esos os pegaban una descarga y os dejaban tirados en el suelo por un rato. — Miró al grupo en formación con autoridad—. Si os disparan con uno de estos fusiles de asalto, morís al instante.

Estas últimas palabras de advertencia no parecieron calar hondo en el pelotón de reclutas, más centrados en revisa aquellos fusiles. Zeke se fijó en el color de la superficie plástica del cañón, el cual parecía muy oscura, de un negro bastante apagado, casi ocre. Tanteaba el arma con sus dos manos, fijándose en lo ligera que era. Podía notar su peso y consistencia eso era innegable, pero aun, así, es como si tuviera una pluma. La podía mover con completa soltura. Cuando miró a su amigo Kyle, este revisaba la mira holográfica del arma, la cual era un punto verde. El suyo era cuadrado y con una cruz verde en el centro justa. Siguió inspeccionando el rifle hasta que la regia voz del sargento Gibson lo sacó de su ensimismamiento. Como al resto de sus compañeros.

— Me alegra que os estéis familiarizando con estos fusiles pero la única forma de aprender a usar un arma, ¡es disparando!

Señaló hacia la galería de tiro que tenían justo en frente, la cual no eran más que un puñado de figuras holográficas de Gélidos que habían sido colocadas a varios metros de distancia. Unas a unos diez metros, otras a unos veinte y las últimas a unos treinta. El lugar estaba al completo descubierto. No se hallaban dentro de ningún edificio, sino en mitad de una llanura roja marciana. Había galerías de tiro en la base militar pero Gibson quería mostrar cuales eran los efectos del disparo en campo real. Como la bala era desestabilizada por la acción del viento y la gravedad real. Las galerías poseían estabilizadores gravitacionales que permitían que las balas llegaran a su objetivo de forma precisa. Pero eso no era lo que ocurría en el campo de batalla. El sargento instructor quería que sus soldados viesen como el efecto del medio externo, impedía que las balas llegaran a acertar a sus objetivos de forma automática y perfecta. No era apretar el gatillo y el objetivo ya estaba muerto. Había que tener en cuenta todos esos factores. De no hacerlo, los soldados se podían dar por muertos.

— Sargento Gibson— dijo un joven mientras levantaba la mano. Gibson dirigió su mirada hacia él con atención—. ¿Estos rifles cuentan con lanzagranadas?

Quien acababa de realizar la pregunta era un joven llamado Ephraim Kingston, un joven venido de una rica familia, poseedora de una importante línea de fábricas donde se producían robots domésticos. Pese a estar bajo el control de la Confederación, tenían permiso para comercializar los modelos que deseasen y venderlos en las colonias pero una parte del ingreso acababa en manos de la Confederación. La otra, era para ellos. Gracias a esto, Kingston se permitió el lujo de estudiar en una academia militar, saliendo con muy buenas calificaciones. Se alistó para poder tener cierta experiencia en combate y no tener que esperar demasiado para entrar en la división donde deseaba servir, la Vanguardia. Solo eran unos meses y ya estaría dentro.

Ante tan inesperada pregunta de aquel muchacho alto y fornido de piel negra, Gibson fue claro.

— No, el modelo Sable-II no cuenta con equitación para lanzagranadas. Demasiado complicado para la producción en cadena y peligroso para soldados tan inexpertos como vosotros— explicó de manera informativa—. He oído que el modelo III, nuevotipo creado por los laboratorios de investigación en Draconis VII y fabricadosen las factorías armamentísticas de Tecrion IV, si incorporará pero aún se halla en fase de prototipo. Los modelos Víbora y Cimitarra si cuenta con lanzagranadas, escopeta o capsulas con munición dispersa pero son fusiles de asalto para soldados de mayor rango. A vosotros no se os estará permitido usar armas de este tipo hasta que halláis ascendido.

La respuesta pareció decepcionar un poco a los soldados, sobre todo a Kyle. Al mirarlo, Zeke se percató de la expresión desilusionada que llevaba en su rostro. Se ve que el chico quería hacer volar cosas por los aires. Ante esto, Ralston daba gracias por que el rifle no portase lanzagranadas al final.

— Que lastima que no podamos hacer volar a esos cabrones en mil pedazos, ¿eh?— le dijo con gracia mientras le daba un codazo—. ¡Pero seguro que utilizaremos granadas!

El sargento Gibson se volvió a la galería de tiro montada. Observó esta obra de forma detenida, como si estuviera evaluando cada elemento por si hallaba algún fallo importante. Tras un rato así, se volvió hacia sus soldados. Sus ojos reflejaban las más que claras intenciones del sargento. Era hora de que aquello jóvenes disparasen por primera vez un arma. Era el momento de que se familiarizasen con eso instrumentos diseñados con una única función, matar. Esta vez, no dispararían inofensivas descargas eléctricas, sino munición real. Esperaba que tuviesen cuidado, no, más les valía tenerlo. Como hubiera un accidente, aunque fuera solo el mero roce de una bala, toda la responsabilidad recaería en el instructor y el castigo recibido por ello, sería severo.

— Muy bien, quiero cuatro reclutas aquí y ahora.

La llamada fue clara pero al principio, ninguno parecía dispuesto a avanzar.

— ¿¡Que cojones os pasa?!— preguntó estupefacto el sargento mientras su rostro se endurecía en reacción por la inesperada sorpresa—. ¿No era esto lo que queríais? ¿Aprender a disparar armas? ¿No es esta la razón para alistaros?— Señaló hacia la galería de tiro mientras hablaba. Los jóvenes permanecieron rectos y en su sitio, tensos mientras escuchaban a su líder—. ¡Moved el culo aquí de una puta vez cuatro de vosotros! No me obliguéis a tener que ser yo quien lo haga porque si no, ¡os daré de puntapiés en vuestros culos hasta el día de vuestro juramento!

Escuchar la reacción violenta del sargento Gibson fue más que suficiente para que cuatro de los reclutas se adelantasen. Uno fue la cabo Miranda Cruz, quien avanzó con paso decidido hasta donde se hallaba el instructor. A esta, le siguieron otros dos, Ryo Takahashi, un chico japonés que había estudiado ingeniería e Irene Costa, una joven chica española. El ultimo, fue Zeke, algo que sorprendió a todos, incluido Kyle.

Zeke decidió adelantarse porque quería ir acostumbrándose desde el principio a todo aquello. Pese a que esto no tendría comparación con el campo de batalla real, no podía negar que debía ir aclimatándose, pues de ese modo, tendría los conocimientos y habilidades bien aprendidos de cara a cuando luchasen.

— Bien reclutas, me alegro ver que aún quedan jóvenes con iniciativa dentro de este cuerpo— exclamó el hombre bastante animado—. No creáis que esto os va a convertir en unos privilegiados por encima de vuestros compañeros pero desde luego, os tendré en mayor estima que al resto. Ahora, preparaos para disparar.

Todos se recostaron sobre el suelo, apoyando la culata de sus rifles contra el hombro. La mano izquierda sostenía el cañón del arma y la derecha se colocaba sobre el gatillo. El dedo índice colocado para apretar el gatillo y abrir fuego. Los ojos posados en las miras para fijar el objetivo. Todo estaba preparado. El silencio les acompañaba, sus compañeros observaban atentos y el sargento se disponía a dar la orden. Zeke estaba algo tenso, no por disparar por primera vez, sino pro imaginarse como sería cuando estuviera allí, luchando contra enemigos extraterrestres. Aquellos no serían figuras inanimadas sin movimiento sino rápidos objetivos que no dudarían en acabar con su vida. Ralston se notaba muy inquieto ante la idea de entablar combate. No solo estaba el hecho de que podría perder su vida, sino que además, le tendría que arrebatar la de sus enemigos. No solo para poder sobrevivir, también porque era su misión, por lo que ahora estaba entrenando.

Tanteó un par de veces el gatillo, queriendo apretarlo pero debía esperar a la orden. Solo entonces, abriría fuego. Estaba nervioso, sabiendo que entre sus manos, portaba un instrumento hecho para segar vida, para causar la muerte. Su abuelo, una persona pacífica y critica contra la guerra y cualquier manifestación violenta, se lo dejaba siempre bien claro, "las armas, las carga el diablo". Pero se equivocaba. No era el diablo, sino los seres humanos quienes las cargaban y usaban.

— Preparen— les dijo Gibson y todos se pusieron más en guardia—, apunten— Sintió sus palabras filtrándose en su ser, atraídas por el suave viento—, ¡fuego!

Un coro ensordecedor sonó aquella mañana en ese valle marciano. Ese, sería el primero de mucho que Zeke y sus compañeros escucharían a partir de ese día. El ruido de las balas al ser disparadas, el sonido de las armas que descargaban su munición contra el enemigo. La música principal de la guerra.

5 de Junio de 2665. Sistema Aciansi. Asgard. 10:01.

Mientras las balas silbaban en su cabeza, Zeke abrió sus ojos con brusquedad. No estaba en Marte, sintiendo el frio aire mientras se hallaba tumbado en el suelo mientras apuntaba su arma para disparar bajo la atenta mirada de Kyle y el resto de compañeros. Estaba en Asgard, atrapado dentro de un incómodo traje y también atrapado en las mazmorras de Valaskjalf. Así llevaba desde unas 2 semanas, bajo la intensa tortura y opresión de la familia real del Linaje Congelado, soportando humillaciones y castigos, aguantando el dolor de aquel horrible sufrimiento, no solo suyo, sino también del de sus compañeros. Había compartido un solo buen momento con Thor, el hijo mediano de Odín, el cual le trató bien pero el resto, habían sido despreciables. Luego estaba ese misterioso evento en el bosque, pero no por matar a la monstruosa criatura de seis patas, sino la extraña visión que tuvo al estar cerca del promontorio, otra enigmática señal de la Primera Raza sobre el Gran Colapso que seguí sin entender. Como fuera, todo era diferente frente a aquella vivencia. Bueno, no todo. Aún seguía bajo la atenta mirada de su gran amigo Kyle. Aunque este, no era el Kyle que recordaba con cariño.

— ¿Que, pasándotelo en grande con la preciosa Miranda, amigo?— dijo con insidiosa malicia el espectro.

No le hizo ni caso. Pero sentía el cuerpo de su amiga a su lado. Eso le tranquilizaba bastante. Podía ver a su difunto colega allí de pie, observándole y soltando toda clase de puyas e injurias variadas pero él seguía inalterado. El hecho es que Miranda lo calmaba, el hacía sentir bien. Notaba su cuerpo y su respiración a través de la máscara que esta llevaba. No había contacto físico directo entre ambos pero al menos, sabía que ella estaba allí. Como el resto de sus compañeros. Aunque no podía tocarlos, sabía que estaban en esa celda, junto a él.

— Seguro que tienes unas ganas tremendas de arrancarte ese maldito traje y arrancárselo a ella para follarla— dijo jocoso Sandler mientras una perversa sonrisa enfatizaba su espeluznante expresión—. Si, recuerdas los primeros preparativos antes del primer combate. Cuando la viste tan solo con aquel traje de goma negro recubriendo su prieta figura. Que tetas, que culo. Y cuando os besasteis aquella mañana de guardia. Si, Cruz es una hembra que te tirarías sin dudarlo.

Había que reconocerlo, tras esa aura de horrida acusación, este espectral Kyle Sandler se parecía en algunas cosas al auténtico. Sus chascarrillos sin gracia y sus frasecitas subidas de tono eran marca de la casa Sandler. Sin embargo, Zeke preferiría ignorarlo.

— Si, diviértete con ella pero seguro que el que no debe estar divirtiéndose nada es el pobre de Eph.

Al decir esto, Zeke volvió su mirada hacia Kingston. Allí estaba, sentado contra la pared, arrebujado contra Katie. Estaba inmóvil, sin apenas mostrar atisbo alguno de vida. Cualquiera diría que ese alto y fuerte muchacho de 20 años estaba muerto. Lo aparentaba muy bien pero de vez en cuando, se movía un poco. Tras la puñalada recibida por Loki, se lo llevaron, supuestamente para curarle esa herida. Pasaron tres días en los cuales, no supieron nada en absoluto, temiendo que fuera a morir. Afortunadamente, lo devolvieron en aparente buen estado pero desde entonces, ahí había permanecido, sin hacer otra cosa. Él, que era una de las personas más activas y vigorosas que jamás había conocido, permanecía inerte y débil, como si le hubiera sido extraída su vitalidad.

Notó como Cruz se revolvía un poco y la miró.

— ¿Va todo bien?— preguntó un poco preocupado.

Miranda alzó su cabeza y le miró. Pese a que las lentes negras de la máscara le impedían ver sus preciosos ojos verdes, sabía que en ellos debía reflejarse la intensa vitalidad de la chica. De todos los que había ahora en aquella estancia, era la más fuerte.

— Vaya, por fin eres tú el que pregunta primero— exclamó con bastante sorpresa y alegría.

No pudo evitar echarse a reír. De hecho, una gran euforia recorrió su cuerpo de forma repentina. Hacía tanto que no se sentía alegre o al menos, bien. Era algo inesperado pero le aliviaba. Quizás se recuperase.

— Al parecer, veo que tú sigues tan animada como de costumbre— dijo para seguir con el agradable momento.

— Pues ves muy bien— le respondió la cabo—. Eso es bueno.

Continuaron mirándose, sin saber muy bien que decir o hacer. Si no fuera por esas malditas máscaras, la besaría. Puede que le insidioso Kyle tuviera razón y desear acostarse con ella pero al menos, se sentiría vivo. Siguieron así, hasta que el entrañable evento se vio interrumpido por el ruido de la puerta abriéndose. Heimdall y los dos Huskarls, junto a tres Alfar, hicieron acto de presencia.

— En pie— les dijo con férrea voz.

Todos le hicieron caso al instante pero a Eph le costaba trabajo levantarse. De hecho, a pesar de que Katie le aguantaba, el chico apenas podía mantener el equilibrio. Heimdall lo observó con cierta apatía con sus amarillentos ojos.

— No, tú te quedas hoy— le señaló a Kingston, quien no tardó de nuevo en desplomarse al escuchar esto.

— ¿Puedo quedarme yo también?— preguntó reticente Burrows. El Gélido la observó algo severo—. Necesita que alguien le cuide.

Al guardián de Asgard le sorprendió la bravura de la joven humana. De todos, era la que menos hablaba pero ahora, parecía dispuesta a todo. También, pensó que lo más probable es que también se quisiera librar de salir de allí. No la culpaba. En su situación también haría lo mismo. Como respuesta, le asintió de forma afirmativa.

— Vosotros tres, venís conmigo— les dijo al capitán Oliveira, Zeke y Miranda.

Salieron de la celda y mientras lo hacían, Zeke miró a su siniestro amigo Kyle.

— Vamos de excursión Zeke— exclamó con fingida emoción el fantasmal chico—. ¡Que guay!

Estos siguieron a los Gélidos hasta llegar a la sala del trono, donde les esperaban para sorpresa de todos, Odín, Njoror y Thor. Zeke se fijó en que no se hallaba por allí Loki, un verdadero alivio para ellos. Sin ese bastardo cerca, quizás las cosas fueran mejor. Al menos, eso esperaba pero con los Gélidos, poco se podía fiar.

Odín y los suyos hablaban entre ellos sin que los humanos pudieran entender demasiado de lo que se decían. No le gustaba la forma en que hablaban, parecían estar tramando algo y desde luego, era seguro que ellos serían el centro de atención. Miró a Miranda y a Oliveira, quienes permanecían en sepulcral silencio. Como él, no tenían ni idea de que pasaba aquí. A sus espaldas, los dos Huskarls permanecían inmóviles, vigilando sus movimientos. De repente, Heimdall se dio la vuelta y se dirigió hacia ellos. Odin y Njoror observaban con paciencia a los humanos y Zeke y los suyos retrocedieron un poco al ver al Gélido acercándose. Los guardias les empujaron hacia delante cuando les vieron retrocediendo.

— Bien, parece que mi padre está de acuerdo con la idea de que vengáis con nosotros— exclamó Heimdall tras detenerse frente a ellos.

— ¿Adónde nos llevas?— preguntó Oliveira.

— Os va a encantar, eso seguro— dijo el Gélido con una amplia sonrisa dibujándose en su rostro—. Vais a ver una de nuestras fortalezas.

— ¿Para qué?— Esta vez, la pregunta fue de Miranda.

Heimdall guardó silencio por un momento. Más atrás, Odín organizaba a los Alfar para la comitiva que los acompañaría a todos hasta ese sitio. Zeke tragó saliva, con miedo al pensar en lo peligroso que podría ser todo aquello. Luego, miró de nuevo al Gélido, cuya satisfecha sonrisa aún no se había borrado de su rostro. Y no iba a desaparecer en un buen rato.

— Para que así, los humanos veáis lo poderosos que somos nosotros. Aquellos a quienes llamáis el Linaje Congelado— contestó por fin, con arrojo y estupor.

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Aquí tenéis el nuevo capitulo. Perdón por haber tardado pero es que he estado esta semana liadillo. Solo decir que en el siguiente capitulo, van a pasar cosas muy interesante. De hecho, tanto Zeke, Miranda y Oliveira como los Gélidos, se van a meter en grave problemas. Ya veréis.

Un saludo a todos y gracias por leer. Como siempre, agradeceré vuestros comentarios.

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