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Capitulo 14- El Legado del Antiguo Culto (Parte 2)


La gigantesca catedral fue ordenada construir por el mismísimo Alistair hacía ya 20 años. Medía 345 metros de altura y unos 80 de diámetro. El gran profeta invirtió una gran fortuna en comprar el terreno y en la construcción del edificio. Se tardaron 4 años en completar la parte principal y unos 3 en concluir el resto de edificios complementarios. Era su gran muestra hacia los dioses de su adoración. El modo del que deseaba acercarse a ellos. Lo llamaba su Torre de Babel, su gigantesco zigurat. Bishop no pudo evitar recordar las palabras de su antiguo compañero Carlos Merino cuando le confesó que más que una catedral, ese edificio parecía una polla gigante. Tuvo gracia pero no debió de decirlo justo delante del gran profeta, quien cortar su pene y dejarlo castrado por esto. Carlos se suicidó unos meses después tirándose desde lo alto del edificio del que se burló.

Bishop accedió al interior del edificio junto con el alto sacerdote Talbot. Cruzaron un amplio pasillo en forma de círculo que rodeaba el hall principal. Este se mostró al ingresar ambos hombres a través de las automatizadas puertas de cristal que se abrieron al paso de estos. El hall era una amplia sala circular de 15 metros de altura. En los laterales, se hallaban los ascensores que permitían ascender y descender a la gente por todo el edificio. Eran en total, 9 ascensores. Como las nueve musas hijas de Zeus, como los nueve mundos que componen Yggdrasil. Como los nueve dioses que componen la cosmogonía de Heliopolis, conocidos como la Eneada. Excentricidades de Cromwell. Bishop y Talbot siguieron su avance hacia el ascensor que había justo a su lado. Así, no tendrían que cruzar el gran monumento al profeta.

El centro de la circular sala tenía una gran fuente de agua done grandes chorros eran levantados. En el centro de esta, había una gran estatua de 3 metros de altura bañada en oro. Era la figura de un hombre vestido con una túnica blanca que alzaba su mano hacia el cielo. A su alrededor, había estatuas de personas arrodilladas que parecieran estar rezando al hombre. Todas estaban hechas en un blanquecino alabastro que les conferían un aspecto fantasmagórico, espectral. Parecían arrepentidas, pidiendo plegarias al hombre de piel dorada. Como si quisieran ser salvadas. Y sobre todos ellos, se veía una gran bóveda de cristales anaranjados que reflejaban la potente luz de varios focos que se tornaba entre amarilla, naranja y azul. Estas conferían a las estatuas un brillo multicolor que convertían aquel monumento en toda una excentricidad. Luego, alrededor del monumento al gran Alistair Cromwell, había una serie de columnas cilíndricas, diseminadas en formas de cubículos que pretendían imitar la fachada de un templo griego. Bishop no entendía a que venía esa decisión de colocar columnas sin ton ni son en aquella zona pero prefería no hacerse más preguntas. Él estaba para mantener el orden dentro del Legado, no para cuestionar los gustos estéticos de su señor.

Prosiguió su paso hasta llegar al ascensor que quería coger y le dirigió una mirada a Talbot, quien le iba a acompañar durante el ascenso.

— ¿Quiere que lo acompañe a ver al gran profeta?

Bishop negó con la cabeza.

— Es mejor que vaya yo solo— le respondió el edecán—. Si alguien interrumpe a Cromwell en sus orgias, ese soy yo. De hacerlo otro, no dudará en ordenar su ejecución.

Talbot lo miró tenso. El gran profeta no destacaba por ser alguien muy benévolo. De hecho, era bastante volátil y cualquier pequeño fallo u ofensa era suficiente para hacerlo estallar. Todo debía ser como quisiera y ninguna molestia era tolerada. Los dos entraron en el ascensor mientras una calma quietud lo envolvía todo.

El ascensor comenzó su subida a través de los 40 pisos que componían la gran catedral del Legado. La mayoría eran residencias en las que vivían las más de 4000 personas que habitaban en la catedral, incluyendo personal de mantenimiento y seguridad. El resto eran salas de reunión para hablar sobre las actividades y ritos que el Legado llevaría a cabo, habitaciones de relajación, oficinas desde donde se trabajaba en el mantenimiento de los recursos y el control de seguidores en otros planetas, zonas de reflexión e investigación, almacenes donde guardar antiguas reliquias pertenecientes a los dioses, etc. Y en el último piso, se hallaba la residencia privada del gran profeta. Un lugar donde nadie tenía permiso entrar, a no ser que Cromwell lo invitase. Tan solo Bishop tenía permitida la entrada y eso se debía a que el edecán supremo era la persona de mayor confianza que existía para Cromwell.

Cuando el ascensor se detuvo, lo hizo en el piso número 24. Talbot se bajó en este, dándole una cordial despedida a Bishop.

— Que los dioses amparen tu camino— le dijo con regio porte antes de salir en dirección a la sala de reuniones—. Y que el gran profeta nos guíe hasta ellos.

Las puertas se volvieron a cerrar y el ascensor siguió su camino hacia arriba. Mientras esperaba llegar, Jonathan Bishop no pudo evitar recordar cómo empezó todo. Tagris II, un mundo yermo y sin vida a donde fue a investigar. Por aquel entonces, él era un experto en exobiología y la Guerra Interestelar tan solo se hallaba en sus montos iniciales. No había enigmas, solo inesperadas sorpresas. Pero todo cambió aquel día cuando los vio, cuando vio a aquellos seres, esos a los que la Confederación había bautizado como Quimeras, manipular la vieja tecnología de los anteriores dioses. Fue en ese momento del que fue testigo cuando comprendió que todo era más complejo de lo que nunca había imaginado. Y entonces, escuchó a Alistair Cromwell. Como cientos de miles de personas por toda la galaxia. No creía en todas sus palabras, pues vislumbraba más que evidentes mentiras, pero cuando le mostró lo que encontró en ese desolado mundo que él llamó la Esfera Oculta, supo que ya nada sería igual. El ascensor continuó su viaje ascendente. Aun tardaría en llegar un rato más a la residencia del gran profeta. Mientras, no dejaba de pensar en que sería lo que querría ahora el coronel Maddox. Aquel hombre no le había traído más que problemas desde que le contactaron para conseguir tecnología de la Primera Raza. Habían logrado unos cuantos artefactos interesantes pero el premio gordo aun no lo habían conseguido. Esperaba que esta vez, Maddox tuviera buenas noticias que traerles. De no ser si, Cromwell se iba a enfurecer y eso no era nada bueno.

Por fin, tras 5 minutos de subida, llegó a su destino. Las puertas se abrieron y Bishop tuvo acceso a una amplia galería que se extendía a un lado y a otro en forma circular. Recubierta de baldosas de brillante color ámbar en el suelo y de verdes láminas de metal en las paredes, este gran pasillo estaba repleto de pictóricas obras de arte, muchas, reliquias arqueológicas compradas a museo e instituciones. Desde esculturas de antiguos dioses griegos talladas a mano pasando por pequeñas estatuillas funerarias egipcias pasando por mosaicos que relataban grande gestas épicas llevadas a cabo por antiguos héroes como Jasón y los Argonautas o Hércules.

Caminando, pasó por el lado de varias de aquellas obras. Primero, se topó con la escultura de superficie suave y blanquecina de la Venus de Milo, desprovista de brazos y contemplando con mirada vacía el mundo que la rodeaba. Tras ella, en un pequeño stand, se podía ver la estatua de un chacal de puntiagudas orejas, triangular hocico y piel muy negra sentado sobre sus cuartos traseros. Esta estatuilla representaba al dios de la muerte egipcio Anubis, quien se ocupaba de guiar a lo recién fallecidos al reino de los muertos. Tras dejar este ídolo atrás, Bishop se cruzó con un cuadro que había colgado en la pared. Este no era ningún artefacto antiguo, sino la obra de un importante artista de pintura al fresco llamado Andrew Weather, un artista de la nueva vanguardia que en vez de realizar obras a través de hologramas o modelos digitales en 3D, prefería usar viejos métodos, como la pintura o el dibujo a mano. El cuadro que había en aquel pasillo era un sentido homenaje al gran profeta Alistair Cromwell, una digna carta de admiración a tan venerado guía y salvador de la humanidad creyente en los antiguos dioses. En el cuadro, se podía ver al profeta en lo alto de una gran montaña, siendo admirado desde abajo por humanos que permanecían de rodillas, implorándole mientras que en el cielo, se veía como unas gigantescas escaleras doradas descendiendo hacia el hombre, como si los dioses pretendieran invitarlo a subir a su celestial reino. A Bishop le parecía un cuadro con un aura demasiado cristiano. De hecho, para él Cromwell se parecía más al Mesías de la religión católica que al salvador del Legado. Quizás una armadura dorada o un aspecto sobrehumano le conferirían ese porte de elegido que tanto necesitaba pero recordó las palabras de Alistair, quería lucir "brillante" y "pletórico". Quien era para discutírselas.

Tras mirar el cuadro por un pequeño que parecía eterno, Bishop avanzó hasta llegar ante unas grandes puertas de color blancas con los pomos negros. Estaban hechas de roble blanco americano, una exquisitez en aquel entonces, pues el roble era un árbol en vías de extinción y su madera se había convertido en un artículo de lujo. Tampoco eso es que a Cromwell le importase, pues con todo el dinero de donaciones, ofrendas e ingresos obtenidos de los seguidores más ricos con los que contaba el Legado. Así que al gran profeta no le importaba reparar en gastos y más, para su gran estancia. Como fuere, el edecán supremo no se dejó impresionar por tanto lujo y extravagancia. Apoyó las manos sobre la suave superficie de ambas puertas y empujó, pues estas se hallaban entornadas. Estas se abrieron y permitieron al hombre entrar en la habitación.

Los aposentos de Cromwell, al menos, uno de los cuatro que poseía en todo el edificio, era una habitación amplia provista de una decoración muy particular, basada en cada religión que conformaba el Legado del Antiguo Culto. La cuarta, que era la más grande, se basaba en una combinación de laso tras tres, además de contar con algunos retratos y estatuas del profeta. Era el único lugar donde toleraba la presencia de su propio rostro. Bishop se adentró en la habitación y caminó varios pasos. Ignoró toda la decoración basada en la mitología egipcia, que incluía paredes plagadas de jeroglíficos, estatuas delgadas y muy rectas de antiguas deidades con cabezas de halcón, chacal, carnero y cocodrilo, aparte de las estantería repleta de urnas donde se suponía yacían los órganos de antiguos faraones, una grotesca colección que tenía fascinado a Cromwell pero que a Bishop le dejaba totalmente indiferente. Tampoco hizo caso a la gran lámpara de techo cuyas esféricas luces blanquecinas iluminaban la habitación y de la que colgaban distintos símbolos como el Ojo de Horus o la Llave de la Vida. No, nada de eso le interesaba. Lo que él buscaba se hallaba justo enfrente.

La cama era grande y de forma circular. Las sabanas eran azul oscuro y la manta interna era roja. Las almohadas eran de color negro. Sobre esta, había cuatro personas. Bocabajo y colocado en el lado izquierdo de forma transversal, había un hombre desnudo de piel negra y cuerpo fibroso. En el derecho, dormidas una detrás de la otra y abrazadas en la posición de cuchara, estaban dos mujeres, también desnudas. Una tenía la piel tan clara como la leche y una larga melena roja. La que le abrazaba por detrás, tenía la piel de color morena, una corta melena negra y rasgos amerindios. El cuarto miembro de aquel alargado descanso era un hombre bajo y delgado cuyo cuerpo estaba recubierto de arrugas y que tenía el pelo revuelto y de color blanco. Dormía bocarriba, lo cual permitía ver el deterioro que el paso del tiempo estaba haciendo sobre su cuerpo. Pese a esto, a sus 90 años, Alistair Cromwell era más activo y fuerte de lo que aparentaba.

Bishop se acercó por el lado izquierdo, ignorando a los otros tres soñadores y se acercó al gran profeta. Por un instante, no pudo evitar fijarse en su fláccido y pequeño pene, lo cual le hizo estremecerse un poco pero apartó la vista de este y comenzó a llamarlo.

— Gran profeta Cromwell, ¿me oye?— le dijo en voz baja—. ¿Se encuentra despierto?

Nada. El tipo emitió una profunda exhalación pero no reacción a la llamada del edecán. Frustrado, el hombre continuó llamándolo, alzando poco a poco su voz pero seguía sin despertar a Cromwell. Esto estaba comenzando a exasperarlo.

— Me temo que ayer, mezcló los analgésicos para dormir con los estimulantes para realzar su vigor sexual— dijo una recia voz a su lado.

Al volverse, Bishop vio que el hombre de piel de ébano estaba despierto, recostado de lado, apoyando su cara en uno de sus brazos y obsequiándole con la visión de su amplio y musculado torso, dando paso a sus bien formados bíceps y a eso largo que se movía en su entrepierna. El edecán apartó de nuevo la mirada. No soportaba a esos tipos con los que se acostaba el profeta, exhibiéndose como modelos.

— ¿Qué ocurre, edecán?— preguntó el hombre—. ¿Tanto le disgusta la visión del cuerpo masculino?

— ¿No pasáis frio durmiendo desnudos por las noches?— preguntó Bishop, aun con la mirada apartada.

— Bueno, por un lado tenemos la calefacción asistida que se activa por voz— contestó su desnudo interlocutor mientras se miraba las uñas de su otra mano—, por otro, ya sabe cómo se caldea esto por las noches. La temperatura sube mucho y se mantiene hasta la mañana siguiente.

Prefirió ignorar la sonrisa bobalicón del tipo y trató de despertar a Cromwell de nuevo, sin mucho éxito.

— Me temo que está agotado. Ayer estuvo descomunal— dijo con voz magnificadora el hombre negro mientras golpeaba la pierna del profeta—. Cuando me puso a cuatro patas y él se colocó detrás....

— En serio, no necesito los jodidos detalles— interrumpió Bishop con desagrado y molestia—, solo que me ayudes despertarlo.

El hombre giró su cabeza en un claro gesto de molestia pero decidió hacer caso a las órdenes del edecán supremo. Se levantó, obsequiando con otra esplendida visión de su escultural figura (aunque Bishop apartó la mirada de nuevo ante ello) y se puso encima del gran profeta, zarandeándolo con sus fuertes brazos.

— Despierte gran profeta— decía mientras lo movía como si de un guiñapo se tratase—-. Le necesitan urgentemente.

Fue más el movimiento brusco que sus palabras lo que hicieron despertar a Cromwell. Abrió sus ojos, mostrando unos agrietados iris de color azul oscuro, algo enrojecidos por el cansancio.

— Dorian, ¿qué ocurre ahora?— dijo una voz cansada y adormilada.

El anciano hombre se revolvió un par de veces antes de poner expresión de agrado al ver al adonis que tenía encima y le dio un escueto beso en los labios.

— Se requieren sus servicios justo ahora— le respondió su amante de forma acompasada.

— Bueno si ere tú, no hay problema— comentó el profeta mientras llevaba su ano hacia la entrepierna de su amante.

— No, es el decán supremo quien le necesita justo ahora.

Cromwell giró su cabeza para mirar a Bishop y una expresión de disgusto se dibujó en su rostro.

— ¿Qué demonios quieres ahora?- preguntó con tono de molestia.

— El coronel Thomas Maddox quiere hablar con usted justo ahora mismo.

— ¡Ese estúpido militar!— farfulló cabreado Cromwell mientras se levantaba de la cama—. ¿No tiene suficiente enfrentándose a las huestes de nuestros dioses nórdicos en ese remoto mundo helado, que tiene que venir a molestarme?

Se notaba al gran profeta muy crispado pero al menos, su enfado parecía ser con el coronel de Infantería Básica, por lo que podía respirar tranquilo.

— Créame, yo me habría ocupado de todo pero Talbot me comentó que le estaba reclamando a usted.

— Por supuesto, ¡tengo que ser siempre yo quien tiene que terminar de solucionar todo!— dijo algo enaltecido el profeta mientras se ponía una bata que había cogido de un armario—. No tengo suficiente con llevar a todos mis fieles seguidores a la salvación, proteger e interpretar la Única Revelación y servir en el futuro como mediador con los grandes dioses, sino que encima, ¡he de soportar los desvaríos y quejas de un malnacido líder militar!

Siempre se quejaba de todo. Pese a su figura de gran líder religioso, a veces Cromwell parecía un niño pequeño que quisiera eludir la responsabilidad y que todo se solucionase a su manera y de forma sencilla. Pero eso no podía ser así y era esa la razón por la que Bishop estaba siempre a su lado. Él era quien en el fondo, debía de lidiar con todos los problemas. Puede que Cromwell hiciera apariciones públicas, jurara prometer con su palabra la salvación a todos los discípulos y quien hablaba de forma oficial en nombre del Legado al ser su fundador y máximo representante pero quien se movía por detrás, administraba todo y llevaba a cabo todos los tratos y planes, era él, Jonathan Bishop. Los medios lo consideraban como el hombre tras las sombras de la organización del culto, la auténtica figura de autoridad en el Legado. No creía que fuera así, pues en verdad, seguía todas las órdenes de Cromwell. Pero sí que era cierto que quien supervisaba todo y se ocupaba de que dentro del Legado, el funcionamiento de la organización progresase, era gracias a él.

— Bien, ¡vamos a reunirnos con ese tipo!— dijo con sorprendente tono jovial el profeta.

Mientras se marchaban, las dos chicas se despertaron. Bishop las miró un instante y esta vez, sí que habría mantenido la vista encantado. La chica pelirroja tenía unas curvas voluptuosas y poseía una par de pechos grandes y redondeados. La morena era más delgada y con senos pequeños pero aun así, tenía ese toque de sensualidad exótica que tanto le atraía.

— Gran profeta, ¿a donde se dirige?— preguntó la pelirroja mientras se desperezaba un poco.

— Tengo una reunión muy importante que atender— informó este—. Me encantaría quedarme con vosotras y con el bueno de Dorian pero se exige mi presencia allí.

— ¡Qué pena!— se quejó la morena—. Con lo bien que se empieza la mañana al lado del gran Alistair Cromwell.

— No os preocupéis chicas— dijo en ese mismo instante Dorian mientras se colaba entre ellas dos—. ¡Yo aún estoy aquí!

Mientras Bishop y Cromwell dejaban la habitación, el sonido de risitas, besos y gemidos empezó a inundar el sitio. Por su rostro lleno de enojo, se notaba que el profeta no estaba muy contento. Juntos, avanzaron por la amplia galería hasta llegar al ascensor. Bishop fue quien llamó. Se quedaron esperando en silencio por un pequeño rato. No se decían nada. Tampoco es que hubiera demasiado de lo que hablar. Además, se notaba que Cromwell se hallaba muy enfadado y lo mejor era no responderle, pues esto solo llevaría al inicio de la desatada furia del hombre. Tras esperar, las puertas se abrieron y los dos entraron dentro. Ya ahí, Bishop pulsó el botón que los llevaría al piso 24, donde se hallaba la sala de reuniones y el ascensor inició su descenso.

El silencio del habitáculo bajando hacia su destino les acompañaba. Podrían haber habilitado música en los ascensores, lo cual vendría muy bien para amenizar los viajes en ellos pero Cromwell no lo soportaba. Según decía, desvirtuaban su mente y le desconcentraba cuando tenía una de sus grandes revelaciones. Y lo peor que podía pasar es que se perturbase al gran profeta. Pues su mente era donde se hallaba la gran verdad que los grandes dioses le mostraron hace mucho tiempo y se convirtió en el gran pilar donde se sostenía el Legado del Antiguo Culto. Bueno, en eso, y en toda la información que obtuvo de lo que halló en la Esfera Oculta. Eso, se hallaba escondido en el último piso, bajo una estricta seguridad. Quien lo mirase sin permiso, sería ejecutado sin piedad allí mismo, sin importar quien fuera y que beneficioso fuese para el Legado. Era el secreto receloso de Cromwell e incluso Bishop lo respetaba. Más que cualquiera de las otras normas o preceptos absurdos que se ideasen.

— Espero que las razones que tenga ese tipo sean buenas para haberme despertado— le comentó de forma desinteresada el profeta a Bishop—. Si no, te aseguro que ese capullo va a tener que lidiar con las consecuencias de haberme fastidiado una de mis orgias mañaneras

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Si, se que esto se extiende mas de lo que desearía pero entre que quiero contar mucho de esta gente y no quiero teneros esperando tanto tiempo, aquí lo tenéis. El siguiente trataré de tenerlo listo para antes de este fin de semana.

Como siempre, gracias por leer. ¿Que opináis de esta gente? Creéis que están locos? Y Cromwell, pensáis que es un salvador para los humanos o un mero farsante?

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