Capitulo 13- Repercusiones (Parte 3)
Todos le observaron con cierta expectación. Se les notaba algo agitados y nerviosos. Era evidente que había mucha ansiedad por querer saber cuál sería el siguiente paso en aquella feroz batalla. El propio Carville también estaba deseoso por saberlo.
Caminó hasta llegar a una mesa central rodeada por el resto de oficiales. Este mostraba un mapa digitalizado del lugar donde se hallaban. Se podía ver el campamento Infierno, recreado de forma tridimensional con gran detalle, y los frondosos bosques que les rodeaban. El campamento se hallaba en una gran llanura que colindaba con una de las grandes montañas que se hallaban al norte del gran continente. La llanura era amplia y larga. Parecía el antiguo curso de un rio que se debió de secar, pues este continuaba hasta una desembocadura hacia el mar. Debía estar congelado. O se secó mucho antes de que el hielo y la nieve apareciesen. Más allá, de campamento, un gran punto rojo señalaba la localización del preciado artefacto que Carville y Strickland estaban buscando con desesperación. El Conducto.
Contemplaron el amplio mapeado mientras meditaban cual sería la siguiente maniobra que llevarían a cabo.
— Muy bien, ¿qué es lo próximo?— preguntó el capitán Anthony Harkness rompiendo el quieto silencio que había en la sala.
Jason miró a su amigo Dave con cierta reticencia. Se notaba el azoramiento entre todos ellos. Strickland le devolvió la mirada con confianza. Se fijó en su pierna. Aun llevaría las vendas con el apósito. No debería estar allí con ellos pero su deber como soldado de Vanguardia era demasiado alto como para quedarse en cama recuperándose. Había mucho que hacer.
— Bueno, pues empecemos— dijo el sargento a los allí reunidos.
Observaron el amplio mapa que tenían delante y Strickland estiró sus brazos mientras carraspeaba un poco. Él sería quien iba a ocuparse de hablar de la actual situación en la que se hallaban y cuáles podrían ser los siguientes movimientos en la batalla.
— Como podéis ver, hemos logrado repeler a las fuerzas del Linaje Congelado con éxito, expulsándolas del campamento Infierno— comenzó—. Las pérdidas no han sido tan cuantiosas como esperábamos. Tres tanques, un par de jeeps y unos 20 soldados muertos más 35 heridos es lo que hemos contabilizado hasta ahora.
La capitana Button tosió con fuerza, queriéndose hacer de notar. Todos la miraron y ella les sorprendió con su penetrante mirada, la cual acabó clavada en Dave. Este se estremeció un poco al notar la mujer. Era evidente que le intimidaba un poco.
— Así que no han sufrido graves pérdidas— dijo con un tono de voz calmado pero en el que se notaba cierta desidia—. Y entonces, ¿qué hay de mi compañía? ¿De todos los soldados que han muerto o se encuentran heridos?
Jason miró a su amigo con cierta incomodidad. En el fondo, la capitana llevaba razón. Ella y la compañía Toro habían defendido este lugar de los continuos ataques Gélidos. Muchos habían perecido en las batallas. Omitirlos del recuento era un auténtico insulto.
— Tengamos en cuenta que me refiero a las fuerzas que han venido con el capitán y yo— tercio Strickland, quien era demasiado orgulloso para ceder—. Sé muy bien que muchos de sus hombres y mujeres han caído defendiendo este campamento. No los olvidaremos.
Button se limitó a guardar silencio. Se notaba que Eloise seguía molesta por esta flagrante omisión de sus soldados en el recuento y era evidente que lo más probable es que ni siquiera recibirían un recordatorio ejemplar por el sacrifico que llevaron a cabo. Como mucho, una lamentación hacia su familia con medalla recordatorio de regalo. Y ya está.
— En ese caso, ¿no estamos tan mal como se esperaría?— intervino Harkness ahora.
— Así es— le aseguró Dave—. Tenemos fuerzas de sobra ahora mismo para lanzar un contraataque. Y considero, dadas las circunstancias, que es lo más recomendable. Capitán, ¿qué opinas?
Carville tenía su mirada puesta en el punto rojo del mapa. Ese artefacto. El Conducto. Si cayera en manos de las Quimeras. Si lo perdían. Eso no podía ser. Si los informes eran ciertos, ese artefacto tenía un papel clave en la comprensión de cómo era la Primera Raza y cuál sería el sentido de los artefactos y objetos dejaron. Apenas tenían información y pese a los prometedores hallazgos del doctor Schliemann en Alectus, no podían seguir esperando por más tiempo. Tenían que hacerse con ese artefacto ya. Como fuera.
— Tenemos que contraatacar— sentenció el capitán. Button lo observó atenta—. Es la única alternativa. — Señaló a u parte del bosque cercano al punto rojo—. Cuanto más tiempo les demos, se podrán rearmar y defenderse mejor. Y si este es nuestro objetivo, tenemos que llegar lo más rápido posible.
La capitana se echó a reír de forma burlona. Casi le daba un ataque con las carcajadas que estaba emitiendo. Todos la miraron lago sorprendidos.
— ¿En serio?— preguntó—. ¿Nos va a dejar aquí tirados? ¿A mí y los míos?
— ¡Nadie ha dicho nada de eso!— exclamó muy exaltado Strickland—. No pareces estar muy contenta con nuestra presencia aquí, eh?
La mujer giró su cabeza al sargento. Este se inquietó bastante al notar aquellos escudriñadores ojos azules sobre él.
— Pues la verdad, es que no— le respondió muy seria—. Hemos estado aquí tirados pro semanas, soportando los putos ataques de esos bastardos alienígenas, cayendo como moscas ante cada embiste y a pesar de enviar continuos mensajes de ayuda, nadie vino en nuestro auxilio. — Cada palabra que pronunciaba sonaba más dolida y angustiosa— Y ahora vosotros aparecéis. ¿Para qué? Solo por un puto objeto extraterrestre que le interesa al Mando. Pero nosotros, no, no le importamos a nadie.
Estaba resentida. Era más que evidente. Jason se volvió a ella, dispuesta a contestarle.
— Entiendo tu enfado, capitana Button. Lo comprendo mejor que nadie. — La mujer asintió al oírlo hablar. Estaba atenta a lo que dijese— Y no pienso dejaros ninguno de vosotros aquí tirados. Por eso, la división de tanques Búfalo se quedará defendiendo el campamento y los Armadillos trasladarán a los heridos de vuelta a la base Alfa.
— Estarás de coña, ¿no? Preguntó perplejo su amigo Dave.
— No, no lo estoy— dijo seguro de sí mismo Jason.
Button se quedó simplemente callada. Ahora, el que tenía ganas de protestar era Strickland. Miraba a su buen amigo impávido, con los ojos temblorosos, incapaz de creer lo que escuchaba.
— ¡Necesitamos los tanques Jason!— dijo muy alterado. Apuntó con su dedo índice al círculo rojo del mapa—. Los Gélidos estarán defendiendo muy bien esta zona y vamos a necesitar los tanques para abrirnos paso. De no hacerlo, entonces sí que veremos una autentica carnicería.
— Ya hemos visto una aquí. — Esa fue la única respuesta que recibió de Carville.
Strickland se dio la vuelta un instante y caminó por la estancia de manera pausada. Miraba de un lado a otro, antes de volverse a Button, quien parecía algo más animada tras lo dicho por el capitán. Luego, se dirigió de nuevo a su amigo, a la espera de que le dijera algo más convincente que lo mencionado hasta ahora.
— Los tanques se pueden quedar— le explicó el capitán—. Nosotros atajaremos por el bosque.
El sargento abrió sus ojos de par en par al oír esto. No podía creer el semejante disparate que Carville le acababa de decir. Colocó sus manos sobre la mesa, mientras respiraba intranquilo. Lugo, miró a su amigo, tratando de mostrarse calmado aunque le costaba trabajo.
— ¿En serio pretendes ir por el bosque?— preguntó desganado.
Jason asintió de nuevo con vehemencia. Luego, con el dedo índice de su mano derecha, dibujó una línea azulada que llevaba desde el campamento al punto rojo en una curva que atravesaba el bosque y seguía recta hasta el objetivo. Harkness observó esto con detenimiento y mostró clara aprobación.
— Pues no me parece tan mal plan— proclamó el hombre de sempiterno bigote—. Si somos rápidos, podríamos pillarles desprevenidos. Incluso emboscarlos en la zona donde se halla el objetivo.
Nadie dijo nada ante las palabras del francotirador. Este miró a Carver y el subordinado de Harkness se acercó a la mesa. Conectó un portador de datos en uno de los huecos de la mesa y se abrió una pantalla sobre el mapa donde estaban viendo cuál sería su próximo movimiento. En esta pantalla, se mostraron imágenes desde el aire de los bosques que rodeaban el campamento.
— -¡Que es todo esto?— preguntó extrañado Carville.
— Son imágenes captadas por los drones en los últimos días— explicó Carver—. Los usamos para rastrear la zona y confirmar posible presencia enemiga.
— ¿Y cómo no se me informó de ello?— El hombre miró a Harkness y su subordinado muy serio.
— ¡Queríamos daros una sorpresa!— exclamó el capitán bromista.
No le hizo mucha gracia este comentario a Jason. Intercambió una mirada con Strickland y luego, decidió hablar.
— ¿Que habéis visto?
— Poco movimiento enemigo por la zona— dijo Carver—. Lo más probable es que todas las fuerzas Gélidas se hayan concentrado en el norte, quizás para defender mejor el objetivo.
— O tal vez se reagrupan para lanzar un nuevo ataque— comentó Strickland. Button, al oírlo, se estremeció un poco.
Jason suspiró ante lo que veía. Pese a las imágenes, era evidente que lanzar un ataque rápido, aunque inteligente, podría dejarlos expuestos. Pero no tenían otra alternativa.
— ¿Sabemos de dónde sacan sus fuerzas?— preguntó con cierta duda.
— Es posible que tenga otra fortaleza— teorizó Strickland—, pero sabe Dios donde estará.
— Con la cantidad de vehículos destruidos, es probable que hayamos acabado con casi toda su división de ataque, ¿no?— intervino Button, buscando encontrar algo de esperanza.
Harkness se encogió de hombros. La incertidumbre inundó la sala. Si los Gélidos contaban con refuerzos, de momento era una incógnita saber dónde se ocultaban. Y lo peor, es que clase de unidades podrían acompañarles.
Carver mostró más imágenes donde se veían lo que parecían ser puestos defensivos de los Gélidos instalados en los claros de los bosques. Luego, las imágenes de los drones se retiraron para mostrar de nuevo el mapa. Varios puntos azules aparecieron diseminados por toda la zona del bosque.
— Hay más de cien repartidos por un espacio de unos tres kilómetros cuadrados— informó Carver, quien ya se había convertido en el encargado oficial de dar toda la información que hubiera recopilada—. Si cruzamos el bosque, nos toparemos con ellos.
— ¿Están bien defendidos?— La pregunta de Carville sonaba llena de interés.
— Algunos sí. — Dwight les mostró imágenes de uno. Se veían a vario soldados Alfar alrededor de una estructura cilíndrica un poco más alta que ellos—. Esto son baterías parecidas a los Lindworm que destruimos. Aun no tienen nombre, pues no hemos hallado una criatura de la mitología nórdica que encaje pero no creo que tardemos en hallar una, ¡jejeje!
El comentario pretendía ser gracioso pero era evidente que a ninguno le había gustado precisamente. Harkness tosió un poco para que Dwight continuase con la exposición.
— El caso es que también hemos visto Jotuns pero ninguna presencia de vehículos.
— ¿Y Valquirias?— preguntó Jason. Todos se estremecieron al oír esto.
— No, ninguna— respondió secamente Carver.
Carville murmuró un poco. Paso los dedos metalizados de su brazo izquierdo por la barbilla en una clara pose reflexiva.
— Pero es cierto que visteis durante la batalla del campamento Infierno, ¿no es así?
Ambos, Harkness y Carver, se quedaron parados momentáneamente ante lo que el capitán acababa de decirles. Se miraron entre ellos y Dwight asintió.
— Quiero ver las imágenes— les pidió Carville.
El sargento al servicio del francotirador sacó el primer portador de datos y metió otro. Una nueva pantalla se abrió y mostro un corto video.
En él, se podía ver al escuadrón de la sargento mayor Sonya Walker combatiendo contra tres Valquirias. A Jason le entró un súbito escalofrío al ver a la mujer luchando de un modo desesperado contra estas criaturas tan agiles como letales. Entonces, la atención del momento se detuvo en una de las Valquirias. Era diferente a las otras dos, pues esta portaba un traje armadura de color blanco con líneas negras.
— Detén el video— dijo con rapidez.
Carver lo hizo. Jason se fijó mejor y vio lo distinta que era de las otras. No podía ser ella. Era imposible.
— Es Sif— le dijo bien claro Harkness.
El capitán sintió su respiración más profunda e inquieta. Observó la imagen del a Valquiria ya parada y no dejaba de pensar en que quizás fue contra la que luchó Walker. De ser así, la sargento no tenía ni idea de lo cerca que habría estado de acabar con uno de los más importantes objetivos que la Confederación ansiaba atrapar.
— ¿Está confirmada como una de la Valquirias abatidas?— preguntó emocionado.
— Negativo— le contestó Harkness.
El hombre suspiró. Todos quedaron en silencio la espera de lo que dijese.
— ¿Terminasteis de ver el enfrentamiento?
Harkness negó con la cabeza.
— Nos atacaron otras dos Valquirias— explicó—. Tuvimos que replegarnos o nos habrían matado.
No hizo la pregunta por querer saber si Sif murió o no. Lo único que deseaba averiguar era si habrían podido ayudar a Sonya y su grupo o los dejaron a merced del enemigo. Pero sabía que el capitán nunca sería capaz de algo así.
— Bien, eso es todo— concluyó Carville—. Seguid vigilando con los drones esas zonas, por si vemos algo de movimiento. Si todo sigue igual, en menos de una semana lanzaremos el ataque.
El capitán y su subordinado asintieron al comprender las nuevas órdenes y se retiraron. Luego, se dirigió a la capitana Button.
– Sacaremos de aquí a todos los heridos que hay y los llevaremos a la base Omega. ¿Nada que objetar?
La mujer se mostró conforme y le regaló una radiante sonrisa.
— Gracias señor— dijo muy contenta—. Los que quedan en pie y yo, les prestaremos toda la ayuda que podamos.
— Me parece bien capitana. Hay mucho que hacer
Tras esto, Button se marchó también. Strickland no le quitaba el ojo de encima y una vez se fue, se volvió a su amigo.
— Oye, está muy bonito que ayudes a los demás— Sus ojos azules estaban clavados en Carville, quien notaba la molestia del sargento—, pero no sé cómo has podido desacreditarme ante ella.
— Vamos Dave, no empieces— dijo con algo de desagrado Jason.
— Se supone que somos los líderes de esta operación— comentó con vehemencia Strickland—. Y tú, no pretendes, más que querer congraciarte con todos, sin importarte los objetivos.
— Ella y su gente han pasado por mucha mierda, vale— intentó calmarlo Jason. Su amigo lo miraba bastante molesto—. Ya ha sufrido suficiente, ¿no crees?
— Si tú lo dices.
Carville respiró hondo para tranquilizarse. Ahora no estaba para más peleas. Se les venía encima una muy gorda y de él dependía que todo saliera bien. Sentía la presión sobre su cabeza, a punto de caerle todo encima y lo único que deseaba era estallar. Recordó aquel brazo, lleno de sangre, en el suelo. El mundo se te puede derrumbar en apenas unos segundos y dejar de ser lo que era.
— Tengo que hablar con el coronel Maddox— dijo en un leve susurro.
— ¿Quieres que me quede?— se ofreció Strickland.
— No— negó Jason—. Tú vete y descansa. Aun estás herido.
— Necesitas mi ayuda.
Valoraba el fuerte apoyo que su amigo le brindaba. Era la persona en la que más confiaba y sin él, a veces, desfallecería sin piedad. Pero este era un asunto que debía enfrentar él solo. Debía dejarle bien claro a Maddox quien mandaba, pues, pese al trato, aun lo notaba muy poco cooperativo.
— No hace falta. — Dave lo miraba preocupado—. Tú vete y descansa, anda.
Al final, el sargento le hizo caso. Lo vio marcharse y el decidió prepararse para la reunión con le insidioso coronel.
Como era de esperar, la reunión con Maddox fue desastrosa. El hombre se mostraba tan orgulloso e insolente como siempre, más ahora que Carville le había prometido el posible asalto de Asgard. Eso lo volvió insoportable. Pasaron tres largas horas de conversación en al cual Carville informó de cada detalle de la batalla y le explicó cómo serían los siguientes pasos. Por supuesto, las exigencias de Maddox no se hicieron de esperar. Que si iban a recuperar el Conducto, que pasaba con el campamento, si podrían guarecer a los heridos y proporcionarles todo lo que necesitasen. Y el hombre ando largas como si nada. Jason estaba a punto de explotar pero se contuvo.
Una vez terminó la conversación. Salió fuera. El campamento estaba ya más tranquilo. La noche había caído en el lugar y los soldados descasaban. Aun con todo, había muchos centinelas vigilando. Ya fuera apostados en la barricadas o haciendo rondas por el recinto. Todos atentos a cualquier posible ataque enemigo.
Anduvo por la zona, saludando a cada guardia con el que se cruzaba. Respiró el frio aire de Midgard, sintiendo en sus pulmones un súbito enfriamiento
Aunque lejos de molestarle, el reconfortó un poco. Sentirse allí afuera, degustando al sereninad que reinaba junto con el frescor del aire y el pacifico silencio, le servían para liberarse de todos los problemas que tenía. Paseó un poco más para disfrutar del apacible ambiente y acto seguido, puso rumbo hacia el tercer pabellón médico.
Ese lugar era más pequeño que le resto, pues solo albergaba a los heridos muy graves. Se abrió paso entre las camillas donde yacían heridos inconscientes que permanecían conectados a máquinas de soporte vital. Algunos enfermeros había por allí y saludaron con cortesía a Carville. El hombre siguió u avance hasta llegar a donde quería. Se sentó en una silla y suspiró. Delante, tenía la cabo Tina Hughes
— No sé qué voy a hacer— dijo azorado el hombre—- Esta maldita guerra se complica por momentos.
La chica estaba profundamente dormida. Observaba su tez placida y clara. Su melena rubia, sus finos labios. Sus ojos cerrados. Estaba tan tranquila y serena. Llevaba puesto una mascarilla de oxígeno más varios parches sobre su rostro cuerpo, que servían para medir sus constantes vitales. La máquina no dejaba de emitir pitidos constantes, siguiendo el ritmo del lento corazón de la soldado.
— Casi veo morir a Sony. A Dave. A tantos otros. Y he perdido muchos por el camino— exclamó entristecido Carville—. Y sé que muchos otros vendrán.
Un gran malestar recorría su cuerpo. Era un gran dolor por las responsabilidades que tenía encima. A veces, se cuestionaba el ser líder de aquellos soldados, el tener que protegerlos y hacer todo lo posible por cumplir los malditos objetivos impuestos por el Mando. Aparentaba no afectarle, para así mostrar su fortaleza y coraje pero en realidad, muchas veces se sentía morir por dentro.
– Se ve que tú haces feliz a Sonya— dijo mientras miraba a Tina. Alargó su mano metálica y le acarició el pelo rubio—. No esperaba que se fijase en una chica pero es evidente que te quiere. Y eso me alegra. Solo deseo que por una vez, sea feliz.
Resopló mientras notaba la inercia de la chica. Esperaba que se pudiera recuperar, aunque no fuera en el mejor estado pero que al menos, pudiese hablar, ser consciente de todo y poder moverse. Solo eso.
— Salvé a una chica. Veronica Kingston. Dijo que vino destinada aquí porque deseaba saber que le había ocurrido a su hermano. Le hirieron en una pierna pero se va a poner bien— comentó en cierto modo reconfortado al rememorar aquello—. Hoy he conocido a un ingeniero llamado Ryo Takahashi que pretendía unirse a nosotros en futuros ataques para buscar a sus desparecidos compañeros.
Posó su mano sana en una de las de Tina. Sintió u tibio calor y suavidad. Apretó con fuerza esta y tembló un poco. Una solitaria lágrima salió de su ojo.
— La gente está dispuesta a hacer lo que sea por salvar a otros. Por acabar esta maldita guerra. No les culpo. De hecho, me enorgullecen. — El hombre tragó un poco de saliva antes de continuar hablando— Pero no tienen ni idea de las repercusiones. De las terribles repercusiones que se pueden desencadenar por sus acciones.
Llevó la mano de Tina a su boca y la besó. Luego, la dejó sobre su regazo y se reclinó en el asiento. Necesitaba descansar él también. Llevaba mucho tiempo o despierto, alerta ante todo lo que pudiera suceder. Si él no lo estaba, nadie más lo haría.
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Por no haceros el feo a vosotros, lectores, he decidido publicar la ultima parte del capitulo 13. Pero a partir de aquí la cosa es como ya os dije en la nota, no habrá nada hasta Julio. Aunque bueno, si en un hueco tengo tiempo, podría intentar publicar otro capitulo. Pero no prometo nada. Nos leemos amigos. Espero que os haya gustado esta ultima parte. como siempre, tenéis los comentarios para indicarmelo.
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