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Capitulo 12- La visita (Parte 1).

15 de Septiembre de 2663. Sistema Solar. Marte. 12:00.

Todos estaban preparados. Se hallaban bajo el inmenso cielo marciano allí presentes mientras el gran Sol les iluminaba a cada uno de ellos. Perfectamente rectos, vestidos con sus uniformes de gala color azul oscuro, mostrando una presencia fuerte y orgullosa. Todos portaban fusiles de asalto modelo Sable 2 que llevaban apoyados en el brazo izquierdo. Se mantenían bajo las atentas miradas del sargento Gibson y de la comandante Michelle Jeon, una mujer de apariencia asiática con el pelo negro, de porte delgado y alta que era la directora del Fuerte Bravo, ocupándose de supervisar que el entrenamiento de cada pelotón de reclutas funcionase a la perfección, además de otro tipo de tareas administrativas.

Todos los reclutas se hallaban en esa posición. Llevaban así desde hacía rato. En apariencia todos parecían soportar estar en esa postura pero en algunos ya estaba empezando a hacer mella. Como por ejemplo, en Kyle Sandler.

- Joder, yo me meo- murmuró el chico alto.

- Cierra el pico- le dijo en voz baja su amigo Ezekiel Ralston sin moverse demasiado para que su instructor no se percatase.

- Tío, es que no me aguanto- se quejó Sandler.

- Pues resiste.

Gibson miró por un instante a ambos soldados con sus penetrantes ojos, que a la vez resultaban intimidantes. Observó a Zeke con detenimiento pero luego dirigió su mirada a Kyle. Se notaba que el hombre estaba bien atento a lo que hicieran ambos chicos.

Ralston giró su cabeza un poco y vio que Cruz lo estaba observando con una leve sonrisa asomándole en su cara. Esa chica le llamaba mucho la atención, y no solo por su apariencia. Había algo más. No sabía si era su carácter o aptitud pero el caso es que le agradaba. Y era consciente de que si eran desplegados, no le importaría tenerla cerca, pues se notaba que esa chica era experta en luchar por sobrevivir. De repente, la regia voz el sargento Gibson lo puso a él, y al resto, en guardia.

- Escúchenme atentamente reclutas- exclamó con fuerza el hombre-. Parece que os estáis preparando para realizar vuestro juramento de honor.- El hombre hizo una breve pausa para observarlos a todos con seriedad- Pero me temo que ese gran momento aún no ha llegado. Todavía os quedan meses de duro entrenamiento y de que yo os meta mucha más caña.- Empezó a moverse de un lado a otro, sin quitar sus ojos del rostro de aquellos jóvenes, quienes lo miraban atentos- Hoy viene aquí una de las mayores autoridades militares de la confederación. Se trata del general Hank Coriolis.- Lo dijo resaltando con firmeza tanto nombre como apellidos- Muchos de vosotros le conocéis por ser el líder del Mando Militar y por dirigir alguna de las más importantes operaciones que llevamos a cabo contra las fuerzas de la Xeno-Alianza. El resto seguramente le ignoréis por estar más centrados haciéndoos pajas y mirando el porno de vuestros padres mientras follaban.

Una involuntaria carcajada se escuchó entre la multitud. Por supuesto, el sargento se enteró y se acercó a la formación con intención de averiguar quién había sido.

- ¿Quién coño ha sido el listillo que ha decidido reírse de lo que acabo de decir?- preguntó furioso mientras registraba a cada joven por el que pasaba. Finalmente, se detuvo ante uno- ¿Ha sido usted Sandler?

Kyle le mantuvo la mirada al sargento mientras tragaba algo de saliva. Estaba nervioso pero consiguió aparentar firmeza ante el recto militar. Viendo como le observaba el hombre, decidió contestar.

- No señor. No he sido yo- gritó con fuerza.

- ¿Le parece gracioso lo que he dicho?

- ¡Para nada señor!- volvió a decir, trabándosele un poco la voz.

Gibson se giró y regresó a su sitio. Tras darse la vuelta, miró de nuevo a todos.

- Bien futuros soldados- comentó con vehemencia-, parece que el recluta Sandler va poco a poco aprendiendo cuál es su lugar en esta unidad y en este mundo.- Una sonrisa se dibujó en su rostro. Eso relajó el tenso ambiente pero no era más que un engaño. De repente, su expresión cambió y se tornó violenta- ¡Espero que el resto tome ejemplo!

Un silencio sepulcral inundó el lugar.

- Como alguno decida hacer alguna estupidez en presencia del general, juro que le obligare hacer 200 abdominales bajo su atenta observación.- Tomó un poco de aire para soltar la ultima parte. Se estaba reservando lo mejor- En caso de no superarlo, le prometo que lo enviaré de una patada a barrer letrinas en la prisión Leviatán instalada en el sistema Augurio.- Sonrió un poco-. He oído que los presos son muy cariñosos. Tanto con hombres como mujeres por igual. Seguro que estarán encantados de haceros sus putitas.

Todos quedaron con muy mal cuerpo tras oír esto. Seguramente ahora se lo pensarían antes de volver a interrumpir. Zeke le dio un leve golpe en el costado a Kyle. Este volvió un poco la mirada a su amigo y vio que le estaba sonriendo en señal de orgullo. Sandler también se mostró satisfecho ante esto.

El tiempo pasó un poco más hasta que de forma repentina apareció una comitiva de vehículos, todos ellos jeeps, que entraron en la base y avanzaron hasta donde estaba la formación. Se aparcaron, alineándose uno detrás de otro. De todos ellos, bajaron oficiales vestidos con uniformes militares de color verde añil. En sus caderas llevaban colgando pistolas automatizadas de color negro. Moviéndose con rapidez, aquellos hombres y mujeres se colocaron en cada flanco del vehículo central. De dentro, surgió un hombre alto, calvo y vestido con un uniforme de color negro. En su pecho, se podían ver varias medallas. Todos los que le rodeaban levantaron sus manos derechas en señal de saludo militar llevándoselas a la sien.

- Soldados, ¡presenten armas!- gritó con fuerza el sargento Gibson.

Tal como habían ensayado, los reclutas empuñaron sus armas hasta dejarlas rectas en posición horizontal, para luego girarlas y colocarlas en su brazo izquierdo. Les llevó tiempo pero se notaba que lo hacían bien.

- Ahora, ¡en formación!- ordenó el instructor.

Estos giraron al lado izquierdo y empuñaron sus armas en un ángulo de 70 grados. El general Coriolis miró satisfecho y sonrió. Luego, se volvió a la comandante para hablarle. Zeke y el resto se limitaron a esperar. No iban a hacer nada que no les ordenase su sargento. Era lo que quizás mejor habían arraigado de su entrenamiento. Más que las técnicas de combate o las estrategias de formación. Debían hacer caso a lo que su superior les dijese, aunque esto les costase la vida. La lealtad era lo más importante para un soldado, ms que el saber combatir bien o manejar de forma excelente armas.

Coriolis miró a todos aquellos soldados con serenidad. Una expresión de orgullo se adivinaba en su rostro surcado por arrugas. Luego, se dirigió a todos con su portentosa voz.

- Fantástica exhibición. Ha realizado un excelente trabajo con estos reclutas, sargento Gibson.

El general caminó varios pasos para quedar frente a sus soldados. Siguió contemplándolos, fijándose en cada uno de sus rostros. Suspiró un poco y acto seguido, volvió a hablar.

- Veo aquí a jóvenes dispuestos a luchar no solo por la Confederación, sino además, por la Tierra. Y eso, os honra a todos- Mantuvo el silencio un poco-. Yo también fui un joven recluta como vosotros. Me alisté en las fuerzas armadas de la Coalición para luchar contra el Frente Independiente que amenazaba la paz e integridad de nuestra civilización. Siempre creía con convicción que hacía esto para proteger a mis seres queridos y a la nación que tanto me dio. Y así era. Pero también es cierto que era una lucha sin sentido. Humanos destruyendo humanos. ¡Que absurdo! Somos de la misma especie. En el fondo, sé que mi lucha no fue digna. No por la derrota de esas colonias rebeldes ni la debacle de todas esas corporaciones que las apoyaron, sino por las vidas humanas que arrebatamos. Hombres y mujeres que, como nosotros, combatían por defender sus hogares y a sus familias. Derramamos su sangre y ni yo mismo puedo sentirme orgulloso de ello.- Un pequeño silencio se conformó. El general no tardó en romperlo de nuevo-. Pero vuestra lucha si es justificable. Vosotros no os estáis entrenando por intereses políticos o disputas territoriales, lo hacéis por la supervivencia de nuestra especie. Esos seres, la Xeno- Alianza, nos ven como entidades desconocidas, criaturas que no merecen existir. Arrasan nuestras colonias, matan inocentes sin piedad. Y lo único que les mueve es el creerse superiores a nosotros. ¿Pensáis que vamos a permitírselo?- Nadie respondió pero era evidente que dirían- ¡Por supuesto que no! Y por eso vosotros os estáis entrenando. Sois el muro que no solo detendrá y contendrá a estos enemigos, sino que además, seréis la espada que los destruirá. Por ello, no soy yo quien debería ser digno de admiración y respeto. Sois vosotros, jóvenes reclutas. Vosotros sois quienes merecéis todos esos aplausos y agradecimientos.

No hubo un estallido incontenible y eufórico al finalizar el general su discurso. Los soldados permanecieron imperturbables, porque para eso les habían entrenado, para no reaccionar de forma intensa o torpe ante cualquier situación. Pero en el fondo de sus corazones, sentían una alegría y orgullo inmensos.

Iban a hacer todo lo que estuvieran en sus manos por defender a la Tierra, la humanidad y a la Confederación. Morirían por todo aquello en lo que creían y matarían a todo lo que le pusiera por delante. Esas eran las ideas que les habían inculcado en durante su duro entrenamiento. Y las pondrían en práctica hasta el final.

29 de Mayo de 2665. Sistema Aciansi. Asgard.

Habían pasado tres días desde que le llevaron a ver a Thor. La conversación con el Gélido le había dejado bien claro que los de su especie no eran peores de lo que podían ser los propios seres humanos y había mitigado su sentimiento de culpa por la muerte de Kyle. Pese todo, aún seguía duramente castigado por el horrible trauma que supuso ver a su amigo. Además, seguía encerrado en las mazmorras con el resto.

El espectral Kyle seguía apareciendo pero ya no le hacía tanto caso como antes. O al menos, procuraba no hacerlo. Aunque era inevitable sentir su siniestra voz y notar su escalofriante presencia. Realmente ya no era tan impertinente como antes. No le hablaba tanto ni tan siquiera se le acercaba pero estaba ahí. Lo podía ver, y no parecía tener intención de marcharse. Así que lo único que se tendría que limitar a hacer era aprender a convivir con este nuevo inquilino en su vida. Su nuevo antiguo amigo había regresado. No de la forma que deseaba pero aquí lo tenía de vuelta.

El resto de sus compañeros tampoco estaban mejor. El momento de salir a cazar les había hecho recuperar un poco de ánimo y pese a que la mayor parte del tiempo, permanecían en silencio, de vez en cuando charlaban entre ellos. Solían hablar de sus vidas antes de la guerra, de las cosas que les gustaban, de sus familias. Buscaban a través de esas conversaciones evadirse de aquella horrible realidad en la que ahora vivían, rememorando los momentos más felices que tuvieron para así escapar de este confinamiento infernal en el que se hallaban. A veces, evocaban hechos tan emotivos que no podían reprimir las ganas de llorar.

Zeke permanencia indiferente a todo aquello. Alguna que otra vez, alguno de ellos le había tratado de hablarle, preguntando como se encontraba. Él siempre respondía lo mismo. Que estaba bien. Así, alejaba a todos de su lado. No es que deseara estar solo, pero es que no sentía que fuera el momento de hablar con alguien. Le agradaba la compañía de sus compañeros. Le reconfortaba saber que tenía gente a su lado, que no estaba solo pero no sentía las ganas de querer hablar. Y Kyle seguía allí, mirándole.

- Y tú, ¿tienes alguna novia, Eph?- preguntó curiosa Katie al soldado de pierna metálica.

El chico se sorprendió ante tan inesperada pregunta. Pese a llevar cascos ocultando sus cabezas, el chico pudo notar cierto semblante de curiosidad en la médico. Algo revuelto, decidió responder.

- Sí, claro que he tenido. Como todos.

Cruz se rió. Fue una pequeña carcajada pero podía notarse con facilidad. De hecho, aunque su cara no podía verse por el casco, notando las facciones de su cara contraerse para formar una sonrisa, el solo verla revolverse ya era una clara señal.

- ¿Qué te hace tanta gracia?- preguntó molesto Kingston.

La cabo se quedó quieta un momento mientras tomaba algo de aire. Se oía su respiración retumbar dentro del traje.

- No es nada, Eph- dijo suavemente-, pero me ha hecho gracia como has reaccionado. Parecía como si no quisieras que te preguntasen.

- Es verdad- comentó Katie, quien se pegó más al muchacho, dándole un pequeño golpecito en el hombro-. Es que te da vergüenza hablar de ello.

Las dos chicas comenzaron a reírse y Eph, cada vez más en evidencia, se enfadó.

- No presumáis tanto, bonitas- dijo desafiante Eph-. A ver Cruz, ¿tu cuantos novios has tenido?

La pregunta parecía dispuesta a querer poner a prueba a Miranda pero la chica, lejos de sentirse intimidada, parecía resuelta.

- Pues bueno, te lo diré. He tenido tres novios.

- ¡Toma!- dijo chistosa Burrows mientras le daba otro golpecito en el hombro al chico. Este la miró malhumorado.

- Tuve uno en el colegio y dos en el instituto- le informó de forma altanera Cruz-. Parece que no eres el chico rompecorazones que todas esperábamos- le comentó burlona a continuación.

Las risas continuaron entre el trio. Parecía que d esa manera estaban logrando relajarse un poco pero entonces, Eph dijo algo que debería haber pensado.

- No hables tanto Cruz- dijo jocoso-. Recuerda que Kyle estaba pillada por ti.

Un silencio sepulcral se estableció en el ambiente. Se miraron unos a otros, incomodos. Pero muy pronto, toda la atención estaba posada en Zeke. El chico estaba allí, sentado con la cabeza gacha, sin reaccionar ante nada. Sus amigos volvieron a mirarse entre ellos al no ver nada relevante en él. Oliveira permanecía dormido, así que no se enteró de absolutamente nada.

- Deberías cuidar esa boquita- le regañó Burrows a Kingston.

Todos callaron de nuevo. Permanecieron así hasta que Cruz decidió hablar con Zeke. La chica se acercó a él con delicadez. Sabía que aún estaba algo sensible.

- Ey, ¿cómo te encuentras?- preguntó la chica con delicadeza.

Ralston tan solo se limitó a mirar a la cabo. Su rostro se mantenía oculto bajo el casco de color gris, idéntico al suyo. Deseaba verle la cara. Admirar su piel morena, su recta y puntiaguda nariz, esos preciosos ojos verdes y esa sonrisa tan cálida. No era solo la belleza de Miranda, sino más bien el deseo de poder ver a una persona tal cual lo que quería realmente. Esos trajes eran prisiones de donde parecían no poder escapar. Sentía toda aquella opresión y se estaba desesperando.

Miranda lo observaba con atención, en busca de cualquier reacción por parte del muchacho pero Zeke seguía sin responder. Ella entonces le abrazó, buscando que de ese modo hiciera algo. Al notar como los brazos de la cabo lo envolvían, el chico se acurrucó.

- Tranquilo, todo está bien- le susurró ella-. Nosotros seguimos aquí.

Zeke volvió la vista a Kyle. Una sonrisa siniestra se dibujó en los labios de su difunto amigo. No le decía nada pero esa expresión denotaba claro resentimiento y maldad. Decidió ignorarlo. Se apegó más a la chica, sintiendo que este era el único consuelo que tendría de momento.

De nuevo, el sonido de unas puertas abriéndose los despertó a todos. Incluso el capitán Oliveira, que aún estaba con los ojos cerrados roncando, se levantó con rapidez. De nuevo, Heimdall y un grupo de cuatro Alfar entraron en la estancia. El Gélido los observó a todos con cierta ansiedad.

- Espero que estéis listos- dijo el vástago de Odín-. Hoy es un gran día para todos.

Los guardias abrieron las puertas y los humanos salieron de forma pausada y ordenada. Todo ello bajo la atenta mirada de Heimdall, vigilante de cualquier acto de rebeldía que no dudaría en castigar.

- Bien, seguidme- les dijo a todos.

Mientras Heimdall y dos Alfar iban delante, otros dos se colocaron detrás de los humanos. Juntos, salieron de las mazmorras y empezaron a recorrer el palacio en dirección a la sala del trono.

Ninguno tenía la más mínima idea de que iba a ocurrir hoy, de cuál era el motivo para sacarlos de su prisión. ¿Otra cacería? Lo dudaban. Zeke ni tan siquiera les había contado su reunión con Thor. Tampoco es que hubiese algo relevante que contar, o al menos, eso era lo que el chico creía. Aun cual fuese el motivo de su salida, eso explicaría porque dos días antes los habían llevado a asearse a una sala especial llena de oxígeno. Allí, pudieron lavar sus cuerpos sin tener que ponerse en peligro. No pudo ver a ninguno de sus compañeros, ya que les hicieron entrar de uno en uno. El lavado lo tuvo que hacerse el mismo. Solo había un guardia con él vigilándolo. Se fijó en su cuerpo, delgado y pálido. Hacía mucho que no se veía y se sentía como un extraño. Estaba muy sorprendido con que los Gélidos tuvieran una sala como esa, lo cual explicaría que les hubieran hecho asearse. Tenían que estar presentables para el importante evento.

Continuaron su camino hasta llegar a la sala del trono. La gran estancia circular estaba bordeada por un gran número de soldados Alfar y 2 filas de guardias Huskarl se encontraban conformando dos hileras de la entrada hasta el centro. También había dos Huskarl en el trono de Odín, cada uno cubriendo un flanco. Esto sorprendió a Zeke. ¿Por qué tanta seguridad?

Heimdall, que portaba su traje armadura de color gris oscuro, muy parecido al que llevó el día en que fue a recibir a Ralston y al resto de humanos cautivos. No era el único que estaba allí.

Sobre su imponente trono, el grandioso Odín observaba al resto de la creación como si de algo insignificante se tratara. Llevaba una armadura azul cobalto que parecía resplandecer bajo la candente luz verde de las lámparas el techo. Su pelo blanco se extendía sobre sus hombros con cierta suntuosidad. Cuando se percató de que los humanos estaban allí, no dudó en poner un claro gesto de disgusto.

- Xiler, ¿qué hacen aquí los humanos?- preguntó el monarca en su idioma disgustado.

- Padre, fue idea de Turak- le respondió este-. Si por mí fuera, ya estarían muertos.

- Pues vigílalos- dijo claro su padre-. No quiero más indignantes espectáculos. Y menos, frente a los Vanir.

Heimdall se volvió a los humanos y les lanzó incisivas miradas.

El tiempo pasaba y nadie sabía aun que es lo que iba a ocurrir. Una de las puertas laterales sonó con fuerza y Thor apareció.

Iba vestido con una armadura color azul y llevaba su característica capa roja que ocultaba parte de su cuerpo. No portaba su arma personal, Mjorlnir. Saludó a su padre al pasar por el lado de este, haciéndole una reverencia. Incluso sus propios hijos debían postrarse ante sus pies. Se colocó al lado de Zeke y el resto de prisioneros humanos. Se los quedó mirando por un instante, posando sus ojos en Ralston. Este también le devolvió la mirada.

- Vaya, aquí están mis prisioneros- exclamó con malevolencia una voz a sus espaldas.

Loki, enfundado con su traje negro y un casco parecido al que solía llevar con el traje, avanzó hasta colocarse delante de sus trofeos. Los humanos le miraron desafiantes. Parecían dispuestos a abalanzarse sobre él para matarlo. Pero ninguno de ellos dio un paso al frente. Detrás de Loki iban sus dos Huskarls, Vitras y Dronan. Ambos se colocaron delante de su señor y revelaron sus espadas en clara señal de desenfundarlas para darles. Ninguno de los allí presentes hizo nada más.

- ¡Turak!- exclamó con cierto tono disidente Heimdall-. Ya era hora de que aparecieras. No pienso cuidar más de tus dichosas mascotas.

- Descuida, me ocuparé de ellos- le dijo su hermano con una lustrosa sonrisa de adorno- Y si alguno se revuelve, se lo daremos de comer a los Fenrir.

Eso último le hizo gracia a Heimdall. Los Fenrir eran unas extrañas criaturas creadas por el Linaje Congelado. Eran cuadrúpedas, provistas de piel dura y blanquecina para sobrevivir en zonas frías y estaban provistas de una mandíbula triangular de gran mordida. Fueron la promesa que Osiris les había dado. Un buen número fueron enviados a Midgard aunque desconocían si llegarían. Ellos, en Asgard, se quedaron con cuatro. En ese mismo instante, Thor apareció ante ellos.

- ¿De qué os reis?- preguntó a sus hermanos.

- De nada- respondió agrio Loki. Thor lo miró con cierto desdén.

- Veo que llevas tu armadura azul- le indicó Heimdall-. Has decidido agradar a padre por una vez.

Thor no dijo nada. No estaba con ganas de ponerse a hablar y menos con su hermano Heimdall, quien siempre quería presumir delante del resto, aunque no menos que su hermano Loki. En el fondo, no soportaba a ninguno de los dos. Como echaba de menos a Sif.

Siguieron a la espera y nuevos visitantes llegaron por la misma puerta de la que vino Thor. 3 nuevos Gélidos aparecieron, escoltados por cuatro Alfar y otro Huskarl. Dos eran mujeres y el tercero un hombre. Estos caminaron hasta llegar a la sala y todas las miradas se posaron sobre ellos.

Mientras que los dos jóvenes no se movieron, la mujer más mayor caminó con paso elegante hasta el trono donde Odin se sentaba. Los Huskarl que protegían a su señor se arrodillaron para saludarla. El propio monarca descendió de su ominoso asiento para abrazarla y acerar su rostro al de ella.

- Amada mía- le dijo con una voz que nada tenía que ver con la del tirano que los humanos habían visto hasta ahora. Esta era más calmada y suave.

Ella le sonrió con dulzura. Frigg era la esposa de Odín. Llevaban juntos desde hacía 325 años. Habían tenido cuatro hijos de los cuales no podrían estar más orgullosos. Reinaban en un mundo próspero que ahora se expandía por el espacio aunque tenían que hacer frente a una devastadora guerra en la que estaban perdiendo a muchos de sus congéneres. Ella era el mayor apoyo que el líder del Linaje Congelado podría tener. Sin us presencia, las cosas no serían igual.

- ¿Está todo listo?- preguntó ella mientras miraba alrededor.

- Si, solo falta que lleguen los invitados- comentó con cierto desagrado.

Con sus anaranjados ojos, Frigg oteó la sala completa y se topó con los humanos, los cuales, no habia visto hasta ahora.

- ¿Qué hacen esas alimañas aquí?- comentó con desagrado a su esposo, señalando a los seres enfundados en trajes de protección grises.

- Tu hijo Turak los trajo- le informó Odín-. No sé qué pretende hacer con ellos.

- Debería de llevárselos- Se apoyó en el pecho de su marido mientras decía esto-. no quiero hacer el ridículo frente a los Vanir.

Odin apartó a su esposa de su lado y la miró fijamente a los ojos.

- Sabes que nosotros nunca podremos sentirnos humillados ante ellos. Recuerda quien ganó la Pugna Tribal.

Desde la distancia, Zeke miraba a Odín y a su esposa. Esa Gélido era bonita. A pesar de aparentar tener mayor edad que Freyja, poseía una belleza ineludible. Su largo pelo blanco estaba envuelto en dos coletas que le caían por encima de los hombros y serpenteaban hasta su cintura. Su piel gris cara parecía suave y cálida. Su forma era delgada pero denotaba una voluptuosa sensualidad. El largo vestido azul claro mostraba un cuerpo bonito y bien formado. Pero no era ella quien le llamaba realmente la atención.

Más atrás de Odín y su amada, se podían ver a los otros dos gélidos que la habían acompañado. Un chico y una chica jóvenes, de edad parecida a la de Zeke y Miranda. Ambos eran de la misma estatura, aunque el chico denotaba mayor robustez en su cuerpo. Ella era más delgada. Su largo pelo blanco colgaba libre y sin ataduras, excepto por una pequeña trenza conformada en la zona derecha y una diadema negra con una piedra redondeada de color blanco sobre esta. Llevaba un vestido rojo muy bonito que la hacía irradiar una gran atracción sobre quien la mirase. Su hermano tenía el pelo más corto en forma de una pequeña melena hasta el cuello. Sus ropajes eran más oscuros y no portaba ninguna clase de adornos. No hacía falta para saber quiénes eran. Frey y Freyja, los hijos de Njoror, cautivos ahora de los Aesir.

Zeke no apartó su mirada de Freyja. Con la máscara y el traje le parecía atrayente. Sin nada eso, ahora le parecía hermosa e increíble. Era innegable la belleza que irradiaba. Estudio sus movimientos y comportamiento. No se movía. Permanecía allí de pie junto a su hermano, mirando a todas partes pero sin enfocarse en algo. No hablaban con nadie, ninguno de los allí presentes les estaba prestando atención. Era como si no existieran. Se acordó de como Freyja le relató durante sus turnos de guardia en su celda el trato que ella y su hermano recibían. Era evidente ahora que esas historias eran ciertas.

El último en aparecer fue Kvasir. Oculto tras la máscara de su traje, el asesino se presentó en la sala con su atuendo de guerra. A Zeke se le pusieron los pelos de punta al ver a ese ser enmascarado allí. Era como volver de nuevo a Midgard.

- Maldita sea-masculló Odín mientras se acercaba al Vanir-. ¿Cómo se te ocurre venir con ese atuendo a una reunión tan importante?

Kvasir tan solo se limitó a observarle sin ninguna intención de responder. Pero viendo el rostro furioso del Aesir, no tuvo más remedio que decir algo.

- Tus hijos también portan sus preciadas armaduras de combate.- Lanzó una clara mirada observadora al trio de vástagos Aesir, quienes le contemplaban en silencio- No entiendo por qué yo no puedo hacer lo mismo.

- Mis hijos son guerreros. Tú, en cambio, eres un asesino.

La sentencia de Odín pareció ofender a Kvasir pero este ni se inmutó. En vez de eso, el Vanir se cruzó de brazos, como si la cosa no fuera con él.

- Vamos, gran Monarca Aesir- dijo con voz contemplativa-, solo quiero honrar a mis antepasados, tanto como vosotros queréis hacer de los vuestros.

El rey Gélido se quedó mirando a su interlocutor con deseo de propinarle una gran paliza pero se contuvo al notar a su esposa agarrándole del brazo. Exhaló un poco de aire para relajarse y se mostró.

- Tienes razón- dijo mientras le palmeaba en su hombro-. Aunque seas una escoria, tienes todo el derecho a honrar a tu pueblo. Pero no esperes que eso vaya a redimirte.

- No creo que lo haga- le repuso Kvasir-. Y por cierto, más que preocuparte de mí, preocúpate de los humanos.- Señaló al quinteto silencioso que tenían al lado del trono-. No es buena idea traer al enemigo a casa.

- Descuida- dijo Odín con una maquiavélica sonrisa-. Si pude contigo, podré con ellos.

Una vez terminada la tensa conversación, Odín y su esposa se volvieron para hablar con sus hijos. Mientras. Kvasir dirigió su mirada a los humanos. En concreto, se centró en uno de ellos.

Zeke observaba también al Vanir. No sabía que era lo que notaba en ese ser pero algo le decía que tuviera cuidado. Ese Gélido ocultaba más peligros que todos los que había en esta sala. Y algunos, relacionados con él. Pero eso, el muchacho todavía lo desconocía. Aun con todo, percibía algo. Un leve susurro que le incitaba a estar cerca de Kvasir. De buscarlo.

- ¡Atención!- dijo uno de los Alfar- ¡Barden, líder de los Vanir, y su esposa ya están aquí!


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