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Capitulo 10- Campamento Infierno (Parte 5)



Los tanques cubrieron su avance. Mientras atravesaban la llanura agachados, podían escuchar el crepitante sonido de las ametralladoras masacrando a todo aquel que se les acercaba. Un inesperado zumbido atravesó el aire. Uno de los tanques había disparado un misil. No tuvieron tiempo de ver donde había impactado, pues ya habían llegado al bosque circundante. Desde ahí, irían por los Lindworms.

Se dividieron en dos grupos. Walker, junto con Tina, Estrada, Habib, Carter y Krushchev irían por el flanco derecho, cerca del límite con el bosque. Harkness y su equipo fueron por el interior, ocultándose entre los árboles. Su función seria cubrir desde ahí a la sargento mayor y a los suyos. Ella y el resto asaltarían los Lindworms, y tras despejar todo, colocaría la carga explosiva en uno. El otro lo destruirían Harkness y su equipo con las Fauces del Infierno. Eso le parecía injusto a Sonya pues mientras que ellos se tendrían que exponer al enemigo, Harkness y sus francotiradores estarían a salvo cubriéndoles. No era justo pero concluyó que así funcionaba la jerarquía militar. Los de más bajo rango se llevaban la peor parte y los de mayor, se salvaban siempre.

El grupo avanzaba por el bosque y podían ver afuera como se desarrollaban la confrontación. Los tanques Búfalo se mantenían en su sitio mientras que los Arvaks seguían disparando coladas de plasma rojo. Los Alsvid, sin embargo, se mantenían alejados. Tras ver como uno había sido pulverizado por los blindados humanos, prefirieron seguir atacando el campamento.

Siguieron corriendo hasta que finalmente, alcanzaron su objetivo.

- Alto- les dijo Harkness por su comunicador.

Walker y el resto se agazaparon, cubriéndose tras los árboles y algunas rocas. Allí estaban los Lindworms.

Eran enormes. Medirían unos 7 metros de altura. Iguales a como los vieron en las imágenes captadas por el dron, tenían un cuerpo cilíndrico alargado y fino que se extendía hacia arriba. La base era otro cilindro más ancho pero bajo del cual sobresalían cuatro patas arqueadas y acabadas en punta. Estaban clavadas sobre el suelo, sosteniendo el peso de la máquina. Si se desplazaban, era algo que se desconocía de momento. Sobre el cilindro, se hallaban un largo tubo que era el cañón del Lindworm.

Observando en silencio, Walker se fijó en que los cañones brillaban con un potente fulgor azulado, señal inequívoca de que se preparaban para abrir fuego. Y así fue. Una fuerte serie de descargas salieron disparadas de los cañones de ambos Lindworms, expulsando ráfagas de plasma azulado. Seguramente sus objetivos serían o los tanques Búfalo que les habían cubierto o el campamento.

Esa iba a ser la última descarga que lanzarían los Lindworms. Walker estaba lista para el ataque. Se asomó y vio a varios Alfar rodeando cada uno de los cañones. 11 contó en total. No había ni rastro de esos descomunales Jotun ni de las aladas Valkirias, así que no sería tan difícil. Siempre y cuando, los francotiradores les estuvieran cubriendo las espaldas.

- ¿Cómo está todo?- preguntó Harkness a través del intercomunicador a Sonya.

- Tenemos un buen puñado de Alfar pero ni rastro de otras unidades Gélidas- le contó ella-. ¿Vosotros veis algo?

- Negativo, solo esos cretinos engatusados con sus maquinitas- contestó el capitán-. Cuando queráis, podéis empezar. Nosotros os cubriremos.

- Entendido- respondió Walker.

La chica se volvió a sus soldados para que se preparasen. Primero, acabarían con todos los enemigos y tras eso, colocarían la carga en el segundo Lindworm. Harkness y su equipo destruirían el otro con ayuda del lanzacohetes.

- Muy bien, salimos y tiramos unas granadas para dispersar al enemigo- les dijo la sargento mayor-. Una vez hayan detonado, esperamos un poco y salimos. Acabamos con todo lo que encontremos, ponemos la carga y todo listo.

- ¿Los francotiradores nos protegerán?- preguntó preocupado Habib.

- Si, están atentos y lo primero que vean morirá- le contestó ella clara. Aunque aún se preguntaba si esto sería así.

Todos ya estaban listos para entrar en combate. Walker aferró su fusil de asalto y tomó aire, preparándose para lo que venía ahora. El resto de sus hombres también estaban igual. Miró a Hughes, quien le obsequió con una mirada llena de decisión. Le sorprendió notar eso en la cabo. También notó la mirada de Carter en ella. Aquellos ojos le estremecieron un poco. ¿Qué tenía esa chica con ella? En cambio, Krushchev permanecía estático, sin que nada le perturbase. Se notaba que aquel hombre había combatido mucho y que para él, esto no era nada nuevo. Habib estaba sereno pero Sonya sabía que por dentro debía estar hecho un mar de nervios.

- ¡Adelante!- bramó la sargento y todos salieron de sus coberturas.

Habib y Krushchev arrojaron dos granadas y de nuevo volvieron a cubrirse. Una fuerte explosión tuvo lugar y acto seguido, Walker y el resto ya estaban fuera, listo para enfrentarse a los Gélidos.

Las granadas hirieron a unos cuantos enemigos pero no mataron a nadie. Enseguida, el escuadrón empezó a recibir disparos de plasma.

- A cubierto- gritó con fuerza Sonya-. ¡Rápido!

Una violenta explosión de plasma azul agito el cuerpo de la sargento. Había Alfar armados con arcos fotovoltaicos, que arrojaban proyectiles energéticos muy dañinos. Un solo disparo era suficiente para matar a un soldado y no porque le proyectil se calvara, sino por la subsecuente detonación, que lo hacía volar en mil pedazos. Una segunda explosión tuvo lugar justo al lado de Sonya, en un árbol. La chica miró como una fuerte emanación azulada lo iluminaba todo mientras que pequeñas llamas se adherían al tronco. Desesperada, llamó por el transmisor a los francotiradores.

- Harkness, ¡no ibais a cubrirnos!

- Si, tranquilos- le respondió el capitán-. No hemos fijado aún objetivo. Esperad.

Vio a Tina y al resto ha cubierto, evitando los disparos que los Gélidos les enviaban. Se estaba desesperando. El enemigo era superior a ellos en número y no cesaban en su devastador ataque. Miró a la cabo, aquella persona por la que había empezado a sentir algo muy especial y lo único que deseaba era correr hacia ella y protegerla de todo, evitar que la lastimasen. No soportaba la idea de tener que estar allí. De luchar viendo sufrir a otros por motivos que aún no lograba comprender. Pero no les quedaba otra alternativa.

Un sordo disparo atravesó el aire y a este, le siguió otro. Ese era el sonido que Walker deseaba oír desde hacía largo rato.


Desde la espesa maleza, Anthony Harkness y el otro soldado de su unidad apuntaba con sus fusiles de francotirador V-274. Sus lentes de 30 aumentos provistos de retículas holográficas y con visión térmica les permitían avistar con precisión a sus enemigos. El Alfar armado con un arco fotovoltaico cayó fulminado al suelo tras recibir el certero disparo, que fue directo a su cuello. Al instante, buscó a otro con la mira y tras interceptarlo, alojó una bala en su cabeza, matándolo de forma rápida y certera. Su mira viajó de nuevo por el lugar hasta detectar a otro más y apretó el gatillo, agujereando su casco y cabeza, dejando que un reguero de sangre alienígena tiñese el suelo blanco de Midgard. Tres objetivos en tan solo 40 segundos. Nueva marca para el capitán.

- ¿Están listas las Fauces del Infierno?- preguntó a Dwight sin apartar la vista de la mira.

- Aun no- le respondió el sargento. Se encontraba montando el arma con los otros dos soldados y aún faltaba por encajar el cargador de misiles.

- No tardéis- dijo mientras fijaba a su cuarta víctima-. Esto va a terminar más pronto de lo que creemos.


Walker y su escuadrón salieron de la cobertura y empezaron a atacar sin piedad. Pese a que aún había una considerable presencia de bastantes Alfar, ya no suponían una aguerrida resistencia como al principio. Nada más toparse con uno, le descerrajó tres disparos, dos en la cabeza y una en el pecho que le hicieron caer fulminado. Continuó, ignorando el cuerpo sin vida de su víctima y buscó al siguiente enemigo a batir. Le sorprendía como se dejaba llevar por sus emociones más profundas e irracionales, derrochando adrenalina y odio a partes iguales. Prosiguió su avance, hasta estar cerca del primer Lindworm.

Cuatro Alfar avanzaron hasta donde ella se encontraba y comenzaron a dispararle. Walker se vio obligada a cubrirse tras la descomunal arma Gélida. Viendo que ya estaba cerca, decidió colocar la carga explosiva en esta y así, retirarse más rápido para no tener que seguir exponiéndose tanto ella como los suyos. Habib y Estrada llegaron a su lado. Ambos hombres estaban muy eufóricos y excitados por la batalla en la que se hallaban. Podría preguntarles cuantos Gélidos llevaban muertos y no dudarían en fanfarronear del número de abatidos.

- Voy a colocar la bomba en este Lindworm- les explicó a ambos-, y acto seguido, saldremos de aquí. Cubridme.

- Por supuesto sargento- dijo Habib presuroso. Hizo una seña a Estrada y se prepararon para cubrirla.

Mientras ambos hombres hacían buena cuenta del grupo de Gélidos que les atacaban, Sonya sacó el explosivo y lo colocó sobre una de las paredes del arma. Los engranajes se adhirieron a la superficie metalizada y quedo allí pegado. Luego, activó una pequeña válvula y vio como una lucecita roja comenzó a parpadear. A sus espaldas, escuchó un fuerte ruido. Al volverse, vio al sargento Krushchev, el bruto ruso, armado con una escopeta AS-23, aniquilando a un Alfar. La chica volvió la vista a lo suyo pero no pudo evitar escuchar las escalofriantes palabras que el ruso emitía. Pese a no entenderlas, sabía que no eran algo bueno. Una vez estaba todo listo, contactó con Harkness.

- La carga ya está puesta- informó la sargento con presteza -. Procedemos a la retirada. Cubridnos.

- Entendido- fue la respuesta que recibió del francotirador- La bomba se activara en menos de 5 minutos, así que no tardéis en salir de ahí.

Viendo que todo estaba en orden, procedió a informar al equipo de su salida de aquel lugar. Viéndolos a cada uno, se fijó en que no tenía que lamentar heridos. Cada soldado estaba en perfectas condiciones. Incluso Tina, quien más preocupación le generaba, estaba bien. Por una vez, el peso de la responsabilidad lo sostendría con orgullo. Pero entonces, las cosas volvieron a salir mal.

Al prepararse para salir de ahi, vieron a tres soldados Gélidos parados justo frente a ellos. No eran Alfar. Sus formas femeninas y el color de sus armaduras señalaban que eran otro tipo de unidades. Pero por si aún no había quedado claro, un par de alas doradas surgiendo de la espalda de cada una terminaba de mostrarles de quienes se trataban. Eran las más temidas guerreras del Linaje Congelado. Aquellas cuyas historias y relatos de soldados supervivientes las describían como la muerte procedente del cielo. Odiadas como respetadas, ellas eran las Valquirias.

El grupo se quedó allí parado sin saber qué hacer. Sabían del peligro más que evidente que corrían y cualquier paso en falso significaría la muerte. Sin embargo, no iban a ser ni los humanos ni las Valquirias los que iniciasen la confrontación. De repente, dos Alfar surgieron detrás de los soldados de Infantería Básica y abrieron fuego contra ellos. A Walker apenas le dio tiempo de percatarse del ataque y no pudo evitar lo que pasó.

Habib recibió el impacto de la bola de plasma en la espalda. El hombre árabe cayo contra el suelo mientras emitía un desgarrador grito. Carter recibió un disparo en la pierna pero tan solo fue un leve roce. Aun así, quedó arrodillada. Sonya, Estrada, Hughes y Krushchev se volvieron para atacar a los dos Alfar. Lograron abatir a uno pero el otro consiguió ponerse a cubierto. Luego, Walker se volvió a las Valquirias y pudo ver cómo estas desplegaban sus doradas alas, alzando el vuelo y desapareciendo entre las copas de los árboles. En guardia, Walker sabía que debían de salir de aquel bosque lo más rápidamente posible.

Se dirigió hasta donde Habib estaba y vio como el medico ya había llegado y le estaba atendiendo. Este le había colocado un apósito curativo con el que frenar la quemadura y ahora, buscaba algo de vendaje para taponar la herida. Notó como el sargento árabe respiraba de forma desgarradora. Se veía que estaba soportando un gran dolor.

- ¿Es grave?- preguntó Walker preocupada.

Estrada la miró pero enseguida pasó a ignorarla para colocar la venda sobre la herida. Señaló a la sargento para que le ayudase a sostener la tela. El la cortó con ayuda de su cuchillo de combate y la pegó con algo de adhesivo. Tuvieron que hacerlo muy rápido y Sonya no dejaba de mirar de un lado a otro nerviosa.

- He frenado la quemadura, así que no ha llegado a la columna- le informó el médico-. Pero necesita atención médica urgente.

- Pues no perdamos ms tiempo- dijo ella con decisión.

Tina había logrado levantar a Carter y pese a lo ocurrido en su pierna, parecía andar bien. Vassily Krushchev observaba atentamente cada rincón del bosque por encima de ellos. Parecía como un águila, alerta a cualquier presa que pudiera ver para atraparla con sus curvas garras. A Walker, el sargento ruso le recordaba a una altiva rapaz por su pose grandiosa e intimidante. Viéndolos a todos allí reunidos, Sonya decidió llamar al equipo francotirador.

- ¿Has visto lo mismo que yo, Harkness?

- Están jugando con vosotros. Os están acechando- dijo el capitán con voz siniestra-. ¡Salid de ese bosque cagando leches ya!

La sargento mayor se alteró bastante ante aquello.

- ¡Pues cubridnos, joder!- musitó algo nerviosa.

- Las Valquirias no son blancos fáciles- comentó un poco fatídico Harkness-. ¡Pero me encantan los retos!

- ¡Esto no es un puto juego capitán!- habló Sonya con furia- ¡Tengo un hombre herido!

- Pues no os quedéis ahí parados- fue lo último que él le dijo antes de prepararlo todo para escapar de ese sitio.

Pero no irían a ninguna parte.

Justo delante de ellos, apareció una Valquiria. Su armadura era blanca con finas líneas negras dibujando el contorno de su cuerpo. Una pantalla de cristal azul oscuro ocultaba su rostro. Esta desplegó un bastón de cuyos extremos surgieron dos cuchillas curvadas de brillante color amarillo, como si fueran de oro. Las de atrás, iban armadas con lanzas y sus armaduras eran blancas con franjas doradas.

Miró a un lado y a otro. Estaban acorralados.

- Agrupaos todos. ¡Rápido!- ordenó desesperada.

Los soldados hicieron caso a lo que su sargento les dijo y se agruparon en formación circular. Estrada dejo al malherido Habib de su brazo tras una gran roca para que estuviera protegido. Todos apoyaron su espalda en la del otro y apuntaron a las Gélidas.

De repente, las Valquirias alzaron el vuelo de nuevo y comenzaron a dar vueltas alrededor de ellos.

- ¡Abrid fuego!- gritó con fuerza Sonya.

Todos comenzaron a disparar contra las guerreras aladas. Era inútil. Estas lograban esquivar con extrema facilidad cada disparo que les lanzaban. Colocando su objetivo con la mira, Walker gastaba cada cartucho de balas en intentar acertar a alguna. Notaba su fusil temblando en sus manos. Era como si tuviese vida propia pero ella era quien le insuflaba acción, apretando el gatillo, intentando matar. Pero por mas que lo intentase, era un esfuerzo inútil. Las Valquirias eran demasiado rapidas y cada tiro era un gran fallo para los soldados.

Cuando el último casquillo había caído al suelo, la sargento bajó su arma. El silencio regresó al lugar. Todos miraban con nerviosismo a un lado y a otro, tratando de encontrar al enemigo. Pero se habían esfumado. Mientras sus soldados seguían apuntando hacia los arboles con miedo, Walker decidió contactar con Harkness, el cual no había intervenido en tan súbito enfrentamiento.

- Capitán, esta ah....

Una Valquiria aterrizó justo frente a ella. Antes de poder apuntar con su arma, esta le asestó un fuerte golpe en el estómago que la hizo contraerse y un segundo golpe en el rostro, que la hizo caer para atrás.

Enseguida sus soldados atacaron a la Valquiria pero esta logró esquivar sus disparos y volver a la seguridad de los árboles.

- ¡Sargento Walker!- gritó alguien en la lejanía del eco.

Para Sonya ahora todo daba vueltas. El golpe había sido tan fuerte que la vista la notaba borrosa y distorsionada. Oía gritos y disparos que parecían sonar a kilómetros de distancia. Poco a poco, todo empezó a disiparse y sus sentidos volvieron a agudizarse, lo que le hizo sentir alivio. Pero no por mucho. Delante, sus soldados luchaban por sobrevivir.

Tina y Carter disparaban contra las dos Valquirias que no paraban de dar vueltas alrededor de ellas, mientras que Krushchev se encaraba con la otra sin conseguir herirla. Estrada intentaba sacar de allí a Habib pero era evidente que no podía. Sonya cerró sus ojos. Notaba como sangre goteaba de su nariz y notaba el sabor ferroso de la hemoglobina en su boca. Tras abrirlos, profirió un fuerte grito y cargó contra la Valquiria más cercana.

La que luchaba contra Krushchev vio venir a Walker hacia ella, apuntándole contra su fusil. Con un elegante movimiento hacia la derecha, la Valquiria logró esquivar la ráfaga de balas. Sonya no se dio por vencida y disparó otra oleada pero como la anterior, a la Gélida no le supuso demasiada dificultad esquivarla. La sargento gruñó furiosa pero cuando pensó que su enemiga iba a volver a evitarla, vio algo que le sorprendió.

El ruso se abalanzó sobre ella y golpeó a la guerrera alada con el arma en la cabeza, desequilibrándola. Sonya aprovechó e hirió en el brazo a la Valquiria con un disparo de su arma, lo cual hizo que profiriese un desgarrador grito. Sonya creyó que iban a lograr una gran victoria pero se equivocaba de nuevo.

El Alfar que había escapado tras atacarles, regresó. Golpeó a Walker en la cabeza y quedó aturdida por un instante que la Valquiria aprovechó para derribarla. De nuevo, mordía el polvo.

Con todo dándole vueltas, pudo ver el horrible espectáculo. Krushchev trató de matar a la Valquiria con la escopeta y recibió un disparo en su pierna de parte del Alfar que fue a ayudar a su compañera. Esta aprovechó para clavar su lanza, produciendo un fuerte corte en el abdomen. El ruso se abalanzó contra ella y la estampó con un árbol que tenían detrás. Pese a estar desangrándose, sacó su pistola para disparar contra el soldado Gélido que ya iba dispuesto a clavarle su lanza por la espalda.

Tres disparos en la cabeza fueron más que suficientes para acabar con la vida del Alfar. Entonces, la Valquiria le golpeó con la afilada punta de su lanza en la cabeza. Un gran corte se produjo en la frente del ruso, dejando caer sangre roja por el lado izquierdo de su cara. Vassily iba a apuntar su pistola pero la Gélida no se lo permitió. Le asestó una fuerte patada que tiró al ruso sobre el suelo y empezó a quemarle la mano con ayuda de su lanza. El hombre emitió un fuerte grito y pese a intentar sacar su cuchillo, recibió otro disparo de plasma en la pierna que le hizo gritar aun con más fuerza. La Valquiria observó a Krushchev con desdén pero el ruso le devolvió la mirada desafiante. Estaría desangrándose y a punto de morir, pero no se rendiría ante nada.

Sonya buscó desesperada un arma con la que salvar a Krushchev y encontró la escopeta del ruso tirada varios metros de donde ella se hallaba. Aun a pesar del fuerte dolor en su cabeza, la sargento mayor avanzó hasta hacerse con el arma y fue directa por la Valquiria.

- ¡Eh zorra!- dijo con un fuerte grito- ¡Trágate esto!

Un ensordecedor sonido de implosión salió del arma, a la vez que lo hacían doce balas que impactaron en el torso de la Valquiria. Esta fue lanzada hacia atrás, golpeando su espalda contra un árbol, haciéndola tambalear como si de un mero pelele se tratase. Cayó de lado y quedó tendida sobre el suelo, agonizando unos segundos antes de que se ahogase con su propia sangre.

Walker observó a la enemiga caída por un instante, satisfecha de como la había dejado y luego, se acercó a Krushchev. El ruso estaba famélico y gemía en una clara señal de dolor. Se fijó en como media cara estaba recubierta de sangre y luego, en la mano quemada.

- Te vas a poner bien- le dijo ella con tono conciliador.

De repente, el ruso la agarró por el cuello con fuerza y la atrajo hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros el uno del otro. Pudo notar la fuerte respiración el hombre y el intenso aliento que exhalaba. Miró a sus ojos, uno blanco por completo y el otro marrón. Parecían engrandecerse por la tensión en el que el hombre se hallaba.

- Mátalos a todos- fue lo único que dijo.

Dejó caer su cabeza a un lado y exhaló aire por última vez. Como una daga helada, Walker sintió un súbito escalofrío recorrer su cuerpo. No por ver morir al ruso, sino por lo que le había dicho. Que los matase a todos. Eso le perturbaba aún más.

Sonya se volvió y pudo ver a las otras dos Valquirias acosando al resto de sus soldados. Vio a Tina y a Carter tratando desesperadamente por acabar con ellas sin éxito. Se movían muy rápido y evitaban con facilidad cada certero disparo. Tan solo jugaban con ellas, esperando que se les agotase la munición para matarlas.

Walker comprobó la escopeta para ver si aún le quedaba munición. El cargador estaba vacío y en el cuerpo de Krushchev no hallaba ninguna otra bala. Miró alrededor y se fijó en la lanza que portaba la Valquiria. La cogió entre sus dos manos y al presionar sobre una válvula que se hallaba en la mitad inferior de esta, se disparó algo de plasma. Viendo cómo funcionaba, fue a por las otras dos sin perder más tiempo. Corriendo muy rápido, apuntó la lanza contra una, la de armadura blanca con franjas doradas y abrió fuego. La Valquiria no llegó ni tan siquiera a voltearse cuando tres incandescentes bolas de plasma impactaron contra su cuerpo. Una en el cuello, otra en al espalda y una en el brazo. El traje se quemó en esas partes e hirió en la piel a la Gelida. Walker volvió a abrir fugo y dos salvas de plasma impactaron en la cabeza de su enemiga. Le asesto un fuerte golpe con la lanza en la cabeza y dejó a la Valquiria tirada en el suelo. Sin piedad, le clavó la lanza en el pecho, matándola en el acto. Todo fue rápido y si perder aplomo. Sus soldados miraron petrificados a ella. Ella les miró a ellos, mostrando clara seguridad en lo que hizo. Pero toda su atención pronto se despegó de la sargento.

Ahora tan solo quedaba una única Valquiria. Era la que iba armada con un bastón provisto de una cuchilla curvada en cada extremo. Miró a cada uno de los soldados humanos que les rodeaban. Estrada, Tina y Carter le apuntaban con sus respectivos fusiles, dispuestos a acabar con ella. Parecía estar nerviosa, pero aquella Valquiria no le tenía miedo a nada.

Justo antes de que Walker y el resto apretasen sus gatillos, la Valquiria se elevó en el aire. En un abrir y cerrar de ojos, había desaparecido. Todos se quedaron estupefactos.

- ¿Adónde habrá ido?- preguntó extrañado Román Estrada mientras apuntaba hacia arriba.

- Ni idea, pero no bajéis la guardia- le respondió Sonya.

El silencio volvía a reinar en aquel inhóspito lugar. Walker miró a todas partes, esperando encontrar alguna pista de adonde habría podido ir la Valquiria. Pero no encontraba nada. Se empezó a preguntar si a lo mejor esta habría huido. Se fijó en el Lindworm. El explosivo que llevaba adherido estallaría en poco tiempo. Ellos debían marcharse lo más rápido de allí, no solo por las posibles detonaciones a las que se exponían, sino también por Habib, quienes estaban gravemente herido. Le dijo a Estrada y a Carter que se preparasen para llevarlo de vuelta.

A su lado estaba Tina, quien permanecía alerta ante lo que pudiera ocurrir. Ella también debía estarlo, la Valquiria podría aparecer en cualquier momento. Se acercó a ella.

- ¿Estás bien?- le preguntó.

Ella le sonrió por un leve instante. Fue algo fugaz pero aquella hermosa sonrisa le reconfortó bastante. Tina había sido una de las más gratas sorpresas con las que Sonya podría haberse topado. Y pese a todo el horror por el que estaban pasando, ella seguía manteniendo su hermoso optimismo y alegría.

- No se preocupe por mí, sargento- le dijo ella con voz suave y cálida-. Estoy bien. Mejor procure por el sargento Habib y el ruso.

Suspiró. Se sentía algo sobrepasada por todo aquel conflicto. No esperaba que Midgard fuera a ser tan duro. Pero tenía que ser fuerte. Era la líder de aquel escuadrón y por el bien de todos, debía serlo.

- Ve y ayuda al resto- le ordenó a la cabo-. Yo me quedaré por aquí vigilando pro si esa zorra alada vuelve a asomar.

Vio como Estrada y Carter levantaban a Habib. Al sargento árabe le costaba mantenerse en pie pero no tardó en incorporarse con la ayuda de los otros dos soldados. Era un tipo fuerte y por nada del mundo dejaría que nada le venciese. No podía decirse lo mismo de Krushchev. Su cuerpo seguía allí y eso entristeció a la sargento. Cuando acabase todo, volverían por él y lo enterrarían con honores. Comenzaron todos a moverse en dirección a ella cuando, quedaron parados. Miraron en dirección a Walker con una expresión de terror dibujada  en sus rostros.

Esto extrañó mucho a la sargento mayor. No entendía a que venía detenerse ni por que la miraban a ella. ¿Qué demonios ocurría? Se acordó de Tina y por una leve inquietud se giró para ver donde estaba la chica.

Cuando la vio, quedó petrificada. 

A Tina Hughes le habían atravesado el hombro desde atrás con una cuchilla curvada de color dorada que resplandecía bajo la luz del tenue Sol que brillaba sobre todo Midgard. La sangre roja escarlata empapaba toda la hoja. Una pequeña gota se derramó desde la punta. Detrás, estaba la Valquiria de armadura negra y blanca que habían tratado de matar y que aparentemente, había huido.

- Tina- pronunció Walker con dificultad, incapaz de creer lo que veía.

La miró a sus ojos. A esos ojos azules claros, tan tiernos y bonitos, unos preciosos orbes que se mostraron como algo hermoso y magnifico como nunca antes había contemplado en toda su vida. Una mirada que la había enamorado y llenado de esperanza. Y desaparecieron.

La Valquiria alzó el vuelo y se llevó a Hughes con ella. Walker corrió desesperada, tratando de alcanzarla pero para cuando llegó, habían desaparecido ambas entre las oscuras ramas de los árboles.

El corazón le retumbaba con fuerza. Miraba a un lado y a otro, mientras en su mente no dejaba de imaginar el rostro de la cabo, tan sereno como enturbiado. Vigilaba cada rincón con miedo, un miedo emergente a no querer reconocer lo que estaba pasando. De desear negar lo que le estaba sucediendo. Escuchó un ruido, como si algo revolviera las ramas de los árboles. Fue un sonido corto pero claro. Sonya caminó varios pasos, siguiendo el eco del sonido. Escuchó varios golpes más y tras seguirlo por unos instantes, empezó a notar algo más. Era ruido de algo golpeando varias ramas, un gran peso que caía desde muy alto. A Walker se le abrieron los ojos de par en par tan solo con imaginar de qué se trataba.

Algo cayó desde muy alto e impactó contra el suelo recubierto de nieve, justo a unos metros de donde la sargento mayor se encontraba. Un fuerte crujido se escuchó mientras se golpeaba contra la superficie nevada. Walker giró su cabeza, deseando no saber con qué se encontraría. Pese a que ya conocía la respuesta.

Tina Hughes estaba tendida en el suelo de lado, con la cabeza girada hacia donde Walker estaba. Su rostro y parte de su cuerpo se encontraban recubiertos de varios arañazos superficiales producidos por golpearse contra las ramas. Horrorizada, Sonya dirigió su vista a la cara de la cabo. Frágil e inerte, aquel rostro ya no mostraba la vitalidad que alguna vez poseyera esa chica. Ahora estaba apagado, sin vida.

Escuchó un nuevo sonido. Justo delante del cuerpo, se había colocado la Valquiria. Esta la observaba atentamente, sin perder detalle alguno de sus reacciones. Walker miró fijamente al rostro de la Gélida, desprovisto de expresión o carácter alguno, pues solo había una pantalla de cristal azulado. Siguió mirándola mientras una furia incontrolada crecía dentro de ella. Furia por matar a esa criatura. Por exterminarla y borrarla de la faz de este mundo.

Gritando como nunca antes hubiera hecho, Walker se lanzó contra la Valquiria. Esta giró con rapidez, evitando su ataque y golpeándola en una pierna con su bastón pero sin tocarle con las cuchillas. Simplemente, la hizo caer al suelo. Tras esto, fue directa por Estrada y Carter. Estos, al verla aproximándose, dejaron al herido Habib a un lado y empezaron a disparar contra la Gélida. Con una soltura increíble, esta evitó todas las balas y acabó ante los dos soldados. Con un rápido y diestro golpe de su bastón, hirió en el rostro a Estrada, quien comenzó a gritar de horror cuando la hoja afilada penetró en su ojo derecho. El hombre emitió fuertes chillidos mientras se llevaba su mano a la herida para taparla. Carter, paralizada ante el horror, se quedó allí inmóvil, sin poder disparar. Comenzó a sentir un terror infernal por dentro al presenciar el horrible ataque. Entonces, la Valquiria se aproximó a ella y blandió de nuevo su bastón, destrozando el fusil de la chica. Cayó hacia atrás y pataleó varias veces, intentado alejarse de su atacante. Pero su enemiga se aproximaba cada vez más y mientras veía como alzaba su arma, lista para blandirla contra ella, sendas lágrimas cayeron por sus ojos. Iba a matarla, sin piedad ni remordimiento.

Antes de que la cuchilla se clavara en su cabeza, Walker saltó sobre la Valquiria y de un fuerte golpe, la lanzó lejos de sus soldados. Ambas rodaron por el suelo varias veces y no tardaron en incorporarse. La sargento estaba llena de rabia y odio hacia la Gélida y estaba dispuesta a lo que hiciese falta por matarla. Sin dudarlo, arremetió contra ella. Su enemiga blandió el bastón con intención de herirla pero Sonya bloqueó su ataque con la lanza que aun portaba. Empezó a asestarle fuertes puñetazos a su rostro, resquebrajando el cristal protector. Pero la Valquiria no iba quedarse quieta. Clavó una de las cuchillas de su bastón en la cadera izquierda de Sonya. Emitió un fuerte grito de dolor mientras sentía el lacerante metal penetrando en su carne.

La lanzó lejos, a tan solo unos metros del primer Lindworm. Walker sabía que iba a morir. Esa Valquiria era muy ágil y fuerte. Aún tenía la lanza y el cuchillo de combate. Lo sacó también y se preparó para la lucha final.

La Valquiria se colocó delante de ella a gran velocidad y le asestó una fuerte patada en el vientre. Cayó de rodillas pero no dudó en incorporarse. Puede que fuese a morir, pero lo haría luchando. Bloqueó un segundo ataque de su contrincante con la lanza y comenzaron a forcejear. Ella no soltaba el arma de la Gélida y esta intentaba por todos los medios liberarse. Le lanzó una mirada cargada de odio. Le había arrebatado lo que más quería pero ella le quitaría la vida. Y entonces, ocurrió.

Una gran explosión de intenso color azul claro iluminó todo el lugar. Era una preciosa tormenta eléctrica, producto del plasma que había detonado a raíz de la bomba que había adherido al primer Lindworm. Walker admiró esta gran explosión con una mezcla de miedo y paz. Iba a morir, no tenía ninguna duda de esto. Pero ardería junto con la Valquiria contra la que luchaba. Su cuerpo se disgregaría en millones de partículas a causa del cálido plasma que la empezaría a quemar en apenas unos segundos. Desparecería para siempre. Y no le importaba. Gracias a ello, volvería a estar con Tina.


La explosión resonaba en todas partes. Incluso en el Campamento Infierno, aunque Jason Carville no llegó a enterarse. Él solo veía a su lado como dos soldados ardían por culpa del constante fuego que los Arvaks les lanzaban. Vio sus cuerpos consumirse por el espeso y caliente plasma rojizo, que los consumió por completo, sin dejar ni rastro de sus presencias. A estas alturas, concluyó que todo estaba ya perdido y señal de eso fue la aparición de un Arvak.

- ¡Todos adentro!- gritó desesperado el capitán mientras empujaba a todos los que quedaban con vida al interior del edificio.

Ya fuera del alcance, podían escuchar al vehículo Gélido avanzar. Todos recargaron sus armas listos para soportar la oleada de enemigos que se les vendría encima enseguida. Button miró a Jason y luego a Dave. Una sonrisa cansada iluminó su rostro.

- Bueno señores, fue un placer luchar con vosotros- dijo con cierta ironía.

Nadie le respondió. No sabían que decir y en lo único que pensaban era en poder vivir un poco más. Aunque solo fuera unos segundos. Ya estaban listos para soportar la última acometida, cuando un fuerte ruido les hizo levantarse de sus sitios.

- ¿Que ha sido eso?- preguntó extrañado Strickland mientras la soldado Kingston se le aferraba atemorizada.

Más y más sonidos potentes hacían retumbar el edificio. Algo precavido, Jason decidió salir afuera para comprobarlo. Button también se levantó y ordenó a sus soldados que no se moviesen bajo ningún concepto. Juntos, fueron afuera. Y no pudieron creer lo que veían.

Una gran hilera de tanques Búfalo se abrían camino a través de la llanura, adentrándose en el campamento. También venían acorazados Armadillo, los cuales pararon nada más llegar al campamento, dejando desembarcar a decenas de soldados de Infantería Básica. Estos se fueron posicionando para acabar con los Gélidos que quedaban allí. A lo lejos, se veían los Arvaks y Alsvids ardiendo, destruidos por la artillería humana.

Jason no pudo evitar reprimir una sonrisa de alegría y cuando miró a Button, vio que la capitana estaba llorando. Se acercó a ella y puso su brazo metálico sobre el hombro de la mujer.

- Tranquila, esto ha terminado- dijo el hombre sereno-. Por ahora.

De repente, un grito les hizo ponerse en guardia.

El Arvak que vieron antes, se abría camino a través de la calle. Los soldados humanos se apartaban, temerosos de que les fuera a hacer año. Jason y Eloise ya iban a meterse adentro cuando vieron venir por el otro lado un tanque Búfalo.

El titánico blindado de metal se detuvo apenas a unos 8 metros del Arvak y con su doble cañón, apuntó al vehículo Gélido.

- ¡Al suelo!- gritó esta vez Button y todo aquel que estaba cerca de ella, le hizo caso.

Mientras Jason y la capitana se agachaban, poniéndose a cubierto, el tanque abrió fuego. Un potente zumbido recorrió el aire y dos proyectiles enriquecidos con uranio salieron disparados de los cañones. Ambos impactaron en el escudo frontal del Arvak y aunque en un principio, penetraron lo suficiente para dañarlo, no consiguieron destruirlo.

El tanque empezó a retroceder, pues el Arvak no dudaría en atacar tras esto. Jason se fijó en que el vehículo Gélido no se movía. Seguramente los impulsores se habían detenido al quedar dañado el motor. Al percatarse de esto, se lo señaló a Button.

- ¿Te quedan granadas?- le preguntó.

- Solo una- le dijo la capitana-. Aquí tienes.

Se la dio y con ella en su mano, Carville corrió hasta el Arvak. Otros soldados se le unieron y uno de ellos le ayudó a encaramarse en el vehículo. Colocando su pie en las manos del soldado, Jason tomó impulso y escaló hasta la base del blindado Gélido. La superficie metálica estaba caliente y era algo resbaladiza. Le costaba mantenerse aferrado pero al final, logró engancharse de unas oquedades. El Arvak comenzó a emitir un fuerte zumbido, señal de que iba a preparar el cañón para abrir fuego. Se tenía que dar prisa. Escaló un poco más y se encontró con otro soldado que parecía querer hacer la misma hazaña que él.

- Soldado- dijo Jason.

- Capitán- le saludó el hombre.

Entre los dos, lograron abrir la trampilla compuesta de dos puertas automatizadas que llevaban al interior del Arvak. Jason tuvo que usar su brazo izquierdo de metal para abrir una y el soldado su fusil de asalto como palanca para destapar la otra. Carville creyó que se le romperían la articulación de la mano y los dedos del esfuerzo que hacía. No ocurrió aunque de pasarle, tampoco es que tuviera que preocuparse. No sentiría dolor alguno. Una vez la entrada quedó abierta, ambos prepararon las granadas.

- Ahora- dijo Jason. Accionó el temporizador y tiró la granada dentro. Gritos del enemigo en su extraño idioma se escucharon.

Ambos hombres saltaron justo antes de que el Arvak estallase en una poderosa explosión de intenso color azul claro. Carville rodó varias veces por el suelo para evitar las emanaciones de plasma despedidos por la detonación pero aun así, sintió el súbito calor rozándole. Cuando se alejó lo suficiente, pudo admirar el vehículo recién destruido con cierto alivio. Lo habían detenido justo a tiempo.

De repente, de dentro del Arvak surgieron dos Gélidos envueltos en llamas azules. Gritaban desesperados y cayeron al suelo para acto seguido incorporarse. No hizo falta nada de tiempo para que acabasen tiroteados por los soldados que habían allí.

Button ayudó a Carville a incorporarse. No hubo felicitaciones ni ninguna celebración por lo que hizo. Tan solo era su trabajo. El capitán escuchó el potente motor del tanque Búfalo cerca y vio como el gran vehículo se acercaba. Una vez se detuvo, la tapa se abrió y el capitán Sternberg surgió de ella.

El hombre alto y negro se bajó del vehículo y estrechó la mano de Jason. Fue un apretón bien fuerte, como solo dos militares veteranos sabrían darse.

- Me alegro de verte de nuevo Sternberg- comentó el capitán con entusiasmo.

- Lo mismo digo yo Carville- le dijo el líder del pelotón de tanques.

Se volvieron para poder admirar el resultado de la cruenta batalla. Edificios arrasados, vehículos prácticamente reducidos a cenizas, cadáveres de humanos y Gélidos por igual desperdigados por todo el campamento. Era un escenario dantesco el que se mostraba ante sus ojos.

- Menudo panorama- exclamó jocoso Sternberg-. Menos mal que llegamos a tiempo para salvaros.

- Ojala hubiésemos salvado más- se lamentó Carville.

Button se colocó a la derecha de Jason y contempló junto a ellos el lugar. Ambos capitanes, uno de Vanguardia y la otra de Infantería Básica, se miraron.

- Al menos, estamos vivos- dijo sin mucho convencimiento la mujer.

Jason esperaba creer que sí. Pero sabía que esto aún no había terminado.

- Si- le respondió de forma seca-. Alguien tiene que ocuparse de esta mierda.


Su traje entero estaba quemado. Pese a todo, no tenía que lamentar ninguna fisura o rotura importante. El cristal que recubría su rostro también estaba roto y amenazaba con resquebrajarse. Por ello, debía volver a la base para cambiarse de atuendo. De no hacerlo, moriría allí mismo.

Contempló por un último instante el demacrado campo de batalla. En la amplia llanura se podían ver los destruidos vehículos Gélidos. Arvaks y Alsvids que ardían con intensidad, dejando emanar llamaradas azules y rojas en un hermoso espectáculo. Más adelante, estaba el campamento humano, ese que atacaron con tanto ahínco pero que sin embargo, no habían conseguido conquistar. Todo parecía en ruinas pero era consciente de que aquellos seres no tardarían en recuperarse. Y entonces, irían a por ellos.

Dos Valquirias aparecieron a su lado. Tenían mejor aspecto que ella y no parecían estar tan fatigadas. Una, se le acercó.

- Dama Esura, ¿qué hacemos?- le preguntó.

Sif guardó silencio. Aquellos refuerzos que los humanos habían traído no eran tan solo para proteger ese asentamiento. No, habían venido por otra razón. El Conducto. Era todo lo que ambicionaban. Al igual que el resto de razas de esta galaxia. Y ella era hora su responsable. La encargada de protegerlo a toda costa.

Era un gran peso sobre su espalda el que portaba y hasta ahora, no había demostrado ser digna de ello. Su padre jamás la imaginó como una guerrera. Su hermano Thor trató de protegerla de todo aquello. Y su otro hermano, Loki, se burlaba de lo que pretendía. Ella les iba a demostrar a todos de lo que era capaz. Por algo se había convertido en la mejor de las Valquirias y en líder de aquella fuerza de élite. Y ahora, sería la mejor líder militar de todo el Linaje Congelado.

- Vámonos- contestó a su subordinada-. Hay que prepararse. Los humanos no tardarán en atacar.

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Este ha sido uno de los capítulos que mas me ha costado escribir. Lo he repasado mucha veces y he modificado infinidad de partes. Encima esta semana he estado ocupado con las clases y las practicas y ayer quise terminarlo y ya no daba para mas. Por eso he tardado.

Bueno, tan solo queda decir que el siguiente capitulo lo tendréis la semana que viene. Pero eso si, durante dos semanas no publicare nada. Tengo exámenes y ademas, muy importantes. Lo siento pero prometo que en los próximos volveremos con Zeke y mas sorpresas. Un saludo a todos y gracias por leer!!!

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