Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 10- Campamento Infierno (Parte 4)



Una gran lluvia de plasma ardiente caía incesante sobre los soldados de Infantería Básica ocultos tras las barricadas. El espectáculos de luces era impresionante, una mezcla de destellos deslumbrantes de colores rojos, azules y morados. Eran de una belleza increíble y cualquiera que lso viese quedaría extasiado viendo aquellas esferas, estelas y lenguas viajando por el aire con soltura y delicadeza. Pero aquel hermoso espectáculo no era más que un cruel engaño. En verdad, esta escena o era más que el horrible desarrollo que estaba teniendo lugar en el campamento Infierno.

Jason Carville se cubría tras la cobertura. Agazapado, veía como el enemigo avanzaba imparable hacia ellos. Hasta ahora, él y el resto del pelotón habían logrado repeler las primeras avanzadas de enemigos, los cuales caían ante el poderoso fuego de los humanos. Pero ahora, el número estaba aumentando de forma alarmante, la munición comenzaba a escasear y para colmo, todopoderosos Arvaks venían detrás de las tropas Gélidas, listos para abrasar con su flamígero aliento de plasma a todos.

Al capitán de Vanguardia apenas le quedaba munición. Tres cartuchos a lo sumo. Para colmo, ya había gastado todas sus granadas. Tanto las de mano como las que estaban en el fusil de asalto. Miró a su amigo Strickland, quien disparaba contra sus enemigos sin perder ni un ápice de arrojo. Su arma abría fuego de forma automática, expulsando una gran cantidad de balas. Acertó a un Alfar en el cuello, a otro en la cadera y a uno que venía por detrás de este en el brazo. Él prefería disparar a ráfagas. Era más difícil acertarles pero se ahorraba munición. O eso era lo que Carville opinaba. Vio como Dave quitaba el cartucho ya vacío, accionando un botón del fusil que lo dejaba caer e insertó el nuevo con una rapidez espasmódica. Los habían entrenado para ser rápidos y eficientes. Y así tenían que ser si es que deseaban seguir vivos.

Jason se volvió a asomar por la rendija y sin dudarlo, empezó a disparar. Su arma temblaba en sus manos al apretar el gatillo y podía escuchar el sonido de propulsión de las balas al salir disparadas por el cañón del fusil. En un abrir y cerrar de ojos, aquellos proyectiles impactaban en sus enemigos. A algunos los mataban. Otros quedaban heridos pero no tardaban en morir bajo el fuego de otros rifles. Había quienes se libraban. Movía su fusil, apretando el gatillo sobre aquel Alfar al que fijaba con su mira holográfica verde. La cruz creada con luz fosforescente fijaba a su siguiente víctima y el, como verdugo, al ejecutaba sin piedad. Para Carville ya no existía nada en esos momentos. Ni Midgard, ni la Tierra, ni siquiera la Xeno-Alianza o su misión, tan solo las ansias por querer acabar con todos sus enemigos. Era lo que quería hacer ahora, y nada le apartaría de ese camino.

De forma repentina, alguien le zarandeó con fuerza. Jason se volvió para encontrarse con el rostro preocupado de la capitana Button. La líder de la Compañía Toro no mostraba su característica expresión de arrojo y decisión, sino que ahora estaba totalmente aterrorizada. Sus ojos marrón oscuro captaban a la perfección ese momento de horror y desesperación que tanto la consumían. Bajo el intenso fuego enemigo impactando contra la muralla metálica, la voz de la mujer se perdía en un lejano eco.

- ¡Tenemos que salir de aquí capitán!- gritaba con fuerza y miedo- ¡Nos superan en número!

Carville se volvió para ver la increíble horda enemiga que se les echaba encima. Por un momento, creyó que lo mejor era mantener su posición y luchar hasta el final. Morirían pero al menos, les dejarían bien claro que los humanos no se rendían. Sin embargo, su parte cuerda le hizo saber que esa era la peor idea que se le podía haber ocurrido. Concluyó que lo mejor era retroceder y usar los edificios para repeler el ataque. Aunque desconocía si lograrían resistir mucho más, era mejor que quedar aplastados bajo las barricadas o consumidos por el cálido plasma expulsado por los Arvaks.

- Tiene razón- dijo decidido-. Demos la orden y vamos a los edificios.

Button y Carville alzaron cada uno su brazo derecho y ordenaron a los soldados retroceder. Muchos estaban ya heridos aunque todavía podían caminar. Ya había varios muertos. Para Jasón, aquella batalla se estaba complicando más de lo esperado. Miró al cuerpo sin vida de uno de sus hombres. Tenía medio rostro quemado y aun podía verse como el plasma residual devoraba la carne. El capitán se estremeció un poco.

- Vamos, ¡aquí estamos expuestos!- bramó con fuerza el sargento Otunga mientras masacraba enemigos con su arma.

Los soldados, ante las nuevas órdenes, iniciaron la retirada. Un médico, que atendía a un herido, comenzó a arrastrar a este. Fue a empujarle cuando una bola de plasma procedente de una lanza impactó en su cuello. Aunque el casco repelió la esfera recalentada, el plasma residual empezó a quemar el cuello del hombre. Este cayó al suelo y comenzó a gritar, pidiendo ayuda desesperada. Strickland fue a socorrer al soldado mientras los Alfar comenzaban a agolparse en las barricadas.

- ¡Strickland!- gritaba desesperado Jason al ver a su amigo corriendo por el médico. Fue tras él.

Dave llegó donde se encontraba el herido y pudo ver una gran quemadura formándose en la parte superior del cuello, justo en la nuca. Sacoóun apósito curativo y lo puso encima de la herida, taponándola y dejando que la solución se aplicase para sanarla. El medico gimió de alivio, notando el frescor de la curación. Jason llegó a su lado en un instante, hincándose de rodillas.

- ¡Mierda!, es que quieres que te maten- masculló el hombre mientras se agachaba un poco más para evitar el fuego enemigo.

- Tenemos que sacar al médico y hay otro herido en la barricada- dijo señalando al hombre que el medico socorrió primero.

- ¡Estás loco!- le espetó Carville-. Entiendo que no podemos dejar a nadie atrás pero no estamos en la mejor situación para rescatar a todos.

- Jason, sabes que no dejare a nadie- le dijo su amigo con seguridad, mirándolo fijamente a los ojos-. Sabes....

Una bola de plasma impactó en el hombro de Strickland. Jason quedó horrorizado al ver ardiendo a su amigo, contemplando como el plasma caliente devoraba el tejido sintético de su camiseta y empezaba a quemar la carne.

- ¡Dave!- gritó con horror mientras escuchaba un fuerte ruido a sus espaldas.

Mientras socorría a su amigo, Jason se volvió un instante y pudo ver como un Jotun derribaba uno de los escudos protectores de la barricada con ayuda de su gran hacha. Tras pasar el, varios Alfar comenzaron a entrar. Carville agarró con fuerza a su amigo por debajo de la axila izquierda y empezó a arrastrarlo por el suelo. Apuntó con su fusil a los Gélidos que venían y disparo varias veces. Pese a todo, al coger su arma con una sola mano, no daba a ninguno. De repente, uno le dio en el brazo izquierdo, justo en la zona del codo. Esto le hizo tirar su arma aunque no se preocupó, pues era el brazo de metal. Como pudo, sacó su pistola y siguió tirando de Dave, quien aún tenía su mano puesta sobre la terrible herida. El hombre gemía dolorido y eso angustio aún más al capitán.

- Déjame Jason- le dijo Strickland debilitado-. ¡Sálvate!

- Ni hablar- dijo con determinación.

Era cierto, se negó a salvar a soldados malheridos antes pero ahora, estaba dispuesto a morir por su amigo ¿Era egoísta e inhumano por su parte esta decisión? Lo era. Pero nunca se dijo que las personas fuesen santos.

Jason mataba cuanto Gélido podía gracias a su pistola. Era más manejable que el fusil. Pese a todo, los enemigos aumentaban en número y más partes de la barriada eran derrumbadas para dar paso a más tropas enemigas. Estaban completamente expuestos y cuando el Jotun les vio, Carville supo que aquello era el fin. El gigante emitió un fuerte rugido de furia y alzó su gran hacha, en clara señal de atacar.

Pero entonces, varias explosiones tuvieron lugar a los pies del colosal Gélido. Tierra y nieve fueron levantadas a partes iguales. Entonces, la capitana Button y varios soldados aparecieron. Ella le tendió la mano a Strickland y junto al capitán, lo levantaron para llevarlo a un lugar.

- Tenemos que ponerlo a salvo. ¡Rapido!- dijo con urgencia la mujer.

No podía estar más alegre de que Button hubiese venido por ellos. Realmente le iba a deber mucho a esa mujer. Quizás la invitase a alguna copa si salían de aquel abominable agujero en el que se hallaban atrapados. Pero lo primero, era poner a Dave a salvo.

- Vamos, ¡lo llevaremos a uno de los edificios!- habló con soltura.

Mientras iban hacia la entrada del edificio más cercano, Jason pudo ver como lo soldados que les acompañaban morían cubriéndoles. Las largas coladas de plasma rojo procedente de los Arvaks caían sobre la llanura como cascadas perpetuas, buscando matar a todo el que estuviera cerca. Al final, consiguieron llegar al interior del edificio.

Dejaron a Dave apoyado contra una pared y Button llamó a un médico para que le atendiese. Afuera, se podía escuchar el avance imparable del enemigo y de los vehículos que venían con ellos.

- Nos han sobrepasado- le dijo con voz débil su amigo. El médico a su lado analizaba su herida y se preparaba para colocarle un apósito curativo. El sargento se quejó un poco al notar como el hombre le toqueteaba-. Me temo que la hemos cagado, amigo.

Jason lo miró con cierta reprobación. Para él, aquello no era así. Los refuerzos no habían llegado aún. Era cierto que los Gélidos habían logrado hacerlos retroceder y que ahora se hallaban acorralados. Pero él no iba a tirar la toalla fácilmente. No, lucharía hasta la final, pues sabía que solo ellos podrían decidir el destino de la humanidad. No eran los elegidos pero si piezas fundamentales en aquel caótico conflicto que iba más allá de este, pues algo mucho peor acechaba.

Escuchó un fuerte grito. Afuera, apenas a unos metros, Jason Carville vio a una joven chica tirada sobre el suelo, herida en una pierna. Sin dudarlo, el capitán salió al exterior, armado con el fusil de asalto de Strickland. Mató a un Alfar que había justo frente a él y agarró por la cintura a la joven soldado para que se levantase.

- En pie, ¡vamos!- dijo entre gruñidos.

Ella le hizo caso. Mientras iban de vuelta al edificio, Carville contemplo como la barricada terminaba de ser derribada y vehículos del Linaje Congelado entraban. No eran Arvaks, se trataban de otros vehículos llamados Alsvid. Eran ms pequeños y estilizados. Mientras que el Arvak era un semiprisma pesado, el Alsvid era un alargado rectángulo con el morro acabado en punta. La parte delantera era ocupada por un piloto y la trasera contaba con un alargado cañón del cual e disparaban rayos de plasma de color azul muy intenso. En los laterales, había asientos para un ocupante cada uno. Jason vio como los ligeros aerodeslizadores se impulsaban con fuerza gracias a sus propulsores traseros alimentados con plasma.

- ¡Rápido!- habló desesperado y empujó a la soldado herida al interior del edificio.

Los Alsvid recorrieron el camino en un abrir y cerrar de ojos emitiendo un atronador sonido. Se oyeron disparos, procedentes de los cañones de los vehículos y fuetes explosiones, provocadas por los arcos fotovoltaicos que portaban algunos de los pasajeros. Todo tembló ante su paso y el capitán confiaba en que la estructura no quedase dañada. Se volvió entonces a la chica a la que acababa de rescatar.

- ¿Te encuentras bien?- le preguntó.

Ella asintió de forma afirmativa. Inspecciono la herida en su pierna. Por suerte, era algo superficial. Solo le había rozado la zona exterior del muslo. En unos días, se recuperaría.

- Gra...gracias- dijo ella con algo de dificultad.

Jason le sonrió. Ahora que se fijaba, la soldado parecía tranquila y aliviada. Tenía la piel oscura y el casco se le había caído, revelando un largo pelo rizado de color castaño oscuro que le caía en una media melena. Sus ojos color marrón aun brillaban por la intensidad del momento.

- ¿Cómo te llamas?- preguntó.

- Soldado Verónica Kingston, señor- respondió la chica.

- Bien Kingston,- le dijo Carville mientras se acercaba para apoyarla en la pared que tenía detrás para acto seguido, señalar a su amigo Dave-, quédate al lado de este capullo y vigílalo. Un médico vendrá a atenderte pronto.

Ella asintió, comprendiendo. Después de esto, fue a la entrada. Button y sus soldados lograron arrastrar un jeep averiado y usaban su carrocería como cobertura. Desde ahí, disparaban contra todo lo que no fuera humano y se moviese. Cubierto tras el muro, Jason empezó a hablar con la capitana.

- ¿Cómo está la situación?

- Bien jodidos- le contesto ella justo antes de cubrirse cuando uno de los Alsvid pasó por su lado. Lograron evitar sus rayos por muy poco.

- Ya veo- exclamo Carville malhumorado.

Y las cosas se iban a poner peor aún. Un estruendoso sonido inundo los oídos de todos los allí presentes. El ruido era de algo potente que empezaba a almacenarse y amenazaba con estallar en cualquier momento. Tras un pequeño rato de espera, el estallido tuvo lugar. Button se volvió a Carville y gritó:

- ¡Adentro!

No hubo tiempo de discutir. Todos entraron de nuevo en el edificio justo cuando sendas hondonadas de rayos azules comenzaron a caer por todas partes. Jason quedó cohibido al escuchar semejante descarga de energía. Nunca antes presenció nada parecido. El edificio tembló varias veces y el chispeante sonido de los impactos inundo sus oídos de nuevo.

- ¿Qué cojones ha sido eso?- preguntó horrorizado Strickland, quien ya había parecido recuperar su vena fatalista.

Carville respiró hondo, dejando liberar la tensión que aprisionaba su cuerpo. Se levantó con lentitud y lanzó una mirada interrogativa a la capitana Button.

- Son Lindworms.

La explicación dejó aún más extrañados a los allí presentes.

- Se tratan de cañones de plasma que los Gélidos utilizan para asediar- clarificó la mujer. Nos llevan bombardeando con ellos desde que llegamos.

- ¿Sabéis donde se encuentran?- preguntó ansioso Carville-. Podríamos organizar un ataque para destruirlos.

- Sabemos por los disparos que están colocados al este de nuestra posición y puede que no muy lejos, tal vez en uno de los bosques que nos rodean- teorizó la capitana-. Pero tal como estamos ahora, sería una locura ir para allá.

Nadie más supo que decir. Afuera seguía escuchándose el incesante clamor de la batalla que no cesaría hasta que uno de los dos bandos venciese. Y los humanos, tenían todas las de perder. Ahora que el bombardeo enemigo ya parecía haber cesado, Jason y Button se pusieron en pie, listos para regresar afuera y defender como pudieran la posición. El resto de soldados, excepto el medio y los heridos, les imitaron. Ya no era la obligación de hacer caso a sus líderes o el deber de defender a su nación, era tan solo el instinto de supervivencia el que les impulsaba a todos a luchar. Para muchos, la vida era la única cosa por la que aun valía la pena seguir combatiendo.

Ya estaban a punto de salir por la puerta, cuando el transmisor de Strickland se activó. Alguien quería hablar con él.

- ¡Jason!- le avisó a su amigo-. Parece que tenemos respuesta.

Carville se volvió hacia el sargento, esperanzado con que fuera quien esperaba. Dave accionó el transmisor y esperó respuesta.

- ¡Ey amigos! ¿Alguien pedía una buena ración de tanque?- dijo la ronca y animada voz del capitán de la división de acorazados Austin Sternberg.


En la blanca llanura que había justo delante del campamento Infierno varios vehículos Gelidos avanzaban sobre el asentamiento humano, dispuestos a arrasarlo por completo. Los Arvaks, ocho en total, disparaban flamígeras lenguas de incandescente plasma rojo mientras que los cuatro Alsvid recorrían la zona a gran velocidad, matando a todo lo que se les pusiera por delante. Desde el cielo, los disparos azulados de los Lindworms caían sobre el lugar, destruyendo todo lo que hallaban a su paso. Aquel sitio se había convertido en una zona de martirio indefinido, donde los supervivientes tenían que soportar el ataque de un enemigo ansioso por acabar con ellos. Nada parecía indicar que la balanza fuera a decantarse por los humanos. Pero al final, las guerras son una cuestión de estrategia.

Una división de blindados, compuesta de tanques Búfalo y acorazados de transporte Armadillo, irrumpieron por el costado derecho de los atacantes alienígenas. De los Armadillos comenzaron a bajar soldados mientras que los tanques se adelantaban para atacar. Los Arvaks, sorprendidos por la inesperada aparición, comenzaron a girar hacia su derecha pero los tanques humanos no tardaron en responder lanzándoles misiles. Estos impactaron en los costados de los vehículos Gélidos, causándoles graves daños. Dos Arvaks fueron destruidos al instante. Los enemigos no se quedaron atrás y no dudaron en responder con su flamígero ataque. Los tanques tuvieron que acelerar para esquivarlos.

Desde lo alto de uno de estos blindados, Sonya Walker era testigo de cómo se estaba desarrollando la batalla. Ella estaba justo al lado de la parte izquierda del doble cañón del vehículo. El resto de su unidad estaba subida en los laterales. El vehículo avanzaba emitiendo un crepitante sonido producto del motor de nitrógeno que hacía que pudiera desplazarse con mayor velocidad. También se podía escuchar el sonido de las ruedas oruga del tanque aplastando el suelo pro el que pasaba. Era un peculiar soliloquio que entremezclado con el ruido de disparos, explosiones y cosas quemándose componía la tenue melodía de la guerra.

Sonya estaba recostada sobre el frio metal, apuntando con su fusil hacia delante, en busca de posibles enemigos que pudieran amenazar el tanque. No tardó en avistar a uno.

Un Alfar armado con un arco fotovoltaico surgió de entre la espesura del bosque helado. Al verlo, Walker emitió un grito de alarma. Justo antes de que el Gélido apuntase su arma contra ellos, la sargento le disparó en el cuello. El enemigo se desplomó sobre el suelo de forma instantánea. Fue tan rápido, que ni ella misma se lo podía creer. La facilidad con la que había eliminado a ese Gélido cuando al que le suplicaba por su vida le costaba apretar el gatillo.

- Buen disparo- dijo en ese instante el sargento Vassily Krushchev. Walker le miró por un momento pero decidió seguir con la vista puesta delante.

Recordaba su primer enfrentamiento contra los Gélidos en Koris II. Como el sargento Hopper pereció a manos de esos Alfar que atravesaron su cuerpo con lanzas. Y ella atrapada en esa zanja que cavó con sus compañeros días atrás, soportando el fuego enemigo mientras mataba a lo que se le ponía por delante. Fue un momento aterrador. Pero hasta cierto punto lo entendía. Allí estaba luchando por su vida, no había un objetivo mayor que no fuese su supervivencia. Pero en estas circunstancias, todo cambiaba. Recuperar el campamento. Atacar el asentamiento Gélido. Recuperar ese enigmático artefacto de la Primera Raza que aun desconocía para que lo querían Carville y Strickland. Eran objetivos complejos y más significativos para la CNAT que el que ella siguiera con vida. Y por ello, le costaba justificar el baño de sangre.

El tanque Búfalo se detuvo de golpe. Todos temblaron al sentir la sacudida y Sonya tuvo que agarrarse al cañón izquierdo para no caer. Se quedó mirando al frente y pudo atisbar como dos tanques se encontraban enzarzados en combate con los Arvaks. Uno de los vehículos Gélidos estalló emitiendo un refulgente fulgor azulado tras recibir el impacto de los dos misiles disparados por los dos cañones que el tanque Búfalo portaba. Un Alsvid franqueo a ambos carros blindados por el flanco derecho e iba a abrir fuego contra ellos. En ese mismo instante, el cañón del tanque en el que viajaba Sonya comenzó a girar y apuntó al aerodeslizador. Walker se percató de lo que iba a pasar y se apartó, colocándose en el lateral inferior del tanque, donde la cabo Tina Hughes y la soldado Wynona Carter se hallaban. El cañón abrió fuego y al paso de la detonación, todo volvió a temblar.

El Alsvid estalló en mil pedazos, produciendo una explosión de plasma de colores rojo y azul muy hermoso que deslumbró a los espectadores. A Sonya le pitaban los oídos al tener la detonación tan cerca pero no resultaba molesto. Tina en cambio, se llevaba un dedo al oído, buscando aliviar tan molesta irritación.

- ¿Estás bien?- pregunto la sargento mayor con algo de preocupación.

- Es este pitido- se quejó la cabo Hughes como una niña pequeña-. ¡No puedo quitármelo de encima!

Aquello le divirtió un poco. Se acercó un poco a ella y le colocó mejor el casco, que se habia desabrochado para poder tocarse el oído mejor. Le acarició la mejilla un poco a la chica tras esto y ambas sonrieron risueñas.

- Más vale que tengas cuidado- le dijo Walker y Tina sintió al oír esto-. ¿Estas mejor?

- Se pasa poco a poco- le respondió más tranquila la cabo.

Se volvió y pudo ver como Carter las observaba en silencio. Eso puso un poco tensa a Walker. ¿Qué hacia esa chica mirándolas de aquella forma? Le resultaba un poco molesto.

De repente, un inesperado traqueteo hizo que Sonya y Tina se revolvieran en sus asientos. Casi estuvo a punto de caer pero Hughes la cogió a tiempo. El tanque Búfalo estaba retrocediendo a gran velocidad.

- ¿Qué demonios ocurre?- preguntó la sargento mientras se echaba atrás uno de los tirabuzones de su melena.

Delante de ellos, los otros dos tanques también buscaban retroceder cuando varios rayos de color azul claro impactaron contra estos. Una serie de destructoras explosiones hicieron levantar nieve y el fragor del fuego comenzó a surgir del interior de los vehículos acorazados. El tanque en el que viajaba Sonya retrocedió varios metros más. Cuando finalmente se detuvo, la sargento y su unidad se ajaron.

Los tanques ardían de forma intensa. Nadie había salido de dentro, lo cual indicaba que habían perecido en el interior de los vehículos. Eso le pareció desagradable a Sonya. No podía evitar imaginarse a esas pobres almas dentro, asfixiándose con el humo toxico y quemándose por las incipientes llamas que surgían del motor que estallaba. Su estómago se revolvió y una desagradable sensación de pena y miedo la invadió por dentro. Sus hombres también contemplaban el horror desencadenado. Notó la mano de Habib en su hombro y al volverse, se topó con la mirada comprensiva del árabe. Esto le hacía ver que a veces, las cosas no se pueden controlar. Una verdad que empezaba a asumir.

Justo detrás, la compuerta que había en el techo del tanque se abrió. De dentro, surgió un hombre de piel negra. Se le veía robusto y fuerte, evidenciado por los músculos que se marcaban en sus brazos, los cuales se atisbaban por las mangas de la camiseta que llevaba. Portaba un casco con un visor de cristal gris claro en el que se veían toda clase de datos. Se levantó el visor y unos brillantes ojos azules percibieron el desastre reinante.

- ¿Qué mierda ha sido eso?- preguntó estupefacto el capitán de la división de tanques Austin Sternberg.

Walker se volvió al capitán bastante confusa, sin saber muy bien que responderle.

- Parece que tienen algún tipo de artillería apostado al Este- le explicó lo mejor que pudo-. No tengo ni idea de que puede ser.

- Lindworms- dijo una voz a sus espaldas.

Harkness y el resto de su unidad aparecieron por delante. Cuando hallaron el convoy de nuevo, el grupo se escindió. Walker y los suyos fueron en el tanque de Sternberg, a fin de llegar más rápidos al campamento, mientras que los francotiradores se ocultaron en la maleza del bosque para cubrir desde ahí a los vehículos. Ahora, ya estaban de vuelta. Y al parecer, con más información.

- ¿Qué ha dicho capitán?- preguntó extrañada Walker.

- Lindworms- repitió de nuevo Harkness mientras se acercaba al tanque de Sternberg.

Con 58 toneladas de peso, 12 metros de longitud, 4 metros de ancho y 2'45 metros de altura, el tanque Búfalo parecía un Behemot de acero, aluminio y circuta que convertía en una minúscula mota de polvo a Harkness. El capitán se colocó justo delante del morro rectangular del blindado para hablar directamente con Sternberg.

- Al parecer, esos putos cubitos de hielo han colocado una división de artillería al este de nuestra posición- informó el bigotudo hombre-. Por lo visto, han estado bombardeando con ella el campamento desde hace varios días.

- Eso nos avisaron Carville y Strickland por radio hace un rato- comentó el capitán Austin mientras se quitaba el casco para rascarse la cabeza, revelando su pelo corto marrón claro-, pero no esperaba que esos bastardos fueran a usarlos contra nosotros.

- Pues actuó mal- dijo Harkness con voz juiciosa.

- Ya veo.

Miraba con atención la conversación que ambos hombres mantenían. Pese a estar tan elevado en el tanque, en una posición en aparente superioridad, Sternberg parecía estar soportando el sermón de Harkness con algo de dolor en su orgullo.

- Creo que lo mejor es que permanezcan aquí hasta que nos hayamos ocupado de esa artillería fastidiosa- concluyo el capitán con claridad su discurso.

Luego, se volvió a Walker y su grupo.

- Vosotros vais a venir conmigo.

El plan de Harkness era simple: iban a destruir los Lindworms. De no hacerlo, el convoy e tanques y acorazados no podría avanzar y eso les impediría recuperar el campamento. Llamó a Carver, quien apareció con un pad de datos.

En la pantalla, se veía un plano general de la zona donde se hallaban. Se veía un amplio camino que llevaba hasta el campamento envuelto de árboles por un lado a otro. Una arboleda, situada al noreste de donde estaban, se iluminó y la imagen se fue ampliando hasta que la figura de esos árboles ocupó la pantalla entera. Luego, esta imagen fue transparentándose hasta que las figura de dos vehículos Gélidos se mostraron. Eran altos, compuestos de una base semicilíndrica amplia que luego se extendía hacia arriba en otra parte cilíndrica más delgada. Sobre esta, se veía un gran cañón tubular. Cuatro patas anclaban el vehículo al suelo. Esos eran los Lindworms.

- ¿Cómo habéis conseguido esas imágenes?- preguntó curiosa Tina.

Stewart miró a la cabo como si desease que le hicieran esa cuestión y le explicó todo.

- Desplegamos un dron con cámaras para poder explorar toda el área. El capitán Carville nos contactó hace no mucho sobre la posible localización de los Lindworms, así que movilizamos el pequeño robot volador y dimos con ellos.

Todos asintieron ante la explicación del sargento. Este, al ver como se había desenvuelto, se sintió muy satisfecho.

- El plan de ataque consistirá en dividirnos en dos equipos- pasoóa explicar Harkness, quien iba rápido pues no había tiempo que perder-. Walker, tu llevaras a los tuyos y yo a los míos.

La sargento mayor comprendió todo lo que le habían dicho. Tuvo que hacerlo deprisa, pues sabía que no iba a tener mucho tiempo para detenerse a pensar. Había muchas cosas que hacer.

- Toma- le dijo Hakness mientras le entregaba algo. Estaban preparando todo para partir.

Walker miró lo que le había entregado el capitán. Era un objeto cuadrado de metal con unos engranajes en la cara anterior que parecían servir para adherirse. De color negro intenso, lo observó por un leve instante antes de volverse a Harkness.

- ¿Qué es esto que acabas de darme?- preguntó.

- Jesucristo- se consternó el francotirador mientras ponía una pose frustrada-. ¿Es que acaso no sabes reconocer un explosivo o qué?

Se le erizó el pelo. Así que era eso, iban a volar en mil pedazos los Lindworms con este objeto. Lo sostuvo entre sus manos con cierto miedo, pues sabía lo que peligroso que podía llegar a ser.

- Esta bomba es una lapa de efecto imantado. Los engranajes sirven para adherirse en el objetivo y luego perforan en este para al detonar, penetrar mejor en su interior y posibilitar la destrucción- explicó Harkness mientras se colgaba el fusil de francotirador en el hombro derecho-. Vosotros usaréis esa maravilla contra uno de los Lindworms. El otro lo destruiremos nosotros con las Fauces del infierno que nos quedan. ¿Entendido?

Comprendió al instante. Se dirigió con su unidad. Todos la miraban con impaciencia, deseosos de saber lo que iban a hacer a continuación. Estrada, Habib, Tina, Carter y Krushchev. Eran su responsabilidad ahora. Les informo de lo que iban a hacer y pese a la cara de preocupación de Tina, que dejó a la sargento momentáneamente paralizada, prepararon todo y se reunieron con Harkness y los suyos, listos para partir a su objetivo.

Sonya no dejaba de pensar en cómo iba dejando atrás todo. Karnak. Banquisa. Rustok. Trilium. Koris II. Pero por mucho que abandonase cada lugar, todo se sentía como un nuevo comienzo. Eso era lo peor. Empezar todo aquello de nuevo.

�{pr��X)



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro