Capitulo 10- Campamento Infierno (Parte 2)
(Os recomiendo leer con la canción que podéis reproducir arriba. Si queréis, claro).
- ¡Atacad!- gritó con fuerza el capitán Carville.
Una miríada de soldados surgió del edificio y empezó una encarnizada lucha contra los Gélidos. Los enemigos, hasta ahora asediando la base, no se dieron cuenta del número de atacantes humanos contra los que luchaban. Debía de haber al menos veinte combatiendo contra las fuerzas del Linaje Congelado, incluyendo los que había en la base. Pese a todo, las alienígenas no se iban a amedrentar por esto.
Jason sintió el súbito rubor caluroso del plasma. Este impacto contra el muro otras el que se cubría pero pudo notar el sofocante ardor que emanaba del esférico proyectil lanzado por el enemigo.
- ¡Joder!- dijo para sus adentros.
Respiró ansioso. Años atrás ya se sintió en aquella misma situación, cuando perdió su brazo. No pudo evitar acordarse del horror que vivió cuando lo vio tirado justo delante de él, mientras se hallaba tendido sobre el suelo...
- ¡Jason!- gritó desesperado Strickland- Nos van a masacrar de seguir en esta posición. ¡Tenemos que hacer algo!
El capitán parecía haber vuelto a sentir como su mente se transportaba a otro lugar. Una tan terrible y destructivo como en el que se hallaba justo ahora. Meneó la cabeza un poco y se dirigió a su amigo.
- Lo sé. Lo sé- exclamó un poco ajetreado-. Es evidente que tenemos que recuperar la base. ¡Contrataquemos ahora! Tú ve por el flanco izquierdo, yo por el derecho. Moviliza a los soldados y aprovecha la confusión inicial.
- ¿Y el Jotun?
Carville no se acordó del descomunal Gélido. No es que fuera un gigante pero era más alto que los Alfar y muy fuerte. Además, su armadura de color gris y purpura era mucho más resistente que el de las tropas regulares el Linaje Congelado. Para vencerlo, necesitarían de armamento más fuerte. Lanzacohetes y explosivos sobre todo. Y no contaban con nada de eso. Concluyo que lo mejor era centrarse primero en los Alfar y luego, aprovechando la superioridad numérica, irían por el Jotun. Si es que quedaba alguien en pie para hacerlo.
- Cada cosa en su momento- dijo a su amigo, aunque este no parecía demasiado convencido.
Sin esperar más tiempo. Strickland cogió a un grupo de soldados y fueron por el flanco izquierdo. Jason llamó al sargento Otunga y le avisó de que iban a movilizar a sus tropas para atacar desde el flanco derecho.
- Muy bien señor-dijo el hombre atento y dispuesto para entrar en combate-. Vamos muchachos, ¡es hora de repartir hostias!
Todos se movieron con rapidez. Jason, agazapado, salió fuera del edificio, quedando en el exterior listo para luchar. Miro a un lado y a otro, observando fuerzas de Gélidos cubriéndose tras escombros para atacar. Sin dudarlo, el capitán comenzó a dispararles.
Se movía ágil, agachándose y moviéndose de un lado a otro, buscando posibles parapetos donde cubrirse. Los Gélidos le disparaban con sus lanzas pero Jason lograba esquivarlos, aunque en más de una ocasión le rozaban. Algún que otro Alfar resultaba herido pero no lograba matar a ninguno. Tenía que estar en constante movimiento y le resultaba difícil acertar.
A su alrededor, el resto luchaban. Algunos habían retrocedido debido al intenso fuego pero la mayoría peleaba justo frente a la base, tratando de acabar con los enemigos. Varios soldados ya caían bajo el incesante fuego de sus contrincantes, recibiendo heridas ardientes que quemaban sus trajes y penetraban en la carne. Una explosión tuvo lugar justo a la derecha de Jason. Alguien había tirado una granada.
Este vio como dos Gélidos surgían de entre el humo levantado por la detonación. Estaban algo heridos pero aún se mantenían en pie. Sin dudarlo, fue por ellos. No le importaba quienes fuesen, si tenían familia esperándoles en su mundo natal o si sufrirían. Para el, este era un campo de batalla y uno de ellos sobrevivirá. Deseaba ser él.
Disparó al primero justo en el pecho, dejando un agujero del que comenzó a salir sangre purpura. Cayó al suelo, clavándose de rodillas, para justo después acabar boca abajo sobre el frio suelo. Su compañero, al ver al atacante humano, desplegó su lanza para atacarle. Varias bolas de caliente plasma surgieron de la punta. Carville se tiró al suelo y rodó sobre este para poder esquivarlas. Lo hizo por muy poco, pues algunas le pasaron por encima. Logró incorporarse rápido y abrió fuego. El Gélido tampoco se detuvo y corrió, evitando la lluvia de balas.
Carville apretó sus dientes en señal de rabia y frustración, cuando algo le golpeo con fuerza en el pecho, empujándolo contra el suelo. A duras penas, logró incorporarse para ver como un Alfar trataba de clavar su lanza en el hombre. Jason se movió rápido, casi sintiendo su corazón salírsele por la boca. Cuando vio como la punta del arma se clavaba sobre la nieve, respiró aliviado.
Sin pensarlo, el capitán de Vanguardia le asestó una fuerte patada al Gélido, quien emitió fuertes gritos en su irreconocible idioma. Su lanza cayó a un lado y pese a que intentaba recogerla con su mano, Carville le dio un puntapié al arma, alejándola de su dueño. El alienígena volvió su vista al humano, temiendo con horror lo que este le fuera a hacer. Jason lo miró simplemente con desdén, se colocó encima de este y alzó su brazo izquierdo de metal. El puño bajó en un instante y se hundió en el rostro de la criatura, haciendo añicos el cristal que cubría la parte delantera de su casco. Cuando retiró su mano, trozos del vítreo material se disgregaban en varias piezas y sangre purpurea fluía entre los trozos. Pudo escuchar como el Gélido emitía varios sonidos roncos, clara señal de que estaba empezando a asfixiarse. Decidió dejarlo allí, que se ahogara con su propia sangre.
Continuó luchando, matando cuantos Gélidos se ponían por delante. Para Carville ya no había remordimiento alguno. Eran sus enemigos y tenía que derrotarlos costase lo que costase. Era consciente de que aquella guerra no eran más que una ínfima parte de algo mucho mayor pero él era parte de esta, así que no le quedaba más remedio que combatir. Y matar a cuantos enemigos pudiese.
Siguió con su lucha hasta percatarse de que casi todos los enemigos ya habían caído. Quedaban unos pocos Alfar que se retiraban a un edificio y el Jotun, quien forcejeaba por abrir las puertas metálicas que habían sido bloqueadas.
Tiraba con fuerza con ayuda de sus brazos, que parecían dos recias columnas de metal bien estiradas. Dio un tirón mas y las puertas terminaron de ceder, dejándolas completamente abiertas. Carville fue consciente de que si entraba dentro, no dudaría en matar a los supervivientes que encontrase. Así sin pensarlo, abrió fuego contra este. Lo mismo que el resto.
Las balas impactaban contra el traje del Jotun pero ninguna lo penetraba. El gigante Gélido se volvió hacia los soldados y miró a todos con rabia. Estaba furioso. Emitió un fuerte bramido y se dispuso a cargar contra ellos, blandiendo su arma principal, una gran hacha de combate. Percatándose del peligro que se cernía, Carville avisó al resto para apartarse.
- Rápido, tenemos que movernos o....
Una fuerte explosión tuvo lugar justo detrás del Jotun. Este rodó cuesta abajo hasta quedar a los pies del capitán y el resto del pelotón. El Gélido emitió un gemido de dolor. En su espalda, tenía una gran herida de la que surgía sangre purpura y que se encontraba algo quemada. Pese a la gravedad de la lesión, consiguió levantarse, quedando a duras penas frente a los humanos. El capitán pudo ver lo alto que era. Le resultaba imponente y apenas podía respirar. Entonces, se escuchó un sonido de eyección seguido de un potente zumbido que cada vez, se escuchaba más cercano.
- ¡Al suelo!- gritó Carville mientras se apartaba y se lanzaba al suelo. El resto le imitaron.
El Jotun apenas tuvo tiempo para saber que ocurría. Justo mientras se giraba para mirar hacia donde procedía el sonido, el misil impactó justo en la zona del esternón (la parte análoga, pues su esqueleto es diferente), justo donde el hombro se une al torso y da al cuello. La explosión fue devastadora. Humo, polvo y sangre fueron derramados por todo el lugar. Carville se cubrió con sus brazos para evitar la onda de choque. Fue un poco turbulento pero nada que no hubiera sentido antes. Aun así, lo mejor era protegerse.
Cuando por fin abrió los ojos, el capitán vio el cadáver del Jotun. Al ser le faltaba un brazo, seccionado por la detonación del misil, mientras que su cabeza colgaba hacia un lado, apenas unida al cuerpo por un puñado de tejidos quemados. La morada sangre del Gélido estaba desparramada por la zona colindante al cuerpo, formando una pequeña charca de aspecto extraño y nauseabundo. Parte del pecho estaba destrozado y calcinado. Era una imagen grotesca.
Jason se puso en pie y miró a todos sus soldados. Todos parecían en buen estado, aunque vio algunos heridos. Pero no parecía preocupante. Se topó con Strickland y le hizo una seña. Estaba bien. Su amigo siguió haciéndole señas. Al principio, no entendía a que venía aquello pero no tardó en percatarse de que le estaba señalando a la base.
Desde la entrada, vio aparecer a tres soldados. Uno de ellos portaba un lanzamisiles de color verde oscuro M5X, el más usado por las fuerzas de Infantería Básica para destruir vehículos, nave y grandes enemigos. No poseía sistema guiado como otros lanzacohetes pero podía almacenar varios misiles y era mucho más manejable para un soldado. Quien portaba el arma era una mujer en la treintena de porte fornido y duro. Esta llevaba unas gafas de sol y algunas hebras de pelo anaranjado caían de debajo del casco, señal de que el moño que se había hecho estaba a punto de deshacerse. Pese a ese aspecto un poco descuidado, aquella mujer imponía. Conseguía que el resto de soldados la siguiesen sin dudar y que cualquier oposición se apagase solo con sentir su mirada. Por eso, ella era la capitana.
Eloise Button era la líder de la Compañía Toro. Avanzó hasta Carville acompañada con los otros soldados detrás, guardando estos su espalda, aunque no parecía hacerle falta. Se colocó delante de Jason y su comitiva, dejando el lanzacohetes en el suelo. Miró a todos, con una leve expresión de agudeza y diversión. Con esas pecas recubriendo sus mejillas y esa sonrisa, le daba un aire divertido e inocente pero todo cambio cuando se fue poniendo seria. No se volvió severa pero si se quedó más taciturna.
- No necesitábamos vuestra ayuda- exclamó con cierta burla-. Ya los teníamos bajo control.
- Pues ese Jotun estaba a punto de entrar- comentó inciso Carville.
- Ya le teníamos una buena sorpresa preparada- dijo la capitana mientras señalaba al lanzacohetes.
- Ya veo.
Button les hizo una seña para que la siguieran y pusieron rumbo a la base.
- Tú eres el capitán Jason Carville- le dijo mientras caminaban-. ¿Os envía Maddox?
El capitán negó con la cabeza.
- El coronel me temo que ha sido relevado de su puesto- informó con tono inconformista-. Ahora soy yo quien dirige la operación.
- ¿No jodas?- Button quedó impresionada ante la información que le proporcionaban-. ¿Y por qué razón estás aquí y no en Punta Alfa?
Iba ya a contestarle pero Strickland ya estaba detrás de ellos e intervino.
- Eso se debe a que tenemos una misión importante que hacer aquí- dijo algo apresurado, pues aun jadeaba después de haber corrido hasta ellos para alcanzarles.
- Aja- le dijo la capitana-. ¿Y se puede saber quién coño eres tú?
A Dave le sorprendió la brusquedad de Button. Se quedó mirando a Carville con cara de pocos amigos. El capitán se encogió de hombros, sin saber que decirle, aunque lo que trataba era de contener su risa.
- Soy el sargento mayor Strickland- dijo el hombre con seriedad, tratando de aparentar convicción-. Y le iba a preguntar cuál es la situación de su unidad y el campamento.
La mujer miró a ambos por un leve instante. Luego, se dirigió a la entrada, donde estaban ya cerca y extendió la mano hacia esta.
- Entrad y lo comprobareis.
Ingresaron en el interior de la base y pudieron comprobar por ellos mismo el estado de la situación. En un lado y otro de la estancia, había soldados heridos puestos sobre camillas o en el suelo. Muchos tenían apósitos curativos colocados de las formas más improvisadas y vendajes tocos para ocultar sus heridas. La mayoría tenían quemaduras causadas por las armas de los Gélidos pero también había algunos con fracturas o graves cortes. A todos se les habían administrado tranquilizantes para mitigar el dolor que padecían. Era lo único que los médicos podían hacer mientras no dejaban de moverse de un lado a otro para atender a nuevos heridos o ayudar a repeler otro ataque enemigo. También vieron algunos cadáveres tapados con mantas. Debía haber más pero seguramente estarían fuera. Estos murieron por sus heridas dentro.
- Como veis, estamos peor de lo que podríais imaginar- explicó desanimada Button mientras se acercaba a una mesa donde unos soldados encender unos ordenadores que no dejaban de apagarse-. Este ataque es el más violento que hemos tenido y he perdido a casi toda la compañía.
- Podría estar peor- observó Carville-. Imaginaba esto repleto de cadáveres.
- Entonces no vayas a los otros edificios- Button parecía sonar sarcástica pero hablaba en serio.
El grupo avanzó hasta la otra sala, donde los soldados se habían atrincherado colocando todo lo que tenían a mano para cubrirse. Muebles, chapas metálicas, trozos de vehículos. Cualquier cosa valía para crear una buena protección donde cubrirse. Vio que ahora algunos estaban revisando aquellas improvisadas barricadas, comprobando si se encontraban bien, por si se producía un nuevo ataque.
- ¿Esto son los soldados que le quedan, capitana?- preguntó Jason.
La mujer no mostró su malestar al escuchar esa cuestión pero era evidente que si, eran de los pocos que quedaban aun en pie sin estar heridos o muertos.
- He enviado a dos para que comprueben la barricada oeste- le explicó a los dos militares-. Era la que estábamos defendiendo cuando esta nueva oleada nos ha empujado hasta la base. Ya deberían estar de vuelta.
Y así fue. Los dos soldados volvieron cansados y casi les faltaba el aire. Uno de ellos, se acercó hasta la capitana Button y le informo sin más preámbulos.
- Se aproximan enemigos por el sector oeste. Un buen puñado. Con Arvaks y todo.
- ¿Otra vez?- dijo la mujer con voz desgastada.
Carville y Strickland se miraron el uno al otro. Button se dirigió a ellos. Parecía suplicar ayuda desesperada con tan solo mirarla a sus ojos.
- Mi unidad y yo te acompañaremos- dijo el capitán con seguridad-. No hemos venido para dejaros solos a ti y a los tuyos.
Un poco de ánimo se manifestó en la mujer. Después de haber estado aguantando durante tantas semanas los continuos ataques de los Gélidos, era normal que se sintiera tan frustrada y aterrada. Así que al escuchar aquellas palabras, no pudo sentir más que alivio.
Los tres se pusieron en marcha. Prepararon a los pelotones, conformados casi todos por los soldados que acompañaban a Strickland y a Carville y se dirigieron a la barricada oeste.
Mientras avanzaban, Button le hizo una pregunta.
- ¿Cuándo vendrán los refuerzos que traía?
- Sternberg y su unidad deberían de estar ya al caer- respondió el capitán mientras corría rápido-. También traemos Armadillos con muchos soldados de reemplazo.
- Eso suena bien- Eloise sonaba optimista-, pero más vale que aparezcan.
- Deben estar retrasándose. Algún problema tendrán. Le diré a Strickland que se ponga en contacto con ellos.
Llegaron hasta las barricadas, una zona de trincheras donde se había levantado un muro de escudos de metal. Estos tenían rendijas por donde se podían asomar los soldados para disparar. Al colocarse en una de esta, Jason pudo notar como el suelo temblaba. Se cubrió tras uno de los escudos y al mirar, pudo atisbar un gran ejército de fuerzas del Linaje Congelado aproximándose. Vio decenas de Jotuns y Alfars caminado con paso decidido hacia ellos y Arvaks de cuyos cañones ya manaba el plasma rojo caliente que lanzaban.
Carville notaba a su amigo Strickland al lado derecho. Este temblaba un poco y respiraba con dificultad. Se miraron y en el rostro de Dave se dibujó una sonrisa sardónica, clara expresión del miedo y el nerviosismo que le atenazaban. Pero esto era lo que habían venido a hacer en el planeta. A su izquierda, se hallaba Button, cuya decidida mirada le dejo bien claro que estaba dispuesta a luchar a muerte.
- ¿Tenéis mas lanzacohetes?- preguntó Dave a la capitana.
- Me temo que el que he usado contra el Jotun era el último.
- Genial- respondió él de forma irónica.
El capitán pasó su lengua por los labios que estaban resecos, colocó su fusil de asalto en la rendija y apuntó al primer Gélido que vio.
- Bueno, eso hará la batalla un poco más difícil Dave- comentó-, pero también será más divertida e interesante.
Apretó el gatillo y al mismo tiempo que fulminaba al Gélido, el resto también hizo lo mismo. Un gran coro de disparos se perdió en la inmensidad de los bosques de Midgard, iniciando así la segunda gran confrontación de aquel injurioso día.
Un gran dolor aguzaba su cabeza. Sentía un fuerte calambre en la sien, como si alguien estuviera introduciéndole una fina aguja por la frente, perforando el cráneo y llegando hasta u cerebro. Le costó abrir los ojos, pues el dolor se lo impedía. Odia escuchar el aún lejano sonido de disparo y explosiones. La batalla continuaba. Y ella se lo estaba perdiendo. No es que tuviera un deseo irredento por ir a luchar pero ella y el resto tenían que llegar hasta donde Carville y Strickland se hallaban. De no hacerlo, la ofensiva sería un desastre.
Se incorporó un poco y vio a apenas a unos metros de donde se encontraba el Armadillo volcado. No cayeron desde una altura excesivamente grande pero fue más que suficiente como para que este diera varias vueltas de campana y acabase con sus grandes ruedas mirando hacia arriba. Giró su cabeza y vio a su derecha al soldado Román Estrada. El medico estaba revisando su equipamiento pero al notar a Walker despierta, se volvió para ver cómo estaba.
- Sargento, me alegro de verla despierta- exclamó el hombre mientras empezaba a analizarla- ¿Qué tal se encuentra?
La mujer se revolvió un poco al notar como el medico trataba de tocarla para comprobar su estado. Al final, Estrada se apartó.
- Estoy bien- le respondió un poco molesta-. Tan solo me duele la cabeza.
- Sí, eso debe ser todo- concluyó Román-. Le daré una pastilla para que se le pase.
Pero Sonya no estaba para tomar medicamentos. Se levantó sin pensárselo y empezó a buscar algún arma por la zona. Estrada miraba un poco extrañado sus acciones.
- ¿Ha muerto alguien?- le preguntó el joven.
- Solo unos pocos heridos. Nada grave.
- Perfecto- dijo Walker mientras recogía un fusil de asalto y lo repasaba para comprobar si tenía munición-. Pues vamos a reunirlos. Es hora de partir. Tenemos que llegar al campamento lo más rápido que podamos.
Aunque sorprendido por la impulsiva actitud de la sargento mayor, Estrada no dudó en hacerle caso y recogió sus cosas. El sargento Habib y la cabo Hughes no tardaron en aparecer.
- Es un alivio verla en pie sargento mayor- dijo el hombre relajado-. Nos temíamos lo peor.
- Si, estábamos preocupados- aseveró Tina con una risueña y tímida sonrisa en su rostro.
Pese a que en otras circunstancias no habría dudado en responder a Tina, Sonya no estaba ahora para eso. Tenía que reunirlos a todos y prepararse para partir.
- ¿Dónde están el resto de soldados?
Hughes señaló hacia un lugar de más adelante. Avanzaron unos metros y vio a un grupo de hombres y dos mujeres apostados tras una pared de roca, listos para subir. Una de las mujeres, de hecho, ya estaba escalando el risco.
- ¿Qué ocurre aquí?- preguntó al sargento mayor estupefacta.
- Vamos a salir de este condenado lugar- le dijo uno de los soldados, un tipo de profundos ojos oscuros.
- No creo que sea buena idea ascender por esta zona- exclamó Walker mientras observaba el pequeño acantilado-. Nos han atacado justo en la carretera, podría haber enemigos.
- ¿Y usted que propone, sargento?- preguntó el soldado con el que hablaba.
- Iremos por el bosque.
Habib, Estrada y Hughes acababan de llegar y veían como la soldado estaba a punto de subir de nuevo al camino por el que habían ido.
- Soldado- Se dirigió al hombre de ojos negros-, dígale a esa recluta que baje de ahí ahora mismo.
El hombre se volvió a su compañera y le gritó.
- Deb, bájate de ahí- habló con voz fuerte-. La sargento Walker ha decidido que vayamos por otro.
- ¡Que le jodan a la sargento!- espetó la muchacha con furia- ¡Yo he encontrado una salida y voy a largarme de aquí!
A Sonya no le sentó muy bien aquel acto de rebeldía por parte de aquella chica. En cierto modo, le recordaba a Hollander. Pero al menos, aquella soldado se sacrificó por todos. Esta solo se imitaba a hacer más que estupideces.
- Recluta Mason, baje de ahí ahora mismo- le ordenó Walker como si de una madre a su hijo se tratase.
Pero Deb no le hacía ni caso. En vez de eso, empezó a celebrarlo con un divertido baile que provocó la carcajada entre sus compañeros. Sonya y el resto de su escuadrón miraban avergonzados tan absurda escena. La chica alzó el puño en señal de victoria, eufórica por el gran momento. Pero aquello no era más que una victoria efímera.
Una gran cascada de plasma rojo intenso precipitó sobre la joven, que ni tan siquiera llegó a gritar, pues su cuerpo ardió muy rápido. Cayó hacia atrás, emitiendo un crepitante sonido al golpear el suelo. Mientras, el resto contemplaba toda la escena sin creer lo ocurrido.
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