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Capitulo 10- Campamento Infierno (Parte 1)


29 de Mayo de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 13:45.

El sonido de explosivos detonando envolvía todo a su alrededor. El humo se extendía por el aire, llenando el ambiente de olor a quemado y calor intenso. La nieve y el hielo precipitaban desde el cielo tras ser elevados por los impactos explosivos. Los Gélidos atacaban con toda su artillería, dispuestos a acabar con todos los humanos.

Jason Carville se encontraba apoyado contra un árbol, puesto en cuclillas sobre el blando suelo y tratando de resistir las embestidas del enemigo. En su mano derecha tenía un PDA de comunicaciones que lo mantenía conectado con la base central de Punta Alfa, desde donde el coronel Thomas Maddox supervisaba y ofrecía apoyo a Carville y sus compañeros. Aunque de poco les estaba sirviendo.

En su mano izquierda, la de metal, Carville sostenía su fusil de asalto Víbora modelo 5, de color negro con franjas blancas en la base. Iba provista de una mira holográfica y un segundo cañón para disparar granadas y munición explosiva. También llevaba una pistola Arquis con mira telescópica, granadas cilíndricas explosivas y su cuchillo de combate. El puño de metal de su brazo también era un arma contundente pero no solía contarlo. Era la inesperada sorpresa que se llevaba el enemigo.

Jason permanecía ha cubierto. Detrás de él venían, otros 10 soldados que trataban de llegar al campamento conocido como Infierno. Viendo como estaban, no se extrañaba ya de ese nombre.

Strickland se acercó hasta donde se hallaba su amigo.

- ¡Joder Jason!- gritó con fuerza- ¡Más vale que nos movamos o nos van a hacer trizas aquí!

El capitán era plenamente consciente de lo que su amigo decía. Le miro a sus ojos azul claro, notando la enorme preocupación que se veían en ellos. Pudo sentir como todo a su alrededor se iba difuminando, como si estuviera alejándose de todo. Como si lo estuvieran separando de la realidad en la que vivía. Ya sufrió eso antes. Ver como su mente buscaba evadirse del momento para confortarse con un recuerdo lejano mientras el desastre se desataba a su alrededor. Pero no era eso lo que quería. Se concentró y busco l fuerza suficiente para no derrumbarse.

- Tiene razón- le dijo con seguridad a su amigo-. Mueve al equipo por el flanco derecho. Yo iré con tres por aquí para ver cómo nos abrimos paso.

- Está bien- dijo el sargento mayor.

De esta manera, mantendrían a salvo a casi todos los soldados.

- Equipo 3 y 4, ¡conmigo!- habló con tono fuerte Strickland para que se le pudiera escuchar por encima de las explosiones.

Vio como aquel equipo de soldados ataviados con cascos, trajes color blanco marrón y fusiles de asalto seguían a su amigo por el flanco derecho. Allí el enemigo no bombardeaba de forma tan intensa.

Tras presenciar esto, Carville se volvió al sargento Otunga, un fornido hombre de piel negra que permanecía de rodillas tras un tronco caído. Apretaba con mucha fuerza sus dientes, seguramente tratando de soportar el incesante malestar que sentía al hallarse allí.

- Sargento Otunga- le llamó Jason-, necesito que usted y dos de sus hombres me sigan, ¿entendido?

- Lo que desee capitán- exclamó el hombre mientras se incorporaba un poco-. Tengo ganas de cargarme a unos cuantos de esos bastardos Gélidos.

Viendo el creciente entusiasmo del sargento, Carville decidió no demorar más la salida. Así, que tras dar la orden, todos se pusieron en pie y echaron a correr.

El grupo avanzaba entre medias de aquel bosque, sin detenerse ni una sola vez. Las explosiones no cesaban de caer. A su alrededor, el mundo tronaba como si estuviera despertando furioso de un largo letargo. Carville tan solo miraba hacia delante. Sabía que en nada ya estarían fuera, justo a unos 50 metros del campamento, sin ninguna cobertura tras la que cubrirse. Sería una carrera desesperada por sobrevivir, donde no podrían detenerse para nada. Al menos, esperaba que los blindados llegasen a tiempo para ofrecerles apoyo. De no ser así, estaban bien jodidos.

Una explosión tuvo lugar justo a su lado. Jason se tambaleó un poco pero no cayó al suelo ni quedo aturdido por el impacto. En cambio, varios de los soldados que le acompañaban si habían caído. Rápido, se acercó y agarró del brazo a un joven chico de unos 18 años, que una se encontraba algo aturdido.

- ¡Vamos soldado!- gritaba con fuerza.

Empujo al chico y este se puso en marcha. Entonces, lo vio.

Un hombre aparecía envuelto entre llamas verdosas y rojizas. El aire cargado de oxígeno y nitrógeno hacia que el fuego tuviera ese color tan peculiar como hermoso. El pobre soldado se movía desesperado, gritando en desesperada agonía sin saber qué hacer. A su lado, el sargento Otunga retenía a una chica que no paraba de llorar.

- ¡Kevin, Kevin!- gemía la pobre mujer entre sollozos.

- Rachel, vamos- decía el sargento forcejeando para que ella no se escapase-. No hay nada que puedas hacer por él.

Cuando vio a ambos retomar la marcha, Jason hizo lo mismo. Fueron apenas unos segundos de parada pero para él, es como si hubiera estado una vida entera. Había vivido aquella situación tantas veces. Correr para evitar el fuego enemigo. Era ya parte de su quehacer diario.

Dejaron atrás el bosque y acabaron en campo abierto. No muy lejos de allí, veían el campamento. Un conjunto de edificios de colores grises y blancos que ardían mientras grandes columnas de humo se elevaban sobre el aire. Carville giró su vista a la izquierda y vio varios vehículos de color negro moviéndose desde el lugar. Sabia de que se trataban. Arvaks. Vehiculos blindados del Linaje congelado que disparaban ráfagas de ardiente plasma.

- Vamos, ¡hora de moverse!- dijo con fuerza y arrojo.

Todos se pusieron a correr sin dudarlo mientras la batalla continuaba su violento desarrollo. En nada, ya alcanzaron el perímetro del campamento y se ocultaron tras uno de los derruidos edificios.

Allí, el lugar estaba sumido en un tormentoso caos. Los Gélidos luchaban contra los pocos soldados de Infantería Básica que aún quedaban en pie. Muchos se habían atrincherado en lso edificios, donde resistían a duras penas.

- Señor, ¿cuál es el siguiente paso?- preguntó en un fuerte aullido el sargento Otunga.

- Hay que encontrar a la capitana Eloise Button- le contestó Jason-. Después, habrá que retomar el campamento y cargarnos a estos cabrones.

- No será fácil, capitán- dijo el sargento algo tenso.

- Lo sé, pero no nos queda otra.

Hizo una seña a sus soldados y salieron de detrás del edificio en dirección al tumultuoso conflicto. Cubriendose tras otros edificios, el grupo se abrió paso hasta el corazón del campamento. Allí, hallaron el edificio central, donde se suponía que estaría la capitana. O eso era lo que Jason esperaba. La construcción no era muy alta, de unos cuatro metros y estaba siendo asediada por un despiadado enemigo. Alfar armados con lanzas disparaban contra varios soldados cubiertos tras improvisadas coberturas echas con cajas de metal y chapas de vehículos mientras que un Jotun trataba de asaltar la entrada.

Jason y el resto se cubrieron tras un vehículo destrozado. El capitán esperaba que Strickland apareciera con el resto del pelotón, pues solo con su ayuda podrían recuperar la posición. No tardo en verlos venir por el norte, corriendo con presteza para acto seguido, pertrecharse tras parapetos y empezar el contrataque.

- ¡Es nuestro turno!- rugió poderoso Carville- ¡Adelante!

Todos comenzaron a abrir fuego contra los enemigos. Jason disparó una granada desde el cañon secundario de su fusil, acabando a los pies de unos Alfar. Estos, al ver la granada, trataron de escapar pero la explosión les dio de lleno. Dos murieron en el acto y tres acabaron heridos, uno de gravedad. Pese a esto, los Gélidos no tardaron en percatarse de la presencia de Jason y los suyos. Una lluvia de plasma recalentado comenzó a impactar contra el todoterreno donde el capitán y sus soldados se cubrían. Del chasis, saltaban chispas que hacían que tuvieran que taparse los ojos.

- Ahora es cuando más echo de menos mis malditas gafas- espetó fastidiado Carville.

- Capitán, hay que moverse- dijo rápido Otunga-. Nos van a freír vivos.

- Si, tienes razón- exclamó el nervioso-. Avancemos eliminando a cuantos podamos y dirijámonos al edificio de la izquierda.

El grupo salió de la cobertura y nada más hacerlo, el chico al que Jason salvó la vida en el bosque fue herido en una pierna. Quedo de rodillas en el suelo mientras gritaba con fuerza. Iba ya a ayudarlo cuando dos bolas de plasma impactaron contra su pecho, haciendo que cayera hacia atrás. Murió en el acto. Descorazonado ante lo visto, Carville apuntó con su arma a los Gélidos más próximos y empezó disparar en ráfagas cortas. Hirió a uno en la cabeza y acertó a otro en el brazo pero apenas pudo disparar a más enemigos, pues estos comenzaron a atacarle. Tuvo que correr rápido mientras esquivaba las bolas de plasma que los Gélidos le lanzaban. Al final, logró bordear el edificio a donde se dirigía y a través de él, se dirigió al que se ocultaba Strickland y el resto de su dotación.

Ya dentro, vio a si amigo cubierto tras la pared que colindaba con la entrada de, alta y ancha, pues estaban en los garajes improvisados del campamento. La chapa metálica que se usaba como puerta cubría la mitad del hueco. Jason se acercó agachado y se puso al lado de su amigo.

- Que, ¿todo bien por aquí?

Al escuchar a su amigo, Strickland se volvió asustado, apuntando su rifle a la cara del capitán.

- ¡Coño Dave!- exclamó asustado Carville mientras retrocedía.

- No me pegues esos sustos- advirtió el sargento mientras bajaba el rifle.

Tras esto, se volvieron para contemplar la situación que tenían delante. El enemigo rodeaba la base. Era evidente que iban a tener que romper el cerco pero Jason son sabia como. Tendrían que arriesgarse.

- ¿Sabes cuánto les falta al convoy para llegar hasta aquí?- preguntó a su compañero.

- El sargento de artillería Stenberg dijo que estaban teniendo problemas, pero no creo que anden muy lejos.

- Esperemos que no- dijo Carville-, pero ahora nos toca recuperar este lugar.

Los dos hombres empezaron a disparar contra los enemigos que encontraban. Mataban a algunos pero bastantes se les escapaban. Eran muchos y siempre se veían obligados a cubrirse.


A varios cientos de metros de distancia, Sonya Walker y el resto de soldados estaban encerrados en el Armadillo que los iba a transportar hasta el campamento. Las fuertes ondas provocadas por las explosiones hacían que el vehículo de transporte se tambalease a cada rato, lo cual, sobresaltaba a todos los que había dentro.

- ¿Se puede saber por qué no avanzamos?- preguntó cabreado el medico Román Estrada.

- El enemigo nos ataca- le comentó Habib-. Es normal que vayamos tan lento.

- Pues entonces, salgamos y ataquémosles ya- dijo el soldado decidido.

De hecho, el muchacho de pelo rubio corto ya estaba poniéndose en pie, dispuesto a salir ahí afuera a luchar, cuando Walker lo detuvo.

- Nadie sale de aquí hasta que no lleguemos a nuestro destino.

Le miró fijamente a los ojos. El joven de nacionalidad española parecía listo para desobedecer sus órdenes pero en cambio, se limitó a volver a su asiento. Respiro emitiendo un grave bufido. Se le notaba molesto.

- Sé que estáis deseando salir a luchar. Yo también quiero- tragó un poco de saliva. Estaba algo azorada pero iba a seguir hablando-. Pero hi afuera se está desatando un auténtico infierno. De hecho, el campamento que el capitán Carville quiere recuperar se llama así- se carcajeo un poco al decir esto pero los demás no parecían compartir su entusiasmo-. Como sea, ahora estamos en una posición muy comprometida. Es mejor esperar hasta llegar al punto de desembarco establecido. Mientras tanto, tendremos que esperar.

Todos quedaron en silencio. Tan solo el lejano sonido de los disparos, las explosiones y los gritos les acompañaban. Sonya posó su mirada en cada uno de sus soldados y notaba la seriedad en sus rostros. Todos estaban mentalizándose para lo que venía a continuación. Una peligrosa y difícil batalla en la que sus vidas volverían a estar en juego. Estarían bajo contante fuego enemigo y cada momento en ese campo de batalla, era una oportunidad perfecta para que la muerte se los llevase a su tenebroso paraíso de almas errantes. Cuando miró a Estrada, pudo notar la frustración en la cara del soldado. Estaba muy ansioso por luchar, lo cual le sorprendía, pues hasta ahora aquel chico se había comportado de forma tranquila y pacífica. Se impresiono al ver que tras esa capa de apacibilidad se hallaba alguien tan impetuoso. Todos tenían muchos secretos que guardar. Incluso ella. Lo sabía por experiencia y aunque era algo personal de cada uno, tampoco era bueno.

- La sargento mayor tiene razón- aseveró Habib-. Salir ahí auera es una locura y no forma parte del plan. Es mejor seguir con lo establecido. Solo en caso necesario, iremos fuera a luchar.

El hombre le otorgó una sonrisa de complicidad a Walker, la cual ella le devolvió. Le agradaba que el sargento árabe le brindase tanto apoyo. Era un buen hombre, alguien en quien poder confiar y dispuesto a ayudar. Lo consideraba parte esencial de su unidad y de perderlo, se sentiría muy desamparada.

Siguió pendiente del resto de soldados y se topó con Tina, quien también aparentaba estar muy seria. Pero en cuanto su mirada se encontró con la de la sargento, una sonrisa se dibujó en el rostro de la cabo. A Walker le reconfortó aquello.

Un súbito traqueteo interrumpió tan idílica escena.

- ¿Qué coño ha sido eso?- pregunto nervioso uno de los soldados.

De repente, el vehículo empezó a dar marcha atrás. Todos se tambalearon ante tan bruco movimiento y algunos soldados, entre ellos Tina, casi se caían de sus asiento.

- Mierda- masculló enfadada Sonya.

Sabía que algo malo estaba pasando. Llamó por el comunicador al piloto del vehículo pero nadie contestó. El acorazado prosiguió con su viaje hacia atrás sin que ninguno pudiera aun saber qué es lo que sucedía. Estaba completamente descontrolado o el piloto trataba de maniobrar desesperado. Como fuera, todos estaban muy asustados, temiendo que aquel fuera su último viaje. Pero la peor parte aun no había llegado.

Una fuerte sacudida golpeo el vehículo. El golpe hizo que este se elevase de forma lateral sobre las ruedas de la izquierda. Todos se agarraron donde podían mientras notaban como el vehículo empezaba a volcar.

Walker pensó en todo lo que ocurría mientras el vehículo comenzó a dar vueltas. Sentía su cuerpo suspendido en el aire mientras precipitaba hacia un final al que no deseaba llegar. Quiso buscar a la cabo Hughes con su mirada pero lamentablemente, esa no era la última visión que tendría.

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