Capitulo 1- Novatos.
14 de Junio de 2663. Sistema Solar. Marte. 20:48.
- Muy bien, panda de inútiles. Quiero que escuchéis atentamente lo que voy a decir, porque no pienso repetirlo más veces.- El rostro lleno de ira del hombre se contrajo aun mas si cabía. Solo una barba de color gris algo cana ocultaba sus endurecidas facciones.- Ya no estáis en vuestra casa, donde mami os da la buenas noches mientras os arropa y os trae un vaso de leche calentito. ¡Ahora os encontráis en una base militar de la Confederación que pertenece al cuerpo de Infantería Básica! ¡Y vais a entrenaros como nunca habéis hecho en vuestra puta vida!
El sargento de instrucción Jeremy Gibson era un hombre de piel oscura que debía rondar la cincuentena. Y pese a todo, su constitución robusta y su estatura alta le conferían el porte de un hombre más joven y fuerte. Caminaba a paso lento por la amplia sala con las manos cruzadas por detrás de su cuerpo. Iba observando a los soldados que tenía a su izquierda y derecha. Dos hileras de jóvenes reclutas que permanecían firmes y callados ante su presencia. El hombre se hacía imponer y de momento, solo escuchaba las intensas respiraciones de los jovenzuelos.
- Mi nombre es Jeremy Gibson aunque vosotros os referiréis a mí como señor. Cualquier cosa, por nimia que sea, tendréis que decírmela con señor por delante.- Permaneció en silencio un instante-. De no hacerlo, juro por Dios, Ala y Buda que esa persona no volverá a pisar Marte en su jodida vida, ¡porque me ocupare de lanzarlo al espacio desde una nave de transporte al puto Sol!
Aquellas palabras estremecieron a los reclutas. No era para menos. El instructor debía imponer su disciplina sobre ellos si no quería que estos le desobedeciesen. El solo era una persona y ellos más de veinte. Las rebeliones y amotinamientos en bases militares eran raras pero habían pasado. Y si el instructor sobrevivía, el castigo era severo.
Él y los reclutas se hallaban en Fuerte Bravo, una de las 200 bases militares establecidas en toda Marte. Esta en concreto se hallaba en la región conocida como Arabia Terra, en el hemisferio norte del planeta. Aquella zona de gran antigüedad estaba poblada de cráteres y cañones fuertemente erosionados. Era uno de los lugares predilectos para poder entrenar a las futuras tropas de Infantería Básica, ya que la laberíntica arquitectura geológica permitía llevar a cabo toda clase de ejercicios, desde simples actividades de supervivencia pasando por ensayos de diferentes misiones como actos de sabotaje o recate de rehenes hasta la recreación de autenticas batallas. Todo esto con intención de poner en la mente del soldado como era la guerra y cuáles eran los peligros a los que se enfrentarían. Era algo que podía ser duro e incluso peligroso pero era necesario.
Gibson continuó caminando sin quitar ojo a ninguno de los reclutas. Iba de cada hombre a mujer que había en cada hilera, analizando su estatura, peso, aspecto y manera de actuar. De ese modo, establecía como sería cada uno de ellos y de esa manera tendría que actuar de un modo determinado con cada uno. Algunos veían su análisis tan metódico que les parecía un robot. De hecho, algunos le apodaban La Máquina, un apelativo que no deseaba oír. Y pese a que sus colegas solían llamarlo de ese modo y lo toleraba, de los recién llegados esperaba no escucharlo nunca. Pues de hacerlo, ya se podría ir preparando el listillo que lo dijese.
Fue andando con paso firme y mirada lacerante, hasta que topo con una chica de estatura mediana y pelo corto marrón oscuro que permanecía inmóvil como un guardián de terracota. El instructor la miró de arriba abajo, escaneando cada parte de su cuerpo. Vio que pese a su constitución delgada era fuerte y cuando fijó su vista en sus ojos verdes claro, notó cierta fuerza emanando de ellos.
- ¿¡Cuál es tu nombre, recluta?!- vociferó el hombre con fuerza.
La chica se estremeció un poco ante el súbito grito del instructor Gibson. Tembló pero no dijo nada. Se mantuvo en su sitio, mirando fijamente al frente. El hombre se quedó callado. Tan solo un leve segundo.
- ¿Se puede saber qué coño te pasa?- dijo con aun mayor fuerza- Te he hecho una puta pregunta recluta, ¡¡contéstame!!
Todos los allí presentes temblaron ante los fuertes gritos del sargento. Más de uno giró su cabeza apenas unos centímetros para ver, pero no demasiado, pues no deseaban que aquella bestia convertida en ser humano les pillase. Gibson, con los dientes apretados, clavó sus ojos en la chica, quien ya sentía fríos sudores recorriendo su morena piel y la profunda respiración en su cuerpo. Finalmente, decidió contestar.
- Re...recluta Cruz, ¡señor!- respondió de forma algo dificultosa.
El hombre la miró con sus oscuros ojos que parecían dos agujeros sin fondo que absorbían todo a su alrededor. El miedo se podía palpar claramente en al joven.
- ¿Cruz?- preguntó perplejo Gibson- ¿Tu nombre es Cruz?
Quedó en silencio por un pequeño instante pero enseguida volvió a la carga. Se acercó más a la chica hasta que esta podía sentir la rabiosa respiración del hombre.
- He preguntado tu puto nombre- dijo con furia-¡¿Es Cruz tu nombre o tratas de tomarme el pelo?! ¿¡Piensas que soy gilipollas, soldado?!
- No, señor. Para nada- respondió una exaltada Cruz.
- Entonces, ¿cuál es tu jodido nombre?- preguntó de nuevo Gibson.
- Miranda. Me llamo Miranda.
Gibson permaneció mirando a la chica por un pequeño rato antes de volverse al resto de reclutas. En su rostro aun se podía leer la ira que embargaba al sargento. De hecho, parecía que esta estuviera aumentando.
- ¡Vaya manada de pichas flojas y coños cerrados que me ha enviado la Confederación!- dijo el instructor con desprecio-. Sois la mayor panda de inútiles que jamás había visto. Un grupo de cobardes y acartonados imbéciles que no sabría hacer ni la O con un canuto. ¡ Y vosotros sois los que debéis defendernos?- Se carcajeó al hacer la pregunta- De ser así, creo que ya puedo prepararme para empezar a besar culos de Gélidos.
Volvió a pasearse con cierta algarabía delante de todos. Los miraba, analizando cada expresión o gesto, por si veía a alguno acobardarse para de esa manera machacarlo aun más. Destruir su autoestima para poder humillarlo lo suficiente y que comprendieran lo que era el dolor más grande. El de la mente. Solo así, se harían más fuertes.
- No sois más que novatos. Estáis verdes, como la lechuga de una plantación de Tagris-7. No sabéis disparar armas ni tenéis la resistencia suficiente para aguantar una larga carrera. Y seguro que huiríais despavoridos al ver cargar a un batallón entero de Legionarios Inmortales.- Guardó un pequeño minuto de silencio en el que tomó un poco de aire-. Pero para eso estoy yo aquí. Mi cometido será endureceros para convertiros en maquinas de matar. Os haré pasar por el mayor infierno posible para que así podáis sobrevivir y defender a la humanidad de nuestros enemigos, la puta Xeno-Alianza. ¿Lo habéis pillado?
- ¡Señor, si señor!- dijeron todos los reclutas al unísono.
El instructor Gibson siguió hablando sobre la disciplina, el deber y la lealtad hacia la Confederación, asi como el honor de servir en un gran cuerpo como era la Infantería Básica cuando uno de los jóvenes decidió contarle algo gracioso a su amigo que tenía al lado. Automáticamente, el sargento se volvió a estos.
- ¿Quién coño ha hablado?!- preguntó furioso- ¿Quién cojones es el listo que ha decidido interrumpirme?
Silencio sepulcral fue lo único que halló. Ninguno de los jóvenes reclutas hablaba. Fue de un lado a otro, mirando fijamente los rostros de cada uno de los muchachos, esperando a que alguno dijese algo pero todos parecían efigies de cera. Entonces, vio en uno de ellos una leve sonrisilla.
- ¿Qué te hace tanta gracia, soldado?- preguntó serio Gibson.
El chico se mantuvo callado, tratando de aparentar seriedad pero esa estúpida sonrisa se lo impedía. Intentó por todos los medios dejar de mostrar su humor. Era inútil. El sargento lo agarró con fuerza del cuello, apretando su mano sobre la base de este.
- ¿Cuál es tu nombre recluta?- fue la cuestión que dijo el sargento de forma interrogativa.
Este se mantuvo callado por un leve instante pero la afilada mirada del instructor no le hizo en dudar hablar.
- Recluta Kyle Sandler, señor- dijo de corrido el joven hombre.
- Sandler, ¿eh?- comentó de forma jocosa- Y, ¿se puede saber de qué coño te estabas riendo, recluta Sandler?
La pregunta no podía sonar más insidiosa y molesta. Gibson dejaba bien claro su enfado y a Sandler no le quedaba más remedio que responder. Aunque no sabía si responderle era mejor idea que no hacerlo.
- ¿De qué te reías soldado?- El instructor le miraba con ojos inyectados en sangre- ¿Qué es lo que he dicho que te ha parecido tan gracioso?
Sintió la presión de aquella mano en sui cuello. No es que el sargento Gibson fuera a matarlo pero sí que parecía dispuesto a lastimarlo.
- De lo que ha dicho sobre que somos unos pichas flojas y coños cerrados.- Tragó saliva mientras sentía la presión en su cuello aumentar-. Me ha parecido gracioso.
La expresión de la cara del sargento cambió de repente de una seria a otra divertida. Era como si toda su ira se hubiese esfumado y se convirtiera en una persona totalmente distinta. Ahora, era un tipo divertido e incluso amable.
- Vaya, ¿así que eso te ha parecido gracioso?- habló con una amplia sonrisa en su cara. Sandler se relajó un poco- Si, el chiste debía de ser muy gracioso. ¿No es así?
El recluta lo miró más tranquilo. Incluso Gibson le quitó la mano del cuello. Creyó que al final, aquél hombre no iba a ser tan duro como ellos creían. Eso era lo que él pensaba. Pero se equivocaba.
De repente, el instructor Gibson le asestó un fuerte puñetazo en el estomago. La presión tan grande ejercida ahí le produjo un dolor tan intenso que hizo que el joven se encorvara, quedando de rodillas en el suelos con las manos envolviendo su dolorida barriga. Todos los demás miraron petrificados.
- ¡¿Quién coño te has creído que soy?! ¿Un puto humorista como los de la tele?- bramó con fiereza el sargento- ¿Tengo yo cara de payaso, recluta?
Sandler no podía hablar. El dolor le mataba por dentro y le faltaba aire. Gibson aun esperaba su respuesta.
- ¿Qué cojones te pasa, puto gusano? ¿Te he hecho demasiado daño?- Se inclinó a su lado y empezó a hablarle de forma lastimera- ¿Debería de llamar a tus papaítos y decirles que su niño se ha hecho pupita? ¿Quieres que les llame para que te saquen de aquí y te lelven de vuelta a casa y estés a salvo?
Apretó sus dientes con fuerza. A pesar del dolor que atravesaba su cuerpo no iba a estar dispuesto a dejarse humillar. Alzó su cabeza y miró al instructor con seguridad. Este ni se inmutó.
- No señor- contestó algo lastimado.
- No señor, ¿qué?- preguntó Gibson.
- No necesito que llames a mis padres- respondió fatigoso pero fuerte-. Estoy aquí por voluntad propia. Quiero luchar contra esos putos alienígenas y vencerlos. Y para eso, me entrenaré muy duro, señor.
Gibson le mantuvo la mirada un instante. Luego, se incorporó y eso mismo trató de hacer Sandler, sin mucho éxito en su caso.
- Así me gusta cacho de mierda- dijo con cierto orgullo, aunque no era demasiado-. Que cuando os humillen, os levantéis y miréis fijamente a los ojos a vuestros agresores. Que les quede bien claro que por muchos golpes que os den, vosotros os seguiréis poniendo en pie para luchar.
Se volvió al resto pero enseguida se giró para mirar de nuevo a Kyle, quien ya se había conseguido levantar.
- No te perderé de vista, recluta Sandler- le dijo con voz amenazante-. Tu eres de los típicos chulitos de mierda que se creen lo mas y me voy a asegurar de que no seas absolutamente nada.- Sandler se estremecía con cada una de sus palabras-. Pienso convertir este entrenamiento en un jodido infierno para ti. Seguro que cuando te encuentres con los Gélidos les recibirás con los brazos abiertos.
Tras decir esto, se dirigió de nuevo a los demás.
- Y esto no va tan solo por él. Si pensáis que esto van a ser unas agradables vacaciones, vais bien jodidos- Una sonrisilla se formó en su rostro pero enseguida la eliminó de este-. Os pienso putear todos los días que dure vuestra instrucción. Os despertaré cada mañana bien temprano para ir a correr. Haréis los ejercicios físicos más duros que puedan existir y tendréis que superar las pruebas más complicadas que hayáis visto jamás. Vais a sufrir mucho y os aseguro que más de uno deseara renunciar pero ya me ocupare yo de que no tratéis de hacerlo.- Se calló por un instante pero enseguida volvió a hablar- Para cuando acabéis la instrucción, seréis maquinas de matar.
Una vez finalizado, se dirigió a la puerta acompañado de dos oficiales que iban a su espalda. Se detuvo a mitad de camino y se giró a sus reclutas. Estos aun seguían en formación, estirados e inmóviles, como si les hubiese ordenado que se quedasen así para el resto de la eternidad.
- Mañana a las siete en pie todos. ¿Entendido?- Los reclutas respondieron con un sonoro, "Señor si señor".- Bien, no quiero gandules en mi compañía.
Una vez se marchó, todos respiraron aliviados. Les había tocado un instructor duro y pendenciero y parecía dispuesto a hacerles sufrir. Un chico se acercó a Kyle Sandler, quien se encontraba sobre una cama sentado, con su mano en el estómago.
- ¿Estás bien tío?- preguntó el muchacho a su amigo.
- Joder, duele un montón- se quejó este mientras sentía el punzante dolor-. Menudo hijo de puta nos ha tocado, ¿eh?
- Si, es bastante cabrón- le dio la razón el joven-. Pero creo que tiene que ser así. Luego vamos a tener que luchar y es necesario saber a lo que nos enfrentamos. Digo yo que nos está preparando para ello.
- Eso lo dices tú- le afirmó Sandler-, pero el que se ha llevado la hostia he sido yo, Zeke.
Ezekiel Ralston sonrió a su amigo. Se dijo a si mismo desde aquel día y ninguno de los dos se separaría. Ni aunque fuesen a la guerra. Ni aunque luchasen en un campo de batalla. Jamás se alejarían el uno del otro. Pues eran buenos amigos y los amigos nunca se separan.
Nunca.
21 de Mayo de 2665. Interior de nave Gélido clase Hraesvelgr. 14:09.
Zeke abrió sus ojos para seguir inmerso en la oscuridad. Miró a un lado y a otro para hallar tan solo la negra penumbra cubriéndolo todo. Se hallaba atrapado en un gran abismo tan apagado como las fauces de un Leviatán que acabara de tragárselo. Sentía su corazón latir de forma lenta y acompasada. Cada latido era como una campanada anunciando la llegada de la muerte, letal y silenciosa, la cual ya se había llevado a muchos.
Chang, la sargento Muller, la cabo Keating, el sargento Skinner. Y a Kyle. Con él fue como si le estuviera reservando la broma más pesada y cruel de todas. La ultima putada como colofón final de aquel macabro espectáculo.
Ya no volvería. Estaba muerto. Y aun así, no podía creerlo. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos. Lo vio arrodillado frente a él y luego, como un relámpago en mitad de un cielo nublado, una espada le seccionó la cabeza con una rapidez inusitada. En un abrir y cerrar de ojos, su mejor amigo se había ido. Se lo habían arrebatado. Y nada pudo hacer por evitarlo.
Loki, ese bastardo Gélido mostrando con clara burla y chulesca pretensión la cabeza de su amigo. Dando buena cuenta de lo que les iba a pasar a ellos. Si ahora lo tuviese delante, le apuñalaría en los ojos con esa misma espada con la que le arrancó la cabeza a Kyle y le abriría las entrañas para sacarle los intestinos y dejarlo colgando de algún acantilado. Desde allí, vería con regocijo como el Gélido trataría de escalar con ayuda de su largo órgano para tan solo acabar descolgándose y estrellándose contra el suelo, partiéndose en mil pedazos. Y luego, masacraría a toda su familia.
Imaginaba bombarderos B-57 de clase Cormorán arrojando bombas incendiarias sobre sus ciudades, viendo como los edificios del Linaje Congelado ardían hasta sus cimientos. Tanques Rinoceronte avanzarían pesadamente por el nevado terreno, derribando con sus ruedas en forma de oruga murallas y torreones mientras que los misiles enriquecidos con uranio lanzados de sus cañones impactarían contra soldados y civiles, causando muerte y horror con sus devastadoras explosiones. Y por supuesto, tropas y tropas de soldados de Infantería Básica, armados con fusiles de asalto con los cuales diezmarían a todo lo que se encontrasen en su camino. Sin importarles si eran o no una amenaza. Y Zeke lo vería todo con orgullo y satisfacción. Contemplaría el mundo natal de los Gélidos arder.
Su ensoñación se vio interrumpida al sentir un leve zarandeo. Al girarse, una figura opacada por la creciente oscuridad le tocaba de forma discreta el hombro.
- Zeke, ¿estás bien?- preguntó aquella voz femenina en un leve susurro.
Ralston supo de quien se ratatba. Era Catherine Burrows o como ellos la conocían, Katie, una de los médicos de la compañía. Una chica que a pesar de sus conocimientos y habilidades en medicina no destacaba por sus dotes para el combate. De hecho, le sorprendía que aun siguiera con vida. Y eso le enfadaba. Kyle era un buen soldado y sin embargo, estaba muerto. Además, ella era la última chica con la que su amigo estuvo. Todo le recordaba a él.
La chica le tomó el pulso y comprobó como era su respiración. Concluyó que todo estaba normal. Intentó hablar con Zeke un poco pero este se mostraba callado y distante, como si fuera ajeno al resto del mundo. Esto extrañó mucho a la chica. Al final, decidió dejarlo tranquilo.
Zeke miró como Katie se alejaba. Al pasar el tiempo, su vista se habituó a la oscuridad y pudo ver donde se hallaba. Era una habitación rectangular larga y un poco ancha. El techo no estaba muy alto y constantes traqueteos le hicieron ver que se encontraba dentro de la bodega de la nave de Loki. Nave que lo estaba transportando a un destino desconocido. Y no solo a él.
Mas personas había con él en la nave además de Katie. Reconoció a Eph, cuya piel oscura lo mimetizaba a la perfección con el ambiente. Podía escuchar el rechinar metálico de la prótesis que sustituía a su pierna. También estaban allí Miranda y el capitán Oliveira. Ella sentada, con la cabeza gacha, parecía dormida. Oliveira estaba de pie, con la espalda pegada a la metálica pared. Todos se hallaban en silencio, sin decir nada. ¿Realmente había algo que decir en esos momentos?
Entonces, fue cuando lo vio. Justo delante de la compuerta de la nave que permanecía cerrada de forma hermética, vio a una persona de alta estatura de pie. Estaba a espaldas de Zeke y del resto. Al principio, Ralston no supo de quien podía tratarse. Pero enseguida empezó a notar que aquella misteriosa presencia le resultaba familiar. Demasiado. Lo peor, es que ninguno de sus compañeros parecía percatarse de la presencia del misterioso visitante. Zeke lo observó durante mucho rato. En un momento dado, parecía girarse, como si pretendiera mirarle pero en ese mismo instante, un fuerte traqueteo hizo que desapareciese. Solo fue un abrir y cerrar de ojos pero ya no estaba.
La nave se movía de forma disonante. A un lado, luego a otro. Zeke tuvo que apoyarse en la pared que tenía a su lado izquierdo. El resto tuvo que hacer igual. Eph Kingston casi se caía pero logro apoyarse en uno de los reforzadores que mantenían cerrada la puerta.
- ¿Qué coño está pasando?- preguntó nervioso el muchacho.
- Creo que ya hemos llegado- le respondió el capitán Oliveira.
Todos se pusieron de pie. Zeke también se incorporó, preocupado ante lo que pudiera ocurrir en ese mismo instante. Y no tardó en comprobarlo. La compuerta se abrió de manera automática. Y una intensa luz los cegó a todos.
Una voz, que parecía proceder de todas partes les hablo.
- Bienvenidos a Asgard.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro