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Capítulo 14: La Revolución comienza

El agua está muy fría, había olvidado que proviene de los deshielos de la montaña. De igual manera debo agazaparme todo lo que pueda para que no me vean. Peeta está en la orilla preocupado y camuflado entre los matorrales. No sabía sobre su habilidad para disfrazar algo o alguien. Tengo el cabello sujeto y paja sobre mi cabeza, mis brazos están pintados de un color oscuro que sumergidos bajo el agua se disimulan con el fondo del río. Pero no durará mucho tiempo, la corriente no es suave y va carcomiendo la pintura. Debo moverme rápido.

Cuando estoy a la mitad de la corriente, siento un fuerte tirón, el torrente parece incrementarse y me jala hacia distintos lados. Llego a un par de metros de las turbinas, por suerte son viejas, saco piedras del fondo e intento lazarlas pero la corriente me arrastre unos pasos cuando las aviento. Intento volver pero no está dando resultados. Apenas una piedra ha rozado las aspas del motor.

Saco una gran roca y con todas mis fuerzas la arrojo hacia el metal. Pero no puedo esperar a ver si entra porque en ese momento mis pies dejan de tocar el fondo y soy arrastrada por la corriente. Mi cuerpo se hunde, intento que mis pies toquen fondo, obligo a mis brazos a moverse e intentar estabilizarme. Doy vueltas en el agua, no sé dónde es arriba o abajo, pataleo asustada y recuerdo las palabras de papá cuando me enseñaba a nadar. "Relájate Katniss, sólo deja que el agua te lleve hacia arriba" Eso hago, dejo mi cuerpo inerte y lentamente, en segundos que me parecen horas, floto. Estoy flotando con mi cabeza arriba, puedo respirar otra vez, veo la luz del día que está encapotado por negras nubes. Ojalá que no llueva, me digo a mí misma.

No he podido hacerlo, no creo que haya causado ningún daño en el generador. Me lamento no poder hacer más, ser tan inútil para ayudar o intentar proteger a mi familia. El vasallaje será mañana, a esta misma hora. He oído hace rato el rumor que se ha esparcido, las pintas que se han hecho. Nos van a elegir, somos material desechable, madre e hija hemos avergonzado al distrito, todos están comentando que la única que les apena es Prim pero que es un mal necesario. Nos van a enviar a morir, esta vez no es la suerte la que no estará de nuestro lado, es la gente, nuestros vecinos, nuestros amigos, los que me han visto crecer, quedar huérfana y morir de hambre los que me van a mandar a los juegos.

Escucho gritos y me incorporo, intento que mis pies toquen el fondo pero no puedo, está muy profundo. Miro hacia mi costado derecho, el pobre Peeta corre en la ribera. Me había olvidado de él. Doy unas brazadas para acercarme, él no lo nota, se arroja al agua. Me apuro a alcanzarlo pero se hunde y tengo que zambullirme para lograr encontrarlo, tomo su mano y lo jalo hacia la superficie. Mis pies tocan las piedras e intento detenernos. Saco su cabeza fuera del agua.

¡Se está ahogando!

Lo jalo fuera, ya estamos como a un kilómetro rio abajo cerca de la Veta.

— ¡Peeta!— grito, aplicando fuerza en su pecho. Tose y se remueve para expulsar el agua que ha tragado. –Peeta ¿estás bien?— lo abrazo contra mi pecho cuando sus temblores han pasado. –Ay Peeta como te metes así en el agua si no sabes nadar ¡Tonto!— lloriqueo.

—Kat... Katniss— susurra. Está todo mojado, su cabello revuelto y helado. Miro hacia los lados, la mochila con la manta debe estar río arriba. O donde el bobo se arrojó.

—Todo está bien amor— lo abrazo cuando se ha recuperado.

—¿Qué te pasó? Creí que estabas...— me abraza y correspondo. Yo también creí que se me moría. Tonto panadero tierno, no soportaría perderlo.

—Estaba flotando, me hundí río arriba, intentaba poder respirar nuevamente— le digo entre abrazos. —¿Dónde está la mochila?— pregunto.

—No sé, venía corriendo, la dejé caer en algún lugar— tose cada vez menos.

—Vamos a buscarla o nos moriremos de hipotermia— le sonrío.

Caminamos por la ribera hasta que logro divisar parte de nuestras cosas. Me apuro a recolectar todo lo que Peeta dejó tirado. Caminamos hacia los árboles más cercanos, no quiero que desde la otra orilla nos vean. Camuflados por los matorrales, le quito a Peeta la ropa mojada y lo envuelvo con la manta.

—Tú también estás mojada— replica. Lo veo sonriendo con picardía, me quito la cazadora, el suéter, la blusa, incluso el brasiere. Con él ya no me da pena quedarme desnuda a plena luz del día. Me arropo a su lado, con la manta, para calentarnos. Pataleo para despojarnos de los pantalones.

—Necesitamos entrar en calor Peeta, que tal si nos frotamos un poco— gimo bajito en tu oído.

Me remuevo lentamente sobre tu desnudez, él me abraza contra su pecho pero no puede detenerme, lo necesito dentro de mí. Logro mí cometido minutos después, abro las piernas y lo monto muy abrazada a él. Sus jadeos se hacen más sonoros a medida que me muevo con más velocidad.

—Miau, me voy a venir si sigues así— susurra besando mi cuello, sus manos están amasándome con ganas, siento su erección dentro de mí, entrando cada vez con más fuerza. Lo que quiero es que me llene más, deseo más de él.

—Ya entramos en calor— gimo sobre su piel ardiente.

—Claro que si... Oh Katniss voy a explotar— se remueve y me obliga a estar abajo. Bombea de manera exquisita, su monte fricciona sobre el mío de una forma deliciosa, siento que todas mis terminaciones nerviosas se concentran allí donde está restregándose. Cada vez que entra con fuerza logra golpear contra algo que me hace saltar de placer. No tardo mucho para llegar a la cima, Peeta logra callar mis gritos besando mi boca. Ya no pienso, sólo me dejo llevar, dejo que mi hombre me haga tocar el cielo, soy masa de pan entre sus manos.

Cuando he recuperado el aliento, lo abrazo y dejo que me envuelva en la manta y me acurruque en su pecho.

—Tengo una idea, no sé qué tan buena sea pero es todo lo que se me ha ocurrido— dice frotando mi espalda. Las piedras duelen un poco abajo, ahora que no estoy congelada ni a punto de tener un orgasmo lo noto.

—¿Para volar el generador?— pregunto.

—No. ¿Si nos casamos?— pregunta de pronto.

—¿Qué?— susurro completamente anonadada.

—Necesitan una familia de tres como mínimo. Si tú y yo nos casamos, pasarías a ser Mellark, llevarías mi apellido. Tu madre y Prim serían las únicas Everdeen. Sólo dos. ¿Entiendes?— me mira a los ojos.

—¿Crees que nos dejen?— pregunto, su idea es buena en teoría, pero a un día del vasallaje, no creo que nos dejen saltarnos las reglas. Así no funciona aquí.

—Podemos intentarlo— me mira con esos ojos azules tan tiernos. ¿Cómo decirle que no?

—Entonces vamos— le sonrío. Una enorme sonrisa se forma en su rostro. Nos vestimos con parte ropa húmeda y parte seca que traigo en la mochila. Llego a mi casa y quedamos en encontrarnos en una hora.

Mamá no está muy contenta de verme en ese estado, me encojo de hombros. Hice todo lo que pude.

—¡Katniss tienes que ver esto!— me grita Prim. Allí en el aparato televisivo está Finnick Odair, contando sus desventuras como vencedor.

—¿Es el único?— pregunto.

—¡No!— se agita Prim. –Johanna Mason, también ha salido. Contó como el presidente Snow, mató a toda su familia por negarse a... a hacer cosas sucias— suspira mi patito.

—¿Alguien más?— vuelvo a preguntar.

—Sí, han salido vencedores del cuatro, cinco, siete, ocho, nueve, once... Los anuncios pasan de forma intermitente y no duran más de dos o tres minutos. Están contando como es la vida de vencedores, lo que el Capitolio les obliga a hacer, cómo sus familias, novios, amigos, han sido secuestrados o asesinada para obligarlos a hacer cosas horribles.

—Qué extraño que aún no se han dado cuenta de esta transmisión— murmuro y me voy a cambiar.

Salgo cuando veo a Johanna Mason en la pantalla, apenas logro escuchar lo que dice: "Secuestró, torturó y mató a mis dos hermanitos. Es un maldito desgraciado ese Snow. Y sí, tuve que acostarme con un asqueroso capitoliense que me metió..." miro a Prim que está con los ojos como platos.

No sé si eso mueva a una revolución, sin embargo en la Veta parece que las cosas no están tan calmadas. Paso al lado de la casa de Leevy, su padre está afilando su pala. Algunos muchachos están juntando carbón. Muchos no han ido a trabajar, no sé si las minas les han dado licencia.

Llego a la habitación que Peeta ha rentado con su padre, me está esperando.

—Hola Katniss— me saluda su padre. —¿Le has contado a tu madre lo que piensan hacer?— pregunta.

—No. De todas formas no hay seguridad que nos acepten en el juzgado ¿Verdad? Si lo hacen, lo haremos y ya.

—Esto es realmente una locura— murmura. Tomo a Peeta de la mano y lo obligo a salir de allí.

—Locura es no hacer nada y quedarse a esperar de brazos cruzados— me dice acomodándose el cuello de su camisa.

—Estás muy guapo— sonrío al verlo.

—No te peinaste— me mira con los ojos entrecerrados. Sí lo hice, lo que pasa es que apenas me trencé el cabello del modo habitual. ¿Qué esperaba Peeta? ¿Un peinado de novia?

Llegamos al edificio de justicia y luego de anunciarnos, pedimos la solicitud de matrimonio.

—Cuando reúnan los requisitos y paguen el impuesto podrán separar una fecha...

—Queremos que sea hoy— le digo con firmeza a la secretaria.

—No es posible. Hay que revisar sus situaciones legales, además son menores de edad— nos mira con lástima. Y tiene razón, yo estoy por cumplir los 18 y Peeta los cumplirá en el invierno.

—Necesitamos hacer una consulta con el juez— pide Peeta. Luego de esperar una hora más o menos nos recibe el agregado de justicia.

Peeta lo saluda muy afablemente, parece que lo conoce. Claro, con razón tomó en cuenta tan rápido la denuncia de la señora Mellark.

Después que Peeta le explicara lo que pensamos hacer, la sonrisa del juez me saca de mis casillas. Parece que está observando a dos niños que quieren hacer travesuras. Somos un par de adolescentes tontos a sus ojos.

—Lo siento pero esto toma más de un día y necesito los permisos firmados de sus tutores...— empieza a negarse.

—No si tenemos familia en camino— le dice Peeta. No le entiendo ¿Familia en camino?

— ¿Ustedes están...? ¿Tu novia está embarazada?— pregunta mirando mi vientre. Me cubro por instinto.

—Tiene unas cuantas semanas— le asegura el panadero. ¿Qué? ¿Yo embarazada? ¡Ay Peeta! Un chisme más a la larga lista de habladurías.

—Puedo casarlos si me traes una prueba de embarazo, pero no te seguro que con eso ella no sea elegible. Las leyes que rodean el vasallaje no son claras, no hay nada escrito pero estoy seguro que en el momento que el presidente Snow dio su mensaje, todo se ha cancelado. Cambios de estados civiles, casamientos, divorcios, me atrevería a decir incluso que defunciones. Tu matrimonio no será válido hasta después del vasallaje. Y mañana Katniss tendrá que firmar como Everdeen.

—Está bien— acepta Peeta. –Volveremos— toma mi mano y salimos sin decir nada.

— ¿Cuánto tiempo tengo de embarazo?— pregunto cuando estamos en la calle.

—Lo lamento, sé que es una forma de casarse sin tener que pedir el consentimiento de los padres. Un embarazo te emancipa de tu familia de origen.

—No podemos conseguir una prueba de embarazo.

—Si podemos— me dice. –Alguien en este distrito debe estar embarazada ¿no?

—Peeta, igual no será válido hasta después de la cosecha.

— ¡No importa!— dice. — ¿Crees que se atrevan a llevarte si creen que está embarazada?

—Claro que sí. Lo harán sin remordimiento. Y si somos elegidas por la gente de este distrito no dejaré a mi madre ni a Prim solo porque crean que estoy encinta. Es descabellado.

—Bueno, es todo lo que tengo— se sienta en una banqueta y tapa su rostro con sus manos. Lo compadezco, si supiera que él está a punto de ser arrancado de mí, también pelearía sin dudar. Como siempre la plaza del pueblo está llena de gente que viene a ver el tablón de anuncios. Mi corazón da un vuelvo cuando leo el último apellido.

1. Everdeen

2. Undersee

3. Cartwright

4. Sant Clair

5. Mellark

¿Mellark? No se atreverían, nadie va a votar por ellos, el distrito se quedaría sin pan. El padre de Peeta es muy querido en el pueblo, aunque habemos más de un par de docenas de habitantes que quisiéramos enviar a la señora Mellark a la arena. No, no lo digo en serio, yo no podría. A pesar de ser como es, esa vieja bruja es mi suegra.

El día está empezando a declinar, apenas hemos comido algo, siento hambre además del estómago revuelto. Ha sido un día difícil. No hay forma de huir esta noche, deberé esperar mi destino. Mañana la votación va a estar reñida, sé que entre los Sant Claire y nosotras estará la familia tributo que el capitolio reclama para su vasallaje. El hermano de Rooba es de la clase de hombres que merece una suerte como la de ser tributo. Sin embargo Rooba no. Ella es una superviviente de derrumbe, goza de un poco de simpatía. En la zona de comerciantes no la conocen, los de la Veta sí. Y también nos conocen a nosotras. ¿A quiénes escogerán? ¿A tres mujeres solas, una viuda y dos huérfanas o a una lisiada, una niña con retraso mental y a un traficante de licor? Estaría segura que ellos serán elegidos sino hubiera ocurrido lo del juicio. Ahora no somos sólo tres mujeres solas, somos también una adúltera amante de un hombre casado y su hija puta. Sólo Prim es lo bastante inocente como para frenar a la gente a votar en contra nuestra.

Antes que las luces de la plaza se enciendan lo hacen los altavoces. La enrome pantalla de proyección también lo hace. ¿Otro anuncio del capitolio?

Me doy cuenta que en los aparatos televisivos es la misma imagen, lo veo en la tienda que hay en la esquina. Tiene un proyector encendido.

"Buenas tardes queridos habitantes de Panem" escucho la voz de una mujer, luego aquella imagen que tiene una D13 de color rojo da paso al rostro anguloso de una señora de cabello lacio, gris, pegado al cuero cabelludo. Su imagen llama la atención de la gente que se detiene a ver quién es. No puede ser una trasmisión del capitolio. De be ser de los rebeldes, esa D13... ¡Distrito 13!

"Soy la presidenta Alma Coin" se presenta. ¿Presidenta? ¿De qué? "Los rebeldes del distrito 13 estamos cambiando el futuro. Quiero anunciar que nuestro momento ha llegado luchemos contra el gobierno corrupto del capitolio. ¡No hay victoria sin sacrificio! Y para demostrar que somos fuertes, tenemos a alguien que representa el corazón vivo de los jóvenes que claman justicia. ¡No más juegos del hambre! ¡No más niños sacrificados!" Grita mientras es aclamada por algún grupo que no podemos observar. ¿A quién pueden tener que...?

Mis ojos se dilatan ante la imagen que llena el proyector. Siento que todo lo demás ya no importa. Mi corazón late sin control y de mis labios escapa un gemido lastimero.

¡Es Gale!

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