2. ¿Seguridad?
Como niña había sido la vergüenza de su padre. Él siempre había expresado que deseaba un varón. Uno que enorgulleciera el apellido Hofferson. Y no por nada lo exigía. Pues él era el gran general de las tropas principales de Berk. Lo que menos pedía era continuar con el linaje de defensa de por generaciones de su familia.
"Tenía que ser niña". Se quejaba con su madre sobre ella.
Era doloroso saber el menosprecio de una persona que admirabas. Solo por no ser lo que él quería. Ella no podía ser hombre.
Y como todo hijo que busca la aprobación de sus padres, Astrid decidió enfocarse en la guerra. Demostrarle a su padre que siendo niña podía ser tan útil como cualquier varón en esa aldea. Quizás, mucho mejor que uno.
Era levantarse todos los días a las 4:30 de la mañana para ir a entrenar. El hacha de su padre era muy pesada, pero eso no era impedimento para que ella desistiera ante el poder de un arma tan mortal como esa.
Con lágrimas, sudor y esfuerzo todos los días Astrid Hofferson mejoraba sus técnicas de ataque y defensa, aunque esos entrenamientos eran solitarios. Existían días dónde se descuidaba y terminaba cortándose la piel o provocando que el hacha cayera sobre su pie provocando esguinces o incluso fracturas de sus dedos.
No existía dónde Gothi no la asistiera respecto al cuidado de su cuerpo.
Creyó que sus frutos estaban dando efectos, creyó que ya estaba lista para demostrarle a sus padres quién podía ser ella.
Más nunca pensó que sus padres comenzarían su plan de vida. Un asunto tras sus espaldas.
— Por lo que sabrán, mi hijo no es como lo esperábamos.— Escuchó la voz del Jefe de Berk. Stoick.— Él no puede participar en las batallas porque es muy débil desde nacimiento. Temo por el linaje de los Haddock.
— Te entiendo claramente con el asunto de que los hijos no son lo que hubiéramos esperado.— Las palabras de su padre cruzaron las puertas del dolor con tal estruendo.— Existen cosas de la vida que no se pueden cambiar.
Astrid apretó los puños tratando de evitar así que sus lágrimas corrieran por sus mejillas. ¿Quiénes se creían para juzgarlos de esa manera?
Recordaba perfectamente a ese pequeño niño. Hiccup Haddock Tercero. Ya lo había visto varias veces por las calles del pueblo. Para su gusto, era un niño solitario, tímido, escandalizado. A diferencia de ella, que era popular por sus técnicas de lucha, fuerte, con carácter delante de todos.
Colocó su oreja cerca de la puerta para escuchar con más claridad.
— Hagamos esto Stoick.— Se levantó su padre del sillón para estrechar la mano con la de él.—Que sea un matrimonio a beneficio.
— Sí. Tu hija no perderá el poder Hofferson y ustedes podrán mantener el apellido en alto. Mi hijo entonces no quedará sin descendencia. Siendo sincero me preocupaba que no encuentre mujer para que se quede a su lado. Con eso de que los estándares de las mujeres vikingas son altos. No buscan un hombre inferior a ellas.— Pronunció Stoick estrechando su mano con su nuevo socio como aceptación al acuerdo. Sus hijos serían prometidos desde pequeños.
— ¿¡Qué?!— Exclamó Astrid no pudiendo guardar la ira que crecía exponencialmente dentro de ella. Esto era inaceptable.
¿Cómo podían hablar ellos de esa manera?, ¡Eran sus hijos!, ¿Por qué tan poca esperanza?
Estaba dolida, ofendida y se sentía como un objeto de valor al saber que sería comprometida con alguien por quien ni sentía la más mínima emoción.
— ¿¡Cómo se les ocurre hacer este acuerdo tras mis espaldas?!— Pronunció con furia mientras sus ojos ardían por el esfuerzo de detener sus lágrimas.— ¡¿Quién dice que voy a aceptar a su hijo como mi esposo?!, ¡Ni aunque me ofrezcan todo el dinero y poder para mi apellido aceptaría casarme con el!, ¡Esto es absurdo!
— ¡Astrid!— Exclamó su padre con molestia dirigiéndose a ella. Pero su hija retrocedió hacia atrás con asco.
— ¡NO ME TOQUES!— Dictaminó en un grito mientras se acercaba a la salida.— ¡Dicen que somos una vergüenza por no ser lo que ustedes hubieran deseado, pero ustedes dan más vergüenza al no aceptar lo que es claro!, No me casaré con Hiccup. Me niego hoy y me negaré con todos. No nací para satisfacer a N-A-D-I-E.
Con eso último pronunciado salió corriendo de su casa hacia el bosque sin importar que una tormenta había comenzado en ese instante. Tomó un hacha de la fragua a escondidas de Bocón y daba gracias a Dios que no había nadie ahí.
Con el arma en manos salió al bosque y descargó toda su furia contra cualquier tronco viejo o incluso con un árbol. El hacha la cargaba con maestría y la disparaba con destreza. Si su padre la viera en estos momentos diría que no existía furia más grande que el de una mujer decepcionada. Podía incluso con esas tácticas superar a cualquier soldado y todo hombre temería enfrentarse a ella en esos momentos.
— ¡AHHH!— Gritó por último para lanzar el hacha contra un árbol que estaba a tres metros de ella. El arma se encajó con fuerza y permaneció firmemente en ese lugar.
Fue ahí cuando ella decidió rendirse y caer contra un tronco ubicado en el piso para dejarse descansar. Sus manos ardían por el esfuerzo de apretarla. No era un hacha adecuada para ella. Había sido difícil mantenerla debido al peso excesivo.
Dejó que las gotas de la tormenta resbalaran contra sus lágrimas. Ese sería la última vez que se permitiría ser lastimada por nadie.
≈ ★ ≈
Y ahora estaba aquí. En frente de los abuelos de Hiccup siendo señalada cómo tal.
No tenía caso mentir. Eran esas sus palabras cuando era una niña que no sentía aprecio por nadie. Lo de lastimar a Hiccup junto con los demás aldeanos era otra historia que no recordaba por el momento. Sin embargo, aquí estaba siendo expuesta de la peor manera.
Sintió a las personas juzgarla con la mirada. ¿Y cómo no?, Todos recordaban ese chisme de que ella se había negado a casarse con Hiccup, y ese rumor se había usado como excusa para burlarse del solitario castaño.
¿Qué debería hacer en estos momentos?
Decir la verdad.
— Yo...
— ¿O me vas a negar Hiccup que ella no fue la que te rechazó por no ser el vikingo prometido que ella quería?— Pronunció su abuelo con desprecio. No ignoraba la belleza de la rubia, hija del general Hofferson. Conocía perfectamente el trato que intentaron formar su hijo y ese general.
Conocía el historial también del padre de ella. Ahora que ya no estaba él, el linaje de los Hofferson desaparecería con Astrid.
Astrid bajó la mirada. Ahora comenzaba a sentir toda la culpa por ser una niña explosiva y no poder actuar correctamente en ese momento. Había ocasionado un escándalo en ese tiempo.
No se ofendería si Hiccup llega a pensar de la misma manera contra ella.
— Abuelo, viniste a conocer a mi futura prometida. No hables de asuntos que solo fueron rumores.— Defendió a Astrid con tanta seguridad que la dejó sorprendida. No creía que Hiccup confiara de esa manera en ella. No con ese rumor tan fuerte.
— Si estoy mal actualizado, ¿No es la misma Astrid Hofferson que te ha rechazado el matrimonio hace un año?— Interrogó para mayor murmullo entre los aldeanos.
— Efraín, basta.— Reclamó su esposa al ver todo el alboroto que comenzaba a crearse en el pueblo. A diferencia de él, ella esperaba una explicación clara.— Acabamos de llegar y estás armando un escándalo. Esto deberíamos hablarlo más tarde con ellos en privado.— Susurró en su oído a modo de regaño. Después volteó a ver a Hiccup con cariño.— Me alegra mucho verte de nuevo Hiccup. ¿Te parece si nos muestras la casa donde nos quedaremos? La verdad ha sido un largo viaje hasta aquí y ya estoy muy cansada.
— Por supuesto abuela.— Hiccup agradeció internamente que ella hubiera parado el interrogatorio contra Astrid. A diferencia de su abuelo, ella era más privada y personal.— Síganme por favor.
≈ ★ ≈
Y así como hace años, ahí estaba ella nuevamente desgastando toda su furia contra la corteza terrestre. Solo que a diferencia del tiempo atrás, ahora Astrid Hofferson cargaba un hacha de su medida. Una que pudiera balancearse a diestra y siniestra con su brazo sin necesidad de colocar una fuerza extra para su manipulación.
Las gotas de lluvia caían sobre ella pero eso no le importó. No estaba enojada con el abuelo de Hiccup, claro que no. Estaba enojada conmigo misma.
Porque toda esa historia era cierta. Ella había pronunciado esas palabras con frialdad acerca de Hiccup. No era su intención en ese entonces.
¿Qué pensaría Hiccup después de saber ese acontecimiento?, Seguramente él negaría tal hecho, pero la verdad es que sí había sucedido. Esos rumores que le atacaron cuando era un niño habían sido a causa de ella.
Hiccup había sido humillado durante años por su culpa. Si tan solo pudiera regresar el tiempo hacia atrás y regañarse a sí misma por tal carácter. No culpaba a Hiccup por su cambio de decisión de no casarse ahora con ella.
Después de todo, ella le había rechazado primero.
Antes de volver a lanzar por última vez su hacha su muñeca fue sujetada. Ahí estaba él para ella. Una vez más.
Como siempre.
— Detente, por favor.— Pidió con una voz tan suave que su cuerpo tembló y reaccionó soltando el arma en automática. Era increíble como un simple tono pudiera manejarla de esa manera.
— Hiccup yo...
Él no esperó y la abrazó contra su cuerpo sin permitirle arrepentirse de una vez. Acarició su cabello suelto y besó su frente con mucha ternura.
— Sé que esos rumores no son ciertos Astrid. Confío en tú palabra, en la de nadie más.— Respondió para tranquilizarla. Él creía que Astrid estaba molesta por las palabras que había osado su abuelo en acusarla.
Ella se sintió desbordarse ante el apoyo incondicional de su novio. Él no podía estar feliz con algo que era ilusión. Porque la verdad era otra cosa.
Temía perderlo, pero no podía hacerle creer algo que nunca fue.
— Hiccup...— Consiguió su mirada, sus ojos verdes la calmaron y la alentaron a ser sincera con él. Su novio no merecía una relación a base de mentiras.
Hiccup no la soltó, al contrario, rodeó su cintura para darle seguridad. Esa mirada y ese ceño fruncido le hacían ver que Astrid tenía algo qué comentar. Ella era muy tímida cuando de sentimientos se trataba. Lo sabía.
Ella se mordió el labio inferior, pero denegó a dejar pasar más tiempo.
— Hiccup, lo que dijo tu abuelo es verdad.
Continuará.
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