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Lukka

Al instante suena la campaña anunciando que ya era tiempo de regresar a los salones. Pasé toda la clase pensando en Lukka. No me percaté de que ya se habían acabado las clases, tomé mi bolso y me dirigí hacia la salida. Allí no había nadie, excepto por Lukka, a quien me despedí con un cálido abrazo para irme a casa, pero él me detiene. 

—¿No que no eran pareja? —me mira a los ojos con cierta envidia. 

—Preguntaste si éramos novios, yo te respondí eso porque no lo somos —respondo casi de inmediato, tratando de no mostrar mi nerviosismo al tener a Lukka tan cerca. 

—¿Por qué no lo dejas en paz? —interviene Antonio, apareciendo de repente detrás de Lukka—. David está conmigo ahora, y eso es lo que importa. 

Lukka se gira para enfrentarse a Antonio, mostrando una mirada desafiante. Puedo sentir la tensión en el aire mientras ambos se observan intensamente. 

—David es mi novio —responde Lukka con frialdad—. 

Antonio parece no inmutarse ante la actitud de Lukka. Da unos pasos hacia adelante y se coloca junto a mí, tomando mi mano con seguridad. 

—David está bien conmigo. No necesita que lo protejas —dice Antonio, sin apartar la mirada de Lukka. 

Un silencio incómodo se apodera del lugar mientras los dos se mantienen firmes en su posición. Yo me siento atrapado entre los dos, sin saber qué decir o hacer para calmar la situación. 

—Vamos, Lukka, ya vete a casa—digo finalmente, tratando de romper la tensión—. Ya hemos hablado de esto antes. 

 — ¿Por qué haces esto? Te desconozco David.— Lukka me mira con una mezcla de tristeza y renuencia. Luego, sin decir una palabra más, se da la vuelta y se marcha. 

—Nos vemos mañana, ¿de acuerdo? —dijo Antonio con dulzura. 

—Sí, claro —respondo, tratando de ocultar el nudo en mi garganta. 

Caminaba hacia casa sumido en mis pensamientos, tratando de entender todas las emociones que me abrumaban. Por un lado, estaba feliz con Antonio, con quien había compartido momentos maravillosos en nuestro primer mes juntos. Pero por otro lado, no podía negar que Lukka seguía ocupando un lugar especial en mi corazón. 

No puedo dejar de pensar en él, me dije a mí mismo mientras recorría las calles conocidas de mi vecindario. Lukka era mi novio, alguien a quien había amado durante mucho tiempo. No podía evitar preguntarme si tal vez nuestras vidas estaban destinadas a entrelazarse una vez más de una forma u otra.  

Mis pensamientos se vieron interrumpidos por un suspiro que escapó de mis labios. Estaba lidiando con sus propios dilemas internos, y eso me preocupaba. Sentía que tal vez nuestras vidas se habían separado en caminos diferentes, y eso me causaba una profunda tristeza. 

Mientras caminaba hacia casa, me sentí tentado a llamar a Lukka y hablar con él, pero me detuve. Sabía que no podía hacerlo, al menos no por el momento. Por experiencia sabía que no podía tomar decisiones mientras mis emociones se encuentran a flor de piel. Necesitaba tiempo para reflexionar y aclarar mis emociones. 

Espero que todo se resuelva eventualmente, pensé mientras entraba a mi casa. 

Llegué a casa con el corazón pesado y la mente llena de pensamientos confusos. Cada paso que daba, el recuerdo de la conversación con mi padre resonaba en mi cabeza. Sabía que tenía que enfrentar la situación con Lukka y aclarar las cosas de una vez por todas. 

Abrí la puerta de casa y encontré a mi madre en la sala, ocupada con sus cosas. Traté de sonreírle para disimular lo que estaba pasando, pero ella notó mi semblante preocupado. 

—¿Estás bien, cariño? — preguntó, levantando la mirada y dejando de lado lo que estaba haciendo. 

Tragué saliva y respondí con un tono forzado de tranquilidad. —Sí, mamá, estoy bien. Solo tengo algunas cosas en la cabeza, pero nada importante. 

Ella asintió con una sonrisa, aunque pudo notar la preocupación en sus ojos. Mi madre siempre ha sido muy perceptiva y sabía cuándo algo me estaba tocando.

—Si necesitas hablar de algo, sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad? —me dijo, mostrando su apoyo incondicional.

Asentí, agradecido por su comprensión, pero sabía que necesitaba estar solo para procesar todo lo que estaba sucediendo. Justo en ese momento, el teléfono interrumpió mis pensamientos, trayendo la voz de Elena al otro lado de la línea. 

CONVERSACIÓN TELEFÓNICA

—¿Ahora qué quieres, Elena? —Respondí con cierto aburrimiento. 

—Vaya, qué ánimos —respondió ella, curiosa— Solo llamaba para saber si irás a la fiesta de Paula. 

—Obvio que sí, un admirador secreto me envió un mensaje invitándome. Quiero descubrir quién es —dije, intentando distraerme de mis pensamientos turbios. 

—Y tú quieres saber quién es ese admirador —me interrumpió, complementando a la perfección la oración.  

—Obviamente... ¿me acompañas? Por favor... —le rogué. 

—Si claro, para eso te llamaba — Comentó ella ella. 

—¡Genial! Arréglate, estaré listo en algunos minutos. Iré a tu casa a recogerte —le dije emocionado. 

Horas más tarde, en el taxi...

—Elena, date prisa. Te tardaste mucho en el baño, la fiesta debe haber terminado ya —le pedí, ansioso por descubrir la identidad de mi misterioso admirador. 

—Calma, David. Solo me demoré una hora y además, ¿no que ibas a tomarte un tiempo para descansar? ¿Por qué estás buscando admiradores secretos? —me cuestionó con picardía. 

—Lo hago con fines investigativos —respondí, cruzando los brazos y desviando la mirada. 

Mi corazón estaba inquieto, no solo por el misterioso admirador, sino por la inquietud que me carcomía desde la partida de Lukka. Era un cúmulo de emociones difíciles de controlar, pero estaba decidido a descubrir quién se escondía detrás de ese mensaje. 

MINUTOS MÁS TARDES... 

Llegamos finalmente a la fiesta de Antonia, un lugar lleno de risas, música y gente animada. El ambiente festivo se mezcló con mi nerviosismo por descubrir quién era mi admirador secreto. 

—Bien, David, ahora ve y busca a tu misterioso admirador —me animó Elena, dándome un pequeño empujón. 

Asentí con determinación y me adentré en el jardín, un lugar iluminado por luces suaves y rodeado de flores. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, mientras buscaba entre las sombras a quien había capturado mi interés sin revelar su identidad. Mi teléfono vibró en mi bolsillo, indicando que había recibido un mensaje. Curioso, saqué el dispositivo y desbloqueé la pantalla para leerlo. Para mi sorpresa, era un mensaje anónimo que decía: "Te espero en el jardín, cerca de las rosas blancas. Tengo algo importante que decirte. No faltes, por favor." 

Un escalofrío recorrió mi espalda mientras leía las palabras intrigantes. ¿Quién podría ser? ¿Qué tengo que decirme? La curiosidad se apoderó de mí, y sin pensarlo dos veces, decidió seguir el misterioso mensaje y descubrir la identidad de mi admirador secreto. 

Con paso firme y expectante, me dirigí hacia el jardín, buscando entre los senderos iluminados por luces tenues. Las risas y la música de la fiesta se desvanecían a medida que me adentraba en la penumbra, concentrándome en el propósito de mi búsqueda. 

Entonces, una figura se materializó frente a mí. Era Jesús, parado con una sonrisa en sus labios. 

—Hola —saludó con una voz suave y amable.

—¿Jesús? ¿Enserio eres el admirador secreto? Desperdicié mi tiempo al venir aquí —dije, sintiendo una mezcla de sorpresa y decepción. Estaba a punto de dar media vuelta para irme de allí, pero me detuvo tomándome del brazo. 

—Espera... quédate un rato, te prometo que no te molestaré —rogó con sinceridad en sus ojos. 

—Ahg... ya que, me quedaré— accedí, aunque mi desconfianza aún se hacía presente. 

Me senté en una banqueta a su lado, contemplando la luna brillante, el estanque sereno y las estrellas que adornaban el cielo nocturno. A pesar de todo, el ambiente tranquilo y la escasa música que llegaba hasta nuestros oídos creaban una atmósfera relajante. 

—¿Te acuerdas cuando nos abrazamos por primera vez? — me preguntó Jesús con nostalgia.  —Ese día regresé a casa con una gran sonrisa, estaba muy feliz... de hecho, lo sigo estando... gracias a ti... 

—Sí, fue un momento especial —respondí con un dejo de melancolía. —Éramos tan felices, hasta que... 

—David... ¿quisieras volver a ser mi novio? Los dos lo extrañamos y quizás... —comenzó a decir, pero sus palabras quedaron suspendidas en el aire. 

—A ver si escuché bien. ¿Tú pretendes que yo vuelva a ser tu novio y hacer como si nada hubiera pasado, verdad? —pregunté con un atisbo de desafío. 

—No, solo... te pido perdón por lo que te hice... en verdad lo lamento mucho, solo... volvamos a intentarlo —dijo Jesús, mostrando arrepentimiento en su mirada. 

—Yo te perdoné hace tiempo. Pero eso no significa que quiera volver contigo. Lo arruinado todo... hasta nunca —respondí con firmeza, aunque en mi interior sentí una lucha entre el rencor y la compasión. 

Jesús intentó detenerme, tomándome del brazo nuevamente. 

—Espera... por favor, dame otra oportunidad —suplicó, buscando una reconciliación. 

—Pues... me tuviste... jugaste conmigo y... me perdiste —me liberé de su agarre—. Este tren no da segunda vuelta.  

Sin esperar más, me alejé rápidamente del lugar, adentrándome entre las demás personas, tratando de poner distancia entre Jesús y yo para procesar todo lo que acababa de suceder. Mi corazón estaba agitado y mis pensamientos eran un torbellino de emociones encontradas. 

A los pocos segundos, me encontré con Samanta, quien me saludó con una sonrisa inocente, ajena a la compleja situación que acababa de vivir. 

—Hola David, ¿has visto a mi primito Jesús? Es que me dijo que nos veríamos aquí — preguntó Samanta con entusiasmo. 

Traté de mantener la calma y respondí con la mayor naturalidad posible, aunque en mi interior todo era caos. 

—Sí, está en el estanque —dije, tratando de ocultar el revuelo emocional en mi interior—. Espera, ¿eres prima de... él? 

Samanta asintió con una sonrisa alegre, ajena a las complejidades de nuestras relaciones pasadas. 

—¡Sorpresa!— respondió ella, mientras sus ojos brillaban con emoción. —¿Lo conoces bien? Es tan dulce y amable, siempre me cuenta lo mucho que te valora como amigo— 

Me sentí abrumado por sus palabras. A pesar de todo lo que había sucedido, Jesús seguía hablando de mí con cariño a su prima. Era un recuerdo de lo especial que había sido nuestro vínculo, aunque ahora se encontrara en una encrucijada.   

Historia Relatada Por Lukka. 

Caminaba por el parque con el corazón en un puño. Cada paso me acercaba más a aquellos recuerdos que habían tratado de olvidar, pero que ahora me embargaban con fuerza. Los momentos que compartí con David, nuestra amistad y cómo se convirtió en algo más, todo se agolpaba en mi mente, trayendo una mezcla de emociones que no podía ignorar. 

Finalmente, lo vi sentado en un banco, con la mirada perdida en el horizonte. David lucía tan vulnerable, como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros. Me acerqué lentamente, sin saber cómo enfrentar esta situación después de tanto tiempo. 

—David— susurré, sintiendo un nudo en la garganta. 

Al escuchar mi voz, levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. La sorpresa se dibujó en su rostro, y no pude evitar sentir una punzada de dolor al darme cuenta de lo lejos que estábamos ahora. 

—Lukka, ¿Qué haces aquí?— preguntó David, con voz temblorosa. Me senté a su lado en el banco, tratando de sostener su mirada, que me había cautivado desde el primer día que lo vi. 

—Te he estado buscando— dije, intentando encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que sentía y cómo cuestionaba todas las extrañas actitudes que él tomaba. 

—¡No tienes que explicarme nada! Durante meses te esperé, enviándote mensajes, y tú simplemente desapareciste sin decir nada. ¿Crees que es justo?— su voz se quebró y pude ver lágrimas en sus ojos. 

—Pero ¿de qué hablas?, no te entiendo. Sabías que estaba en un viaje a Londres para asegurar mi futuro como modelo. Te envié cartas cada mes y tú me las respondías todas y cada una de ellas— 

—Tu madre me lo contó todo, Lukka. Me dijo que tú te fuiste porque creías que era lo mejor para ti, que te habías ido para olvidarte de mí. Para olvidarte de este asqueroso cerdo que te envenenó, pero ¿acaso no merecía una explicación? ¿No merecía saber por qué me dejaste?— la angustia en su voz me destrozó por dentro. 

—No quiero oír tus excusas, Lukka. Ya he tenido suficiente— dijo con determinación. 

Mi corazón se hundió aún más, y sentí un vacío enorme en mi pecho. Entonces, antes de que pudiera decir algo más, lo besé, sus labios encontraron los míos en un suave y apasionado beso. Fue un beso lleno de emociones encontradas: amor, nostalgia y esperanza. Cerré los ojos, dejándome llevar por el momento, olvidando por un instante todo lo que nos había separado. 

—¿Pero qué crees que haces?— su rostro se transformó en una mezcla de rabia y dolor. Sin previo aviso, me abofeteó, separándonos abruptamente. El golpe me tomó por sorpresa, y me quedé mirándolo, sintiendo el ardor en mi mejilla. —No puedes simplemente venir aquí y besarme como si nada hubiera pasado— exclamó, en su voz había una mezcla de dolor y enojo. Se levantó del banco y se alejó de mí. Sus palabras resonaban en mi mente, y sentía cómo todo lo que creía y tenía se había derrumbado en un abrir y cerrar los ojos. 

—Lo siento... —murmuré, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta.

—Lukka, ¿qué estás haciendo?—exclamó Jesús, acercándose. 

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