La cita
El día de la cita con Jesús llegó. Me sentí emocionado y ansioso por verlo nuevamente después del beso que compartimos. La tarde estaba cálida y el sol se reflejaba en las hojas de los árboles, creando una atmósfera agradable en el campo donde nos encontraríamos. El mejor ambiente para pedir ser novio de alguien. Si lo sé, me ilusiono rápido. Mis padres me castigaron y no me dejarían salir en toda la semana, solo por no avisar que iba a estar fuera de casa, a veces se pasan. Alisté la ropa que me iba a poner y bajé a almorzar. Luego le escribí a Elena, quería saber como se sentía, le marqué muchas veces, pero me mandaba a buzón. Quise ir a visitarla, pero ya me tenía que bañar para la cita con Jesús. Así que decidí dejarla descansar un rato y luego comunicarme. Me bañé y me vestí. Salí cuando mis padres se durmieron y puse seguro a la puerta de mi cuarto. Para cuando llegara, entraría por la ventana e hiciera como si hubiera estado durmiendo. solo podría disfrutar de la compañía de Jesús por unas horas. Así que había que aprovechar al máximo ese tiempo.
Mientras tanto, en la casa de Jesús...
—Paula... ¿Tomaste las fotos?
—Claro, aquí están— Le muestra las fotos a Jesús y él se ríe.—Estás seguro de que no te enamorarás de David?—
—¿Dudas de mi heterosexualidad? — dijo Jesús, con firmeza y seriedad.
—No, claro que no, pero entre beso y beso te puedes...— en la cara se le dibuja una sonrisa un poco pervertida.
Paula se ríe y Jesús pone una cara aún más seria.
—Ya sabes que así es el plan, enamoro a David y lo separo de Elena, luego enamoro a Elena y me olvido de él.
—¡¡¿Y en dónde quedo yo?!!—exclama Paula, muy descontenta.
—Sabes bien que no te quiero, somos amigos con derechos, nada de novios ni esas cosas. Solo tenemos sexo cuando queremos y donde queremos, ¿ok?—
— Está bien—baja la mirada y se pone muy seria.
Jesús se pone muy incómodo y la consuela con un beso. Mira el reloj y ve que son las 3:50 pm, se levantó rápidamente de la cama y corrió a bañarse. Salió del baño, se cambió y se fue al campo. Antonia se montó en su carro y se fue.
Mientras tanto... en el campo
El campo donde acordamos encontrarnos estaba impregnado de una atmósfera encantadora. La tarde estaba cálida y el sol proyectaba su luz dorada sobre el vasto paisaje verde. Las suaves brisas acariciaban suavemente mi piel mientras me adentraba en el campo, sintiendo la hierba suave bajo mis pies. A lo lejos, el campo se extendía hasta donde alcanzaba la vista, adornado por un sinfín de girasoles que se erguían con orgullo, siguiendo la trayectoria del sol. Sus brillantes pétalos amarillos parecían sonreír al cielo, creando un mar dorado que inundaba el paisaje y daba vida a cada rincón. permanecí observando el panorama durante varios minutos y ya empezaba a aburrirme.
—Se le habrá olvidado, o ¿me estaba jugando una broma?— Digo en mi mente.
Ya estaba cansado de esperar y ya me iba. A los segundos apareció Jesús, caminando hacia mí con una sonrisa deslumbrante. Sus ojos verdes brillaban como esmeraldas bajo la luz del sol, y su cabello castaño oscuro se movía con gracia al compás del viento. Su presencia irradiaba calidez y ternura, como si todo el campo se iluminara con su sola presencia.
—Perdón por llegar tarde, el tráfico estaba pesado—
—No te preocupes, total acabo de llegar— Si, claro. —¿Para qué traes eso?— Señalo la canasta.
—Haremos un picnic. ¿Te gusta la idea?— respondió Jesús, con un brillo travieso en sus ojos.
—Sí, claro, me gusta la idea, suena divertido— respondí, sintiendo cómo la emoción crecía dentro de mí.
Jesús se me acercó y me besó. Desplegó la manta dorada en el suelo, y juntos nos sentamos, rodeados por la naturaleza en su esplendor. La brisa jugaba con nuestras ropas mientras compartimos risas y miradas cómplices. Jesús abrió la canasta revelando un festín de sabores. Sándwiches de pan fresco rellenos de combinaciones de jamón, queso y vegetales, poseían una tentadora apariencia. Las fresas, jugosas y escarlatas, con un aroma embriagador que invitaba a saborear su dulzura. El chocolate blanco, delicado y cremoso, se presentaba dispuestos en un recipiente. Los jugos de mora reposaban en botellas de cristal, cuyo color púrpura intenso evocaba la riqueza y frescura de la fruta. Y para coronar el festín, helados de diferentes sabores, listos para brindar una agradable explosión de sabores en cada cucharada.
Cuando terminamos de comer los sándwiches, nos recostamos sobre la manta, nuestros dedos entrelazados mientras contemplábamos el cielo. Las nubes flotaban como esponjosas en el firmamento, dibujando formas y figuras que desataban nuestra imaginación. El ambiente se llenó de un sentimiento mágico, como si el universo mismo estuviera celebrando nuestro encuentro, era el día más feliz de mi vida. La tarde continuó con las fresas bañadas en el suave chocolate blanco. Jesús tomó una fresa y con un brillo travieso en los ojos, la acercó a mis labios. No pude resistir la tentación y acepté su regalo, disfrutando el contraste de sabores que inundó mi paladar. Luego, tomé otra fresa y con una sonrisa, la ofrecí a Jesús, como un gesto de cariño y complicidad compartida.
Para cerrar el banquete, nos deleitamos con los pasteles. Cada bocado se llenaba de risas y complicidad, fortaleciendo el lazo especial que nos unía esa tarde. El sol empezaba a descender en el horizonte, bañando el campo con una luz dorada que iluminaba nuestros rostros y acentuaba la belleza del momento. El campo se convirtió en nuestro refugio de amor, y mientras nos volvíamos a tumbar sobre la manta, mirando hacia el cielo, todo parecía detenerse a nuestro alrededor. En ese campo tan mágico junto a Jesús, me sentía como si estuviera viviendo un sueño. Cada detalle de aquel encuentro quedó grabado en mi memoria con letras de amor imborrables. Aquel campo se convirtió en el lugar donde florecería nuestro amor, un capítulo mágico y eterno en la historia de mi vida. Borrando así, todos aquellos errores del pasado que me atormentaba.
—¿Te gustó el picnic?—me pregunta Jesús mientras me toma de la mano.
—Me encantó, muchas gracias por todo esto— sonrío, sintiendo cómo mi corazón se llena de alegría.
—¿Quieres caminar un rato?— Se pone de pie y extiende su mano hacia mí.
—¡Sí, vamos!— digo emocionado, entrelazando mis dedos con los suyos.
Le tomé la mano y me levantó, era muy romántico: Así, tomados de la mano, nos perdimos en la inmensidad del campo, dejando que nuestros pies nos guíen hacia donde quieran, explorando cada rincón y disfrutando de la compañía del otro. Caminamos en silencio, disfrutando de la serenidad del lugar y de la compañía mutua. Cada tanto, nuestras miradas se cruzan, y en esos instantes, el tiempo parece detenerse. Es como si solo existiéramos tú y yo en medio de aquel paraíso natural. Cada detalle, cada instante compartido, se convirtió en un recuerdo atesorado en nuestros corazones.
Luego, Jesús me pide que cierre los ojos, y obedezco sin cuestionar. Siento cómo la emoción se apodera de mí, preguntándome qué sorpresa me tiene preparada. Su voz suave me indica que abra los ojos. Allí, frente a mí, veo un anillo deslumbrante en una caja pequeña caja rosa, Mi corazón da un vuelco en mi pecho al comprender sus intenciones.
—¿Quieres ser mi novio?— su voz tiembla ligeramente, y en sus ojos encuentro una mezcla de esperanza y nerviosismo.
No puedo contener mi felicidad, y las lágrimas de alegría brotan de mis ojos mientras asiento con emoción.
—¡Sí, sí quiero! —respondo, sintiendo cómo mi corazón se desborda de amor.
Jesús sonríe radiante y coloca suavemente el anillo en mi dedo. Nos fundimos en un tierno y apasionado beso, como sellando ese momento para siempre en nuestras almas.
Me tomó de la mano y fuimos a buscar las cosas, ya que era un poco tarde. Después de hacerlo, nos montamos en el carro de Jesús. Con una mezcla de emoción y nerviosismo, me lleva a casa. Agradezco en silencio que mis padres estén ocupados en sus trabajos, permitiéndome entrar por la ventana sin ser descubierto. Me acuesto en la cama, con mi corazón aún latiendo con fuerza por lo que acaba de suceder. Al rato decido escribirle a Elena, preguntándole si podía ir a visitarla, y de paso contarle lo que me había pasado. Me respondió al instante, me dijo que ella me iba a visitar. Poco después, la escucho tocando la puerta, y mi corazón se llena de alegría al abrirla y encontrarme con su cálida sonrisa. La abracé y la tomé de la mano para llevármela a mi cuarto.
—¿Cómo te sientes?— le pregunto, preocupado por su estado de ánimo.
—Un poco mejor—sonríe levemente, aunque sus ojos aún reflejan cierta tristeza —¿Y tú, cómo estás?—
—Muy feliz, hoy tuve una cita con Jesús, ¿y adivina que me dijo?— Respondo emocionado, sintiendo que mi corazón va a explotar de felicidad.
—¡¡¿Qué te dijo?!!—me pregunta muy ansiosa, sin poder ocultar su entusiasmo.
Muestro el anillo con orgullo, y ella se tapa la boca con la almohada antes de soltar un grito emocionado.
—¡¡¡ahhh!!!!!. No lo puedo creer— exclama, y su rostro se ilumina con una amplia sonrisa—. Me alegro muchísimo por ti, David. Te mereces ser feliz. —
Su alegría es contagiosa, y por un momento, olvido las preocupaciones que me aquejaban sobre cómo contarle lo de Antonio. Solo quiero disfrutar este momento de felicidad con mi amiga, quien ha sido mi apoyo incondicional desde siempre.
—Gracias, Elena. Realmente aprecio tu amistad y tu apoyo —le digo sinceramente, abrazándola con cariño.
Ella corresponde al abrazo, y puedo sentir el calor de su afecto. En ese instante, sé que tengo que ser honesto con ella. La confianza entre nosotros es lo que nos ha mantenido unidos a lo largo de los años, y no puedo ocultarle nada.
•NOTA DEL AUTOR•
¡Hola queridos lectores! En este capítulo, quise sumergirnos en un hermoso y romántico momento desde la perspectiva de David. Quería transmitirles la magia y la emoción que él experimentó durante su picnic en el campo con Jesús. Algo que no es mi estilo, pero quise tener ese detalle. Los detalles del ambiente y las sensaciones compartidas por nuestros protagonistas buscan conectarlos aún más con la historia. En lo poco que se ha leído, hemos conocido a Jesús como un chico encantador y amable, pero en este capítulo, se revela otro aspecto de su personalidad.
Jesús admitió ante Paula que está jugando con los sentimientos de David, y esto es algo que no podemos ignorar. Quise mostrar esta faceta de Jesús para resaltar que los personajes, como las personas reales, tienen complejidades y contradicciones en su comportamiento. Es importante recordar que todos somos humanos y cometemos errores, pero eso no justifica lastimar a alguien más.
Además, no puedo dejar de mencionar la fuerte amistad entre David y Elena, una amistad que trasciende cualquier obstáculo. Elena siempre está ahí para apoyar a David, y a través de ella, quería enfatizar la importancia de la amistad verdadera en nuestras vidas.
No se pierdan el próximo capítulo y gracias por seguir leyendo :3.
❤ si les gusta la historia no se olviden de votar y comentar, nos vemos luego❤
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