Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✣ 9 ✣

El viaje hasta el palacio del duque Stuker, aún que sólo duró diez minutos, a Ciel le pareció el más largo que había tenido que soportar.

Ni siquiera le dirigieron la palabra después de acomodados sobre los cojines de terciopelo marrón del carruaje.

Cuando el coche llegó al palacio de Stuker, una abultada imitación de uno de los palazzos de Palladio, de Vicenza, dos carruajes con invitados madrugadores acababan de parar delante de ellos.

Ciel, a través de la ventanilla, se puso a contemplar el palacio mientras los Phantomhive esperaban su turno de recepción.

Sus amplias ventanas rectangulares ubicadas entre las pilastras aparecían inundadas de luz y a través de ellas salían acordes musicales.

Era una noche singular, intempestivamente cálida y suave, con brillantes estrellas y un cuarto de luna iluminando el cielo sin nubes.

Cuando Ciel era ayudado a bajar del coche por uno de los criados del duque, de pronto giró la cabeza convencido de haber un rostro familiar.

¿ Estaría equivocado ?.

No.

Era realmente su antiguo cochero, Bard O'Rourke, ocupando el coche anterior al de sir Grey.

Bard, envarado e incómodo dentro de su librea verde aderezada con charreteras, también lo había visto a él y su cara rápidamente se transformó en un sonrisa.

Ciel hecho a andar hacia Bard con una ligera mueca de alegría.

Pero, para su sorpresa, la alarma se dibujó en los ojos del cochero, quien le previno, con un movimiento de cabeza, para que no se le acercara.

El se dio cuenta entonces que había dado un terrible faux pas queriendo ir a hablar con él.

La gente de categoría no hablaba con los criados ajenos ante los palacios de los duques.

De mala gana, Ciel dio media vuelta y siguió a sir Grey y a sí esposa por las escalinatas de mármol de entrada al palacio.

El nuevo amo de Bard, un hombre de aspecto disoluto de unos treinta años, iba delante de ellos y se tambaleaba ligeramente mientras intentaba subir las escaleras.

Lady Phantomhive, observando la inestabilidad de su postura, dijo con desdén a su esposo:

- Veo que el vizconde Elliot lo ha estado celebrando antes del baile. Ya anda encandilado.

Sir Grey se limitó a hacer una mueca y sonreír.
Penetraron en un amplio salón.

A Ciel le pareció que todos sus arcos eran sustentados por columnas estriadas, con decoraciones de frescos sobre figuras mitológicas.
Hasta el mármol tallado que cubría el manto de la chimenea contenía un fresco oval con Zeus lanzando rayos en una tormenta.
Aún que era un trabajo hecho intrincada y hábilmente, su efecto total no resultaba agradable.

De hecho, a Ciel le pareció más bien de mal gusto.

El salón de baile a donde fueron conducidos era enteramente distinto a cuánto Ciel había visto jamás.
Estaba dominado, más bien abrumado, por una gigantesca lámpara, tal vez de diez pies de diámetro, colgada sobre su centro geométrico exacto.

A un extremo del salón, sobre la tribuna de músicos, la orquesta estaba interpretando un vals y el pavimento se hallaba cubierto de parejas que giraban.

Las mujeres, vestidas de seda y sartenes, lucían costosas joyas que rutilaban a la luz de la gigantesca lámpara, y los hombres aparecían así mismo esplendentes con sus casacas y calzón corto de terciopelo y satén.

Cuando Ciel entro en el salón, varios hombres se volvieron a mirarle con interés y él se sintió casi desnudo con su vestido azul de seda.
Si escote cuadrado era tan amplio y bajo que solo ofrecía una banda estrechisima y casi transparente de material para cubrir su pecho, así dejando sus hombros demás descuentos.

El cabello lo llevaba recogido sobre la cabeza en una combinación de remolinos y bucles que coronaban la delicada belleza de su rostro.

Sir Grey le fue conduciendo a través del salón de baile, sin dejar de mirar a su alrededor en busca de compañía apropiada.
Se limitó a intercambiar reverencias de cabeza, sin detenerse, hasta que descubrió a un joven elegante vestido con chaqueta de terciopelo púrpura sobre almilla con brocados de color crema.
En los pliegues de su chalina lucía un abultado diamante y otro igual de grande en un anillo de su dedo medio.

Sir Grey señaló hacia el con un movimiento de cabeza.

- Fitzhungh Flynn no tiene título, pero su padre posee más dinero del que podría gastar - le dijo a Ciel.

Una vez hecha las presentaciones entre Ciel y Flynn, era evidente que Air Grey estaba ansioso por dejarles solos.
Y empezó a actuar tal como tenía previsto.

- Mi primo es nuevo en la sociedad de Londres y no conoce aquí a nadie - dijo -. ¿ Sería usted tan amable de cuidar de él mientras yo busco a mi esposa ?.

Ciel se ruborizó ante la transparencia del plan de su primo para dejarle solo con Flynn, pero no se le ocurrió nada para salvarse de tan embarazosa situación.

Se quedó en silencio viendo como se alejaba sir Grey.

Flynn no hizo ninguna tentativa por entablar conversación con el, sino que prosiguió examinando la estancia, con los labios fruncidos como prueba de ceñudo aburrimiento mientras giraban las damas, bellamente acicaladas, y sus acompañantes luciendo atuendos no menos vistosos.

La atención de Ciel fue atraída por una bella joven de unos veintitrés años, con vestido amarillo estilo imperio.

Llevaba peinado a la griega su rizado pelo rubio, con una cinta en la cabeza, y sus ojos azulados con destellos verdes, recorrían inquisitivos la habitación en busca de alguien.

Parecía tan desgraciada y nerviosa que Ciel no pudo por menos que sentir pena por ella.
De cualquier manera, sintió que podía haber herida una fibra de simpatía común entre ambos y que podrían confiar la una en el otro.

Finalmente, cansado del largo silencio, trato de suscitar la conversación de Flynn.

- Es un bonito salón, ¿ Verdad ? - insinuó sin pensar, e inmediatamente se preguntó por qué habría dicho semejante mentira.

Realmente no se le ocurría otra cosa que decir.

Flynn le miró como considerándolo completamente loco o necio, o tal vez ambas cosas, y refunfuñó:

- Es un salón grotesco. No puedo imaginarme que se haya invertido tanto en un sitio con tan horribles resultados. Stuker caerse totalmente de gusto - sacudió una hilaza imaginaria de la manga de su chaqueta -. Yo conozco bien la elegancia - dijo ufano.

Una voz menuda detrás de Ciel los interrumpió.
Ciel se volvió y vio que era la bella joven que antes atrajera su atención.

- Lady Elizabeth - dijo Flynn, haciéndole una ligera inclinación de cabeza. Con un brillo sardónico en sus ojos, añadió -: Hoy mismo he tomado el té con Lord Joker Pembroke.

Lady Elizabeth se azoró un poco y su voz tembló de ansiedad.

- No le veo por aquí está noche - comento.

- Sintió mucho perderse el baile del dique - contesto Flynn con tono suave.

- ¿ Perderse ?... ¿ No va a venir ?. Pero si prometió... íbamos... - la voz de muchacha se quebró y Ciel pensó que iba a soltar lágrimas.

Era evidente que Lady Elizabeth estaba muy enamorada del ausente Lord Joker.

- Desgraciadamente, su padre exigió su compañía por ser la última noche que pasaba en Inglaterra - había un atisbo de malicia en la voz de Flynn -. Lord Joker jamás osaría contradecir al conde de Blandshire.

Lady Elizabeth se esforzaba increíblemente por contener sus emociones, y Ciel decidió romper aquel molesto silencio.

- ¿ A dónde se va Lord Joker ? - pregunto.

- A América - replicó Flynn.

- ¿ Y por qué... por que a de partir tan pronto ? - pregunto Lady Elizabeth, a punto de saltarsele las lágrimas.

- De no ser el Golden Drake, pasarán semanas sin que zarpe ningún otro barco rumbo a esa parte de América donde Lord Joker desea ir. Además, un viaje así de incómodo hay que ir a bordo del mejor buque posible.

- ¿ Adónde se dirige - pregunto Ciel.

- A Washington - dijo Flynn desdeñoso -. Es solo una ciudad solo apta para cerdos. Yo trate de disuadirle, pero protesto diciendo que era necesario. Negocios, dice, aunque en estos tiempos es un lugar muy raro para que un Lord inglés vaya a hacer negocios.

Lady Elizabeth, que había logrado dominar la amenaza de sus lágrimas, parecía considerar la observación de Flynn como un desdoro contra su amado.

- Fitz, no encuentra usted nada satisfactorio, ni siquiera en Inglaterra. Me preguntó que le impulso a visitar los Estados Unidos sabiendo lo inferiores que serian allí.

- Al contrario; algunas grandes plantaciones de Virginia son sumamente civilizadas, incluso elegantes.

El interior de Ciel sufrió una conmoción al mencionar aquel lugar. Su misterioso americano era de Virginia.
Naturalmente, él no viviría en una de aquellas grandes plantaciones.
Tampoco indicaba si capa barata o su decrépito caballo que fuera un rico terrateniente.

- ¿ Cual fue el lugar más bonito que vio usted en América ? - pregunto Lady Elizabeth.

- Willowmere - respondió Flynn sin dudarlo -. No tiene rival con nada de lo que pueda encontrarse en Inglaterra. Naturalmente, fue construida por un antiguo inglés, el hermano del marqués de Pelham.

- ¿ El hijo del viejo marques repudiado ? - pregunto Lady Elizabeth -. ¿ El principal agitador que condujo la rebelión contra el rey ?.

Flynn asintió.

- Sus lealtades pueden ser cuestionables, pero no sus gustos, se lo aseguro. Willowmere haría avergonzarse al Pelham Hill del marqués.

Un joven se acercó a Lady Elizabeth para pedirle un baile.

Cuando nos se alejaba, Flynn dirigió hacia Ciel un suspiro de fastidio.

- Lady Elizabeth es una necia, malgastando su amor con Lord Joker.

- ¿ Por que ?, ¿ Es que el no la ama ? - pregunto Ciel.

Flynn lanzó una risa áspera.

- A Lord Joker no es el amor lo que le interesa, si no el dinero. Ella posee una dote sustancial, pero cuando Lord Joker deposite su título en una dama será por una suma de libras muy superior a lo que Lady Elizabeth pueda proporcionarle.

Ciel fue asaltado por la incomoda sensación de que estaba siendo espiado.

Al mirar hacia el otro extremo del salón, vio con espanto que el duque Trancy había entrado en la estancia y le estaba observando intensamente.
Un lacayos le sostenía por cada lado.

Dos hombres que había cerca a el comentaron:

- El duque Trancy está cada día más gordo.

- Y también más sádico, según dicen las chicas de Madame de la Chartres - añadió su compañero.

- ¿¡ Que me dices !? - exclamó con sorpresa el primero -. Yo ya no le creía capas de eso. Claro que la Madame tiene las meretrices más bellas y hábiles de toda Inglaterra. Me imagino que sí hay alguna mujer capaz de complacerle, es en casa de la Madame.

- Me parece que ni allí tampoco - dijo el segundo -. Para excitar al duque hace falta muchísima habilidad.

Aquellas palabras oídas al azar llenaron a Ciel de hastío y pusieron náuseas en su estómago.
El salón de baile le resultaba ahogador y ruidoso y las desdeñosas maneras de Flynn, opresivas.

Un pálpito sordo empezó a golpear en su cien.

Necesitaba desesperadamente escapar hacia una atmósfera más fresca y silenciosa.

Se excusó con Flynn y salió al vestíbulo.
No había nadie, excepto el vizconde Elliot, que se encontraba sentado en una silla bajo los efectos de un estupor de beodo.

Vago a través de varias habitaciones, pero todas estaban ocupadas, unas por pequeños grupos de hombres y otras por parejas unidas entre sí con distintos grados de intimidad.

Finalmente encontró una pequeña antesala vacía y se refugió en ella.
En un rincón había un biombo chino lacado que ocultaba una silla y una mesa pequeña.

Ciel se deslizó tras aquella barrera protectora a fin de poder evadirse de sir Grey, no fuera el caso que hubiera notado su ausencia en el salón de baile y lo escribiera buscando.

En su prisa por ocultarse, no había visto una puerta entreabierta junto al biombo, atraves de la cual oyó ahora que se filtraban voces.
Esta habitación era sin duda una pequeña sala de espera para la pieza mayor que había al otro lado de la puerta.

Cuando logró captar bien el sonido de las voces procedentes de la habitación contigua, reconoció una de ellas como la de sir Grey.

Estaba diciendo con gran deferencia:

- Ha sido muy generoso, Su Exelemcia.

- Solo para asegurarme de que usted cumple su parte en este negocio - jadeo otra voz muy cerca de la puerta entreabierta.

Era el duque Trancy; aquel sonido resultaba inconfundible en los oídos de Ciel.
Aunque el duque no le había hablado directamente a él antes, le había oído dirigirse a sus criados.

- Desde su madre, no he puesto los ojos en ningún otra mujer o doncel, que encienda tanto mis deseos - continuó Trancy - y lo conseguiré. Esta vez me saldré con la mía. Si se me escapa - era tan claramente siniestra la amenaza de su voz, que Ciel sintió unas punzadas detrás del cuello -, le juro que le destruiré, sir Grey. No voy a ser humillado dos veces por su familia.

- Lo tendrá, Excelencia - se apresuró a asegurarle sir Grey -. Se lo llevaré yo mismo mañana.

- Asegúrese de que el doncel no sepa nada de nuestros planes hasta que esté a buen recaudo dentro de mi palacio. Así no podrá huir como hizo su madre.

- ¿ Por que no llevarlo esta misma noche ? - interrumpió quisquillosa Lady Phantomhive.

- Mis medidas de seguridad no han terminado del todo. Cuando estén concluidas habrá terminado su libertad - río entre dientes con malicia el duque -. Y él deplorará el día que lo engendró su madre.

Cuando Ciel comprendió el significado de lo que estaba oyendo, tuvo que llevarse las manos a la boca para no gritar.

Corrió hasta una puerta vidriera de dos hojas y, a pesar del frío de la noche y de la parquedad de su vestido, salió al exterior para devolver la cena sobre un macizo del jardín.

Al no sentirse mejor volvió a entrar trémulo de miedo.

¿ Que mayor vergüenza podría recaerle que convertirse en la concubina de Trancy ?.

De una forma u otra estaría, tenía que escapar.

¿ Pero como iba a realizar tan imposible hazaña ?.

Exceptuando a Alois, no tenía amigos.
Su mente trabajaba con frenesí.

Tenía que llegar hasta Alois, aunque ello significará irse a aquella horrible tierra llena de convictos y salvajes, la tierra culpable de la ruina de su padre.
Aquella perspectiva lo turbaba, pero nada había tan terrible, nada en absoluto, como caer en las garras del duque Trancy.

Alois le ayudaría; era el único que iba a hacerlo.
Tenía que encontrarlo.

Fitzhungh Flynn había dicho que un barco, el Golden Drake, zarpaba al día siguiente.
El poco dinero que le había dejado su padre bastaría para pagarse el pasaje a Washington.
Una vez que encontrará a Alois, este cuidaría de él.

La única dificultad estaba en abandonar la casa de sir Grey sin que lo vieran.

Se asomó al vestíbulo y vio al cochero Bard O'Rourke inclinado sobre el cuerpo de su amo el vizconde, que seguía borracho encima de la silla.

- Bard - exclamó el doncel con voz ta desesperada que alarmó al cochero.

- ¿ Que le ocurre ? - pregunto.

Los dedos de Ciel se hacieron al brazo de Bard.

- Sir Grey va a obligarme a que me convierta en el querido del duque Trancy.

La cara de Bard hizo un gesto de desagrado.

- Ese cerdo - escupió -. Su padre de usted se revolvería en su tumba. Y también su madre.

- Tienes que ayudarme a escapar - suplico Ciel -. Si me ayudas... te diré lo que hay que hacer - el plan surgió como un fogonazo en su imaginación, y se lo explico -. Mañana al amanecer debes ir con un coche a recogerme a la casa del padre de Lady Phantomhive, en Berkeley Square, para llevarme a los muelles.

- ¿ Y que haría allí un señorito como usted ? - pregunto Bard, escandalizado.

Rápidamente, Ciel le explicó si necesidad de llegar hasta Alois.

Viendo su cara de dudas añadió:

- Alois es el único pariente mío que me ayudara. Tú lo conoces, Bard. Me lo sugeriste tu mismo el día que mencionaste a Lord Klaus, cuando te fuiste de Northlands. No hay nadie más. Es la única manera.

Bard todavía parecía dudar:

- Pero usted no puede embarcarse solo. No es muy probable que el capitán deje subir a bordo a un señorito soltero que quiere viajar solo.

El doncel se quedó mirándole, momentáneamente indeciso, pero enseguida se le ocurrió una solución.

- Diré que soy el esposo de Alois y voy a reunirme con el.

Viendo lo desesperado que estaba, Bard accedió.

- Bueno, no seré yo quien lo abandone ahora que me necesita. Esperen al amanecer en la puerta de su primo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro