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Westlern Connor paso la mano sobre el brazo de Sebastián para impedir que efectuase un segundo disparo.
— No seas loco. Ese disparo no ha hecho más que advertirles de que sabemos quienes son y lo que son, y huirán en seguida.
— ¿ Y que más da ? — el tono de Sebastián estaba preñado de amargura —. Si el Black Wind estuviera al otro lado del océano tendríamos las mismas posibilidades de recuperar a Ciel.
— ¡ Miren ! — grito Ronaldo —. ¡ Están izando una bandera !.
Los tres hombres contemplaron pasmados de asombro como ondeaban a la leve brisa del atardecer la enseñan de las Barras y Estrellad.
— No lo entiendo — dijo Ronaldo mirando a la bandera.
Pero Sebastián si lo entendía.
— Es Devil — dijo dándose una palmada en la pierna —. Estoy seguro de ello. Debe haber capturado al Black Wind y esperó aquí para atrapar a Pembroke cuando viniera a la cita. Apuesto a que Su Señoría ni siquiera sospechaba que iba a salir así las cosas. Ni nosotros tampoco.
Sebastián miró con el catalejo al pequeño bote que se había llevado a Ciel a la goleta y que ahora ponía proa hacia la costa.
A pesar de la creciente oscuridad, Sebastián reconoció a Penn.
Se puso a bendecir a su cuñado con el mismo fervor que minutos antes le había maldecido.
Ciel estaba a salvo.
Cuando el bote se aproximaba a la orilla, Sebastián corrió a su encuentro salpicando las aguas, sin tener en cuenta que llevaba puesta las botas de montar.
— Penn, ¿ Esta bien mi esposo ? — grito frenético, salpicando agua por todo su alrededor.
— Tu esposo esta perfectamente a pesar de todo, pero tu hermana tuvo que disparar contra ese necio inglés antes de que tuviera tiempo de clavar un cuchillo en la espalda del Capitán.
— ¡ Mally !, ¿ Es que esta también a bordo ?.
Penn hizo un guiño.
— ¿ Te imaginas que se iba a quedar en casa habiendo aventuras a mano ?.
Connor grito desde la orilla.
— Sebastián, tú vete a bordo y únete a tu familia. Ronaldo y yo recogeremos tu caballo y volveremos al Rappahannock para extender la buena nueva de que el Black Wind ha sido capturado. Y da las gracias en mi nombre a ese cuñado tuyo que ha sido una bendición para nosotros.
Sebastián asintió y subió al bote.
Le era imposible ir quieto en su asiento y se agitaba lleno de ansiedad mientras remaba Penn hacia el Black Wind.
A pesar de las seguridades recibidas de que Ciel estaba a salvo, no se quedo tranquilo hasta que lo vio con sus propios ojos.
— ¿ Que le hizo mi hermana a Pembroke ? — le pregunto a Penn.
— Le hirió en el brazo. Fue un buen tiro.
Cuando el bote se arrimo a la goleta, Sebastián ascendió impaciente por las escaleras, salto a la borda y tomó a Ciel entre sus brazos.
Fue tan largo y apasionado el beso de su reencuentro, que finamente Mally tuvo que carraspear a su lado.
Medio riendo le dijo:
— Querido hermano, después de casi dos años sin verme estoy abrumada por el recibimiento que me haces. ¿ Puedes dedicarme un poco de tu tiempo ?.
Sebastián alzo la cabeza, y sin soltar la presión que ejercía sobre Ciel con el brazo izquierdo, abrazo fuertemente a Mally con el derecho.
Hizo un guiño a su hermana y dijo:
— Quiero presentar a la mujer y al doncel más importantes de mi vida.
— Ya nos conocemos — dijo Mally sonriendo —. Y debo felicitarte por haber elegido para mi este pequeño hermano político. Estoy muy complacida.
Todavía sin soltar a su esposo ni a su hermana, Sebastián levanto la cabeza sobre ellos en dirección a su cuñado.
— Claude, gracias a dios que llegaste a tiempo. No sabes la desesperación que sentí al ver que Ciel era subido a este maldito barco pirata. Pensé que lo había perdido para siempre.
— Pembroke no volverá a causarte más molestias — dijo Claude.
— Lord Joker lo pasa siempre muy mal a manos de las mujeres y los donceles Michaelis — dijo Sebastián, haciendo un guiño a su hermana —. Primero Ciel le pega un tiro en la pierna, y tu ahora tengo entendido que has añadido más plomo a su vil esqueleto.
Mally frunció el entrecejo.
— Ha sido un cretino, y eso es mucho peor que ser un pirata.
— Ya es hora de que zarpemos — dijo su esposo —. OS llevaremos a ti y a Ciel al Rappahannock.
Claude se puso a dar ordenes con voz recia y la cubierta del barco se convirtió en un hervidero de hombres que corrían a sus puestos y trepaban por la arboladura para largar velas.
Cuando el buque se puso en movimiento, miles se separó de Ciel y su hermana y le preguntó a Claude:
— ¿ Que paso cuando avistaste los barcos piratas ?.
Su hermano político refunfuñón:
— Los otros dos navíos ni siquiera merecían la pena del esfuerzo que hice para equipar un barco y salir en su búsqueda. Mande uno a pique y capture al otro cuando venían de saquear la plantación de Beaumont. Este barco y su capitán Flint eran más dignos de tal esfuerzo. Logro escurrirse y escapar mientras despachaba a los otros dos, huyendo hacia el norte más bien que hacia el sur, en dirección hacia la desembocadura de la bahía, como yo había esperado que hiciera.
Claude observo con ojo experto las maniobras de su tripulación.
Una vez satisfecho de que todo se realizaba debidamente, se volvió hacia Sebastián.
— Afortunadamente, el capitán el segundo barco, un tal Mondello por nombre, fue bastante expresivo cuando vio que con ello podía salvar su maldito cuello. Me dijo que Trancy estaba financiando a los piratas. El verdadero motivo del duque, por supuesto, era como había pensado Jefferson: alimentar el descontento entre nosotros y echarnos de nuevo en brazos de Inglaterra.
Mally estuvo escuchando en silencio al lado de su esposo.
Le agarro con un brazo alrededor de la cintura y los dos intercambiaron la sonrisa propia de una pareja feliz que lleva largo tiempo de matrimonio.
— También me dijo Mondello — prosiguió Claude dejando de contemplar el bello rostro de su esposa —. Que ninguno de ellos se atrevía a regresar sin Ciel a Inglaterra. Pensaban apresarlo cuando asaltaran Willowmere, que habría de ser anoche, si yo no hubiera estropeado sus planes. Entonces comprendí que el Black Wind estaría navegando hacia el Rappahannock en un ultimo y desesperado esfuerzo por capturar a Ciel. Pero el capital Flint no era un tonto. Como sabia que yo le habría apresado si hubiera navegado río arriba, desistió de ello y Pembroke se vio obligado a seguir por tierra para raptarlo. Lo que ignoraba el capitán Flint era que yo conocía muy bien la bahía y el lugar de su escondrijo.
— Ofreció mucha resistencia — apunto Mally.
— En efecto, pero no lo suficientemente astuta, y una vez que le aloje una bala en el corazón, su tripulación se rindió enseguida.
Sebastián sonrió.
— ¿ Te ha abierto esto el deseo de volver al mar ?.
Claude atrajo contra si a su esposa.
— Cuando termino la revolución y compre la plantación, admito que creía que iba a echar mucho de menos al mar. Pero no me he arrepentido de aquella decisión. Ahora todo lo que necesito es una tierra rica y mi esposa e hijos alrededor de mi — inclino la cabeza y beso superficialmente a su mujer —. Además, si yo volviera al mar, ¿ Quien iba a cuidar de esta leona ?.
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