Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

✫ 59 ✫

Cuando Ciel se despertó, el sol iba escalando el cielo hacia su cenir.

Su cuerpo estaba apoyado contra Sebastián y un brazo de este se extendía protector por encima de el.

El hombre todavía dormía y su pelo azabache se enroscaba por el rostro que presentaba una relajación de serena felicidad.

Los labios de Ciel se rizaron en una inconsciente sonrisa el recordar la noche que acababan de pasar.

Incapaz de resistirse, alzo la cabeza y le beso en la mejilla.

— Te quiero — murmuro el doncel.

Los ojos de Sebastián se abrieron soñolientos, y con la voz ronca del reciente despertar pregunto:

— ¿ Que ha sido eso, mi vida ?.

— Que te quiero — repitió Ciel.

Sebastián hizo un gesto de alegría.

— Eso me gusta mucho — su voz cobro mayor seriedad —. Pero también siento mucha curiosidad por saber que te hizo pensar finalmente que yo podría ser un marido digno.

Convencido ya de Sebastián lo amaba, Ciel confeso:

— Hace mucho tiempo que lo se. Lo supe la mañana que salimos de la hostería, después de nuestra boda.

Sebastián acabo de despertarse de golpe.

— ¿ Que ? — pregunto, incrédulo.

El doncel le acaricio la mejilla amorosamente.

— Entonces reconocí, al menos para mis adentros, la justedad de tus acusaciones contra mi padre y lo absurdo de sus ideales sobre títulos y otras cosas. Fue como si se me cayeran las vendas de mis ojos y pudiera verte por primera vez tal y como eras. Pero estaba tan enojado que no podía apasionadamente por un hombre que no me amaba y solo se había casado conmigo para burlar a sus vecinas.

— Te equivocas conmigo. Yo te amaba, querido. No podía evitarlo. Tenia que amarte. Por que aparte de estar ansioso por dar una lección a tu orgullo, no podía dejarte en manos de tu desaprensivo primo. Además, nada me hubiera obligado a casarme contigo, de la misma forma que nada me abría obligado a casarme con Grell si yo no hubiera querido.

— ¿ Que ? — farfulló Ciel levantando como un rayo la cabeza de la almohada presa de indignación —. ¿ Entonces, por que te mostrabas tan frío y desabrido conmigo ?.

— Estaba tremendamente excitado — la mano de Sebastián se puso a acariciar una de sus piernas —. Yo también tenia mi orgullo, y no iba a suplicar por tu mano o tu cuerpo si me rechazabas cruelmente a pesar de mis esfuerzos.

Ciel lo beso superficialmente.

— ¿ Lamentas, entonces, haberte casado ? — bromeó.

— He tenido mis compensaciones.

Lo besó y luego alzo la cabeza.

— Además, ya dije que la vida contigo no iba a ser aburrida — una amplia mueca partió el rostro de Sebastián —. Aunque confieso que las ultimas veinticuatro horas han sobrepasado mis más osadas expectativas, tanto dentro como fuera de esta cama.

Tiro del doncel y se puso a acariciarle la espalda y muslos.
Busco su boca y lo beso profundamente.

Tenia la barbilla áspera y sin afeitar, pero al doncel no le importaba.
Nada importaba sino su amor y su necesidad de él.
Sus manos lo acariciaban ahora y agitaba todo el fuego que él tenia en su interior.

Ciel respiraba a intervalos cortos.

Ambos se unieron en una urgencia mutua y se entregaron a una unión de salvaje abandono, gloriándose en el regocijo de su amor y en la más honda expresión del mismo.

Sebastián sabia exactamente como exacerbarlo, y entonces se contuvo hasta que Ciel no pudiera resistir más y estuviera a punto de desvanecerse de ansias por él.

Cuando finalmente el doncel no pudo esperar más, se asió al hombre y le fue guiando hacia su interior, donde ambos sabían que se iban a complacer plena y recíprocamente.

Fue algún tiempo después cuando Sebastián llamó a la servidumbre y pidió que les subieran el desayuno a la cama, pese a que ya era hora de comer.

— ¿ El señor no se da cuenta de lo que pensará la servidumbre pidiendo a estas horas el desayuno ? — bromeó Ciel cuando volvieron a quedarse solos.

— Gruñón — se quejo Sebastián de buen talante.

Cuando llegaron las bandejas repletas de huevos, jamón, fruta fresca y galletas, Ciel descubrió una pequeña pieza de metal en la bandeja se Sebastián.

Cogió el pequeño objeto y pregunto:

— ¿ Que significa esto ?.

Una extensa mueca de triunfo se apodero del rostro de Sebastián.

— Es el dedal de John. Está pagándome la apuesta que ha perdido conmigo. John a aprendido demasiado tarde que serias un buen esposo para mí y que le gustabas casi tanto como mi hermana Mally — Sebastián apretó amorosamente la mano de Ciel —. Estoy seguro de que no vas a tener más problemas con el.

— ¿ Por que te interesa tanto John ?.

Sebastián tomo un sorbo de café.

— Por que es mi tío, entre otras cosas. O, para ser mas exactos, casi mi tío; es uno de los descendientes ilegítimos de mi abuelo. Sí, el ilustre marqués de Pelham.

Ciel se atraganto de té.

— ¿ Y como vino aquí ?.

— La madre de él no era un receptáculo voluntario de la semilla de mi abuelo y huyó a  América. Vino a a pedir ayuda a mi padre y mi madre insistió en acogerla a ella y a su hijo.

— ¿ Y John ya no abandono esta casa ?.

— No. Éste es su hogar — Sebastián miro de reojo a Ciel a ver como reaccionaba ante esta revelación —. Y seguirá siéndolo, si él lo desea, mientras que yo sea el dueño aquí.

Aunque Ciel seguía un poco incomodo con el Jefe de llaves, asintió en señal de conformidad.
No podía decepcionar a su esposo.

Su aquiescencia arranco una sonrisa de satisfacción de los labios de Sebastián.

Cuando finalmente se levantaron, el día había transcurrido en buena parte.

No había terminado de vestirse cuando llego Margaret Connor.
Sus ojos escudriñaron precavidamente las caras de los Michaelis cuando descendían por la amplia escalera para salir a su encuentro en el vestíbulo de entrada.

Ya tranquila al ver su evidente aire de felicidad, Margaret les saludo con una sonrisa de alegría.

— Veo que finalmente los dos habéis escuchado a vuestros corazones — les dijo —. Me encontraba tan preocupada por la forma tan estúpida en que os comportasteis ayer que no he podido por menos de venir a ver como iban las cosas — sus ojos rutilaron con un súbito humor —. Me dice John que Hanna se fue muy rápida e inesperadamente.

Ciel se ruborizó, en tanto que Sebastián se reía.

— Me temo que Pembroke sigue entre nosotros — continuo Margaret.

— Me había olvidado de él — boqueó Ciel. ¿ Como sigue ?.

— Más que en la pierna, le has herido en su orgullo. Espero, sin embargo, que cuando tengas necesidad de disparar contra un varón, Ciel, lo hagas en casa de otro. Lord Joker dista mucho de ser mi invitado favorito.

— Supongo que esto me ha difamado — dijo Ciel mirando preocupado a su marido, en espera de verle furioso contra él.

Para su sorpresa, Sebastián se puso a sonreír.

— Las mujeres... O donceles de los Michaelis han sido siempre inconvencionales — dijo encongiéndose de hombros —. Me habría sentido terriblemente decepcionado si tu hubieras sido distinto.

Antes de que Ciel pudiera dar una aclaración a las palabras de su marido, Margaret dijo:

— No tienes que preocuparte de que Lord Joker cuente a nadie cómo recibió esa herida.

— Resulta embarazoso para él, ¿ Verdad ? — pregunto Sebastián.

— Y exasperante — el rostro de Margaret estaba serio —. Sería prudente, Ciel, eludir a su Señoría en el futuro.

Los ojos de Ciel fulguraban de rabia. Dijo:

— Ojalá no vuelva a verle más.

Cuando se fue Margaret, Sebastián y Ciel se quedaron delante del pórtico.

— Cariño, me temo que voy a dedicar un poco de tiempo de esta tarde a mi abandonada plantación — dijo al final —. ¿ Que harás tú mientras estoy fuera ?.

— Meterme en nuestro dormitorio.

Cuando Sebastián estaba en las caballerizas, Ciel subió a la planta de arriba.

Estaba pasando un brazado de camisas y faldas por la puerta que separaba los dos dormitorios cuando oyó abrirse la puerta del pasillo.

Alzo la cabeza y vio que era John.

Por primera vez, desde que Ciel lo había conocido, John se mostraba incomodo, casi tímido.

Entro en la habitación con pasos vacilantes, y sus pies apenas parecían moverse bajo su falda de tela de borato.

Empezó a hablar sin más preámbulos:

— Yo no pensaba que usted fuera apropiado para Sebastián ni que le amara. Yo quería para el una esposa... O esposo como su madre o como su hermana, una mujer o doncel de pasión y coraje — John bajo la cabeza y se miro las manos que estaban retorciendo nerviosas un pañuelo blanco de lino —. Ahora se que es usted muy parecido a ellas, exactamente como decía Sebastián, y que yo estaba equivocado. Le pido disculpas.

Dejo de hablar, y Ciel se dio cuenta del esfuerzo que habría tenido que hacer el Jefe de llaves para pronunciar aquellas palabras.

Ciel lo cogió firmemente de las manos y le fijo tiernamente:

— John, espero que seamos buenos amigos y que me ayude a llevar Willowmere. Quiero que entre los dos hagamos de esto un hogar muy grato para mi esposo, a quien amo mucho.

John apretó las manos de Ciel.

— Me temo haber hecho algo terrible que quiero confesarle. Tal vez me mire usted de otra manera cuando se lo diga.

Ciel se esforzó por calmarlo.

— ¿ Que es lo que ha hecho, John ? — pregunto.

John soltó las manos de Ciel y empezó a hablar de forma renqueante:

— El día que usted se cayó del caballo, fui yo quien, deliberadamente, lo hizo ir a la casa del bosque. Sebastián cenaba allí con Plúto Dunlop, pero yo quería que usted pensara que era con Hanna Annafellow.

— ¿ Pero por que ?.

— Pensé que eso lo obligaría a descubrir la verdad y aclarar la atmósfera entre usted y Sebastián — John lo miro suplicante a los ojos —. Se que obre mal, pero le juro que mis intenciones eran buenas. Solo deseaba que usted y Sebastián se unieran.

Ciel se quedó mirando al doncel.

— ¿ Tiene idea de quien corto mi silla ? — pregunto de repente.

John parecía conmovido.

— No — murmuro.

Una duda roía el interior de Ciel.

¿ Si John no era el responsable de su caída de Grey Dancer, quien pudo haber sido ?.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro