✡ 49 ✡
Lord Joker se presentó en Willowmere a visitar a Ciel antes del mediodía siguiente al baile de los Midford.
El doncel,todavía dolorido por las palabras de Sebastián, recibió al inglés guiado únicamente por la intención de desafiar e incomodar a su esposo.
Al segundo día después del baile, Joker volvió a visitarlo.
A la tercera mañana, cuando John anunció su llegada, a Ciel le dieron ganas de bramar de exasperación.
Su repulsa por su Señoría iba creciendo a prisa con tal persistencia, y sentía ganas de comunicar al ama de llaves que le dijera que no estaba en cada.
Pero el desagrado que había en la cara de John cuando le anunciaba la llegada de su visitante bastaba para que Ciel exclamar con falsa alegría:
— Que bien. Ahora mismo bajo.
Sabía que John informaba puntualmente a Sebastián sobre las visitas del inglés y estás irritaban poderosamente a su marido.
Pero las visitas de Lord Joker tuvieron sobre Ciel unas consecuencias insospechadas.
Le demostraban, sin lugar a dudas, cuan estúpidas eran las nociones de su padre. Cuanto más trataba a su Señoría, tanto más apreciaba a Sebastián.
Una tarde se presentó Westlern Connor en Willowmere con una caja oblonga de caoba conteniendo las dos pistolas de chispa que Sebastián deseaba ver.
Los dos hombres, acompañados por Ciel, se fueron al otro lado del secadero donde había instalada una diana para hacer prácticas.
El doncel se sentía encantado de tener otra compañía que no fuera sir Joker, y hallo la de Connor más deliciosa aún que cuando le conoció en el baile.
— No irás a pensar que los piratas querrán aventurarse a subir hasta aquí tan al norte, ¿ Verdad ? — dijo Sebastián mientras cargaba una de las pistolas con sus dos cañones cachigordetes.
— Son más osados de lo que te imaginas — contesto Connor según cargaba la otra pistola —. Acabo de enterarme de que han dejado fuera de combate a dos navíos que Jefferson envío en su persecución. Dicen que el capitán del Black Wind es más astuto de lo que era el capitán Devil.
Ciel se sobrecogió al oír mencionar a quien arruinó a su padre, pero Sebastián continúo hablando antes de que él tuviera tiempo de preguntarle nada.
Howard sostuvo la pistola de chispa en un ademán amenazador y dijo:
— Si se les ocurre venir a merodear por Connor Hall, pienso recibirlos como se merecen. Y a propósito de merodear, Sebastián, cuando venía hace poco aquí he visto a Tasao Bernard a un cuarto de milla en tierras de Willowmere. ¿ Te ha causado alguna complicación ?.
Sebastián miró sorprendido.
— No, ni lo he visto por aquí.
Connor, después de cargar el arma, apunto con ella y disparó sobre la diana. La bala dio a varias pulgadas del centro.
Ciel le miraba con envidia.
Le gustaría tener ocasión de disparar.
Como llevaba tanto tiempo de sin coger un arma, dudaba sin embargo de que su puntería fuera tan precisa como antes.
Sebastián levantó el arma e hizo fuego.
El proyectil perforó el centro de la diana con mortal precisión.
— Siempre fuiste el mejor tirador del condado, Sebastián — dijo Connor sin ningún rencor.
Sebastián levantó el arma para disparar otra vez, pero el doncel le agarró la mano que iba a disparar.
— Por favor — pregunto —. ¿ Me dejas probar ?.
La sorpresa de Sebastián era palpable mientras daba el arma a su doncel.
Pero para asombro de los hombres, la bala dio exactamente en el mismo centro de la diana, donde Sebastián.
— Eso es lo que se dice un buen disparo — exclamó Connor —. Apuesto a que no haces otro igual.
Entrego su pistola a Ciel.
En su rostro había un aire de pícara satisfacción.
El doncel martillo el arma y disparó de nuevo.
Su segundo tiro fue una copia del anterior.
Su hazaña fue acogida por un completo silencio.
El rostro de Sebastián era inescrutable, mientras que Connor parecía asombrado.
Sebastián cogió a Ciel por el brazo.
— Y ahora que mi esposo a demostrado ser el mejor tirador de nosotros, ¿ Que os parece si regresamos a casa ?.
Pasaron una hora conversando con Connor en la casa y John les trajo café.
Cuando se hubo marchado su visitante, Sebastián se volvió hacia su doncel y le dijo:
— ¿ También tu padre te enseño a disparar ?.
Ciel afirmó con la cabeza.
— Que educación tan insólita te dio — Sebastián dijo sacudiendo la cabeza.
— ¿ Es que no te parece bien ? — pregunto el doncel, vacilante.
— En absoluto, querido — repuso Sebastián riendo —. Pero no me gustaría ponerme en tu camino sabiendo que eres el mejor tirador del condado.
Al día siguiente, mientras Ciel estaba sentado a la mesa de su tocador y Mei-Rin le peinaba el cabello formando con el un impecable moño, se anunció la llegada de Lord Joker.
Aunque le incomodaba su compañía quiso acceder a él, pues solo faltaban escasos treinta minutos para que la comida fuera servida.
Recibiendole ahora estaría aquí cuando llegara Sebastián.
Era la primera vez que los dos hombres se iban a encontrar frente a frente en Willowmere, y el doncel sentía curiosidad por ver la reacción de su marido.
De manera que recibió a Suu Señoría con más calor que de costumbre y estuvo coqueteando con él en el salón hasta la llegada de Sebastián.
Solo una ligera rigidez en los labios de Sebastián y una mirada fría, casi imperceptible, en sus ojos carmesíes delataba su enojo al encontrar en su casa a Lord Joker junto a su doncel.
Después de tensa conversación en la que Lord Joker manifestó su aprobación por Willowmere, Sebastián dijo bruscamente:
— Me temo que tendrá que disculparnos, Pembroke. La comida nos está esperando.
Ciel quedó horrorizado por la forma tan ruda de despedir al huésped.
Pembroke se puso en pie, todo tenso.
En su rostro se dibujaba claramente el enfado.
— Pido mil perdones por el retraso. Pero creo que la hospitalidad de Virginia no es tan buena como se dice.
— Lamento su decepción — contesto llanamente Sebastián.
Ciel salió apresuradamente hacia la puerta para despedir a Lord Joker, donde esté le expreso una despedida más bien seca.
Cuando los Michaelis estaban sentados a la mesa, después de la marcha de Lord Joker, Ciel afeó abiertamente a su marido su anterior cortesía.
Sebastián permaneció en silencio mientras Tanaka terminaba de servirles el primer plato de sopa de hiervas y espero a hablar hasta que el criado salió del comedor.
— Ha sido él el descortés — dijo Sebastián —. Se ha presentado a esta hora para forzarme a que le invitase a comer.
— ¿ Es posible de que puedas tener celos de el ?.
— ¿ De quién, de Lord Joker Pembroke ? — Sebastián frunció el labio como muestra de aversión —. No, señor. Pero me niego a tener a ese pedante en mi mesa. Así que procura no mandarle ninguna invitación para comer conmigo que yo tenga que rechazar.
— No es tu compañía la que le interesa — le espetó el doncel.
— Ni la tuya tampoco. Cuando creía que eras el esposo de un granjero, ni siquiera se dignaba hablarte. En cambio, ahora que sabe que soy el dueño de Willowmere se deshace con sonrisas y cumplidos — Sebastián le escrutó con ojos penetrantes —. Y si crees otra cosa, señor, es que eres más necio de lo que podría imaginarme.
Era patente el desprecio que había implícito en sus palabras.
Ya resultaba de suyo malo el que él no lo amase y prefiriera a su amante Hanna, pero que lo considerara un necio por pensar que otro hombre podía interesarse por él era algo superior a sus fuerzas.
— ¡ Eso es un insulto cruel ! — dijo el doncel fiera de sí, y poniéndose en pie con el vaso de vino en la mano le arrojó su contenido al rostro.
La visión del burdeos chorreandole por la cara y manchando su impecable camisa blanca hizo a Ciel recobrar los sentidos.
Se quedó mirandole lleno de horror.
El rostro encolerizado de su esposo lo aterrorizó.
Con un sollozo desencajado, Ciel dio media vuelta y huyó a su cuarto.
A los pocos minutos le oyó que trompicaba en su habitación y minutos más tarde oyó los cascos de su caballo alejándose de la casa.
Se hundió en el lecho, sumido en una indecible desesperanza.
La tarde, presuntamente calurosa, se sumaba a sus angustias. Por el cielo rodaban unos nubarrones oscuros, pero no traían lluvia para aliviar la humedad del aire.
Indiferentemente se asomó a una ventana en busca de un poco de brisa.
Para sorpresa suya, vio que John salía a caballo del bosque, por el sendero de la casa que él creía ser la de Hanna.
A los pocos minutos apareció ante la puerta de su cuarto.
— Como el señor Michaelis no vendrá a cenar, he pensado subir aquí la cena — la voz de John era impropiamente amigable, pero sus ojos se mostraban calculadores.
Ciel estaba seguro de que el Jefe de llaves ocultaba algún ulterior motivo, pero era incapaz de adivinarlo.
— ¿ Por que no viene a cenar ? — pregunto.
John le dio una mirada enigmática.
— Tiene un invitado a cenar y creyó más conveniente hacerlo en la casa del bosque. Yo mismo lo he estado preparando.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro