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★ 31 ★

Sebastián Michaelis se levantó temprano a la mañana siguiente.

Dejo sus alforjas en casa de Agni y se dirigió a los establos Thompson, donde estaba alojado su caballo, dispuesto para la larga cabalgada de regreso a casa.

Al llegar a los establos quedó sorprendido al ver que le estaba esperando Alois Phantomhive.

— ¿ Que desea usted ? — pregunto a Phantomhive en una especie de gruñido.

— Que cumpla usted su responsabilidad para con mi primo.

— ¿ De que está hablado ?. He hecho más por esa zorra embustero de lo que podría esperarse nadie.

— Él me lo a contado todo. Me dijo que lo había forzado usted varias veces a bordo del Golden Drake — la bravosía de Alois no disimulaba por completo su nerviosismo —, y que está esperando un niño.

Sebastián le miró furioso e incrédulo, Alois prosiguió:

— Ahora debe usted afrontar los gastos correspondientes al niño.

— ¿ Y a cuánto ascendería ? — pregunto Sebastián con voz falazmente fría.

— Con un total de 10.000 dólares, Ciel renunciará a toda reclamación presente y futura sobre la crianza del niño.

Estaba Sebastián tan enajenado que se sentía totalmente incapaz de pensar de forma racional.

Nadie, y menos todavía un juez, si llegaba el caso, iba probablemente a creer su palabra contra la de el doncel, en el sentido de que habían pasado la travesía de Atlántico en casta amistad.

Hasta a él mismo le costaba trabajo creérselo.

Sebastián giró sobre sus talones para irse, pero Alois se agarró desesperadamente a su brazo.

— ¿ A dónde va usted ?.

— A ver a ese zángano de si primo.

Alois se agarró con más desespero de su manga.

— No, no. No puede hacer eso — grito alarmado —. No querrá verle. No desea volver a verle más. Solo tiene usted que darme el dinero y marcharse.

— Váyase al infierno — le espetó Sebastián —. Me sorprende que no quiera dar un nombre a su hijo y si los diez mil dólares.

— Oh — protesto Alois —. Él jamás se casaría con usted. Me lo contó. Me dijo que usted no era más que un granjero pobre.

Al oír esto, Sebastián explotó de rabia, igual que una estrella en desintegración.

De un fuerte puñetazo derribo a Alois.

Sin pérdida de tiempo cogió su caballo y se fue a todo galope había la pensión de Mrs. Murphy.

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