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El gran reloj de pared del vestíbulo estaban dando las once cuando Ciel Phantomhive, un joven doncel de cabello azabache y ojos azules cual zafiro. Bajaba por la bruñida escalera de roble de Northlands, pero la mañana invernal era tan gris que parecía haber llegado ya el crepúsculo de la tarde.

Al pie de la escalera, en un salidizo de bronce de la pared, había encendido un candelabro.
Su defectuoso pabilo parpadeaba, con una luz pálida e incierta, como el futuro de Ciel.

Los terribles acontecimientos de la semana anterior lo habían alterado todo.

Al pasar por delante de la puerta de la biblioteca oyó la voz cortante de su primo, sir Grey Phantomhive, que decía desde dentro:

- Ven aquí, Ciel. Tengo que hablar contigo.

Era una llamada que Ciel había estado temiendo desde que sir Grey llegará a Northlands el día anterior.

Cuando el doncel entró en la estancia lo vio jugando con una cajita de rape de oro y esmalte.

- Ciel, eres un señorito un tanto perezoso - su voz era insolente -. Es casi mediodía y acabas de levantarte.

Aquella injusta acusación echo una oleada de color sobre el rostro de Ciel.

El dolor lo tuvo desvelado hasta las primeras horas del alba y entonces, exahusto, se sumió en un sueño largo y profundo como no lo había tenido desde que muriera su padre una semana antes.

La muerte le sobrevino cuando su calesín resbaló con un rodal de hielo en una curva y volcó.

El vehículo cayó sobre él aplastando aquel vigoroso cuerpo que Ciel se había imaginado siempre como indestructible.

La voz de sir Grey lo hizo volver al presente.

- En Blackstone Abbey no vas a dormir hasta tan tarde - dijo con una boba sonrisa -. No quiero semejante pereza en mi casa.

- ¿ Q-Que ? - tartamudeo el doncel, incapaz de comprender durante un segundo.

Blackstone era la finca campestre de sir Grey cerca de Londres.

- Salimos para allí mañana al alba - dijo él -. Temo que se aproxima una tormenta y no quiero verme bloqueado por la nieve en el norte de Inglaterra.

- ¿ Pero que pasará con Northlands ?.

- Voy a cerrarlo. Ya he despedido a los criados y lo venderé al primer idiota que encuentre que sea lo bastante estúpido como para comprarlo.

Ciel había nacido y se había criado en Northlands y no había conocido otro lugar.

Tragó saliva fuertemente al oír la noticia.

La casa fue poseída originalmente por su tío, sir Philip Phantomhive, y desde la muerte de este, por su hijo sir Grey.

Sir Grey abrió a presión la tapa de la cajita de rape de forma ovalada.

- Mi padre se habría desprendido hace años de Northlands de no haber tenido que usarla para esconder a tus padres -. De la cajita que había en las manos de sir Grey se escapo un olor a alcanfor -. Y de no impedírmelo su testamento, yo habría hecho lo mismo.

Su tono afligido le decía a Ciel cuan amargo era el resentimiento de su primo.

El testamento de sir Philip estipulaba que Northlands permanecería como vivienda del padre de Ciel y no podría venderse mientras viviera.

Pero Northlands era finalmente de sir Grey, de hecho y derecho.

Paso el dedo por el borde de la caja.

- Pero ahora tengo la ley de mi parte y puedo empezar a manejar las cosas de manera efectiva. Y no solo en lo concerniente a casas y bienes raíces -. Echo a Ciel una mirada de tasación -. Me sorprende que un doncel de tu belleza no haya logrado pescar un marido. Es una vergüenza que tu padre descuidará tus intereses matrimoniales.

Sir Grey cogió un pellizco de rape de la caja.

- Blackstone Abbey será tu hogar, Ciel, solo hasta que yo pueda encontrarte un marido.

Los ojos azules de Ciel brillaron desafiantes.

- ¿ Y yo no cuento nada en este asunto ?, ¿ Y si a mí no me gusta ?.

El rape se le cayó de los dedos.

- Solo los necios se casan por amor.

- ¡ Mis padres se casaron por amor y no eran necios !.

- ¿ De verdad ? - la voz de sir Grey estaba preñada de desprecio -. Fíjate en el precio que pagaron. Tu padre pudo haber hecho una brillante carrera política pero lo tiró todo por la borda. ¡ Una semana antes de que tu pérfida madre se casara con el duque más poderoso de Inglaterra se fugan los dos !. ¡¡ Extraordinarios idiotas !!.

- Aquel compromiso le era impuesto. Mi madre no quería al duque.

- Y en su lugar trajo la desgracia sobre todos nosotros -. Su rostro parecía rígido de cólera -. Cuando tus padres se fugaron atrajeron la venganza del duque sobre sus familias. Su insaciable sed de venganza nos estuvo acosando durante años.

Sir Grey bajo la vista hacia el retrato en miniatura de la madre de Ciel, muerta desde hace seis años, depositado sobre la mesita que había junto al sillón de su padre.

- Fue de una gran belleza; no puede negarse. Tu te pareces mucho a ellos - poniéndose, a estudiar a Ciel con un sentido crítico -. Los mismos ojos sorprendentes y una tez impecable. Y por lo que parece has heredado también la misma necedad de tu padre.
Sabias que tu madre, tenía el mundo a sus pies.
Pero lo arrojó a un lado, atraída por tu padre.
Un soñador que malgasto toda su fortuna.

- Él no malgasto nada -. Ciel estaba tenso de rabia -. Se la robo aquel traicionero pirata americano, el Capitán Devil.

- Tonterías. Las colonias americanas estaban en guerra por su independencia. Todos habían oído hablar del corsario llamado Capitán Devil y de las pérdidas que estaban infligiendo a nuestros barcos. Sólo un idiota visceral como tu padre habría arriesgado todo su dinero en un convoy con destino a las Indias Occidentales en medio de una guerra.

Sir Grey manipuló dentro de su cajita de rape, depósito un pellizco sobre la uña de su pulgar y se lo llevó a la nariz.

Ciel hervía de furia interiormente ante aquella acusación contra su padre.

Vincent Phantomhive no había hecho más que lo que juzgó oportuno a fin de multiplicar su modesta fortuna para huir con su madre al extranjero y llevar una vida cómoda.

Su audaz jugada casi tuvo éxito.

El convoy en el que había invertido hasta el último penique que logró reunir había llegado a las Indias Occidentales sin novedad.

Su cargamento de armas, muebles y porcelana había sido vendido con buenos beneficios a los ricos plantadores.

Los navíos tomaron allí una carga aún más lucrativa a base de ron, melaza y azúcar y zarparon para Inglaterra.

Fue entonces cuando el propio Capitán Devil, legendario de los mares, cayó sobre el convoy durante una tormenta y apresó los barcos uno tras otro.

Fue se otro triunfo sonado del pirata rebelde.

Todo se perdió, incluyendo los beneficios de viaje de ida.
La perdida arruinó al padre de Ciel.

Cuando llegó la noticia a Inglaterra, una semana antes de la proyectada boda de su madre con el duque, sus padres no tuvieron otra alternativa.

Huyeron a Italia y llevaron una existencia de pobreza que costó la vida a su primer hijo varón - su hermano mayor - cuando sólo contaba un año.

Durante el resto de los días, Vincent Phantomhive estuvo culpando a los americanos por la muerte de su adorado hijo.

Su padre y madre - a la sazón encinta de Ciel - fueron finalmente rescatados por el padre de sir Grey, quien los introdujo secretamente en Inglaterra y los escondió en Northlands, su finca remota del norte.

Sir Grey habiendo terminado su ritual del rape, dejo la caja esmaltada sobre la mesita, junto a la miniatura de la madre de Ciel.

Señalando hacia el retrato dijo:

- No permitiré que te malgastes igual que ella. Aunque puede ser difícil encontrar marido para un huérfano sin fortuna, estoy resuelto a casarte antes de que termine el año.

Ciel le lanzó una mirada rabiosa.

- ¡ Jamás saldrá de mis labios la promesa de unirme en matrimonio a un hombre que no elija yo !.

Su primo se puso en pie de un salto.

- Estas bajo mi dominio y aras lo que yo quiera - Su expresión adquirió un aire taimado -. Claro que tu celibato es cosa tuya.

- Quince años no es una edad para considerarse solterón - dijo él con actitud -. Además, es preferible el celibato a casarme con un hombre a quien no pueda soportar.

- ¿ Y quién va a mantenerte si no es tu marido ?. No puedes contar con mi generosidad durante el resto de tu vida.

- Ni la aceptaría aunque se me ofreciera - Alzó orgullosamente la cabeza. El legado que le había dejado su padre Vincent, había sido de orgullo y determinación y no de libras y peniques -. Me are profesor. Mi padre me dio una buena educación.

- Lo que demuestra otra vez que era un necio - se mofo su primo -. La educación en las mujeres y donceles, es un despilfarro. Sólo hay un sitio para un manjar como tú: La cama de un hombre.

El doncel se sintió envuelto por una ola de náuseas, generada en parte por la repugnancia que sentía hacia este hombre y también por el espantoso futuro que le esperaba.

Al oír esto se fue corriendo al pasillo de atrás donde estaba colgada junto a la puerta su sencilla capa de lana, la cogió y envolvió con ella su cuerpo.

El horrendo olor a alcanfor parecía aferrarse a él.
Ansiaba llenar sus pulmones de aire fresco.

Abrió la puerta lateral y salió al exterior en medio de aquel día frío y pálido.
El aire frígido y limpio lleno sus pulmones.
Quería llorar pero, sin saber por qué, sintió como si las lágrimas se hubieran congelado dentro de él.

Extendió su mirada a través del paisaje yermo y sembrado de nieve en los altos marjales.
En el sendero que venía del establo vio la figura de un hombre un poco robusto, de cabello rubio y ojos negros. Vestía una vieja capa negra y portaba una bolsa de lona.

Este era Bard O'Rorke, quien había cuidado de los caballos de su padre desde que Ciel era un niño.

A medida que el hombre se acercaba, el doncel vio la profunda tristeza en los ojos de este, pero al verlo Bard, su cara se encendió de júbilo.

- Mi corazón parecía que iba a estallar de pena por miedo a no verlo más, señorito Ciel - dijo con acento preocupado.

- ¡ Bard ! - exclamó el doncel, olvidándose de sus propias dificultades al encontrarse con este leal criado. Había sido despedido sin más recompensa que un cuarto de penique extra por sus largos servicios leales -. ¿ Que aras ahora ?.

El hombre hizo una mueca forzada y los pliegues que rodeaban sus ojos se reunieron en una especie de sonrisa.

- Bueno, no se preocupe por mi - dijo -. Mi hermano trabaja de cochero con un importante señor de Londres. Más de una vez me ha ofrecido trabajo. Allí me iré.

Ciel miro el pequeño envoltorio de lona en llevaba y comprendió que allí iba todo lo que el poseía en este mundo.

Cogió entre las suyas las callosas manos del hombre y dijo:

- Papá dejo unas cuántas libras. No es mucho, pero déjame compartirlas contigo.

Bard le apretó las manos afectuosamente.

- No aceptaré que usted comparta conmigo sus pocos ahorros. Apenas llegan a la mitad de lo que usted necesita para un mes.

- No lo voy a necesitar - mintió el doncel -. Sir Grey me lleva a vivir a Blackstone Abbey.

Bard se puso a mirar el desarreglado aspecto de Ciel.

- Ese sir Grey es un hombre cruel - continuo Bard -. No se vaya usted con el.

- No tengo ninguna parte más donde ir.

La tristeza que había en los ojos de aquel hombre le decía a Ciel que él reconocía la verdad de su declaración.

De mala gana, el hombre se despidió del doncel y hecho a andar por el sendero que le alejaba de Northlands para siempre.

Cuando había andado varios metros se detuvo y volviéndose hacia Ciel dijo:

- ¿ Que hay de su tío, Lord Klaus ?. Tal ves el lo admitiera...

Pero inmediatamente se encojio de hombros al reconocer la inutilidad de que Ciel reclamará ayuda al hermano mayor de su madre.

Sacudió tristemente la cabeza y reanudo la marcha.

Ciel, mientras le seguía con la vista, agitaba la mano en señal de despedida y trataba de sonreír, pero no pudo por menos de pensar en su tío, Lord Klaus, y en la enemistad que este profesaba a sus padres.

La venganza del duque Trancy contra los Phantomhive no había sido nada comparado con lo que aquel había infringido a la familia de su madre.

Cuando el único hijo de Lord Klaus, a quien este quería con locura, obtuvo un destino en el ejercito, el duque uso su influencia para que el muchacho fuera enviado a la India, bajo el mando del marques Drocellkairs, quien a la sazón estaba tratando de someter al sultán Tipu, gobernador de Misore.

Trancy se las arreglo para que el hijo de Klaus fuera destinado a la primera línea de tropas combatientes.
Había muy pocas dudas de que encontrará la muerte.

Y la encontró.

Solo había visto una vez a Lord Klaus.

El tenia diez años cuando Klaus fue a Northlands.
Aunque había pasado ya cuatro meses desde la muerte de su hijo, su cara seguía devastada por el dolor.

Ciel no olvidaría jamás el amargo odio que había en los ojos de Lord Klaus, al mirarlo a él, y en sus palabras cuando le dijo a su madre:

" Tu tienes a tu bello y hermoso hijo, hermana mía...

Pero, tu boda y su procreación...

¡¡ Me han costado a mi el mío !! ".

Tampoco olvidaría nunca Ciel la agonía dibujada en el rostro de su madre cuando su hermano pronunciara esas palabras de acusación.

No, pensaba, Lord Klaus no le daría refugio.

El único motivo que llevo a Klaus aquel día a Northlands, hace tanto tiempo, fue el de combertir en su heredero a Alois, el primo de Ciel, de dieciséis años, ya que su propio hijo - su único hijo - había muerto.

Alois, a quien la madre de Ciel había recogido dos años antes, era fruto de la desastrosa unión entre el hermano mas pequeño de Lord Klaus y una actriz irlandesa.

Cuando Alois tenia catorce años, su padre murió de una de sus muchas borracheras, después de perder todo su dinero en las mesas de juego.

Por aquel entonces, la madre del muchacho había desaparecido con una compañía teatral ambulante.

En su lecho de muerte, el padre de Alois había escrito una carta a su hermana rogándole para que diera un hogar a su hijo.

Ella accedió inmediatamente.

Ciel tenia solo cuatro años cuando Alois llegó e inmediatamente le quiso como a un hermano mayor.

Cuanto más terrible fue, pues, entonces cuando Lord Klaus se brindo a convertir a Alois en su heredero, mas con una condición previa:

" El muchacho debía jurar no tener nada mas que ver con los padres de Ciel, a quienes acusaba Su Señoría de ser causantes de la muerte de su hijo ".

Alois quien soñaba con la vida de Londres y la compañía de la alta sociedad de la que se consideraba miembro legítimo, acepto y cumplió ávidamente aquella condición.

Hubo una breve pero llorosa despedida, y eso fue todo.

Ciel no había visto a Alois desde entonces.

Si supiera en donde estaba Alois ahora... Tal vez él estuviese en posición de ayudarlo.

Ciel estaba temblando de frío.
Las heladas y penetrantes ráfagas conocidas como " viento fino ", habían empezado a soplar desde los marjales.
Su gastada capa de lana ofrecía poco abrigo con ellas.

La mayoría de la gente odiaba a aquellos paramos, encontrándolos yermos, solitarios e inhóspitos.

Pero Ciel los amaba.
Sus largos paseos a caballo con su padre a través de aquellos le habían proporcionado las horas más dichosas de su vida.

Pero en este día, con el cielo tan gris como un tejado de pizarra por el que el sol no podía penetrar, los páramos sin árboles hasta se le antojaban funestos.

Estaban cubiertos por una fea capa de nieve, sucia y costrosa, por la que se asomaban manojos de aliagas y matas de brezo, al igual que asoman los codos por las mangas andrajosas de un mendigo.

Las alegres llamadas de los zarapitos, los melodiosos cánticos del mirlo y el chillido simple del pípí del prado habían sido silenciados por la solemnidad del invierno.

Solo el silbido, fino y aterrador, del viento, pasando veloz por los marjales, invadía la imponente soledad.

Con dolor súbito se dio cuenta de que nunca mas, probablemente, iba a volver a ver aquellos paramos en los momentos que mas le gustaban, como por ejemplo:

En Abril:

Cuando los narcisos anunciaban como heraldos, con sus trompetas amarillas, la llegada de la primavera.

En Mayo:

Cuando las puntiagudas y molestas aliagas eran transformadas en áureos manojos de flores que parecían salpicaduras de sol dirigidas hacia la tierra.

O en Agosto:

Cuando el brezo extiende su alfombra purpurea oliendo a miel.

Ahogando sus lágrimas, dio media vuelta y se encamino con desgana hacia Northlands.

Por el camino se juró a sí mimo que haría lo imposible por derrotar a sir Grey.

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