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Una Noche en el Cine.

Nota del autor: Antes de iniciar el capítulo de hoy, me gustaría compartirles la portada que una muy buena amiga hizo para el fic, ella por el momento está aceptando comisiones, les dejo sus redes sociales por si quieren seguirla:

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Las calles de Portorosso estaban iluminadas por la luz amarilla de los postes, así como de otras luminarias de colores que estaban pegadas entre los edificios, y de otras que colgaban desde las ventanas y balcones de las casas; además de que estaba nevando, y en algunas esquinas la nieve se había acumulado, por suerte habían despejado el camino principal, así que podían caminar sin problema.

Giulia se sentía como en la aldea de Santa Claus, de esas viejas caricaturas que veía cuando era niña, sonrió esperando que los chicos sintieran algo similar, miró por encima de su hombro, y notó que Luca y Alberto veían las luces con los ojos bien abiertos, ella sonrió y se acercó a ellos.

—¿Tienen algo así en el mar? —les preguntó.

—Más o menos —respondió Luca, despegando sus ojos de unas luces que adornaban una ventana—, algunas plantas y animales brillan en la oscuridad, pero tienen un tono neón, dan un poco de miedo.

Movió la vista hacia los postes.

—Me gustan más estas, son cálidas, nuestros cuerpos están hechos para soportar cambios drásticos de temperatura, así que casi nunca sabemos si hace frío o calor, —levantó una mano hacia el foco, como si pudiera tocarlo—, pero cuando podemos hacer el cambio, sentimos ambos.

Luca se encogió de hombros y se rió.

—Supongo que no puedes sentir el uno sin el otro.

Giulia asintió con la cabeza.

—Pero aun cuando solo somos anfibios, pude sentir que el laboratorio era un lugar malo, casi siempre frío y deprimente, pero luego tú entrabas por la puerta, y todo se sentía más cálido, como un rayo de sol en una tormenta.

Giulia se sonrojó y giró su pie en la nieve, haciendo círculos en ella, Alberto se le acercó y puso su brazo alrededor de sus hombros, Giulia se pegó más al pecho del chico y Alberto la estrujó en un abrazo.

—Estar aquí —continuó Luca mientras extendía los brazos hacia los alrededores—, es ese sentimiento, pero incrementado mil veces.

Giulia se sentía aliviada de escuchar eso, tras días y noches en ese horrible lugar, estaba alegre de que los chicos pudieran ver un lado más amable del mundo humano.

—Y apenas estamos empezando —dijo separándose de Alberto, pero todavía sujetándolo de una mano—, vengan, hay un lugar que quiero enseñarles.

Tomó a Luca y los llevó a ambos cuesta arriba; llegaron al que era posiblemente el edificio más grande del pueblo, era de color blanco y tenía su nombre con grandes letras rojas:

«Cine Fellini».

Giulia sonrió, habían nombrado el cine local en memoria del famoso director, Federico Fellini; considerado el cineasta más importante en la historia del país, ganador de cuatro premios Óscar a la mejor película extranjera, y en 1993 fue galardonado con un Óscar honorífico por su trayectoria. Había oído rumores de que también consideraron a Pier Paolo Pasolini, pero al final se fueron con Fellini ya que las cintas de Pasolini... eran controversiales.

Giulia sintió un escalofrío al recordar esa vez que unas amigas de la Universidad la invitaron a una pijamada, donde intentaron ver «Salò o le 120 giornate di Sodoma», ella no pasó ni de la media hora. Por suerte, Pasolini no quedaría olvidado, y había un centro cultural nombrado en su honor unas calles arriba, donde el contenido... más adulto podía proyectarse.

«Bueno, creo que será mejor si empezamos por algo más digerible» pensó mientras entraba por las puertas de cristal, y las mantenía abiertas para que los chicos pasaran.

—Entren —dijo extendiendo un brazo hacia el interior.

Los chicos ingresaron mirando asombrados el lugar, el piso y las paredes estaban recubiertos con terciopelo rojo, además de que las paredes tenían bordes de color dorado; de su lado derecho estaba la dulcería, palomitas, dulces, chocolates, refrescos. Luca y Alberto se detuvieron y empezaron a oler, cerraron los ojos y soltaron un gran suspiro de satisfacción al oler la mantequilla derretida.

Giulia sonrió.

—Bienvenidos al lugar más mágico del mundo —abrió los brazos hacia los lados—, el cine.

Luca y Albero miraron alrededor, en las partes superiores de la pared había gran variedad de posters de películas, tanto como de cintas en cartelera, como estrenos nacionales y extranjeros, y los blockbusters gringos que nunca podían faltar.

—Es como una cueva... ¡hay escritos por doquier! —Comentó Luca emocionado—; ¿Qué historias cuentan?

—Más que contar una historia... son el avance de una.

Los dos chicos no parecieron entender.

—Digamos que... esas imágenes que ven se llaman posters —señaló los afiches—, su propósito es llamar la atención de las personas, que se interesen por la historia que quieren contar, para que vayan a ver la película después.

Los chicos asintieron con la cabeza, Alberto miró a su derecha, había un standee, la película se llamaba «Godzilla» y el anuncio eran las letras de la palabra, con el fondo siendo una ciudad destrozada, y a la mitad, había una criatura que les estaba dando la espalda, tenía espinas dorsales y parecía ser un dinosaurio.

—Wow —dijo Alberto, luego apuntó con su dedo al promocional—, ese poster funciona.

Giulia y Luca se rieron, pero rápidamente, al castaño le entró una nueva duda.

—¿Y qué es una película?

Giulia sonrió.

—Eso, preferiría mostrárselos en vez de decírselos.

Era una frase que usaban los cineastas, la había oído de un amigo que solía tener en Génova, él estaba estudiando la carrera de cinematografía, le pareció que jamás tendría un momento más oportuno para usarla.

Eso no respondió la duda de Luca, pero vaya que sí alimento su deseo por aprender, así como la de Alberto, los dos chicos abrieron los ojos y asintieron con la cabeza, emocionados por lo que estaban por aprender. Giulia los llevó a la taquilla, junto a esta estaban unas pantallas que mostraban las funciones.

«Veamos,» Giulia pensó mientras se llevaba una mano a la barbilla, pensativa. «¡Oh, restrenaron Le Tre madri!».

La trilogía de Dario Argento, el maestro del cine de terror italiano, gracias a él, el giallo (género de terror y suspenso italiano) se popularizó a nivel internacional. Giulia era fanática de su trabajo, y estaban proyectando su cinta favorita de él, «Suspiria (1977)» Junto con «Inferno (1980)» y «La Terza madre (2007)».

«¡Y hay una función en quince minutos!» pensó, el tiempo suficiente para comprar los boletos y la dulcería.

Pero... por más que quisiera verla en una pantalla grande, no pensó que fuera la mejor película para introducir a los chicos al séptimo arte, con la sangre y muertes gráficas, no estaba segura que quisieran ver eso luego de haber sido torturados en el laboratorio, debía haber una mejor opción.

—¡Mira, Giulia, esa tiene tu nombre! —le dijo Luca mientras señalaba un poster en la pantalla inferior.

La chica se fijó mejor en la pantalla, ahí estaba el poster de la película: «Giulietta degli spiriti», ella sonrió, era una película de Fellini, el afiche daba la impresión de ser un retrato con cinco rasgaduras, era el rostro de la protagonista.

—¿Tienes una película con tu nombre? —preguntó Alberto asombrado—. ¡Eso es asombroso!

Giulia soltó una risita.

—No exactamente —explicó—, la esposa del director, el hombre que hizo la película, también se llamaba Giulietta, y protagonizó muchas de sus películas, mi mamá era muy fanática de su cine, así que me nombraron en su honor.

Como buena artista, Mónica fue una ávida cinéfila que vio tantas películas como pudo, «Giulietta degli spiriti» era de sus favoritas, debido al uso de los colores, decía que era como ver una pintura en movimiento; incluso hizo varias ilustraciones inspiradas en la película.

Volvió a sentir una punzada en el estómago, siempre hablar de estas cosas ahora que su mamá ya no estaba... le incomodaba, porque le recordaban lo que había perdido, pero...

—Eso no le quita lo asombroso —rectificó Alberto, llevándose ambos brazos a la cintura.

Luca asintió con la cabeza.

... no quería privar a los chicos de esa experiencia, y después de todo, compartir con sus amigos algo que su madre disfrutó tanto en vida, se sentía bien, era mantener vivo su legado.

—Entonces... ¿quieren ver esa película?

Los chicos movieron la cabeza hacia el frente.

—Muy bien, entonces tendremos noche con Fellini —finalizó la chica mientras se formaba.

Los chicos sonrieron mientras se colocaban detrás de ella.

...

Ercole estaba sentado detrás de su escritorio, los interrogatorios del día no habían dado frutos, nadie sabía nada, sus horas de salida estaban en orden, tenía a cien hombres investigando currículos y comprobando su veracidad, pero seguía sin tener nada, parecía que todos estaban limpios.

«A simple vista» pensó.

Porque había una persona de la que sí sospechaba, y ese era Guido, no solo por su cambio de actitud tan repentino, sino también porque, las cadenas de esos monstruos no habían sido destrozadas, o cortadas, no, las habían abierto con llave, alguien con acceso a ellas se las había proporcionado a los espías, y solo tres personas tenían esas llaves, él, Ciccio, y Guido.

Él estaba descartado por razones obvias, Ciccio no tenía el cerebro, ni las agallas para ir en su contra, así que eso los dejaba con un solo culpable, y tenía todo el sentido del mundo; Guido quería a esas cosas, se opuso a su disección, evitó que disparara en el pasillo; no podía ser nadie más, tenía que ser Guido, pero necesitaba pruebas, una confesión bastaría, ya que con la camioneta destrozada, no se podría demostrar nada.

Estaba seguro que sí lo presionaba lo suficiente, conseguiría romperlo, y el tonto le diría todo lo que quería saber, era por ello que lo había llamado a su oficina, para interrogarlo minuciosamente, y si eso no funcionaba, ya tenía un plan B.

El biólogo subía por la escalera acompañado de Bellucci, la secretaría lo guio hacia su despacho cuando Ercole notó un olor, un aroma... putrefacto. Olfateó y se dio cuenta que venía de su mano derecha, se la miró y vio que sus dedos, los que le suturaron, estaban negros; Ercole hizo una mueca, había estado tan concentrado en el asunto del robo, que no se había percatado del estado de sus dedos, ni había tomado sus medicinas, lentamente se los llevó a la nariz y olió, rápidamente los apartó, apestaban como carne podrida.

Un toque en la puerta lo sacó de sus pensamientos, miró a la entrada, el biólogo y la secretaría estaban ahí.

—Aquí esta Guido, señor Visconti.

—Gracias Bellucci, entra Guido.

Bellucci se dio la vuelta y se fue sin agregar más, sabía que su jefe había estado de mal humor todo el día, y no quería lidiar con él en estos momentos.

—Toma asiento —le indicó a Guido.

El científico asintió con la cabeza y se sentó.

—Oí que querías verme.

—Así es, como sabes, anoche sufrimos un robo.

—Creo que todos estamos al tanto de ello, Ercole —respondió sarcásticamente.

Ercole apretó el borde de su escritorio con los dedos de la mano buena, no estaba de humor para aguantar los egos de sabiondo de Guido.

—Correcto —dijo entre dientes—, entonces basta de rodeos, nadie conoce a esas cosas como tú, eras el principal científico a cargo de la operación.

Guido solo asintió con la cabeza.

—Así que quiero preguntarte, esas cosas necesitan un cuidado especial, ¿A dónde crees que los llevaron? ¿Qué clase de lugar sería adecuado para ellos?

Eso, primero le haría creer que no sospechaba de él, que sus preguntas iban por su profesión y conocimiento, luego, cuando hubieran entrado en confianza, empezaría con los interrogatorios más personales.

Guido junto sus manos mientras pensaba.

—Necesitan un lugar húmedo, y agua obviamente, no pueden sobrevivir fuera de ella por largos periodos de tiempo, y su dieta es estrictamente carnívora.

Ercole entrecerró una ceja.

—Entonces... deberíamos buscar una piscina, cerca de una carnicería.

—No es mala idea —concordó Guido, aunque claro que no estaba de acuerdo, no necesitarían una piscina, con una tina bastaría, cualquier casa que tuviera una sería suficiente, y aunque eso también sería un problema, pues tratar de registrar todas las casas con tina de Portorosso tomaría demasiado. Guido quería alejarlo lo más que se pudiera de Giulia, y de cualquier sospecha sobre ella.

—Yo sugeriría buscar en piscinas que hayan cerrado por la temporada, sería un buen lugar para iniciar.

Ercole asintió, le hacía sentido.

—Eso es muy útil, Guido, por eso eres mi número uno, mi hombre de confianza.

«Eso es, hazlo creer que todo sigue bien entre ustedes, antes de darle el golpe» se dijo en sus adentros.

Guido sonrió.

—Me alegra saber qué piensas eso de mí.

—Claro, por eso es que quiero encontrarlos, no me gustaría que nos dejaras tan pronto.

Guido suspiró y se encogió de hombros.

—Lo siento Ercole, a mí tampoco me gustaría irme, pero... la principal razón por la que estoy aquí son los especímenes, sin ellos, mi estancia ya no tiene propósito,

—Entiendo, bueno, creo que hablo por todos cuando te digo que te extrañaremos.

—Una parte de mí también lamenta dejar el hogar —se encogió de hombros—, pero así es la vida, ¿no?

—En efecto, puedes retirarte.

Guido asintió, se puso de pie y fue hacia la salida, ya tenía una mano en la manija cuando Ercole volvió a hablarle:

—Aunque...

El científico se detuvo.

—Si mal no recuerdo, tú mencionaste que la vida en Portorosso era aburrida, que estabas ansioso por irte.

Una gota de sudor le corrió la frente a Guido.

«¡Mierda! Me acorraló» ¿Cómo había sido tan estúpido como para olvidar su actuación de ayer?

—¿Lo dije? —se haría el tonto, quizás eso lo ayudaría.

—Sí, Guido, lo dijiste, y justo antes de que las luces se apagaran.

Guido despegó su mano, lentamente se dio la vuelta, y fue a sentarse nuevamente. Ercole lo estaba mirando con su clásica sonrisa de confianza.

—¿Soy sospechoso?

Ercole le enseñó los dientes.

—Yo nunca dije eso, solo me di cuenta que te contradecías.

Guido apretó los puños, había subestimado a Ercole, jamás debió haberse confiado tanto.

«Tranquilo, quizás aún puedas salir de esta».

—También recuerdo que te habías resignado a la disección, pero en cuanto esas cosas desaparecieron, vuelves a preocuparte por su bienestar.

—Me preocupa el haber perdido toda la información que los especímenes pudieron brindarnos, si me resigné a la disección es porque al menos podríamos sacar algo de ella, ahora, tengo que preocuparme de que algún otro científico este logrando más avances que nosotros.

Ercole se rió.

—Entiendo, no quieres compartir tus juguetes.

—Es una forma de verlo, sí.

—Es comprensible, sí, pero sigue sin explicar algunas cosas.

Guido no agregó más, preferiría que Ercole le lanzara todas sus acusaciones y luego defenderse, estaba caminado sobre un campo minado, debía cuidar sus pasos.

Ercole colocó ambas manos sobre el escritorio, y acortó la distancia que había entre ellos, Guido no retrocedió.

—Las cadenas de esas cosas estaban intactas, quien quiera que fuera quien los liberó, uso las llaves la cual como sabrás.

—Solo las tienen tres personas.

Ercole asintió con la cabeza, Guido suspiró antes de hablar.

—Bueno Ercole, mis llaves esta justo aquí —se llevó una mano a los bolsillos y la sacó para enseñársela—, no ha dejado mi mano desde que me la dieron, la tenía conmigo anoche, y yo estaba contigo cuando todo ocurrió, ¿recuerdas? No me aparté de tu lado en ningún momento.

—Esa es una coartada muy buena, amigo.

—Me estás acusando, amigo, tengo que defenderme.

—Y volvemos con eso, en ningún momento te acuse Guido, solo mencioné algunas cosas que no me quedaban claras.

—Bueno, sí ese es el caso, permite ayudarte —Guido también se hizo un poco para adelante—, la cerradura de esas cadenas era buena, muy buena, pero no era infalible, alguien con las herramientas correctas pudo desbloquearla, lo cual, creo, es la teoría más probable.

—Si no te conociera mejor, Guido, diría que suenas como la mente maestra detrás de esto.

Guido sonrió.

—Supongo que es bueno que me conozcas bien.

Mantuvieron un duelo de miradas que pareció durar una eternidad; Guido cada vez se sentía más y más nervioso, luchaba contra el sudor frío que quería correr por su frente, pero no, debía ser fuerte y resistir, si flanqueaba aún en lo más mínimo, Ercole no dejaría ningún punto sin atacar, y eventualmente descubriría a Giulia.

Debía ser fuerte por ella, y por Luca y Alberto.

Finalmente, Ercole volvió a apoyar la espalda en el respaldo de su silla, Guido ahogó un suspiro de alivio mientras se acomodaba, gracias a Dios, no creía poder haber aguantado mucho más.

—Está bien, Guido, te creo.

—Agradezco la confianza.

Ercole sonrió mientras se ponía de pie.

—Y es por eso que quiero que me acompañes —dijo mientras tomaba su abrigo del asiento.

Guido abrió los ojos en sorpresa.

—¿A dónde?

—Ciccio y yo queremos ir al pueblo, tomar un poco de aire —se puso el abrigo encima—, y ver si encontramos al conductor.

Guido tragó saliva al pensar que podrían reconocer a Massimo si lo veían.

—¿Y quieres que los acompañe?

—¡Será como en los viejos tiempos! ¡Los tres amigos, visitando las calles donde crecieron! Cazando a un criminal. ¡Vamos! Será divertido.

Guido se pegó más a su silla, no quería ir, su llegaban a cruzarse con Giulia o Massimo... no creía ser capaz de disimular.

—Claro, a menos que tengas algo mejor que hacer, en ese caso lo entenderé perfectamente.

Lo volvía a poner contra las cuerdas, sí reclinaba la oferta lo haría ver sospechoso, y estaba seguro que Ercole mandaría a que lo siguieran, demonios, quizás ya había agentes en su casa mientras hablaban.

«Síguele el juego, actúa normal, quizás hasta sea mejor que vayas, puedes alejarlo de la pescadería de los Marcovaldo».

—Muy bien, Ercole, no me hará mal salir un poco de este lugar —finalmente aceptó levantándose.

Ercole sonrió extendiendo sus brazos hacia él, colocó las manos en sus cachetes, las despegó y luego las volvió a poner encima.

—Excelente decisión, Guido, ahora vamos, le diré a Ciccio que nos espere en el estacionamiento.

Guido solo asintió con la cabeza mientras veía por la ventana.

«Tranquilo, no es como que Giulia vaya a sacar a pasear a Luca y Alberto».

...

Los tres pasaron a la sala, cada uno llevaba una bolsa de palomitas y un vaso de refresco con ellos.

La pantalla era enorme, y estaba colocada por encima de ellos, los asientos rojos no iban en ascenso como en otros cines, sino que todos estaban a la misma altura del suelo, lo que hacía que la pantalla se viera aún más grande.

Cada uno se acomodó en un lugar, dejando a Giulia en el medio.

—Ahora las luces a nuestro alrededor se van a apagar —les explicó la chica—, luego eso de ahí se va a prender para que podamos ver la película.

—¿Es cómo con tu caja mágica? —preguntó Alberto.

—Se llama celular, Alberto, pero sí, es como la pantalla de mi celular, solo que diez veces más grande.

Eso emocionó a los chicos.

No había más gente en la sala, ya que seguramente, muchos prefirieron ver una cinta más comercial y moderna, la misma Giulia tenía dudas de sí los chicos disfrutarían la proyección, algo le decía que a Luca le gustaría, pero no estaba tan segura de Alberto, quizás le pareciera lenta y aburrida.

Pero fue la película que eligieron, así que tendría que esperar a ver qué pasaba.

Como era un re-estreno, no hubo avances, así que las luces simplemente se apagaron, el proyector se encendió y el espectáculo empezó.

Luca y Alberto abrieron la boca mientras se aferraban a los asientos del frente, y acercaban sus rostros a la pantalla. Giulia solo sonrió mientras comía una palomita.

La música empezó a sonar junto con los créditos iniciales, los chicos miraron sorprendidos hacia sus lados, buscando la fuente del sonido.

—Hay bocinas a nuestros alrededores que transmiten el sonido, es como la que llevé al laboratorio pero mil veces más potente —les dijo señalando los alrededores.

—Wow —comentó Alberto.

—Increíble —dijo Luca con admiración, ese lugar no dejaba de impresionarlo.

Los tres volvieron a prestar atención al frente, los créditos terminaron y la primera escena empezó, conforme más tiempo pasaba, los chicos se quedaron maravillados al ver como los escenarios cambiaban, como "el punto de vista" pasaba de un lado a otro, mientras Giulietta decidía que ropa ponerse ayudada de sus mucamas.

—¿Por qué se tarda tanto en decidir que ponerse? —Preguntó Luca—, todo lo queda bien.

—Es una ocasión especial para ella —respondió Giulia—, cuando eso pasa, los humanos usamos nuestra mejor ropa —se encogió de hombros—, supongo que nos gusta lucirnos.

—Bueno, creo que tú especie se complica demasiado la vida —replicó Alberto.

Giulia se rió mientras le daba un codazo amistoso, Alberto le sonrió para luego tomar de su bebida.

—¡Créame, la astrología es una ciencia fascinante! —comentó un personaje en la película.

Luca miró sonriendo a Giulia, la chica se sonrojó y apartó la mirada.

«Esta cinta sí que es melancólica», pensó mientras veía la proyección, había olvidado lo bonita que era la paleta de colores.

La función continuó sin muchas novedades; Luca estaba encantado con lo que veía, era increíble como todos los colores eran tan vivos, cada uno sobresalía sin tener que opacar a los otros, de hecho, se apoyaban para que todos sobresalieran; además de que era una oportunidad de ver a los humanos viviendo sus vidas, como se relacionaban entre ellos. También estaba la historia, él no la entendía del todo debido al surrealismo de la cinta, pero lograba captar el miedo y la angustia de la protagonista al sospechar que su esposo la engañaba.

—¿Los humanos tienen más de una pareja? —preguntó Luca.

—A veces pasa, pero... por lo general uno de ellos lo hace a espaldas del otro, es como una traición.

Luca asintió con la cabeza, sonaba como algo horrible.

—¿Pasa lo mismo en el océano? —quiso saber Giulia.

—No, cuando un monstruo marino encuentra a su pareja es de por vida.

—No en el caso de mi papá —dijo Alberto mientras se quitaba en grano de los dientes con un dedo, no sonaba herido al respecto, aun así ninguno de sus amigos quiso indagar más, así que se concentraron en seguir viendo la obra.

Como Giulia había sospechado, Alberto sí se aburrió, al inicio había estaba igual de fascinado que Luca por las mismas razones que su hermano, pero después de un rato sintió que la historia simplemente se alargaba y el ritmo era muy lento. Pero eso sí, cuando llegaban a las secuencias de los sueños, su atención era captada de inmediato.

Debido a los visuales y la música, era bastante llamativo.

Luca por su parte, estaba más allá de fascinado, esas escenas eran como los sueños que solía tener cuando estaba despierto, como cuando soñó que Alberto y él llegaban al cielo (sin tener que morir) y podían tocar al Gran Pez. Los humanos habían encontrado la manera de retratar esos sueños en la realidad, para que todos pudieran verlo, era increíble.

Realmente el cine era mágico.

«Sí pudiera, creo que me dedicaría al cine» pensó con gracia.

Y así pasaron las dos horas de metraje, con Luca no pudiendo despegar los ojos de la pantalla, Alberto aburriéndose de vez en cuando, y Giulia recordando las noches que solía desvelarse viendo esas películas con su mamá, usualmente la memoria era amarga, pero hoy no, hoy se sentía feliz de tener con quien compartirlas.

Alberto si se animó cuando vieron que un personaje de la película se llamaba como él.

—No es de sorprenderse, el director fue muy buen amigo de un actor llamado, Alberto Sordi, uno de los grandes nombres de la «commedia all'italiana», y también fue guionista y director, guionista es quien escribe la película.

—Vaya, ustedes dos comparten nombres con personas muy importantes —comentó Luca—, yo soy el único Relegado que no.

—Oye, no te pongas así —Giulia le dio un ligero empujón—, hoy en día hay un director muy bueno que se llama Luca Guadagnino, sus películas han sido aclamadas por el público, y también fueron nominadas a muchos premios.

Luca se sintió mejor al oír eso.

—Que genial, ojala podamos ver una película de él luego —dijo emocionado.

—No si son como esta, por favor —se quejó Alberto señalando la pantalla.

Luca y Giulia se rieron.

Finalmente la película acabó, los tres se pusieron de pie y abandonaron la sala.

—¡Eso fue increíble! —Luca dio un brinco de la emoción—, fue como... como... ver un sueño estando despierto, y los colores, la forma en que... los ojos se movían.

—Esa es la belleza de las cámaras —explicó Giulia—, son unos objetos grandes que permiten grabar lo que pasa, casi como una memoria portátil que luego puedes compartir, un amigo me explicó que los cineastas tienen su propio lenguaje para saber cuándo mover la cámara, o si no moverla, es todo un mundo.

Luca solo asintió energéticamente, eso sonaba asombroso.

—Bueno, si se veía bonito y todo —empezó Alberto—, pero yo creo que fue demasiado aburrida y...

Ya estaban saliendo del establecimiento cuando Alberto chocó con alguien, se hizo para atrás por el impacto. Luca y Giulia lo detuvieron para que no se cayera.

—Lo siento, no te vi... —empezó Alberto, pero se detuvo al ver quien era.

—La próxima vez fíjate por donde... —Ercole se dio la vuelta, iba a seguir hablando pero se calló al ver al chico.

Luca y Giulia quedaron petrificados, ahí estaba frente a ellos, observándolos detenidamente con la mirada.

«No puede reconocerlos, por supuesto que no» pensó esperanzada Giulia.

Luca por su parte estaba temblando, los recuerdos de él atormentándolos con su vara vinieron a su mente, ¿podría regresarlos al laboratorio? El corazón le dio un vuelco al pensar en esa posibilidad. Empezó a temblar, ningún músculo del cuerpo le respondía.

«Silencio Bruno, contrólate», se dijo, pero no funcionó.

Ercole pasó los ojos de Alberto a Luca, luego a Giulia y de regresó; algo en esos dos le resultaba familiar, pero no podía decir con seguridad que era, y... ¿por qué estaban con Giulia?

—Ercole, ¿hay algún problema? —alguien dijo detrás del militar, era Guido, quien venía hacia ellos, junto a él estaba Ciccio.

—Nada Guido —respondió sin mirarlo—, es solo que...

Miró a cada chico, ninguno de los dos hizo movimiento alguno.

—Hay algo en estos dos que me resulta familiar.

Alberto cerró su puño, Giulia lo notó y trago saliva.

Guido miró a ambos, y sus ojos se abrieron, la forma de sus cabezas, su altura y tamaño, eran iguales a las de...

No, no podía ser posible...

Miró a Giulia esperando una respuesta, la chica lo vio preocupada, y él entendió que, por más loca que fuera su idea, había acertado.

—Lo siento señor, pero no creo que nos hayamos visto antes —dijo finalmente Luca, sorprendido de que pudiera hablar, y que lo hiciera con tanta tranquilidad.

Ercole puso sus ojos encima de él, Luca tragó saliva y quiso retroceder, pero no lo hizo.

—Él tiene razón, Ercole —salió Giulia en su defensa—, ellos son mis amigos, Luca y Alberto, acaban de llegar de Génova.

Al oír sus nombres, Guido no pudo soportarlo más, se fue para atrás, y por poco y se resbala en la nieve, por suerte Ciccio logró atraparlo.

—¿Guido, estás bien?

La conmoción hizo que los cuatro voltearan a verlos.

—Sí... sí estoy bien —Guido recuperó el aire—, lo siento... solo... creo que estoy cansado.

No podía creerlo, desde niño había escuchado historias de seres mitológicos que podían hacerse pasar por humanos, pero jamás creyó que fuera posible, no se le ocurría nada en la ciencia que pudiera explicar eso, era... era...

Realmente eran mágicos.

Ciccio lo ayudó a recuperar la compostura, le puso una mano en el pecho.

—¿Seguro que estás bien?

Guido solo asintió con la cabeza, y le puso una mano en el hombro al rubio.

—Gracias.

Ciccio sonrió mientras soltaba a su amigo.

Ercole volvió a poner su atención en los Relegados, al verlo, Albero entrecerró las cejas mientras lo veía; esta era su oportunidad, no estaba encadenado y Ercole no tenía su vara, y aún si cargara otra arma con él, no le daría tiempo de desenfundarla, Albero acabaría con él en ese mismo instante.

«Veamos qué tan rudo eres ahora» pensó.

Ercole notó el odio con que lo veía, y no le gustó nada.

—¿Tienes algún problema, amigo? —le preguntó desafiantemente.

—No soy tu amigo —respondió Alberto con odio.

Ercole sonrió al escuchar eso, pero no de felicidad.

—Creo que a tu amiguito nunca le enseñaron modales, Giulia.

«Mira quien lo dice» pensó ella con odio.

Alberto iba a lanzársele encima, pero Luca logró sujetarlo, Giulia lo notó y se puso en medio de él y su jefe. Ercole pareció divertido ante el espectáculo.

—No le faltan modales, Ercole —Giulia le hizo frente—, es solo que Alberto no soporta a los abusivos.

Ercole la miró entrecerrando una ceja, Giulia no suavizó sus facciones, no dejaría que insultara a Alberto, y menos después de lo que le hizo, pese a ello, no podía permitir que una pelea iniciara, estaba nevando, y si Alberto caía en la nieve, todo estaría perdido.

Luca pensó lo mismo, era por eso que sujetaba a Alberto con todas sus fuerzas.

Guido notó que la situación pronto se saldría de control, no entendía como Luca y Alberto podían hacer eso, pero no quería descubrirlo en esos momentos, tenía que llevarse a Ercole de ahí antes de que las cosas empeoraran.

—¡Ah! Me duele la cabeza —se quejó llevándose una mano a la frente.

Ciccio lo notó.

—Ercole, algo pasa con Guido.

Él lo miro por encima de su hombro, Guido hizo una mueca y fingió que iba a caerse, Ciccio lo sujeto.

—Lo siento... es solo que... no recuerdo cuando comí por última vez.

En eso Ciccio notó que su estómago gruñía, ahora que lo pensaba, su última comida había sido una barra de chocolate y un café de máquina.

—Ercole, creo que necesitamos un descanso, deberíamos comer.

Él hizo una mueca y volvió a ver a los Relegados, Alberto seguía mirándolo con odio.

—Será mejor que nos vayamos —sugirió Luca.

Giulia solo asintió con la cabeza, tomó a Albero de un brazo y entre los dos se llevaron al chico, Alberto no opuso resistencia, ya que no quería pelear con sus amigos, pero nunca dejo de mirar a Ercole.

—Vayámonos también —dijo Ciccio, estaba tan cansado que ni siquiera intentaría entender la situación, ahora solo quería comer.

—Estamos agotados, Ercole, por favor —le siguió Guido.

—Está bien —finalmente cedió, pero el tampoco dejó de mirar a Alberto, —oye, Giulia.

La chica lo vio por encima de su hombro.

—Deberíamos juntarnos todos un día, incluidos tus amigos, quiero llegar a conocerlos.

Giulia solo lo vio con odio antes de concentrarse en el frente, bajaron por la colina y pronto desaparecieron de vista.

—¿Qué fue eso? —preguntó Guido, tratando de sonar tonto.

—Algo me huele mal con esos dos —fue la única respuesta de Ercole, quien seguía viendo la dirección en la que el trío se había ido. 

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