¿Te gustaría escuchar una historia?
—¿Te gustaría escuchar una historia?
—¿Una historia? ¿Qué clase de historia?
—Un cuento de hadas, el de unos príncipes arrebatados de su reino, la valiente guerrera que los ayudó a escapar, y del temible monstruo que quizo acabar con todo.
—Lo siento pero no escribo ficción.
—¿Y quién dijo que era una ficción?
—...
—Esto es lo qué haremos, te voy a contar la historia, y una vez que acabé podrás decidir qué hacer con ella. Puedes creerla o no, esa ya será tu decisión.
—Me parece correcto.
—Muy bien, ahora como vamos a contar un cuento de hadas, creo que la mejor manera de empezar es...
«Érase una vez, en una tierra no muy lejana llamada Portorosso, una joven de nombre Giulia, que soñaba con estudiar astrología para poder ver las estrellas, sus padres estaban divorciados, vivía con su madre la mayor parte del año en la ciudad, y en los veranos regresaba a Portorosso para ver a su padre, a ella no le gustaba mucho el pueblo, ya que todo el mundo pensaba que era un bicho raro, y la miraban como uno.
Pero si disfrutaba el mar, y estar con su padre, así que a pesar de todo, tenía una buena vida, no le faltaba amor.
Por desgracia la tragedia cayó encima de la familia, mamá enfermó de gravedad, y tras unos meses falleció. Guilla no tuvo otra opción más que dejar la ciudad e irse a vivir con su padre, ahora permanentemente en Portorosso; con el corazón destrozado por su pérdida, y sus sueños de estudiar hechos trizas. Su padre era un pescador, y no podía pagarle la escuela ni la estancia en Génova, Giulia pensó que quizás podría trabajar para pagarse un hospedaje y los estudios, pero la verdad es que no podía estar en la ciudad tras su pérdida, cada cosa que veía le recordaba a su madre, y no quería atravesar su duelo sola, quería estar con su papá.
Así que al regresar buscó un trabajo para por lo menos ayudar con los gastos del hogar, quizás en unos años podría intentar volver a Génova, cuando el tiempo curara sus heridas.
A las afueras del pueblo, a una hora en coche, había un laboratorio que era propiedad de los estadounidenses, nadie sabía que hacían ahí pero estaban buscando personal de limpieza, pagaban por hora, duraba toda la semana con excepción del jueves, que era día de descanso, de las seis de la mañana hasta las ocho de la noche. Era algo pesado pero Giulia quería distraerse, lo aguantó y pronto hubo un poco de alegría en la casa, después de todo, padre e hija se habían reunido, eran muy unidos y eso era todo lo que importaba.
Se venían tiempos felices, al menos hasta ese fatídico día en que a Giulia le encargaron limpiar el laboratorio...»
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