Silencio Bruno.
Los soltaron después de encadenarlos del cuello, estaban tan cansados que ni hicieron un intento por mantenerse a flote, sus cuerpos se hundieron hasta que tocaron el fondo.
Alberto seguía consciente, pero no sabía cuánto tiempo podría mantenerse así, los ojos le pesaban y estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerlos abiertos, lo que aún alcanzaba a ver era a Luca, su amigo había caído de tal forma que le daba la espalda, y no se movía.
—L...Luca —susurró, levantó una mano y la extendió hacia su amigo, pero él estaba demasiado lejos, y él muy cansado—, Luca...
Su amigo no respondió, la sangre salía de él hasta la superficie, tiñendo el agua de rojo, Alberto empezó a temer lo peor, quiso levantarse pero sus heridas le ardieron, hizo una mueca y tuvo que volver a recostarse, se quedó mirando a Luca, parecía estar tan cerca...
Quiso estirar su mano nuevamente, pero en eso una cortina de sangre se cruzó frente a sus ojos, Alberto se detuvo y se miró su pecho, también estaba perdiendo mucha sangre, cerró los puños y se acostó en el suelo mirando hacia el techo, una potente luz le pegó en los ojos.
«Oh vaya... ah sí que finalmente ha llegado, ¿no Bruno?».
Quizás de haber escuchado a Bruno hubiera podido retrasar más este día.
«¿Pero dónde hubiera estado la diversión?» Pensó con una sonrisa, pese a todo no se arrepentía, quizás solamente de no haber podido darle otra mordida al bastardo de Ercole, pero fuera de eso, estaba bien.
O al menos eso pensó hasta que recostó su cabeza, y su mirada se concentró en Luca.
No...
Quizás él no tendría problemas con irse... ¿pero qué derecho había tenido para arrastrar a su amigo hasta ahí? Tan lejos de casa, de sus padres... el saber que quizá ni Daniela ni Lorenzo volvieran a ver a su hijo le destrozó el corazón, y todo había sido por su culpa.
«El que tú padre no te amé, no quiere decir que los de Luca no lo amen a él».
«Oh cállate».
«Es verdad, además, ¿crees que solo les dolerá la muerte de Luca? Desde el principio ellos te trataron como familia, como uno más, Luca siempre te ha visto como su hermano mayor, y Daniela y Lorenzo respetaron eso tratándote como su hijo, ¿y qué me dices de la abuela Paguro? Su corazón se le hará pedazos cuando pierda a sus dos nietos. Felicidades, acabaste con la vida de la única familia que has tenido. ¡Bien hecho! No hay duda porque papá te abandonó, solo eres el chico que arruina todo».
Su subconsciente le estaba dando con todo, pero era justo, tal y como le había dicho, él siempre estaba arruinando todo, y esta vez lo había hecho de una manera tan espectacular que resultaba impresionante.
—L...u... c... Luca —trató de hablar en voz alta, pero estaba demasiado cansado como para esforzarse, apenas y salió un susurro de sus labios—, lo siento.
Y tras eso perdió el conocimiento, por suerte para él, la luz que había visto era tan solo la lámpara del techo.
*
La última pesca había sido buena, una cosa que vibraba haciendo un ruido extraño, un alga humana, una extraña caja, y lo mejor de todo, un traje que los humanos usaban para respirar, la mejor recolección que había tenido en temporadas, explorar el extraño pez de metal había rendido sus frutos.
Al pez lo cubría un muro de rocas, así que al menos podía estar seguro de que nadie intentaría robarse su tesoro, se rió, de todos modos era el único tonto que se aventuraba a acercarse al pez de metal, los demás le tenían demasiado miedo a cualquier cosa de los humanos, pero él no, él era Alberto Scorfano, y tenía corazón de tiburón, jamás se dejaría intimidar por esos monstruos de tierra.
Había dejado el resto de las cosas del otro lado del muro, mientras se probaba el traje, quizás habría sido conveniente dejar todo primero en la cueva y luego ponérselo, pero se veían tan genial que no podía aguantar sus ganas, además como había dicho, nadie más se acercaba a esta zona.
Es por eso que se sorprendió tanto cuando escuchó el:
—Oh —y luego el movimiento de aletas.
Sin quitarse el traje empezó a caminar hacia el borde, el traje era demasiado pesado como para nadar, colocó ambas manos sobre la piedra y miró hacia afuera; había otro acuático inspeccionando sus cosas, sus escamas eran verdes y azules, era pequeño, varios centímetros más bajo que él, y su mirada era muy curiosa, demasiada, se encontraba revisando el alga y la cosa que vibraba, justo en ese momento la maquina dio una sacudida, sorprendiendo al pequeño que soltó un grito de sorpresa.
Alberto no pudo evitar soltar una risita, ese chico era gracioso, quizás...
Sin pensarlo dos veces se puso el casco y tomó el arpón que siempre llevaba con él, por si las cosas se ponían feas, aunque no creyó tener que utilizarlo con ese pequeño, era solo para ayudar a la ilusión.
Saltó las rocas y dio pasos suaves para no alertar al pequeño, aunque eso no parecía tan difícil, él ahora estaba completamente concentrado en la caja misteriosa, conforme más se acercaba pisaba con más fuerza para hacerse oír, el pequeño dejó de experimentar con la caja y se dio la vuelta.
En cuanto lo vio soltó un gritó y agitó las manos violentamente hacia los lados, nadó hacia atrás sin darse cuenta que se estaba dirigiendo a una cueva, en un intento para girarse y escapar terminó chocando contra una de las paredes.
—¡Ouch! —Se sobó la cabeza mientras se aventuraba en la cueva.
Alberto no pudo evitar soltar una risa, era divertido, pero mejor le decía que todo era una broma antes de que le diera un ataque al corazón.
Siguió el camino del pequeño, y cuando estuvo dentro vio que estaba contra la pared, mirándolo con absoluto terror, él se acercó, el pequeño soltó un gritó de terror y cerró los ojos esperando lo peor.
Alberto tan solo acercó su rostro antes de decir:
—¡Boo!
El pequeño abrió los ojos, sorprendido de seguir con vida, lo miró y entonces Alberto se quitó el casco.
—Hay calma, tampoco soy humano.
El pequeño soltó un gran suspiro, llevándose una mano al pecho.
—Es un alivio —dijo sin una muestra de enojo.
Alberto sonrió y le pasó el arpón, sería mejor que empezará a recoger sus cosas.
—Sí, sostenlo.
De haber visto a su nuevo acompañante, se habría fijado que el arma flotó por encima de su cabeza, el pequeño tuvo que flotar para quedar boca arriba, y así quedar fuera del alcance del arma, lentamente alzó una mano para sostenerla con una mirada muy asustada.
*
Luca no sabía lo que estaba pasando, ese día había empezado como cualquier otro, con el vigilando a los peces, con mamá recordándole lo peligrosa que era la Superficie, y que si alguna vez veía un bote se ocultará, pero siempre diciéndole lo mucho que lo amaba.
Y luego había visto ese objeto brillante, o al menos eso creía, parecía que la luz de la gran cosa que brillaba en el cielo golpeaba a al objeto, y este a su vez dirigía la luz en su dirección.
«Qué curioso, ¿Cómo se le llamará a eso?» se preguntó.
Se acercó a examinarlo, lo cual lo llevó a descubrir todo un rastro de objetos humanos, que culminaron con el encuentro de aquel chico que casi lo mata de un susto.
Y pese a todo no estaba enojado con él, tan solo había sido una broma inofensiva, ¿verdad?
Salió de la cueva y regresó al terreno abierto, el chico estaba recolectando todos los objetos que había visto antes, guardándolos en el traje humano.
Luca miró el arpón, y luego al chico.
—¿Acaso... vives por aquí?
—Sí, solo vine por unas cosas —en eso notó la vara con la que dirigía a los peces—. ¡Uh!
La tomó y empezó a nadar.
—Eh... ¡Hey espera! ¡Eso es mío! —gritó antes de salir en su persecución.
El chico no parecía en lo absoluto preocupado, o asustado, se veía bastante feliz.
—¡Olvidaste tu arpón y...!
Se detuvo cuando al girar en unas columnas de rocas, vio a donde se dirigía el chico, era otra cueva pero esta tenía la forma de un caparazón de cangrejo ermitaño, era de color blanco, y tal como pasaba con el extraño objeto, la luz de arriba rebotaba en ella haciéndola brillar. Luca abrió los ojos ante tal hermosa creación de la naturaleza, el chico se metió a través de uno de los múltiples huecos que tenía la cueva.
Luca se quedó un momento quieto, ¿debía seguirlo? ¿Qué tal si era una trampa? ¿Eso contaba como desobedecer a sus padres?
Miles de preguntas volaron por su cabeza, sin saber qué hacer, en eso notó que aún tenía el arpón del chico, y él aún tenía su bastón, así que tenían que intercambiar, ¿era lo razonable, no?
Luca volvió a suspirar y nadó hacia la edificación.
«Solo voy a que me devuelva mi bastón, yo le doy su arpón y entonces puedo irme» pensó.
Entró en la misma abertura que el chico, esperando que eso fuera un trabajo rápido, pero en cuanto sus ojos se percataron de todo lo que había dentro no le quedó ni una duda. La pared estaba llena de pequeños espacios donde el chico había colocado una variedad de cosas humanas, todas las cuales eran desconocidas para él.
—Wow —dijo mientras nadaba para revisar los objetos.
—Bastante cool, ¿verdad?
Luca se dio la vuelta y vio que el chico estaba acomodando sus nuevas adquisiciones.
—Em... sí —respondió.
El chico no parecía ni lo más preocupado por su presencia, como si ya tuviera toda su confianza en el mundo, y a Luca le pareció interesante, en su lugar él estaría aterrado de tener a un desconocido en casa. El chico volteó a verlo, y vio que tenía su arpón.
—Oh creo que me equivoque —nadó hacia él.
Cuando estuvieron cerca le ofreció su vara, Luca asintió con la cabeza entregándole el arpón, el chico nadó al fondo y recargó el arma contra la pared, luego regresó con Luca.
—Alberto Scorfano —le dijo tendiéndole su mano.
Sin saber muy bien que hacer, Luca colocó su mano encima de la de Alberto.
—Luca Paguro.
En eso Alberto tomó la mano de Luca con la suya, la agitó hacia los lados y luego de atrás para adelante, provocando que todo el cuerpo de Luca se moviera.
—Piacere, Girolamo Trombetta —dijo mientras lo hacía, cuando terminó lo soltó, Luca lo miraba con mucha duda—, costumbre humana, soy un experto.
Luca examinó su mano antes de verlo.
—¿Qué significa? —Esperaba una respuesta, pero Alberto solo se mordió el labio inferior—, esa cosa que dijiste.
—¡Ven, te mostraré mi colección!
Ignorando por completo su pregunta, Alberto prefirió ponerle un brazo en los hombros y dirigirlo hacia de una de las paredes, Luca quería decirle que ya tenía que irse, pero la curiosidad le picaba el estómago con mucha fuerza.
«Solo un rato, luego ya me regresó a la casa».
—Esto es un casco —la voz de Alberto lo sacó de sus pensamientos, ahora sostenía un extraño plato plateado, que además era hondo en su interior, Alberto lo colocó sobre su cabeza.
—Wow —dijo Luca admirando el objeto.
Alberto sonrió, se separó de él, nadó hacia abajo y tomó un cucharón que brillaba, luego regresó hasta donde estaba Luca.
—Y esto es un rascador de espaldas —y pasó a hacer lo que su nombre indicaba, Alberto sonrió de satisfacción.
Luca se rió y empezó a inspeccionar el resto de los objetos.
—¿De dónde sacaste todo esto?
—Hay todo un basurero de cosas humanas, mi papá y yo solemos explorarlo.
—Oh, ¿y está él en casa?
—No, él casi no está así que hago lo que quiero —agregó encogiéndose de hombros.
«Qué cool» pensó Luca.
—¿Y no es arriesgado?
—Nunca ha venido un humano a reclamar por sus cosas —respondió riéndose antes de nadar hacia arriba—, ven, todavía tengo mucho que mostrarte.
*
Tras una tarde entera de contemplar la colección de Alberto, tuvo que correr a casa, como era de esperarse mamá lo recibió con muchas preguntas, por suerte abuela salió a su rescate diciendo que lo había mandado por pepinillos de mar.
«Gran pez en el cielo, ¿Qué haría sin ella?»
Así que después de una buena noche de sueño Luca se encontró regresando a la guarida de Alberto, hasta ahora él era su mejor oportunidad para saber más del mundo de arriba, y era agradable no tener que pasar el resto del día con los peces, amaba a todo el rebaño, pero poder hablar con alguien de... más o menos su edad era mucho mejor.
Así que tras crear un muñeco de él para que se quedará cuidándolos, se aventuró a la cueva, tocó la pared tres veces.
—Hola, ¿Alberto, estás en casa?
Pero no tuvo respuesta, se asomó por una de las entradas, dentro no se veía a nadie.
«¿A dónde pudo haber ido?» Se preguntó.
—Luca —dijo alguien a sus espaldas.
Soltó un grito y se dio la vuelta, entonces vio que se trataba de Alberto, suspiró aliviado.
—Oh, hola Alberto.
Él sonrió, parecía muy contento de que el pequeño decidiera volver.
—Ven, quiero enseñarte algo.
Y dicho eso inició el nado hacia la superficie, Luca lo miró alejarse, ¿debería seguirlo? En lo que llevaba de conocerlo una cosa le quedaba clara, y es que Alberto parecía no tenerle miedo a nada, eso también implicaba que debía correr muchos riesgos, ¿sería apropiado seguirlo?
«Solo un vistazo, y si veo que es muy peligro me voy» se dijo, después de todo ya había hecho demasiado para estar ahí, ¿qué más daba arriesgarse un poquito más?
Así que fue tras de él, los dos nadaron por un tiempo hasta que Luca empezó a notar que el agua a su alrededor... disminuía, y que un fondo rocoso apareció debajo de ellos, Luca miró arriba y vio que más adelante el agua se acababa, dando paso a la tierra.
Luca se detuvo, no estaba hablando en serio, Alberto notó que Luca se detenía y la mirada de inseguridad en su rostro, dejó de nadar y fue con él.
—¿Qué pasa?
—No puedo subir allá arriba —dijo apuntando con un dedo a la tierra.
—¿Por?
—Es malo, y peligroso —suspiró—, lo siento, pero ni en un millón de años.
—Hey, hey, hey —respondió Alberto tranquilizadoramente—, ya vi el problema, tienes un Bruno en la cabeza.
—¿Un bruno?
—Sí, también lo escuchó a veces, Alberto no puedes, Alberto te harás daño, Alberto no lo metas en tu boca —se rió antes de señalarlo con el dedo, y de mostrarle una mirada muy seria—. Luca es simple, no escuches al torpe de Bruno.
Luca miró hacia un lado antes de preguntar.
—¿Por qué se llama Bruno?
—Eso da igual, eso no importa, llámalo como quieras, ¡Pero cállalo! Dile... ¡Silencio Bruno!
—Silencio Bruno —repitió Luca en voz baja, mirando con ambos ojos hacia arriba.
—Más fuerte, ¡Silencio Bruno! —exclamó Alberto acercándose más a él, con ambas manos abiertas.
—Silencio Bruno —repitió Luca un poco más alto.
—¡Silencio Bruno!
—¡Silencio Bruno! —ahora si lo gritó.
—¿Todavía lo oyes?
—No, solo a ti.
—¡Bien! Ahora vamos.
Y sin otro aviso lo sujetó de un brazo y lo jaló hacia la Superficie.
—Silencio Bruno, silencio Bruno, silencio Bruno —Luca se repitió incontables veces mientras se acercaban más y más a la tierra, cerrando sus ojos y apretando las cejas.
Y conforme iban llegando todo se iba haciendo más brillante hasta que...
*
Cuando Alberto despertó espero estar en el cielo, con el gran pez a su lado para que pudiera nadar a su lado por toda la eternidad, pero tan solo tuvo que mover su cuello y escuchar las cadenas para saber que seguía prisionero.
«Ai anchoas» pensó.
Intentó moverse pero el pecho le dolió, apretó los dientes y volvió a recostar la cabeza en el suelo.
«Parece que viviremos para luchar otro día Bruno» se rió un poco, y volvió a cerrar los ojos, ahora con la certeza de que su hora aún no había llegado.
El sueño... no, un sueño no, un recuerdo, el día que conoció a Luca, el día en que encontró a su familia, era curioso que recordará un momento como ese, luego de todo lo que le había hecho pasar al pobre de...
«¡Luca!»
Al recordar a su amigo se levantó, ignorando el dolor que sentía en todo su cuerpo, miró a su alrededor buscándolo, pero no se le veía por ninguna parte.
«Luca... Luca... ¡¿Dónde estás?!» Pensó asustado.
Miró de izquierda a derecha pero no pudo encontrarlo, no estaba por ningún lado.
«¿Se lo llevaron? Oh no, no, no, no» Alberto empezó a preocuparse en extremo, por suerte y por puro instinto, levantó la mirada, y suspiró al ver que Luca estaba apoyado sobre la orilla.
Sintiéndose más feliz de lo que jamás había estado, emprendió su viaje hacia arriba, si bien el dolor no se iba, se dijo a sí mismo que siguiera, que no se detuviera, era igual que callar al tonto de Bruno.
No quería asustar a su amigo, ya había sufrido lo suficiente, así que salió a flote a unos pocos centímetros de él; Luca tenía ambos brazos sobre la tierra, con una mirada de tristeza, sus aletas estaban caídas, pero estas se levantaron cuando escuchó la salpicada, miró a su derecha y vio a su amigo, sus ojos se abrieron, estuvo a punto de lanzársele en un abrazo, pero se detuvo haciendo una mueca, y llevándose una mano a las costillas.
—¡Luca! —Dijo preocupado.
Pero Luca levantó una mano, indicándole que estaba bien.
—Tranquilo... ya me duele menos... solo no debo moverme mucho.
Y volvió a apoyarse contra la orilla, Alberto estaba por acercársele, cuando su propio dolor volvió a aparecer, siguiendo el ejemplo de su amigo se acercó al borde, y adoptó su misma posición, en efecto, ayudaba a disminuir la molestia.
—¿Qué pasó? —le preguntó.
Luca suspiró antes de contestar.
—Cuando desperté seguías inconsciente, intente despertarte pero nada funcionaba, y para empeorar las cosas... aún sangrábamos.
Alberto apretó los puños, ¿Qué tan cerca habían estado de estirar la pata?
—Por suerte... el humano apareció.
Alberto volteó a verlo con los ojos abiertos.
—El que nos enseñó sobre las lágrimas —le aclaró—, y nos trajo un remedio.
Luca sacó su mano del agua para tomar algo del primer escalón, se lo mostró a Alberto, era un recipiente de porcelana con tapa, Luca lo destapó y reveló que dentro había una mezcla de color verde, parecían ser algas aplastadas, Alberto pasó su mirada del ungüento a su amigo.
—Lo sé, como en casa.
Alberto se miró su pecho y vio que tenía un poco de la mezcla en sus heridas, la tocó con una mano y notó que estaba dura.
—¿Cómo lo supo? ¿Te dijo algo?
Luca negó con la cabeza.
—Solo que lo sentía, lo dejó aquí y luego se fue.
Alberto solo asintió con la cabeza, y Luca prosiguió con su explicación:
—Me la puse, y ayudó a calmar el dolor, además de que detuvo el sangrado, así que luego te curé a ti, no te despertaste pero aún sacabas burbujas —se rió—, todavía roncas.
Ahí ni Alberto pudo evitar reírse.
—Intenté volver a dormir pero... no pude, creo que estaba muy alterado.
Luca tenía sus ojos en la puerta, deseaba tanto poder atravesarlas, y poder salir de ahí, ya no quería pasar ni un segundo más en ese espantoso lugar, ni con ese horrible monstruo.
—¿Y Giulia? ¿Sabes si le pasó algo? —preguntó Alberto.
En eso Luca se levantó y lo miró preocupado.
—No... me temó que cuando el humano malo me golpeó... me desmaye, cuando desperté estaba de regreso en el agua.
Alberto hizo un intento por recordar, pero en ninguna de sus memorias aparecía la chica; intercambiaron miradas preocupadas, y luego observaron al lugar donde su amiga se había ocultado. No parecía haber rastros de pelea, ni tampoco de su sangre, el laboratorio estaba como si nada, como si Giulia hubiera hecho su trabajo, eso les trajo esperanza, quizás su amiga si logró escapar.
Y en eso Alberto rompió en llanto.
—¿Alberto qué pasa? —preguntó Luca preocupado.
—Luca... lo siento... todo es mi culpa, es mi culpa que estemos atrapados en este lugar —golpeó el agua con un puño— ¡Tú me dijiste que era muy arriesgado acercarse al bote humano, pero no te hice caso! ¡Si lo hubiera hecho nada de esto hubiera pasado! ¡Estaríamos a salvo y...!
—Silencio Bruno —lo interrumpió Luca, con una mirada determinada—, no escuches al tonto de Bruno.
—Esto no se trata de Bruno, ¡por mí culpa estás aquí!
Luca negó con la cabeza, e ignorando el dolor, se fue acercando a su hermano.
—Alberto, tú nunca me has obligado a nada, si yo te seguí fue porque yo así lo decidí.
Pero Alberto no quiso escucharlo, miró hacia el otro lado del cuarto.
—Deberías estar en casa, con tu familia...
En eso Luca colocó su mano encima de la suya, y la apretó con fuerza, Alberto cerró los ojos, mientras las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas.
—Estoy con mi familia —dijo Luca.
Alberto no pudo contenerse más, volteó a ver a Luca, el pequeño también tenía los ojos húmedos, ignorando al dolor se abalanzaron el uno encima del otro, fundiéndose un abrazo.
—Aún si estuviera en casa... no podría vivir sabiendo que estas aquí atrapado... y solo.
Alberto solo apretó a Luca con más fuerza.
—Hemos salido de peores Alberto, y saldremos de esta —por supuesto que no lo sabía, ni siquiera estaba tan seguro de que la librarían, pero ese era Bruno quien hablaba, y si alguna vez hubo un momento en su vida en que tuviera que callar a Bruno, era ese.
«Silencio Bruno».
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