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Rutina.


Guilla se frotó ambas manos mientras esperaba bajo la parada del camión, que era un techo de lámina sobre una estructura de madera sostenida por dos postes, en uno de ellos estaba clavado el oxidado letrero de parada.

Ya era Diciembre así que no sorprendía el frío, aunque en Portorosso casi todo el año hacía calor, durante los tiempos invernales la temperatura bajaba considerablemente; tanto que llevaba encima tres suéteres, un gorro y una bufanda, exhaló por la boca y pudo ver la blanca neblina en la que se había convertido su aliento. No tenía problemas con levantarse temprano, pero odiaba el frío, no podía nadar ni comer gelato por culpa de el, pero ahora tenía un horario que cumplir así que no le quedaba de otra. Además no tenía nada de que quejarse, estaba en perfecta salud y tenía sus cinco sentidos funcionando, es más, hasta agradecida debería estar de tener un trabajo con un buen sueldo, así podía ayudar a papá en casa, y no tenía que pensar...

En eso.

A lo lejos el camión se acercaba, Giulia le hizo la parada; la ruta de esa mañana era vieja, el cojín del asiento se había caído, así que su pobre trasero estaba contra el duro soporte de metal; el camino estaba lleno de baches, y una parte estaba empedrada, así que el camión se agitaba de izquierda a derecha, era arrojada hacia ambos lados y de adelante para atrás también.

Su martirio duró una hora hasta que llegaron al laboratorio, era una instalación de los estadounidenses, un gigantesco cubo de concreto constituido por dos pisos superiores y un nivel subterráneo, ella trabajaba en todos los pisos.

Bajó rápidamente del camión y caminó hasta la puerta de entrada, el camino estaba iluminado por unas luces amarillas colocadas en unos postes. La puerta de acceso era eléctrica, solo se podía pasar mostrando tu identificación a un sensor que estaba pegado a la pared; Giulia sacó su tarjeta y la pasó por el escáner.

Bip.

La puerta se abrió y Giulia paso rápidamente, atravesó la recepción que era un escritorio negro, tras el cual se ocultaba una chica de lentes que trabajaba en su ordenador mientras bebía un capuchino.

Se dirigió inmediatamente a los vestidores que estaban del otro lado, eran hileras de lockers color azul marino, acompañados con bancas negras de metal colocadas a final de cada pasillo, el suelo era liso y de color gris; Giulia se puso su uniforme que era una playera blanca un delantal azul cielo, una falda negra y zapatos grises.

La primera actividad que tenía que realizar era lavar los baños de cada piso, luego la sala de control principal; una habitación grande que tenía dos filas de controles a cada lado, y contra la pared había una escalera que conducía a un piso superior donde estaba una oficina y su sala de espera, decían que era para el jefe del proyecto, que todavía no llegaba.

Ella debía sacudir el polvo de los monitores, limpiar las pantallas, vaciar los botes de basura y barrer y trapear, mientras los científicos trabajaban, a ella le gustaría poder reírse, cantar y bailar mientras limpiaba, pero a los demás les disgustaba y podía ser sancionada por ello, así que tenía que hacer su trabajo en silencio, eso no lo hacía exactamente placentero.

Tras eso era su hora de comida, en el comedor había una pared llena de mostradores con los diferentes platillos servidos en bandejas, por suerte Massimo, su padre, siempre le preparaba algo para que ella no tuviera que consumir el desabrido lonche que la empresa ofrecía.

Ella solía comer sola, al igual que en el pueblo todos en el trabajo la veían como un bicho raro, así que prefería aislarse del resto, usualmente en la mesa más alejada de todos, mirando como otros convivían entre ellos, entre bocado y bocado Giulia no podía evitar sentirse un poco sola, pero rápidamente apartaba esos pensamientos pensando en lo que haría mañana.

Tras su comida reanudaba su trabajo limpiando los cuartos restantes, y debía estar atenta por si alguno de sus superiores se le ofrecía algo, en su contrato estaba estipulado que no podía negarse a las órdenes de un jerarca.

Tras eso podía marcar su hora de salida, con la misma tarjeta con la que entraba, debía esperar al camión que se tardaba otra hora, y tras eso podía regresar a casa.

La parada estaba a veinte minutos de su casa, así que tenía que caminar un poco más para finalmente llegar, su hogar estaba pegado a la costa, así que siempre tenía una buena vista del mar, el cual estaba congelado en esa época del año, lo cual no hacía exactamente fácil el trabajo de su papá, otra razón para seguir en el laboratorio.

Su papá estaba en la cocina cuando ella entró, se quitó sus abrigos y los colocó en un perchero que estaba junto a la puerta.

—Hola papá —saludó con alegría, ese era su momento favorito del día.

—Giulietta —su papá asomó su cabeza y sonrió, era un hombre alto, robusto y fornido, y de cabellos cafés, había nacido sin un brazo pero ese no era ningún impedimento para él, caminó hasta ella y le dio un abrazo—, ¿qué tal el trabajo?

—Lo mismo de siempre papá, nada interesante —dijo dejando su bolsa en un sillón—, iré a darme una ducha.

—Perfecto hija, prepare tú favorito —añadió su padre.

Giulia sonrió pensando en la pasta.

—Gracias papá.

Al subir las escaleras se encontró con Machiavelli, su gato, que reposaba sobre los barandales, Giulia sonrió y lo acarició en la cabeza, el felino solo ronroneo, fue a su habitación para tomar su pijama y luego se dirigió al baño.

Había una regadera con tina, pero raramente usaban la bañera, era de color verde alga al igual que el inodoro, las cortinas eran blancas y las paredes de cuadros eran azules.

Lo que más disfrutaba del día era poder quitarse la ropa y meterse bajo el chorro de agua caliente, era como si el agua pudiera llevarse todos sus problemas, y le regresaba el calor al cuerpo; tras eso salió, se secó con la toalla blanca y se puso el pijama.

Al bajar, la comida ya se encontraba servida a la mesa, Trenette al pesto, Giulia sonrió, tomó su tenedor y comenzaron a comer, Massimo le preguntaba cosas sobre el trabajo, pero realmente Giulia no tenía mucho que contar debido a su solitaria estancia en el laboratorio, a ella le gustaría preguntarle sobre la pesca, pero sabía que papá pasaba la mayoría parte del tiempo en casa ahora que las aguas estaban congeladas, así que solían cenar en silencio.

Tras eso Giulia recogía los platos y los lavaba mientras Massimo se iba a acostar, estos días eran muy difíciles para él, con la falta de su actividad su padre se sentía como un animal enjaulado, que iba de aquí para allá sin ningún motivo. Giulia odiaba verlo así, pero llevaba tanto tiempo en su misma profesión que dudaba que pudiera acostumbrarse a algo nuevo.

«Las aguas se descongelaran» pensaba Giulia para sentirse animada.

Al terminar de enjuagar el último plato Giulia subía a su habitación y se acostaba en su cama para ver el techo, antes solía salir de su cuarto para ir a la casa del viejo Bernardi, él tenía un telescopio con el que podía ver las estrellas, pero desde lo de su mamá...

Ya no encontraba la misma pasión.

Por eso prefería simplemente dormir para estar lista para el día siguiente, después de todo, tenía que pararse temprano y repetir la rutina.

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