Festa del Mare
¡Feliz día de "Luca" por fin se estrena en cines! Está actualización es en celebración de que finalmente se le hace justicia a la película estrenándola en cines, como siempre debió ser. ¡Ah, que emoción! ¡No puedo esperar para verla en cines! Bueno, espero que disfruten el nuevo capítulo.
Cuando Luca y Giulia regresaron a la casa, Massimo y Alberto también habían terminado con las redes, y estaban esperando en la sala. Alberto sonrió al verlos bajar las escaleras y se les acercó.
—¡No van a creerlo! ¡Todos en el pueblo están como locos! ¡Hay comida por todos lados, y la gente está saliendo a las calles!
Giulia sonrió, ya acostumbrada a que el espíritu festivo se apoderara de Portorosso por aquellas fechas.
—La fiesta ya está empezando, y solo se pone mejor mientras más tarde se hace.
Alberto sonrió de la emoción.
—Lo cual —añadió Massimo—, no es una invitación para quedarse hasta tarde.
Giulia rodó los ojos, pero sonrió, ya sabía que su padre podría ser un poco sobre-protector, eso y toda la paranoia por Ercole, pero estaba decidida, solo unas horas y luego se dirían adiós.
«Estoy preparada», se dijo, era hora, y después de su conversación con Luca, estaba más lista que nunca.
Massimo notó que la actitud de su hija había cambiado, desde que conoció a los chicos ella había mejorado bastante, era feliz de nuevo, pero ahora... se le veía incluso mejor, como si hubiera podido sanar por completo. Massimo no sabía cómo explicarlo, su hija tenía un aura diferente, una que no había tenido desde que su madre estaba viva.
Alberto frotó sus manos entre sí, se le veía emocionado y listo para festejar.
—Bueno, si ya no tenemos nada más que hacer, ¿podemos ir al festival?
Eso hizo que los otros dos se pusieran igual de emocionados, con el trabajo listo y los sentimientos expresados, era hora de festejar.
—Sí, vamos —agregó Giulia—, ya quiero que vean todo lo que la fiesta tiene que darles.
Los jóvenes estaban por dirigirse a la salida cuando Massimo tosió para que se detuvieran, lo hicieron y voltearon a verlo.
—Antes de salir, me gustaría hablar con Giuletta.
Los chicos la miraron, la chica se veía igual de sorprendida que ellos, hasta donde sabía, no había hecho nada imprudente en las últimas doce horas, pero bien, considerando por todo lo que habían pasado, no se sorprendería que algo se le hubiera pasado por alto.
—Oh, claro —dijo ella dando un paso al frente.
—Bien, pero me gustaría que fuera arriba –respondió, apuntando con un dedo las escaleras.
«Vaya, esto sigue poniéndose mejor», pensó ella.
—Está bien —respondió.
Massimo asintió y empezó a subir, Giulia lo siguió, no sin antes darse media vuelta para mirar a los chicos, se encogió de hombros. Luca hizo lo mismo mientras que Alberto soltó un suspiro silencioso, él ya quería salir y ver la fiesta, pero no quería ser grosero así que se aguantó.
Giulia siguió a su padre hasta su cuarto, ahí el pescador estaba buscando algo encima de un armario.
—Muy bien, ¿Qué pasa? ¿De qué hay que hablar?
—De hecho —dijo Massimo tomando una caja blanca de cartón—, no hay nada de qué hablar.
La dejó sobre la cama, Giulia miró el cajón y luego a su padre, sin saber que quería decir. Massimo no dijo nada, solo apartó la mirada; intrigada, la chica avanzó hasta la caja, era algo grande, retiró la tapa y miró dentro, sus ojos se abrieron.
Giulia tomó la prenda con ambas manos, la sacó del envoltorio y la sostuvo unos minutos para poder apreciarla: era un vestido, un hermoso vestido de tirantes, de un maravilloso color amarillo en tono canario, la falda le llegaba hasta por debajo de las rodillas. Examinó el vestido, era precioso. Giulia lo colocó por encima de su cuerpo, comprobando que le quedaba a la perfección. Massimo sonrió, así que su hija volteó a verlo.
—Iba a ser un regalo de cumpleaños —dijo Massimo—, pero hoy es una noche muy especial.
Giulia bajó la ropa, sonriendo, jamás podría agradecerle a su padre lo suficiente por todo lo que había hecho por ella. Así que solo dejó el vestido sobre el colchón, y se le lanzó en un abrazo, rodeando el cuello de su progenitor y restregando cariñosamente su cabeza en el pecho de su padre, y él la abrazó de vuelta.
...
Luca y Alberto seguían esperando cuando escucharon los pasos, los dos voltearon a ver, y quedaron pasmados por lo que vieron.
Giulia venía bajando las escaleras, con una mano sobre el barandal, vistiendo un hermoso vestido que brillaba, también se había quitado su gorro. Alberto quedó embobado, pues el amarillo era su color favorito, mientras que Luca no podía apartar los ojos, Giulia jamás se había visto tan hermosa.
Giulia no pudo evitar reír antes las miradas embobadas de sus amigos, al llegar al final de las escalaras giró para presumir el vestido.
—¿Y bien? —Preguntó—. ¿Les gusta?
Aunque anonadados, los dos asintieron, lo que solo provocó más risas por parte de Giulia.
—Ya solo falta un detalle —dijo Massimo bajando, en sus manos traía un chal de gasa color azul marino.
Giulia sonrió, aunque amaba el vestido, no quería que sus hombros se congelaran. Massimo le colocó la prenda encima, la cual le cubría elegantemente.
—Muy bien, creo que ahora sí estamos listos —afirmó Massimo.
Los tres sonrieron, el momento había llegado.
...
Como Alberto había dicho, las calles estaban alborotadas, tan solo al salir de la pescadería notaron la buena vibra que se vivía, había puestos de comida en cada rincón, los niños reían y corrían, todas las luces estaban encendidas, por lo cual era imposible perderse cualquier detalle. Habían instalado un escenario frente a la farmacia, donde se llevaba a cabo la inscripción para la Copa Portorosso, también habían colocado una carpa y una gran tabla de madera como suelo, donde la gente estaba bailando, una banda tocaba una canción, con una cantante femenina al frente.
—Quedé en verme con Tommaso por un café —les dijo Massimo—, ¿creen que estarán bien por su cuenta?
Los tres asintieron.
—No te preocupes, papá, estaremos bien.
Massimo asintió y se dirigió a los chicos.
—Diviértanse, vean todo lo que puedan... volveré para despedirnos.
—Sí, gracias señor Marcovaldo.
Alberto solo mostró un pulgar arriba. El pescador siguió su camino, la verdad es que si bien estaba feliz de aceptar la invitación de su amigo, consideraba que lo mejor era dejar que los jóvenes se divirtieran entre ellos.
Luca vio maravillado todo, esto es lo que había estado buscando, si bien disfrutó la salida al cine y atender la tienda, esto era mucho mejor, ver a los humanos en su ambiente era genial, cómo hacían sus actividades, cómo era el mundo en el que vivían.
Aunque su alegría no duró mucho.
Una risa le advirtió del peligro, dos niños estaban teniendo una pelea de bolas nieve, uno de ellos acababa de lanzar una, su amigo logró esquivarla y está iba directamente hacia Luca, el chico ahogó un grito y se apartó, esta cayó a un lado de él. Luca siguió mirando donde había caído la bola, luego miró a sus compañeros, ambos se veían igual de asustados.
—¡Carlo, ten más cuidado! —escucharon la voz de una mujer.
—Lo siento, mamá —se disculpó el chico que la había lanzado, luego vio a Luca—, lo siento, señor.
—No hay problema —respondió mientras él y sus amigos se apartaban de la escena—, eso estuvo cerca.
—Nah, tus reflejos son excelentes hermano, no tenemos nada de qué preocuparnos —dijo rápidamente Alberto, trataba de sonar confiado, pero la verdad es que él también se había asustado.
No estaba nevando, y toda la nieve había sido apartada de las calles para que no obstruya el tránsito, pero eso no evitaba que algunos infantes siguieran su lucha de bolas de nieve.
—Tranquilos, solo hay que tener los ojos bien abiertos, cuidarnos y estaremos bien —les aseguró Giulia, aunque también estaba nerviosa.
—Sí, vamos a vivir un poco —continuó Alberto, prefiriéndose concentrar en los puestos.
Pasaron por un carrito de palomitas a uno que servía brochetas de pescado a uno de globos.
La primera parada fue en la Gelatería, si bien el postre no parecía ser el más adecuado para estas fechas, si los chicos no lo probaban ahora, era posible que jamás lo hicieran, así que era ahora o nunca.
Giulia los condujo hasta la tienda, si bien era invierno, la tienda no cerraba y en su lugar ofrecía otros postres como: Panna Cotta, Cannoli, Zuccotto, Sfogliatelle, y Panettone, que iban mejor con la fiesta.
—Siéntense, en un momento estoy con ustedes —les indicó.
Los chicos obedecieron y fueron a sentarse a una mesa que estaba contra la ventana, había otra a su lado, y más adelante de ellos otras dos, el piso era de un azulejo de cuadrados amarillos con blancos, y las paredes eran color crema.
Giulia caminó hasta el mostrador, donde había una empleada de nombre Gianna. Giulia la conocía pues solía comprar ahí seguido. Gianna tenía un vaso de café a su lado, mientras que en el otro estaba su celular pasando una telenovela. Giulia tosió llamando su atención. La empleada levantó la vista.
—Buenas noches, Giulia. ¿Qué puedo darle?
—Buenas noches, Gianna, Tres gelato, por favor.
La empleada abrió los ojos en grande.
—¿Has visto el clima allá afuera?
Giulia sonrió, ya sabía que se encontraría con esta clase de oposición, no la culpaba pero no iba a ceder.
—Vamos, mis amigos vinieron desde Génova porque les dije que Portorosso tiene el mejor gelato de toda Liguria, ¿no querrás decepcionarlos? ¿O sí?
Gianna vio por encima del hombro de Giulia, notando a los chicos sentados en la mesa, luego volvió la mirada a Giulia quien sonrió. A la empleada se le siguió viendo insegura, pero al final se encogió de hombros y puso pausa al video.
—Al cliente darle lo que pide —dijo resignada.
Giulia sonrió de oreja a oreja.
Pidió uno de fresa, otro de vainilla y finalmente uno de chocolate, pagó y se dirigió a la mesa.
—Bonito vestido —le dijo Gianna con sinceridad.
Giulia sonrió.
—Gracias.
Dicho eso fue con los chicos y tomó asiento, entregándole a Luca el de fresa, a Alberto el de chocolate y ella se quedó el de vainilla.
—Bon appetti —dijo antes de darle una lamida a su postre.
A este punto los chicos confiaban en ella al cien por ciento, así que no dudaron en probar el gelato, tan solo con la primera lamida, sus ojos se iluminaron, y lágrimas de felicidad se formaron en sus ojos
Era dulce, suave y cremoso.
—Oh, Woah —dijo Luca mientras comía más su postre.
Alberto por su parte, quedó tan encantado que comenzó a devorarlo. Giulia se rió mientras lo disfrutaba lentamente. Tras acabar con el dulce, los tres reposaron en sus sillas.
—Giulia, ¿Por qué nos habías ocultado semejante manjar? —preguntó Alberto.
—Quería que el momento fuera el adecuado —respondió ella sonriendo.
Luca miró por la ventana, notando a las personas que se habían reunido bajo la carpa.
—Miren —le dijo a sus amigos apuntando hacia afuera, ambos lo hicieron.
—Está por empezar el baile —respondió Giulia poniéndose de pie.
Luca y Alberto se levantaron emocionados, Giulia les había explicado en qué consistía una danza durante sus días en el laboratorio, movimientos coordinados al compás de la música.
—¿Vamos? —preguntó la pelirroja.
Los chicos asintieron con la cabeza, así que el trio se levantó de sus asientos y caminaron hacia la puerta, pero antes, Giulia se detuvo, se quitó su chal y se lo entregó a Gianna.
—¿Podrías cuidármelo?
Gianna tomó la prenda y la guardó detrás del mostrador.
—Claro, sin problema.
Giulia sonrió y salió.
En el escenario, la cantante interpretaba una canción mientras también tocaba la guitarra.
https://youtu.be/59XMTseHmOE
E' bello averti qui,tra le mie braccia amore e' bello averti qui, amore.
Al lume di candela parliamo di noi due che magica atmosfera
che c'e' questa sera....
di colpo le tue mani intrecciano le mie nell'aria il tuo profumo,amore
amore che fai, amore così non vale.
Los tres llegaron a la pista y empezaron a bailar. Giulia se movía con gracia mientras Luca y Alberto la veían sin saber qué hacer, intercambiaron miradas, estaban acostumbrados a chapotear en el agua, pero esto se sentía muy diferente, así que al final, cada uno empezó a balancear los brazos y movían los pies de un lado a otro tratando de seguir el ritmo de la música.
Se il mondo fosse un angolo di cielo rimangerei la mela del peccato amore
E vola il tuo vestito sul divano
ti prego non fermare la tua mano
amore. Ma amore così non vale
amore così non vale.
Tras estar bailando un poco, ambos chicos se sintieron cansados y le pidieron a Giulia un descanso, ella asintió con la cabeza, entendiendo que quizás no estuvieran tan acostumbrados a hacer esfuerzo físico fuera del agua, así que iba a sugerir que regresarán adentro cuando tuvo una idea al recordar esas incontables noches de desvelo, la única cosa que lograba mantenerla despierta.
Así que en vez de dirigirlos a la Gelatería, los llevó a una cafetería que estaba tan solo a unos locales de distancia.
—¿Y ahora a dónde vamos? —preguntó Luca.
—Oh, ya lo verán —fue la respuesta que dio Giulia mientras abría las puertas y los ayudaba a pasar.
Aquí la ambientación era un poco más oscura, pues las paredes eran de color castaño, mientras las sillas cafés y el piso de color caoba, pero lo más sobresaliente era el aroma, un exquisito olor a café impregnaba todo el lugar, las narices de los chicos se movieron de arriba abajo notando el delicioso olor.
Giulia sonrió mientras los dirigía a la barra, donde le pidió tres espresso al empleado, así que el hombre se puso a trabajar; vertió el café en las tazas, le puso espuma y luego sirvió las espumosas tazas a cada uno, dejándolas en la mesa.
—Espresso —anunció la chica.
Luca y Alberto miraron con expectativa las copas, Giulia tomó la suya, se las mostró y luego le dio un buen trago sonriendo, al terminar extendió su mano hacia la de los chicos, ellos sonrieron y sin pensarlo dos veces, las tomaron y se bebieron el café de un trago, el cansancio desapareció de golpe, sus ojos se abrieron tanto como pudieron y la sonrisa se extendió hasta la comisura de los labios.
Giulia se preocupó un poco, quizás y la cafeína fue demasiado para ellos.
—Chicos —empezó.
Pero antes de que pudiera decir algo más, Luca y Alberto la tomaron de los brazos, y la sacaron de la cafetería para que pudieran volver a bailar, Giulia simplemente se rió todo el rato.
Benvenuti in paradiso insieme a noi non vogliamo più serpenti
Benvenuti in paradiso finché vuoi
Benvenuti tra noi.
Bailaron y bailaron hasta que sus músculos ya no podían más, pero Alberto no pensaba darse por vencido, así que regresó a la cafetería para pedirse otros tres espresso. Se los prepararon y Alberto se los tomó de un sorbo.
Tras eso regresó a la pista y bailó como loco; Luca y Giulia tan solo podían ver desde unas mesas como su amigo se movía por todos lados.
—¿Es normal que el espresso haga eso? —preguntó un preocupado Luca, sabía más que nadie lo hiperactivo que Alberto podía llegar a ser, pero ahora parecía elevado al otro nivel.
—Eh, sí —fue la respuesta de Giulia, después de todo para eso era la bebida, para despertar, aunque nunca había visto una reacción como la de Alberto.
El chico seguía bailando sin parar, tanto que no notó que sus pies se cruzaron al momento de bailar, esto provocó que perdiera el equilibrio y que se fuera para el frente, justo hacia donde estaba la banda. Luca y Giulia abrieron los ojos y rápidamente salieron para atraparlo, pues había un poco de nieve alrededor.
Alberto tan solo pudo abrir sus ojos y boca mientras caía, la cantante seguía con su interpretación, no fue hasta que abrió los ojos que notó al chico que se dirigía a ella. Parecía que iban a colisionar, pero por suerte, sus amigos llegaron a tiempo, sujetándolo de los brazos para detenerlo.
Por un momento, todo lo que Alberto y la cantante hicieron fue mirarse entre ellos, Alberto suspendido a tan solo unos metros de ella, y la cantante sin saber que estaba pasando, al final, el chico sonrió avergonzado mientras Luca y Giulia lo jalaban para atrás.
—Lo siento —se disculpó Alberto.
La cantante no respondió, tan solo se le quedó viendo aterrada, como no creyeron que las cosas pudieran mejorar decidieron que lo mejor era salir de ahí. Así que se llevaron a Alberto hacia una de las avenidas, mientras que la gente solo se les quedaba viendo extrañada.
Cuando se alejaron lo suficiente, los tres intercambiaron miradas, una vez más habían estado demasiado cerca del desastre, aun así, no pudieron evitar en estallar en carcajadas.
Se questa vita morde, tu mordila di più
l'abbiamo vinto a sorte il nostro domani
e con un grande salto, tra invidie e ipocrisie
noi voleremo in alto, stasera
amore che fai, amore così non vale.
Tras haberse salvado de ese pequeño incidente, decidieron que era mejor si llevaban las cosas con más calma, así que buscaron en los alrededores por una actividad que les permitiera relajarse. Por suerte, al doblar en una esquina vieron que sus plegarías fueron respondidas, en la librería local habían colocado una gran lona donde decía: "Noche de Cortometrajes".
—¿Qué es un cortometraje? —preguntó Luca.
—Oh, es como una película pero más corta.
Alberto asintió, agradecía eso si la película era igual a la de ayer. Los tres entraron y vieron que habían acomodado las sillas frente a una pantalla colocada frente a la pared, mientras que detrás de los asientos estaba la señora Marsigliese trabajando con un proyector.
Al levantar la mirada notó la presencia de los jóvenes y sonrió.
—¡Giulia! Qué bueno verte —dijo con alegría mientras se les acercaba—, ¡Y Luca y Alberto! ¡Qué bueno es verlos de nuevo!
Los tres sonrieron mientras la saludaban de la mano.
—Por favor, siéntense —dijo Marsigliese señalando los asientos—, el que dirigió este corto nació y se crio aquí mismo en Portorosso, y ahora es un reconocido cineasta.
Los tres sonrieron mientras se sentaban, emocionados por ver lo que un local podía hacer. La proyección empezó unos minutos después, cuando más gente llegó hasta llenar la sala, aun así, los Relegados ya tenían sus asientos en la primera fila.
La proyección empezó, la música era suave, acompañada por el sonido de unos remos surcando por las aguas, un bote entró a escena y vieron que tenía algo escrito: «La Luna», el título del cortometraje.
—¡Mira, Alberto! —Le susurró Luca—, es un corto sobre El Gran Pez.
Alberto abrió los ojos entusiasmado, era hora de ver como los humanos le rendían tributo a su deidad.
En el bote iban tres personas, un hombre, un anciano y un niño, y los chicos no pudieron evitar reír al momento de ver al gigante hombre, pues...
—Giulia, ¡es igual a tu papá! —Dijo Alberto entre risas.
Giulia no pudo decir nada era imposible negar el parentesco, desde el tamaño, el bigote y el sombrero, era casi una copia, excepto que el del corto si tenía ambos brazos, pero fuera de eso era casi idéntico.
Incluso el niño se parecía a Luca.
En la pantalla el hombre y el viejo, que asumían que eran padre e hijo, acababan de regalarle un sombrero al infante, pero inmediatamente discutían sobre cómo debía usarlo, y a Luca le recordó las veces en que su mamá discutía con la abuela sobre cómo debía vestirse o actuar, era casi biográfico.
Tras eso ambos adultos se dieron por vencidos y la escena quedó en silencio, a pesar de que no pasaba mucho, la atmosfera y los sonidos ambientales hacían un espacio relajante y bello de apreciar, además de que era divertido ver al pequeño imitar los comportamientos de sus mayores. No fue hasta que la luna empezó a asomarse por el horizonte que Luca y Alberto abrieron sus ojos tan grande como podían; aunque no podía compararse con la verdadera, si se las habían arreglado para mostrar la majestuosidad de la luna, su brillo y la música que la acompañaba la hacía ver como la Diosa que era.
Tras su impresionante introducción, los navegantes mandaban al niño hasta la luna con una escalera, Luca sabía que eso era imposible, pero la fantasía del momento era tan mágica que decidió ignorar toda lógica.
Alberto solo disfrutaba la escena.
El niño llegó hasta la luna, y esta estaba llena de brillantes estrellas. Luca pensó que era hermoso, y se preguntó si así era como se vería realmente, y si esos eran los espíritus de sus ancestros.
El niño miraba con admiración las estrellas, luego a la luna llegó un ancla que su padre le dijo que anclará, el chico obedeció colocándola dentro un cráter, después de eso el bote quedó fijo y el padre empezó a subir por la escalera. Luca sonrió, impresionado por la creatividad del corto.
En eso algo más llamó la atención del niño del filme, una estrella fugaz se estrelló en el satélite, el chico fue a verla, y al tocarla esta brilló. Giulia se preguntó si así era la llegada de una nueva alma al cielo, o al menos basándose en lo que Luca le contó.
El corto siguió y ahora se revelaba que la tarea de los héroes era limpiar las constelaciones de la luna.
«Bueno, supongo que eso descarta la teoría de las almas», pensó Giulia.
Padre y abuelo seguían discutiendo, ahora sobre que escoba sería la mejor para la tarea, y Luca volvió a sentir que esto era demasiado parecido a su realidad, y el trío no pudo evitar reírse cuando el pequeño colocó la escoba sobre la cara de su padre, y las cerdas quedaban perfectas como el bigote de su progenitor.
Giulia reía mucho, y se sintió un poco mal porque sentía que podía hacer eso mismo con su padre.
Los mayores siguieron discutiendo hasta que algo increíble pasó, una enorme estrella llegó hasta la luna, esta era de mayor tamaño y aunque al principio los tres hombres quedaron impresionados por ella, no pasó mucho para que volvieran a discutir.
«Típico» pensó Giulia.
Por suerte el más joven pareció tener más iniciativa, pues empezó a escalar la estrella mientras los otros dos parloteaban, y Alberto se sintió feliz por él, pues le recordaba a todas esas ocasiones donde los adultos discutían mientras la solución estaba ahí, y como siempre, él prefería aprovechar para ponerse manos a la obra.
El chico llegó la punta, de ahí sacó un martillo y golpeó la constelación, esta se partió en un millón de estrellas más pequeñas para los deleitados ojos de sus mayores, y de la audiencia que exclamó un colectivo: "Woah"
Las estrellas cayeron poco a poco, y en cámara lenta, para el placer de todos, el chico cayó también, y sus mayores se preocuparon, pero después de que se levantara con una sonrisa, los otros dos se calmaron y rieron, tras eso los tres limpiaron la superficie, y al terminar volvieron a bajar al bote, con ambos mayores felicitando al pequeño, quien miraba orgulloso a la luna que ahora era media, revelando que en efecto, ellos eran los encargados del exceso de estrellas en la superficie.
Los hombres la vieron con alegría, el título apareció a un lado y el corto terminó, el público se puso de pie y empezaron a aplaudir, los Relegados hicieron lo mismo, solo que ahí no terminaron las cosas, pues los créditos incluían unas hermosas ilustraciones donde el chico volvía a aparecer, pero está vez sacaba un telescopio y comenzaba a observar el espacio.
Luca abrió los ojos en grande y miró a Giulia, quien sonrió asintiendo su cabeza, vaya que eligieron un muy buen corto para proyectar.
Se il mondo fosse un angolo di cielo
rimangerei la mela del peccato amore
e cade il tuo vestito piano piano
e noi abbracciati stretti sul divano
amore amore così amore sarà per sempre Benvenuti in paradiso insieme a noi
non vogliamo più serpenti
Benvenuti in paradiso finché vuoi scivolando nel blu....nel blu.
Tras terminar la película los tres salieron, compartiendo sus opiniones sobre la película; a Luca le había fascinado por su historia y el mensaje de no subestimar a los menores, hasta una parte de él le gustaría mostrárselo a su madre, porque sentía que muchas veces creía que no era capaz de muchas cosas, también disfrutó de la dulce música y los colores, había sido una experiencia muy agradable. A Alberto le gusto por las mismas razones, además de que encontró muy entretenida la experiencia, y agradecía que no fuera como la cinta que vieron ayer.
Giulia solo estaba feliz de que sus amigos pudieran disfrutar de un bello cortometraje en su última noche en el pueblo.
La noche se hacía cada vez más tardía, Giulia vio en un reloj de la plaza, colocado en una pared, que eran las diez solo dos horas para la medianoche. Ella suspiró, era hora de empezar a planear la despedida, pero antes quería hacer algo.
— Oigan, acérquense —les dijo mientras sacaba su celular.
Luca y Alberto intercambiaron miradas antes de acercarse a ella, ella les apuntó con el móvil y sacó una foto, por desgracia no había apagado el flash, así que la luz les pegó en los ojos.
—Ups —dijo Giulia, sinceramente arrepentida.
Los chicos se sobaron los ojos y parpadearon, recuperándose de la sorpresa.
—No te preocupes —dijo Luca.
—Quería ver si estabas preparada —improvisó Alberto.
Giulia tan solo sonrió, revisó su fotografía y notó que era un primer plano de la cara atontada de los chicos, no pudo evitar reír al verla, que par de tontos...
Sus tontos.
Se las mostró, esperaba encontrar aunque fuera un poco de objeción, pero para su sorpresa tan solo vio que Luca y Alberto veían entusiasmados la foto.
—Nos vemos tan bien —dijo Luca.
—Siempre nos vemos bien —agregó Alberto con orgullo.
Giulia rodó sus ojos.
Después les tomó más fotos: una mientras los chicos eran rodeados por un montón de gatos, aún con la experiencia con Machiavelli, a Luca y Alberto se veían un poco incomodos rodeados de tanto minino, aunque los gatos no eran agresivos con ellos, sino que se les acercaban con curiosidad, ronroneando, e incluso algunos sobaban sus cuerpos contra las rodillas de los chicos.
Tras eso Alberto quiso tomarse otra foto, y terminó colocando su cara contra la cámara, lo que provocó una foto donde se veía todo su rostro con las manos en la lente.
A eso le siguió una de ellos con el rostro pegado al cristal de una tienda de televisores.
Cuando regresaron a la plaza pasaron por un carrito donde vendían mercancías, Giulia se detuvo y examino los regalos, había llaveros, muñecas y collares, eso le dio una idea, se sentía muy agradecida con el gesto que Luca tuvo con ella que quería regresarle el favor, si iba a darle algo para que se llevará con él, el collar parecía la mejor opción pues podría llevarlo bajo el agua cuando se fuera.
«Y así también podrá recordarme» pensó con nostalgia.
Tras observar sus opciones eligió el que era de una ostra roja con una cuerda de color azul cielo, la escogió porque eran los colores que ella usualmente portaba, y esperaba que eso ayudara a Luca y Alberto a recordarla cuando volvieran a casa. Pagó por el collar y luego se dirigió con Luca, quien ese momento le estaba dando la espalda. Giulia sonrió, era la oportunidad perfecta.
Muy sigilosamente se acercó hasta el chico, tomó la cuerda con ambas manos y la extendió lo suficiente para poder colocarla por la cabeza del joven, Luca no se percató en ningún momento de su presencia, así que Giulia le puso el collar al cuello, el chico abrió los ojos y miró a su pecho, donde ahora colgaba la ostra, abrió los ojos en grande y miró detrás suyo, donde Giulia lo miraba con una sonrisa.
—Un recuerdo, para que nunca me olviden —dijo.
Luca le regresó la sonrisa.
—Jamás podríamos olvidarte.
Giulia sonrió antes de darle un juguetón empujón, y Luca se rió, tras eso la chica volvió a sacar su celular y lo sostuvo a la altura de sus hombros.
—¿Una más?
Luca asintió con la cabeza mientras daba un paso atrás, Giulia le apuntó con la cámara, era un plano medio de él mirando tímidamente a la cámara con una sonrisa igual de sutil, sus mejillas también se sonrojaron. Giulia tomó la foto para después examinarla, sería un lindo recuerdo.
Levantó la mirada y se encontró con Luca también viéndola, sí que iban a extrañarse.
Por su parte Alberto se había colocado en el borde de la bahía, y estaba mirando al mar, la luna brillaba en lo alto del cielo, pero sabía que su forma completa no volvería a brillar hasta otro mes, quitándoles el cambio. Alberto miró por encima de su hombro a sus amigos, ellos voltearon a verlo antes de fijar la mirada en la luna.
Luca y Giulia caminaron hasta donde estaba Alberto, y tras eso los tres miraron al océano; como ya era costumbre, Giulia había quedado en medio de los dos, se sujetaron de las manos y miraron al horizonte.
Era hora de decir adiós.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro