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El Primer Encuentro


Giulia pasó la tarjeta y entró a la recepción solo para chocar con alguien.

—Oh perdone, no lo había visto.

En eso se fijó que era un chico de su edad, de piel bronceada, con cabello castaño y ojos cafés, que llevaba una bata de laboratorio, entonces lo reconoció.

—¿Guido?

El chico abrió los ojos en sorpresa.

—¿Giulia?

—La misma.

Ambos chicos sonrieron y se abrazaron, Guido era un viejo conocido de su infancia, ambos solían jugar cuando niños, aunque él fuera parte del trío de matones del pueblo, todos bajo las ordenes de Ercole Visconti, pero de todos Guido era él más amable, y él que usualmente protegía a Giulia, aunque ella no necesitaba que nadie la defendiera, ella tenía sus espinas.

—¿Qué haces aquí? —le preguntó Giulia una vez que se separaron.

—Soy biólogo marino, estoy a cargo del... —se quedó callado y miró hacia otro lado.

Giulia giró la cabeza en sorpresa.

—Lo siento, es confidencial.

—Oh, entiendo —agregó asintiendo con la cabeza, todo ahí era súper-secreto.

—¿Pero qué hay de ti? ¿Qué estás hacinado tú aquí?

—Ah bueno...

La llegada de un tercero la interrumpió, detrás de Guido estaba alguien a quien Giulia le hubiera gustado jamás volver a ver en su vida; Ercole, era tal como lo recordaba, alto, delgado, narizón, pelinegro y con un intento de bigote, usaba un traje de color negro.

Ella hizo una mueca al verlo.

—Guido, ¿qué estás haciendo? Esas cosas ya están listas para ponerlas en el...

En eso se percató de la chica.

—Un momento... ¿Giulia?

La chica inhaló aire y lo miró a los ojos, habían pasado años desde la última vez que se vieron, quizás Ercole había cambiado en una mejor persona, merecía el beneficio de la duda.

—Hola Ercole.

Los ojos de Ercole se abrieron como platos.

—Oh jojojo, sí es la pequeña Apestulia.

«No, sigue siendo un imbécil» pensó.

Ella solo hizo una mueca.

—¿Se puede saber qué haces aquí?

Ercole sonrió con malicia.

—Pues resuelta que soy el encargado de seguridad a partir de ahora.

Giulia sintió como si le hubieran echado un balde de agua fría encima, no podía creer que ese idiota fuera a ser su jefe. Lo peor de todo fue que Ercole pareció estar consciente de lo que pasaba, pues su sonrisa se hizo más alargada.

—Oh ya veo, ¿eres empleada de limpieza?

Por primera vez Giulia se sentía avergonzada de sí misma, agarró con más fuerza las correas de su bolsa y bajó la mirada, para el deleite de Ercole.

—Pensé que estudiarías astronomía —mencionó Guido, en un tono más amigable.

—Las cosas no resultaron como esperaba —respondió Giulia sin mirarlo.

—Pero Giulia, las cosas nunca resultan como esperas, ¿acaso ya has olvidado todos esos años en que perdiste la carrera?

Giulia apretó el puño, hablaba del estúpido triatlón que se celebraba cada verano en Portorosso, Giulia participó todos los años esperando vencer a Ercole, pero al final él siempre terminaba ganando.

—Parece que la historia se repite.

Giulia no lo miraba pero podía sentir el apestoso aliento de Ercole encima, quería golpearlo en la cara o por lo menos insultarlo, pero necesitaba el trabajo, no estaba en posición para contratacar.

—Em Ercole, creo que mencionaste que estaban listos, ¿no deberíamos ir a verlos? —interrumpió Guido, queriendo acabar con la humillación de la pobre.

—Oh es verdad —Ercole levantó la vista —, esas cosas están listas para ponerlas en el tanque, será mejor que nos demos prisa —pero antes de irse le dedicó una mirada de burla y desprecio a la chica—, nos estamos viendo Apestulia.

Con eso ambos chicos se fueron, Giulia tan solo miró por debajo como se alejaban, aunque si alcanzó a notar que Guido le dedicaba una mirada por encima del hombro, como si se sintiera muy arrepentido de lo que acaba de pasar, Giulia no le dio importancia, tenía trabajo que hacer.

*

Tratando de olvidar la mala experiencia de la mañana, Giulia se puso a barrer los pasillos del segundo piso, mientras que en su cabeza maldecía a Ercole con cada grosería que se le venía a la cabeza. Giulia odiaba mucho esos pasillos, eran grises por completo, las paredes y el piso eran de concreto, con excepción de los soportes de metal, la hacían sentirse deprimida, más de lo que ya estaba, no fue hasta que Ciccio, el anterior encargado de seguridad, se le acercó que fue sacada de sus pensamientos.

—¿Qué pasa Ciccio? —Preguntó dándose la vuelta.

Ciccio era un hombre robusto, de piel blanca, con ojos cafés y un rizado cabello rubio, también era algo bajito y su nariz era redonda.

—El laboratorio E-3 está en funcionamiento a partir de ahora, necesitamos que alguien se encargue exclusivamente del aseo de esa habitación.

—Muy bien, ¿y quieren que yo lo haga?

—Eres la mejor candidata, eres trabajadora, callada y puntual, necesitamos a la mejor para esto.

Giulia rodó los ojos, seguramente nadie más quería el trabajo y por eso se lo daban.

—Muy bien, acepto.

Ciccio sonrió.

—Excelente, tu rutina seguirá siendo la misma, solo que a las doce tienes que presentarte al laboratorio para limpiarlo, luego puedes reanudar tus actividades.

—Me parece justo.

Después de todo, ¿Qué era sino otra habitación que lavar?

Se levantó y empujó su carrito hacia el laboratorio cuando Ciccio la detuvo con una mano, ella lo miró con cansancio, ¿qué no era eso lo que quería?

—Solo una cosa más Giulia —se acercó a ella para susurrarle al oído—, el trabajo que verás ahí... es confidencial, pero en extremo, lo que pasé ahí no debe saberlo nadie de afuera, ¿me entendiste? No puedes decirle nada a nadie.

—No te preocupes, de todos modos no tengo a nadie a quien contárselo.

Ciccio sonrió ante el comentario, parecía casi aliviado.

—Me alegra oír eso, ahora vamos.

*

Unos minutos después ambos caminaban hacia el laboratorio, con Ciccio repitiéndole todo lo que tenía que hacer, Giulia solo asentía con la cabeza y respondía que sí a todo, solo era lavar, algo que ella siempre había hecho, no entendía porque su superior era tan insistente.

—¡Ahhhhhhh!

Ambos se detuvieron, y se miraron entre ellos, Giulia miró hacia el frente, el laboratorio estaba a unos pocos metros, y de ahí había venido el grito, entonces vino el disparo y un rugido, uno que Giulia no pudo identificar, no sonaba como el de ningún animal que conociera. Giulia se asustó y soltó el carrito mientras retrocedía un poco. La puerta se abrió con un chirrido metálico, y Ercole salió tambaleándose.

—Santa ricotta —susurró Giulia al verlo mejor.

Ercole se sujetaba la mano derecha con la izquierda, pues estaba sangrando de ella y... le faltaban dos dedos, su camiseta manchada de sangre, y él sudaba y estaba extremadamente pálido. Giulia se llevó una mano a la boca mientras la bilis se le subía al cuello, tuvo que darse la vuelta porque de lo contrario vomitaría.

—¡Un médico! ¡Un médico! —alguien gritaba, Giulia creyó que se trataba de Guido.

Sin poder soportarlo más ella se echó a correr hacia el baño, apenas llegó se metió a uno de los cubículos, levantó la taza y vomitó todo el desayuno.

*

Tras asegurarse de que ya no le quedaba nada en el estómago, Giulia salió del baño limpiándose la boca con un papel de baño, al terminar lo echó a un bote de basura y suspiro.

«Tranquila, ya pasó, ya pasó» se dijo, jamás había visto algo así de gráfico, «¿Qué demonios están haciendo allá adentro?».

Aquello seguramente la atormentaría el resto de su vida, no sería una imagen que olvidaría fácilmente, cuando aceptó el trabajo no se imaginaba que tendría que aguantar cosas así, pero tras respirar una vez más su ritmo regresó a la normalidad, tenía que componerse.

Eso fue hasta que vio a Ciccio acercarse a ella.

—Oh Giulia, ahí estás —hablaba apresuradamente, venía corriendo y también sudaba.

Giulia sabía que solo podía significar problemas.

—Gracias al cielo... necesito que... vengas conmigo.

Giulia negó con la cabeza.

—No, por favor no me hagas volver ahí.

—Eres la única empleada disponible... te necesitamos —Ciccio hablaba entre respiraciones.

Giulia inhaló aire una vez más, armándose de valor en el pecho, no solo por su contrato, porque nuevamente, no quería perder el empleo ahora que papá no estaba recibiendo paga. Pensar en su padre le dio fuerzas.

—Está bien —dijo resignada.

Ciccio suspiró aliviado.

—Perfecto... ahora vamos que no tenemos tiempo.

Regresaron hasta el laboratorio, el carrito de Giulia seguía en su mismo sitio, Giulia lo empujó y avanzó junto con su superior, con la vista bien puesta en el frente, evitando por todos los medios ver el lugar donde Ercole había estado; sin embargo pronto se dio cuenta de que su intento era inútil; en la pared estaba la mancha de una mano ensangrentada, Giulia tuvo que volver a respirar para no vomitar.

Ciccio abrió la puerta y Giulia finalmente pudo ver el Laboratorio E-3; había una enorme caldera negra que abarcaba casi toda la pared de en frente, sus tubos salían de ella como las ramas de un árbol, y llegaban hasta el techo; justo al frente de esta había una piscina, de gran tamaño y que estaba rodeada escalones cubiertos en azulejos blancos.

A su lado había muchos aparatos electrónicos, así como una enorme cápsula llena de agua pegada a la pared de forma vertical.

Todo era bastante impresionante, lamentablemente solo había una cosa en la que Giulia podría concentrar su atención; en el suelo había tirada una vara eléctrica, cuya punta estaba ensangrentada, todo el piso estaba lleno de sangre

Si Giulia no hubiera ya vomitado todo, habría corrido nuevamente al baño.

—Tienes diez minutos para limpiar todo esto —dijo Ciccio aterrado.

Sin siquiera pensarlo Giulia se puso a trabajar, porque si se detenía tan solo un segundo a pensar las cosas, se desmayaría en ese instante, tomo una cubeta y corrió hacia el lavabo que estaba a su derecha, abrió la llave y en cuanto el cubo estuvo lleno lanzó el agua al suelo, por suerte el laboratorio contaba con coladeras que podían llevar la sangre al drenaje, así al menos no tendría que secarlas con el trapeador.

Pero en cuanto las aguas se llevaron la sangre también sacaron algo más debajo de un mueble, al principio pensó que eran papas, pero al agacharse para verlas mejor sintió que el corazón se le detenía, eran los dedos de Ercole.

—Santa gorgonzola.

Por su tono Ciccio se volvió a verla.

—¿Qué pasa?

Reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, y cerrando los ojos, Giulia recogió los dedos, sintió escalofríos al tocarlos, se levantó y se los tendió a Ciccio, sus ojos se abrieron al ver las partes arrancadas.

—Oh... eh.

Temblando Ciccio los tomó y Giulia suspiró aliviada al dejar de sentirlos, rápidamente regresó al lavabo y se lavó las manos.

—¡Diez minutos! —repitió Ciccio mientras salía del cuarto.

Giulia hizo una mueca y volvió a llenar el cubo.

«Esto no vale lo que me pagan» después de ese día debía pedir un aumento.

La cubeta estaba a reventar, cerró la llave y se dio la vuelta para echar el agua, entonces lo vio.

En la capsula había alguien, al principio pensó que era un humano, pues tenía dos brazos y dos piernas, pero entonces se percató de que también tenía una cola, y que sus manos solo tenían cuatro dedos, además de que su piel era escamosa y de color verde-azul, no tenía orejas sino que parecían dos pequeñas aletas, tampoco contaba con nariz, sus glóbulos eran amarrillos, mientras que la pupila café y la iris negra; en cada brazos tenía una aleta de color azul marino; y su cabello, era extraño, parecían corales de mar color morado, incluso bailaban en el agua.

Tenía su mano sobre el vidrio y la estaba mirando.

Giulia soltó un gritó, y al parecer eso también gritó, pues salieron burbujas de su boca; la cosa se despegó del vidrio y salió nadando hacia atrás, al parecer el tubo estaba conectado a la piscina.

La respiración de Giulia iba en aumento, primero había visto una escena salida de una película de terror, y ahora había tenido un encuentro con un monstruo.

«Así que ese es el gran secreto» eso explicaba la insistencia de Ciccio.

Lo único que quería era salir de ese cuarto lo más pronto posible, así que volvió a tirar el agua y se puso a limpiar lo más rápido que pudo, todo el tiempo sin mirar hacia el agua.

«Esa cosa le arrancó los dedos a Ercole».

Si tan solo hubiera visto con un poco más de cuidad se habría dado cuenta que la criatura estaba sangrando, por una herida en su pecho.

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