Capítulo 8
Dedicado a javirruu
***
Hana había visitado muy pocos casinos en su vida. Las apuestas y los juegos de mesa no eran lo suyo. Sin embargo, esa visita era muy diferente a las anteriores: estaba justo en el casino que había pertenecido a su padre y a su familia.
«Loto Dorado» era su nombre. Barnes le había contado que solía llamarse «Sakura» como su apellido, y que había sido totalmente remodelado con el tiempo. Por lo tanto, ya no quedaba nada que lo que había sido uno de los lugares favoritos de su padre. Pero había insistido en visitarlo, de cualquier modo. Algún día lo recuperaría.
Se adentró en el local a pesar de que aún no había concluido su jornada laboral. Acababa de reunirse con un proveedor muy cerca de allí y la tentación había sido demasiado grande.
El local era enorme y casi toda la decoración era blanca y dorada, demasiado brillante para su gusto. Caminó entre las mesas de juego y los pocos clientes que frecuentaban el lugar de día hasta llegar a la barra. El bartender era un chico muy joven, pecoso y de rizos rubios. Ella le regaló una sonrisa al sentarse, sabía que esa era una de sus armas más poderosas a la hora de conseguir todo lo que deseaba.
—Buenos días, señorita, ¿qué desea tomar? —la saludó el chico.
—Buenos días... ¿hay algo en especial que me recomiendes probar de este lugar? —respondió ella en un tono ligeramente provocativo. Él sonrió y asintió.
—Te prepararé entonces mi especialidad. Muy pocas chicas hermosas se resisten a probarlo...
«Patético», pensó, pero le devolvió el gesto y fingió interés. Al chico no le tomó más de un par de minutos regresar junto a ella con una atractiva copa que contenía una bebida de color rosa. Hana la aceptó gustosa y la probó.
—Dios... —mintió—. Esto es lo mejor que he probado en mucho tiempo...
El rubio sonrió complacido al escucharla, a pesar de que a ella el trago le había parecido bastante común.
—No entiendo cómo había pasado por alto un sitio tan espectacular como este —volvió a decirle y fingió admirar el local—. Creo que mis amigas y yo deberíamos visitarlo con más frecuencia.
—Pues, sería un placer para nosotros tenerte por aquí nuevamente. —Se le acercó un poco y añadió en un susurro—: Especialmente para mí... Trabajo todos los lunes, miércoles y viernes...
Hana lo miró directamente a los ojos y le sonrió. Él se vio obligado a romper el contacto visual casi de inmediato y retrocedió. No era nada sencillo resistir el peso de sus ojos azules y ella lo sabía perfectamente.
—Ya sé qué días venir entonces...
«Los que tú no estés», agregó mentalmente y tomó otro sorbo de la copa. El rubio se fue a atender a otro cliente un instante, pero luego regresó.
—Veo que te ha gustado, ¿quieres otro?
—Oh, no... aún no termino de trabajar. —Señaló su vestimenta formal—. Este fue solo un pequeño descanso. Por cierto... soy abogada y tengo contacto con mucha gente importante en la ciudad. ¿Quién es el dueño de este lugar? Quizás haya escuchado hablar de él...
La expresión del chico se modificó totalmente al escucharla. Parecía desconfiado.
—¿Para qué diario trabajas? —preguntó con escepticismo y ella rio.
—Créeme, no tengo relación ninguna con las noticias.
—¿No? —replicó él—. Si no eres reportera, ¿qué interés puedes tener en la identidad del dueño?
—Ya te lo he dicho, quizás esté relacionado con alguno de mis clientes. Trabajo para el bufete de Joy Barnes, seguramente has escuchado sobre él. —Introdujo la mano en su bolsa y sacó la tarjeta de presentación para mostrársela. Él escudriñó el pequeño pedazo de papel—. ¿Aún no me crees? Soy solo una chica curiosa...
—Bien... —dijo él y suavizó su expresión—. No hay mucho que decir, de cualquier modo. Nunca viene por aquí, así que creo que nadie lo conoce. Los que llevan mucho tiempo trabajando en el casino comentan que es un anciano japonés bastante malhumorado.
Luego se encogió de hombros y fue a atender a otros dos clientes que se habían acercado a la barra.
Hana suspiró profundo y le dio un último sorbo a la copa. Tenía sentido que nadie lo conociera, Barnes ya le había dicho que luego de irse a Japón la familia Miyasawa nunca más había regresado. Otros se ocupaban de los negocios por ellos. Sabía también que, al igual que el casino, la empresa que habían inaugurado no era más que una forma eficiente de lavar dinero. Pero tenía que probarlo para poder destruirlos.
Se levantó de la silla y se acercó al rubio para pagarle la bebida, debía volver a la oficina. No obstante, él rechazó el dinero.
—No te preocupes —le dijo en un intento fallido de flirtear—, es cortesía de la casa, «chica curiosa»... Mi nombre es Tommy, por cierto...
—Muchas gracias, Tommy. No lo olvidaré...
Le regaló una pequeña sonrisa ladeada y le guiñó un ojo. Después se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la salida. Ya sabía cuál sería su primera tarea al recuperar el casino de su padre: despedir al idiota de Tommy.
Un taxi la llevó hasta el edificio de la empresa de los dos idiotas japoneses. Lo primero que se veía al enfrentarlo era el enorme cartel que anunciaba la llegada a la empresa de construcción «H&T». No habían sido ni siquiera originales para escoger el nombre, solo sus iniciales. Sin embargo, debía hacer su trabajo lo mejor posible para que confiaran en ella y la introdujeran en su círculo más cercano. Solo así lograría recopilar evidencia.
Al subir el ascensor hasta el último de los cinco pisos se encontró con algunos de sus compañeros y los saludó amablemente. Sin embargo, debía entregarle el nuevo contrato a Haru.
No obstante, llamó a la puerta y nadie abrió. Al parecer, él no pasaba demasiado tiempo en el edificio.
Hana dio un vistazo a su alrededor. Tampoco había rastros de Louisa, la secretaria de Haru —ya que Tadashi era tan odioso que había decidido que no necesitaba una—. Sus compañeros estaban cerca, pero demasiado ocupados como para notar sus intenciones, así que decidió que esa era una oportunidad que no podía perder.
Abrió cautelosamente la puerta y se coló en la oficina. Quizás Haru tendría algún cuaderno de apuntes con alguna dirección o algún número telefónico que le permitiera comenzar su búsqueda de posibles contactos con otros mafiosos o con negocios ilegales.
Sobre el escritorio había algunos documentos, pero ni siquiera se tomó un momento para revisarlos. Él no sería tan estúpido como para dejar algo comprometedor a simple vista. De hecho, dudaba que en el resto de la oficina hubiera algo que le sirviera, pero debía comenzar por algún sitio.
Rodeó el escritorio y comenzó a abrir los cajones sin hacer ruido. Había demasiados papeles dentro y no tenía mucho tiempo, así que los hojeó uno a uno con rapidez. Las manos le temblaban ligeramente y no dejaba de mirar hacia la puerta.
Maldijo por lo bajo al ver que nada era importante. Estaba perdiendo el tiempo y arriesgándose en vano, por lo que decidió salir de allí. Lo dejó todo justo como lo había encontrado y tomó el expediente que había llevado consigo.
Aún estaba algo nerviosa, pero respiró profundo y se encaminó hacia la puerta. No obstante, apenas trató de abrirla alguien se le adelantó y la hizo sobresaltarse. Perdió el equilibrio un instante y el expediente se le resbaló de las manos.
Era Tadashi.
El chico la miró de pies a cabeza un instante con su típica expresión inescrutable y luego fijó la vista en los papeles esparcidos por el suelo de la habitación.
—¿Dónde está Haru? —preguntó de un modo autoritario.
—N-no lo sé —respondió Hana y se reprendió a sí misma por el ligero temblor de su voz. No podía mostrar debilidad ante él, pero aún estaba nerviosa. Se aclaró la garganta y lo miró—. Vine a dejarle el contrato del nuevo proveedor. Tendré que regresar más tarde, al parecer.
Tadashi soltó un suspiro de exasperación y salió de la oficina sin decir una palabra. Ella soltó el aire que había estado conteniendo y se inclinó para recoger los papeles. Ese imbécil podía convertirse en un peligro para sus planes. Debía ser más cuidadosa de ese momento en lo adelante.
Pero desistir no era una opción.
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