Capítulo 40
Dedicado a yheniG
***
—¿Te sientes mejor? —preguntó Haru con preocupación. Hana había vomitado un par de veces en el avión y ya esa era la segunda en la habitación del hotel.
Ella asintió a modo de respuesta, pero eso no lo convenció demasiado. Seguía muy pálida y se veía cansada.
—Si quieres puedo quedarme esta noche e ir a casa mañana temprano, podrías necesitarme aquí.
—Sí, claro... —dijo ella con ironía—. Como si me apeteciera dormir contigo hoy, ¿acaso no has notado que es una habitación matrimonial? ¿O es que ese fue tu plan desde el principio para pasar la noche conmigo?
—No sería la primera vez —replicó él con una ceja levantada.
—De hecho, sí, porque aquella vez huiste, ¿recuerdas?
Haru soltó un bufido.
—¿Me odiarás siempre por eso?
—Y por muchas otras cosas —respondió ella con simpleza y se sentó en la enorme cama para quitarse los zapatos.
—Creí que ya estábamos a mano respecto a todo eso... En fin, ¿no quieres que me quede, entonces? ¿Estarás bien?
—Sí —dijo ella y se acostó bocarriba en la cama—, lárgate de una vez.
—Bien... cualquier cosa que necesites pídesela al servicio de habitación. Ya les dejé instrucciones muy claras de que tengan especial cuidado contigo por tu estado.
Hana bufó con hastío.
—Estoy embarazada, Haru, no enferma terminal. Puedo cuidarme perfectamente por mi cuenta.
—De acuerdo. Supongo que nos veremos mañana temprano, entonces.
Ella agitó la mano diciéndole adiós, pero ni siquiera lo miró mientras tomaba su maleta y salía del cuarto. No le gustaba la idea de dejarla sola en un hotel, pero no era algo sensato llevarla con su familia en las circunstancias que estaban viviendo. Ahí al menos estaría cómoda y no le faltaría nada que pudiera necesitar mientras él resolvía sus asuntos familiares.
En lugar de llamar a su casa para que le enviaran un auto, decidió ir en taxi y de ese modo que nadie supiera que había pasado por ese hotel. Luego de lo ocurrido con Tadashi prefería mantenerse los asuntos delicados solo para sí mismo.
Cuando se vio frente a la enorme residencia de su familia un sentimiento de nostalgia lo invadió. Había vuelto a casa luego de estar meses fuera. Pero había vuelto solo.
Todos lo recibieron con entusiasmo y sorpresa, sobre todo su tía.
—¡Haru! —exclamó con emoción al verlo. Él hizo una pequeña reverencia antes de que ella lo envolviera en un abrazo—. ¿Qué haces aquí, hijo? ¿Cómo lo supiste?
—¿Cómo supe qué? —preguntó él y su sonrisa desapareció por completo al notar la expresión triste de su tía.
—Tu tío, hijo... está muy mal, el doctor no espera que pase de esta noche.
Haru sintió su pecho oprimirse. Todos sabían que ese día llegaría, pero nadie estaba preparado para que su tío partiera.
—Debo verlo —respondió y se dispuso a hacerlo, pero se detuvo al ver la tristeza en el rostro de su tía mientras miraba a la puerta por donde él había entrado.
—¿Él no te acompañó?
Haru suspiró profundo, sin saber qué debía responder.
—No esta vez —fue lo único que logró decir antes de desaparecer en el pasillo. No sabía cómo encararía a sus tíos para explicarles la traición de su hijo.
Tocó suavemente la puerta de madera que lo separaba del cuarto de su tío. Temía despertarlo si estaba durmiendo. No obstante, el doctor que lo acompañaba le dijo que pasara. Haru hizo una pequeña reverencia ante el doctor y esperó que el hombre saliera para acercarse a la cama de su tío.
Dio pasos muy lentos hasta llegar al lado del hombre al que le debía todo lo que había logrado en la vida y se arrodilló en el suelo.
—Tío... —susurró—. Estoy aquí.
El hombre abrió los ojos con gran dificultad y se volteó a verlo.
—H-haru... h-hijo... —Haru tomó la débil mano del hombre e inclinó la cabeza en señal de respeto—. Ya... casi me voy, hijo.
—No, tío —respondió él con un nudo en la garganta—. Usted es fuerte y debe permanecer más tiempo con nosotros.
—Llevo muchos años con ustedes... m-mi hora llegó... Es tu turno de velar por la familia y... y... de mantener viva nuestra herencia.
—Lo haré, tío, juro que lo haré —dijo Haru con una profunda convicción.
—¿D-dónde está mi... hijo? ¿P-por qué... no vino contigo?
Haru permaneció inmóvil por un instante, conteniendo la respiración. Sintió una gran tristeza al escuchar las palabras de su tío y la necesidad en su voz.
—Él tuvo que quedarse allá para cuidar de la empresa —dijo finalmente—. No sabíamos sobre... Yo solo venía a contarle las buenas noticias sobre nuestros negocios. Todo va mejor incluso de lo que esperábamos, eso era lo que quería que supiera.
—L-le pedí a... tu tía que no... los llamara por algo inevitable... pero m-me alegra verte antes de partir.
—También me alegra mucho haber venido.
—Tadashi es... impulsivo y-y testarudo.
«Es mucho más que eso», pensó Haru, pero no se atrevió a decirlo.
—C-cuida de él siempre... n-no lo dejes a su suerte.
—No lo haré —respondió Haru y tragó en seco—. Lo prometo.
—Gracias, hijo... me... me voy complacido del hombre en... el que te has convertido... E-estoy muy orgulloso de ti... de los dos.
Haru asintió y sus ojos se humedecieron ligeramente. Sin embargo, contuvo las lágrimas y solo apretó la mano de su tío con más fuerza.
Esa noche nadie durmió. Todos esperaban de un momento a otro la tragedia a la que le habían temido por tanto tiempo. Haru no se apartó de su tía ni un instante, ella era la más devastada de todos.
Eran casi las dos de la mañana cuando el corazón de su tío finalmente se detuvo. Su tía se deshizo en llanto y él trató de consolarla. No obstante, no tuvo demasiado tiempo para hacerlo. La muerte de su tío implicaba mucho más para él que la pérdida de su segundo padre. Marcaba también el comienzo de la verdadera carga para la que había sido preparado durante toda su vida. Solo en ese entonces comprendió cuánto le hubiera gustado aplazarla por mucho más tiempo.
Salió a la entrada de la residencia y pudo ver a todos los hombres que durante tantos años habían obedecido fielmente a su tío, hasta el punto de dar sus propias vidas por él. Y todos ellos se inclinaron al verlo.
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