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Capítulo 39

Dedicado a MotayCoca

***

Hana abrió los ojos muy despacio. No reconocía el lugar donde se encontraba, lo último que recordaba era haber estado hablando con Haru. Movió la cabeza hacia la derecha y entonces pudo verlo. Él estaba sentado a su lado y se levantó de inmediato al verla despertar.

—Hana, ¿cómo te sientes? Estaba muy preocupado.

—¿Dónde estamos? —preguntó ella con voz débil y se incorporó en la cama.

—Perdiste el conocimiento, tuve que traerte al hospital. Te tomaron una muestra de sangre, estoy esperando que el doctor vuelva con los resultados desde hace un rato. Al parecer estabas muy débil y todo lo que ocurrió fue demasiado para ti.

La imagen del cadáver ensangrentado de Barnes vino a su mente y sintió náuseas solo de recordarlo. 

—¿Padeces de alguna enfermedad? —le preguntó el chico y la hizo volver a la realidad. Ella negó con la cabeza.

—No que yo sepa... Quizás solo fue la falta de sueño.

—Entonces no será tan grave —ironizó él—. Yo llevo días sin dormir y aún no me he desmayado. Aunque a veces me parece que me volveré loco.

—Además de que luces como la mierda. Deberías dormir.

Haru sonrió y asintió.

—Intentaré tomar tu consejo, pero solo será cuando me des un respiro. Cada vez me causas más problemas, creo que está en tu naturaleza.

—Con permiso —los interrumpió el doctor al abrir la puerta—. Hola, señorita Hana, me alegra que haya despertado.

—¿Ya tiene los resultados? —preguntó Haru con impaciencia mientras el canoso doctor se acercaba a ellos.

—Pues sí, y es exactamente lo que sospechaba.

—¿Estoy enferma? —preguntó ella y el hombre sonrió.

—No se trata de eso en lo absoluto —dijo y luego se dirigió a ambos—: Felicidades, van a ser padres.

—¡¿Qué?! —exclamaron los dos al unísono.

—Que estás embarazada, Hana. Estás esperando un bebé.

Haru tanteó el sillón tras él con la mano y tuvo que sentarse. Hana podía jurar que él estaba más pálido que ella en ese instante. Y no era para menos.

—¿N-no puede ser un error? —preguntó ella, sin lograr procesar la magnitud real de esa noticia.

—No. Solo tienes dos semanas, pero la prueba tiene un por ciento de efectividad casi perfecto. Tengo que ir a ver a otros pacientes, pero pueden marcar una cita con mi secretaria para la próxima consulta.

—Muchas gracias —susurró solo ella, ya que Haru parecía estar en otro mundo.

El médico sonrió y se marchó.

—Entonces sí estás embarazada... —dijo Haru. No parecía poder creer sus propias palabras.

Ella volvió a acostarse mirando al techo. ¿Un bebé? ¿Realmente estaba esperando un bebé Miyasawa? Unas horas antes hubiera reído a carcajadas si alguien se lo hubiese dicho. O tal vez llorado, no estaba segura.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Haru, expectante.

—Lo único que podemos hacer: tenerlo. El bebé no tiene la culpa de que seamos unos idiotas, Haru Miyasawa.

—Entonces... ¿realmente voy a ser padre? 

Ella asintió y el rostro de Haru se iluminó con una sonrisa de auténtica felicidad.

—Oh, Dios... —dijo él y se restregó el rostro con las manos—. Solo espero que no tenga los ojos azules, eso sería demasiado cruel por parte del destino.

Hana no logró reprimir su risa al escucharlo y terminó por levantarse y quedarse sentada en la cama. 

—En otras circunstancias te abrazaría —dijo—, pero honestamente aún te odio un poco.

—Bien, porque sigues siendo la hija del peor enemigo de mi familia y quien intentó destruirme —respondió él y también sonrió.

—A fin de cuentas no lo logré. —Se encogió de hombros y se bajó muy despacio de la pequeña cama de hospital—. Y ahora al parecer vamos a tener que mantenernos cerca de cierto modo.

Él asintió.

—No te preocupes, me encargaré de ambos.

—Bien, pero hay un par de deudas que aún debemos saldar.

—¿Deudas? Pensé que ya todo estaba claro entre nosot—

La bofetada de Hana ni siquiera le permitió terminar de hablar.

—¿Por qué diablos hiciste eso? —preguntó, confundido, y se llevó la mano a la mejilla.

—Por imbécil. Por abandonarme aquella noche y por atarme a una maldita silla durante todo un día.

—Bien, puedo comprender que te moleste lo que tuve que hacer para protegerte, pero no tenía idea que te había molestado tanto que me fuera de tu habitación aquel día...

—Yo no soy una zorra, Haru Miyasawa, y tú me trataste como si lo fuera. Espero que te haya quedado muy claro.

—Nunca he pensado eso de ti —respondió él—, a pesar de que nada te detuvo con tal de sacarme información, ¿no?

Hana lo abofeteó una vez más sin detenerse a pensarlo. 

—¿Estás loca acaso? —exigió él con los ojos muy abiertos.

—Eres más imbécil aún si piensas que solo me acosté contigo por eso, pero, ¿sabes qué? Eso ya no importa. Lo único que nos une ahora es el bebé, aunque puedo tenerlo por mi cuenta si tan difícil es para ti tenerme cerca.

Haru soltó una risa divertida.

—Comprendo... —dijo y, sin que ella tuviera tiempo de reaccionar, la tomó con ambas manos por la nuca y plantó un firme beso en sus labios.

—¿Qué crees que haces? —gritó ella y lo apartó de un empujón—. ¡No se te ocurra volver a hacer algo así! ¡Jamás! ¿Me oyes?

Él asintió conteniendo la risa, y eso solo lograba aumentar la ira de Hana.

—Pues eso fue porque nunca cierras la boca, ¿no es cierto? —dijo Haru—. Y también por ser peor que una molestia en el trasero desde que te conocí. Ahora sí, Hana Sakura, ya estamos a mano. Y jamás vuelvas a insinuar que me alejarás de mi hijo, porque te seguiré hasta el fin del mundo si es necesario.

—Lo sé —replicó ella con ironía—, ya vi que eres todo un acosador profesional. 

—Bueno... supongo que volverás a casa de tu madre ahora, ¿no?

Ella suspiró profundo y bajó la mirada. No estaba segura de ser capaz de enfrentarse a su madre aún.

—Aunque puedes quedarte en mi casa todo el tiempo que quieras, ahí no te faltará nada.

—No sé si pueda dormir bajo el mismo techo donde... ya sabes, lo de Barnes...

—Tienes razón, quizás sea una buena idea vender esa casa y encontrar otro lugar... Esa la había escogido Tadashi, después de todo.

—¿Qué fue de él?

—No lo sé... —respondió él y tomó una bocanada de aire—. Tengo que ir a Japón, debo ser yo quien le cuente a mi tío y a mi familia lo que ocurrió.

—¿Te marchas entonces?

—Sí, pero volveré muy pronto. No pienso estar allá más de una semana. No puedo dejar la empresa mucho tiempo, sobre todo con el desastre que me dejó ese maldito idiota al irse. —El dolor tras la rabia de sus palabras era palpable. Ella sabía perfectamente lo que era intentar odiar a alguien que amabas tanto, lo había vivido con su madre—. Y no solo eso, ahora tengo más razones para volver que nunca antes.

—Llévame contigo.

—¿Qué?

—Estoy sola, Haru —dijo con amargura—. La única persona en la que creía que podía confiar resultó ser un canalla traicionero, y... no quiero ver a mi madre, no aún. Lo que hizo duele demasiado.

—Supongo que esa es tu decisión, al menos ya sabes por qué lo hizo, y también soy capaz de comprender que me odies por eso.

—Lo que ella hizo no fue tu culpa... eras un niño... Ya ni siquiera estoy segura de que haya sido culpa suya. Ella me juró que amaba a mi padre, por muy improbable que eso fuera. Pero necesito más tiempo para pensar al respecto y tomar una decisión. 

—Las cosas improbables también ocurren, Hana. Esta mañana tú me odiabas con la vida y yo pensé que jamás volvería a verte, y ahora vamos a tener un hijo juntos. Si quieres venir conmigo a Japón puedes hacerlo, solo te recuerdo que mi tío fue la persona que asesinó a tu abuelo paterno.

—Mi abuelo paterno era abogado, Haru Miyasawa, y no creo que jamás haya visitado Japón —zanjó ella.

Haru sonrió y caminó hacia la puerta.

—Pues no perdamos más tiempo, entonces. Saquemos la cita y vámonos a casa, aún tenemos un viaje que preparar.

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