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Capítulo 3

Dedicado a fatidelgadog

***

—¿D-de qué estás hablando? —tartamudeó su madre—. ¿De dónde has sacado eso?

—¿De dónde? —gritó Hana sin esconder su furia—. ¡Dime qué tu nombre no es Astrid Greene! ¡Dime que todo lo que me has contado de mi padre no es una maldita mentira!

Hana abrió el expediente y le lanzó con violencia todas las desgastadas hojas de noticias. Su madre retrocedió con una mezcla de desconcierto y de terror dibujada en su rostro. Sus ojos fueron directo a los enunciados esparcidos por el suelo de la habitación.

Pero no pronunció palabra.

—¡Dime la verdad de una jodida vez, maldita sea! —volvió a gritar Hana.

—R-rose... —tartamudeó Corine y comenzó a caminar torpemente hacia el comedor. No obstante, Hana comprendió muy bien las intenciones de su madre y la siguió.

—Oh, no, esta vez no te librarás tan fácil.

Ambas corrieron hasta el teléfono, pero Hana fue más rápida y logró alcanzarlo antes. Tomó el aparato en sus manos y lo tiró llena de ira contra el suelo. Aún sin contentarse, lo pisó una y otra vez hasta convertirlo en diminutos pedazos de plástico destrozados.

Su madre temblaba sin control y había comenzado a llorar. Estaba teniendo uno de esos ataques de ansiedad que ella, siendo una hija excepcional, siempre le había evitado. Sin embargo, poco le importaba en esa ocasión lo que le ocurriera a Corine, solo quería saber la verdad que le había ocultado por tanto tiempo.

—¡Habla ya! ¡Esta vez no tendrás ayuda de la tía Rose para evitar el tema y fingir que amaste a mi padre!

—¡Sí lo amé! —respondió su madre entre sollozos—. ¡Sí lo amé!

—¿Cómo puedes haber amado a alguien que te secuestró y te hizo daño? —Hana sentía un inmenso dolor en el pecho al pensarlo. Su madre había sido víctima de un secuestro y probablemente de una serie de atrocidades y, aun así, seguía mintiendo al respecto—. ¿Cómo puedes mentir sobre eso?

—¡No miento, yo amé a tu padre como no he amado a nadie en toda mi vida!

—¿Cómo, madre? —Las lágrimas rodaban por sus mejillas sin cesar—. Y... ¿por qué tú...? —Sentía miedo incluso sobre lo que estaba a punto de preguntar, pero respiró profundo y la enfrentó—: ¿Por qué me tuviste? ¿Por qué te quedaste conmigo a pesar de todo lo que ocurrió?

Los ojos color miel de Corine se abrieron enormemente al escucharla. Pero Hana no podía dejar de preguntárselo. ¿Por qué había tenido al bebé inmundo de alguien que había abusado de ella? Se sentía asqueada solo de pensarlo, y no estaba segura de si su asco iba dirigido hacia su progenitor o hacia ella misma.

—¡No! —gritó su madre—. ¡No pienses eso, hija! —Se le acercó y la abrazó con fuerza, pero ella no fue capaz de corresponder al abrazo; no creía merecerlo—. No, mi pequeña. Jamás pienses que no quise tenerte o que me arrepiento de haberlo hecho. Tú eres lo más importante en mi vida...

Hana se apartó y la miró a los ojos. Su madre lucía abatida con todo lo que estaba ocurriendo, pero ella no podía dejar de odiarla por habérselo ocultado todo por tanto tiempo.

—¿Por qué nunca me lo dijiste? —cuestionó—. ¿Por qué nunca me dijiste que mi padre fue un maldito criminal y que tuviste que asesinarlo para salvar tu vida? ¿Por qué preferiste mentirme?

—¡Yo nunca te mentí, Hana! Las cosas no son como crees...

Corine arrastró casi sin fuerzas una de las sillas y se sentó, desfallecida y pálida. Seguía siendo una mujer muy hermosa a pesar de los años y de las pequeñas canas que se asomaban en su cabello castaño claro. No obstante, Hana no lograba apartar de su mente la imagen del diario de la joven apagada y temerosa que se había visto obligada a cometer un crimen para salvarse.

—Todo lo que dicen sobre él no es cierto... —continuó Corine.

—¿No era un asesino despiadado? ¿No te secuestró, entonces?

—H-hiroshi cometió muchos errores, pero no fue del todo su culpa...

—¿Hiroshi? —repitió Hana recordando los enunciados en los recortes y se estremeció. Ese era un nombre japonés, Barnes había tenido razón al hablarle sobre la relación de su padre con esa nación.

—¿También te inventaste un nombre para él? —Soltó un bufido y limpió algunas de sus lágrimas con su antebrazo mientras miraba al techo—. Tiene sentido, si te cambiaste el tuyo, ¿por qué no inventar uno para él?

—Solo cambié mi nombre para despistar a la prensa y a los curiosos, y por eso también me mudé contigo al otro lado de la ciudad. —La desesperación de su madre había sido reemplazada solo por una enorme tristeza—. Quería empezar de cero contigo, pequeña, darte una vida feliz y tranquila. No podía irme de la ciudad porque necesitaba la ayuda de Rose y de tus abuelos para criarte. No me sentía preparada para hacerlo sola y no sabes cuánto sufrí la muerte de tu padre, y también la de mi mejor amigo...

Hana supuso que hablaba de Joshua, quién había sido casi como un hermano para ella y para su tía Rose. Él había muerto en un asalto poco tiempo antes de su nacimiento. Un pensamiento fugaz cruzó su cabeza: quizás esa había sido otra mentira y él también había estado involucrado de alguna manera en lo ocurrido con su madre. No obstante, lo descartó, pues eso no era probable. Y tampoco era su mayor interés en ese instante.

—Y Ethan, ¿él existió alguna vez?

—Sí, Hana. Ese era su nombre de nacimiento, pero sus padres lo abandonaron y una familia japonesa lo adoptó. Ellos lo nombraron Hiroshi Sakura y lo llenaron de odio y resentimiento. Eran unos asesinos y convirtieron a tu padre en uno de ellos... Lo que hizo no fue su culpa...

—¿Cómo puedes defenderlo, madre? —gritó ella, sin comprenderlo.

—Él también me amó a su manera, Hana. Estaba dispuesto a alejarse de todo y a comenzar una nueva vida conmigo, lejos de aquí.

—¿Tú estabas con él por voluntad propia? —preguntó con incredulidad.

—Al principio, no. Él me llevó consigo a la fuerza porque fui testigo de uno de los ajustes de cuentas de su familia... —Corine bajó la mirada. Era evidente que le estaba costando mucho hablarle sobre eso—. Él no me hirió a propósito, pequeña, él me protegió a su modo, incluso de su familia... Ninguno de ellos era inocente, pero tú padre estaba lejos de ser el peor...

—Él era un asesino... —dijo Hana y su voz flaqueó al pronunciar esas palabras en voz alta.

—Quizás nadie pueda comprenderlo, pero había motivos tras sus acciones... Él buscaba justicia, aunque no de la forma correcta...

Hana restregó sus ojos tratando de procesar las palabras de su madre. Caminó de un lado al otro en la habitación sintiendo la mirada de Corine todo el tiempo sobre ella. Ya no tenía por qué seguirle mintiendo. Su padre había sido un criminal, pero ella se empeñaba en defenderlo.

—Yo ya no soy una niña, madre —dijo, en un último intento de hacerla admitir que lo odiaba si ese era el caso—. Puedo incluso entender que sientas una repulsión tan grande por él que hayas intentado olvidarlo por completo...

Corine soltó un bufido y luego sonrió con amargura.

—Eso hubiese sido mucho más fácil, hija. Si hubiera conseguido odiarlo quizás no hubiera cargado con este enorme dolor toda mi vida...

—Madre... —dijo Hana con el ceño fruncido y mirándola a los ojos—. Si las cosas no fueron como todos piensan y ustedes se amaban... ¿Por qué lo asesinaste...?

Corine rompió en llanto una vez más y Hana sintió su estómago revolverse.

—Él... no me dejó opción... Estaba decidido a cometer el mayor de sus crímenes, pequeña... Estaba poseído por su rabia y no había otra forma de detenerlo...

—¿No había otra forma de detenerlo? —gritó. Sus pensamientos estaban tomando otro rumbo y la ira se estaba apoderando de ella nuevamente—. ¿Por qué tuviste que asesinarlo? ¿Por qué no dejaste que la policía se hiciera cargo de él? Si no podías detenerlo debiste dejarlo, ¡luego pagaría por sus crímenes en prisión!

—Tú no lo entiendes... —respondió su madre entre sollozos—. Esa vez era diferente... No podía dejarlo, Hana, lo que iba a hacer era irreversible...

—¡Lo que tú hiciste es irreversible! ¡Me quitaste la oportunidad de conocer a mi padre!

Hana estaba cegada por su furia. Unos minutos atrás había pensado que su madre era la única víctima, pero ella misma le había hecho comprender que sus acciones habían sido igual de erradas.

—¡Tú lo mataste! Dices que él no fue el único culpable por sus crímenes y lo justificas, ¡ahora comprendo por qué! ¿También te justificas en las noches para lograr dormir? ¿Acaso crees que eres mejor que él? ¡Tú también eres una maldita asesina!

—¡Hana! —gritó Corine y pareció romperse al escucharla. Sin embargo, a ella no le importó en lo absoluto.

—¡Eres la única culpable de que no haya conocido a mi padre! Tú acabaste con él, me robaste la oportunidad de crecer viéndolo, aunque fuera tras las rejas... ¡Eres una mentirosa asesina y odio que seas mi madre!

Escupió una tras otras sus palabras y le lanzó una mirada de odio a la que una vez había sido su persona más amada. Su madre no fue capaz de responderle y su rostro se desfiguró a causa del horror que le causó su declaración.

Sin embargo, Hana estaba decidida a terminar la enorme mentira en la que había vivido toda su vida:

—¿Sabes qué? Te odio, «Astrid Greene»... —dijo con desprecio—. Te odio y no quiero volver a ver nunca más en el resto de mi vida la jodida cara de la persona que me arrebató a mi padre...

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