Capítulo 27
Dedicado a NatalyGaitan0
***
—Todo está saliendo perfecto —dijo Barnes mientras caminaba de un lado al otro en su oficina. Estaba eufórico luego de escuchar las buenas noticias, aunque Hana no creía que fueran «buenas» en lo absoluto.
—Casi muere por mi culpa... —susurró ella y bajó la mirada.
—Pero no lo hizo, sigue vivo y en muy poco tiempo estará recuperado.
—¿Qué pasa si llegan a saber que yo le disparé? —preguntó y se encogió un poco en el sillón solo de pensarlo.
—Escúchame, pequeña flor —aseveró, mirándola a los ojos—. Te deshiciste del arma y nadie te vio. Nunca lo sabrán, no hay forma de probar tu culpabilidad. Tuviste mucha suerte.
—Yo no creo en la suerte, señor Barnes. ¿Qué pasa si alguien me vio saliendo del callejón y luego me reconoce? Estamos tratando directamente con la policía, podrían atar cabos.
—Te aseguro que no lo harán. Llevan años siguiéndole la pista al desgraciado de McGwire y siempre se las ha arreglado para sobornar gente y eliminar testigos. Cuando vean la oportunidad de atraparlo en medio de una de sus jugadas les importará muy poco cómo conseguiste esa información. Además, los dos Miyasawa son unos malditos criminales. ¡Todos en esa familia lo son! Cuando se estén pudriendo en prisión poco importará si alguien le disparó a uno. ¿No lo ves? Todo esto está a punto de terminar gracias a ti y seremos dos héroes para la policía.
Hana se limitó a asentir. Quizás estaba siendo demasiado paranoica, pero no creía que todo fuera a resolverse con tanta facilidad. Ni tampoco se sentía bien al pensar que sería la responsable de enviar a Haru a prisión. Se lo merecía, de eso estaba segura. Pero ella también lo merecía luego de lo que había hecho.
La victoria no se sentía en lo absoluto como había imaginado al principio. ¿Dónde estaba su emoción cuando estaban a punto de hacer justicia?
—Ya debo marcharme, es tarde.
—¿Quieres que te acompañe a casa?
—No —respondió y se levantó—. Estaré bien, puedo volver sola al hotel.
—Falta muy poco para que puedas salir de ahí y recomenzar tu vida, Hana. Lo prometo...
Su respuesta fue un nuevo asentimiento. Ese día idílico en el que lograría poner su vida en orden y con el que tanto había soñado se veía cada vez más lejano. Y, de cualquier modo, no habría nadie ahí para celebrarlo con ella.
Tomó un taxi hacia el hotel. Al bajarse se detuvo a mirar el decadente edificio que había sido su único hogar por más de un mes. Si todo funcionaba, en menos de una semana sería libre y habría vengado a su familia. Luego comenzaría el proceso para recuperar los bienes robados, Barnes mismo se encargaría de eso. Pero ahí terminaban sus planes.
Suspiró profundo y subió al ascensor. Quizás solo necesitaba descansar para que todas sus ideas volvieran a la normalidad. Sin embargo, apenas llegó al pasillo vio que una alta figura masculina aguardaba frente a su puerta.
Era Haru. ¿Qué diablos quería con ella? Desde la discusión ni siquiera lo había vuelto a ver. No obstante, caminó hasta su puerta ignorando por completo su presencia.
—Hola —dijo él mientras ella buscaba sus llaves.
—¿Qué diablos haces aquí?
—Veo que ya no soy el «señor Haru» —ironizó.
Ella se volteó para encararlo.
—Puedo ser incluso más sutil si así lo prefieres —dijo con molestia—. ¿Qué mierda haces aquí frente mi cuarto? Me trataste como basura la última vez que nos vimos solo por una suposición estúpida, ¿no te bastó con eso? ¿Viniste para terminar de ofenderme?
—No —respondió él sin inmutarse—. No vine para eso.
—¿Para qué entonces? ¿Ya decidiste echarme de la compañía? ¿Ya no te sirvo para nada allí?
Una pequeña sonrisa de diversión se dibujó en el rostro del chico. Eso la molestó aún más.
—No, tampoco vine para eso. Tienes razón, te debo una disculpa.
—¿Qué?
—Eso: lo siento, Hana. Siento haberte gritado. Estaba fuera de mí cuando lo hice. —Introdujo ambas manos en los bolsillos de su pantalón y la miró a los ojos. A pesar de que ella no lograba creer en sus palabras, parecía sincero—. Tadashi es uno de los únicos familiares que me quedan, Hana. Tú debes comprenderme mejor que nadie.
Ella bajó la mirada y se apoyó ligeramente en la pared.
—¿Eso es todo?
—No. Aún tengo muchas cosas por decirte.
—No pienso dejarte entrar en mi habitación nunca más —aseguró ella.
—Puedo imaginarlo, por eso te propongo algo diferente.
Hana se incorporó y lo observó con algo de desconfianza.
—Acompáñame, por favor —continuó él—. Llevo mucho rato esperándote aquí fuera y estoy hambriento. Permíteme invitarte a cenar para compensar lo imbécil que he sido contigo.
Una carcajada se le escapó al escucharlo.
—Ni invitándome a cenar durante diez años lograrías compensarme, Haru Miyasawa.
Él sonrió levemente y asintió.
—Quizás sí abra ese restaurante y cocine todos los días para ti, entonces...
El recuerdo de la charla que habían tenido la noche de la cena con los accionistas vino a su mente. Una pequeña sonrisa se le escapó, pero la reprimió de inmediato. La había abandonado, y con eso había pisoteado por completo todo lo anterior.
Aun así, lo pensó por un instante. Sabía que estaba jugando con fuego y que muy pronto él ya no estaría en su vida nunca más. Pero, por algún motivo, decidió que al menos esa noche fingiría que nada estaba ocurriendo. Dejarían de ser enemigos por unas horas y pasarían a ser solo una pareja de jóvenes. Sin odio, sin rencor, sin pensar en más nada que en la cena.
—De acuerdo —dijo finalmente—. Pero eso no significa ni siquiera que vamos a ser amigos, Haru. Solo cenaremos y me traerás de vuelta. A partir de mañana volveremos a ser solo jefe y empleada.
—Comprendo —dijo él. Por un instante le pareció ver algo de decepción en su rostro—. ¿Nos vamos?
Hana asintió. Lo siguió hasta el ascensor y luego hasta su auto, que estaba aparcado a una cuadra del hotel.
—Te llevaré a uno de los lugares que más frecuento desde que llegué a este país. El dueño es un buen amigo mío. También es japonés, pero vino hace varios años. Prometo que no te arrepentirás de probar su comida.
—Bien. Te daré un último voto de confianza, espero que no lo desperdicies.
—No lo haré —dijo él con una sonrisa y puso el auto en marcha.
—Me pareció raro no verte hoy en la empresa —dijo ella en un intento de cambiar de tema y aligerar el ambiente dentro del vehículo.
—Estuve con la policía y luego haciendo investigaciones por mi cuenta.
—¿Ah, sí? —Las palabras del chico llamaron de inmediato su atención, pero debía ser cuidadosa—. ¿Han avanzado algo en la investigación?
—No mucho, pero al menos hay un par de pistas. La llamada a emergencias la hizo una chica, aunque nadie de la zona parece haberla visto. No es que mucha gente frecuente esos callejones apartados. Todo tipo de cosas pasan ahí.
Al parecer no había nada que pudiera incriminarla y se sintió aliviada al saberlo. No obstante, Haru volvió a hablar:
—Pero hay algo más —dijo con seguridad y un optimismo abrumador, sin despegar los ojos de la carretera.
—¿En serio?
—Todos piensan que fue un intento de asalto, pero estoy seguro de que están en un error.
—¿Por qué?
—Porque fue una chica quien le disparó a Tadashi. Probablemente la misma que llamó.
—¿Q-qué? —preguntó. Le costó mucho ocultar su sorpresa—. ¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Porque cometió un error —afirmó él. Hana sintió su vista nublarse y el aire abandonó sus pulmones un instante—. La policía encontró uno de sus pendientes muy cerca del lugar. Al parecer se le cayó mientras corría fuera.
Su pecho se oprimió. ¿Realmente había sido tan estúpida? ¿Cómo era que no había notado la ausencia de uno de sus pendientes? Ni siquiera recordaba cuáles había usado ese día. Estaba perdida. No tardarían en llegar a ella. De hecho, quizás ya la habían descubierto.
Miró a Haru con preocupación, pero él seguía conduciendo tranquilamente. Debía controlarse o lo arruinaría todo. Tal vez aún tenía tiempo y la policía llegaría primero a ellos y a McGwire.
—E-eso es algo muy bueno... —dijo y tragó en seco.
—Así es. No tengo idea de por qué una chica odiaría a Tadashi a tal punto de dispararle... O quizás sí. —La miró un instante y sonrió. Ella luchó por devolverle la sonrisa—. Pero, sin importar lo que él le haya hecho, ella debe pagarlo. Casi lo asesina.
—Tienes razón... Debe pagarlo...
Por suerte, llegaron al su destino y Haru detuvo el auto. Estaba muy arrepentida de haber aceptado la invitación. Solo quería comer y largarse de ahí.
—Acompáñame —le dijo él y ambos entraron al local.
Era pequeño, solo para unas veinte personas. Lo primero que los recibió fue el delicioso olor a carne que salía de la cocina. Sin embargo, la comida era la última de sus preocupaciones en ese momento. La decoración era alegórica a la cultura japonesa. Reconoció de inmediato las flores de cerezo que decoraban parte de las paredes y se estremeció al verlas.
Aunque lo que más llamó su atención fue la ausencia de otros clientes. Haru pareció notarlo.
—Es muy temprano aún —le dijo—. Más tarde será difícil alcanzar un lugar.
Ambos tomaron asiento en una de las mesas más cercanas a la cocina. Hana tomó el menú en sus manos e intentó reprimir el ligero temblor de sus dedos. No quería que él notara su nerviosismo.
—Realmente siento todo lo que ocurrió —dijo él nuevamente—. Las cosas entre nosotros no han ocurrido del modo que me hubiera gustado cuando te conocí, Hana.
Ella bajó el pedazo de cartón para observarlo. Estaba realmente sorprendida por la confesión.
—También lo creo —dijo y se asombró por la sinceridad de sus palabras. ¿Algo hubiera cambiado de haberlo conocido en otras circunstancias? Por un instante se permitió fantasearlo al menos.
—Lamento mucho la idea que te has llevado de mí. Yo... nunca he sido un santo, pero tampoco soy tan imbécil como crees...
—Creo muchas cosas, Haru... —Suspiró profundo—. Quizás no seas el único que ha cometido errores que no puede cambiar.
—Es cierto, hay errores que cometí y que cometeré que no puedo cambiar. Pero no me arrepiento de todos. —La miró a los ojos con tanta intensidad que se sintió un poco incómoda—. Me gusta pensar que todo lo que he hecho y haré es por una buena causa. Porque así es la vida, todos luchamos por lo que creemos correcto... ¿No lo crees... Hana Sakura?
Ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar ante las palabras. Unos fuertes brazos la inmovilizaron por detrás y una mano cubrió su boca. Intentó gritar y forcejear, pero fue en vano. Estaba totalmente indefensa.
Haru se levantó de la mesa y caminó hasta su lado. Su rostro mostraba una seriedad que nunca antes le había visto.
—Esta es una de las cosas por las que no pienso disculparme, en caso de que te lo estés preguntando —musitó en su oído con frialdad. Tomó uno de los mechones de su cabello que se habían soltado en el forcejeo y lo colocó con delicadeza tras su oreja—. Y, por cierto, la policía no encontró nada en el callejón. Solo quería ver tu reacción...
Hana le gritó que era un cabrón de mierda y que lo pagaría, pero apenas se escuchó su balbuceo. Cerró los ojos con fuerza y, por primera vez en su vida, se preparó para lo peor.
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