Capítulo 26
Dedicado a vale_chiquita
***
Mantener el control estaba siendo un reto para Haru. Odiaba ser violento, pero todo a su alrededor parecía conspirar en su contra.
—Usted dirá —dijo Hana al entrar en la oficina y cerrar la puerta.
—¿Dónde fueron al terminar el brindis? —soltó, tajante.
—¿Qué?
—¿Dónde fueron, Hana? —repitió con molestia—. No soy estúpido, fuiste la última en hablar con Tadashi y luego ambos desaparecieron, ¿dónde diablos se metieron?
—Le diré algo, «señor Haru» —dijo ella con cierto filo en su voz. Apoyó ambas manos en el escritorio y se inclinó hacia adelante para mirarlo directo a los ojos—. Siento mucho lo ocurrido con el señor Tadashi, pero eso no le da ningún derecho a hablarme de ese modo o a meterse en «mis» asuntos.
—Pues yo también te diré algo, Hana. —Se levantó y la encaró—. No tuviera ningún interés en «tus» asuntos si mi primo no hubiera aparecido herido de bala menos de una hora después de desaparecer contigo. Tadashi casi muere, ¿entiendes eso? ¡¿Casi se desangra en un maldito callejón y me dices que no puedo hablarte de este modo ni meterme en tus asuntos?!
—Pues sí. Exactamente eso estoy diciendo. No tengo la más mínima idea de qué diablos le ocurrió a él luego del brindis, ¿sabe por qué? ¡Porque no me fui con él a ningún sitio, me fui por mi cuenta!
—No creo una palabra de lo que dices —afirmó y ella soltó un bufido. Parecía ofendida.
—¡Me importa un carajo lo que usted crea o no! No me fui con Tadashi porque es un jodido brabucón insoportable con el que no iría ni a un funeral. ¡Y ya veo que ese es un mal de familia!
—¿Estás de broma, no? —dijo él con incredulidad. Por algún motivo se sentía herido.
—Nunca en mi vida he hablado tan en serio —afirmó ella—. Si quiere explicaciones pregúntele usted mismo a su primo cuando mejore, y si quiere gritarle a alguien grítele a la policía. —Sonrió y agregó con sarcasmo—: No, espere, ya eso lo hizo.
Hana dio media vuelta y caminó hacia la puerta. Cerró de un portazo.
—¡Mierda! —gritó Haru y arrojó todo lo que tenía en el escritorio con furia al suelo. Luego se dejó caer en la silla. Aflojó el nudo de su garganta y se restregó el rostro con las manos.
«Maldita mentirosa —pensó—. Sí que soy un imbécil por confiar en ti».
No podía seguir perdiendo el tiempo en la oficina. Debía ir hasta el hospital y hablar con Tadashi. La noche anterior había sido imposible por el estado en el que lo habían encontrado. La cirugía para extraer la bala había sido de urgencia y luego lo habían sedado. La policía estaba convencida que había sido un intento de asalto frustrado y en ese maldito país todo parecía tardar años en resolverse.
Pero él sabía que ese disparo no había sido un evento fortuito.
Sin detenerse un segundo más a pensarlo, salió de la oficina y bajó hacia su auto. Estaba al tanto de todas las miradas curiosas sobre él; sin embargo, pasó de largo. Condujo sin detenerse hasta el hospital. No podía dejar de darle vueltas a todo el asunto. Si había sido un asalto, ¿por qué no faltaba nada entre sus pertenencias? Y, ¿cómo había ido a parar Tadashi a ese callejón tan lejos de la oficina. Nada tenía sentido.
Luego de esperar unos minutos, finalmente le permitieron entrar al cuarto de su primo. Era pequeño e individual, con un penetrante olor a productos de limpieza. Había una enfermera supervisando a Tadashi casi todo el tiempo.
—Si necesita algo me llaman de inmediato —le dijo la mujer—. Estaré afuera.
Haru asintió y caminó hasta llegar al sillón junto a la cama.
—¿Cómo te sientes?
—Vivo —respondió Tadashi. Estaba muy pálido por toda la sangre que había perdido. La bala le había perforado el abdomen, pero afortunadamente ningún órgano vital.
—Pasé aquí casi toda la noche, pero no me permitieron entrar.
—No lo hubiera sabido, de cualquier modo. —Su voz sonaba débil y adormilada—. Desperté hace menos de una hora y lo último que recuerdo es haber muerto en un callejón mugroso.
Haru soltó un bufido.
—Pues faltó muy poco. ¿Quién te hizo esto? —exigió—. ¡Lo pagará con su vida!
—Primero habrá que encontrarlo —respondió Tadashi y suspiró profundo.
—¿No viste su rostro? ¿Es alguien que conozcamos?
Negó con la cabeza.
—Estaba muy oscuro.
Una enorme frustración invadió a Haru. Se recostó en el sillón e intentó calmarse. No soportaba la idea de que la persona que casi había asesinado a su primo siguiera libre.
—¿Qué hacías ahí? —preguntó finalmente.
—No lo recuerdo muy bien... —musitó su primo con la mirada fija en el techo—. Sentí que alguien me seguía e intenté averiguar quién era. De un momento a otro comencé a correr tras él y luego me disparó. Eso es todo.
—¿Todo? ¿Qué motivos tiene alguien para seguirte?
—No lo sé.
—Maldición... —musitó Haru y se levantó. Comenzó a dar vueltas en la habitación. Algo no encajaba. Tadashi también le estaba mintiendo por algún motivo.
—¿Y Hana?
—¿Hana? —El rostro de Tadashi reflejó su sorpresa—. ¿Qué tiene que ver ella con todo esto?
—Pensé que... —comenzó a decir, pero cortó sus palabras—. Eso no importa, solo necesitamos saber quién fue y por qué.
—¿Detendrás el cargamento?
—No estamos en posición de romper el trato.
—Puede ser peligroso. Quizás la persona que me disparó tiene algo que ver.
—Eso no tiene sentido —afirmó Haru—. Los enemigos de McGwire en la ciudad son insignificantes. Ninguno se atrevería a atacar a uno de sus socios de negocios.
—No lo sé... —Por alguna razón le parecía que Tadashi estaba algo nervioso. Comenzó a desconfiar un poco.
—¿Hay algo que no me hayas dicho?
—Por supuesto que no —aseguró. Su rostro estaba serio—. Solo quiero que todo salga bien.
—Tienes razón... —dijo Haru y suspiró profundo. Volvió a sentarse y bajó el tono de voz—. Lo siento, estoy algo paranoico. Temí mucho que algo te ocurriera.
Lo miró, intentando encontrar ese cariño fraternal que alguna vez había estado bajo la mirada dura y fría de su primo. Pero Tadashi rompió el contacto visual.
—Necesito descansar —fue lo único que respondió.
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