Capítulo 10
Dedicado a KrisyKindness
***
Ambos salieron del auto bajo la lluvia y corrieron hacia el edificio. Estaban empapados a pesar de que fue un trayecto corto.
Cuando se subieron al ascensor Hana le echó un vistazo a Haru. Él se quitó la chaqueta y la corbata y subió las mangas de su camisa blanca casi hasta los codos. La tela húmeda se le ceñía al cuerpo haciendo notar su musculatura, y el cabello se le pegaba a la frente y no dejaba de gotear. Debía reconocer que el japonés era bastante atractivo, después de todo.
Al llegar a la habitación ella entró primero. No había estado entre sus planes invitarlo a subir, pero no había sido una mala idea. Quizás acercarse a él de un modo menos «laboral» era la clave para obtener lo que buscaba, y no dudaría en utilizar todas sus herramientas para lograrlo.
—Siéntete como en casa —le dijo—. No debes estar acostumbrado a este tipo de lugares tan pequeños y vulgares, pero este es mi hogar desde hace un par de meses. Espero poder mejorar un poco cuando cobre mi primer sueldo. —Lo miró con algo de picardía y él le respondió con una sonrisa amplia.
—Guau, ¿me estás utilizando, acaso? Eres más inteligente de lo que pensaba, ¿me trajiste para que vea donde vives y te aumente el sueldo? —Ambos rieron un momento.
—Um... ¿Quién sabe?
Haru arrojó las dos prendas de ropa mojadas a una esquina en el suelo y ella se apresuró en tomar una toalla para cada uno del pequeño armario.
—Aquí tienes. —Se la alcanzó y se sentó en la cama para quitarse los tacones y secarse el cabello. También se deshizo de la chaqueta—. Normalmente me disculparía por tomarme tantas libertades, pero estoy en mi casa.
Sonrió y caminó en medias hasta la nevera. Arriba tenía un abridor de botellas y lo utilizó para destapar ambas cervezas.
—Puedes sentarte en la silla —le dijo y le alcanzó la botella—. Yo me sentaré aquí en la cama.
—Salud —dijo Haru y ambos levantaron las bebidas.
Hana se llevó la botella a los labios lentamente y tomó un sorbo sin dejar de mirarlo. Le sorprendía la naturalidad con la que él encajaba en el resumido espacio, a pesar de que había sido rico durante toda su vida. Quizás Haru Miyasawa tenía mucho más para mostrar de lo que conocía de la oficina. Y por unas fracciones de segundo le agradó la idea de conocer más de él, pero la descartó de inmediato. No podía perder de vista su objetivo: vengarse de todos ellos.
—¿Está como esperabas? —le preguntó.
—Oh, sí —respondió él—. No creo que sea muy sensato beber antes de conducir, pero no podía negarme a una buena cerveza. He estado bastante estresado estos días, es probable que esto sea todo lo que necesitaba...
—¿Beber con tu empleada más joven en un mugroso cuarto de hotel?
El chico soltó una risa divertida.
—¿«Quién sabe»? —imitó sus palabras.
Bebieron un poco más mientras él daba un vistazo alrededor.
—Quizás sea algo rudo de mi parte preguntarte algo así —comenzó a decirle—, pero, ya que estamos fuera del ámbito laboral, supongo que podemos hacer algunas concesiones... ¿no es cierto?
—Creo que ya las estamos haciendo... —Hana levantó una ceja y subió sus pies a la cama para cruzarlos bajo su cuerpo. Tenía una idea de las preguntas que podían estar rondando la cabeza de Haru en ese momento. No le mentiría, solo le respondería con medias verdades, que no era lo mismo que mentir.
—¿Por qué estás viviendo en un hotel? ¿Dónde está tu familia? —Ella suspiró profundo y miró las pequeñas gotas de agua formadas en la botella entre sus manos—. No tienes que responder, comprendo si es un tema delicado para ti.
—No. Está bien, no es nada demasiado grave... Es que... verás, la relación entre mi madre y yo no está en su mejor momento, por eso decidí que ya era hora de independizarme. Lamentablemente no puedo pagar nada mejor hasta que comience a cobrar y reúna algo de dinero. Volver a la casa de mi madre no es una opción.
—¿Y tu padre?
Hana alzó la vista para mirarlo a los ojos. Por un momento olvidó que estaba hablando con su peor enemigo y quiso desahogarse y contarle todo. Ese era el efecto que ese maldito tenía en ella y seguramente en el resto de las personas. Sí que era un buen actor, pero ella también debía serlo.
—Murió —respondió, sin mostrar ninguna emoción—. En un accidente de tránsito, antes de que yo naciera...
—Ya veo... —dijo él y tomó un largo sorbo—. Lo siento... Yo tampoco crecí con mis padres. Murieron cuando yo era pequeño, al igual que el tuyo.
Ella casi sintió el dolor en las palabras del chico. Al menos parecía honesto sobre eso.
—También lo siento...
—Está bien —le restó importancia—. En realidad, me acostumbré a no tenerlos hace muchos años. Siempre tuve a mis tíos, ellos me dieron una familia.
—¿Son los padres de Tadashi? —preguntó con genuina curiosidad. Barnes no le había dado demasiados detalles sobre ellos dos.
—Así es. Son sus padres, pero nunca han hecho distinción entre nosotros dos. Tadashi es como mi hermano menor.
Ella bufó.
—Creo que ustedes solo tienen en común el apellido. Él es algo... —Lo pensó un instante, pues no debía ser ni medianamente grosera. Luego añadió—: Digamos que su carácter es un poco «explosivo»...
—¿Explosivo? —Haru soltó una carcajada—. ¿Solo eso? ¡Tadashi es insoportable!
Hana lo miró un poco escéptica y su expresión pareció delatarla.
—Venga —agregó Haru—. Ya te dije que somos como hermanos, sé perfectamente cuáles son sus virtudes, y sé también que ser amable con la gente no es una de ellas. Contarte esto no está nada bien, pero no es que sea un secreto para nadie en la oficina, o en el resto del mundo. Incluso me siento mejor al decirlo.
Sus palabras lograron que se relajara un poco. ¿Podía existir acaso un punto débil entre ambos que la ayudara a separarlos y destruirlos desde adentro? La cerveza se le hizo mucho más apetecible solo de pensar en esa posibilidad.
—Bueno, si tú lo dices... Me alegra que no seas en lo absoluto como él... —musitó con toda intención, pero pretendiendo que solo se le había escapado. Sin embargo, logró llamar la atención de Haru.
—¿Ah, sí? Y... ¿cómo soy, según tú...? —preguntó él con un brillo muy particular en los ojos. Entonces fue ella quien se aclaró la garganta y rompió el contacto visual.
«Alguien despreciable que robó todo lo que me pertenecía», se dijo. Y realmente quiso aferrarse a sus palabras.
—Dejó de llover —anunció mirando hacia afuera. Él comprobó que era cierto y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios. Pero Hana sospechaba que esa sonrisa no tenía relación alguna con el clima.
—En ese caso, es mejor que me vaya. La lluvia puede volver en cualquier momento.
Ambos se levantaron y Haru bebió el contenido restante de su botella para colocarla vacía sobre la mesita de noche. Luego recogió sus pertenencias del suelo y se volteó a verla en el marco de la puerta.
—Gracias por la cerveza...
—Gracias por traerme...
—Por cierto —agregó él con una expresión de diversión—, no le cuentes a nadie lo que te dije sobre Tadashi. Si llega a enterarse se enojaría... más.
Ella reprimió una risa al escucharlo.
—Descuida, no tienes nada de qué preocuparte —dijo con sarcasmo—. Al menos mientras no le digas a nadie que no me llevo bien con mi madre y que vivo en una habitación del peor hotel de la cuidad... Creo que mancharía mi expediente de futura abogada de prestigio.
—Bueno, supongo que ahora ambos tenemos un pequeño secreto que mantener.
—Así es, pero siento que estoy un poco en desventaja. Tú viniste hasta mi casa y te conté un poco sobre mi familia. Yo solo te escuché confirmar algo que no se le escapa ni a las plantas ornamentales de la oficina...
Haru levantó una ceja.
—¿Qué necesitas saber entonces sobre mí para sentir que estamos a mano?
Ella se apoyó en la puerta y fingió pensarlo, aunque ya sabía de antemano qué preguntar; era algo que la había intrigado desde el primer día.
—El acento de Tadashi es pésimo cuando habla español —dijo finalmente—, justo como se esperaría de alguien que nació y creció en Japón. Por el contrario, toma toda una conversación notar los pequeños deslices del tuyo. No encuentro ninguna explicación posible. Entonces dime, Haru, ¿cuál es tu secreto?
—Yo no guardo demasiados secretos, Hana... —dijo en un tono neutro y la miró directamente a los ojos—. Al menos no respecto a mi acento... No nací en Japón, como todos creen, y nunca dejé de practicar mi español. Siempre tuve muy claro que necesitaría volver a usarlo...
Hana se limitó a asentir, algo intrigada con su respuesta. ¿El presunto japonés no lo era del todo?
—Ahora sí estamos iguales —añadió él y le sonrió a modo de despedida—. Nos vemos mañana en la oficina.
—Nos vemos...
No pudo evitar observarlo mientras él se alejaba hacia el ascensor. Cuando finalmente desapareció de su campo visual, entró a la habitación y cerró la puerta.
Estaba algo confusa y odiaba sentirse de ese modo. Debía tener siempre el control. No obstante, había algo sobre lo cual no tenía duda alguna.
«Lo siento, Haru Miyasawa —susurró y sonrió con malicia—. No solo voy a hacerte caer y destruir tu empresa, también voy a romperte el corazón...».
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