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Capítulo 1

Dedicado a dan-fiblan2

***

Sus zapatos de tacón sonaban ligeramente al chocar con las brillantes baldosas del pasillo. Todos volteaban a verla, tanto hombres como mujeres. Hana Langford era un espectáculo a la vista y estaba perfectamente consciente de ello. Desprendía confianza en sí misma a cada paso que daba.

Sus curvas y su belleza eran difíciles de pasar desapercibidas, y mucho menos sus vibrantes ojos azules. Eran el rasgo más notorio que había heredado de su padre, a quien no había tenido la oportunidad de conocer a causa de un terrible accidente de tránsito poco antes de que ella naciera.

Cuando llegó a la oficina le dijo su nombre a la secretaria con una sonrisa condescendiente en los labios. La mujer le indicó que pasara.

El señor Joy Barnes —dueño del prestigioso bufete de abogados para el cual estaba a punto de comenzar a trabajar— la estaba esperando. Era un hombre bastante misterioso a quien muchos de sus propios empleados no habían visto siquiera una vez. Sí que era un honor que él mismo hubiera conciliado una cita con ella.

Aún no le quedaba demasiado claro por qué una de las firmas más reconocidas en la cuidad y en todo el país había solicitado el ingreso directo de una recién graduada. Siempre se había destacado en la facultad y tenía un muy buen expediente, pero algunos de sus compañeros eran igual —o incluso más— competentes que ella.

No obstante, hubiera sido una idiota si dejaba pasar semejante oportunidad.

Hana alisó el frente de su falda color celeste que le llegaba hasta las rodillas y suspiró profundo. Luego abrió despacio la puerta y caminó dentro de la oficina.

Era una habitación espaciosa y bien iluminada, cuidadosamente decorada con algunos objetos provenientes de la cultura japonesa. Había incluso una delicada pintura de un árbol de cerezo —la flor favorita de su madre—. Ese detalle llamó su atención, aunque hubiera pasado totalmente inadvertido para cualquier otra persona que no conociera al respecto.

El señor Barnes estaba sentado en su enorme silla giratoria, de espaldas a la puerta.

—Buenos días, señor Barnes —lo saludó para que él notara su presencia—. Mi nombre es—

—Ya sé perfectamente quién eres —la interrumpió el hombre. Luego se volteó despacio sin levantarse de su asiento y la miró con una pequeña sonrisa ladeada en los labios.

Hana luchó por ocultar su sorpresa, pero su futuro jefe no era en lo absoluto como había imaginado. Era un hombre con rasgos asiáticos y de unos setenta años de edad.

—No sabes cuánto he esperado por este momento —dijo él con una evidente satisfacción—. Bienvenida seas, Hana Sakura: última heredera de los gloriosos Dragones Rojos...

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