Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

46

Primavera de 2011,

—¿¡Era él!?

Se escuchaba su discusión desde la calle.

—¿Eso qué coño te importa, Vianne? —Respondió Dhelia, con los brazos cruzados. Estaban discutiendo en la cocina—.

—¿¡Era él!? —Repitió la niña, llena de rabia—. El hombre de anoche. ¿¡Él es mi padre!?

Dhelia apagó el cigarro en el cenicero, escupiendo el humo.

—Nunca me hablas de él. —La niña negó con la cabeza, su labio inferior tembló junto con sus lágrimas—. No sé quién es, ni porqué todos los demás tienen un padre y una madre y yo no.
Sollozó un par de veces, luchando por hablar.

—¿¡Por qué cuidas de mí si no me quieres, Dhelia!? ¿¡Dónde está mi madre!? —Chilló—.

—¡Tu madre no te quiere! —Golpeó la mesa, levantándose de la silla. Y ella retrocedió contra la encimera—. Tu abuelo ha renunciado a ti. Nadie te quiere, Vianne. ¿Y quieres saber por qué? Porque solo eres la hija de una puta. Y de un hombre muerto.

Narró muy cerca de su cara, pero ella negó con la cabeza una y otra vez.

—No. ¡No, no, no! ¡Mi madre me quiere! ¡Ella es buena!

—Escúchame bien, Vianne. —Se arrodilló para hablarle, calmada pero dura—. Yo soy lo único que se interpone entre tú y un orfanato.

Vianne intentó irse, pero la mantuvo en el sitio.

—Estando conmigo jamás vas a volver a ser la hija de una puta. —Dhelia negó con la cabeza, mirándola a los ojos aunque ella rechazaba el contacto visual—. Eres mi sangre, Vianne. Eres una James, eso es lo único que importa. Ahora yo soy tu madre, y lo juro por Dios: si alguien se atreve a molestarte yo voy a encontrarlo para cortarle las manos falange por falange. Por la familia hacemos sacrificios.

—¡No, no! ¡Yo quiero ser la hija de una puta! —Lloró dolorosamente—. Quiero a mamá, y ella me quiere a mí, ¡ella es mi familia! ¡Mi única familia! ¡Te odio! ¡Odio cada minuto que paso aquí! ¡Quiero volver a casa! ¡Dijiste que tú te encargarías, eres una zorra mentirosa Dhelia!

—Cállate. 

—¡No!

—¡Cállate!

—¡Te odio! ¡Te odio, te odio Dhelia! ¡Te odio! ¡Ojalá estuvieses muerta como mi padre!

Una mano le cruzó la cara, impía, provocando que la niña girara la cara con fuerza. 

—No me grites. 

Se acunó la mejilla, y lloró con la voz pastosa, levantando la cabeza para mirar a Dhelia con un hilo de sangre bajando de su labio. Ella la miró con indiferencia.

—Vete a tu cuarto, no quiero verte lo que queda de noche.

La niña dejó de tocarse la mejilla roja, levantando sus ojos miel para mirarla con rabia. Pasó por el lado de Pedro, y él entró en la cocina cuando se fue.

—Mi padre ya me hubiese cortado el pelo por responderle así. No tiene respeto.

—Ya se acostumbrará. —Se limitó a decir, abriendo la nevera—. Te odia.

—Es mejor el odio que el miedo.


✁✃✁✃✁✃✁


—¿Y llegaste a conocerlo? —Le preguntó la doctora Lee, escribiendo en su libreta—. A tu padre.

Ava se arrancaba la piel alrededor de las uñas, sentada en ese sofá de cuero.

—No. —Respondió con la mirada perdida en el suelo—.

—Pero has dicho que sabes quién es.

—La gente cree que no recuerdo nada. —Negó levemente con la cabeza—. Pero me acuerdo de todo. Un día me dejaron libre, en la calle, desnuda bajo la nieve sin ningún motivo. Pero caí porque no podía andar. Pedro me encontró y me levantó. Debe suponer que lo llamé papá porque estaba confundida, pero no fue por eso.

—¿Qué pasó, Vianne?

Segundo mes de secuestro.

—Por favor... —Balbuceó la chica—. Por favor, quiero más.

Una voz débil, entre un ruego y un lloro. El sudor y la mugre pegaban mechones de pelo a su frente y a su cuello. Levantó más el brazo pintado de hematomas, ofreciéndole las venas.

—Ya sabes lo que tienes que hacer si quieres más. —La voz de ese hombre llenó la oscuridad de la habitación—.

Encendió una pequeña lámpara en el suelo, y Vianne se arrodilló sobre el colchón, arrastrando la cadena que la ataba al radiador inservible.

—Zorra de mierda. —Echó el cigarrillo de sus labios, tomando su pelo en un puño—.

Cuando terminó, Vianne lo escupió al instante, rindiéndose a las arcadas y vomitó en el suelo, manchándose el pelo.

—Dámelo. —Dijo, después de limpiarse con la ligera manta que utilizaba para dormir—. Dámelo, por favor, por favor...

Él le cogió el brazo con fuerza, y sacó la jeringuilla con una sonrisa por su parte cuando se lo inyectó.

—Esto es algo nuevo. —Tiró la aguja por el suelo, poniéndose en pie—.

Ella se dejó caer en el colchón, poniendo los ojos en blanco, y retorciéndose ante el subidón que le proporcionó la droga. Al principio solo la utilizaban para calmarla y mantenerla callada, pero luego se convirtió en unas sublimes horas donde perdía la consciencia.

—Eh. —Otro hombre entró en la habitación—. Límpiala un poco o algo y vístela, la quiere ver.

Fue lo último que escuchó Vianne antes de perder completamente el sentido.

Abrió los ojos por inercia, sin querer despertarse y con un pitido en los oídos. Se sintió extrañamente cómoda, dándose cuenta que no estaba en su colchón, sinó en un sofá. Los rayos de sol entraban a raudales por las ventanas, cegándola. La habitación nueva la descontroló; ordenada y limpia.

Se puso en pie de un salto para intentar salir. Pero al poner los pies en el suelo tropezó por sus piernas débiles, quedándose en el suelo. Miró el cielo, ¿qué piso era ese? ¿Dónde estaba? ¿Era el mismo sitio donde estaba su habitación a oscuras?

El cielo celeste, y el sol en la cumbre. Lloró al ver la luna, mezclando las lágrimas con su sudor.

—Ava. —Habló alguien, entrando en la habitación—. Preciosa...

Llorando en silencio, se llevó las rodillas al pecho, cubriéndose con ambos brazos sin dejar de mirar el cielo. Así notó el roce ajeno de la ropa sobre ella.

Un hombre fue hacia Vianne, arrodillándose a su altura para tomarla de las mejillas con algo que pareció delicadeza.

—¿Qué te han hecho mientras no estaba?

Le giró la cara para que lo mirase, acariciando su mejilla con el pulgar. Tenía los pómulos hundidos, las clavículas muy pronunciadas y un herpes en los labios. Sus ojos miel estaban plagados de venas rojizas.

—Oh, mírate... ¿Tienes hambre?

Solo lo miró, meciendo sus densas pestañas con cansancio.

—¿Qué quieres? —Le preguntó, afónica—.

—¿Qué quiero? —Repitió Rhys, arqueando una ceja—. A ti.

Se puso en pie, levantándola para ayudarla a sentarse de nuevo en el sofá.

—Te he visto... En algún sitio, te he visto. —Murmuró la chica para sí misma, mirando al suelo y a su regazo—.

—Sí, me has visto antes. ¿Te acuerdas de mí? —Agachó la cabeza para intentar encontrar su mirada, pero ella rehuyó—.

—N-No lo sé. —Negó, neurótica—.

—Me llamo Rhys.

Su cerebro entumecido no conectó bien sus recuerdos, dejándola con una niebla difusa. Él le dejó tiempo para pensar.

—Y soy tu padre. Ava, mi vida... He querido durante tantos años verte.

Intentó tocarle el pelo, pero ella lo rechazó.

—Tú no eres mi padre.

Rhys carraspeó a su lado, quitándose las lágrimas con el pulgar.

—¿Ah, no? ¿Y quién lo es? ¿Ese latino de mierda que-?

—Mi padre está muerto. —Respondió al instante, sin mirarlo—.

—Bueno, sí, de hecho estoy enterrado vivo. —Él ahogó una risa—. He tenido que escapar de Dhelia primero, pero no te preocupes de nada, Ava, mi vida... Tranquila, estoy aquí.

Vianne giró la cabeza lentamente al escuchar el nombre de su tía, mirándolo por primera vez. La estructura de su mandíbula afeitada, la fisonomía de su cara, compartía varios rasgos con ella. Lo miró, y exhaló una risa sin ganas, meciendo sus hombros delgados al empezar a reírse en voz baja.

—¿Qué pasa?

Vianne se rio en susurros, cubriéndose la cara con ambas manos.

—¿Qué te pasa? —La cogió de los brazos, girándola hacia él—.

Ella abrió los ojos, sonriente, para mirarlo a bocajarro.

—Dhelia te va a matar. —Se rió, maliciosa—. Se va a encargar de... De...

Giró la cabeza para no mirarlo.

—Dhelia te va a encontrar. —Siguió burlándose, encontrando el recóndito recuerdo de su tía. ¿Cuántas cosas había perdido ahí dentro, a parte de la memoria?—.

—Ya lo ha hecho. —Sonrió Rhys con ella, sosteniéndola de los hombros—. Nadie sabe que estoy aquí, y nadie sabe dónde estás. Escúchame, Ava...

—¿¡Quién coño es Ava!? —Gritó con la voz desgarrada, rasgándose las cuerdas vocales—.

Rhys tragó saliva, viendo como se alejaba de él en el sofá. Esperó a que se calmase.

—Mi mujer estaba embarazada. —Le contó, con un tono cansado—. Era una niña. Mi única niña, solo había tenido hijos.

—Me importa una mierda. —Dijo desde el otro lado del sofá, negando con la cabeza—. ¿Quién eres?

Le escupió la pregunta.

—Soy un hombre muerto.

—¿Y qué significa eso?

—Que soy tu padre, Ava. —Narró, con voz dulce—.

—No, no lo eres. —Negó ella con la cabeza—. Y no me llamo Ava.

—Lo sé. —Estiró un brazo para acariciarle la cabeza, obteniendo de ella la reacción de querer evadir un golpe—. Pero ahora sí. Puedes llamarte Ava si quieres, puedes llamarme papá... Puedes tener una vida nueva justo ahora, ¿ves esa puerta? Yo tengo la llave.

Vianne lo miró con recelo, sin entender la situación. Rhys sacó una llave del bolsillo de su traje.

—Quiero que vengas conmigo, Ava. —Le ofreció. Y ella lo miró en silencio, procesando la información—. Un nombre nuevo, y mi apellido. Nadie te reconocerá a donde vamos. Soy tu única familia ahora, Ava.

—Dhelia es mi familia. —Respondió automáticamente, medio ida por los altibajos de humor que producía la droga—.

—No. —Sonrió él, negando con la cabeza—. Ella no ha hecho nada por ti. Has sido un lastre, ni siquiera quería hijos pero tuvo que cargar contigo. Eres una carga.

—No. Dhelia es mi familia.

—¿Y dónde está? ¿Por qué nadie te está buscando? Darte por muerta es lo mejor que ha podido pasarle.

Vianne le tiró la llave que le enseñaba de un golpe.

—Dhelia me va a encontrar. —Jadeó, mirándolo furtivamente a los ojos—.

—¿Esta mujer? —Se burló, levantando una ceja mientras le mostraba el móvil—.

Le enseñó el vídeo de una cámara de seguridad, escondida en la casa de Dhelia. Ella estaba en su despacho, estudiando algo con sus gafas de pasta negra. Llegó Pedro para darle una taza de algo, hablando con ella, pero no se escuchaba el audio. ¿Sería en directo?

—Pedro. —Lo llamó con lágrimas, tocando la pantalla con sus dedos sucios—.

Rhys la miró seriamente, dedicándole una mirada muerta.

—¿Ves? Están haciendo su vida. —Apagó el teléfono—. Tranquilamente ahora que ya no estás.

—Me están buscando. —Lloró, aferrando en su mente esas imágenes esquivas de casa—.

—No, no lo hacen. Yo te he dado una salvación, Ava.

—Y te he dicho que no la quiero.

Alargó una mano hacia ella, y aunque giró la cara tomó un mechón de su pelo sucio.

—Déjame cuidar de ti, Ava. —Le pidió en una caricia—. Nunca me han dejado tenerte, la zorra de tu tía prefirió matarme antes que permitirme conocerte.

Vianne giró la cabeza hacia él, mirando en sus ojos miel.

—Pues yo prefiero morir antes de que me tengas. Rhys.

Él tensó la mandíbula, con impaciencia. Apartó la mano de ella.

—¿Sabes cómo tengo a tu tía controlada? —Le planteó—. La tengo vigilada, gente de su confianza sobornada, ¿sabes lo fácil que sería para mí matarla?

Vianne lo miró a los ojos con miedo, respirando con dificultad.

—Te he ofrecido la única opción. Y la has declinado. Cuando salgas de aquí no le contarás nada de mi a Dhelia. Porque puedo hacer que sufras por ello. Créeme, niña, puedo hacerlo con la misma facilidad que te he traído hasta aquí.

—La matarás. —Susurró, hiperventilando—. Vas a matarla.

—Oh, no. —Negó con la cabeza, frunciendo el ceño—. No la pienso matar. Si te atreves a hablar de mí, voy a hacerle lo mismo que te han hecho a ti.

—¿Por qué me cuentas esto? —Tomó bocanadas de aire, quemándose el pecho a cada intento de respirar con normalidad—.

Él se acercó, y colocó un mechón tras su oreja con cariño.

—Porque te pareces mucho a ella, Vianne.


✁✃✁✃✁✃✁


—Algunos días me llevaban con él. —Relató, con la mirada perdida y arrancándose la piel ensangrentada alrededor de las uñas—. Fue lo mejor porque nadie más me tocaba. Y me dejaba ducharme antes y después.

Hizo una pequeña pausa, ordenando sus pensamientos.

—Pensé en suicidarme. —Confesó—. Muchas veces. Pero supe que lo hubiesen hecho igual con mi cuerpo muerto.

—¿Y ese hombre era tu padre? —Preguntó la doctora Lee, incrédula. Se quitó las gafas y dejó de apuntar para escucharla—.

—No lo sé.

Incluso la terapeuta sintió un sabor ácido en la garganta.

—¿Por qué te soltaron, Vianne?

—Porque ese tal Rhys se aburrió de mí. —Se encogió de hombros—. O eso supongo, porque yo solo me desperté en la calle.

La doctora se sorbió la nariz, tragando en seco al mirarla a los ojos, porque Ava hablaba de ello con una naturaleza indebida.

—Lo siento, Vianne. —Se disculpó con ella—. Lamento mucho lo que tuviste que pasar.

—Lo sé. —Cerró los ojos con parsimonia, asintiendo lentamente—. Pasó hace mucho tiempo.

La doctora se puso en pie, y se giró con la excusa de buscar algo en su escritorio para borrarse las lágrimas de los párpados.

—Vianne. —La llamó, colocándose las gafas de nuevo, y se giró detrás del escritorio—. Nuestra sesión ha terminado, pero tengo que hablar contigo sobre algo más.

—Vale. —Se puso en pie, alisándose los pantalones de vestir—.

Se alejó del sofá, dirigiéndose a ella, pero alguien llamó a la puerta.

—Abre tú.

Ava frunció el ceño, accediendo, y al abrir la puerta de la consulta se encontró con Jonathan al otro lado. También frunció el ceño al verla, extrañado.

—Pasad. —Les dijo la doctora, desde la silla de su escritorio—. Los dos. Tengo que hablar con vosotros.

Ava se volvió hacia Jonathan, su barba volvió a aparecer, acariciándole el rostro. Lo miró sin entender y se apartó para dejarlo pasar. Tomaron asiento frente a la doctora Lee..

—Bien. —Empezó ella, con las manos entrelazadas sobre la mesa—. No me vais a negar que mantenéis una relación, ¿verdad?

Ellos se miraron, sin suponer qué los había llevado hasta ahí.

—Sí. —Respondió él, no muy convencido—.

—Bueno, "relación", suena raro, ¿sabe? —Asintió Ava, cruzándose de piernas, incómoda en su silla—.

—¿Ha visto el vídeo?

—¿Qué vídeo?

—Menos mal. —Murmuró Ava, golpeando el reposabrazos con los dedos—.

—Me dijiste que era una mujer complicada, pero no me planteé que tan complicada. —Asumió la doctora, mirándolo a él—.

—¿Le has hablado de mí a tu terapeuta? —Frunció el ceño—.

La miró con el reflejo de la luz en sus gafas, y asintió.

—Sí. Un par de sesiones.

—Oh... —Giró la cabeza con una sonrisa que no pudo reprimir—.

—¿Por qué crees que no entráis en la definición de relación, Ava?

—Mire, ¿va a decirme que no debería estar con un hombre tan mayor? ¿O sacarme a Freud? —Levantó una mano para pararla, haciendo una mueca—. Porque estoy bastante cansada de escucharlo y si lo hace, me voy a levantar y me voy a ir.

—Creo que él es lo que necesitas.

Se calló, con el ceño fruncido al procesar lo que acababa de decir, incluso Jonthan se extrañó.

—¿Podría volver a decirlo? —Sacó el teléfono—. Para enviárselo a mi padre.

—Te he hecho una pregunta, Ava. —La redirigió—. ¿Por qué no crees que estáis en una relación?

—Pues... —Se encogió de hombros, sin saber por donde salir, pero al mirar a Jonathan él solo se encogió de hombros, pellizcándose el mentón—. No lo sé. No vivimos juntos, apenas sé algo de su vida. No quiere presentarme a su hija, y nunca me ha contado nada de su ex esposa, aunque tiene fotos de ella en su casa.

—Son recuerdos. —Se indignó él, mirándola a su lado—. No puedo recortarla.

—¿Ah, si? Ayer casi me llamas como ella. —Musitó, mirando a la terapeuta—. 

—Ava. —La llamó—. Solo estás echándole la culpa de varias cosas, no respondiendo a mi pregunta.

Ella tragó saliva, jugando con la piel arrancada de sus uñas.

—¿A qué se refiere?

—¿Por qué no sientes que estás en una relación con él?

Ava vagó sus ojos por distintos puntos de la consulta, añadiendo la estantería repleta de enciclopedias. Pensando.

—No lo sé. —Admitió—.

—Ava, Jonathan me ha hablado de ti. —La consoló—. Me ha hablado muy bien de ti, por eso he podido saber que eras tú.

Jonathan miró para otro lado, carraspeando. 

—Los dos sois adultos, y suficientemente maduros para verlo. No quiero que tengas miedo de las buenas oportunidades. —Le aconsejó dulcemente—. No auto sabotees tu felicidad por miedo a cómo puede acabar.

Otra persona llamó a la puerta, rompiendo la atención de Ava, y la secretaria se asomó para hablar sobre algo.

—Disculpad un momento. —Se levantó de su asiento, saliendo de la consulta—.

Cerró la puerta tras ella y los dejó solos, provocando que se mirasen.


✁✃✁✃✁✃✁


Al caer la noche Ava salió de la biblioteca, y en vez de coger el autobús, llamó a Jonathan para volver a casa. Era su semana sin Iris, y la gala en Londres sería el viernes.

—¿Estás bien? —Le preguntó al meter la llave en la cerradura, exhalando un vaho por el frío—.

—Oh... Creo que voy a vomitar, pero estoy bien. 

Abrió la puerta, y la calefacción se derramó sobre ella, acariciándole la cara. Dejó su bufanda y el abrigo en el perchero.

—Estoy en casa.

—¿Qué es lo que querías decirme?

Pedro bajó las escaleras de la entrada.

Llegó al recibidor, y solo miró una vez a Jonathan antes de volver a Ava.

—Jonathan y yo... —Empezó firme—.

—No. 

—¿Qué? Ni siquiera te he dicho nada.

—No. No va a acompañarte a Londres.

—¿Por qué?

—Porque no quiero. —Le afirmó, soberbio—.

—La gala es para mí, no para ti. —Negó con el ceño fruncido—. Puedo invitar a la gente que quiera.

—No, no puedes porque te lo prohíbo. —Se cruzó de brazos—.

—Tengo veinte años, no puedes prohibirme algo como si fuese una niña. ¿Dónde está Dhelia? 

—Oh, sí, claro que puedo. Y aún eres una cría.

—Si puedo hablar...

—No, no puedes. —Lo redimió Pedro, con un tono más violento—.

—Vale. —Musitó Jonathan antes de poner los ojos en blanco—. Eres muy maduro.

—¿Voy a hablar de madurez con un profesor que se acuesta con su alumna? 

—Mhm, no, si tenemos en cuenta que yo estaría hablando con un hombre que le fue infiel a su esposa mientras estaba embarazada.

Mira, hijo de puta... —Fue a por él—.

—¡Eh, eh! —Ava se metió en medio—. ¿Por qué tanta tensión? 

Le preguntó incrédula, frunciendo mucho el ceño.

—¿Necesitas que te repita todos mis motivos?

—Sí, vale, follamos, pero eso ya lo sabes. ¿Por qué tienes que estar así? Incluso nos has visto, ¿pero de qué más tienes miedo?

—Ava, Ava. —La interrumpió Jonathan—. Cállate.

—¿Sabes? —Arrugó la nariz con una mueca de rabia, señalándolo con el índice al dar un paso hacia él—. Yo a esto no le doy ni un año. Vais a acabar mal, Ava, acuérdate de lo que te digo. 

—Yo creo que debería quedarse a cenar. —Lo ignoró—.

—No lo quiero ni ver en el trabajo menos lo voy a tolerar aquí. Fuera de mi casa.

—Es casa. —Remarcó Dhelia, bajando las escaleras con una bata de satén negra—. Y va a quedarse a cenar.

—¿Qué coño estás diciendo? —Se giró hacia ella, encarándola con las manos en la cadera. El cuerpo de Dhelia desapareció detrás de él—.

—Que lo que tú opines me importa una mierda.

—No. No va a quedarse a-.

—Hoy me ha bajado la regla. —Lo interrumpió—. Lydia ha vomitado en mi blusa favorita y he dormido a ratos en un turno de doce horas. Termina esa puta frase.

Pedro tomó aire, apretando los dientes, y ladeó la cabeza con impotencia.

—Ve a lavar los platos.

Pedro quiso decir algo que no terminó de nacer, y se dirigió a la cocina. Dhelia volvió a subir las escaleras al escuchar al bebé llorando.

—Tampoco ha sido tan difícil. —Suspiró, girando la cabeza para hablarle a Jonathan—.

—Creo que deberías haberme dejado en el coche, cariño.

—Eh, no. —Lo avisó Pedro por última vez, girándose hacia él—. Nada de cariño. Quiero escucharte llamándola sólo por su nombre. ¿Entendido?

Jonathan se apartó de ella, tomando una respiración profunda.

—Entendido.

Antes de que la cena estuviese lista Jonathan salió al patio trasero para fumar. Los grillos cantaron a su alrededor, y sacó el móvil para preguntar por su hija.

Jonathan A. West
¿Ya ha cenado?

Julie

Está viendo la televisión

Jonathan A. West
Dile que la echo de menos.

Julie
Eso ya lo sabe.
¿Querrías quedar alguna noche para cenar?
Yo también te echo de menos.

Giró la cabeza al escuchar la puerta, encontrándose con Pedro. Volvió a guardarse el móvil.

—¿Tienes fuego?

Jonathan sacó el pequeño paquete de cerillas, y encendió una para ofrecérsela. Él se agachó para encenderse el cigarro, exhaló el humo con un suspiro que arrastró la brisa. Fumaron un rato al lado del otro. Con una calma incómoda.

—Te entiendo. —Rompió ese silencio, sin mirarlo. Pero Pedro giró la cabeza al escucharlo—. Yo tampoco aceptaría que estuvieses con mi hija. Aunque ya fuese una mujer. Y entiendo que ahora no puedas tolerarme, pero esto no lo hacemos por nosotros. Sé que Ava me dejará si no me aceptas, y por encima de todo, Pedro, yo soy el único que la hace sonreír a parte de ti.

—Jonathan, tengo cáncer.

Lo interrumpió, dando una calada. Y él se quedó callado, con los labios entreabiertos al digerir sus palabras.

—Metástasis renal con carcinoma de pulmón. —Apartó el cigarro de sus labios—. Normalmente asintomático hasta que es demasiado tarde.

Jonathan se quedó en blanco, mirando a su amigo.

—¿Qué?

—El setenta y cinco por ciento muere el primer año tras el diagnóstico. —Continuó, mirando el jardín—. Básicamente me estoy muriendo.

Jonathan se quedó con los labios entreabiertos, intentando procesar sus palabras. En su silencio Pedro continuó fumando.

—¿Por qué me lo dices ahora? —Le tocó el hombro como un apoyo, ganándose su mirada al instante—. ¿Cuándo empiezas el tratamiento?

—No lo voy a empezar.

—¿Qué coño estás diciendo? ¿Te estás escuchando?

—Si empiezo el tratamiento estaré internado en el hospital lo que me quede de vida. —Le respondió, sin levantar la voz. Lo miró a los ojos y negó con la cabeza—. Tengo que estar en la gala en su nombre.

A Jonathan le faltó el aire al enterarse, tosió dolorosamente un par de veces, sin poder respirar.

—¿Qué estás diciendo? —Se acarició el pecho con una mueca—.

—Que me estoy muriendo. —Mantuvo su mirada firme, dando un paso hacia él—. Y no pienso dejarla con un hombre como tú.

—¿Un hombre como yo? —Le bajó el tono, retrocediendo ese paso que él dio—.

—¿Cuántas veces la has llamado Julie? —Lo amenazó, borrando esa distancia entre ellos. Jonathan se cohibió contra la pared—. ¿Cuántas veces la has mirado a los ojos y has visto la versión joven de tu ex mujer? ¿Cuántos 'te quiero' no le has correspondido?

Jonathan tragó saliva, mirando en los ojos oscuros de Pedro.

—Mi Ava merece algo mejor que tú. Lo que ella siente por ti, es lo que tú ya sentiste con Julie. Y ella también merece ser el gran amor de alguien.

Jonathan tomó una respiración forzosa. Estaba pegado a la columna del porche, mientras él lo miraba directamente a la cara.

—Esto me recuerda a la universidad. —Narró nervioso, con una voz suave que se habría confundido con la brisa—.

—¿Si? Pues ahora no tengo muchas ganas de besarte.

—¿Qué estás haciendo? —Irrumpió Ava, abriendo la puerta del que comunicaba el porche con la cocina—.

Pedro dejó de mirarlo, tensando la mandíbula, y se giró hacia ella.

—Nada.

—¿Lo estás amenazando?

—No.

—No te creo. —Se acercó a él para quitarle el cigarro de la mano—. Y deja de fumar.

Piso la colilla, y dedicándole una mirada a ambos volvió a entrar.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro