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Big ass brunette loves getting fucked by older men - cum, sucking, missionary
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Ava estaba en la cama, riéndose de algo en ese vestido negro noche. Estaba descalza, medio borracha, y el corte del vestido se abrió bastante. Las medias altas le apretaban los muslos, y su sonrisa la hacía ver muy atractiva.

Jonathan estaba de pie al lado de la mesa del catering, contándole algo con una sonrisa suave y la pajarita desabrochada alrededor del cuello. Estaba sirviendo otra copa de champagne, y las burbujas subieron rápidamente por las copas de cristal.

—Y no te ha quitado la mirada de encima. —Habló él, con su pulido acento americano. Refiriéndose al chico que tuvieron al palco vecino en el teatro—.

—Eso ha sido porque las luces estaban apagadas.

—Oh, ya. Claro. —Abrió su paquete de tabaco, dejándolo sobre la mesa, y encendió el cigarro—.

Ava se rió, mordiéndose el labio.

—¿Has visto este vestido? —Dijo, sin poder quitarse esa sonrisa, y se levantó de la cama tambaleándose un poco—. Mira cómo brilla, tócalo.

Cogió su mano, en la que llevaba el reloj, y la acercó a su cintura, donde las varillas del corsé se ceñían y el satén inmaculado creaba suaves ondas sobre su figura. Jonathan se dejó el cigarro entre los labios, y descendió la mano por su escote apretado, como si tocase la noche.

—Normal que me mirase con esto puesto. —Susurró con una sonrisa, pegándose a él—. ¿Y quién me lo ha comprado?

Lamió una franja de su cuello, subiendo por la curva de su oreja, y Jonathan dejó el champagne en la mesa para quitarse el cigarro de la boca, creando una pequeña nube de humo que se esfumó mientras bajaba la otra mano hacia la cadera de Ava.

—Al igual que los tacones... —Siguió hablándole al oído con una voz seductora, enredando los dedos en los rizos de su nuca—. El maquillaje, las medias... Y este tanga de encaje rojo que llevo debajo del vestido, ¿te acuerdas?

—En la hora y cuarenta minutos que duraba la obra solo he pensado en eso.

Ava lo miró a los ojos con picardía. Se relamió los labios sin darse cuenta mientras lo miraba. Ahuecó las manos para tomarlo de las mejillas, raspándose por su barba canosa.

—Tuyo. Todo tuyo. —Le aseguró en voz suave, con la lengua pesada por el vino y la mirada coqueta por el delineado. Le dejó un beso en los labios, hablando sobre su boca—. Mhm... Has pagado tantas cosas para mí, papi. ¿Cómo te lo voy recompensar?

Jugó con él, bajando las manos por su abdomen, mientras Jonathan giraba la cabeza y apagaba el cigarro en el cenicero de la mesa. Exhaló el humo por la nariz.

—Déjame quitártelo. 

Ava asintió con la cabeza, reteniendo una sonrisa suave. 

Se giró, y él le apartó el pelo de los hombros, causándole un cosquilleo agradable. Cogió la cremallera entre los dedos, y bajó el cierre de su espalda con una calma inédita, ladeando la cabeza para dejarle un beso en las vértebras de su nuca. Un aliento cálido, el suave hormigueo de su barba, la hizo ronronear algo con los ojos cerrados, dejando caer la cabeza hacia un lado. 

Ofreciéndose.

El vestido cayó por la desnudez de su cuerpo, y Jonathan bajó una mano por sus costillas, llegando hasta su vientre cuando la tela se arrugó a sus pies. Ladeó la cabeza para besarle el cuello desde atrás, y la sostuvo de la cintura al arrancarle un cándido gemido. Su piel estaba caliente, y olía a seda y estrellas, como si fuese un astro desprendido del cielo.

Volvió a besarle el cuello, y bajó una mano hacia su ombligo, metiéndose bajo sus bragas de encaje rojo. Ella rebosó un gemido, y su respiración se volvió pesada al notar las yemas de sus dedos acariciándola, esparciendo el manto viscoso que recorría toda su entrada.

Él le susurró un halago que no se escuchó en el vídeo, pero la hizo sonreír teniendo los ojos cerrados, y sacó la mano para quedarse frente a ella.

—Ponte de rodillas. —Le ordenó altivo, quitándose el cinturón—.

Obedeció, mientras él se sentaba en la cama y subía las mangas de su camisa negra. Provocando que su respiración se acelerase.

—Ven. —Le ordenó, mirándola como si fuera obvio—. Ven, cariño. Gatea hacia mí.

Le ordenó con una voz más dulce, ladeando la cabeza con prepotencia. Palmeó su regazo para llamarla.

Y ella, como una gata dócil, en un suspiro se apoyó en sus manos y rodillas para ir hacia él. 

Lentamente, como la brisa fría de la noche colándose bajo las faldas. Solo con las medias, el liguero y las bragas de encaje, mientras él seguía completamente vestido.

Volvió a arrodillarse cuando llegó entre sus muslos. Tuvo que levantar la cabeza para mirarlo, con las cejas levemente levantadas y los labios entreabiertos.

El ángulo de la cámara cambió.

Habían omitido la parte donde le preguntaba si estaba cómoda y quería hacerlo, porque lo único que se vio a continuación fue como él le apartaba el pelo, y ella empezaba a chupársela. 

Moviendo la cabeza lentamente arriba y abajo, con un sonido húmedo que estiraba sus labios.
Lógicamente, porque ya no eran dos personas divirtiéndose y teniendo sexo. Ahora eran una puta, y un hombre afortunado, haciendo porno.

Jonathan echó la cabeza hacia atrás al soltar un profundo gemido, cerrando los ojos con descanso.

Ava comenzó chupando la cabeza de su polla, moviendo la muñeca para cubrir lo que su boca no podía. Arrancándole un gemido sucio y ronco.

Sintiéndose animada por el ruido que hizo se forzó a bajar, deslizándose por las paredes de su boca fácilmente por la saliva. Cuando levantó la vista hacia él, se encontró con su cuello sudado, tenía la cabeza echada hacia atrás por el placer. Y su nuez de Adán se balanceaba a cada inhalación pesada.

Él ahuecó las manos en la nuca de Ava, manteniéndola quieta para follar su boca. Meció sus gruesas caderas hacia delante para meterle la polla hasta la garganta. Bajó su cabeza hasta que su nariz quedó enterrada en el camino que marcaba el vello de su bajo abdomen.

—Oh, joder. —Murmuró con los ojos cerrados y la respiración forzosa—. Joder. Lo estás haciendo tan bien... Aguanta mi polla un poco más, respira por la nariz.

Jonathan le acarició el pelo con una mano, dándole un tirón cuando ella tragó, y las paredes de su garganta se ciñeron alrededor. Pero tuvo que apartarse al sentir una arcada.

Ese era su sitio predilecto. Amaba esa posición, que la utilizara pero que la alabase por la mínima cosa que hiciese. La idea de que su cuerpo, su boca, sus palabras, pudiesen causarle placer solo la incitaba a querer sacar más de él. Pensar era un alivio, cuando demostraba que seguía siendo una mujer. No un trapo usado que el mundo desecharía por lo descosido y sucio que estaba.

Se relamió los labios mirándolo a los ojos, y volvió a inclinarse para chuparle la polla de nuevo. Enroscó una mano al grosor de su base, y descendió por él, notando cómo le apretaba las mejillas.

—Eso es. Dios... Estás preciosa haciendo esto. —La animó con la respiración agitada, agachando la mirada hacia ella. Le apartó el pelo con cariño—. ¿Crees que ahora podrías responder a alguien a parte de mi?

Jonathan se relamió el labio, mordiéndolo cuando Ava también levantó la vista, y le mantuvo la mirada para negar con la cabeza.

Fue lo más erótico que había visto en mucho tiempo. La forma en que sus labios carnosos recorrían su gruesa polla y luego volvían a subir, dejando un rastro brillante por la saliva. Su pecho se agitó con una respiración lenta y profunda, estirando un gemido que se convirtió en un gruñido ronco.

Ava se retiró con un húmedo chasquido, un hilo de saliva que aún la unía a él. Ella le sonrió con un aspecto ominosamente dulce, imitándolo. Su niña rebelde de rodillas, con su perfecto cuerpo expuesto para él.

La mano de Ava se deslizó hacia arriba y hacia abajo, moviendo la muñeca para masturbarlo con una exquisita lentitud y un ruido cremoso. Él gimió al sentirlo, con su voz grave, potente.

—No me mientas, cariño. ¿Seguro que es tu primera vez? —Le preguntó mirándola a los ojos, rodeados por sus pestañas maquilladas—.

—Sí. —Ella asintió, sin saber el placer morboso que provocaba en él—. ¿Por qué? ¿Lo estoy haciendo mal?

Le preguntó con miedo. Incluso en medio de una mamada, Ava seguía siendo perfeccionista. Él ladeó la cabeza mientras la miraba, y le limpió los labios húmedos con el dorso de la mano.

—Oh, no. —La calmó, negando ligeramente con la cabeza—. No te preocupes por eso, cariño. Lo estás haciendo muy bien, eres tan buena para mí... No te merezco.

Ava se relamió los labios mirándolo a los ojos, y volvió a inclinarse para chuparle la polla de nuevo. Enroscó una mano al grosor de su base, moviendo la muñeca sin dejar de utilizar la boca. 

Los gemidos de Jonathan eran casi gratuitos, y sus caderas empezaron a levantarse de la cama, meciéndose para follar su garganta con ganas.

—Joder cariño, me voy a correr. —Gimió con voz ronca, y su exquisito acento americano, acunando la parte posterior de su cabeza mientras ella seguía chupándole la vida—.

Gratificada, no cambió el ritmo de su boca, y él la agarró del pelo con necesidad. Empujándola hacia abajo para que llegase al fondo de su garganta. Puso los ojos en blanco, dulcemente a su merced.

Ava bajó una mano por su propio vientre, llegando bajo el encaje húmedo para tocarse a sí misma mientras se la chupaba. Sin poder aguantar. Era un primer plano de su espalda, la curva de su culo al estar de rodillas, y el movimiento profano de su cabeza al subir y bajar.

Pero él, al verla tocándose, la apartó con un tirón de pelo.

—No. Necesito tocarte primero. —Jadeó, arrojándola a la cama—. Luego podré correrme.

—Mm... Sí, papi, fóllame por favor. —Le rogó, asintiendo, porque no estaba acostumbrada a que la descuidara tanto. Se relamió los labios al mantener su sabor en la boca—.

Jonathan la cogió de los muslos, y de un tirón la arrastró al filo de la cama. Embriagada por el vino y el champagne, Ava lo miró desde abajo. Su barba canosa, la forma de su mandíbula marcada, y sus rizos grises hechos un desastre. Apretó las piernas. Mojada y necesitada.

Al estar boca arriba, la forma de sus pechos se difuminó, y su pelo castaño se extendió como la espuma del mar sobre las olas tranquilas.

—Qué bien te queda este traje. —Lo halagó con una voz ahogada, el arco de sus costillas se marcó bajo la piel—. No te lo quites.

—No me lo quito. —Accedió con voz suave, mirándola desde arriba con dulzura—. Mírate, cariño. Tan bonita, tan frágil... ¿Qué habría hecho contigo ese chico del teatro?

—Nada. —Negó ella en un jadeo, con las mejillas rojas—.

—No sabría por dónde empezar contigo, ¿verdad? —Agachó la cabeza, apartándole la mano para que dejara de tocarse—. Sé buena chica y abre las piernas, mi amor.

Ella lo hizo, las abrió de par en par para él. La cama quedaba idóneamente a la altura de su cadera, permitiéndole disfrutar de todo estando de pie.

Le quitó la única prenda que le quedaba, deslizando sus bragas con cariño hasta que terminaron en el suelo. Su coño rosado estaba brillante por su humedad, pero él escupió un fajo de saliva para una lubricación extra. Quiso ver cómo resbalaba entre sus pliegues. Cogió su polla dura con la mano, y la guió hacia ella, frotándose para extender la saliva y sus fluidos.

Ella ronroneó algo mordiéndose el labio, mansa, mientras cerraba los ojos sobre la cama. Ese simple roce, la hizo sentir tan bien. Sus pezones se endurecieron por la sensación, llevando un gemido delicioso a sus labios.

Él guió la cabeza de su polla hacia abajo, resbalando por los fluidos viscosos que humedecían su entrada, y pasó un par de veces sobre su agujero, sin llegar a hundirse. Tan mojada, tan abierta para él... Se masturbó un poco más mientras la miraba, volviendo a acercar la punta. Besó su entrada y frotó el pulgar contra su clítoris hinchado.

—Qué coño tan bonito. —La escuchó jadear cuando bajó los dedos por ella, abriendo sus pliegues—. Y es mío. Todo mío.

Jonathan se tomó a sí mismo en una mano, dándose unas cuantas caricias bajo la atenta mirada de ojos miel. Se dio cuenta que ella estaba disfrutando del espectáculo, pero le dolía tocarse. 

Dolía cuando Ava estaba así, con las piernas abiertas y su bonito coño brillando para él, esperándolo.

Sabía que estaba jugando. Pero si no la dejaba al límite, no aguantaría para follarla como merecía. 

Volvió a dirigirse a su coño para frotarse, su punta llorosa apenas rozó sus labios empapados, y gimió.

—Joder. —Exhaló como un suspiro débil—. Joder, podría correrme ahora mismo así...

—Está bien. —Jadeó Ava—. Hazlo.

La miró a los ojos, ella estaba tendida boca arriba en la cama, deliciosamente desnuda, de no ser por las medias altas. Toda su piel estaba erizada.

—No, cariño. —La alentó, cogiendo el preservativo que llevaba en el bolsillo—. Necesito sentir como me aprietas cuando te corres.

Estiró la banda lubricada del condón sobre él, y escuchó su sollozo impaciente cuando empujó más allá de sus labios, presionando la gruesa cabeza de su polla dentro de su coño lloroso. Centímetro a centímetro hasta el borde, empujando hasta el fondo.

—Oh Dios. —Gimió ella con aspereza, frunciendo mucho el ceño por esa sensación de plenitud—.

Se ciñó alrededor de su polla, palpitando del gusto. Seguía completamente desnuda, mientras él solo tenía tres botones de su camisa desabrochados, dejando entrever la piel morena de su pecho.

—Él no está aquí. —Le contestó—. Solo yo.

—Solo tú. —Repitió ella, siendo arrastrada por esa corriente de placer, bajando una mano por el abdomen de Jonathan—.

Él subió una rodilla al filo de la cama, tomando la piel blanda de sus muslos para abrirle más las piernas. Rasgó las medias al clavar los dedos en su piel.

Ava se apoyó en sus codos para mirarlo a la cara, viendo cómo su mandíbula se marcó al inclinar la cabeza hacia atrás, y la forma de su nuez se enfatizó. Tenía el cuello sudado, y su piel canela brillaba bajo la luz encendida.

—Oh, joder. —Le sonrió Ava extasiada, con el color del vino en sus mejillas y tomando la sábana bajo ella en dos puños—. Como me pones.

Le encantaba el cuerpo de Jonathan, se sentía irremediablemente atraída hacia él, pero seguir viéndolo en traje mientras la follaba... Era completamente otra sensación.

A él se le escapó una sonrisa teniendo los ojos cerrados, manteniendo ese ritmo profundo.

—Mírame. —Le exigió, sin aire. Subió una mano hasta su nuca—. Mírame, Jonathan.

Él asintió dócilmente, pegando sus frentes, y la escuchó gemir sobre sus labios cuando se encorvó sobre ella.

Sus gruesas caderas chocaban contra los muslos de Ava, dándole con fuerza todo lo que necesitaba. Se inclinaba hasta que solo la punta seguía dentro, y volvía al instante, para sentir de nuevo esa presión envolviendo toda su polla. Resbalaba a cada empujón, metiéndose con desespero en ese calor que lo recibía con gusto. 

Gruñía y gemía con Ava, besándola con lascivia mientras aceptaba sus ásperos empujones. Como si quisiera beber de su juventud, de su energía y encanto.

Dejó de apretar uno de sus muslos, y ahuecó la mano para tomar su pecho. Ella asintió con la cabeza varias veces, mordiéndose el labio inferior, mojado. Notaba su mano amasando la piel blanda de su pecho, apretándolo y haciéndola jadear y gemir con fuerza. Su voz aguda y femenina reverberaba en la habitación, empujando a Jonathan a la emoción de su propio clímax con cada delicioso sonido que salía de su boca. 

Él siseó algo, y la folló más rápido. Incrementando el ruido de sus respiraciones entrecortadas, el choque casi violento de piel contra piel, y el interminable flujo de sí, sí, sí que salía de Ava.
Deslizó las manos por sus muslos, levantando sus piernas hasta que descansaron sobre sus hombros.

El nuevo ángulo le permitió penetrarla profundamente. Su coño prácticamente lo chupaba ahora, con lo cerca que estaban.

A ella se le escapó un grito, siendo mecida por el vaivén de sus empujones, pero él la mantenía en el sitio.

—A-Ah... ¿P-Por qué duele? —Balbuceó con el ceño fruncido, tomando la sábana en dos puños—.

—¿Paro?

—Vas a matarme si paras.

Vació sus pulmones de aire, gimiendo a su merced. Lo sentía incluso bajo el ombligo. 

Jonathan cerró los ojos con su respiración acelerada, convenciéndose a sí mismo que podía aguantar un poco más. Aceleró el ritmo, bombeando dentro de ella aún más fuerte, provocando sus jadeos y gritos. Pero algo se tensó dentro de ella, ciñéndose alrededor de su polla para absorberlo, palpitando del gusto.

—Oh... Joder, Ava. —Gruñó su nombre con voz ronca, clavándole los dedos al cogerla de los muslos—.

Ella estaba tendida en la cama, con las cejas muy juntas y la mandíbula floja, dejando escapar un tartamudo ah-ah-ah mientras era empujada por sus últimas embestidas. Abrió más las piernas, apartándolas de sus hombros, y las rodillas casi le tocaron el pecho mientras lo miraba a la cara: saboreando su expresión cuando se corrió para ella, fingiendo unos deliciosos gemidos mientras él terminaba con gusto.

Fue una mezcla de fluidos corporales, respiraciones rápidas y suaves susurros. Una capa de sudor los recorría a ambos, y él se quedó dentro de ella, sin querer abandonar su calor.

—Joder... Lo siento. Lo siento, lo siento.

—Eh, está bien. —Jadeó ella, negando con el ceño fruncido. Levantó un brazo hacia Jonathan, subiendo una mano por su pecho, y cogió la tela de su camisa para que se agachara, dándole un beso húmedo en los labios—. Está bien, lo he disfrutado.

El ángulo de la cámara cambió.

Ahora estaba él de rodillas en el suelo, bajando para besar la parte interior de sus muslos, arrastrando la lengua por su piel caliente hasta llegar a su coño. Lamió tímidamente desde su capullo excesivamente sensible hasta abajo, trazando las líneas irregulares de sus pliegues con la boca, como si la estuviese besando.

"No, no, no. Estoy bien, no hace falta que lo hagas. No quiero que pierdas tiempo lamiendo un plástico"—Le había dicho en la parte que no mostraba el vídeo.

—Tranquila, cariño. —Le dijo al notar lo tensa que estaba—. Te tengo.

—Vale... —Jadeó ella, aún sin abrir los ojos—. Vale. Pero si quieres parar solo hazlo, ¿de acuerdo? Estará bien. No tienes porqué hacerlo.

Esa conversación tampoco aparecía.

—Ava, ¿por qué me dices esto? —Le habló en un tono suave, tomando sus manos sobre el colchón—.

—Porque sé que no es bonito. —Apresuró un susurro, con los ojos cerrados. Tragó saliva—. Y sé que... Que da pena mirarme tan de cerca. No hace falta que me lo digas, lo sé. Y no pasa nada, es un pensamiento completamente normal.

—En ningún momento he pensado esa mentira. No puedes saber en lo que pienso cuando te miro, y gracias a Dios por eso. Si el nivel de la enfermedad fuera indetectable, y escúchame bien Ava, no podría dejarlo una vez que te probase.

—No vamos a hablar de esto, Jonathan. —Lo interrumpió, dejándose caer en la cama—. 

—Ninguna parte de ti me genera repudio, Ava. —Subió una mano por su vientre, acariciándola—. Ninguna. No me das asco. Ni quiero cerrar los ojos cuando estás desnuda delante de mí.

Sus palabras fueron un bálsamo para sus cicatrices. Empezó a llorar.

—Dilo otra vez. —Pidió—. 

—Si pudiese pedir que te sentaras en mi cara y me utilizaras hasta correrte, te suplicaría que lo hicieses. —Le besó el vientre, dejando una marca de saliva—. Soy yo el que no te merece, cariño. Ni el minuto que malgastaste entrando en mi clase.

En ese momento Ava solo pudo gemir llevada por sus sinuosos besos, por sus caricias suaves cuando tomó sus pechos, y entonces empezó a comérsela de verdad. Tiró de él irracionalmente, ahogándolo cuando empezó a lamer y chupar muy lentamente cada pedacito de ella. Con un chasquido húmedo de sus labios sobre la banda lubricada del condón. Sabía a fresa.

Jonathan nunca había sido muy competitivo, pero ella sí, y no quería descuidarla. Así que buscó hacer lo que se le daba bien. Sorbos obscenos surgieron de entre sus piernas, con la cara de Jonathan enterrada entre sus muslos, hundiendo los dedos en apretones cariñosos.

Ava jadeó en busca de aire, tomando respiraciones cortas y apresuradas mientras sentía su lengua lamiendo y sorbiendo, con la barba rastrillando sobre la piel sensible de sus cicatrices.

Incluso empezó a frotarse contra él al sentir la presión que ejercía su nariz, guiándolo a añadir un dedo a su coño calentito y mojado, empezando a estirarla para que lo aceptara. Ava gritó más fuerte, tensándose, y cerró el puño entre los rizos grises de Jonathan. 

—No quieres que todos nos oigan, ¿verdad, cariño? —Le preguntó dulcemente, postrado entre sus piernas—.

—No, no me importa. No me importa... Oh, joder...

Añadió un segundo dedo, separándolos en su interior, y una gota de humedad resbaló entre sus pliegues. La escuchaba para asegurarse de que estaba bien. Levantó la mirada hacia ella, y la vio con la cabeza echada hacia atrás, la vena de su esbelto cuello marcada y una perla de sudor escurriéndose entre las clavículas.

Sintió su mano tirándole con fuerza del pelo mientras gemía con necesidad, meciendo la cadera para ofrecerse. Eso lo hizo sonreír en silencio. Pensando; "¿De verdad seguirías creyendo que soy un aburrido en la cama? Deberías preguntarle a tu sobrina, Pedro". Porque a pesar de que optaba por ser reservado, odiaba las repetitivas bromas de Pedro sobre lo monótono que debió ser para Julie y los consejos que debería darle.

Odiaba soportar esos comentarios. Pero a veces, su baja autoestima, terminaba creyéndolo.

Introducía y sacaba sus dedos dentro de Ava, arqueándolos para presionar su punto G. Esa textura rugosa y resbaladiza, que provocaba que ella se retorciera y se tensase, jadeando unos gemidos apresurados.

—Lo estás haciendo muy bien, cariño. —La animó—. Tan bien... ¿Quieres correrte en mis dedos?

—¡Sí! —Gritó con voz ahogada—. Sí, por favor.

—Continúa. —Le exigió—. Fóllate mi mano, cariño. Consigue lo que quieres de papi.

Ella asintió varias veces con la cabeza. Eso fue lo que hizo. Movió las caderas lo mejor que pudo para encontrarse con sus dedos saliendo y entrando a un ritmo desparejo, durante unos segundos más hasta que ese hormigueo intenso bramó en su bajo vientre, consiguiendo correrse bajo un flujo de gemidos ahogados y jadeos. Cruzó los ojos un momento por la intensa sensación, poniéndolos en blanco.

Tiró de su pelo, y mientras seguía recuperándose de las secuelas de ese clímax él volvió a acercar la boca a su coño sensible, lamiendo sobre la tela de látex. Eso la hizo resoplar con molestia, necesitando que dejase de tocarla.

Cuando sus dedos venosos abandonaron su coño hinchado, y justo cuando se encontró con esos ojos miel que lo miraban desde arriba pidiendo clemencia, tiró de ella para besarla. A un ritmo lento, recompensándola. Abrazándola mientras estaba arrodillado frente a la cama. 

Jonathan sintió el latido de su corazón, acelerado y potente, contra su pecho cuando ella lo abrazó con fuerza.

Ava enredó las manos entre su pelo canoso, dejándole un leve mordisco en el labio antes de volver a besarlo, junto con un gemido de satisfacción. El ruido de sus bocas, resultó exquisito después de todo.

───

—Mhm. —Murmuró Ava con una mueca, ladeando la cabeza mientras miraba la pantalla con el símbolo de repetir el vídeo—. ¿De verdad pongo esa cara?

Jonathan suspiró por la nariz, exhausto, mirando el suelo. Aún estaban en su despacho, y eran las nueve de la noche.

—¿Cómo has descubierto el vídeo? —Se quitó las gafas, acariciándose la tirita sucia que contenía la herida de su nariz—.

Ella también dejó de mirarlo, cogiendo el teléfono para volver a guardarlo.

—Eddie me ha avisado. —Suspiró—.

Pensó en el vídeo, y se le escapó una risa. Jonathan la miró sin entender.

—Perdón. —Dijo con una sonrisa—. Es que nos hemos hecho virales en Rusia.

El vídeo estaba lleno de comentarios en caracteres rusos, cosas como; "yo también necesito una mujer así", "cualquiera sería precoz", "nombre de la actriz?" o morbosos que escribían "me correría solo lamiéndole las cicatrices", "no me importa la enfermedad que tenga, que coño más bonito".

—¿No te molesta ni siquiera un poco?

Ava se encogió de hombros, como si ya no encontrase ese botón de alarma.

—Mañana voy a estar en un juicio donde veré, en una pantalla muy grande, fotos mías estando inconsciente con dos penes en la boca. —Dijo fríamente, haciendo una mueca, y lo miró a los ojos—. ¿Crees que ahora me importa que todo el mundo me vea desnuda?

Levantó ambas cejas, esperando que respondiese. Pero apreció su silencio.

—Sé que en algunos lados soy un meme de internet. Y me hice a la idea. Ya no me importa que me vean. Porque no puedo cambiarlo.

Vianne: No. No piensas eso. Es mentira. Damos asco... Damos pena.

Jonathan apretó la mandíbula, aunque ese gesto no se apreció por su barba, y le quitó la mirada en un pestañeo sutil. Jugó con sus dedos sin darse cuenta, y Ava se quedó un rato con la mirada perdida, tomando una respiración irregular con la mirada triste, porque sentía que iba a romperse en cualquier momento. Y no quería que fuese ahora.

Jonathan asintió levemente con la cabeza, mirando sus manos en el regazo.

—Él también me hacía fotos. —Dijo en voz baja—.

Escuchar eso, aunque no dijo nada explícito, la resquebrajó. Pensar en ese niño que fue, plantearse por primera vez cómo se hizo esas cicatrices que incluso con el paso de los años dibujaban un relieve sobre su piel... Sus ojos se llenaron de lágrimas de un momento a otro, permitiéndose sentir.

—Lo siento. —Le dedicó esas palabras. Su labio inferior tembló—.

Fue tan fácil dejar de aparentar ser fuerte frente a la situación, que todo su cuerpo tembló al hacerse a la idea de que cualquier persona podría volver a reconocerla, que despedirían a Jonathan, que Pedro nunca volvería a mirarla de la misma manera, que Dhelia también lo sabría, Eddie lo sabía... Ser consciente de todo eso, dejar de negarse a sí misma ese dolor y humillación, fue desesperanzador.

Jonathan giró la cabeza para volver a mirarla, y con una mirada suave, le devolvió las palabras.

—Lo siento. —Le susurró—. Lo siento mucho, Ava. Por favor, perdóname... Mira lo que te he hecho.

Sollozó, encorvándose hacia ella cuando abrió los brazos. Lo recibió con cuidado, y él apoyó sus ruegos contra su pecho. Siempre cubierto, tratando de ocultar el dolor que habitaba en su piel.

—Jonathan. —Lo llamó tras una pausa—. ¿Te arrepientes de haberme conocido?

Él la miró, pero no a los ojos, vagó su atención por los rasgos de su rostro. 

—No. No me arrepiento de haber intentado amarte. Porque fue tu alma rota, la que me motivó a volver a arriesgarme.

A ella se le escapó una sonrisa triste, pesada.

—¿Sabes? En la física cuántica —Se sorbió la nariz, pasándose el dorso de la mano—. cuando tienes dos opciones y decides escoger una de ellas, el universo se divide en dos partes. Donde eliges la otra opción en otro universo. Así que hay un espacio-tiempo, donde no has aceptado el trabajo, y no nos hemos conocido.

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