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28

El cabecero de la cama se mecía contra la pared, y el colchón crujía levemente a cada empujón que le dedicaba.

La ropa estaba enredada entre la sábana blanca, los suspiros y jadeos de Ava impactaban directamente en el oído de Jonathan, condensándose en una corriente cálida. Sus piernas desnudas estaban abiertas de par en par para recibirlo encima de ella, sintiendo la fricción de su piel caliente como una suave caricia, mientras la estrella de David colgaba sobre su mentón.

Jonathan bajó una mano por su muslo, llegando a la parte posterior de su rodilla, y la pegó a su cadera para sentirla aún más cerca. Ladeó la cabeza para besar la curva de su cuello, dejando un camino húmedo que se enfrió sobre su piel.

Su boca bajó por las clavículas de Ava, lamiendo cada lunar disperso, y siguió bajando mientras ella gemía del gusto, enredando las manos en la nuca de Jonathan. Enterró los dedos en sus rizos suaves, tirando levemente de ellos al sentir el tacto áspero de su barba.

Arrastró la boca por su cuerpo hasta chupar la parte inferior de su pecho, secando ese fino manto de sudor con la lengua. Sintió sus piernas presionando ambos lados de su cadera, arrancándole un grito agudo cuando empujó hasta el fondo, y se metió su pezón en la boca, chupándolo sin dejar de follarla con fuerza. Sus pechos se mecían por el vaivén, prestando a cada teta una atención cuidadosa y dedicada antes de que sus labios deslizaran unos besos húmedos y descuidados por el estómago de Ava.

Ella clavó las uñas en su espalda, arañando en un recorrido hasta su nuca. Lo miró a los ojos, y él gruñó algo, desviando la mirada. Entonces la cogió de la cadera, y le dio la vuelta sobre la cama.

Un jadeo tartamudo pasó por los labios de Ava, mientras mantenía los ojos cerrados con fuerza, y una capa de sudor bañaba la desnudez de su cuerpo. La posición había cambiado, su energía había cambiado, y lo único que ella podía hacer era tartamudear unos gritos desesperados con la mejilla aplastada contra la cama.

La luz de la luna y las estrellas se filtraba por el balcón, cediendo así la única iluminación que los alumbraba entre la oscuridad de la noche. Sus palabras siempre eran acompañadas por un tono ominosamente dulce y encantador, sin embargo, sus acciones mientras la follaba denotaban total necesidad y exigencia.

Ava agarró débilmente las sábanas bajo sus dedos, y giró la cara hacia la almohada mientras los últimos espasmos de su orgasmo la atravesaban como fuego en sus venas. Se mordió el labio dolorosamente al abrirse la herida, apretando un gemido que llegó al fondo de su garganta cuando sintió que Jonathan se desplazaba dentro de ella ásperamente, tan lleno que resultaba casi doloroso.

Sus muslos carnosos temblaron ante sus embestidas, pero la insistente presión de la mano de Jonathan contra su nuca la mantenía en su sitio. Su otra mano amasó la carne de su cadera, y ella supo que se formaría un moratón allí, mientras él clavaba los dedos en la piel de su culo y empujaba dentro de ella con exigencia.

El ruido de sus cuerpos llenaba el dormitorio del hotel, y era la primera vez que no debían restringirse, la escuchaba gritar y gemir como una desesperada por primera vez.

Aumentó el ritmo rápido y despiadado, sus caderas chocaban contra el culo de Ava una y otra vez. Él se relamió los labios con necesidad, agachando la cabeza para ver cómo se agitaba la carne blanda de su culo mientras la tomaba por detrás.

Ella abrió un poco más los muslos, notando sus rodillas lastimadas por la fricción de la sábana, y ese nuevo ángulo lo ayudó a llegar más profundo. Encajando perfecto dentro de ella, mientras unas gotas de humedad bajaban por la piel caliente de sus muslos.

Jonathan soltó el pelo de Ava, y descendió la palma callosa de su mano por la columna vertebral hasta llegar a su cadera. La sostuvo con las dos manos, mientras guiaba su cuerpo flácido y cansado al ritmo de sus empujones, llenando la habitación con el ruido de piel chocando contra piel. Sus patéticos sollozos, agudos y femeninos, contrastaban con sus gruñidos y gemidos graves.

—Lo estás haciendo muy bien. —Le habló Jonathan, dándole un poco de misericordia—. Siempre eres tan buena... Tan buena para mí.

—Oh, Dios... —Ella exhaló un suspiro asfixiado, sin que quedase aire en sus pulmones, y arqueó un poco más la espalda hacia él, ofreciéndose completamente—.

—¿Quieres correrte, cariño?

—S-Sí. —Tartamudeó mientras era empujada por sus golpes de cadera—. Sí, por favor, por favor...

—Eso es, mi amor. Eres una buena chica, lo estás soportando muy bien. —La halagó con un tono dulce—.

—Sí, papi.

Un golpe duro en su culo la hizo chillar, notando segundos después el escozor que había dejado la mano de Jonathan en su piel. Unas lágrimas de placer llenaron los ojos de Ava. Su piel pálida, recubierta por una capa de sudor pegajosa, a la luz de la luna y las estrellas, la hacía parecer una fantasía febril.

—Estás... Eres tan... —Jadeó él incoherente mientras la miraba—. No te merezco, joder.

El colgante de plata se mecía levemente en el pecho sudado de Jonathan, dándole a su piel canela un tono brillante. Echó la cabeza hacia atrás mientras la follaba, poniendo los ojos en blanco, y sus gruesos rizos también se inclinaron hacia atrás.

Ava sintió un espasmo en su bajo vientre cuando la mano de Jonathan presionó bajo su ombligo, casi forzándola a conseguir ese orgasmo. Y un último grito patético escapó de su garganta mientras sus paredes apretaban su polla con necesidad, todos los sentidos dentro de su cuerpo cansado se intensificaron pero se apagaron al mismo tiempo cuando finalmente logró ceder ante esa gran ola de placer.

Se corrió en un amasijo de gemidos gritados y jadeos involuntarios, incluso arqueó más su baja espalda para sentirlo con más fuerza, porque él no dejó de follarla mientras el orgasmo la aplastaba y la dejaba débil.

—Esa es mi chica. Lo has hecho muy bien, Ava.

Habló aprisa, con la respiración agitada, y penetró dentro de ella por última vez, pegando sus gruesas caderas contra la piel blanda de su culo, con lo que ella empezó a sentir un agradable dolor de satisfacción entre las piernas.

Salió de ella, y se quitó el preservativo para terminar en su espalda, bombeando su propia polla fuerte y rápido. Ava aún estaba recuperando el aliento, sintiéndose anestesiada del mundo real, y recibió las gruesas cuerdas de semen como si quemaran sobre su piel. Fue una sensación sobrecogedora, que la llevó a exhalar un jadeo entre labios mientras escuchaba sus gruñidos leves y gemidos roncos al desbordarse sobre ella.

Los firmes dedos en su cintura le permitieron, finalmente, dejar caer sus caderas sobre el colchón. 

Ella se sentía ingrávida y cálida, satisfecha mientras el aire quemaba en sus pulmones e intentaba recuperar el aliento, como si estuviera flotando en una nube. Quedó tendida boca abajo, con una almohada bajo su cara, y la suave sensación de Jonathan aún detrás de ella para limpiarla.

Sintió los labios tibios, y la barba espesa, cuando Jonathan le dio un beso en el espacio entre los omóplatos, besando la vértebra de su columna. Sintió cómo se encorvó sobre ella, apretando su pecho con cuidado sobre su espalda desnuda y pegajosa por el sudor, y apoyó una mano para no dejarle el peso, dedicándole un beso en la curva cerrada de su cuello.

—Mhm... Amo cuando haces esto. —Balbuceó ella, con los ojos cerrados—.

Ava notó sus rizos acariciándole la mejilla cuando volvió a besarla en el cuello, y acto seguido él tosió contra su piel.

Se quitó de encima suyo con una tos entrecortada, y su respiración se volvió corta e irregular, con un silbido que presionaba su tórax. Se sentó en la cama mientras tosía, y buscó el inhalador que había dejado en la mesita de noche.

—Eh, ¿estás bien? —Le preguntó ella con voz suave, alargando un brazo para tocar el suyo—.

Jonathan asintió, y utilizó el inhalador dos veces, intentando callar su tos para mantener el medicamento en sus pulmones. No fue un ataque de asma, resultó un episodio pasajero por el esfuerzo.

—Esto no es muy atractivo. —Se rio de sí mismo, tosiendo una vez más con un tono ronco, y ella le frotó el brazo en una caricia—.

—Hoy hay mucha humedad. No te preocupes.

Jonathan carraspeó, aclarándose la garganta, y esperó a recuperar el aliento. Mientras, una quietud se apoderó de los dos, el silencio, la paz efímera, creando una pequeña y cálida burbuja en la habitación del hotel.

Jonathan dejó ir un suspiro agotado y necesitado, y dejó el inhalador otra vez en la mesita de noche. Por el silencio, pensó que se había quedado dormida, y se levantó de la cama entre la penumbra que otorgaba la noche para darse una ducha.

—No, no te vayas. —Le pidió ella aún con la voz agitada, levantando la mano de la cama hacia él—. Solo un momento.

No tuvo que volver a pedírselo. Él asintió con la cabeza, y lo único que hizo fue ponerse la ropa interior antes de volver a ella, hundiendo el colchón bajo su peso.

—Ponte esto. —Le dijo, pasando una mano por su hombro para ayudarla a incorporarse—.

Ava quedó sentada sobre la cama, y se puso la camiseta holgada que llevaba antes de que Jonathan se la quitase. No hacía frío, pero se sintió mejor con ella puesta. Se apartó el pelo enredado que quedó bajo la camiseta, y Jonathan escurrió una mano hacia su nuca, para llevarla hacia él.

Ava giró la cabeza, y se acomodó en el espacio entre su cuello y su pecho, sintiendo su piel húmeda contra la mejilla. Aspiró su olor a sudor y a perfume de hombre, y se acurrucó en él, sintiendo los brazos de Jonathan rodeándole la espalda, y sus labios tibios dejándole un beso en la frente.

—Te quiero. —Suspiró Ava en su neblina post-orgasmo, dejando que esas palabras salieran solas de su boca mientras él la abrazaba—.

—Yo también. —Le respondió, apoyando la espalda en el cabecero de la cama. Pero sintió un hueco en su pecho—.

Sabía que la quería. La idea de que Ava desapareciese de su vida, que alguien le hiciera daño, o que decidiera terminar con la relación que ambos estaban llevando... Eso lo aterraba.

Pero sabía que no la quería. Porque no estaba completo para amar. Una parte de su alma, pereció con Julie, quedó destinada a ella para siempre.

No querría a nadie después de Julie.

Y ser consciente de eso cada vez que Ava le dedicaba un "te quiero" lo atormentaba.

Fue ella la que se acurrucó en él, hundiendo la nariz en la curva de su cuello, y erizándole la piel cuando se le escapó otro suspiro. Jonathan la acunó cerca, inhalando suavemente el olor de su pelo.

Ambos descansaron la cabeza sobre las almohadas, y aunque Ava esperó que entonces dejaría de abrazarla, Jonathan pasó las manos por su espalda, subiendo hacia sus hombros.

Ella dibujó una sonrisa silenciosa con los ojos cerrados, escondida entre su cuello y el comienzo de su pecho, sintiendo su piel caliente contra la mejilla.

—¿Estás bien? 

Pasó una mano por su cara, raspándose los dedos por su barba canosa, y consiguió esclarecer sus rasgos aún bajo la oscuridad de la noche. 

Él primero asintió con la cabeza, también mirándola delante de él, y trazó con su mano áspera la curva de su cadera, sobre sus muslos, acariciando donde sabía que debía estar dolorida.

—Sí. 

—Nunca he tenido el contacto físico como un lenguaje. No me gusta que me toquen. —Bajó la mano por su mandíbula hasta su cuello en una caricia—. Mira en lo que me has convertido.

—Solo te veo a tí. —Respondió él, cogiendo su mano para dejarla sobre su pecho—.

Ava sonrió en medio de un suspiro, solo una media sonrisa sutil. Deslizó la mano hacia su cuello, trazando la línea de su mandíbula con cuidado, acariciando sobre su barba.

—No me molesta. —Le dijo Jonathan, por si necesitaba escucharlo—.

—Lo sé.

Ava sintió que las manos de Jonathanse dirigieron a la parte baja de su espalda, acercándola un poco más a él bajo la sábana hasta su nariz tocó la de ella, hasta que compartieron el mismo aire.

Y la tranquilizó saber que el hombre que la había tratado como una muñeca, la había sujetado y follado hasta sentir que no podía respirar, que le había susurrado al oído cosas sucias que apenas recordaba ahora, la estaba abrazando con suavidad. Como si ella fuera un trozo del mismo cielo. O al menos, así la hacía sentir él.

Ava nunca le permitía abrazarla así, por lo que Jonathan la sostuvo durante todo el tiempo que pudiese soportar. Suspiró sobre los labios de Ava, cerrando los ojos, y deslizó las manos por sus costados hasta la curva de su espalda, bajando como un río tranquilo por su cuerpo. 

Fuera, solo se escuchaba la quietud de la noche, y su oscuridad los bañaba en un manto tenue.

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