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Segunda parte
"Elle court, elle court, la
maladie d'amour."
── ¿Minnie?
Taehyung estaba jadeando cuando llegó a la playa. El muchacho lo había llamado angustiado hace más de media hora y había ido allí lo antes posible. Cuando lo encontró, su amigo estaba sentado junto a la orilla del mar dejando que las olas le lamieran los dedos de los pies cuando el agua se empujaba lo suficiente. Tenía sus rodillas cerca de su pecho y sus ojos se perdían en la distancia. Probablemente no lo había oído llegar.
Mientras se sentaba, Taehyung notó la lata de cerveza con sabor a frambuesa que estaba al lado del chico.
── ¿Bebiste? Son las siete de la mañana y ya estás empezando así. ─ Sacudió la cabeza con la mitad de una sonrisa curvándole los labios mientras echaba un vistazo al hombre más pequeño.
Jimin no dijo nada durante unos segundos, retorciendo los dedos de los pies cuando entraban en contacto con el agua que hacía que la sangre de su sistema se congelara. Luego, inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que el viento jugara con los mechones de su pelo y el sol creara matices en él, cada rayo de luz jugaba como lo deseaba.
── No estoy borracho. ─ Dijo con una voz tranquila, con los ojos cerrados dirigidos al cielo. ── Pero necesitaba algo para aliviar mis nervios. ─ Hizo otra pausa cuando un fuerte golpe de viento le hizo estremecer, pero de alguna manera una sonrisa se deslizó en sus labios. Sin embargo, desapareció tan rápido como llegó.
── Entonces supongo que lo que tienes que decirme es bastante serio. ─ Taehyung lo miraba asombrado.
Conocía a Jimin desde hace años. Cuando se conocieron, se sintió inmediatamente apegado a la pequeña bola de sol. Sin embargo, tuvo que mudarse a la ciudad por el trabajo de sus padres, para su consternación y la de Jimin.
Cuando regresó, Jeon ya había dejado al muchacho roto y él se había propuesto devolverle la sonrisa.
Tal vez si no se hubiera marchado, Jungkook jamás habría sucedido.
── Podría decirse. ─ Jimin tarareó mientras tomaba su lata, tomando un sorbo antes de acomodarla en su regazo y estudiarlo atentamente.
Taehyung no presionó, ni siquiera porque estaba muriendo por dentro. Probablemente porque ya lo sabía.
── Sólo pensé que debía aclarar las cosas. ─ El muchacho finalmente empezó, sin levantar la vista. ── No te veo de esta manera Tae, y nunca lo haré, incluso después de que supere a Jungkook, tú seguirás siendo mi mejor amigo. Pero pensé que era egoísta hacerte esperar algo que sé que nunca podría darte.
Mientras hablaba, su índice empujaba la arena repetidamente.
── Pero al mismo tiempo, me siento egoísta por mantenerte como mi amigo cuando esperas algo más que amistad, así que pensé que debería hacértelo saber. ─ Marcó una pequeña pausa, respirando el suave aroma marino. ── Puedes alejarte de mí, no me molestara, estaría triste, por supuesto. ─ De alguna manera sonrió. ── Pero lo entendería.
Vió a Taehyung, cualquier curva en sus labios desapareciendo, ojos más honestos que nunca.
── No quiero hacerte daño, Tae, así que tienes el derecho de sentirte engañado y nunca más hablar conmigo, no quiero ser ese amigo egoísta que te mantiene para sí mismo sabiendo que te está haciendo sufrir.
── Idiota.
Una mano le acariciaba la mejilla. Los dedos se deslizaron hasta su barbilla y su cabeza se ladeó hacia arriba. De repente, unos labios finos se contrapusieron a los suyos, una ligera y suave presión que lo sorprendió, pero no la rechazó. Cuando sintió la lengua contra su carne pidiendo permiso para entrar, se la dió, separando sus labios y suspirando mientras Taehyung le besaba profundamente.
Era un desastre. Dientes chocaban contra dientes y el ritmo se rompió unas cuantas veces mientras buscaban la coordinación. Pero no era completamente desagradable. Taehyung le rozaba parte de piel detrás de la oreja y eso le hizo quedarse inerte mientras se dejaba llevar.
Pero no se sentía bien. No podía evitar compararlo con lo que había sentido con Jungkook. Cómo parecía fundirse juntos en una unidad, un organismo y sentir al otro como parte de sí mismo, perdiendo el aliento pero sin sentirse sin aliento, porque el más alto se había convertido en su oxígeno.
Y cuando el beso entre él y Taehyung cesó, él entendió que nunca podría ser de esta manera.
Taehyung nunca reemplazaría a Jungkook.
── No sentiste nada, ¿Verdad? ─ Taehyung sonrió simplemente después de unos segundos perdidos en los inexpresivos ojos de Jimin.
Éste movió la cabeza, mordiéndose el labio inferior con disculpa.
── Gracioso. ─ Taehyung retiró la mano de donde había estado todo el tiempo, la mejilla de Jimin. ── No se sintió tan increíble como pensé que sería. ─ Frunció el ceño pensativo. ── Se sentía...normal. ─ Se encogió de hombros. ── Pensé que sería excepcional con mariposas y eso, pero meh. Había demasiada saliva. ─ Añadió mientras sacaba su lengua infantilmente a su mejor amigo.
── Imbécil. ─ Jimin frunció el ceño mientras le daba un puñetazo en el codo, haciéndole colapsar sobre la arena con un chillido no muy sexy.
Y se quedó así, tumbado en la superficie picante. Una pequeña risita se alejó tímidamente de su garganta. Y se volvió más fuerte. Pronto, él estaba riendo con toda su voz, agarrando su estómago mientras las lágrimas salían por la esquina de sus ojos. Jimin lo miró con confusión al principio. Pero había algo contagioso en la forma en que Taehyung se reía, lo descuidado que parecía con los ojos arrugados en lunas por su deleite.
Así que Jimin lo siguió, colapsando junto a él en la arena, riéndose como si el diablo se hubiera apoderado de su cordura.
Las ramas atadas alrededor de sus pulmones parecían desaparecer y de repente se sintió muy bien.
── ¿Sabes cuál es el problema contigo, Minnie? ─ Taehyung preguntó abruptamente después de unos minutos de risas eufóricas, ahora parecía serio.
El otro dejó de reír también, mirando a su amigo que estaba observándolo intensamente, sin ninguna pizca de diversión en sus ojos.
Dicho muchacho abrió los labios, pero no necesitó decirlo, Taehyung contestó por él: ── No eres lo suficientemente egoísta. ─ Dijo, tomando la mano del hombre y apretándola. ── Tú no eres egoísta ya que dejas que tus posibilidades se escapen por tus dedos. ─ Levantó ambas manos. Extendiendo los dedos, la mano de Jimin comenzó a deslizarse. ── Podrías apretar el puño y agarrarlas. ─ Dijo mientras lo hacía, cogiendo la mano de su amigo antes de que se deslizara por completo de la suya. ── Pero no te atreves, porque no quieres herir a los demás. ─ Luego la apretó y Jimin se estremeció ligeramente. ── Y así te has hecho daño. ─ Dejó caer la mano.
Y todo lo que Jimin podía hacer era mirarlo fijamente sobre la arena, como un cadáver abandonado y sin vida.
Solitario.
── La vida se representa a menudo como un reloj de arena, ¿Verdad? ─ El chico más pequeño volvió a mirar a su amigo, frunciendo el entrecejo confundido. ── La arena se filtra hacia abajo desde el agujero y nunca se puede agarrar, nunca se devuelve. El tiempo fluye y los segundos nunca te serán traídos de vuelta. ─ Explicó Taehyung. ── Pero te dieron el poder de administrar lo que se filtra a través de tu vida
Su voz repentinamente se volvió más feroz, como si estuviera empujando a Jimin a un rincón. Empujándolo, pero empujándolo para romper esa pared y no permanecer pegado a ella.
── Tú eres el que toma tus propias decisiones y dibuja tu destino. ¿Quieres algo? ─ Tomó un poco de arena en la palma de su mano, levantándola frente al rostro del diseñador. ── Trabaja por ello, lucha, y cuando te lo ofrezcan agarrarlo y nunca lo dejes ir. ─ Tenía el puño encorvado, sin dejar que ninguna partícula se deslizara entre sus dedos. Lo tenía.
── ¿Qué es? ─ Preguntó Jimin, poniendo su propia palma en el puño.
Taehyung desenrolló sus dedos, y la arena fue soplada lejos, flotando con el viento en una triste, triste danza giratoria.
── Has dejado que Jungkook se vaya, Minnie. ─ Lo miró directamente. Directamente a su alma. ── Y estabas a punto de dejarme ir también.
El susodicho apartó la mirada, mordisqueando su labio inferior, sintiendo una ola de sentimientos no deseados surgir desde lo más profundo de su corazón. Sentimientos que había tratado de amortiguar, pero que a la larga solo lo descomponían e intoxicaban.
Y mirando al mar, se acordó de todos los errores dramáticos que había cometido, porque había tenido demasiado miedo de tener las cosas en su mano.
La vida es una de ellas, Jungkook siendo parte de ella.
── Jimin, él todavía te ama. ─ Taehyung dejó que sus dedos se pasaran por los mechones miel de su amigo de una manera tranquilizadora. ── Aún queda arena, pero esta vez tienes que ser egoísta, no debes dejarlo ir.
Y así, Jimin también tomó un poco de arena en su palma, levantándola frente a su rostro. Y cuando el viento empezó a soplar sobre él, robando algunas partículas, él enrolló su pequeño puño firmemente, firmemente, sintiendo la ligera quemadura de la arena caliente contra su piel.
Pero se sentía más tranquilizador que nada.
Más tranquilizador que quedarse solo.
☁️
Solo.
Estaba solo, frente al inmenso mar sin fin. Y lo hacía sentirse aún más solo, cómo ese remiendo azul infinito nunca podría ser cruzado, como una condenación a los humanos por pensar que eran infinitos.
Pero él quería cruzarlo. De alguna manera, él se sentía como si ya hubiera alcanzado el fondo, y no podrían lastimarlo nunca más. El mar no lo atraparía. Ya estaba muerto por dentro.
Así que caminó. Un paso. Otro. Uno más. Y otra vez. De nuevo. De nuevo.
El agua ya había alcanzado su cintura y su ropa estaba empapada, pesada sobre su forma delgada, haciendo cada paso más difícil que el anterior.
Pero de repente, se hizo fácil. Demasiado fácil. Daba miedo. No tenía más control sobre su cuerpo y sus piernas no eran las que lo hacían moverse. Eran las olas. Lo estaban tomando, castigándolo por haber intentado derrotarlas.
Duele. Duele mucho.
Pero no tanto como le dolía el corazón.
Trataba de agarrar aire, pero lo único que bajaba por su garganta era el líquido salado contaminado, el veneno del mar quemaba su tráquea y no le permitía gritar, paralizando sus pulmones, ni siquiera podían intentar tomar aire ya que dolía demasiado y la frialdad sorprendente del mar le recordó la frialdad de la soledad.
Daba miedo. Era aterrador.
Pero no tan aterrador como estar solo.
Como todo era silencioso e incoloro a su alrededor, lo único que podía oír era su corazón alarmado pulsando contra sus oídos hasta el punto en que sentía que se quedaría sordo. La presión en su cuerpo era cada vez más feroz y las olas lo arrancaban de un lado a otro. Agresivo. Arrastrándolo. Presionando su cuerpo hasta el punto que pensaba que iba a explotar.
Intentó abrir los ojos y se quemó. No veía nada, la oscuridad lo envolvió cada vez más profundo en su abismo.
Todo se volvió más confuso cuando sintió un agudo dolor ardiente en el costado de su cabeza, oídos y frente, y de repente su cuerpo lentamente dejó de sentir.
Entonces se dio cuenta. Aquí también estaba solo.
Lamentablemente, ahora era demasiado tarde para arrepentirse, ¿no?
Se estaba ahogando. Estaba muriendo.
☁️
Los días siguientes, Jungkook siguió visitándolo por las noches, a menudo llegando alrededor de diez y yéndose antes de la medianoche.
Rara vez intercambiaban palabra. Su vecino se sentaba en el viejo sofá al lado del gramófono y escuchaba su vieja colección de sonidos vinílicos, jazzísticos o murmullos que persistían en el aire, y de alguna manera calmaban a Jimin que nunca dejó su mesa de trabajo, trabajando diligentemente en su orden.
El hecho de que Jimin estuviera acostumbrado a la presencia del otro honestamente le inquietaba. Era un juego peligroso pero no podía retroceder, Jungkook tenía todos los derechos de estar allí, ya que la tienda perteneció también a sus padres.
Esa noche, otra tonada familiar sonó en su pequeña habitación, pero esta vez despertó algo en él. Mordiéndose su labio inferior, dejó caer su mirada sobre el vinilo girando sin fin. La música no era triste, ni era muy alegre, pero el contexto tenía algo desgarrador y allí estaba, preguntándose por qué demonios Jungkook escucharía esta canción en particular.
── Todavía es mi favorita. ─ Vino la respuesta del hombre que iluminaba los mismos muebles viejos, con los brazos cruzados apoyando la cabeza y los ojos fijos en el techo. Luego miró a Jimin, la mirada inexpresiva, y el aliento del otro muchacho se enganchó.
Era la canción que bailaron cuando Jungkook le prometió que siempre estarían juntos.
── ¿Por qué? ─ Su voz salió ronca y rota cuando le preguntó.
Y el CEO no respondió inmediatamente, dejando que su mirada atormentara la cordura de Jimin. Entonces, de repente, se levantó y el más pequeño se tensó, pero Jungkook pasó junto a él, hacia la puerta. Y allí se detuvo. Levantando la mano, dejó que su dedo se deslizar sobre las mismas marcas que le habían fascinado cuando regresó por primera vez a echar un vistazo. A partir de sus cuatro años y hasta los dieciocho, su altura se había medido en esta pared. Jungkook siempre había sido un poco más alto que Jimin, pero había empezado a hacerse más visible una vez que cumplieron los once años. A partir de varios centímetros, la distancia sólo crecía más y más. Después de haberse separado, nunca se habían medido.
── Ven aquí. ─ Él fue tranquilo pero fuerte al mismo tiempo.
── Por qué habría...-
── Jimin. ─ Lo cortó.
Oh, cómo se odiaba por escuchar a Jungkook. Pero estaba cansado y en realidad no estaba en condiciones de mantener una discusión, así que se conformó y se dirigió a él, mirando el marco ansiado también.
Si tenía que ser honesto, probablemente era una de sus cosas favoritas en esta habitación. No importaba cuántas cosas hubieran cambiado allí, aunque tratara de mantener la autenticidad de la imagen de la tienda, esas marcas nunca se moverían, nunca cambiarían. Y de alguna manera, le tranquilizó, saber que había estado allí. Que ellos habían estado allí.
De repente, sintió que algo le agarraba por el codo y allí estaba, apoyado contra la pared, la mano de Jungkook sosteniendo su cabeza y un cuchillo suizo en el otro. Cerrando los ojos, oyó la madera por encima de su ser siendo cortada, cortes contra ella resonando en la habitación.
── Has crecido bien, Minnie. ─ Sintió la mano que estaba en su cabello resbalar por su cara y el pulgar acariciar su pómulo, hacia su mandíbula.
Un simple toque y allí estaba el rostro encendido y los labios apretados en una línea blanca y delgada.
Sin decir una palabra, se apartó, tirando del hombre y empujándolo contra la pared también. Tomó su cuchillo y poniéndose de puntillas, levantó la mano para marcar la altura de Jungkook en el marco de madera también. Sin embargo, era demasiado pequeño para llegar sin arriesgarse a hacerle daño a su ex amante, y tuvo problemas para mantenerse firme en su posición.
Estaba tratando duro, frunciendo el ceño por la concentración, centrándose en su latido del corazón porque estaban demasiado cerca y la posición era comprometedora por decir lo menos. Fue entonces cuando sintió las manos en sus caderas y con un suave tirón, su pecho fue presionado contra el de Jungkook y se encontró siendo levantado desde el suelo, con dos brazos firmemente sujetándolo. Había encontrado la fuerza para no gritar, pero ¿Cómo podía ocultar su corazón salvaje dentro de su pecho?
De todos modos, parpadeó unas cuantas veces, tenía que hacer esto. En unos cuantos movimientos, talló la madera justo por encima de la cabeza del muchacho, y cuando estaba a punto de pedirle al otro que lo bajara, fue cortado por la voz del otro.
── Me gusta porque es significativa.
Parecía como si el agarre a su alrededor se hacía más fuerte, y dejó caer sus manos sobre los hombro de Jungkook mientras escuchaba.
── La canción tiene muchos recuerdos, pero de alguna manera me encuentro relacionado con ella. ─ Su voz era tranquila, pero había una nota nostálgica en ella, casi inaudita.
Sin embargo Jimin lo conocía demasiado bien.
── La canción describe el amor como una enfermedad que le llega a todos y cada uno. ─ Él apoyó su cabeza en el pecho del hombre.
Ahora no había manera de que el fabricante de ropa pudiera esconder la forma en que su sangre golpeaba contra sus costillas.
── Sabías que en francés, hay una metáfora que se utiliza para nombrar al amor."La fièvre rose" ─ Dijo, y Jimin notó que su pronunciación había mejorado desde sus días de escuela secundaria. ── La fiebre rosa. El amor es una enfermedad, pero rosa, así que sigue siendo una enfermedad bonita. Pero eso es un poco paradójico, ¿No crees? ─ Levantó la cabeza y ahogó su mirada en la de Jimin.
El último sintió que su boca se secaba por la proximidad, tanto que ni siquiera se atrevía a respirar.
── Cómo una enfermedad puede ser hermosa, me pregunto. Sin embargo, la gente aún sigue anhelandola. ─ El muchacho que todavía estaba siendo cargado sintió que perdió un poco más de su cordura por el dedo acariciando suavemente su cadera. ── Pero de alguna manera, lo entiendo. ─ Sus ojos eran como puñales apuntando a Jimin, su alma llorando por liberación.
Le faltaba aire en los pulmones y ya no podía soportarlo. La forma en que estaban presionados uno contra el otro, su ritmo cardíaco en sincronía y sus ojos ahogados en contemplación con los del otro, la calidez en el aire que los rodeaba. Todo eso era demasiado y hacía que Jimin se estremeciera.
── Vete, Jungkook. Por favor.
Y el hombre no necesitaba que le dijeran dos veces. Colocando al chico en el suelo, dejó que su mano permaneciera un segundo más en su cadera antes de recuperarla y salir.
── Te veo mañana.
Una vez más, Jimin se quedó con un estado de ánimo vacío, una bolsa de plástico que contenía una caja de anillos de cebolla y un corazón para sanar.
Y La Maladie d'Amour le recordaba las cosas que deseaba olvidar.
Los días siguientes, este acontecimiento no fue discutido otra vez, viejas canciones francesas eran la única cosa que llenaba el silencio otra vez.
La diez acababa de golpear el reloj de cuco cuando la campana de la puerta de acceso señaló a alguien que entraba. A la luz de las velas, Jimin había estado ocupado durante algunas horas trabajando en el corpiño del vestido, siendo el diseño del bordado bastante complejo, con diferentes materiales y técnicas solicitadas por el cliente. Sus cortitos dedos se movían con una gracia rítmica y ágil, cosiendo el tejido suave con el hilo de oro, el patrón apareciendo lentamente a medida que se añadía cada puntada.
No miró cuando una bolsa de plástico se colocó en algún lugar detrás de él, como todas las veces anteriores; los pasos de Jungkook alrededor de la habitación tenían un efecto calmante en él, manteniéndolo despierto mientras lo escuchaba hurgando en los interminables armarios y estantes del taller. Esto debió de durar media hora antes de que el fabricante de ropa decidiera tomarse un descanso, levantándose de su silla y retorciendo sus dedos entumecidos. Desde el rabillo del ojo pudo ver al director general, vestido con pantalones grises a medida y una camisa blanca, sentado en el suelo polvoriento, cabello hacia atrás como siempre, sin atreverse a meterse en el camino de sus ojos cuando estaban pegados a algo en su regazo. Al acercarse, Jimin se dió cuenta de lo que era.
Su álbum de fotos.
Sintió una punzada en el pecho al ver a su ex amante sonriendo con cariño a los recuerdos, probablemente sin darse cuenta de que estaba siendo observado. Y era duro para él, ver a Jungkook tan tranquilo acerca de esto, como si nada hubiera pasado y no era como si esos días nunca volvería.
Sabía que los había enterrado en alguna parte entre otras cosas inútiles, pero siempre se había mantenido religiosamente apartado de mirarlos. Todavía no lo había superado, pero aparentemente Jungkook sí.
── Mira esto. ─ El último rió mientras Jimin caminaba hacia su mesa de trabajo. Volvió la cabeza hacia la voz y vió al hombre apuntando a un cuadro, pero su vista era demasiado mala para ver de lejos, así que dió un paso cauteloso y se acercó lentamente, mirando tímidamente a dicho bosquejo. ── ¿Te acuerdas? ─ Jungkook levantó la vista hacia él con una luz parecida a una de un cuerpo celestial, con una sonrisa rica de dientes que adornaba su presencia.
Por supuesto Jimin lo recordaba. Por supuesto.
Se quedó así por un tiempo, contemplando las descargas de momentos atrapados en su pasado, momentos que ya no existirían más, aparte de un simple papel fotográfico que se volvería amarillento con el tiempo, mientras Jungkook recordaba alegremente sobre esto o aquello.
Y lo golpeó. Como en la mayoría de estos momentos, Jungkook estaba allí. Esa foto de su primer día en la escuela infantil. Esa otra de ellos durmiendo en el patio cerca de los tulipanes, esperando que crezcan. O esa donde ellos están bailando en esta misma habitación con sus padres sentados en la esquina y observándolos. Jungkook siempre había sido una nota importante en la melodía cotidiana de la vida de Jimin. Y cuando se había ido, más que una nota falsa, se había convertido en tacet. Silencio.
── ¿Jimin?
Le tomó por sorpresa, el rollo profundo de esta canción. Saltando, se dió cuenta de que había estado mirando a Jungkook durante los últimos minutos. Y cuando el hombre se levantó, se elevó sobre él con su altura y su mirada fija; tragó saliva. Podía sentirlo, la tensión en el aire. No lo estaba imaginando.
Dió un paso hacia atrás, los ojos se abrieron en estupor mientras el otro tomaba un paso hacia adelante, acercándose... más cerca. Un latido cardíaco errático le dió a Jimin un momento duro respirando mientras parpadeaba profusamente, tragando el nudo en su garganta que lo estaba ahogando lentamente. Y cuando la parte posterior de sus muslos se encontró con uno de los estantes, también sintió su mano aterrizar en algo.
── ¡Vamos a comer los anillos de cebolla juntos! ─ Exclamó nervioso, volviendo la espalda al muchacho para sacar la caja grasienta.
Pero no perdió la manera en que Jungkook sonrió ante la proposición, aunque la decepción de no haber podido expresar su pensamiento era evidente.
Sin embargo, se desvaneció cuando lo vió colocando la caja delante de él antes de retirarse de nuevo a su silla delante de su trabajo.
── ¿No vas comer? ─ El CEO vió la comida perplejo.
── Quiero terminar esto lo más rápido posible. Y los anillos de cebolla harán que mis dedos se engrasen, no me arriesgaría a manchar el corpiño. ─ Jimin respondió con naturalidad, cosiendo profesionalmente otro cordón al material, soplando su flequillo.
Hubo un silencio antes de que él oyera un barullo a su lado, pero conocía a Jungkook y sus payasadas, por lo que no le prestó mucha atención. De repente, sintió una mano en su barbilla y se vió obligado a mirar hacia arriba.
Jungkook tenía broches para el cabello entre los labios y una mirada enfocada mientras dejaba que sus dedos jugaran con el flequillo de Jimin.
── Vas a dañar aún más tu vista. ─ Murmuró con la boca llena.
El chico más pequeño se tensó al recordar de repente algo, despertando de su ensueño. Pero sabía que era demasiado tarde cuando vió cómo los ojos de Jungkook se ensancharon. Los dedos de éste le rozaron la piel de la frente, bajando, bajando y deteniéndose justo encima de su sien.
── ¿Qué pasó? ─ Jadeó, sus ojos nunca dejando la fea cicatriz que siempre adornaría la frente de su ex amante.
── Nada. ─ Dijo Jimin con un tono más duro de lo que hubiera deseado, tratando de liberarse del agarre, pero el otro fue más rápido y lo atrapó de nuevo, logrando acariciar su flequillo y colocar los broches para sujetarlo.
── No lo ocultes. ─ Susurró, con los ojos clavados en él. ── Eres hermoso, Minnie.
El mencionado sintió que el calor le subía a las mejillas mientras traía sus manos para cubrir la fea herida.
Jungkook se rió de su acción, tomando la caja de anillos de cebolla en su regazo.
── Ahora di "ah." ─ Señaló, llevando uno de los alimentos fritos frente a los labios de su vecino con una sonrisa descarada.
Los ojos de Jimin se abrieron como los de un ciervo atrapado por faros.
── ¡No soy un niño! ─ Parecía indignado.
── Oh, ¿Quieres que te alimente con un estilo adulto? ─ Jungkook sonrió antes de tomar un bocado y curvar sus dedos alrededor del cuello del fabricante de ropa, acercándose lentamente, alineando sus labios.
El grito emitido por Jimin era ciertamente para morirse. Como un conejito, saltó al otro lado de la habitación, y Jungkook lo encontró tan divertido que comenzó a correr detrás de él.
Como niños, ambos adultos se encontraron corriendo en círculos alrededor de la mesa, saltando en el sofá para escapar del otro y las risas llenando el aire. Risas que hace años solía ser un sonido de fondo habitual en la tienda y que ahora se sentía tan desconocido, pero ciertamente no desagradable.
Jadeando, el fabricante de ropa dejó de correr tras muchos minutos de persecución, pero aquí su ex-prometido tenía la apariencia de un depredador mientras caminaba hacia él con una especie de gracia felina.
── ¡No te acerques, estoy armado! ─ Gritó, levantando la aguja delante de él.
Pero Jungkook sólo sonrió al verlo, dando un paso más cerca, enrollando sus dedos alrededor de la frágil muñeca, el pulgar frotando las líneas azules de la vida dibujadas en ella por la Naturaleza.
Y Jimin estaba perdido en palabras, temblando, entumeciendo sus sentidos. Sintió la forma en que una mano se encontraba con su hombro. Y se sintió a sí mismo siendo manejado suavemente, con la parte posterior de sus muslos reuniéndose con su escritorio donde se dejó caer.
Pero lo que más sintió eran los suaves labios que se apretaban contra los suyos, aunque sólo lo tocaban.
── Vendré a buscarte mañana a las diez en punto para el festival de otoño. Esta no es una pregunta y no aceptare un no como respuesta.
Las palabras fueron rápidas y al punto, no dejando una oportunidad a Jimin para protestar.
Cuando recuperó suficiente conciencia, Jungkook ya se había ido y sus labios todavía ardían locamente.
Deseando más.
El fabricante de vestidos de novia quería darse una bofetada por el hecho de que estaba muy preocupado por su apariencia, por lo que se suponía que era una mera convivencia entre vecinos. Sólo para aliviar el estrés, había dicho. Pero aun así, en alguna parte dentro de él, Jimin tenía esperanzas. Y odiaba el hecho de que lo hiciera. Esto no conduciría a nada bueno.
Estaba perdido en sus pensamientos, ojos pegados al reflejo de sí mismo. El diseñador de vestidos lucía una camisa azul simple, con unos cuantos botones abiertos que revelaban una piel parcialmente oculta por su camiseta blanca. Sus vaqueros negros estaban abrazando sus piernas con fuerza y revelando cada curva de la que estaba orgulloso, y su delineador de color marrón oscuro mostró que se preocupaba por este paseo un poco más de lo que su conjunto dijo. Tal vez el hecho de que se hubiera decidido a poner lentes de contacto en lugar de sus gafas redondeadas podría ser una pista. Ah, y el discreto brillo en sus labios también.
── ¿Estás listo? ─ Una voz llamó desde la puerta, haciendo que Jimin temblara.
La sangre corrió a su rostro cuando vió su a "cita". Jungkook estaba vestido con una sencilla camisa gris y una vieja chaqueta que el muchacho recordaba desde su adolescencia. También llevaba unos pantalones vaqueros oscuros extremadamente estrechos rasgados hábilmente, mostrando un muslo musculoso y rodillas. Y, por supuesto, tenía el pelo hacia atrás, algo que hizo que Jimin se sintiera débil al instante. También se las arregló para ver la sombra de delineador alrededor de sus ojos, haciéndolos más agudos, algo en lo que él no sabía que Jungkook estaba interesado.
Recordando que el otro estaba esperando una respuesta, logró despertar suficientes neuronas para asentir, acercándose al hombre.
── Estás hermoso esta noche, Minnie. ─ Jungkook tarareó mientras le presentaba su mano, que Jimin miró por un momento antes de mirar a su dueño, incrédulo.
El CEO solo se rió mientras usaba esa misma mano para rizar el cabello de Jimin que tan diligentemente había tratado de peinar minutos antes, haciéndole hacer una mueca.
── Vamos. ─ Dijo con una sonrisa mientras decidía tomar la iniciativa y pasar suavemente los dedos por el brazo de su cita, entrelazando sus dedos y dejando la piel de gallina al fabricante de ropa por todas partes que habían acariciado sus dedos.
Jimin tragó el bulto de saliva que había estado tensando su voz todo el tiempo. Podía sentir el calor que seguía allí en su rostro y deseó no estar tan visiblemente afectado. Tal vez Jungkook incluso podía sentir su corazón salvaje a través de sus dedos entrelazados.
Cuando salieron de la casa, la bicicleta de Jungkook estaba colocada cuidadosamente contra la cerca, esperando su viaje. Hubo un poco de tos junto a él y Jimin miró a Jungkook que empezó a hablar.
── Recordé que estas contra los coches, así que espero que esto funcione. ─ Dijo antes de apretar los labios en línea recta.
Jimin parpadeó un segundo.
¿Jungkook se sonrojaba?
Se frotó los ojos antes de recordar que probablemente estaba manchando su maquillaje y decidió que era hora de que hablara.
── Es genial. ─ Él no quería sonar demasiado sorprendido.
El hecho de que Jungkook hubiera recordado este insignificante detalle sobre él de alguna manera hizo que su pecho se apretara. Sentía como si a su vecino realmente le importara.
── Entonces vamos. ─ Jungkook sonrió mientras se dirigía a tomar el asiento, señalando a Jimin que se sentara en la extraña forma de cuero junto a la suya.
Jimin lo hizo, dejándose caer suavemente sobre él y notando lo cómodo que era en realidad.
── Le pedí al anciano JongDae que le diera la vuelta al porta-equipaje. Espero que esté bien. ─ Jungkook murmuró mientras limpiaba su boca con la manga, tratando de reducir su propio nerviosismo.
── Gracias.. ─ Jimin apenas consiguió agradecerle por la falta de aire en sus pulmones, rizando los dedos tímidamente alrededor del dobladillo de la chaqueta.
Estaba un poco desconcertado. ¿Cómo Jungkook había parecido tan cruel cuando volvió, escupiendo en todo lo que tenían como si no fuera nada? Y ahora estaba allí, cuidándolo como si nunca se hubiera separado y nunca lo hubiese olvidado.
Eso hizo que Jimin se sintiera incómodo.
¿Quién era el verdadero Jungkook?
De este modo, bajo el gran cielo estrellado, ambos se dirigieron hacia el lugar de la fiesta, disfrutando del fresco viento desordenando sus cabellos y haciendo conversación en su lugar. El pueblo entero estaba terriblemente tranquilo, la mayoría de la población ya estaba acurrucada en los brazos de Morfeo o probablemente bailando alegremente bajo las linternas, siguiendo el ritmo de la orquesta, esperando que la cosecha de este año fuera satisfactoria.
No se intercambiaron palabras entre ellos mientras Jungkook se concentraba en el camino, manteniendo su respiración controlada, ya que no había hecho ejercicios como éste en mucho tiempo. Conducirlos a ambos en esta bicicleta vieja y oxidada no era una tarea fácil y Jimin le agradecía por hacerlo, y como su nariz estaba presionada contra el viejo material de cuero raspado del chaleco de su vecino, no podía dejar de recordar sus viejos tiempos, esos días felices donde aún eran adolescentes, llenos de esperanzas tontas y creencias inocentes. Los tiempos en los que luchó para nunca separarse.
El verlos montando la misma bicicleta solía ser común aquellos días. Algunos lugareños se burlaban de ellos, mientras que otros sacudían la cabeza ante el hecho de que estaban tonteando en lugar de ayudar en las granjas. Todo se sentía como ese tiempo. Ese tiempo, hace diez años, cuando enterraría la nariz en la espalda de su novio y tomaría el olor del paño, mezclado con la canela picante y el olor a manzana dulce que sólo Jungkook mantenía. Ahora era el mismo olor. El mismo olor por el que Jimin estaba siendo intoxicado.
Cerrando los ojos, se tomó un momento para hacerse creer que nada había cambiado, que nunca se habían separado y que seguían siendo lo que solían ser.
Tontos adolescentes enamorados.
Y cuando abrió los ojos, notó que se habían detenido, sus brazos estaban alrededor de la cintura de Jungkook y el débil sonido de la música era audible en el fondo.
El encanto se rompió y Jimin se levantó apresuradamente de su asiento, las piernas ligeramente vacilantes de estar sentado durante tanto tiempo.
── Aquí, ten cuidado. ─ El otro lo atrapó por el codo, estabilizándolo.
Y una vez más, deslizó la mano hacia abajo, tomando la de Jimin en la suya.
Se sentía cálido y seguro, como algo que estaban acostumbrados a hacer. Y lo estaban hace diez años.
── Minnie...─ La voz de Jungkook era débil y el nombrado podía sentir vacilación. ── Vamos.
El muchacho lo miró, animándolo, apretando suavemente su mano.
── Vamos a divertirnos sin pensar en los sí y tal vez sólo por esta noche, ¿De acuerdo? ─ Él trató de sonreír, sin estar convencido de su proposición.
Y el fabricante de ropa quería gritar. Decirle que no era posible. Preguntarle cómo pudo manejar eso.
Pero en cambio, sonrió, asintiendo.
Tal vez no hablar de sí y tal vez por una vez le haría sentirse mejor también.
Así que sí, decidió que pasaría esta noche como si estuvieran en ese momento, hace diez años cuando aún eran felices juntos.
Solo por esta noche.
La fiesta ya había comenzado hace un buen tiempo, así que la mayoría de los aldeanos no estaban tan sobrios como decían estar, la sidra de ciruela del viejo MinSeok había conquistado sus corazones como siempre lo hacía. Las mesas estaban colocadas en un círculo, exponiendo la comida casera que todos habían traído. Por encima de sus cabezas, las precarias linternas de papel iluminaban débilmente el campo de césped que se utilizaba como pista de baile, y en el centro se había montado un escenario al aire libre hecho de viejos tablones de madera durante la noche, la orquesta constituida por casi todos los aldeanos que sabían cómo hacer notas se seguían unos a otros sin sonar demasiado mal, estaban tocando con alegría.
Por el rabillo del ojo pudo ver a Taehyung bailando con una cara extraña. El muchacho era más bajo que su amigo y tenía el pelo carbón y los ojos más hermosos que Jimin había visto, parecía tan encantador como una muñeca. El fabricante de ropa sonrió ante el espectáculo, realmente feliz por su mejor amigo.
Su primer instinto fue marchar hacia los resplandecientes vasos de licor púrpura oscuro, sin embargo la mano de Jungkook alrededor de él apretó su agarre y fue llevado a otra parte.
── No nos desperdiciemos inmediatamente. ─ Bromeó Jungkook mientras su pulgar acariciaba inconscientemente al muchacho.
Jungkook tomó nota de ello, pero no dijo nada mientras hacía una mueca. El alcohol habría sido muy bien recibido para aliviar sus nervios. Se mordió los labios cuando se dió cuenta de que parecía haberse convertido en un hábito beber su tensión desde que Jungkook había vuelto a la escena. O tal vez había comenzado incluso antes.
Así que mientras caminaban hacia otra mesa donde se exhibían pasteles de calabaza y otros dulces, la atención de Jimin se volvió hacia sus manos unidas. La del CEO estaba un poco húmeda pero todavía se sentía suave contra la suya, y el hombre más pequeño en realidad hizo una mueca cuando tuvo que soltarlo para tomar un pedazo de pastel. Cuando tomó un bocado, la cáscara era cálida y crujiente, ya que le gustaba más y el relleno cremoso tenía al principio un buen sabor dulce antes de que las especias se pudieran sentir, la canela y el jengibre sintiéndose dulce y amargo contra su lengua con el sabor después de especias que contrastaban bien con lo excesivamente dulce. No era consciente de los ruidos que estaba haciendo hasta que oyó que Jungkook se rió entre dientes y algo rozó la esquina de sus labios.
El dedo de Jungkook.
── Tenías crema. ─ Él explicó, lamiendo su dígito.
Los ojos de Jimin se abrieron de par en par ante el gesto antes de parpadear rápidamente. Con la esperanza de esconder un centésimo rubor, tomó otro bocado del pastel, manchando sus labios aún más con el relleno.
── ¿Te gusta? ─ Su vecino se apoyó contra la mesa, con una sonrisa cariñosa flotando sobre sus labios.
El otro asintió, mirando el resto del pastel sobre la mesa.
── Parece familiar. ─ Respondió pensativo.
Pero no podía realmente señalar por qué. Jungkook solo lo miró por un segundo, con los ojos fijos en alguna parte.
Algún lado.
Oh, en sus labios.
Y fue entonces cuando recordó que no había limpiado la crema de natillas.
── Yo hice ese pastel, era la receta de mi madre.
Jimin tenía la espalda vuelta hacia él, frotando desesperadamente su pañuelo contra su boca, cuando las palabras se susurraron con una nota en el tono que no podía descifrar. Volviéndose hacia él, vió esa llama triste en los ojos del chico. ¿Era nostalgia?
── Eso es correcto, ella lo hacía para nosotros cuando éramos más jóvenes. ─ Jimin meditó, mirando el resto del postre con cariño. ── Te convertiste en un gran cocinero, Kook.
Este último boquiabierto ante la visión del hombre más pequeño delante de él. Sus ojos se convirtieron en pequeñas y lindas líneas mientras sus labios habían tomado una atractiva curva.
── ¡Oh, manzanas caramelizadas! ─ Exclamó Jimin, con los ojos brillantes como los de un niño viendo un juguete.
Tomando una, la mordió vorazmente, soltando un pequeño suspiro de satisfacción mientras la masticaba. La fruta seguía un poco caliente, derritiéndose en su lengua y dejando fluir el jugo mientras el dulce crujía bajo sus dientes, aferrándose a ellos como caramelo. Durante todo ese tiempo, Jungkook no pudo evitar admirar cómo la comida ayudó a que el nerviosismo de Jimin desapareciera.
Algunas cosas definitivamente nunca cambian.
── ¿Quieres probar? ─ El chico parpadeó, extendiendo el dulce frente al rostro de su ex-prometido mientras lamía el azúcar brillante de sus labios, dejando un rastro en la carne del color del caramelo.
Y cuando Jungkook se inclinó para tomar un bocado, una voz resonó junto a los dos.
── Que vista tan encantadora. ─ La voz masculina sonaba tensa y el discurso era lento. Volviendo la cabeza, vieron que era el abuelo JunMyeon, el aldeano más viejo. ── Ha pasado mucho tiempo desde que ambos estuvieron uno al lado del otro. Pero es refrescante ver que están de nuevo juntos y que no hay resentimientos. ─ Él asintió, las arrugas se profundizaron cuando él parecía pensar profundamente.
── Además, ver a nuestro Jimin sonriente es apaciguador. Estaba bastante devastado cuando te fuiste, Jungkook. Casi pensamos que lo habíamos perdido en un momento dado. Fue una tragedia. ─ Jimin se tensó ante las palabras. Y Jungkook lo miró incrédulo.
Había algo que sonaba más profundo de lo que parecían expresar esas palabras, y lo dejó sin aliento como si lo hubiera perforado en el estómago. Tenía la culpa.
── Pero veo que ahora le estás cuidando bien. Te ví trasladándolo de la playa el otro día. ─ Una risa generosa dejó los labios del anciano, ya que ahora era el turno del CEO de tensarse y de Jimin mirarlo con preguntas en sus ojos. ── Bueno, disfruten esta noche queridos jóvenes. Y no seas demasiado traviesos. ─ Esas últimas palabras fueron lanzadas como una bomba sobre ambos hombres.
Y mientras la figura encorvada se alejaba en ese ritmo lento, común en cada anciano, los dos hombres se precipitaron hacia la mesa donde algunos vasos de sidra todavía estaban esperando para ser bebidos, y los tragaron en fila.
El silencio entre ellos estaba cargado de torpeza y tensión, y Jimin no podía aguantar más, así que decidió preguntar lo qué le estaba mordiendo la lengua.
── Entonces llamé a la puerta, ¿Umh? ─ Miró al CEO que se había tensado a su lado.
── Sólo, vamos a bailar. ─ El otro trató de escapar de esta trampa, tirando de la mano del muchacho y llevándolos al centro de la improvisada pista de baile.
Jimin tropezó con sus pies, pero siguió su ejemplo, mirando a sus manos entrelazadas.
Por encima de ellos, las linternas estaban colgando con alegría, extendiendo su luz y enviando matices naranjas en las caras de la gente. Ambos permanecieron allí en silencio, uno frente al otro, pero nunca conectando las miradas. Jimin estaba admirando una pequeña margarita que todavía no había sido pisada cuando sintió un toque contra su hombro.
── ¿Puede concederme este baile? ─ La voz estaba tratando de sonar indiferente, pero todavía podía sentir la inquietud detrás de ella.
── Supongo. ─ Susurró mientras se acercaba al muchacho, poniendo su mano sobre su hombro.
El latido de su corazón se aceleró cuando sintió que Jungkook se deslizaba por su forma y se acurrucaba naturalmente en sus caderas, sosteniéndolo tiernamente.
La música había tomado un tono lento y melancólico, recordándole los cálidos abrazos frente a las llamas de la chimenea, con una bolsa de melaza de fresa que Jungkook siempre compraría para él en los inviernos después de que terminara su clase. A menudo se quedaban allí en el viejo sofá de oliva blanqueado de su casa. El mobiliario había visto muchos años y muchas temporadas, pero si ese mobiliario hablara, probablemente declararía que su época favorita era el invierno, porque era entonces que recibía la merecida atención de los dos adolescentes más que otras veces, ya que a menudo se dormían con sus extremidades enredadas y el viejo sonido de una canción extranjera, muy probablemente la melodía de Hugues Aufray o Michel Sardou, llorando en el fondo del viejo gramófono.
Jimin comía sus pequeñas y azucaradas bolitas mientras que los dedos de Jungkook le acariciaban distraídamente, mientras tarareaban a lo largo de la canción, incapaces de pronunciar las palabras pero captando perfectamente los sentimientos de la melodía. Siempre serían canciones sobre el amor, la infancia de la magnificencia de su querida ciudad.
Le dió esperanza a Jimin. Esperanza en que las cosas siempre serían iguales. De la misma manera Jungkook los envolvería en su chaqueta de cuero cuando el fuego no era suficiente para mantenerlos calientes, y lo mismo cuando Jimin caería en los brazos de Morpheus acurrucado por la voz de su amante y su aroma de manzana-vainilla, típico del pastel de la madre del muchacho que ella haría a menudo para ellos.
Cerrando los ojos e inclinando la frente contra el hombro acogedor, podía sentirse como en esos días, aquellos días que había anhelado durante diez años después de haber cesado.
Y al hacerlo, también podía percibir los fuertes brazos de Jungkook sosteniéndolo aún más cariñosamente, apretándolo como si fuera algo precioso, algo que uno nunca debería dejar ir. El gesto había sido vacilante, tímido, pero todavía estaba allí. Y Jimin se alegró de tenerlo.
Estaban en brazos uno de otro, moviéndose en un lánguido balanceo de lado a lado, fingiendo bailar más que hacerlo.
El chico más pequeño podía sentir algo que se frotaba contra su cabello, y cuando sintió el aliento caliente contra su cuero cabelludo, lo identificó como los labios de Jungkook. Y se encontró deseando tenerlos contra los suyos.
Bajaron un poco y se tensó cuando llegaron a su frente. Sus uñas se clavaron un poco más en el cuero antiguo, mientras su flequillo fue dispersado a un lado, y el aliento vino a cosquillear contra su piel.
Justo donde eso estaba.
── Jimin...─ Creyó oír un débil gemido sobre la música, pero fingió que no lo hizo mientras dejaba que el chico descubriera su secreto más profundo.
Los labios trazaban la marca, frotándose contra el trozo de piel, demasiado pálido comparado con su piel ya pálida, en una horrible forma curvilínea, que se extendía desde el nacimiento de su cabello, abajo, abajo y parándose justo encima de su sien. La única cicatriz visible de esos diez años. Pero la que más le avergonzaba.
Y mientras Jungkook dejaba que sus labios se detuvieran sobre él, besándolo suavemente, dejando que fluyeran más palabras que cualquier frase, Jimin dejó que sus manos se deslizaran por el pecho del hombre, deteniéndose sobre su estómago tonificado.
── Vamos a la playa. ─ Susurró con una nota suplicante débilmente distinguible en la última sílaba.
── Vamos. ─ Jungkook tomó su mano sin más palabra ni duda.
Su viaje a la playa pasó en un destello, el aire lleno de cosas no dichas, nadie se atrevió a revelar por miedo de romper algo, ese pequeño algo que se había construido entre ellos. Lo que haya sido.
Jimin se quitó los zapatos al llegar a la parte arenosa. Silenciosamente, comenzó a caminar hacia la orilla, y Jungkook lo siguió, los ojos nunca dejando la espalda del chico.
Era cautivador, la forma en que se movía el más pequeño. Caminando recto, recto hacia las olas rompientes, los ojos nunca se alejaban de la turbulencia grisácea del agua, con una especie de confianza que ocultó muchas otras emociones más cariñosas. Y se detuvo justo donde la espuma podía lamerle los dedos de los pies, pero no hasta el punto en que cavara bajo la planta de sus pies con la esperanza de enterrarlo en la arena amortiguada.
Los cantos de las olas complementaban poéticamente los susurros del viento y el CEO decidió que su voz debía ser parte de la armonía.
── Tengo algunas cosas importantes que decirte, Jimin.
El más bajo no parecía molesto por ello, como si hubiera estado esperando esas palabras. Y lo hacía.
── Yo también, Kook. Tengo muchas cosas que decirte. ─ Su voz sonaba lejana, como si el hombre que estaba junto a Jungkook no fuera más que un espejismo que se disolvería en el aire si intentaba captarlo.
El hombre finalmente lo miró con ojos vacíos, moviendo algo en el pecho de Jungkook. Cómo extrañaba el modo en que esos ojos solían mirarlo. Tanto daño. Recordó que cuando todavía estaban juntos, estaba convencido de que tener a Jimin mirándolo de la misma manera que miraría a un extraño sería el peor dolor en el mundo. Pero se había equivocado. Oh tan terriblemente equivocado.
Lo único que deseaba era la felicidad de Jimin.
Así que sacudió la cabeza con una sonrisa cansada.
── No ahora, disfrutemos este momento. ─ El propuso.
Y Jimin no respondió. En cambio, dió otro paso adelante, aterrizando en el agua fría. Se estremeció ante el sentimiento, como miles de agujas empujadas contra su piel, pero siguió dando otro paso, otra vez.
Jungkook extendió su brazo, a punto de detenerlo. Pero había algo en su ex amante que le decía que no lo hiciera. Era algo casi religioso para él y tenía que hacerlo. Así que dejando caer su brazo contra su costado, sonrió nostálgicamente.
── Aún te encanta el mar.
Vió cómo Jimin se enderezó, como si el oxígeno lo hubiera abandonado durante unos segundos. Pero desapareció tan rápido como había llegado, cuando una risa sin humor se deslizó de su boca, y él inclinó su cabeza hacia atrás antes de mirar a Jungkook.
── Supongo que esa es una de las cosas que cambiaron en mí. ─ Su mirada estaba atravesando a Jungkook con una pasión tan fuerte que sintió que su corazón saltaba un poco. ── Lo desprecio. ─ Él tenía una sonrisa torcida en sus labios, una sonrisa que ciertamente no llegó a sus labios. No dijo nada más.
Y ahora era el turno de Jungkook de dar un paso adelante, pero no podía llegar a Jimin. Porque el muchacho empezó a caminar de nuevo, esta vez siguiendo la orilla del mar.
Tenía millones de preguntas que hacer, pero miles de millones de razones le impedían hacerlas.
Jimin le diría cuándo llegara el momento. Él lo sabía.
Estaban caminando, sus pies hacían ruido en el agua inusualmente tranquila.
Pero Jimin decidió cubrir ese sonido.
── ¿Te acuerdas? ─ Jungkook alzó la vista hacia el mechón rubio que estaba siendo devastado por el viento mientras el chico hablaba. ── ¿Dónde nos llevará este camino?
Era un poco como su camino nostálgico. Si no completamente. Y alzando la mirada hacia al cielo, donde probablemente miles de millones de estrellas les estaban brillando un poco, Jungkook no podía dejar de pensar que su estupidez, por más irrelevante que parecía comparada con la inmensidad de los cielos, era todavía demasiado grande para ser perdonado.
Por supuesto que recordaba, ¿Cómo no podía?
── Esta roca, ─ Él habló, y Jimin dejó de caminar, volviéndose hacia él. ── Esta roca es con la que vamos a liberar los mejillones de su prisión de piedra caliza. ── Dió un paso más cerca del chico. ── Esta roca. ─ Señaló otra. ── Es donde encontraste a Coriza, la estrella de mar que querías conservar. Pero yo estaba celoso por lo que pateé tu cubo azul neón y volvió al mar. ─ Otro paso más cerca. ── Esta roca, ─ Jimin miró por encima de la tercera roca. ── Es el lugar donde te comiste la paleta de piña que te compré con mi dinero para que dejaras de llorar. ─ Un paso más. ── Esto. ─ Jimin parpadeó cuando sintió que los brazos se deslizaban alrededor de su estructura y una barbilla se enterraba en la parte sensible de su cuello. ── Es cómo te sostuve cuando te confesé mi amor cuando teníamos trece años.
El fabricante de ropa podía sentir la humedad en sus palmas sudadas mientras las enrollaba en puños, tratando de detenerse de temblar y centrarse en su errático latido del corazón.
── Tu corazón también latía así, ese día teníamos trece. ─ Murmuró Jungkook. ── Así que te pregunté si te sentías mal. ─ Su respiración caliente le hizo cosquillas a la oreja de Jimin, oh tan pecaminosamente.
── Y te pregunté por qué te tomó tanto tiempo. ─ Jimin respiró con dificultad.
Jungkook asintió con la cabeza.
── Y te respondí que era porque soy un idiota. ─ Él lo abrazó aún más fuerte, la voz se quebró ligeramente. ── Y los viejos hábitos mueren, algunas cosas nunca cambian.
Fue entonces cuando Jimin se dió cuenta de lo tenso que había estado todo el tiempo, se relajó cuando los labios de Jungkook contra su oreja se deslizaron hasta la línea de su mandíbula, recorriendo su forma con besos de mariposa lánguidos y extendiéndolos alrededor de una manera desesperada, apretando sus hombros.
── Tú idiota...─ Lloró con una voz quebrada, dedos enroscados en el cuero desgarrado. ── ¿Por qué te tomó tanto tiempo otra vez? ─ Él lo sacudió, el cuerpo inerte del otro lo dejó mientras dejaba que sus labios vagabundearan alrededor del rostro de su ex amante. ── ¿Por qué, Jungkook?
Pero su sollozo fue amortiguado por ese mismo par de labios que finalmente se encontraron con los suyos. Finalmente después de diez largos años de ansia como si su vida dependiera de ello. Así que tiró aún más fuerte, sintiendo algunos trozos de cuero quedando atrapados bajo sus uñas. Pero no le importaba. No le importó que los labios de Jungkook estuvieran rozando los suyos, y sintió el cálido y húmedo músculo pidiendo entrada, y él se lo dió, entreabriendo la boca en un suspiro satisfecho y dolido. El beso estaba caliente, desesperado y húmedo. Manos moviéndose, acariciando todo lo que podían alcanzar, tirando de algunos mechones de cabello y tirando algunas ropas, respiraciones que se fundían en una, entre sus pantalones y gemidos. Y cuando Jimin sintió que su espalda chocaba contra algo, no necesitaba ser un genio para saber dónde estaban.
Jungkook lo ayudó a meterse en el viejo barco abandonado y luego subió él, aterrizando sin mucha gracia, pero tampoco le importó, demasiado preocupado por unirse de nuevo.
Sus manos pronto encontraron su camino de regreso alrededor del cuello de su chico favorito mientras lo besaba. Una y otra y otra vez. Sin nunca obtener suficiente de los sonidos que iba a producir cuando le gustara los movimientos de Jungkook, o cómo sabía, el sabor de la sidra de ciruela y pastel de calabaza que se complementaban bien, el aliento todavía pesado de canela. Además, la forma en que los hábiles dedos de Jimin se pasaban por su cabello antes de encontrarse en su pecho y luego alrededor de sus nalgas, atrayéndolo increíblemente más cerca de él, todo eso era demasiado para que los dos pensaran directamente. La pasión y la necesidad mezcladas habían devastado su cordura y no parecía importarles
O eso pensó Jungkook mientras dejaba que sus labios se deslizaran por el cuello del muchacho, justo donde sus cuerdas vocales aparecerían cuando cantaba, en aquellos días. Allí mordisqueó la piel, besándola antes de dejar que su lengua la mojara y la chupara, mientras su mano estaba puesta en el suave y lujoso estómago del chico que lo rodeaba. Un gemido tenso de placer dejó la garganta del más bajo mientras él balanceaba las caderas, reuniéndose con las de Jungkook, haciéndolos gemir al contacto de sus miembros medio endurecidos.
Pero entonces algo se rompió. Sintió que Jimin bajo él se retorcía, jadeando.
── ¡Alto! ─ Gritó.
Y Jungkook sintió como si alguien le hubiera dado una bofetada.
Entre sus besos, labios hinchados, jadeó, mirando al chico bajo él con los ojos muy abiertos.
Jimin lució la misma mirada, pero por diferentes razones.
Tenía los labios cubiertos de saliva y el cabello desaliñado, la ropa arrugada. Pero más que eso, fue la mirada en su rostro que mató a Jungkook.
El aspecto de alguien que había cometido un error.
── Vete. ─ Su labio inferior tembló cuando suplicó. ── Vete, Jungkook.
Este último sentía que estaba siendo pateado en el intestino repetidamente.
¿Jimin, se arrepentía...?
── Esto está mal. Esto entre nosotros. ─ Había lágrimas en el rabillo de sus ojos, o algo parecido. ──Lo has terminado hace diez años, así que no debes volver ahora. ─ Se arrastró como un cachorro asustado, retrocediendo al otro lado del bote, volviéndose un ovillo. ── Vete.
Jungkook quería alcanzarlo, tomarlo en sus brazos. Decirle que lo había dejado una vez, pero no se iría dos veces.
Todo eso había sido un gran error. El más gran error que había cometido.
Que lo amaba.
── ¡Vete! ─ Gritó Jimin.
Y así lo hizo.
Justo así, él fue dejado solo por Jungkook por enésima vez. En la playa donde se habían confesado. En el barco donde habían descubierto el cuerpo del otro por primera vez. En el mar donde su cuerpo casi sin vida había sido encontrado exactamente un año después de que Jungkook había roto con él.
La semana siguiente, Jungkook dejó de ir por la tienda como siempre lo hacía.
solo hubo vmin de amigos,
qué opinan? 😣
solo falta uno,
gracias por leer 💔💖
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