5. Rechercher des réponses
Ahora estaban esperando pacientemente. Bueno, en realidad no tanto. O al menos Kyoko no estaba para nada tranquila de esperar, más aún porque ni si quiera sabía qué era lo que estaba esperando. Maria por su parte tarareaba algo y sonreía calladamente mientras las personas entraban y salían, de un ascensor que iba y venía, al tiempo en que la desesperación de Kyoko solo se intensificaba. Fue entonces que se dio el susto de su vida cuando un tipo malhumorado salió intempestivamente del ascensor y chocó con ella de frente, causando que quede tirada en el piso. La cuestión es que no solo fue lo suficientemente desconsiderado como para no ayudarla, sino que también fue lo suficientemente sin vergüenza como para gritarle por su propio error. Con esos gritos Kyoko no solo se enfadó por la mala educación de aquella persona, además se sorprendió de mala manera al darse cuenta que este tipo se trataba de nada más y nada menos que de Fuwa Sho.
Vaya, ahora todo tenía sentido... No, no, ahora habían más preguntas.
Maria seguro adivinó sus pensamientos porque al ayudarla a levantarse la guió hasta dentro del ascensor, aplastó distraídamente los botones y procedió a mirarla con serenidad.
— Ya verás. —fue lo único que la pequeña heredera de la fortuna Takarada se dignó a decir a su acompañante mientras las puertas del ascensor se cerraban y este comenzaba a, valga la redundancia, ascender por el edificio.
No duró mucho tiempo ese pequeño viaje, las puertas se abrieron en uno de los últimos pisos y Maria tomó la mano de Kyoko para llevarla a través de los pasillos. Se detuvieron en una puerta luego de caminar unos metros, el presentimiento que la mayor de esas dos compañeras tenía en estos momentos era cada vez más atroz.
— Espérame un poco más allá y no te acerques mucho, pero por sobre todo —le miró con seriedad bastante dramática—, no dejes al descubierto tu rostro, cúbrete bien con la capucha pues ya no sé si sea suficiente con ese "disfraz" que llevas.
Ahora mismo ya entendió por dónde iba la cosa y quién era esa misteriosa cliente a la cual Maria ofreció uno de aquellos 3 frascos de esa nociva magia líquida. Solo podía ser...
— ¡Tú... ! —exclamó una irritante voz chillona que notablemente le pertenecía a alguien que quizás hasta hace unos instantes había estado llorando— ¡Tú, maldita estafadora! —su voz se quiebra pero vuelve a exclamar— ¡Me vendiste una porqueria que no sirve para nada!
— Señorita Mimori, ¿está segura de que se trata de eso? —le mira con intensidad— pues debe recordar que en las instrucciones y en el contrato mismo antes de adquirir el producto se especifica que hay un margen de riesgo de que el producto fracase...
En ese momento la chica inesperadamente abrazó a la pequeña empresaria y rompió en llanto. Kyoko se dio cuenta que ni si quiera Maria estuvo preparada para algo así cuando la pequeña le dedicó una mirada de pánico. Entonces decidió arriesgarse a desobedecer el plan inicial y acercarse para ayudar a María a meter a la insatisfecha cliente a su departamento.
— Él... —sonaba su nariz— Él parecía muy feliz de mudarse conmigo, me dijo que era momento de estar juntos para comprobar si teníamos futuro.
— Pero... —Maria sacó otro pañuelo de la caja que Kyoko le alcanzó y se lo ofreció con algo de escrúpulo a la joven desolada.
— No puedo aceptarlo.
— Debes hacerlo.
— ¡No!
Kyoko ahora estaba algo confundida, entendía solo la mitad de la situación. Es decir, lo único que sabía ahora era que Mimori y Shotaro se habían mudando juntos. Bien, esto ya le sorprendía bastante. ¿Cómo su representante permitió que esto sucediese? Luego, ¿cómo es que lograron hacer eso sin que la prensa se entere? Pero la principal duda de todas, ¿cómo los padres de Mimori permitieron esto? Porque entendía de que, a pesar de que los padres de Shotaro verían esto con algo mucho más que desaprobación, seguramente ellos ni enterados estarían. Fuese como fuese, lo siguiente que entendía era que ella había comprado la pócima y se la había dado a Shotaro; obviamente terminó sin dar resultados.
— Ya es momento.
Maria insistía con un tono de alguien imperturbable y sabio; que una niña se comporte así solo daba un efecto bastante a la situación. Era como si una bruja que había vivido por cientos de años fuese quien se escondía detrás de la apariencia de alguien que apenas estaba por entrar en la escuela media. Mientras que, por otro lado, Mimori, que dentro de todo seguía siendo bastante joven, actuaba ahora como una nena de preescolar; algo totalmente contratante con su figura impresionante de mujer.
— Saque el manual, señorita, si fuese tan gentil —Maria rompe el silencio que se da mientras Mimori parece sumergirse en una desesperada negación expresada mediante una frenética negación con la cabeza— lo leeré para usted y así comprenderá porqué no funcionó.
—Lo tiré por la ventana.
Kyoko casi corre a la salida para ir a buscarlo pero la mano de Maria le detiene.
— Pero antes se detuvo a arrancar algunas páginas... —afirmó Maria más para Kyoko que para Mimori mientras con la cabeza apuntaba a Kyoko donde se encontraban aquellos restos de tan valioso manual.
Kyoko se acercó temblorosa para encontrar sólo unas diez páginas, que en su mayoría estaban partidas, y ninguna de ellas contenía la información que Kyoko estaba buscando, o al menos eso parecía, necesitaba el resto del manual para tener la certeza de que así era. Al instante miró por la ventana con esperanza de encontrar el manual abajo, tirado en el suelo del jardín interno del edificio... Y ahogó un grito de horror al ver que ya habían pasado la podadora del césped. Se tuvo que conformar con recoger lo que estaba regado por el piso de aquel departamento y entregárselo a Maria. Lo armaron entre las dos mientras Mimori recuperaba algo de compostura e intentaba limpiarse; entonces fue que Kyoko contempló las páginas ya rearmadas dándose cuenta que efectivamente no estaba lo que quería. No obstante observó que Maria le miraba, como diciéndole que al fin y al cabo no habían perdido el tiempo, que lo que estaba ante ellas podría ser útil.
¿Pero cómo podría ser útil? Kyoko no veía por ningún lado la utilidad en haber encontrado información que ella ya había descubierto en las páginas de su propio manual.
— Señorita, ¿podría tener la amabilidad de leer lo que dice en esta página de aquí?
Maria índico cuál y Kyoko suspiró agotada, eran las advertencias que ya había leído... ¡Más de una vez!
— De acuerdo —a regañadientes y posteriormente sonándose , comenzó a leer— "La poción puede ser muy efectiva, sin duda, pero hay unos casos que son una excepción" —respira profundamente y sigue leyendo con un falso tono de aburrimiento— "El objeto del hechizo no es de su orientación sexual, ya está enamorado(a) de alguien más —se vuelve a limpiar la nariz—... es demasiado mejor como para enamorarse... (menor de cinco años)".
Kyoko leyó con Mimori los tres casos en los que la poción no causaba efecto alguno, y al fin lo medito mejor. Tsuruga Ren, su amor, podría ser que...
— ¡Sho-chan no es homosexual! —exclamó Mimori de pronto.
— ¿Acaso te escandaliza tanto algo como eso? —Maria le mira con algo de reproche.
— No —responde de inmediato la modelo, aunque en voz algo baja—, es solo que sé que eso no es así.
— Si tú estás segura~ —canturreó Maria Takarada— entonces solo queda una respuesta a tu duda, una duda cuya respuesta estoy segura que ya sabías solo que no la querías admitir —la mira con ferocidad—, ya es momento de que lo hagas, por tu bien.
— Quizás lo que sucede es que la edad mental de Fuwa Sho es inferior a la mínima por lo que no funcionó.
Kyoko no pudo evitar intervenir, sentía demasiada compasión por aquella chica... Pensaba en cuánto parecido tenía con su antigua yo y no pudo soportarlo más. Sorprendentemente, aún cuando se esperaba que la chica de corazón destrozado le reproche por burlarse así del "hombre de sus sueños" una sonora carcajada comenzó a sonar por el espacioso departamento.
Aquello desencadenó que la atmósfera se hiciese más cómoda y acogedora, con las tres jóvenes y la pequeña heredera riendo por la ocurrencia de la mayor de las tres. En eso las risas pararon y el silencio volvió, solamente que esta vez no se trataba de uno sombrío y patéticamente doloroso o incómodo. No se sabría exactamente cuánto tiempo pasó así, pero las tres presentes terminaron sumergiéndose en sus propios pensamientos y preocupaciones. Maria, por ejemplo, estaba preocupándose por cómo continuaría el plan al notar que su "hermana mayor" estaba un poco más corta de lo que imaginaba; de seguir así las cosas se podrían complicar para mal y eso no se lo podía permitir, tenía una reputación que conservar. Por su parte, Kyoko estaba considerando que no había forma de que Tsuruga Ren esté enamorado de otra persona pues de ser así simplemente nada hubiese pasado... ¡¿Por qué de repente empezó a odiarla?! Si bien no sabía qué era lo que desencadenaba el efecto adverso al menos ya tenía eliminada una de las posibilidades más importantes. Sin embargo, ahora prestaba más atención a algo que no había considerado: la orientación sexual de su senpai. Si bien es cierto que de ser Tsuruga Ren homosexual la pócima simplemente no hubiese desencadenado efecto alguno, jamás se lo había replanteado... ¿Qué tal si el efecto adverso sucedió por otro motivo sin que esto tenga que ver con la orientación sexual que él tenga sea cual sea la que él tenga?
Entonces se paralizó al encontrarse con los ojos de Maria, quien al parecer adivinó su pensamiento y por alguna razón que ella no conocía le miraba con decepción, como cuando le tratas de enseñar a un niño a contar del uno al cinco y este, luego de practicar por horas, sigue diciendo los números desordenadamente.
Mimori pensaba en muchas cosas y a la vez su mente quedó en blanco. Finalmente se repetía a sí misma la pregunta: ¿Qué debería hacer?
— Bien... —murmuró, rompiendo de este modo el silencio pensativo, pues al fin ya tenía la respuesta a lo que ella misma se había cuestionado— Sho-chan está enamorado de alguien más, eso es lo que sucede y ni si quiera esta pócima o cualquier magia en este mundo podrá cambiar eso.
Kyoko miró asombrada a Mimori mientras que Maria sonreía complacida. Mimori agradeció a Maria en la puerta, no precisamente por conseguirle aquel producto exclusivo, e inmediatamente comenzó a empacar sus cosas... O las de Sho, ¿quién sabe?
Kyoko miraba a Maria mientras bajaban por medio del ascensor hacia el primer piso de aquel edificio.
— Tendremos que ir por la respuesta a nuestro siguiente cliente.
Al parecer Maria adivinó que Kyoko esperaba explicaciones o algún comentario que le ayude a guiarse en esta situación de locos.
— Está ves me dirás de quién se trata.
Ella no estaba preguntando, estaba afirmando. Este gesto le sacó a Maria otra sonrisa de esas que intimidaban a Kyoko.
— La conoces bastante bien.
Las puertas del ascensor se abrieron y grande fue la sorpresa cuando ambas "hermanas" se encontraron frente a frente con Fuwa Sho.
— ¡¿Qué carajos?!
Kyoko le dio a Shotaro una patada de esas clásicas entre ellos apenas terminó de maldecir su encuentro.
— No tengo tiempo para perder hablando contigo.
Le sonrió con sarcasmo y acto seguido se llevó a María del brazo lejos de ese edificio. Maria, al parecer, fue la única que notó la mirada de añoranza que le dedicó Fuwa a Kyoko cuando ya se estaban alejando de ahí. Aquello causó, para impacto de sí misma, algo de compasión en María Takarada. Pues recordaba aún las súplicas que ese mismo joven le hizo a su distribuidora para adquirir el producto. No obstante, María sabía bien que aquello no iba a resultar en algo bueno, para nada bueno.
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