
2. Expériences
Ella estaba decidida, su mano le temblaba, lo iba a hacer.
"Yo... Lo haré..."
Se daba ánimos, se reclamaba por ser tan cobarde. Ella tenía que hacerlo... ¡Debía! ¡Se lo debía a sí misma!
Ahí estaba la limonada rosa que le iba a dar a su senpai en una mano y en la otra... En la otra mano tenía el frasco, La Fiebre Rosa, ambas temblando, dudando, inclinando el frasco del mal ligeramente para vaciar el contenido en el refresco de su secretamente amado superior.
Y entonces cayó una gota, dos, tres, y las gotas pasaron a ser un pequeño chorro rosado, que ya se mezclaba con la limonada del mismo color, mientras ella cerraba los ojos y evitaba mirar pues para ella eso era un pecado, uno imperdonable... Pero era demasiada la tentación.
"Lo siento... Lo siento, Tsuruga-san..."
El frasco perdió casi una sexta parte de su contenido, ella lo cerró, miró su obra. Esa limonada rosa, que le debía su color a otra cosa aparte de las frutas que usó en su preparación, y se sorprendió cuando vio un humo rosado salir de la bebida y formar un corazón que luego se desvaneció en el aire. Guardó el frasco, aún con la sensación de que tal vez estaba cometiendo un error que le podría hacer daño... Pero simplemente no era ya hora de arrepentirse. Era ahora o nunca, iba a averiguar de una vez por todas si es que alguien ocupaba el corazón de su amado. Con su mano, dudosa, lentamente acercándola al vaso que contenía la bebida del amor para dársela a él, el dueño de su corazón y el causante involuntario de esas emociones en el corazón de esta señorita, Mogami Kyoko, emociones que ahora la llevarían a hacer algo de lo cual tal vez se arrepienta o no.
"Valor... ¡Es ahora o nunca!"
Suspiró nerviosa, por fin tenía la bebida en sus manos, se alentó y lentamente empezó a dar media vuelta cuando de pronto escuchó esa voz, que tanto temía.
— ¿Mogami-san...? —ella se giró de golpe y lo vio, el estaba con una sonrisa, la cabeza ladeada y una mirada confundida, posado de forma sensual en el marco de la puerta— ¿Qué era eso que le pusiste a mi bebida? —sonrió burlón— ¿Veneno? O quizás... A jusgar por el humo en forma de corazón... —sonrió cual "Emperador de la Noche"— ¿Una pócima de amor?
Kyoko, naturalmente, soltó el vaso y se quedó enajenada, parecía que se había topado frente a frente con la muerte, al verla así Tsuruga Ren se preocupó bastante.
— ¿Mogami-san...? —se acercó a ella y con ambas manos le tomaba el rostro y la miraba fijamente, pues parecía que se iba a desmayar, y en realidad... Sí, se desmayó— ¡Mogami-san! ¡Kyoko! ¡Kyoko!
Él estaba totalmente asustado, y la sacudía mientras la estrechaba en sus brazos, pero ese desmayó duró mucho menos que un minuto, tan solo fueron segundos. Ella abrió los ojos, dándole alivio momentáneo al hombre que la amaba... Y es que el alivio fue solo momentáneo pues, apenas dio un par de parpadeos, lo empujó y se fue corriendo gritando mil cosas tan rápido que eran incomprensibles, lo único que pudo escuchar de ella y entenderlo fue un:
—¡Por favor, piedad, perdóneme!—
Y esa voz desaparecía por la distancia, pues en un momento desapareció por completo por los pasillos de L.M.E., dejando a su príncipe soñado inmovilizado por la sorpresa y la confusión, y apenas vio la puerta de la sección "Love me" entró y azotó la puerta tras ella, y así se tiró en el suelo totalmente desconsolada por haber sido descubierta.
"Ahora... ¡Ahora va a odiarme!"
Él se quedó petrificado y es que una voz "angelical" resonaba en su cabeza.
—Debe estar así porque le di una posión de amor, Ren-sama... Tal vez... Está buscando a alguien con quien probarla, y quizás ese eres tú, pero no tiene valor para pedirte probarla contigo—
Y es que Kyoko estaba muy rara, parecía muy nerviosa el día anterior, parecía querer evitarlo... Le dolió, pero lo que le dijo María luego de la última vez que la vio, lo dejó pensando y le gustó la idea... Aunque para él eso era improbable. Pero entonces ella apareció esa mañana, extraña, como si estuviese resignada a algo, pero ya no escapaba de él, ya no estaba nerviosa... Pero era como si estuviese decidida a algo, tal vez relacionado al trabajó, pensó. Y en eso, ella se ofrece a hacerle una limonada, una limonada rosa para aliviar el calor, y él no le prestó mucha importancia, aceptó... Pero mientras ella caminaba notó algo peculiar, sus manos le temblaban, sus hombros también, estaba nerviosa y... Lo vio, el frasco, idéntico al que María le mostró, el frasco de la fiebre Rosa. Sonrió, se emocionó... ¡Quería probarla con él! ¡Quería darle la poción! Y él con gusto la tomaría, con mucho gusto...
"Como si la necesitaras... Ya me tienes hechizado hace tiempo..."
Pero tenía que asegurarse, por lo que la siguió. Se había decidido a aceptar tomarla, después de todo ni aunque funcionase necesitaría de ella, y así tendría la excusa para hacerle un par de bromitas, un par de besos, un par de abrazos, más besos y le diría todo lo que se contuvo en su corazón por tanto tiempo... Después de todo, era la poción la responsable, ¿No?
Pero entonces ella se asustó tanto y escapó, así que cuando se recuperó de su asombro, corrió tras ella y se quedó parado frente a una puerta, la puerta de la pintoresca sección, se podían escuchar llantos de agonía dentro, y lo sabía... Estaba ahí. Suspiró antes de entrar, y abrió la puerta. Ella estaba arrodillada en el suelo, apoyando sus manos en el suelo, inclinada, mirando abajo. Él se acercó a ella, quien no se daba cuenta de su presencia, se puso de cuclillas frente a ella y con delicadeza, con un dedo hizo que ella alce la vista y lo mire a los ojos. Al principio Kyoko dio un respingo pero lo miraba con culpa y vergüenza.
— Perdóname, por favor, no me odies... Solo quería... Perdóname, te lo suplico, perdóname...
Él le sonrió sinceramente.
— Jamás te odiaría... —le agarró una mano y la besó, luego frunció el ceño y con seriedad agregó— Pero... Lo que te podría reclamar es... Nunca te vuelvas a arrodillar así... Levántate...—ella asintió avergonzada y ambos se levantaron, ella estaba confundida, seguro esperando reclamos y él la miraba— No puedo creerlo... —se ríe— Te lo tomas muy en serio... Si querías probar el regalo de María-chan... Pudiste pedírmelo libremente...
— ¡¿Cómo...?! ¡¿Cómo supo?!
— Me lo dijo un pajarito... —suspiró con una sonrisa— Pero... ¿Por qué no simplemente no me dijiste que querías probar conmigo la poción? Pensé que tenías confianza conmigo, yo acepto con gusto... Además no es como si fuese real...
Ella se quedó en silencio, se quería dar de golpes en la pared, pues esa idea no se le había ocurrido, ¡¿Cómo no se le ocurrió?! Después de todo su senpai no cree como ella en la magia, y ella solo podía decir que era un experimento, solo para probar la veracidad del producto... Eso hubiese sido más sencillo. Volvió a la realidad, él la miraba con las cejas arqueadas, esperando respuesta.
— ¡No podría! ¡Perdóneme! ¡Yo...!
Él la silencio posando un dedo en su boca.
— Shh, lo sé... Pero, te lo tomas muy en serio, Mogami-san... —se ríe— Tal vez ni funcione...
— Pero, Tsuruga-san...
— Pero... Aunque no funcione... —fingía pensar en algo mientras ella lo miraba confundida.
— Tsuruga-san... —le sonrió como quien ya tenía una travesura en mente— ¿Qué...?
— Sirve un vaso para mí, Mogami-san.
Kyoko se sorprendió, dudó, y es que era cierto, tal vez ni funcione... Pero algo le decía, que era real... Pero ahora, era la voluntad de él... El resultado, cualquiera que sea, él se ofreció, ¿A que no?
Sacó de una máquina una soda, la abrió y le puso unas gotas de la bebida del mal, se la ofreció, él aceptó, la agarró y se miraron, ella estaba tensa, él divertido le guiño el ojo y comenzó a tomársela.
Ella estaba nerviosa, se quería morder las uñas, Ren la miraba entretenido y terminó la bebida, suspiró y dejó la botella a un lado para tomarla de las manos.
— ¿Lo ves? —le sonríe y ella lo mira, algo decepcionada pues lo sabía, la poción no había surtido efecto— No me pasó na... —sus ojos se abrieron como platos, en este momento Kuon, es decir, Ren iba a fingir que la poción sí había surtido efecto y sus travesuras iniciarían, pero de pronto sintió como si le hubiesen dado un enorme golpe en su cabeza, como bastantes martillos y se desplomó.
— ¡Tsuruga-san!
Ella estaba asustada, se lanzó a recogerlo del suelo, pero la diferencia abismal de peso y tamaño le hacían imposible a ella poder levantar a ese hombre, así que lo tenía agarrado de ambos hombros, sacudiéndolo para que recupere la consciencia, y entonces vio como el cuerpo de su amado se teñía de rosa, como la poción y tocó su frente, hervía en fiebre... Ahora entendía el porqué del nombre de la poción. Él miraba sin ver, apenas escuchaba su voz, sentía mucho calor y todo le daba vueltas, pero de repente todo se enfrió, su vista volvió a la normalidad y su cabeza dejó de doler.
— Tsu... Tsuruga-san...
El color rosado de la nada dejó la piel de su senpai, y él parecía haber recuperado la consciencia.
— Tsuruga-san...
Él parpadeó tres veces y la miró confundido.
— Mogami-san...
Y entonces sucedió algo que ninguno de los dos se esperaba.
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