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II: La nube negra.

«Noticias del estado de Descartes: un adolescente asesinó a su compañero de cuarto y se suicidó. Se presume que tiene problemas mentales, en estos momentos fue trasladado al psiquiátrico de Rawberry

El señor Domínguez era un señor que trabajaba en el supermercado “SoulMarket”, además tenía horarios estrictos para ida y vuelta con respecto al trabajo. Él trabajaba de guardia de seguridad en ese lugar, su trabajo era encargarse de evitar robos, y a rufianes, rufianes como Brian y su grupo, incluyendo a Jennifer, la chica que según ella, Brian es “Su Neneh bien buenoh”. Normalmente se les encontraba en la entrada bebiendo y fumando marihuana.

—¡Largo de aquí niños! —riñó el señor Domínguez.

—¡Mis bolainas! —respondió Brian y su grupo, a lo que el señor se echó a correrlos, hasta que escaparon, dejando algunas botellas y mugre que el personal se tendría que encargar de limpiar tarde o temprano. Sergio Domínguez se sentía muy exhausto de su trabajo.

Sergio era un señor en sus cuarenta y tantos años, ya canoso, y con aspecto muy firme. Él solía malhumorarse bastante rápido, en especial por los problemas que no tenían solución, como el hecho de que él no podría ser policía en sí, si no que quedaba como un simple guardia de un supermercado local.

El supermercado “SoulMarket”, era un supermercado traído de algún país de habla anglosajona, qué sólo se podía encontrar en una ciudad de aquél lugar. Una ciudad poco conocida, se encontraba la cede de SoulMarket, y tenía varios locales repartidos en la zona. Cuando SoulMarket llegó al pueblo Esmeralda, los habitantes comenzaron a llenar aquellos locales, llevándose cosas a montones. El supermercado también era parte de constantes ataques, algunas personas hablaban sobre enfocar la economía sobre la producción de la propia patria, en lugar de dar paso a comercios extranjeros.

Al igual que se ha dicho anteriormente, las puertas de aquél supermercado solía ser sede para que algunos jóvenes se pongan a consumir drogas, alertando a los guardias cuando estos pasaban a vigilar. Sergio era el guardia más destacado entre su grupo, pues, él solía cumplir bien con su trabajo, todo a causa de su rígido carácter. Su jefe, Daniel, solía felicitarlo por su gran empeño en la vigilancia, pero, su presencia en su casa, era muy escasa.

2

Katerine Noemi Domínguez, hija de Sergio Domíngez, era una chica de tan sólo 15 años, chica que vivía en una casa que no era un lujo, pero tampoco era una choza. Katy durante la primaria, solía sacar buenas calificaciones, pero, en su adolescencia las cosas comenzaron a cambiar, ya que ella empezó a bajar en sus calificaciones. Su familia se había sorprendido el cambio que hizo, ya que en la secundaria pasó de ser el mejor promedio, a ser simplemente un promedio regular, y en la preparatoria ya se veían números en rojo cada tanto. Ella solía ser muy pensativa, el problema es que ella sufría de muchas desganas, y no desganas de cualquier tipo, sino que eran desganas eran de vivir.

Ella era la típica seguidora de la ley de Murphy, y para ella, el mundo abandonó a la humanidad, la cual es insignificante, a lo que ya nada importaba realmente. Su mente estaba como una ciénaga de dolores.

«El día en que me suicide, mi familia seguramente se armará una fiesta. —pensó ella—, un pervertido terminará profanando mi tumba, y así violar duro a mi cadáver en su casa, y mi familia ni se inmutará, sería demasiada molestia tener que ir a visitarme al cementerio, así que preferirán que mi cadáver no esté.» pensó, en su mente tan nublada. Ese tipo de pensamientos eran constantes en ella, así optó un día, por intentar quitarse la vida, colgándose del techo, cosa que no resultó, ya que su madre la descubrió y la sacó de ahí con un tirón. Desde entonces iba a un psiquiatra, que le recetó un antidepresivo “Atarax”.

Katy solía tener posters de My chemical romance, Paramore, AFI, pues se identificaba mucho con esas bandas, y sentía que le daban compañía. Además solía subir fotografías a Fotolog, y frecuentar el Myspace. Ella era una chica con un flequillo que le tapaba un ojo, con puntas de color fucsia, y su vestuario siempre era muy oscuro y cadenas en el cuello.

Un día de 2008, regreso a clase, la señora Domínguez llamaba a su hija para desayunar.

—¡Katy!—gritó la señora.

—¡Voy!— contestó Katy, acto seguido, se levantó para lavarse los dientes y desayunar.

—Katy, hoy es el primer día de clases, no debes faltar. —dijo Amelia.

—Lo sé…—dijo Katy con algo de desánimo.

—¿Quieres cereal?—preguntó Amelia.

—Aunque me vaya a negar, me dirás que lo coma igualmente, después de todo.

—Debes comer muy sano —dijo Amelia. – La futura abogada debe de comer sano para estar fuerte.

—Cómo sea… —dijo Katy. Y empezó a meterse la cuchara en la boca, tragando la leche y masticando aquél cereal. A la hora de terminar, Katy se equipó su mochila y salió. Katherine no quería ser abogada, pero tampoco quería defraudar a su madre, así que no se le ocurría forma para explicárselo.

La cuadra donde vivía la familia Domínguez era bastante extensa, a comparación del resto. Katy caminó por la cuadra y dobló hacia la derecha, cruzando la calle. Frente a esta estaba la casa de Aldana Herrera, también conocida como “Dana”, vecina que tiene una hermana gemela, Nara Herrera. Ambas van a la misma preparatoria que Katy, pero no son del mismo curso que ella, ambas van a 6to.

—Hola Katy.— dijo Dana.

—¡Hola Dana!— contestó Katy.

—¿Yendo a la preparatoria?— preguntó Dana.

—Sí. —contestó Katy.

—¡Suerte con eso!— dijo Dana.

—Gracias.— dijo Katy, y sigue con su camino. Camina hacia la cuadra siguiente, dobla, y sigue por cinco manzanas hasta llegar a una rotonda. Gira hacia la izquierda y camina tres cuadras. En la manzana donde se encontraba entonces, vivía su mejor amiga, Estefanía, una chica morena con cabello oscuro y ojos marrones; suele andar de ropa deportiva. La chica que estaba enamorada completamente de un chico llamado Jonatan, pero que era muy tímida cómo para declararse.

—¡Hola Katy!, ¿Viniste a buscarme querida? —Preguntó Estefanía. —Ow, ¡Eres muy tierna! —agregó.

—Hola Estefanía… —Dijo Katy.

—¿Qué es eso que tienes en el brazo?, ¿Acaso te estuviste cortando otra vez?— preguntó Estefanía y corrió a abrazarla.—Sabes muy bien que no debes hacer eso…—dijo.

—Lo sé, pero… —contestó Katy bajando la cabeza, mientras su ojo se asomaba entre su mechón de cabello, el cual se lo tapaba.

—Pero nada.—Replica Estefanía.— No quiero que te hagas daño.

—E…está bien. —Contestó Katy.

Estefanía parecía que estaba preparando la marcha para caminar hasta el colegio.

—¿Vamos al colegio?—Contestó Estefanía algo emocionada.

—¿Acaso te apuras para ver al chico que te gusta?—contestó Katy.

A Estefanía se le pintó un leve rubor en el rostro, el cual si fuese peor ya se hubiese lo hubiese tapado con la mano.

—Eh… ¡No!—dijo Estefanía— ¿De dónde sacas esas cosas?—agregó.

—Lo tenía entendido…—respondió Katy.

—¿Entendido?... Bueno, vayamos.—dijo Estefanía, y ambas siguen el trayecto inicial. Recorren unos cuantos metros mientras conversan.

—No le dirás nada a Jonatan ¿no?—preguntó Estefanía.—Me haría bolita en un rincón si haces eso, podrían jugar a algún deporte conmigo.

—Claro que no —respondió Katy y esboza una leve sonrisa.

—Te hice reír, ¿cierto? —afirmó Estefanía esbozando una sonrisa enorme.

—N…no —contestó Katy ruborizándose.

—¡Anda!, ¡no seas tan amarga Katy querida! —respondió Estefanía.

—¡No fastidies Steff!

—Bien, ya callo —dijo Estefanía.

Las chicas siguieron el camino, cruzaron por un puente que llevaba al otro lado de un ferrocarril cercado, para después seguir con el camino que llevaban. Estefanía se preguntaba, ¿Qué podría hacer para hacer de Katy un ser humano más feliz?, pues le molestaba la actitud de Katy en ocasiones. Katy sin embargo, aunque no demostrara mucho cariño hacia Estefanía, la quería mucho, pues era su mejor amiga.

—Katy, ¿quieres comprar algo para beber?, ya me dio sed.— dijo Estefanía soltando una leve risita.—Hay un negocio cerca.

—Está bien.—contestó Katy. Ambas entraron al negocio.

—Un agua por favor…—dijo Estefanía, Katy mientras tanto estaba callada, su timidez impedía que hable con el vendedor.

—¡Por supuesto! —dijo el vendedor. Luego de que las chicas pagaron, siguieron yendo rumbo al colegio.

3

Katy había llegado al colegio, y no demasiado tarde, usando de referencia el horario de entrada. Estefanía, quien la seguía, estaba caminando dentro del instituto junto a Katy, hablando de sus cosas cotidianas, hasta que Estefanía ve que Jonatan se acerca, pero, su ilusión se desvanece, sabiendo que él la estaba ignorando, no iba a hablarle a ella, si no a alguien que estaba detrás.

—¡La vida es dura! —exclamó Katy a Estefanía, refiriéndose a que Jonatan la ignora.

—¡Dijo una piedra!—replicó Estefanía.

—¡Ya!—dijo Katy.

—Katy, ¿acaso no hay nadie en el colegio que te guste? —preguntó Estefanía.

—No creo que nadie guste de mí, la verdad. —contestó Katy, pues ella se veía a si misma como un estorbo para el resto, por eso prefería permanecer callada ante el resto.

—¡Claro que hay gente que debes de gustarle! —dijo Estefanía— ¡Si eres una preciosura! —agregó alabando a su amiga, si era lo que las amigas hacían.

—No lo soy —contestó Katy.

—¡Claro que sí! —contesta Estefanía y sonríe.

—¿Ahora cual salón nos toca?—pregunta Katy.

—Tal vez debamos de ir al patio, y que el director nos guíe a uno. —replicó Estefanía y ambas se dirigieron hacia el patio. El patio era un lugar bastante grande, rodeado de pasillos, y en el centro tenía una zona verde con unos cuantos árboles. El director se hallaba justo ahí, frente a varios grupos de jóvenes que también dudaban de donde estaban sus salones.

—Ya cálmense, les diré dónde deben ir. – dijo el director, y grupo por grupo, fue dirigiendo a sus salones a la horda de estudiantes.

—¿Ya viste, Katy?, este primer día será genial. —afirmó Estefanía con total confianza.

—Claro – contestó Katy algo dudosa. Ambas subieron la escalera y llegaron a su salón.

En el salón recién estaban tomando lista de quienes fueron y de quienes se ausentaron. Estefanía y Katy se sentaron en el mismo banco, pegadas a la pared. Durante la clase, Katy se notaba algo aburrida, mientras que Estefanía le prestaba atención a lo que el profesor dictaba; pues ella era muy estudiosa, y al parecer amaba sacarse buenas notas. La otra chica del salón con la que competía, era una chica rara, la chica llamada “Samila”, o conocida como “La Friki” o “La niña alienígena” debido a que ella una vez se puso a hablar de cómo unos marcianos mantuvieron una conversación con ella, y ella los invitó a tomar un helado. En el salón, la gente se reía de las cosas que Samila decía, eran bastante raras, y hasta estúpidas, de cierto modo. Samila era una friki, la friki del salón, pues solía hablar de todo tipo de cosas, cómo videojuegos o anime.

En el receso, Estefanía hacía su esfuerzo para acercarse a Jonatan, aquél chico que le gustaba tanto, pero, no sabía cómo hacerlo. «¿Y si piensa que soy rara?, ¿y si no le agrado?», eran cosas que ella se ponía a pensar, cosas que evitaban que ella pueda acercarse a él. Su timidez ante aquél chico era demasiada, sus mejillas se tornaban de un rojo intenso mientras sus manos comenzaban a sudar cada vez que intentaba hablar con él. Ella se llevó una decepción cuando se dio cuenta que había sonado el timbre y aún no había avanzado ni un poco.

En el salón, Katy la estaba esperando, parecía no haber salido de ahí.

—¿Acaso no saliste? —preguntó Estefanía.

—No, es que no me gusta salir —respondió Katy. Estaba con la cabeza algo gacha, mirando una hoja mamarrachada, llena de círculos e intento de dibujos. Katy al parecer no cambiaba su actitud, a pesar de las súplicas de Estefanía, ella seguía sintiéndose en un abismo, y no es algo que cambiaría tan fácil. Estefanía, a pesar de no poder convencer a Katy aún seguía a su lado, y como ella prometió, estaría a su lado, siempre que lo necesite. Y Katherine, sigue guardando distancia.


4

La música en aquel lugar de Ciudad Celeste era tan alta que se hacía imperceptible el sonar de unas botellas de bebidas alcohólicas contra la mesa después de ser servidas. Jennifer esa noche había ido a la discoteca tomando el bus que se hallaba a seis calles del departamento donde se encontraba. El ritmo con el cual bailaba la gente a su alrededor hacía que sus huesos retumben. Brian regresó lentamente, está vez sosteniendo una caja de vino barato, el cual era una mezcla entre alcohol de farmacia y saborizante de uva, y un amigo lo acompañaba; Sebastián Krouch, alias "El Bastian", a quien le decían Cara de bestia, ya que tenía el ceño fruncido; representación típica de los pandilleros de la zona.
Bebah —dijo Brian algo ebrio—, ¿Segurah que te divierteh?
Segurah, mi neneh —contestó Jennifer entre tambaleos, posando su cabeza en el hombro de su chico.
Otros tres chicos habían llegado en ese momento: Kevin, Jorge y Marcos. Los tres eran miembros de una pandilla de aquella calle, la cual tenían reputación de peligrosos por parte de la policía del pueblo. Marcos era el lider de la banda, y sus acompañantes eran guardaespaldas.
—Chicos, Aquí tengo lo que buscaban —dijo Marcos entre susurro a Brian. De su bolsillo sacó una bolsa de un color blanco como los dientes de un modelo de publicidad de pasta dental, la pequeña bolsa contenía cocaína pura. —denme lo que me deben. —agregó.

Brian colocó su mano en uno de sus bolsillos y sacó un fajo de billetes, los cuales le dió a Marcos a cambio de aquel sobre. Marcos contó uno a uno los billetes, observo detenidamente a Brian y lo empujó contra una mesa. La gente de la multitud dejó de bailar y se apartó de la zona. Brian cayó encima de una botella de Whisky, la cual se quebró, pero afortunadamente para él no se clavó ningún vidrio en su espalda.

—¡Maldito hijo de perra! ¡Te falta lo de la otra vez! —gritó Marcos, poco antes de que Brian se levante y le pegue un puñetazo en la cara. Sus guardaespaldas se lanzaron por encima de Brian, y encima de ellos se lanzó Bastian a defenderlo.

Ante ese conflicto, la guardia del lugar no tardó en hacerse presente, un hombre gigante separó al grupo y los sacó uno a uno de ese local, en lugares separados para evitar peleas.

Ya en la calle, Brian se sentó en la acera de un local, dibujó una lo con una pequeña porción de cocaína y la inhaló.

—Ya Hermano —dijo Bastian mientras sostenía el hombro de Brian —te va a dar una sobredosih. —agregó sin poder modular bien sus palabras.
Brian quitó la mano del muchacho de su hombro y lo miró con un rostro salvaje que expresaba rabia.
—Ese malditoh, cuando lo vea le daré en la cara hasta hacérsela puré. —repuso Brian.
—Te aconsejo que lo olvides —contestó Bastian con un tono algo agotado. —ese hombre puede terminar mandando a alguien a cortarte el cuello si él quiere. —agregó, aunque Brian ignoró su comentario.
—Vayamoh a nuestras casas, neneh —dijo Jennifer a Brian.

(...)

Ellos cruzaron varias calles internas bastante pequeñas en ancho, y grandes en alto. El grupo caminó por entre el papelerío del lugar. Bastian se puso a leer «El mejor tratamiento contra la osteoporosis» que rezaba un papel del suelo, y supieron dónde doblar cuando se encontraron un graffiti que expresaba «¡Viva la mota!» . Jennifer sentía el zumbido sordo que venía de su propia cabeza al pasar a un ambiente silencioso.

Poco a poco las calles fueron estrechando se cada vez más, hasta que llegaron a una zona que de no ser por una farola en el fondo, no se vería absolutamente nada en esa zona. Era la única calle por la que podían pasar, ya que al terminar ese camino llegarían a la estación de buses. Brian recordó que el siguiente bus llegaba casi justo cuando el reloj rezaba 1:30 am, sin embargo en su Blackberry el horario marcaba 23:28. Siguiendo el recorrido, dispuestos a esperar en la parada, Bastian llevaba la delantera, mientras que la pareja iba caminando por detras, cuando en el fondo una figura humana se hacía ver; esta estaba en una posición tiesa, similar a la de un maniquí, sin embargo no parecía tambalearse ni mucho menos. Brian retrocedió un paso junto a Jennifer, mientras que Bastian se quedó de pie.
—¡Vamoh, que seguramente es alguien a quien no debemos temer! -exclamó Bastian volteandose a Brian y ante la negativa de lámpara prosiguió—, Te enfrentaste a un líder de una banda peligrosa. -agregó, y al volver a voltear, quedó casi cara a cara con un zombi humano.

La pareja comenzó a correr cuando observó a ese ser arrancando un pedazo de cuello de Bastian, el cual retrocedió intentando tapar el hoyo para que deje de sangrar, y después cayó hacia atrás, para comenzar a tener convulsiones mientras el ser se montaba encima de él, inclinándose a su cuello nuevamente.

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